15. "Sin querer."

No se dio cuenta rápidamente, sino hasta que el mexicano se soltó y lo miro.

—¿M-me acaba... De llamar Italia? —Su voz se oía dolida. El alemán miraba sus oscuros ojos. Lo había dicho, llamo al latino como el país mediterráneo.

El silencio se hizo prominente, ninguno era capaz de decir algo, aunque era el germano el que mas necesitaba hablar.

—Y-yo... —Fue lo único que pudo decir, hubiera continuado con palabras sin sentido, eso hasta el menor lo sabia.

—¡Mi nombre es México! —Exclamo, las lágrimas no se hicieron esperar en el americano. Empezó a empujar al alemán, quitándoselo de encima. —¡¿Cómo se le ocurre llamarme Italia?!

Empezó a darle golpes con la almohada, que a pesar de ser de rellenó de algodón. Dolían por la fuerza ejercida por el moreno.
El alemán ponía el brazo para evitar que le diera en la cara. ¡¿Qué rayos había dicho?!

—M-México... —Trato de calmarlo. Pero bueno... ¿Quién oiría en casos como estos?

Los golpes cesaron y el europeo miro al americano, podía ver como las lágrimas caían por su rostro. Se acercó un poco y el menor le pregunto.

—¿Aun ama a Italia? Si es así... ¿Por qué dijo que me amaba? —Su voz se oía rota y el alemán ponía ver las lágrimas por la poca luz que se filtraba.

—M-México... Yo no se porque te llame así, enserio lo siento. —Estaba por abrazarlo, pero el menor lo aparto.

—¡¿Por qué si aun ama a Italia me dijo a mi que me amaba?! —Exclamo, su llanto era demasiado y partía el corazón del germano.  Pero una ves mas dijo algo sin pensar.

—Porque él es mi primer amor. —El menor lo miro. Sus oscuros ojos demostraban una gran tristeza.

—¿Es? Eso significa... Qué aun lo ama... ¿No? —El alemán sabia que el mexicano decía la verdad. Pero, también amaba al joven país que lloraba frente a él.

El mexicano esperaba que el germano dijera algo, al menos unas pocas palabras que aliviase su dolido corazón pero el rubio no decía nada.
Lo único que se oía en la habitación era su llanto, el que con tanta tristeza salia desde su interior.

—México, enserio lo siento. Yo... Yo no quería llamarte así y menos en un momento así. —Bajo la mirada. —Pero, dentro de mí, no puedo olvidar a Italia... Porque aun le amo.

Bien, las palabras dolieron demasiado y aunque era comprensible, ¿por qué no espero otro poco? Así evitaría estar lastimando al menor.

—Dejeme solo... —Murmuro el menor haciéndose bolita sobre la cama. El alemán se acerco para abrazarlo, pero el menor lo rechazo exclamando. —¡Que me deje solo!

Pero el germano no estaba dispuesto a irse, el mexicano empezó a correr al rubio del cuarto, dándole de almohadazos y diciendo una y otra ves que se fuera.

Poco a poco fue sacando al fornido hombre del cuarto, para después cerrar la puerta de un portazo. El mexicano se deslizó por ella hasta llegar al piso, donde una vez mas comenzó a llorar.

El rubio desde fuera oía su llanto, ¿por qué le pasaban estas cosas a él? Recargo su cabeza en la blanca puerta. Le era imposible el decir algo para cambiar las cosas.

Dejo salir un quejido y se dirigió a su habitación por algo de ropa, se puso algo sencillo y después se puso a lamentarse su suerte. No era su intención decir aquello y mucho menos herir al menor.

Aun podía oír su llanto, se sentía bastante estúpido.
Pronto escucho la puerta de alado abrirse, tal ves.... Podría hablar con él y aclarar todo.
Cuando salio de la habitación dispuesto hablarle, lo vio con su maleta.

—¿México? —Lo llamo, pero el mexicano comenzó a bajar mas rápido dirigiéndose a la salida. —¡¿México?!

Exclamo corriendo detrás del menor, estaba apunto de alcanzarlo pero el joven país fue mas rápido y cerro la puerta haciendo que este se golpeara contra ella.






[....]





—Señorito, esto de venir a altas horas de la mañana no es asombroso para alguien como yo. —Se quejo el albino mientras caminaba a un lado del aristócrata. —Una vez mas, recuerdame. ¿Por qué estamos llegando a casa a estas horas?

—Porque México y Alemania necesitaban un tiempo a solas para hablar. —Menciono el de lentes. Ambos estaban a unas casas de llegar a la suya.

Cuando vieron un taxi estacionarse frente de esta y vieron salir al mexicano con maleta en mano, unos segundos después salia el germano gritando el nombre del menor.

—¿Deberiamos in...? —El aristócrata negó interrumpiendo a su pareja. Lo que sea que estuviera pasando debían resolverlo entre ellos. Aunque algo le decía que era el alemán el culpable de todo.

Los vieron parados unos cortos minutos, parecía que la conversación subía de tono y el menor lloraba. Después vieron que el mexicano subía al taxi, y el alemán  veía como este se alejaba.

Austria y Prusia se acercaron apenas el taxi se fue. Con voz preocupada el alemán les contó lo pasado.
Prusia iba a decir algo, pero prefirió callar, no era el momento.

Austria se veía serio (mas de lo normal). Tenía una pose pensativa, el alemán miraba el camino preocupado.

—¿Y que piensas hacer ahora? —Cuestiono el aristócrata mientras lo miraba con esa seriedad que lo caracterizaba.

—Queria hablar con él... Pero no quiso... —El alemán no termino. El de lentes le dio un golpe leve en la cabeza. Se veía molesto.

—Dije "que piensas hacer", no " que querías". —Ludwig lo miraba, Austria volvió a decir. —Mira Alemania. Te voy a decir esto una sola ves.

Su tono de voz sonaba amenazante, algo extraño en el aristócrata. Este saco su teléfono y se lo paso a Gilbert, luego tomo al alemán por la camisa y lo acercó a su rostro.

—Prusia, llama un taxi. Y tú escucha bien. —El primero hizo lo que su pareja lo hizo el otro lo veía con preocupación. Sentía que Austria lo golpearía en cualquier momento. —¡A penas llegue el taxi, iras al aeropuerto! ¡Buscarás por todo este a México, lo de tendrás y te vas a sincerar! ¡Y si no quiere escucharte, has algo para que lo haga! ¡No puedes quedarte aquí mientras la persona que tanto te ama se va por tus tonterías e inseguridades! ¡Entendiste!

Exclamo, ambos hermanos miraron sorprendidos al austriaco. Era la primera ves que les hablaba de ese modo. Pero el alemán sabia que todo lo dicho por su primo era verdad.
Ya se había equivocado en varias ocasiones no podía volver hacerlo.

Asintió tras las palabras del aristócrata, a lo que Roderich lo soltó, era un alivio que los taxis fueran rápidos en aquella parte del mundo.
Antes de abordar comento que no poseía dinero, a lo que el albino le dio varios billetes. El taxi empezó su marcha, el fornido hombre esperaba que el mexicano aun no se fuera.

La pareja solo vio como el taxi se iba, Prusia abrazo al austriaco y sonriente dijo.

—Kesesesese no dejas de sorprenderme señorito. —El austriaco sonrió esperando lo mismo que el alemán.






[...]



Tuvo que pagar de mas para que el taxi fuera mas allá de lo permitido en el kilometraje. Pero lo había logrado, ahora solo debía buscar al menor en el aeropuerto...

Esto si seria difícil, pero estaba decidido, no podía dejar ir al mexicano sin aclarar las cosas con él.
Corrió primero hasta la ventanilla, la señorita se sorprendió un poco por la repentina llegada del país.

—Disculpe. ¿El próximo vuelo a México? —Su voz tenia un toque desesperado, la chica tecleo en su computadora.

—Un vuelo va a despegar en diez minutos, se esta terminando de abordar, pero ya no hay vuelos disponibles en este. —El alemán miro preocupado a la señorita, preguntó que en que parte salia. —En la cabina 12-C.

—Gracias. —Agradeció y salio corriendo nuevamente a aquel lugar.

Solo esperaba que el menor no estuviera ya en el avión, ya que le seria imposible hablar con él.
Y como si algo lo estuviera escuchando desde arriba, logro divisar al joven que caminaba para entregar su boleto.

Lo tomo del brazo y lo volteo.

—¡Hey! —Exclamo el menor, pero miro sorprendido al germano.

—Juan... N-no te vallas. —Le dijo con algo de dificultad, pues había corrido bastante. El mexicano trato de soltarse del agarre del alemán. —Solo te pido que me escuches.

—S-suelteme o grito. —Se oía aun molesto. El germano no estaba dispuesto a soltar al menor.

—No, hasta que me escuches. —Su voz se volvió autoritaria, el mexicano se veía mas molesto.

Un oficial se acerco para ver si todo se encontraba en orden, a lo que el alemán pensó que el menor lo acusaría de cualquier cosa, solo para que se fuera.
Pero, sorprendente mente el mexicano negó, diciendo que solo era una simple charla.

A penas se fue, el alemán lo soltó. El moreno tenia la mirada gacha, estaba dolido, eso era obvio.
El fornido hombre iba a empezar a hablar, pero el menor lo tomo de la camisa con su mano derecha y lo hacerlo a él.

—No quiero oírlo, no quiero escuchar sus palabras. —Su voz se oía rota nuevamente. Y de sus ojos oscuros nuevamente las  —Porque usted ama a Italia, ¿por qué no espero otro poco? ¡Asi al menos no hubiese dolido tanto!

El germano comprendía la actitud del mas bajo, también parecía que el menor lo golpearía, pues había levantado el puño.
Recordó las "indicaciones" de su primo. Y cuando el menor le iba a golpear el rostro, el mayor paro el golpe con su mano derecha y con su mano libre, levanto el flequillo del menor y beso su frente.

El mexicano no supo como reaccionar, solo quedo callado, mientras las lágrimas bajaban por su rostro.

—Enserio lo siento México. —Hablo con el tono mas amable que tenia y dejo a flote sus sentimientos. Debía ser sincero como el mexicano. —Se que te dolió lo que dije, enserio lo lamento. Pero, a pesar del cariño que le tengo a Italia, tú me haces sentir de demasiadas formas que me confunde. Porque sin querer, me enamore de ti, se que soy tonto para temas como estos.
>>Tal ves por eso, arruine lo que paso hoy. Pero quiero que sepas, que te amo, te amo y no quisiera que mis tonterías alejaran a la persona que me a demostrado su cariño. Mis propias confusiones me hicieron dudar y sin querer termine lastimando te por ello.
Si quieres irte después de esto... Eres libre de hacerlo, solo quería decirte, lo siento y que... Te amo República de los Estados Unidos Mexicanos. Te amo, mas de lo que puedo a alguien.

Se separo del menor, viendo como las lágrimas del menor bajaban por sus mejillas y estas estaban rojas.
Sus ojos se encontraron, ambos se veían con cariño.

—E-es un tonto señor Alemania... —Dijo con una pequeña sonrisa. El alemán hizo lo mismo. —Pero me gustaría que fuera mi tonto.

Una alegría inmensa invadió al europeo y tomo las manos del joven con las suyas. Se arrodillo frente al chico, el cual abrió bastante los ojos al ver las acciones del mayor.

—Juan... ¿Quisieras ser mi pareja? —Le pregunto con una sonrisa de enamorado, la poca gente que estaba ahí los miraban. Unos con ilusión y otros bueno, ya saben. El mexicano sonrosado por la propuesta del europeo sonrió.

—S-si... ¡Me encantaría! —Y se abalanzó para abrazar al fornido hombre que gustoso acepto al menor. La gente aplaudió y felicitaron a la nueva pareja.

En una parte del aeropuerto, un joven sonreía por lo que sucedía a unos metros de él.
Anoto algo en una libreta, suspiro y con vos calma dijo.

—Me alegro que hayas encontrado quien te ame Alemania. —Cerro la libreta y se levanto tomando una pequeña maleta. —Espero tu relación dure mucho ve~

El italiano camino hasta la cabina que lo llevaría a su casa. Estaba feliz por el alemán, ahora solo él debía encontrar la felicidad.
Detrás de Italia Veneciano, Ludwig y Juan caminaban a casa del primero, ya después volvería a casa. Ahora solo quería estar a su lado.

Aunque lo que no sabia Alemania, es que aun le tocaba enfrentar a la familia del menor y en especial a su futuro suegro. Pero, no es el tiempo de que se preocupe por ello. Sólo disfrutaría del cariño del menor que Sin querer lo termino enamorando.









—Fin—





—Ohayo Perez.

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