4. -"Buenos momentos."
Alemania miraba por la ventana como salia el sol. Estaba listo para su entrenamiento, la mañana era demasiado fría por la tormenta que había ocurrido anoche.
Volteo la mirada, donde estaba su cama. Viendo el "pequeño" bulto cubierto de cobijas.
Se acerco lentamente, tratando de no hacer ruido.
Al estar enfrente, acaricio la sedosa cabellera negra.
«—¡No quiero! ¡Paren por favor! ¡Yo no quería hacerle daño!»
Aun recordaba los gritos desesperados del mexicano, durante esa noche de tormenta.
Fue a las 3:45 de la mañana, cuando el menor comenzó a gritar desesperadamente.
Mientras se tapaba las orejas y gritaba mas cosas, aparte de lo que el alemán había gritado.
Entro apresurado, tratando de calmarlo. El moreno, tardo mucho en prestarle atención y calmarse.
El rubio lo abrazo y lo arrullo entre sus brazos y pecho. Hasta que el joven estaba simplemente sollozando.
«—¿Estas mejor? —Pregunto, mirando solo un poco al mexicano. El cual solo asintió.
El rubio, lo pensó un buen rato. Y finalmente dijo:
—¿Quieres dormir conmigo? —Vio como otra ves volvía a asentir. Lo tomo y lo llevo a su cuarto; ya acostados. Durmió abrazado al mexicano, todo el tiempo.»
Veía como la respiración del muchacho era tranquila, subela y bajaba tranquilamente.
Quito algunos mechones de su rostro, dejando ver su calmo rostro.
Suspiro, ¿debería dejarlo ahí? Se veía mejor que en la madrugada.
Otras preguntas invadían su mente, siendo mas importantes que, si lo dejaba ahí o no.
¿Qué le había pasado anoche? ¿Una pesadilla? Probablemente había sido eso, ¿qué habrá provocado aquello? ¿la tormenta? ¿los truenos?
[....]
—¿Te encuentras mejor? —Pregunto Alemania, mientras servía algo de café en un par de tazas.
Volteo, el joven mexicano estaba decaído, deprimido. Algo raro en él. Finalmente el moreno hablo:
—Si, muchas gracias... Y lamento las molestias de anoche. —Se disculpo México.
—No te preocupes Juan. —Mencionó y le dejo una taza al mexicano el cual agradeció. —¿Quisieras hablar de lo que paso?
—¿Promete no contarle a alguien? —Menciono bajo, dándole un sorbo al café. Alemania lo miro y mientras asentía le dijo: "—Lo prometo."; El mexicano sonrió un poco. —Creo que... Ya se dio cuenta y sino... Le temo a las tormentas eléctricas. Me causan horribles pesadillas, lo que causa que, grite como un histérico durante horas.
—¿Durante horas? —Cuestiono el rubio, el moreno asintió.
—Claro, eso pasa sino... Hay alguien quien me calme. —Menciono dejando la taza en el pequeño plato de porcelana. —P-por eso le agradezco, que me dejara dormir con usted anoche.
El rubio notó el tono rosa en las mejillas de la joven nación, le pareció tierno y sonrió. El igual tenia ese tono en sus mejillas, pues la única persona con la que había compartido cama, era con su platónico, con Italia.
—México, ¿puedo preguntarte algo mas? — El de pelo oscuro asintió. —¿Qué causo tu temor? ¿A que te recuerda?
—Las guerras.... —Fue lo único que dijo. Ludwig no necesitaba ser un genio para que se lo explicara. Solo asintió.
—Lamento hacerte pasar este mal rato. —Le tomo una mano y la acaricio con las suya. El moreno le dijo. "—No se preocupe señor Alemania."
La voz suave y serena del joven lo hizo sonreír de manera natural. Algo que solo Italia conseguía a veces.
—¿Quieres salir un rato? —Pregunto, México lo miro. —A pasear un rato... O...
—Me encararía ir a pasear un rato. —La amabilidad salio de su voz, y el alemán sonrió nuevamente. —Entonces, me iré a alistar.
[....]
El medio día en las calles de Berlín, era simplemente hermoso. O al menos eso pensaba México, le recordaba cuando caminaba por las calles del Zócalo de la ciudad de México. O cuando paseaba por los pueblos mágicos de sus estados.
Volteo a ver al alemán, que solo vestía una playera negra, que hacia contraste con su blanca piel.
Unos pantalones de mezclilla normales, unos tenis igualmente negros y su rubio cabello peinado como siempre... Desvío la mirada con una pequeña sonrisa.
Alemania también miro a la joven nación, vio su forma Mas juvenil de vestir. Una playera gris con el estampando de un chile piquin, con sombrero de mariachi y bigote mexicano.
Y unos pantalones negros al igual que sus tenis.
Sin duda, él si se mezclaba con los jóvenes actuales.
—¿A donde quisieras ir? —Preguntó el alemán, el mexicano lo miro.
—¿A donde quiere llevarme? —Su tono de voz sonaba algo travieso. El fornido hombre se puso nervioso. Penso y finalmente tuvo una idea.
—Me gustaría llevarte a la plaza Alexanderplatz, donde se encuentra el famoso reloj mundial, el edificio mas grande de cadena televisiva de la EU y tiene una fuente de la amistad. —Explico el alemán, a lo cual el mexicano lo vio y sonrió.
—Me encantaría conocer esa fuente.—Alemania sonrió y llevo al mexicano al destino del que le hablo.
[...]
—¿Mis hobbies favoritos? —Pregunto Juan, repitiendo la pregunta del alemán el cual asintió. —Pues, me gusta cantar, bailar. Adoro cocinar y molestar a mi jefe debes en cuando... ¡Ah! Y me gusta hacer charreria y hacer grandes murales.
—¿Murales? ¿Esos que son enormes y pueden llevar lo que sea? —Preguntó el rubio, el moreno asintió.
Cosas, personales, podría decirse es de lo que hablaban Alemán y México.
Al llegar a su destino, Ludwing guió a Juan por todos lados. Le explicaba su historia y el moreno tomaba algunas fotos con su celular.
De los monumentos, al reloj, a Alemania. A él mismo, ellos dos juntos.
Rieron, de eso no había duda. Se divirtieron no lo iban a negar.
Alemania invito nuevamente la comida y aunque comieron en un pequeño puesto.
Se la pasaron platicando de temas varios, desde otros países, hasta cosas personales.
Ya al caer la tarde, vieron unas nubes grises llenar lo que había sido un hermoso cielo despejado.
Sin precio aviso empezó a caer una fina pero fuerte lluvia.
Que empapo a ambos países, mientras corrían.
México salto en un charco en donde no solo se empapo mas de lo que estaba, sino que también mojo alemán.
Juan se disculpo y Alemania con una cara seria dijo: "—Creo que es mi turno de... ¡Vengarme!"
Saltando en otro charco empapando al moreno. El cual, pateo otro charco de agua.
Donde el alemán respondía a cada "ataque" del mexicano.
La lluvia sin truenos, el parque con charcos y la alegría e infantilidad del mexicano. Provocaron que el alemán olvidara su seriedad y exigencia.
Haciendo que se divirtiera. Como en México dirían "Se divierten como enanos".
Estuvieron así por mayor casi mas de una hora. Antes de que se ocultara totalmente el sol. Decidieron irse, en si trayecto siguieron riendo. Recordando como una ardilla casi los ataca por echarle agua accidentalmente.
El trayecto a casa del germano, fue mas corta de lo usual.
Aun reían cuando el alemán abría la puerta de su casa. Trataron de ser discretos a su salida de hoy.
Cuando ambos escucharon:
—Grazie Prussia. ¿Crees que Alemania tarde mucho?
Esa sin duda alguna era la voz de Italia Veneciano.
—Ohayo y México.
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