UNO.

Cada vez que piensa en un matrimonio, piensa en una carcel lo suficientemente asfixiante para colocar a la señorita Stacy como su alma gemela. Es decir, el amor no tenía que ser meramente algo romántico, ¿verdad?. Todos estos sentimientos encontrados, la acercaban a la idea de huir a toda costa de ser esposada por un hombre.

Quizás en realidad no era consciente de lo que estaba buscando en ese sentimiento tan absurdo y complejo, por eso es que no era capaz de contemplarlo seriamente como sus compañeras lo hacian. ¿Casarse?, ¿con un ramo blanco de rosas más grande que su propia cabeza pero lo suficientemente resistente para agarrarlo con ambas manos?, ¿un vestido hecho a la medida por Marilla con las telas más finas?, ¿sus amigas esperándola al lado de un maravilloso altar con los vestidos más excéntricos jamás vistos?.

No estaba segura de si esto era una exageración o su mismo subconsciente le mandaba un mensaje desde lo más profundo de su ser para meter en su cabeza el pensamiento más incómodo e incomprensible para ella.

Los hombres eran un problema para ella.

Le generaba culpa sentir ese pequeño hueco en su pecho sin saber como manejar esta frustración, a veces sus ojos se desviaban de su camino solo para ver a alguien igual de irracional que ella y le molestaba de sobremanera aquello. Gilbert Blythe era él responsable de apuntarle con su presencia, obligandole a notarlo y sabiendo que este era solo un pequeño truco para mortificarla.

Gilbert.

Él es el problema. pensó, nada era una coincidencia y probablemente todo esto era una jugada de su corazón para experimentar ese amor no correspondido como en las novelas que tanto amaba leer. Tal vez es la manera más romántica de perecer por dentro, nada más trágico que un amor sin florecer.

En tiempos pasados, quizás hace tan solo unos cuatro o tres días atrás hubiera tenido el valor de confesarse, pero de repente otra mujer apareció. Winifred Rose cumplía con ese estándar de la época y era tan encantadora para hacer caer a Gilbert en un enamoramiento sacado de un cuento de princesas y príncipes. Era una dama refinada en todo el sentido de la palabra.

Tal vez era por el bien de los dos, lo particular no funciona con tanta normalidad y viceversa. Bueno, clasificar a Gilbert como el hombre más normal que haya conocido sería decir una mentira piadosa como las tantas que ha llegado a soltar ante Marilla, lo mejor era evitarlo y huir de ese pequeño problema, huir de ser conciente de que en su corazón Gilbert no era alguien del montón, era alguien igual de confundido y torpe como ella.

ㅡ Anne.

ㅡ Gilbert.

Las evidencias en su mente le torturaron una vez más tanto o más como la mirada tan hipnótica que poseía aquel chico en su rostro, un rejunte de emociones extrañas se amontonaron en su corazón completamente acelerado. Desvío la mirada sin mantener por mucho tiempo ese contacto visual tan tortuoso, estaba asustada nuevamente sin saber por qué.

Y una vez más, él culpable no había pasado por alto aquello.

ㅡ ¿Creés que alguien vendrá?.

Con tan solo hablar su presión a callarse de inmediato era evidente, como si no pudiera emitir ningúna palabra ante la realidad que se le presentaba tanto en su mente como en la realidad. No sé podía decir lo mismo de Gilbert que observaba con diversión lo esquiva que era la pelirroja con él, como de costumbre.

Gilbert estaba pensando en que el dolor naciente en su pecho provenía de su propio despecho, la sola idea de tener que dejarla ir porqué otra mujer lo estaba esperando, inseguro de dar el pasó incorrecto por si Anne terminaba rechazando su persona. Gilbert no admitía que quizás estaba culpandose a si mismo.

Por la idea de pensar que algo iba a cambiar su rumbo cuando su vida fácilmente construida estaba a punto de derrumbarse por la duda, el remolino instalándose en su pecho evidenciaba la culpabilidad en su rostro, que era atentamente observado por esa pelirroja curiosa.

ㅡ ¿Estas...

ㅡ Ahora no. ㅡ Cortó con frialdad.

ㅡ Gil.- ㅡ Bramó asombrada.

Un murmullo se presentó muy cerca de ellos, eran sus compañeros uniéndose para la huelga y la señorita Stacy llegaba en su motocicleta hasta ellos. Gilbert optó por quedarse en silencio incomodando a Anne un poco, aquella chica solo deseaba saber con certeza porqué ese chico de ojos tristes siempre ocultaba algo detrás de esa mirada gélida.

Anne deseaba con anhelo saber los deseos más profundos de Gilbert, pero odiaba que solo se los callará para si mismo y nunca fuera capaz de exteriorizarlo.

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