《Capítulo 3》

En lugar de hacerlo, se casó con un viejo productor de cine famoso por cambiar de novia cada año.

Hubo un tiempo en el que deseó enterarse de esa noticia, saber que el productor se había cansado de Jisoo. Pero en algún momento había dejado de esperarlo, había dejado de importarle lo que fuera de su ex prometida.

No sabía cuándo había ocurrido aquel milagro, pero debió de ser unos meses antes.

Seguramente, era difícil pensar en otra persona cuando uno estaba casado con alguien tan fascinante como Jimin.

Además de su belleza, Jimin era un esposo asombroso. Jamás lo regañaba, jamás le hacía preguntas.
Nunca le montaba escenas cuando llegaba tarde o tenía que marcharse de viaje sin avisar. La casa estaba preciosa desde que el vivía allí, era un anfitrión perfecto y jamás le decía que no en la cama.

¿Qué más podía pedir un hombre? En realidad, su matrimonio era perfecto.

Francamente, enamorarse lo habría estropeado todo.

Pero, mientras miraba a su pequeño, Yoongi reconoció que estaba loco por el.

Siempre había deseado a Jimin. Desde el momento que lo vio, pero su deseo parecía más intenso aquel día.

Era el traje, se dijo.

No el estilo, el color. Tenía que ser el color.

El rojo era el color del demonio, el color del deseo, del peligro.

Fuera lo que fuera, Yoongi estaba deseando que la boda terminase. Estaba deseando quitarle aquel traje.

Una pena que él fuera el padrino de Nam y su esposo un padrino de Jin.
Tendrían que quedarse al banquete y no podría inventar ninguna excusa para marcharse.

Y Jimin no lo haría tampoco. Si sugería tal cosa pensaría que estaba loco.
Llevaba semanas ayudando a Jin con los preparativos y aquel día estaba emocionado.

Quizá podría convencerlo para «perderse» durante unos minutos en algún lavabo...

Nunca habían hecho nada parecido. Sólo hacían el amor en su casa... en realidad, sólo lo hacían en el dormitorio.

Quizá había llegado el momento de expandir sus horizontes, decidió Min. Antes de que su esposo quedase embarazado.

Llevaban tres meses intentándolo, sin éxito, pero tarde o temprano Jimin se quedaría embarazado.

Yoongi imaginaba que cuando lo estuviera no querría saber nada de aventuras sexuales...

De repente, se dio cuenta de que Jimin tenía el ceño fruncido. ¿Le habría leído el pensamiento?

Probablemente.

De modo que echó mano de una de sus famosas sonrisas, las que utilizaba en el trabajo y que se habían convertido en una segunda naturaleza.

-Estás increíble -le dijo.

Cuando el pequeño le sonrió, volvió a excitarse.

Yoongi apretó los dientes y siguió sonriendo hasta que Jimin se dio la vuelta para colocarse al lado de una dama de honor. Pero se sentía culpable. Estaba allí para hacer de padrino no para actuar como un depravado, pensó.

El problema era que él siempre había sido dado a las emociones fuertes.
La gente pensaba que era un hombre afable, pero detrás de aquella encantadora fachada había una tormenta de emociones. Desde que era un niño sus deseos habían controlado su vida. Cuando quería algo, lo quería de inmediato. Cuando se enamoraba, se enamoraba de inmediato.

Cuando Jisoo lo dejó, se volvió loco de celos y desesperación. Frente al mundo mostraba una cara positiva, pero por dentro lo carcomía el deseo de vengarse. Primero, recuperando su dinero, segundo casándose con un hombre.

Había sido una suerte que su matrimonio con Jimin estuviera funcionando tan bien. Podría haber sido un desastre.

Y ahora que Jisoo estaba fuera de su vida para siempre, no quería estropear las cosas. Yoongi decidió entonces que, por muy frustrado que se sintiera en aquel momento, esperaría hasta llegar a casa para acostarse con Jimin...

Que llegaran al dormitorio era otra cuestión. Le gustaba la idea de desnudarlo en el salón. O quizá no desnudarlo en absoluto.

Y empezó a preguntarse qué llevaría debajo del aquel traje rojo...

La llegada de Jin por el pasillo consiguió que Yoongi volviera al presente.

Sí, como había imaginado, Jin estaba precioso.

Al ver que el novio suspiraba, Yoongi tuvo que sonreír. Bajo aquel aspecto tan conservador, Namjoon era un blando. Un romántico y un idealista.

Un visionario también.

Y, por eso, Yoongi le estaba más que agradecido. Si no hubiera sido por Namjoon, él estaría arruinado. Nam lo había apoyado económicamente cuando ningún banco le daba crédito. Le había concedido los préstamos que necesitaba hasta que el mercado inmobiliario se recuperó, ofreciéndole su amistad al mismo tiempo.

Para Yoongi, eso había sido de suma importancia.

-Admito que estaba equivocado, Nam -murmuró Yoongi-. Jin es el amor de tu vida.

-Demasiado joven -musitó Jungkook.

Yoongi le dio un codazo en las costillas.

-Bueno, de acuerdo, lo quiere. Y lo peor es que Nam también lo quiere a el.

- ¿Y qué hay de malo en eso? -preguntó Yoongi.

- ¿Quieren callarse de una vez? -Los regañó Namjoon-. Voy a casarme.

Yoongi volvió a fulminar a Jungkook con la mirada, pero éste se encogió de hombros.

Cuando Nam se acercó para tomar la mano de su prometido, Yoongi vio el rostro de Jin.

La expresión que vio en sus ojos debería haberlo alegrado porque era, sin duda, la expresión de un niño enamorado. Entonces, ¿por qué lo hizo sentir incómodo?

No podía envidiar a Namjoon...

¿O sí?

Quizá.

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