15



El teléfono de la casa sonó; dos veces su estridente ruido llamó mi atención esa friolenta mañana. Apenas había tomado mi desayuno, cuando tuve que dejar mi taza de café a lado para atender la llamada.

Que el teléfono sonara era verdaderamente una sorpresa pues en todo mi tiempo refugiado nunca nadie llamó a Chanyeol. Quizá sus conocidos sabían que estaba en la cárcel, o quizá no tenía muchos amigos. Aunque eso último era poco probable pues él siempre fue un hombre sociable y elocuente. No me lo imaginaba como un solitario gruñón.

—¿Sí?

—Así que es cierto, estás en el departamento de mi hermano. Es bueno saberlo, Baekhyun.

Un frío viento arrolló mis huesos al escuchar la tétrica voz de mi marido. El tono gélido y maquiavélico fue solo el inicio. Aún por el auricular, era capaz de sentir el aura oscura que rondaba a Seung.

¿Cómo es posible que estuviera tan asustado de mi propio esposo?

¿En qué momento pasó?

¿En qué momento sus palabras de cariño y amor se convirtieron en promesas de muerte y venganza?

¿En qué momento me convertí en su enemigo y él en el mío?

Aterrorizado, me vi preso de los recuerdos. Mi memoria me llevó a aquella noche hace un par de semanas cuando tuve que escapar de las fauces de un fiero león que pretendió despedazarme: mi propio esposo. Apenas logré encontrar la salvación cuando era nuevamente el objetivo de ese hombre.

Ese ¡bum, bum, bum! de mi corazón al correr. Mis pisadas apresuradas golpeando con fuerza el agua sobre la roca. El chapoteo y el de mi propio llanto. Aquel miedo helado arañando mi carne y adentrándose en mi pecho para adueñarse de mi ser. Y en su momento, detrás de mí era únicamente capaz de escuchar la fantasmagórica voz de Seunghyun persiguiéndome.

—¿Qué pasa?, ¿mi hermano te comió la lengua?

—... ¿Qué quieres?

Era obvio que no esperaba encontrar a Chanyeol en el apartamento cuando él mismo lo envió a la cárcel. Así que era evidente que sabía de antemano que yo estaba quedándome ahí. La pregunta que me hacía era, ¿por cuánto tiempo lo supo? Como si importara, en realidad, el punto era que lo sabía. No tenía ya un lugar seguro.

—¿Qué quieres? —repetí, esta vez con la voz más dura.

—¿Así saludas a tu esposo, al hombre que juraste amar, obedecer y serle fiel? —increpó con reproche.

¡Qué sinvergüenza!

—Así saludo al hombre que intentó matarme, que me golpeó y me obligó a huir.

—Cosas que tú provocaste, por cierto, ¿o debía abrazarte por haberte aliado con mi hermano?

—Eres un salvaje —escupí yo.

—Y tú una perra traicionera, pero ya he de cobrarte esa afrenta.

—No te atrevas a acercarte a mí. Si lo haces-

—¿Qué?, ¿acaso esperas que Chanyeol te defienda siempre? Él no podrá hacer nada desde la cárcel.

—Me salvó de ti aquella noche.

—Pero no podrá hacerlo toda la vida. Entiende una cosa, mi adorado esposo, a Chanyeol no le importas ni un poco. Él es un hombre que solo ve por su vida y es capaz de utilizar a quien sea con tal de lograr lo que se propone.

—Es curioso que esa descripción me recuerde más a ti que a él.

—Porque no lo conoces, pero ya me darás la razón.

—¿Eso es todo?

—Casi. Ahora que sé dónde te encuentras, espero que me concedas una visita un día de estos.

—No dejaré que te acerques a mí nuevamente.

—Bueno..., si lo quieres poner así. Supongo que mi visita tendrá que ser en otro lugar.

Aquel tono siniestro me puso en alerta; una fuerte arcada me atacó provocada por los nervios que sacudían mis entrañas. Colgué el teléfono no pudiendo soportar más escucharlo.

Quise llamar a Chanyeol, ¡Dios, estuve a punto de hacerlo!, pero me contuve porque él seguramente ya tenía suficientes problemas en la cárcel como para que mi cobardía le sumara otro. No, debía ser valiente y consecuente. De todas formas, Jongin era mi guardaespaldas y no dejaría que nada me pasara.

Pero él no podía estar en todas partes..., y en mis sueños estaba a su merced, desvalido y con más miedo que valentía.




****




Ese miércoles cerca del mediodía, antes de que pudiera siquiera salir a mi almuerzo, mi jefe tiró sobre mi escritorio cuatro carpetas cuyo grosor competía con la Biblia, polvorientas y con las hojas arrugadas y amarillentas.

—Necesito un resumen de todos estos procesos para mañana.

Yo enarqué la ceja izquierda. ¿Acaso era posible acabar con una revisión de todos esos documentos antes de la llegada de Navidad? ¡Imposible! Mucho menos para el día siguiente.

—Señor-

—E incluye una presentación de los resultados y el progreso de la compañía.

—Pero Señor-

—No me decepciones, Byun —dijo y marchó a paso seguro a su oficina, justo frente a la mía.

"¿Cómo dijo?, ¿un resumen de todos estos papiros?", me pregunté.

Resolviendo que mi jefe solo pudo haberse vuelto loco, exhalé un largo suspiro. Loco o no, era leer esos papiros o el despido. No que uno fuera mejor que el otro, en realidad.

—¿El Señor Park Baekhyun? —preguntó alguien a lo lejos, a una colega de la recepción. Al oír mi nombre quise saber de quién se trataba, y al alzar la mirada solo me encontré con dos policías y un hombre de traje.

Hyorin señaló en mi dirección.

Tragué dificultosamente cuando los vi acercarse. ¿Qué podía querer la policía conmigo?

Lo que fuera, no parecía bueno.

—¿Es usted el Señor Park Baekhyun? —preguntó aquel hombre de traje oscuro.

—Sí, ¿por qué me buscan?

—Señor Park, usted ha sido acusado de falsificación de documentos y complicidad en lavado de dinero.

—¿Qu-e?

—Un juez dictó medidas cautelares en su contra —indicó y los oficiales se acercaron; uno de ellos tenía un par de esposas en la mano—. Tiene derecho a guardar silencio y a un abogado, si no puede pagárselo, el estado le proporcionará uno...

¡Crick!

No escuché más que eso.

El ruido críptico de las esposas al abrazar mis muñecas. Temblé tal como lo hacen las hojas en el otoño.

Mis ojos estaban perdidos en el piso de la oficina, pero de fondo escuchaba los cuchicheos escandalosos y los gemidos ahogados de las personas que me veían en esa situación.

Era humillante, pero lejos de eso estaba preocupado de lo que pasaría. No podía ir a la cárcel, no cuando se suponía que estaba ayudando a otro recluso a salir de ahí.

—No puede ser —soltó una mujer, no sé quién era, al pasar custodiado por la policía y aquel hombre que aparentemente era un abogado—. ¿Qué hizo para que lo enviaran a la cárcel?

"Me casé con el diablo", les hubiera dicho.

Afuera una patrulla aguardaba y junto, una multitud congregada para ver un acto circense repugnante.

"Dios", pensé, "ayúdame..., no quiero..., no puedo".

Cuando quise balbucear, sentí un sabor salado en la boca. Agua salada.

—Yo no hice nada —gimoteé—. No he hecho nada.

—Silencio. Es mejor que no diga nada —demandó uno de los oficiales, empujándome dentro del auto.

"Chan, Chanyeol, por favor, sácame de aquí", supliqué, pero olvidé que el Chanyeol que yo esperaba que me ayudara vivía solo en mi imaginación; aquel hombre era libre y un héroe en mis pensamientos, pero en la realidad, estaba peor que yo.

No supe cuándo llegamos a la estación de policías, tampoco cuando tomaron mis datos. ¿Los dije correctamente? Ojalá y no.

Escuché algo de una audiencia de formulación de cargos, no entendí bien a qué se referían. Sin embargo, lo que sí comprendí es que la persona que me denunció advirtió que alguien podría ayudarme a escapar y era imprescindible encerrarme.

Pero, ¿en dónde?

Tuve mi respuesta cuando el auto en el que me transportaban se adentró por el portón negro de hierro de la penitenciaría de Seúl. La cárcel donde estaba Chanyeol.

Me di cuenta entonces de que todo era un juego burdo, un juego de venganza.

Seunghyun, que estaba seguro de que él fue el delator de un crimen no cometido, estaba vengándose de mí enviándome al mismo lugar del que yo quería que Chanyeol saliera. Era algo irónico y casi poético. Lo hubiese encontrado más divertido de no haber estado sumido en llanto.

¿Cómo iba a sobrevivir en ese lugar?

Me empujaron dentro del patio amplio y apenas soleado; aquel lugar que estaba atestado de personas, algunas más aterradoras que otras. Con tatuajes bruscos cruzando sus brazos a la vista, otros con cigarrillos en la mano, incluso creo que tenían droga. Cuando la puerta se cerró tras de mí y el guardia me abandonó a mi suerte me sentí en la mira de todo. Cada uno de esos fieros ojos se giraron a verme y algunos osados se acercaron a pasos lentos. ¿Acaso estaba por ser tratado como mercadería nueva?

—Hola bonito —saludó un tosco hombre rechoncho con voz cantarina—. ¿Qué te trae por aquí?

No pude hablar, aunque no me interesó responderles tampoco. Conseguí dar un paso hacia atrás, pero al parecer no era suficiente para alejarme de ese hombre.

—¿Acaso nos están premiando al enviar a un dulce jovencito como tú aquí?

Casi chillé cuando su callosa mano repasó mi rostro.

—Estoy seguro que voy a disfrutarlo.

—Con esa boca haré que me chupes la polla —rugió otro a mi derecha.

—Y yo te follaré ese culo gordo.

Apreté mis puños a los costados, aterrado y totalmente petrificado al sentir las manos repugnantes de esos hombres repasar mi cuerpo.

¡Dioses, que alguien me saque de aquí!

—¿Qué está pasando aquí? —saltó la pregunta con una voz profunda, pero calmada. Escuché un par de fuertes pasos también, mas solo cuando el tacto ajeno desapareció, me atreví a abrir los ojos.

"Chanyeol". Fue casi un alivio verlo.

Empero, por alguna razón que no supe explicar, él no me veía con alegría, tampoco con asombro, solo con seriedad e indiferencia. Su rostro apuesto casi parecía molesto, con las cejas hacia abajo y los labios rectos.

Sé que no era la situación ni el ambiente idóneo para encontrarnos, pero yo ciertamente sí me alegraba de verlo.

—Pero qué tenemos aquí —murmuró usando ese tono despreciable que aquellos hombres que antes me tocaron.

—Llegó una puta a la prisión, jefe.

—Eso veo. —Y descaradamente pasó sus ojos sobre mi cuerpo. Me sentí desnudo ante su mirada, mas no me gustó—. Lo que me pregunto es por qué pensaron en que no me gustaría usarlo primero.

—... Je-jefe, queríamos entrenarla para usted —balbuceó torpemente aquel tipo.

—No me gusta la mercancía usada —rugió y sin importarle nada me cargó poniéndome sobre su hombro. Solté un grito y apreté su camisa por miedo a caerme. Chanyeol me dio una nalgada—. Calla, ya gritarás luego.

—Chan —susurré—, bájame.

—Silencio.

Su tono duro no me permitió alegar más y por primera vez en mucho tiempo lo sentí lejano, incluso tuve miedo de él.

Pasó por el pasillo lateral del patio antes de llevarme por unas escaleras al segundo piso. Los guardias ahí no decían nada, o al menos no parecía importarles lo que ocurría. Llegamos a una zona llena de celdas, algunas más destartaladas que otras. Entró en una, la más decente que creo le pertenecía, y me dejó sobre su cama.

No me atreví a verlo a los ojos. Sentí que si lo hacía me encontraría con Seunghyun..., y temblé solo por ello.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó suavizando su tono. Se acuclilló frente a mí cuando no le di una respuesta, acarició mi mentó y me incitó a verlo—. ¿Pastelito?

—... Seung me acusó de falsificación de documentos y de ser tu cómplice —murmuré.

—¡Gott! Cariño, perdóname por haberte metido en esto.

—Channie —sollocé y me lancé contra su cuerpo. Él me abrazó y con dulzura besó mi cabello—. No quiero estar aquí. Tengo miedo.

—Lo sé, lo sé. Desearía que fuera diferente, lo juro.

—Quiero irme.

—Lo lamento, Baek, pero con mi hermano sobornando a todos, será muy difícil.

—Aún tengo la grabación.

—Lo sé, solo dame tiempo para poder irnos, ¿sí?

—¿Y mientras tanto?

—Mientras tanto..., tendrás que aprender a sobrevivir aquí dentro, pero puedo ayudarte con eso.

—¿Cómo?

—Voy a darte mi protección, pastelito, pero tendrás que darme algo a cambio.

—¿Darte...?, ¿qué cosa?

—Tu cuerpo —mencionó y nuevamente sentí mi piel congelarse y mi corazón detenerse.

¿Había escuchado bien?

—La protección generalmente se paga de esa forma aquí dentro, cariño. Necesito que frente a los demás finjas muy bien, ¿de acuerdo?

—¿Qué debo fingir?

—Que me deseas, que te he tocado..., que te he follado —señaló.

No sería difícil.

Lo deseaba.

Él me había tocado, muchas veces.

Y, aunque no me había follado, esa era solo mi más perversa fantasía.

—Probablemente en algún momento debamos fingir que te follo, pero eso lo podemos arreglar.

¿Fingir?, ¿por qué teníamos que fingir cuando podríamos-?

Concentración, Baekhyun. Estás en la cárcel, no en un hotel de vacaciones con Chanyeol.

—No sé si puedo hacer que te envíen aquí, a mi celda, pero en todo caso, nadie se atreverá a tocarte una vez que sepan que eres mío.

"Lo soy, de verdad lo soy", pensé y simplemente no lo dije porque sería muy descarado.

—Lo único que no puede ocurrir es que te conviertas en mi debilidad.

—¿Qué?

—Si Seunghyun lo sabe, y créeme que así será, te enviará a matar. No correré el riesgo. Y lo único que ocurrirá de aquí en adelante es que serás una puta para mí.

...

Preferiría la muerte.

No que esa opción estuviera descartada por parte de Seung.

Y definitivamente, sus palabras me lastimaron. Quiero decir, sé que todo iba a ser una burlesca actuación, pero aquel tono tan mesurado..., fue como si me hubiese querido dejar en claro que jamás me vería más allá de eso..., que no tenía acceso alguno a su corazón.

Empero, la pregunta era: ¿Qué opción tenía sino esa?

Ninguna.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top