Soy.
No fue una equivocación convertirme en lámpara de noche,
alumbré madrugadas de gente aunque yo haya sido un ser inerte.
No tuve de miedo de quedarme a solas con un niño temeroso de toparse con el hombre oscuro, porque yo fui su salvación y le ahorré bastantes lágrimas.
No tuve miedo de quedarme a solas con una niña que empapaba su almohada cada noche, porque se sentía sola y al mismo tiempo nadie le quería entender, ni escuchar su silencio y preguntarse por qué; por qué su habitación siempre estaba encendida, por qué aquella niña dejó de dormir.
No tuve miedo de quedarme a solas con aquel joven desordenado, aquel que se ponía la música a todo volumen y gritaba de rabia al reconocer la ceguera del primer amor.
No tuve miedo de quedarme con aquella joven estudiante que se recordaba a sí misma que tenía que llegar muy lejos. Quería que se sintieran orgullosos de ella, y poder llegar a ser estrella.
Quizá tuve un poco de temor cuando me quedé en la habitación de una anciana... tuve la sensación de no poder alumbrarla por mucho más tiempo, y me entristecí. Le dije adiós por si era la última vez que me encendía,
por si era la última vez que sentía su tacto rugoso y lleno de historia.
Pero ahora sí, invadida de pánico en mis débiles venas, me doy cuenta de que soy ellos y ellas.
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