Él

Sabe a dos copas de más,
pero no le importa.
Camina a solas por la ciudad,
y la gente mira y "soporta".
Pero no lo conocen,
ellos no saben nada...

Tenía dos billetes en el bolsillo
que no le dejaban dormir.
Se quería deshacer de ellos,
no quería depender del dinero y sufrir.

Llevaba la chaqueta rota,
le rompió la cremallera.
Prefirió no cerrarse más heridas,
ni dejarse en ellas la piel.

Llevaba a cuestas una guitarra vieja,
le faltaba tres cuerdas.
Tampoco eso le importaba,
la música no era exigente;
se podía tocar con menos notas,
a media voz y con la mitad de palabras.

Llevaba las suelas de sus zapatos
desgastadas de andar tanto.
No se atormentaba por ello.
Le gustaba sentirse alguien que se
mueve,
en vez de sentirse un trajeado hasta el
cuello.

Entre las páginas de un libro desgastado por las esquinas,
ya amarillentas de ser tan sabias
(viejas),
escondía una fotografía de su primer
amor;
de su primera alegría certera.

Era un hombre de manos ásperas,
de tanto usarlas.
De niño se perdió entre los escombros
de una lucha a dos bandas.
No entendía el por qué,
pero tuvo que derramar sangre y
lágrimas,
para después no haber ni siquiera un
ganador;
ni siquiera una real batalla.
Sólo sonrisas por los suelos,
y sufrimiento volado por los aires.

Y ahoga todas sus penas pasadas y
presentes en alcohol,
creyendo que así se esfuma todo tipo de angustia y de dolor.

Y ahoga su conciencia en el inmenso
mar que observa cada mañana,
con el viento rozando su cara y la arena acariciando su piel;
con la esperanza de que lo que un día se llevó la corriente,
vuelva con las olas otra vez.

Quiere volver a nacer.
Volver a crecer.
Volver a amar.

Quiere volver a empezar.

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