Katriel Orlov

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      Hoy es dos de noviembre.
    
     Son las cuatro de madrugada y acabo de ir chequear a las niñas. Enora encendió la luz en algún momento de la noche, lo que quiere decir que aún tiene pesadillas.

     No sé cómo hacerle entender que no hay monstruos bajo la cama, pero Ashbell, según la experiencia que tuvo con su hija Nisha, dice que con el tiempo aprenderá a no creer en ellos... Por lo menos en los que se esconden en la oscuridad de su alcoba.

     Luego será peor porque se enterará de que está rodeada de ellos al salir a la calle.

     Mercy se quedó dormida en el alféizar de la ventana, leyendo. Tuve que cargarla hasta la cama y noté que ya pesa más. Me sonaron unos cuantos huesos cuando la levanté y eso me ha estado quitando el sueño.

     Estoy envejeciendo y temo no poder arreglar este mundo para mis hijas antes de partir.

    El cambio no puede esperar. Por eso adelanté la misión. Me dijeron que no lo hiciera, pero cada minuto que pasa es un minuto más que tiene el cementerio del Globo para que otra tumba sea cavada en él. Como la de Shilah.

    La revolución no puede esperar. Yo no puedo hacerlo, mis niñas tampoco.

    No más.