Capítulo XXXVIII

Katriel Orlov

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        Nunca pensé que algo podría dolerme tanto, desesperarme como lo hizo ver sus camas vacías en la mañana. Sentí el miedo adhiriéndose a mí, a las paredes de mi garganta, impidiéndome gritar.

        Hice mover el cielo y la tierra para encontrarlas. Envié patrullas y hombres armados porque la amenaza de su secuestro para desestabilizar la misión y hacerme caer de rodillas estaba funcionando. Al principio no tenía dudas de que el gobierno lo había hecho. Solo faltaban horas para llevar a cabo la revolución que yo tendría que liderar. ¿Qué mejor momento?

     ¿Qué tanta cruel?

      Sin embargo, encontré la carta de Mercy.

     Cuando leas esto Enora y yo ya estaremos lejos.

      Es complicado explicarlo, pero sentí un alivio que terminó convirtiéndose en otra clase de desasosiego. No estaban heridas, nadie se las había llevado, pero se habían marchado y pronto podrían estarlo.

       No huyo para castigarte, lo hago porque no le tengo miedo a muchas cosas, pero esta revolución que estás por empezar es algo a lo que sí.

      Me gustaría haber tenido la oportunidad de decirles que yo también estoy aterrado, pero mi anhelo por la libertad y un mundo mejor para ellas es más fuerte.

      A partir de mañana, cuando lideres a todas esas personas para derrocar al gobierno, serás un blanco. Nosotros lo seremos y eres consciente de aquello... Por eso me voy, nos vamos; es más difícil encontrar una aguja en un pajar que una en el costurero.

      ¿Cómo es que nadie las vio? ¿Cómo pudieron pasar sobre toda esta protección con las que las rodeé?

      ¿Sabes por cuál otro motivo nos vamos? Porque no serías capaz de perdonarte si nos quedádaramos y desapareciéramos tras una cortina de balas. Déjanos camuflarnos con la gente, perdernos en la multitud. Déjanos vivir como niñas normales, no como niñas en la mira de una guerra que no entendemos.

       Pensé que haberles quitado tanto tenía un justificativo. Solo quería mantenerlas a salvo.

       Al principio lloro con rabia y tengo el impulso de ir tras ellas, pero tengo a todo un pueblo a mis espaldas reclamando por su libertad, necesitando apoyo, un guía.

       Luego lo entiendo. Las guerras siempre separan y unen personas, pero a veces no de la forma en que uno espera. Ellas se fueron porque lo entendieron. Mercy supo, a tan corta edad, que a veces alejarse significa cuidarse.

       Soy un hombre aterrado, pero también esperanzado.

      Ahora, más que nunca, tengo que arreglar El Globo por mis hijas.

     Recuerda que te amamos.

     Estoy listo, y aunque no lo estuviera el simple hecho de pensar en ellas me obligaría a estarlo.

       Hoy derrocaremos al gobierno de Briseida Avenadiz.

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