14




—Aquella vez en la cárcel hice todo lo que estuvo en mis manos para mantenerte con vida. No me arrepiento de lo que hice.

Él me miró fijamente, casi buscando algo de mentira en mis escuetas palabras. Me moví de su frente de visión con el trago en la mano, yendo calmadamente hasta el ventanal frente al jardín. Las flores estaban marchitas.

Mi madre siempre dijo que necesitaba alguien que cuidara de este jardín y de las flores que ahí crecían. A veces era demasiado insistente con el tema como si a mí realmente me importaran las flores o ese jodido jardín que nunca visitaba.

Ahora me parecía algo lógico, pero me tomó años darme cuenta de que no se refería a las flores ni al jardín sino a mi corazón.

Y me parecía irónica la forma en la que ese mismo jardín estaba tan jodido como mi vida. Ni qué decir de mi situación sentimental con Baekhyun.

Era mi culpa, sin embargo. Mi madre hubiese dicho que no cuidé tampoco al jardinero ni a la flor que más me importaba. La que más me gustaba. Pero resultó que esa rosa no estaba ni muerta ni marchita, sino oscurecida con el tono del carbón y con alargados y filosos espinos circundándola.

De eso también era culpable.

Y lo admitía. ¡Maldita sea mi suerte! Yo era el culpable de todo lo que le pasó a Baekhyun. Él estuvo en riesgo muchas veces por mi incapacidad para protegerlo, por mi arrogancia.

—Te encontré en la celda con Leo. Estabas herido y con mucha sangre saliendo de tu cuerpo, y él planeaba matarte. Así que yo lo maté a él. Allí mismo.

Aunque nunca me había causado conmoción la muerte de una persona provocada por mis propias órdenes o mis manos, ahora solo temía que él me viera de forma diferente. Como un villano o un vástago. El caso era que tampoco me arrepentía. Lo volvería a hacer. Lo haría las veces que fueran necesarias para cuidarlo incluso si eso provocaba que Baekhyun no me quisiera cerca nunca más.

Vi mi reflejo en el cristal, algo cansado y con pesadez. De soslayo atrapé a Baekhyun jugueteando con uno de los botones de su camisa. Parecía algo nervioso y trastocado.

—Por órdenes de Seunghyun, ni tú ni yo podíamos abandonar la cárcel, y en la enfermería no hubo mucho que pudieran hacer contigo. Estabas muriendo.

Nuevamente, atrapé con la mirada el rosal rojo de mi madre, opaco y marchito, pero conservando aún cierto tinte carmesí que me recordó a la sangre de Baekhyun en esa celda y en la camilla de la enfermería porque, ¡joder!, no tenían ni una maldita gasa. Cuando pasó media hora sin respuesta de nadie y sin poder llevarlo al hospital, temía perderlo.

Fue cuando recordé que al diablo le gusta negociar.

—Llamé a Seung para que te sacara de ahí. Yo sabía lo que él quería y necesitaba, cosas que solo yo podía darle.

» Le ofrecí la farmacéutica y mis alianzas. Pero él... —Sonreí—. Él dijo que pagaría todo lo que costaban mis acciones y mis negocios solo para verte muerto.

Se había jactado tanto de su pequeño atentado que tuvo a Baekhyun al borde de la muerte, que simplemente no le interesó nada de lo que yo pudiera ofrecerle. Se llenó de tanto odio que no podía con nada más en su cabeza.

—Sabía que amenazarlo solo lo desesperaría. Él ya sabía que teníamos el celular de Minho y tu testimonio. Sabía que estaba acorralado, así que solo le interesó vengarse de ti y de mí.

—A mí intentó matarme, pero a ti, ¿qué te hizo? —soltó la pregunta con acidez, quizás burlándose de mi o no sé.

—Quiso quitarme lo más importante de mi vida. Tú.

Cada vez que él estuvo en peligro, cada vez que lo vi sufriendo sentí que me moría. Me llenaba de tanto temor el perderlo, que traté con demasiado empeño apartarlo de mi lado para que nadie pudiera usarlo ni tocarlo.

Pero Seunghyun sabía que Baekhyun significaba mucho para mí. Lo supo desde que empecé a frecuentar su casa para ver a mi cuñado. No fue difícil, supongo, pues nunca me interesó ocultar mis afectos hacia él.

Chasqueé la lengua cuando lo vi desviar la mirada en su reflejo del cristal.

—En fin —suspiré—, no supe qué otra cosa podía hacer, así que llamé a la fiscal del caso. Hice un trato con ella. Yo le entregaría toda la información referente a Seung y las pruebas de sus crímenes si te salvaban la vida.

Y había sido una cláusula importante. Solo si Baekhyun salía con vida, yo les entregaría todo, de otra forma, me vengaría yo mismo de mi hermano.

—No tenían nada en mi contra más allá del caso que armó él, para lo cual tenían ya pruebas a mi favor, así que ella aceptó. Te sacaron de la cárcel y fuiste llevado al hospital hasta que salió la sentencia en firme a tu favor.

—Y de todas formas, cuando saliste de la cárcel me usaste como un cebo.

El reproche no me caló mucho, si acaso en la superficie porque no era una mentira. Quizás lo que me molestó un poco era que mis palabras y lo que le conté no pareció hacer una diferencia en él.

—Sí, sí —murmuré—. Necesitaba terminar con todo eso. Había entregado a mi propio hermano a la justicia, pero yo sabía que él se escaparía. Incluso antes de mi juicio, él ya no estaba en el radar. Y la única forma de atraer a un perro, es mostrándole lo que más desea.

» La venganza de mi hermano se volvió, en ese momento, la única razón para vivir. Quería que pagaras por haberlo traicionado y a mí me quería muerto por su propio pulso.

» Y sí, lo sabía y por eso lo llevé contigo. Esa noche fui a tu departamento a sabiendas de que me seguiría.

—No te importó ponerme en riesgo.

—Al contrario, me importaste lo suficiente como para querer acabar con tu principal amenaza de una vez. Yo maté a Seung sabiendo que mi familia me odiaría, sabiendo lo mal que estaba disparar contra mi propio hermano. Pero, ¡diablos!, tú también eras mi familia. Mi chico. Y era mi deber cuidarte.

Me di vuelta para verlo a la cara, para que me dijera que no le importaban mis palabras ni cualquier cosa que yo haya hecho por él. Necesitaba eso, tal vez para finalmente darme por vencido y dejarlo casarse con el idiota de Kim. Yo necesitaba saber que hice lo posible por traerlo de regreso y de cuidarlo de decisiones precipitadas. Incluso si sabía que Baekhyun nunca podría librarse de mí. Sería su sombra, de ser necesario, porque mi compromiso con él iba más allá de si estábamos juntos. Era para siempre.

—Bueno, entonces di que no me crees y que soy un bastardo mentiroso. —Tomé otro sorbo mientras esperaba su respuesta, pero él solo me miró con esos orbes tan hermosos—. ¿Tu prometido te comió la lengua?

No debí preguntar eso porque la imagen mental me pareció asquerosa.

—Eso no prueba que no hayas sido tú el que-

—No —lo corté—, no prueba nada, solo lo mucho que me preocupo por ti. Y la verdad es que no tengo ninguna prueba de mi inocencia. Solo está mi palabra. Puedes creerme si quieres.

—Sé que la seguridad en la mafia es muy importante, tanto como tu identidad. Casi nadie sabe quién eres. Incluso TaeWoo piensa que eres un intermediario entre otras mafias. Pero yo sí lo sabía... Tú mismo me lo dijiste esa noche.

Torcí los labios de un lado a otro.

—¿No vas a dejar nada suelto? —me burlé—. Está bien. Está bien. Me rindo contigo, Baekhyun. No he podido convencerte. Yo mandé a que te mataran. Por eso me fui a Rusia después de hacerte el amor esa noche, porque realmente te odio. Y sí, yo dejé esa tonta nota en tu departamento que no explotó sino hasta que estuviste en las escaleras de emergencia.

» ¿Ya estás feliz? Porque todavía puedo seguir dando rienda suelta a mis fechorías.

Su entrecejo enfurruñado y su boca fruncida fueron la respuesta. Colocó sus manos en las caderas, desafiándome en el mismo tono que yo le había hablado.

—Eres un imbécil —masculló.

—Un imbécil mentiroso —le recordé—. Verás, resulta que para hacer volar tu linda casita no se necesitó de mucho. Un supuesto cortocircuito que llegaría hasta tu recámara donde había un detonador. Mientras tanto, tú estuviste en la sala leyendo una nota mía para que supieras cuánto te despreciaba, así cuando salieras vivo estarías enfadado conmigo. ¿Qué se me olvida?

» ¡Ah, sí! Yo te empujé a los brazos de Kim porque tengo mucho estómago para verlos besarse y todavía más para imaginarlos en la cama.

—Bastardo —rugió con los dientes apretados, acercándose como una pequeña fiera que enseñaba las garras. Quedamos a poco menos de un metro—. Deja de burlarte de mí.

—No sería capaz —largué con sarcasmo, moviendo mi vaso y el líquido frente a él—. Creí que querías que admitiera mis crímenes. ¡Ahí lo tienes! Ahora podrás vengarte de mí con tranquilidad.

Sus labios temblaron. Él se estaba quebrando. Y sus ojos incluso se aguaron.

—No me hagas esto. ¡Te detesto!

—Ódiame todo lo que quieras, pastelito, pero eso solo significa que en el fondo sabes que no fui yo.

» Te diré una cosa. El incendio no fue descuidado. Tú saliste vivo porque quien lo hizo, no quiso matarte sino tenerte en contra mía. Tuviste mucho tiempo para salir por las escaleras antes de que el explosivo en tu cuarto estallara. ¿En verdad crees que si te hubiesen querido matar te hubiesen dejado escapar tan fácilmente?

» Y luego caíste en los brazos de Kim, lo que me parece una peculiar coincidencia.

—... Yo estuve solo... y asustado. Tuve miedo de morir y te odié, ¡Dios!, te odié tanto porque leí esa carta tuya —me dijo, liberando sus lágrimas frente a mí—. Pensé que jamás me quisiste... y que tampoco te importé. Es que tú solo me abandonaste. No supe nada de ti.

—Creí que hacía lo correcto —le dije, pasando mi mano libre por su bonito rostro—. Porque no soy un santo, cariño, ni tampoco alguien bueno. Soy lo peor con lo que te toparás en este mundo... porque incluso el diablo me tiene miedo.

—Eres un idiota... Tú eres el jodido diablo —musitó con una ligera sonrisita.

Mi chico estaba de vuelta.

—Perdóname.

Me adueñé de su boca caprichosa. En ese momento conocí el cielo.

Tan suave y húmeda que solo me nubló el juicio. Solté el vaso y su ruptura en el suelo causó revuelo, pero a ninguno de los dos nos importó.

Lo cargué, haciendo que sus piernas se enredaran en mi cintura porque planeaba llevármelo a la cama. Necesitaba tenerlo de regreso, sentirlo mío, saberlo mío.

—Chanyeol —jadeó, casi deteniéndome—, estoy comprometido.

Sonreí.

—Oh, cariño, te follé cuando todavía eras mi cuñado. Esto no es nada. —Le di otro beso en los labios—. Y no voy a dejar que te cases. La única alianza que puedes llevar en tu dedo es la mía.

Con timidez me abrazó y ocultó su enrojecido rostro en mi cuello.

—Te extrañé.

—También yo, pastelito. También yo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top