En alguna semilla madura y rojiza, alejada de la realidad, cercana a la verdad de sus pupilas, vivía una mujer de tez blanca y ojos marinos. En ellos se puede bucear entre las sombras de sus miedos y sueños, de sus manos sin freno. En ellos puedes reflejarte, temblorosa y vulnerable, y encontrar la razón de tu caminar por la senda equivocada. Resolver la incógnita que falta.

Camina a su alrededor, y le deslumbra de tal forma que se ve obligada a apartar la mirada. Tranquila, risueña, juvenil, serena... Sin rastro en su boca de alguna pena suelta.

Nació sin nombre, pues es dueña del viento, y la identidad es algo que con sólo un suspiro puedes derrotar. Simplemente se desplaza y pasea a la vera de algún que otro curioso, y le desvela el nombre que hace un tiempo le pusieron al, por primera vez, llorar.

"Por no tener tengo, sin embargo, un par de sellos. Tengo una placa a la izquierda, a la altura de mi pecho, que comienza por la D y termina por la A, que comienza por la A y termina por la D. Tómalo esto como quieras, si un rechazo a tu pregunta, o una gran oportunidad para mi alma desvelar"

Sus manos, tan frágiles y fuertes al mismo tiempo... Es un arma mortal para los mendigos del sueño eterno. Un arma para aquellos que harían lo que fuera para desfallecer en silencio por primera y última vez. Porque aquellas manos, no son manos, son piedras preciosas, irrompibles para los desconfiados, e intocables para los valientes desenfrenados.