05. El nuevo integrante de la familia

No es la impotencia lo que se apodera de todo mi cuerpo cuando escucho las palabras de Mariana al otro lado, respondiendo al sheriff. Sus palabras se repiten una y otra vez en mi cerebro, mientras la oficial Nora mueve una de sus palmas frente a mis ojos haciendome reaccionar.

-¿Qué ha sido eso?-se preocupa.

-Un mareo repentino-miento y acomodo mi cuerpo en la silla. Escucho a Nora carraspear y devolver la vista a la agenda frente a ella.

-¿Que hacías el veintidós de noviembre a las ocho de la mañana?-reitera su pregunta.

-Fue esa misma mañana que conocí a Mariana. Me encontraba con ella, cerca de la universidad-el odio se apodera de mi cerebro enviando las palabras que lograrán encriminar aún más a Mariana. Si ella cree que cediendo a mi compañía la dejaré tranquila en algún momento, se ha equivocado. Se ha condenado ella sola a convivir conmigo, en mi infierno.

-¿Hablas de la hermana de la víctima?

-Sí, Mariana Ramírez.

Miro directo a los ojos a la oficial. En su mirada hay curiosidad, interés y anticipación; como si desease adivinar mis pensamientos.

-¿Ella afirmaría lo que has dicho?

-Si lo niega es porque le avergüenza lo que hacíamos en ese instante-maquino en mi mente a toda velocidad para crearme una historia creíble que les haga dudar de la chica de cabello caoba.

-¿Y me puede decir usted que hacían precisamente en ese instante?-me quedo con la mirada perdida en algún punto detrás de la oficial para añadirle intriga al momento.

-Vigilábamos a su hermano,-confieso luego de un tiempo-Mariana iba a entrar a clases, pero advirtió a su hermano desviándose de su camino. Ella sabía que compartíamos clases y me pidió ayuda, información sobre su hermano y si había asistido a clases en los últimos días. Según me confesó se había completado extraño en los últimos días y quería saber que ocurría, pues no lo había visto tampoco con Elena como para justificarse.

-¿Y qué información consiguieron con esta vigilancia? Tengo entendido que para esa fecha ya su hermana no se encontraba en el país-una vez más su mirada me transmite inseguridad, pues me atormenta la estúpida idea de que la oficial podría leerme la mente.

-En efecto, Elena se había marchado hacía ya algunos días,-intento sonar convincente a pesar de los nervios-solo lo seguimos hasta ver que entró en su edificio.

-Donde fue asesinado, en ese mismo instante -me interrumpe la oficial y asiento.

-Mariana me aseguró que todo marchaba en orden y decidió faltar a la universidad,-me pienso mks próximas palabras, pues podrían librarnos o incrimarnos más aún a los dos en este suceso-me preguntó que pensaba hacer, le confesé que estaba libre solo habia ido a la universidad a recoger mi expediente.

-¿Qué ocurrió luego?

-Fuimos al puerto, estuvimos allí todo el resto del día, hasta que Mariana volvió y bueno...se supo la noticia.

-De la muerte de Carlos-advierte.

-Si.

-¿Me puedes aclarar como es que Mariana recurrió a tí, específicamente entre tantos jóvenes que de seguro caminaban por el campus?-interviene la oficial y teclea algo en su móvil cuando esté vibra en el bolsillo del abrigo camuflado que se trae.

-Esa pregunta deberían hacérsela a ella misma-afirmo.

Un mensaje llega al móvil de la oficial que hace que se ponga de inmediato de pie frente a la mesa que nos separa. Cierra con sus manos la agenda y la guarda bajo su brazo derecho.

-Es posible que tengamos otros encuentros en lo adelante. Me veo en la obligación de reiterarle que no debe salir del territorio hasta que la investigación esté concluida-asiento a sus palabras y me pongo de pie para seguirla fuera.

Cuando llegamos al pasillo que conduce a la oficina del sheriff entreveo por el pequeño cristal de la puerta el caos que hay dentro. Mariana está exaltada de pie frente a la mesa señalando al sheriff que no cabe en su sitio del asombro. Elevo mis cejas con interés y suficiencia.

-Que tenga buen día -murmuro para la oficial y tomo el rumbo que dirige a la salida de la estación.

A medida que mis pasos me sitúan fuera, en mi oído los susurros de la oficina del sheriff se hacen audibles una vez más.

-En caso de que Mateo sea el asesino, Mariana, eres su cómplice-es cruda la expresión que utiliza la oficial Nora cuando se refiere a ella.

-¿Por qué te exaltas si eres inocente?-interviene el sheriff también refiriéndose a Mariana.

Rompo el contacto con la oficina desactivando el chip que llevo en el oído en busca de relajación. Me fumo el segundo cigarro del día, de mi cajetilla de repuesto, al que le sigue el tercero, el cual termino cuando Mariana se deja ver en la salida del edificio.

Su mirada de odio se dirige hacia mí sin rodeos, me mantengo tranquilo en mi sitio a la espera de su llegada, lo cual no sucede.

Sus pasos son interceptados por un joven de cabello castaño claro y tez blanca. Por su aspecto resulta evidente que no es de aquí, lo cual me causa curiosidad.

Con disimulo activo el chip confiando en que Mariana aún lleve la cajetilla de cigarrillos con ella y pueda escuchar sobre la intromisión de este extraño, que insiste en conversar con ella a pesar de ser notorio el enojo que se carga y desea liberar acercándose a mi posición.

-Un gusto, me llamo Askel-el idioma se le da fatal a pesar de tener un nombre característico de esta región. Frunzo el ceño al escucharlo por el chip y Mariana se gira hacia mí dejándome ver la misma reacción en ella.

El chico se ve bastante decido al dirigirse a Mariana, aunque no se le entiende del todo bien y a mí comienza a cansarme. Me quita el foco de la atención de Mariana.

-Mariana Ramírez-le responde ella el saludo.

-¿Podrías orientarme sobre el Café Opera?-le pregunta él. En su pronunciación es bien marcado el acento español que tantos meses estuvo estudiando Elena para poder ir a estudiar a Madrid.

El tono de Mariana demuestra su ansiedad, pero aún así no se niega a su petición.

- La dirección es Engen 18, 50...

-¿No tienes un maldito buscador?-interrumpo con rabia llegando hacia donde están.

-Oh, perdone no sabía que le esperaban-se dirige a Mariana.

»Me llamo Askel-prosigue a hablarme.

-Sé quien es usted,-la ira me carcome-un español que no sabe siquiera dónde esta parado.

-¡¿Puedes dejar de meterte conmigo?!-al parecer no soy el único enfadado en el entorno, dado que Mariana agarra con fuerza la manga de mi chaqueta haciendo que me gire para observarla.

-No me dirigía a tí -repongo con aburrimiento a lo que rechista cansada.

Enfrento al hombre que no me quita la mirada de encima. Me evalúa una y otra vez, puedo sentir el peso de su escrutinio y es Mariana quien logra desviar su atención cuando carraspea a mi lado y cambia su expresión fastidiada a una gentil.

-¿En serio eres español?-abro los ojos lo más que puedo cuando escucho sus palabras.

-Sí, lo soy. Vengo de Madrid-la única palabra que pronuncia correctamente es la última, dado que es el nombre de una ciudad.

-Si era consciente de que no sabría andar solo en una región totalmente a la que estás acostumbrado, debías hacer contratado un guía-intervengo y cruzo mis brazos a la altura del pecho, más Askel no me vuelve a observar.

-Evítelo, Mateo es un psicópata de mierda que no sabe que hacer con su vida ahora que se ha visto enredado en una lista de sospechosos-repone Mariana con ironía y toma del brazo al hombre para guiarlo con ella.

-Parece ser un tema bastante serio-comenta el muchacho, está vez con una pronunciación pasada.

-Lo es, pero no es relevante en estos momentos. Si usted desea lo puedo acompañar al Café Ópera.

Suelto un resoplido por su creencia de que podría librarse de mí, con facilidad.

-Olvidas tu bicicleta-me posiciono frente a los dos. Mariana se detiene con la mirada clavada en la mía.

-Mateo tiene razón. En esta ciudad solemos andar en bici. Podrías ir a un centro y alquilar una por el tiempo que vallas a estar-los ojos azul de Askel van hacia donde indica el dedo índice de Mariana a un lado de ellos.

»Es la mía ¿Sabes montar?-Askel suelta una risilla divertida loq ue termina por fastidiarme. Se encamina hasta el parqueo con la llave que le ha dado Mariana, quien aprovecha el tiempo a solas.

-Te agradecería que me dejaras en paz. Nunca más Mateo, nunca más te interpongas en mi camino.

-Oh, perdón. Estaba esperando que comcluyeras con tu plan de «lo dejo estar y se aburrirá» para demostrarte que no va a ser tan fácil dejar de verme.

Mariana abre los ojos indignada y yo tomo un cigarrillo para demostrarle que no me importa en absoluto todo el estrés que se carga.

-¡Me has incrimado, mucho más de lo que ya estaba por dejar que ese día me acompañaras a mi edificio!

»¡Ni siquiera te conocía, imbécil! ¿Cómo eres capaz de decir que te pedí que me acompañaras a vigilar a Carlos?

-Fue lo que sucedió -murmuro y y exhalo todo el humo el cual golpea en su cara.

-No me juegues me mentalidad, Mateo Marqués,-prinuncia mi nombre apretando sus dientes con tal rabia que me llena por dentro de satisfacción-tus truquitos de psicópata convincente no funcionan conmigo.

-¿Por qué te has puesto nerviosa entonces, y no lo negaste a la primera?-elevo mis cejas con interés.

Mariana toma una larga respiración observando a Askel acercarse dirigiendo la bicicleta con sus manos hasta nuestra ubicación.

-Por alguna extraña razón sabías que estuve todo el día en el puerto-confiesa y ladeo una sonrisa malvada en mis labios.

-Ya vez como si nos conocíamos. Estuvimos todo el día juntos, Mariana Ramírez -enmarco su nombre, con furia también -desde mi percepción.

Observo a Askel posicionarse sobre la bicicleta manteniéndola en equilibrio para que Mariana se acomode frente a él. Mantengo mi expresión endurecida cuando Mariana me observa, sus ojos brillan al resplandor del día y es que hay lágrimas acumuladas en ellos que no dejará salir.

-Suerte con tu viaje incómodo -musito y llevo mi mano libre hasta su enorme abrigo sacando del bolsillo mi cajetilla de cigarrillos.

No me interesa escuchar las patañas de este imbécil que no sabe siquiera expresarse. Tomo mi bicicleta y me incorporo en la avenida tomando el rumbo que no quisiera pero no lo necesito. El callejón que se abre paso ante mí, es custodiado por dos filas de edificios. Tocó dos veces en la única puerta que hay, colorida como todo el vecindario y me adentro en las tinieblas cuando Maja abre la puerta.

-El murciélago se acordó de su marihuana-susurra abriéndome paso.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top