16
Hola!
Publico hoy porque mañana no tendré tiempo de hacerlo.
So, enjoy it!
Chanyeol había dicho que no podía quedarme en su celda, por muy solo que estuviera, ya que eso despertaría nuevas dudas en todos. No me entusiasmó la idea de tener que irme a un piso diferente, con una persona desconocida y peligrosa. ¡A saber lo que sería capaz de hacerme mientras dormía! No obstante, ya había intentado convencer a Chanyeol de lo contrario y no hubo cómo.
El lugar no parecía tan horrible, considerando que el inquilino número uno lo mantenía limpio y con las cosas en su lugar. Entré con paso temeroso, mirando a cada rincón como si allí fuera emerger un monstruo que me despedazaría. La primera cama estaba ya ocupada, o eso me pareció pues tenía un libro viejo y deshojado sobre ella. Supongo que solo me quedaba la de arriba, lo que era considerablemente mejor. Sería como mi guardia. Empecé a trepar la escalera cuando de pronto un silbido me heló la sangre.
—Si me enseñas el culo así todos los días, quizás te deje vivir.
Era una voz gruesa, pero tétrica me dejó petrificado, sin ánimo de soltar palabra y con muy poca movilidad en el cuerpo.
Tal vez pasé mucho tiempo en la misma posición y sin decir nada que él me insistió:
—Hey, trasero gordo, mírame.
No sonó molesto, pero no iba a esperar que lo estuviera. Bajé por la chirriante escalera de hierro y me di vuelta. El hombre era poco agraciado, de estatura algo baja, ojos muy juntos y labios delgados. Sin embargo, seguía siendo absurdamente intimidante.
—S-soy Baekhyun.
—Joon —contestó secamente.
—Un gusto —conseguí decir.
—Mi cama es la de abajo. No me moleste, no hables y no me mires si quieres vivir.
Aunque era una amenaza, su tono casi desinteresado solo me descolocó.
—Está bien.
—Ahora largo. Apestas. Ve a ducharte.
Le hubiera preguntado dónde, pero me abstuve de una golpiza.
Tomé una toalla, una pequeña barra de jabón y aquel feo uniforme gris. Los pasillos eran como un laberinto, todos iguales y-, ¡pero tenían letreros! Uno de ellos decía duchas. Fue muy feliz en ese momento.
Mientras entraba y me daba cuenta de la realidad, comencé a arrepentirme de todo, desde haber nacido, hasta de no haber golpeado a Seunghyun.
Los hombres dentro de ese lugar lleno de vapor estaban desnudos y no se inmutaban de ellos. Gordos o flacos, altos o bajos, dotados o no. A nadie parecía importarle. Bueno, a mí sí.
Lo peor no era eso, sino las miradas que acarreé. ¿Acaso me reconocieron como la nueva presa? ¡Estaba acabado!
Algunos silbaron, otros soltaron groserías, y unos pocos incluso se tocaron. A paso rápido me dirigí a unos de los cubículos que para mi mala suerte no tenía ni un intento de puerta o cortina.
Si mi madre me viera aquí, me abofetearía por estúpido.
—Hey, cosita —llamó alguien e intenté fingir que no había sido a mí—, ¿quieres que te frote las nalgas?
Unas largas carcajadas resonaron.
Me sentí atrapado, como un gato acorralado contra una pared enorme.
—O puedo lavarte la polla.
Dejé mi ropa y el jabón en el pequeño apartado en el cubículo (muy mal diseñado, por cierto, porque seguramente el agua salpicaría).
—¿No sabes que no responderles a tus mayores es una falta de respeto?
Bruscamente tiró de mi cabello y jaló hacia él. Chillé y estuve apunto de caer de rodillas. Su mano gruesa y callosa me rasguñó la piel del cuello, creo que incluso me sacó sangre.
—Contesta, pequeña mierda.
—Aléjate de mí —mascullé.
—¿Qué dijiste? —refunfuñó—. ¡Repítelo, puta!
—Dije que te alejaras de mí —repliqué, dándole un golpe en la entrepierna para que finalmente me soltara.
Yo sabía, muy en el fondo de mi cabeza, que no debía de hacerme enemigos en la cárcel, aunque tampoco podía ser amigo de todos. Pero ser humillado por ese ser horrible, era lo último que permitiría.
—¡Eres una perra! ¡Voy a matarte!
Y no lo dudaba, pero igual no iba a demostrar miedo. Di un paso hacia atrás cuando lo vi acercarse como un león enervado. El hombre tenía los puños cerrados y esos toscos nudillos blanquecinos se preparaban para golpearme en la cara. Me negué a cerrar los ojos, sin embargo, como si no me aterrorizara la idea de ser golpeado.
Pero no ocurrió porque cuando a ese hombre solo le faltaron dos pasos para llegar a mí, Chanyeol entró a las duchas. Serio y galante, con un aire mortal. Un coro de jadeos y murmullos llenó el lugar, pero tan pronto como empezaron, terminaron.
El tosco hombre que pretendía pegarme también se quedó quieto, esperando que yo no llamara la atención de Chanyeol y lo dejara continuar.
—¿Acaso golpearás una cara tan bonita como esa? —le preguntó con calma.
—Se lo merece, jefe.
Chanyeol se encogió de hombros y por un segundo creí que me abandonaría ahí.
—Ibas a joderlo, a la fuerza. No hay algo que encuentre más asqueroso que eso.
—Pero-
—Además, si mal no recuerdo, este culo redondo fue el que yo jodí ayer —mencionó y provocó un nuevo jadeo en nuestros chismosos espectadores—-. Si tengo suerte, lo convertiré en mi chico. Así que no lo toques.
—¿Y si no? —se atrevió a preguntar.
—Si no..., yo mismo te lo dejaré en tu celda —sonrió y con una seca mirada se dirigió a mí—. Así que tú decides, dulzura: él o yo. Y te juro que mi polla es mejor.
Cuando Chanyeol siguió a su ducha, el hombre tosco y feo se marchó también. El resto de reos volvieron a sus asuntos, y yo pude desvestirme, muy incómodamente, para luego girar la perilla del agua, la única que había.
—¡Ah!
Estaba helado. ¡Como nadar en la Antártida!
Una ola de carcajadas sacudió mi cabeza y me hizo enrojecer.
—Aquí no hay agua caliente, dulzura.
La sardónica voz de Chanyeol me recorrió la espalda como una tibia caricia que se endurecía conforme subía hacia mi cuello. Estando desnudo, no quise siquiera darme vuelta, pero eso no parecía importante cuando sus brazos gruesos y tatuados estaban aprisionándome, uno a cada lado de mi cabeza.
Escuché un tosco ronroneo. ¿Acaso fue él?
—Tienes una piel bonita y una cara preciosa. Creo que eres del tipo de puta mimada que me gusta —dijo.
"Cuando salgamos de aquí, Park, considérate castrado", pensé.
Y el muy bastardo continuó con su discurso:
—Puedo darte lo que quieras si-
—Mi culo no está en venta —mascullé, pero me negué a volver a verlo.
—Ya lo veremos, cariño, porque cuando alguien más quiera tocarte y no haya nadie para salvarte, vendrás a mí a rogarme.
Bueno, ocurriría, yo le ponía mi firma, pero..., no le dejaría disfrutarlo en ese momento.
—El que está rogando ahora, eres tú.
Una gruesa risa repiqueteó en su pecho, pero no llegó más allá.
—¿Estás disfrutando esto, tesoro? —me preguntó al oído y esta vez su voz se volvió cálida y familiar.
—No más de lo que tú disfrutas llamándome puta mimada —bromeé.
—Lo siento, te juro que lo siento —susurró, raspando con su nariz mi cuello—. Si pudiera sacarte y enviarte lejos, lo haría.
—Lo sé —suspiré.
—Tampoco quiero ofenderte, ¿lo sabes?
Me reí suavecito.
—¿Dónde quedó el malvado jefe de la cárcel que estaba a punto de ponerme sobre mis rodillas? Park, estás perdiendo el toque.
—Baek, perdóname porque voy a lastimarte más que esto..., más de lo que crees..., y no quiero, pero tendré que hacerlo.
Lo sabía y me dolía pensar que lo comprendía. No queríamos ponerme en el ojo del resto del mundo, mucho menos que Seunghyun notara lo 'unidos' que estábamos.
Me preocupaba, sin embargo, una característica de la cual nunca pude deshacerme. Mi fragilidad. Si Chanyeol tensaba mucho los hilos, se romperían, y con ellos mi corazón.
—Haré lo necesario para sacarte de aquí.
—Se supone que yo haría eso por ti —puchereé, y casi dejé de sentir su caricia sobre mi cuello, mas de pronto su diestra recorrió mi cintura y subió por mi pecho hasta mis pezones.
—Nunca debiste..., tú sabías que era peligroso.
—Eso ya no importa, aunque tampoco esperé entrar a la cárcel contigo.
—Bueno, ya que no te iban a dejar seguir con las visitas conyugales —se mofó.
—Era eso o cavar un túnel hasta tu celda —continué.
Chanyeol soltó una corta ronca risa. Y en ese momento, en medio de nuestro torpe coqueteo y las bromas que venían por añadidura, no éramos consientes de dónde estábamos. La ducha de una cárcel donde todo el mundo nos veía. Ambos desnudos y muy juntos.
Como un parpadeo, o como un rayo de luz que cruzó mi mirada y el resto de mis sentidos fui consiente de que Chanyeol estaba tocándome; tenía su mano acariciando mi pecho y..., su polla erecta tocando mi culo.
—Necesito tu permiso —murmuró, y casi fui incapaz de escucharlo. Mi mente repitió la frase, dicha difusamente, muchas veces, mas no pude encontrarle sentido. ¿Permiso para qué? —. Si me lo das te tocaré, pero si no..., tendremos que encontrar otra forma de entretener a nuestro público.
Oh, así que se trataba de eso.
De un espectáculo. La idea no tuvo un toque agrio como lo esperé, no obstante, tampoco fue tan satisfactoria como me lo hubiera esperado. ¿Sería por el lugar y la situación?
—Hazlo. Si lo necesitas, hazlo.
Soltó un soplido, como si estuviera aliviado.
—En cuanto termine contigo, date vuelta y golpéame —mencionó.
—¿Qué?
—Haremos de esto más entretenido —añadió con desinterés, luego me dio un beso en el hombro.
Me tensé e intenté que mi rostro mostrara incomodidad, por mucho que aquel gesto me haya gustado.
Chanyeol comenzó a masturbarme sin más, moviendo su mano rugosa sobre la debilidad de mi sexo. Su otra mano repasó mis pezones y mi pecho.
—Puedes ser ruidoso —me dijo al oído—, y puedes insultarme si quieres.
Me preocupó no ser capaz de actuar como él me pedía en pos de nuestra fachada. ¿Cómo podía negarme a él?, ¿cómo podía fingir que no deseaba que me tocara, que no me gustaba?
Yo temblaba bajo sus manos, me deshacía por esas sensaciones fortísimas que azotaban mi pecho y causaban un revuelo en mi vientre. El sentir su polla dura contra mi cuerpo derrumbó a mis neuronas que estaban haciendo un esfuerzo supremo por unirse y actuar.
Me arqueé contra Chanyeol. Mi polla se sentía tan bien en su mano que empezaba a delirar. Mi boca bulliciosa soltaba jadeos y gemidos que seguramente se escuchaba en aquellas duchas donde el silencio reinaba. Teníamos tantos pares de ojos sobre nosotros que era casi invasivo.
Empujé mi cadera hacia el frente, buscando que Chanyeol apretara tanto como quisiera mi pequeño pene. Sentía la hombría ajena rozarse entre mi culo, caliente y mojada.
—Lo estás disfrutando demasiado —me reprendió—. Puedes ser más difícil, terroncito.
No, realmente no ni lo quería tampoco.
Me dio un azote en el costado que me dejó sin aliento. ¡Él estaba realmente reprendiéndome!
—Bastardo —gruñí y me aseguré de hacerlo en tono alto, lo suficiente como para que nuestro selecto público escuchara.
—Gruñe lo que quieras, cariño, pero te está gustando —soltó con ese tono socarrón que tampoco me disgustó, sin embargo, seguía prefiriendo su tono calmado y dulce, ese que solo usaba conmigo.
—No me toques —repliqué y me removí como si mi cuerpo no clamara en realidad por solo un par de roces suyos.
Chanyeol se carcajeó y con rudeza medida me empotró contra la fría pared de la ducha.
—Podría cogerte aquí y ahora, y puedo ser muy duro contigo.
"Oh, Dioses, sí", supliqué en mi mente.
—Apuesto a que eso le gustaría a alguien como tú.
"Por favor".
Aquella mano que vagaba en mi pecho bajó a tropezones y alcanzó mi trasero, amasó mis mejillas y las abrió para entre ellas meter su pene y empezar a frotarse. Su calidez y la forma..., sus venas ardientes que repasaban sobre mis pliegues cerrados. Lo hizo con rudeza que me tensó las piernas.
—Estás por correrte, terroncito —volvió a ronronear contra mi oído—. Hazlo.
—Pero aún no te has corrido —suspiré con la voz apenas saliendo de mi boca.
—Lo haré más tarde. Si te corres ahora y me dejas con las ganas..., seguro será un escándalo para todos.
"Pero no quiero dejarte así", pensé.
En realidad, quería que se frotara en mi culo hasta que se corriera, que manchara mi entrada como una promesa de que a futuro lo haría dentro.
Sin embargo, no pude contenerme y me corrí. Fue delicioso.
—Buen chico —felicitó él contra mi oreja y luego dejó un beso sobre mi mejilla, muy discreto—. Ahora, date vuelta y abofetéame.
No podría cuando estaba sufriendo los espasmos del orgasmo y apenas me mantenía de pie. Pero no podía decepcionarlo.
Un golpe certero, aunque poco fuerte, pero serviría. Me alejé contra la pared en gesto indignado y furioso.
Chanyeol me miró con burla y cierta rabia fingida bajo esas pestañas oscuras.
—No vuelvas a acercarte a-a mí.
Casi se rio. Casi.
—Lo dice la puta que acaba de correrse en mi mano —se mofó de forma tosca—. Odio que me ponga la mano encima y solo lo permito una vez. Si vuelves a golpearme, te lo devolveré.
Pasé saliva. Ugh, se vio tan rudo y malvado que fue incluso real.
—Te estoy dando la oportunidad de hacer amena tu condena. Si no quieres mi ayuda, te aseguro que al salir de aquí encontrarás a una gran cantidad de depravados que ni siquiera preguntarán.
—N-no me importa.
—Ya lo veremos —canturreó—. Regresarás sobre tus rodillas rogándome, Baekhyun, puedo jurarlo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top