Capítulo 2| El Trato (reescrito)
El miedo me corroe y de pronto es como si todo a mi alrededor se moviese al estilo de un terremoto o sismo. Trato de evitar su mirada, aunque es imposible hacerlo, se siente un ambiente pesado. Apenada me subí mi ropa interior, así como acomodo mi falda y vuelvo la mirada al hijo del hombre que me da de comer.
Rainer GreenWood sigue sin moverse. Trae un traje azul oscuro casi negro, su cabello semiondulado cae por su frente aunque a los lados lo lleva recortado y un reloj llamativo en su muñeca izquierda que le da un realce de color a su atuendo.
Pocas veces está en la empresa, debido a que mayormente trabaja administrando el sin fin de empresas corporativas que su padre dejó a su cargo. Es por ello, que a todos los empleados se nos avisa cuando el está en casa para así no cometer errores y hacer más amena su estadía.
Intento no flaquear; no obstante la rudeza de su mirada no me ayuda. Es un hombre extremadamente alto, con porte elegante, masculinoy misterioso. Se suele decir que es la copia exacta de su padre debido a que en las fotos del mayor cuando tenía la edad de su hijo, eran similares.
Ya no estoy segura de si me estremezco por el orgasmo o por su gélidez y porte atractivo.
Solo a mí me ocurren este tipo de cosas.
Ríe y su sonrisa se ensancha, lo que hace que por un microsegundo el mundo se pare.
Mi corazón late con tenacidad, es tonto, pero es lo más sexy que he presenciado en los últimos días.
-Apetecible, la necesito en mi oficina una vez que termine su jornada laboral, ¿señorita...
-Blanchart. - Farfullo presentándome aunque es estúpido, pues hace minutos dijo mi apellido.
-Blanchart...- Juguetea con su labio inferior. - Hasta entonces.
El jefe sale de mi oficina sin decir más.
Es mi fin ¡mi puto fin!
Mierda no quiero ser un espécimen, amo mi trabajo y mi trabajo me ama a mí.
Es ahora que comienzo a lamentar haber gritado que estaría mejor viviendo debajo de un puente. ¡Era mentira! Necesito el dinero, hay deudas que estoy por saldar y sin el pago subirían los intereses, lo que me llevaría a la banca rota y después a pasar por las carencias del pasado.
Dios, me prometí que no volvería a eso.
Corro al tocador lo más rápido que puedo. Al llegar enjuago bien las manos comenzando por la parte distal de mis dedos. Para terminar, seco con toallas higiénicas y vuelvo a mi oficina.
Verifico cuánto tiempo me queda hasta que tenga que afrontar las consecuencias de mis actos, aún faltan alrededor de cuatro a tres horas y media. Lapso de tiempo en el que sabré lo que va a cambiar mi vida, porque si de algo estoy segura es de que no me va dejar impune.
Alguien toca la puerta, rápidamente me coloco a la defensiva.
¿Cuánto tiempo llevaría ahí?
¡Agh!
-Su comida, señorita. -Informa luce con dos bolsas de plástico.
-¿Cuánto fue? -Pregunto al salir de mi shock.
-Me tomé la molestia de cargalo a su cuenta de servicio de comida.
-Perfecto. - Chillo con rapidez.
-Gracias Luce y retirate, por favor. - Ordeno exhausta.
Necesito estar sola, quiero refundirme y disfrutar de mi trabajo las pocas horas que me quedan en él.
.......
Mastico la goma borrador de la punta de mi lapiz. Hace media hora que terminó mi horario y ya debí haber salido; sin embargo, sigo aquí, detenida entre dos paredes que he vuelto mi refugio emocional..
He pensando las cosas con la cabeza fría y si Rainer GreenWood piensa despedirme, me iré con la cabeza en alto. He trabajado aquí un par de años y sé que obtendré un mejor puesto en otro lugar: soy inteligente, tengo estudios suficientes, un currículo completo y estoy aprendiendo mi cuarto idioma. Ellos me necesitan a mí, yo no los necesito a ellos.
Mi comunicador replica.
¿A caso Luce no se ha retirado?
Contesto colocando el altavoz.
-No tienes porque quedarte tiempo extra, puedes retirate, Luce. - Arrugo mi nariz. -Nos vemos mañana y por favor, lo primero que hagas al llegar, es traerme un café hirviendo.
-Así que te gusta el café como tú. - Vocifera la voz irreconocible del hombre de mis pesadilla.
-Yo... Señor....
-A mi oficina, ahora. Detesto esperar y también detesto que jueguen con mi tiempo ¿casualidad? Usted está haciendo ambas.
Cierro los ojos.
No se puede evitar al destino.
Suspiro.
Es hora.
-Descuide, en un momento estaré ahí, señor Greenwood.
Cuelgo la llamada y guardo mis cosas junto con un par de carpetas que necesito en casa para avanzar un poco en la corrección del nuevo boceto.
Termino de ordenar un poco y salgo de mi oficina despidiéndome. Nunca se sabe si será el último día.
Avanzo lentamente por el pasillo de mi área hasta el ascensor, aunque prefiero no ahorrarme tiempo e ir por las escaleras.
Subo cada escalón contando uno por uno.
No sabía que cada piso tiene treinta escalones de alto.
Si subiera y bajara en ellas todo los días, sería igual de atlética que la nueva prometida de Evan y tal vez no me habría dejado, entonces estaría comprometida todavía, y no me hubiera masturbado en mi oficina bajo la presencia de mi superior.
Odio los dilemas.
Odio mi vida.
Llego al quinto piso bufando cansada, no sirvo para esto, que Evan se quede con su nueva prometida, ella ganó esta batalla.
Las luces del pasillo ya están apagadas, solo queda el brillo luminiciente que desprende la bombilla sin energía. Al final, hay una tenue luz amarilla, en ella observo a una secretaria haciendo su trabajo.
Debe ser ahí.
El andar, se siente como cuando visitas un cementerio. Sabes que no hay nada, sin embargo, el aura es pesado y consigue asustarte...
-Buenas noches. - Saludo. - Olivia Blanchart, el señor me espera en su oficina.
-No tengo ordenes de dejar ingresar a nadie. - Lima sus uñas.
-Puede preguntarle. - Niega rápidamente.
-Mi primo no está a disposición de nadie.
¿Primo?
Observo bien a la chica.
Paulette lodwik Greenwood, hija de Lázaro Lodwik y Romina Greenwood. Viscondes de Irlanda.
Escuché que Paulette estaba en la ciudad y lo sé porque la noticia fue mencionada en todos lados, pues parece ser que se comprometió con un billónario oriental.
Asuntos de personas ricas con personas ricas.
-Me repugna ver tu cara, pasa o largate. - Espeta con su voz chillante.
Toco un par de veces una vez estando frente a la puerta, recargo mi peso hacia el frente creyendo que tiene seguro.
Segundo terrible error.
Esta se abre completamente, mantengo el mentón hacia abajo. No quiero verlo, no puedo hacerlo si muero de vergüenza.
-Perfecta entrada, Olivia. - Escucho el crujido de un par de hojas. - Le recomendaría tocar para la próxima.
Dejo de escuchar ruido y es ahí cuando sus dedos mueven mi mentón elevándolo de tal manera en que lo pueda ver directamente a la cara.
-Es una pena que no pueda mantener la mirada al frente y aunque me gusta que sepan su lugar, esperaba más de usted. -se encoge de hombros. -¿por qué? No lo sé, me daba la impresión de ser una mujer decidida.
Nunca me he dejado humillar por nadie, y si él va a despedirme no tengo porque dejar que juegue conmigo.
-Siéntate en donde te sientas cómoda, tenemos un tema de que hablar y es mejor que tengas tu entera atención sobre mí.
Mi jefe toma asiento en su silla principal, la silla del jefe y la silla que siempre he anhelado utilizar.
Rainer acaricia su mentón provocando que se vea más definido.
-La lengua y las cuerdas vocales se crearon para darle voz a los que no la tienen ¿no piensas defenderte? Saca las garras, muéstrame lo salvaje que puedes ser. - Relame sus labios. - Hablabas más cuando intentabas masturbarte.
-Prim... - Interrumpe sierta voz femenina.
-¡Largate, Paulette! ¡¿Qué no tienes cerebro?! ¡Puedo comprarte un par de neuronas si es necesario!
-¡No me hables así!
-No eres mi hermana, yo puedo mandarte a la mierda y es lo que estoy haciendo. Fuera o me veré en la obligación de hablar con tu prometido...
-¡Eres detestable! - Grita.
-Supongo que es de familia. - Espeta, sarcástico.
Paulette se marcha.
-No me gusta darle vueltas al asunto, siempre voy claro con lo que quiero y deseo tener. - coloca sus manos al frente después de extender una carpeta. - En tu oficina no hay cámara, sin embargo, en el pasillo si las hay. Da la casualidad que una de ellas captó los acontecimientos antes mencionados y aquí están las pruebas.
Siento mi sangre emigrar.
Abro la carpeta, hay una captura mía dentro de mi oficina.
-Señor...
-Silencio.- Parlotea.
-Reconozco que no eres bonita, pero lograste que me calentarla y eso no lo puedo dejar pasar por alto.
¿Qué?...
-¿Disculpe? -Pregunto confundida.
-Disculpada. - Ruedo los ojos. - Como sea. Me tomé la atribución de investigarla, no fue difícil, las redes sociales son la fuente más rápida desde luego, pero corroboré los datos en su historial laboral y descubrí que esta comprometida y que no la satisfacen.
Supongo que en mi carpeta debe estar aún Evan...
Podría mentir, pero soy inteligente y se que es solo una trampa de Greenwood, porque debe saberlo todo, sino, no estaría sonriendo y eso solo alargaría la sentencia.
-No, ya ni estoy comprometida, finalizamos esa relación hace un par de meses. - Confieso segura.
-Perfecto. -Muerde su labio.
-¿Perfecto?
-Sí, perfecto. - Sonríe. - Tengo un trato para ti, aunque solo tienes de dos opciones y no creo que quieras quedarte en la calle con la deuda de un auto, la renta, programaciones de paga y un adeudo con el seguro médico.
-Hizo su trabajo.
- Siempre.
-¿Cuál es el trato?- Pregunto queriendo derrumbar la fachada de rudeza.
-Tener una relación a base de sexo
-Masculla haciendo acto de presencia su dentadura impactante.
-¿Relación sexual?
-Sí, una relación estrictamente Sexual, sin sentimientos, solo sexo. - Se levanta de su silla.
-¿Yo, que gano? -suspiro aún más confundida que cuando ingresé.
Ríe. - Las condiciones las pongo yo, pero no todo es tan mal como lo crees. Te trataré como una de mis mujeres. - Se enaltece. - Ganas tener sexo conmigo, conocer un poco de lo que es la vida de los millonarios, tendrás a disposición mis lujos, te daré un aumento del treinta por ciento de tu salario, más bonos extras y también, ganas conocer el mundo, yo constantemente estoy viajando.
Mierda.
Uno mis manos nerviosa.
Todo suena bien, cualquiera se enloquecería por la propuesta, pero sé que debe haber un costo a cambio, no solo el sexo.
-¿Cuál es el costo?
-Chica lista. -Chasquea la lengua. -Sexo, solo eso...
-¿Qué tipo de sexo?, necesito saber a que me enfrento si acepto.
-Sin compromisos, solo saciarnos mutuamente y más que nada, Complacer nuestros Fetiches. Tengo una imagen mental tuya haciendo lo mismo que hacías en tu oficina, pero portando un conjunto estúpidamente sexy de lencería.
La forma en que habla, el timbre de su voz, me pone caliente, es una mezcla entre ronquez y buena claribilidad.
-Sí aceptas iremos a un hospital de confianza para hacerte las pruebas necesarias por si tienes algún tipo de infección, además de que elegiremos un tipo de método anticonceptivo, no quiero usar preservativo si seremos exclusivos para sexo.
-¿Qué te hace creer que tengo una infección? - Pregunto, molesta.
-Estabas en una oficina que ha pasado por al menos diez personas, masturbándote y no sé que más cosas hiciste, creo que eso no te deja bien parada.
Vale, así ya pierdo credibilidad.
- ¿Puedo pensarlo? - Asiente.
Tienes hasta mañana a las diez para comunicar tu decisión, recuerda que no eres la única persona con un coño al que le puedo meter mi polla, Linda.-Trago grueso. - Hasta entonces, señorita Blanchart, Olivia Blanchart si bien recuerdo.
Es mi señal para irme, que jodido.
Salgo de la oficina principal imaginándome a mi recostada sobre su escritorio, con él encima de mí y...
No.
El calor se me subió a la cabeza.
Bajo al primer piso, esta vez en ascensor.
Me imagino a ambos gimiendo dentro, yo con las manos sobre el barandal y él entrando por detrás.
No.
Necesito un baño.
No, necesito un congelador.
Niego, si va a arder, que arda.
.....
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