25


Había sido un largo día metido en los libros de la biblioteca. No había visto a Chanyeol desde hace un par de días, pero supe que el fiscal que llevaba nuestros casos había tenido un accidente de auto. Accidente. No que la palabra me convenciera. Supe por Hyunjin que el hombre estaba inconsciente en el hospital. La expresión correcta era en coma. Tenía fracturas en brazos y piernas y, según comentó otro de los matones de Chanyeol, era un verdadero milagro que no haya muerto. Yo, sin embargo, no supe si esa era la intención inicial o simplemente sacarlo del caso.

Como fuera, un nuevo fiscal entró en funciones unas horas más tarde del accidente. Y Chanyeol había solicitado ya una pequeña audiencia con él para presentar las pruebas en contra de Seunghyun.

Terminada mi labor ahí en la biblioteca, fui directo a mi celda por mis utensilios para bañarme. Estaba demasiado cansado y hambriento, pero faltaba poco para que sirvieran la merienda en el comedor. Aunque la comida era terrible y de dudosa procedencia, era lo que tenía y no podía desperdiciarla.

En las duchas estuve solo, otra vez. Me había empezado a sentir solo estos últimos días. No tenía amigos ahí dentro, quizás Hyunjin era el más cercano a serlo, y a veces tampoco lo veía.

Chanyeol estaba demasiado ocupado y había empezado a verlo dos horas al día, con suerte. Mi corazón encaprichado se contraía al no verlo. En el comedor me encontraba mirando a todas partes con la ilusión de que apareciera, pero no ocurría. Hyunjin dijo que era porque estaba en el sótano. La forma en la que lo dijo fue tan simple como si yo supiera qué era o lo que se hacía en ese lugar. Negocios poco lícitos, supuse yo.

Al inicio me dejaba un par de notas con palabras dulces, a veces en la biblioteca y otras en mi celda; sin embargo, ahora no tenía nada.

Luego de ducharme fui al comedor esperando que Chanyeol no se saltara la comida como había venido haciendo. Me decepcionó encontrarme solo con los hombres que habitualmente me cuidaban, aunque tampoco estaba Hyunjin. Tomé mi bandeja de comida y fui hasta ellos. Los hombres, cuyos nombres creo que eran Siwon y Kyuhyun, eran muy silenciosos. El uno daba más miedo que el otro.

—¿No vendrá Chanyeol? —les pregunté.

—No, está en el sótano.

Y la respuesta se había vuelto un recurrente tan hastiante. Yo rodé los ojos.

—¿Qué tanto hace ahí?

Siwon me miró con una ceja elevada, como si estuviera burlándose de mí o conteniendo alguna grosería.

—Juega solitario —soltó Kyuhyun y luego una carcajada lo acompañó—. ¿Qué crees que está haciendo ahí?

Ambos se rieron y la verdad es que me sentí muy estúpido por la pregunta que se me ocurrió soltar.

—¿Acabará pronto?

—No lo sabemos —repuso Siwon—. Está arreglando algunos asuntos pendientes antes de salir.

Asentí. Yo quería una respuesta más nutrida, pero Siwon era un hombre que lanzaba frases escuetas a la espera de que el receptor las interpretara a conveniencia.

—Pero seguro que está divirtiéndose —soltó Kyuhyun con una sonrisa maliciosa.

Mis ojos se fijaron en él sin comprender, luego miré a Siwon quien parecía genuinamente molesto por la soltura de boca de su compañero.

—¿A qué te refieres?

—A que-

—Nada —interrumpió Siwon—. Cállate y come, Kyuhyun.

—Aguarda. Él dijo que Chanyeol estaba divirtiéndose. ¿Qué quiso decir?

—Escucha, niño, no empieces a ser una molestia o Chanyeol se cansará de ti.

—Yo creo que ya lo hizo —volvió a decir Kyuhyun—, no por nada se llevó a ese chico con él.

¿Qué?

Me helé y el aire en mis pulmones fue como ácido, picando y ardiendo desde lo profundo. El escalofrío que brotó en mi piel fue como un muy mal augurio.

¿Había llevado a un chico con él?

¿Quién podría ser?

Si era cierto..., si Chanyeol realmente se había cansado de mí.

No. No podía ser.

Quizás todo era un enredo de palabras. Pudo ser alguien que le debía un favor o incluso alguien que lo sacó de sus casillas. No sería la primera vez.

Volví a tomar aire, con lo dificultoso que resultó, y me obligué a preguntar.

—¿Quién?

—Su puta anterior, Luhan.

Apreté los palillos en mi mano. Mis ojos fueron hasta la mesa, creo que sentí vergüenza no sé si por ser llamado puta o por haberme creído con un derecho que obviamente no tenía.

Chanyeol había citado a Luhan en lugar oscuro y secreto.

«¿Sabes? A mí solía llevarme, me cogía contra una de las paredes», recordé sus palabras y esta vez calaron más profundo dentro de mi pecho.

Siwon largó un gruñido, una reprimenda para Kyuhyun, y ese sonido me trajo de regreso a la realidad.

—¿Por qué se lo llevó?

—No seas tan ingenuo, Baekhyun. Suma uno más uno —bufó Kyuhyun—. ¿Qué querría un hombre como el jefe con una puta como Luhan?

—Kyuhyun será mejor que te calles si no quieres morirte. El jefe se enterará de que eres un boquiflojo.

—¡Da igual que se entere! De todas formas, el jefe está cansándose de él o no buscaría a Luhan —refunfuñó Kyuhyun.

Solo pude pensar en las promesas de Chanyeol.

«Dijiste que me protegerías, que nunca te cansarías de mí... que me querías.»

Pero, ¿había sido mentira? ¿Todas esas palabras que él dijo con tanto cariño no fueron ciertas?

Quizá solo había sido amable; quizás él solo me veía como su frágil cuñado, alguien con quien tenía una responsabilidad familiar.

No obstante, nuevamente vinieron a mi cabeza las palabras de Chanyeol cuando discutimos hace varios.

«Me importas más de lo que crees, y te quiero más de lo que crees.»

«Siempre te quise, Baekhyun. Eras demasiado lindo y dulce como para estar con Seunghyun y sus abusos.»

«Te he cuidado todo este tiempo porque te quiero, pastelito. Así que ódiame ahora por lastimar tu corazón, pero si estás con vida, es todo lo que me importa.»

Me replanteé el asunto. Todo debía ser un malentendido porque Chanyeol no me traicionaría. Quizás citó a Luhan ahí por algo diferente que cogérselo. Con ese pensamiento, calmé el retumbar de mi pecho que era ya amenazante.

Había decidido confiar antes en Chanyeol y lo volvería a hacer. Él me había cuidado como nadie, así que no iba a dudar de sus palabras solo porque algo estaba enredándose en mi cabeza.




***




Estaba en mi cama sin poder conciliar el sueño, demasiado ansioso y atemorizado como para cerrar los ojos. Mi compañero de celda no estaba, pero su presencia era como la de un fantasma así que no era relevante. Estar solo me permitió soltar quejidos y balbuceos que parecían de un loco.

Eran pasadas las once y media y no había dormido ni un poco. El insomnio solo me alteraba más los nervios y viceversa.

En las noches Chanyeol solía visitarme y creí que llegaría, supongo que mantenerme despierto era también para esperarlo. Cerca de la media noche escuché la reja de la celda abrirse. El sonido chirriante y agudo me crispó los vellos del cuerpo; las pisadas continuas fueras calmas y cautelosas. Me erguí de golpe y casi grito el nombre de Chanyeol.

Pero no era él.

Un hombre alto y fornido cuyo rostro apenas era capaz de ver por la oscuridad.

—Disculpa, me parece que esta no es tu celda.

No dijo nada, sin embargo, y eso me llevó a pensar que quizás estaba tomado o drogado, o no se había equivocado de celda, en realidad.

—¿Necesitas algo?

—Sí.

Por primera vez escuché su voz, oscura y protervia que me hizo temblar de pies a cabeza. No supe si bajarme de la cama o no, considerando que estaba en el segundo piso y podría suponer una ventaja.

Aguardé en silencio mientras él se acercaba más a la cama, y yo esperando a qué él develara su necesidad.

—Eres Byun Baekhyun.

No lo preguntó, pero yo tampoco se lo confirmé.

—La puta de Park.

Presentí a dónde iba eso.

—Tengo su protección —dije con voz trémula.

Él soltó una carcajada ácida y con sus manos repasó los barrotes de la cama.

—No me interesa que tengas su protección. Pero tengo un mensaje para ti —señaló y se dio vuelta, caminó hasta el otro extremo donde estaba una silla, ahí se dejó caer—. Es de Seunghyun.

Santo Cielo. Palidecí y supe que de todo eso solo saldrían tragedias.

El hombre me tendió un papel a la espera de que yo me acercara y lo tomara. Bueno, era eso o algo mucho peor, supuse. Así que bajé de la cama y caminé con cautela hasta el gigantón. Lo reconocí, era el hombre que nos había visto follar a Chanyeol y a mí en los baños. Hyunjin dijo que se llamaba Minwoo.

Tomé el papel y lo leí.

«Ya que rechazaste mi generosidad y preferiste seguir ayudando a Chanyeol, me veo obligado a cobrar una deuda. El lado de mí que un día te quiso lamenta esto. Pero no hay mucho de esos sentimientos que queden ya. Recuerda que te lo advertí.

Seunghyun.»

Aunque la carta no me decía lo que haría, mi lado lógico ya lo intuía. Alcé la mirada lentamente de esas letras al rostro sombrío del mensajero y, muy probablemente, mi verdugo.

Estaba sonriendo con amplitud, enseñando los dientes y casi sardónicamente. Di un paso hacia atrás con la intención de escaparme de él, pero aún si pudiera, la celda era muy pequeña.

—No debiste hacer enfadar al jefe y menos traicionarlo por su hermano —canturreó—. Si te soy sincero me gusta más Seunghyun como jefe, antes era... demasiado calmado.

—Si Chanyeol-

—No esperes que él venga en tu ayuda. Sé de buena fuente que está entretenido entre las piernas de Luhan.

Si me dolió el golpe de saber lo que Chanyeol estaba haciendo en ese momento, traicionándome, no lo sentí. Ese matón tomó mi cara con rudeza, una vez puesto en pie, sentí su aliento a licor chocar contra mí. Con su otra mano me apretó la cintura y me llevó contra la pared.

—Seunghyun me dio permiso de hacer contigo lo que quisiera —ronroneó de forma grotesca contra mi mejilla, restregando su insípida barba—, y he querido probar por tanto tiempo tu cuerpo. Aunque me pregunto si es tan bueno, ya que te cambiaron muy rápido.

—No, déjame.

Intenté empujarlo con mis manos, haciendo presión en su pecho y su rostro, pero eso no pareció si quiera molestarle, si acaso lo excitaba. Su diestra se metió rápidamente dentro de mis pantalones, yendo directo a mi agujero.

—¡No!

—Si te gustan las pollas grandes, la mía de va a encantar.

Su bulto grueso y grande chocó contra mi vientre y suciamente empezó a frotarlo contra mí. Contuve una arcada. Sus dedos en mi culo empezaron a hacer presión para ingresar. El dedo medio, o creo que era ese, se metió. Dolió y yo chillé. Mi agujero estaba demasiado apretado y averso a que ese hombre irrumpiera.

—Te he escuchado gemir como una perra cuando Chanyeol te coje, así que esto debe gustarte.

Su boca estaba sobre mi cuello, mordiendo y lamiendo. Me sentí tan asqueroso. Sin embargo, Minwoo parecía algo distraído mientras intentaba mover sus dedos dentro de mí, así que solo actué por impulso. Golpeé su entrepierna con mi rodilla, tan fuerte como me lo permitió el miedo, y con mis manos empujé su pecho para liberarme de él.

—¡Hijo de perra! —gruñó a un par de metros de mí, apretando mi entrepierna—. Vas a pagarme esto.

Su puño cerrado golpeó mi cara. Me sentí aturdido y dolorido, y mi mejilla estaba caliente. Pronto tuve sangre en mi boca. Me escabullí por el piso, alejándome de él patéticamente. Minwoo era un hombre fuerte y lo suficientemente alargado como para, aún desde el suelo, estirar la mano y tomar mi pierna. Mi intento de escape se detuvo ahí.

Supe además que estaba condenado. Haberlo golpeado había avivado su ira y sed de sangre. Si antes planeaba violarme, ahora seguramente me despedazaría de todas las formas posibles.

Y yo tenía tanto miedo. En mi mente solo llamaba a Chanyeol con insistencia ridícula porque él no me estaba escuchando, quizás incluso entretenido con Luhan.

—Seunghyun debió matarte hace tiempo, antes de que incluso lo traicionaras —masculló—. Perra estúpida.

Pataleé para zafarme de su mano, cuyos dedos estaban muy bien clavados sobre mi piel. Él tiró de mí repetidas veces para acercarme, así que yo me aferré a la mesa empotrada a la pared. Con la mirada busqué algo que me permitiera liberarme, pero no había más que un par de hojas y esferos por ahí. Nada que realmente me salvara de un destino terrible.

«Oh, Dios, no me dejes morir así», supliqué ya con lágrimas en los ojos. Fue cuando vi una navaja escondida bajo la almohada de mi compañero de celda. El metal resplandeció como un rayo de esperanza.

Pateé con más fuerza hasta que mis golpes lo hirieron en la cara y me soltó. Gateé torpemente hasta la cama y tomé la navaja, al darme vuelta, Minwoo se abalanzó sobre mí.

—Ah, ¿qué-?

Mi mano apretó la navaja clavada en el costado de Minwoo. Yo temblaba más que él, seguramente, y, aunque debía ser doloroso, él solo rugió como un fiero león antes de alejarse. Yo tomé la oportunidad para pararme y salir corriendo.

Conocía el camino a la celda de Chanyeol, a pesar de que quedaba algo lejos. Doble la esquina moviendo tan rápido las piernas que pronto se volverían gelatina.

Yo creí que me había deshecho de Minwoo, pero sus pisadas fuertes tras de mí me dijeron que no. Lo vi de soslayo, parecía dolorido, muchísimo, aunque ello no le quitó las ganas de estrangularme. Así que corrí con más fuerza. Subí un par de escaleras dando saltos hasta llegar al pabellón C, y cuando doblé la esquina, me congelé.

Unos ojos afilados y triunfantes me miraron, tan burlones que casi saltaban de dicha.

Luhan... Luhan sí estaba en la celda de Chanyeol y definitivamente no estaban charlando.

Chanyeol estaba sentado sobre su cama, de espaldas a mí, con Luhan desnudo sobre su regazo. Sus manos tocaban esas piernas delgadas mientras tenían sus bocas juntas.

Fue como un golpe, un baldazo de agua helada o un disparo. Ardió en mi pecho el dolor y sentimiento de traición.

Luhan me estaba viendo y sonriendo, repasando sus manos por la espalda de Chanyeol. Me estaba diciendo que siempre tuvo razón y que obtuvo de regreso al jefe.

Quizás hubiese hecho algún ruido más, un quejido, quizás, pero las pisadas feroces volvieron a alertarme. Era obvio que no sería bienvenido en esa celda, por lo que tomé la siguiente opción más sensata. Corrí a la biblioteca. Sería mi lugar seguro. El único. Y al llegar me encerré y empujé uno de los estantes para bloquear la puerta.

Las pisadas se acercaron y Minwoo debió suponer que estaba ahí pues empezó a aporrear la fuerza llamando mi nombre a gritos.

—¡Abre la puerta, jodida perra!

Su respiración errática me dio consuelo pues luego de semejante carrera y con una herida así, no estaría tanto tiempo insistiendo, no si quería vivir.

Sabiéndome seguro, me derrumbé en el piso. Mis ojos eran como dos llaves sin control, soltando un río de lágrimas que engrasaba con los segundos. Y mi mente traicionera, con el deje masoquista encendido, repasó una y otra vez las imágenes de la vívida traición. El dolor en mi pecho fue ardiente, y en mi estómago fue como si se abriera un hueco oscuro y desolado.

Me di cuenta que las promesas podían romperse y que las sonrisas ocultaban más que cosas que las mentiras.

El dolor en mi cuerpo por el golpe y los traspiés era secundario, como si un velo lejano lo mantuviese apartado a la espera de destrozarme. El golpe de gracia. Mientras tanto, mi corazón temblaba, a veces con más fuerza y otras se debilitaba casi hasta desfallecer.

—Bastardo mentiroso —gimoteé.

Los golpes de Minwoo continuaron por un tiempo, entre insultos y sobresaltos, pero a la cansada se marchó. El ruido cesó, supuse que se dio cuenta de la gravedad de su herida.

Pero ahora sabía que Seunghyun tomaría represalias mucho peores.

Sabía que mi cabeza tenía precio dentro de la cárcel y que cualquier querría cobrar la recompensa.

Y sabía que estaba solo.

Sin protección ni ayuda.

Solo.

Y traicionado

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