3.- "Detalles"

Otro día, como era costumbre, la alarma de Alemania sonaría a las 5:50 de la mañana para hacer su entrenamiento correspondiente.
La respiración del rubio era calmada, y su sueño normalmente era ligero. Gracias a eso logro oír el suave sonido de una guitarra acompañada de una voz suave pero melodiosa al mismo tiempo.

—Deja Que Salga La Luna
Deja Que Se Meta El Sol
Deja Que Caiga La Noche
Pa´que Empiece Nuestro Amor
Deja Que Las Estrellitas
Me Llenen De Inspiración
Para Decirte Cositas~♪ —Que hermosa voz... ¿Donde la había oído antes? Sin duda era algo gratificante amanecer con tan hermoso canto. —Muy Bonitas Corazón.
Yo Se Que no Hay En El Mundo
Amor Como Que El Me Das
Y Se Que Noche Con Noche
Va Creciendo Más Y Más
Y Se Que Noche Con Noche
Va Creciendo Más Y Más.

A penas oyó que termino, quiso seguir escuchando más. Ni ganas tenía de oír su ruidosa alarma. Sintió una pequeña presión sobre su mejilla, supo que era un beso.

—Ya despierte señor Alemania. —Con algo de dificultades abrió el ojo derecho... Esa voz era de México. —Se le va a hacer tarde.

Parpadeo un par de veces, y se sentó sobre su cama. Confirmando que aquel joven país era quien le había cantado de forma hermosa.
México estaba sentado en la orilla de la cama del extremo izquierdo. Tenía una guitarra sobre sus piernas y parecía que la tocaría de nuevo.

—¿México? —Pregunto, viéndolo. Y luego mirando su alarma. 5:35, al parecer el moreno había sido mas rápido que el reloj. —¿Qué haces en mi recamara?

—Solo le doy una idea de como despertar a alguien, aunque sea para un entrenamiento militar. —Respondió con una pequeña sonrisa. Mientras daba unos toques a la guitarra. — ¿No cree? Recuerde señor Alemania, los detalles son los que enamoran.

Ludwing lo miro sorprendido, el joven ayer se veía cansado. Pero hoy, lo veía feliz y animado.
Además, quería volver a oír otra ves esa voz que lo había cautivado.

—Detalles... —Susurro, mientras mostraba una posición pensativa. —¿Enserio lo crees así?

—Claro que si, señor Alemania. —Menciono sin verlo a la cara. —¿A que persona no le gustan las pequeñas sorpresas? ¿O las pequeñas atenciones? Son las que pueden cautivar a cualquiera, hasta a un italiano que tiene fama de coquetear con las mujeres.

El alemán entendió la indirecta, asintió cuando el joven termino su explicación y lo miro. Sus ojos volvieron a chocar con el oscuro color del mexicano.
En los ojos de aquel joven había un brillo, un brillo que no sabia detectar o explicar.

—México... —Llamo, el joven que había desviado la mirada lo volví a ver nuevamente. —¿Podrías volver a cantar? Por favor.

El mexicano sonrió, asintió con la cabeza y volvió a cantar esa hermosa canción de José Alfredo Jiménez. Ludwing cerro los ojos, dejándose llevar por la voz del norteamericano.

Dejando por primera ves sin realizar su entrenamiento matutino.




[.....]




—Y el señorito y yo, ya estamos mejor. —Mencionaba Prusia felizmente mientras bebía una lata de cerveza. —Gracias por el consejo México.

—Te dije, ¿o no? —Menciono el mexicano, mientras bebía lo mismo que el prusiano.

—¡Y cuanta razón tenías! —Rio un poco, Ludwing los veía desde lejos sin entender que pasaba entre su hermano y su amigo. —Enserio gracias, no se que hubiera hecho el asombroso yo sino me hubieras aconsejado.

Alemania solo los veía reír, el estaba acabando varios de los papeleos que tenía pendientes. Pero de ves en cuando trataba de poner atención a lo que esos dos decían.

—¿Entonces hoy si toca? —Pregunto picaron el moreno, Gilbert se sonrojo un poco y menciono:

—Si, así es. ¡Hoy toca invadir regiones vitales! —Grito a los cuatro vientos. Él y el mexicano chocaron sus latas en forma de brindis y se lo tomaron de un trago para finalizar. —Bueno, será mejor que me valla. Mi señorito me espera~

Dicho esto, el albino se levanto. Tomó sus llaves, se despidió y salio de la casa a rumbo al del austriaco.

México volvió a reír y tomó otra lata de cerveza. Mientras iba a tirar las otras.

Después paso por detrás del alemán hacia el gran ventanal que tenía la sala de los Beilschmidt.

Alemania lo miro, lo veía observar el cielo nublado, parecía que lloveria pronto... Aunque eso era algo curioso, ya que no era temporada de lluvias, por que estas iniciaban dentro de dos semanas.

—Disculpa Juan. —Llamo el germano, mientras dejaba la computadora y los papeles de lado. "¿Que sucede señor Alemania?" Le respondió México. —¿Cómo aprendiste este tipo de cosas respecto del amor?

—Creo que, después de que me casara con el señor Austria. —Menciono, mientras se ponía a pensar en lo dicho por el fornido hombre.

El rubio se sorprendido al oír aquello, él no sabia que Austria estuvo casado con México.

—El señor Roderich me enseño muchas cosas mientras estuvimos casados. Entre ellas como se debía tratar a una dama si se le quería cortejar. —Explicaba, luego lo volteo a ver. —Y fue cuando empecé a cortejar a las muchachas humanas. Viendo que era cierto, ya después, por mi revolución me fije que se podía hacer lo mismo con casi cualquier persona. Siempre y cuando se le tratara bien, también decidí que solo haría todo eso con una persona que en realidad me gustara y quisiera de pareja.

—¿Y lo hiciste? —Preguntó nuevamente el alemán.

—Si, empecé a cortejar a Escocia. Y valla que lo logre. Pero pasaron cosas que no quiero recordar. Después lo hice con Chile, y mas tarde con Perú pero todo terminaba igual. Tal ves ellos no eran los indicados. —Una mueca de molestia decoro el rostro del moreno. —Pero después... Conocí a otra persona a la cual no e podido cortejar.

—¿Por que no has podido? —Eso le extraño, si el mexicano tenía todas las herramientas para tener a alguien a sus pies. ¿Por que no lo hacia con la persona que él amaba y creía correcta?

—Por una simple razón señor Alemania. —Su voz se oía decaída. Ludwing lo miro, vio la cara del muchacho la cual estaba nuevamente fija al paisaje, y vio una pequeña sonrisa en su rostro. —Esa persona, ya tiene a alguien a quien amar.







—Ohayo y México.

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