Sin palabras ;
—¡Déjate atrapar, zorro!
—¡No caeré en eso de nuevo!
Miles era consciente de que Scourge estaba a tres centímetros de él, por lo que la aparición de Patch como muro de contención lo salvó de un nuevo moretón en la mejilla. La ocasión que recordó fue cuando el erizo le gritó lo mismo y Miles, por no lograr entenderlo, se detuvo y permaneció en cama por una semana.
Imposible para él caminar con una pierna rota.
—Deberían conversar —sugirió Alicia mientras veía a su compañero coyote en el suelo, media hora después de la persecución—. ¿O lo estás entrenando para atrapar zorritos?
—No fue mi culpa, yo le dije que la nueva torre sería un fracaso si no seguía mis ideas –explicó el vulpino con un ardor en el brazo: el erizo llegó a hacerle algún daño, aunque mínimo.
—"Nunca es tu culpa". La nueva torre era un éxito, tu intervención la convirtió en un fracaso —contradijo la ardilla.
—Exacto, porque no era mi idea. Además, yo soy quien está enterado de todo, ¿por qué no se me comunicó nada? —Miles cruzó los brazos con la mirada en el pasillo opuesto al cuerpo inconsciente, pisó repetidamente el pie derecho; menos mal consiguió escapar de ese golpe—. Me lo crucé algunas veces...
—En lugar de "cruzarte" con él, también puedes acercarte a é y preguntárselo a sabiendas que no debías aparecer.
—¿Tú quieres que vaya a Scourge y le diga: "Cariño, Alicia recomienda que conversemos como una estúpida relación formal", ¡de todas formas no llegaremos a nada! —gritó exasperado—. Mejor me adelanto al resultado...
—Tus intenciones con nuestro líder no me interesan, solo quiero que evitemos más cosas así —señaló a Patch, quien empezó a levantarse—. Es la cuarta vez que le pasa eso y a mí ya me tocó siete veces, ¿qué harás cuando nadie te proteja? ¿Ponerte en cuatro? Solo pídele perdón.
—No te creas, Alicia, ni que Scourge fuera un modelo de hombre, solo me hace gracia llamarlo así, es todo. De todas formas, no es mi carga que anden sonseando sin fijarse por dónde van —espetó—. Cuando tenga el control de todo esto, no tendré compasión con ustedes.
Miles se alejó de ese cruce de pasajes y regresó a su habitación, de la cual Scourge lo sacó en la madrugada con el supuesto motivo de quererlo en su antípoda en lo que él registraba las nuevas construcciones. Puso la mirada en alto mientras se pavoneaba hasta la llegada a su alcoba, seguro de que Scourge le daría la razón en algo y es que debían enfocarse más en matar a otros que a sí mismos. Ingresó despacio, dejó escapar un suspiro al oír la puerta cerrando: al fin en calma.
Una vez se quejó con Fiona, ciertamente ella no iba a pedir que dejaran de corretearlo, pero, con las palabras adecuadas (Scourge pasa más tiempo conmigo que contigo), logró que su queja tuviera alguna consecuencia.
Scourge fue al día siguiente y lo envió a arreglar el suelo de la sala de tronos. Miles prefería ensuciarse las manos con tierra que con sangre, así que no se fastidió por la orden, mas sí cuando Scourge no se retiró del cuarto y lo observó todo el día que tardó su arduo trabajo.
Walrus lo vio por el rabillo del ojo y se dirigió de chismoso hacia sus demás compañeros.
A Miles no le importaba lo que hablaran de él mientras no afectara su dignidad, como cualquier persona, por lo que la narración tergiversada: "Miles se puso en cuatro para Scourge, te juro que lo vi levantarse del trono y preferí irme antes que ver algo que me marcara de por vida, ¡lo oí gemir!" fue humillante.
Y el grito que pegó Miles se debió a que Scourge lo pateó.
Su habitación era la más bonita de la fortaleza, la única que parecía no pertenecer a ese lugar y se debía a su afán perfeccionista. Le gustaría compartirlo con cierta persona de color radioactivo.
—Pasaría todo el día aquí si no tuviera que lidiar con el actual propietario de mi futura y pronta corona —musitó con el agua cálida hasta el cuello, casi sumergido en la también única bañera que existía en ese reino: Miles no se visualizaba usando una ducha. Cruzó las piernas hasta que una sobresalió, de manera que le sirviera de soporte para cepillar sus colas.
Abrió un aromatizante y palpó un espacio vacío, lo dejó a un lado en el suelo. Hizo lo mismo con una fragancia similar, pero a esta la colocó en el estante de la bañera. No podía esperar para usar las cremas y luego probar su consolador, consideraba aquella como la mejor parte.
Si Scourge supiera lo que se siente pasarla tan bien, no se enojaría hasta por existir.
El menor se retiró el gorro térmico que lo hacía sentirse un cosaco y tomó asiento más cómodamente para pensar con mayor claridad.
—Quizá podría hacer algo mejor que solo conversar. —Esbozó una sonrisa de manera maliciosa a su reflejo en el agua, decidido—. Me puedo arriesgar porque no tengo nada que perder, ya tenía muchas ganas.
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El problema en vigencia trataba de cómo atraer a Scourge, en otras palabras, no podía acercarse como si fueran amigos de toda la vida y, para reforzar la amistad, decirle: "¿Me puedo sentar en ti?".
Sonaba sugerente y era lo que menos quería dar a entender frente al resto de súbditos, sobre todo al no querer verse desesperado por su relación. Por otro lado, el resultado sería beneficioso para todos: le quedó comprobado que Scourge podía desestresarse tanto con él que se convertía en un buen líder por un par de días.
Dio un paso adelante: era mejor empezar ya, no quería perder el resto del día. Para su sorpresa, el siguiente nunca llegó debido a que Scourge mismo había tomado la iniciativa de ir hacia él cuando lo distinguió en el pasillo.
Miles no se sorprendió, o quiso que no lo pareciera, observó a su superior desviarse del camino y, cuando estuvo por detenerlo, Scourge giró y le dijo:
—¿Siendo un estorbo otra vez?
Respiró hondo para no contestar, una vieja mala costumbre que los llevaba a sus encuentros matutinos.
—¿Por qué estás aquí? Alicia está a cargo de ese problema ahora —consultó el zorro dando media vuelta.
—Porque mi otro problema estaba llegando —respondió con fastidio.
—Debe ser grande —supuso con cierta soberbia.
—Mocoso, también.
Miles contó hasta diez, como practicó en algún momento de su vida para lograr al autocontrol emocional, era evidente que no pensaba en ese ejercicio cada vez que tenía la oportunidad de callarse para evitar ser perseguido, pero tenía sus razones.
—Y de buen porte. Ya no quiero pelear contigo, así que vine a decir que lo siento.
—No es lo que me demuestras todos los días —continuó renegando el mayor, giró un poco más y lograron quedar frente a frente.
—Es mi respuesta natural a tu mal humor, ¿qué quieres que haga si te veo así?
—Hace un mes dijiste que te masturbabas con eso, por lo que prefiero no responderlo directamente —rio—. No responderlo, para nada.
—Yo bebí mucho ese día. No todos quieren esa imagen tuya, para iniciar... —Miles midió por un instante si estaba siendo delicado con sus palabras, lo que afirmó al no recibir un golpe por insolente—. Te ves cansado.
—Sabes el porqué. Te gusta parecer sabiondo, cociente intelectual de 10.
—Ja, ja. Todos notan lo viejo que te estás poniendo, creo que la próxima semana te veré empleando un bastón y sentado en tu solio polvoriento mientras todos festejamos en la habitación de al lado... tus buenos años de servicio.
—¿Diecisiete años te parece ancianidad?
—Te portas como alguien de noventa, yo no puedo seguir permitiendo eso, ni que quiera que mueras ya para que tenga todo esto. —Señaló la corona en la cabeza del rey—. También puedo ser entretenido, como tu mano derecha... —Caminó lentamente con ambas colas barriendo el suelo, cautelosas. Scourge lo siguió con la mirada, se vio en la obligación de moverse al perderlo de vista—. ¿Te gustaría visitar mi cuarto esta tarde? Me quiero relajar contigo, como hicimos la semana pasada y el resto de días que Fiona estaba en otra parte.
—¿Ah, sí?
—Es notable que estás estresado; yo tengo mi manera de eliminar eso —alegó—. ¿O tienes algo más por hacer? Sé que no. Si funciona por un día, todos me... te lo agradecerán. No sé si me disculpé adecuadamente, ¿quizá prefieres un sitio más familiar para ti?
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Miles sonrió, Scourge le devolvió el gesto. Las colas del vulpino se movieron inquietas por el entusiasmo.
Scourge acarició su mechón negro y después lo jaló hacia abajo, para que observara la situación.
Se encontraban en la sala de tronos. Miles abrió los muslos con las piernas dobladas y las dejó descansando en cada reposabrazos. El erizo se había arrodillado ante él para lamer su vulva y prepararlo para algo más duro.
—Me gusta verte así —murmuró el zorro con diversión. Una mordida en el muslo interno provocó que se amordazara con el guante derecho: debía evitar el ruido, Fiona estaba cerca y sus compañeros rondaban por la fortaleza.
—A mí me encanta tenerte así —habló el mayor contra sus pétalos. La vibración envió una corriente por el cuerpo de Miles y lo hizo encorvar sus botines rojos—. Siempre estás caliente y estrecho para mí.
—No me tocas desde la semana anterior, ¿cómo pensaste que me encontraría? Mmm. —Recibió una lamida a lo largo de su entrada y un beso al inicio de esta. Scourge usó sus pulgares para abrirlo y darse mayor libertad y lugares a los cuales molestar. Miles había comenzado a lubricar, Scourge no paraba de saborearlo, tanta succión empezó a doler; sin embargo, el dedo que se introdujo fue la distracción y calma que necesitaba su mente.
—Nunca me he follado a alguien como tú, es una fortuna tenerte aquí —declaró el ojiazul verde antes de besar el centro de esa flor—. Me fascinas.
—También me gustas. —Miles rio mientras usaba sus dedos índice y medio para estimular su clítoris, llegar a un pequeño orgasmo antes de que recibiera uno de verdad.
—¿No crees que puedes hacerle un favor a tu rey?
Miles abandonó el trono, sus extremidades inferiores dolían por la falta de costumbre a la flexión, pero no le prestó importancia y se acomodó de rodillas frente al erizo, el cual retrocedió un paso, procurando no llegar al filo de las escaleras que elevaban su solio.
El zorro besó el glande acaloradamente. Acarició la base del eje con la mano derecha y lo que sobraba paró en su mano izquierda, sonrió al tener la longitud frente a él: tanto que le había costado conquistar a Scourge y distraerlo de sus reales funciones, quería disfrutar su momento.
—Ponte a prueba, ¿quieres?
—¿A prueba? —Miles sacó la lengua y dejó que la punta de la polla de Scourge se posicionara en ella.
—El miércoles te quedaste a la mitad, ¿tu boquita no pudo con tanto?
—Puede, pero estaba agotado de tanto chupártela: tú me lo pediste al final, cuando ya no podía respirar, me podía morir...
—Inténtalo.
Miles depositó besos en todo el largo, ruidos lascivos y húmedos. No estaba seguro de conseguirlo, porque no podía ni con su consolador y Scourge era muy superior en la circunferencia, muy exigente y obstinado. El menor estaba encantado de tenerlo.
Anti-Tails realizó una prueba. Se aproximó y no llegó ni a la mitad. Volvió a intentarlo, se sujetó del saco del erizo para pegarse a él, pero le faltó el aire y al menos ocho centímetros de su premio.
—Casi —renegó. Miró a su espectador mientras volvía a chupar el eje, tenerlo mojado podría ayudar a hacer más sencilla la felación y amaba el sabor dulce que le regalaba. Ganó una caricia en sus orejas, frotando los extremos y detrás de ellas, con adoración.
De repente, Scourge empujó tan insistente que Miles sabía lo que quería y resistió dar arcadas, pero no evitó los ojos llorosos, sobre todo cuando quiso reírse y aún tenía toda la polla del rey en la boca y su pequeña nariz rozando su ingle.
—Muy bien —halagó el ojiazul mayor al dejar de presionarlo.
—¿No quieres correrte en mi boca? —preguntó con diversión—. Toda la leche...
—Tengo un lugar mejor donde depositar esto.
Miles volvió a acomodarse en el trono, ansioso por recibir el esperma de su superior, pero Scourge lo tomó del antebrazo y tiró de él hasta que chocaron.
—¿Qué pasó? —Trazó los bordes de las cicatrices en el pecho del rey con un dedo, tan suave que generó cosquillas—. Mi rey.
—Estarás de pie, porque la última vez se hizo un lío en mi trono —enunció—. Lo limpiarás mientras te penetro si vuelve a ocurrir.
Las colas de Miles formaron un corazón invertido a causa de la advertencia, sonrió ensoñadoramente.
—Quiero besarte —le susurró el erizo en la oreja. El de pelaje amarillo se estremeció por el contacto, pero hizo falta que Scourge se inclinara para que no se coloque de puntillas y sienta la leve diferencia de altura.
Miles emitió un sonido parecido al ronroneo mientras le daba la espalda al líder. Se apoyó en el respaldo del trono para tener de qué sostenerse si las cosas se ponían rudas.
Un 99 % probable.
—¿Por qué tardaste? —Scourge acarició el cuerpo del menor hasta llegar a sus colas, presionó en su columna para que se inclinara y pudiera tener una mejor vista del cuerpo del zorro, mimó y apretó, pero resistió azotarlo.
—¿Por qué no me preguntaste? —Miles se meció hacia atrás para que su entrada sintiera el eje del erizo—. Hasta Alicia se dio cuenta, creí que era cuestión de tiempo para que lo hicieras también. —Rodó los ojos cuando la punta presionó en su vulva.
—Podríamos estar haciendo esto en mi habitación y te presumiría abiertamente como mi reina.
—Rey —corrigió con esfuerzo. La polla de Scourge lo obligaba a morder su labio, todo para no ser descubierto en el espacio concurrido por las pocas personas que le servían al erizo.
—Ambicionas demasiado.
Conforme se fue hundiendo, las piernas de Miles temblaron como si fueran a darse por vencidas al sostenerlo parado, por lo que agradeció bastante que Scourge tomara de su cadera mientras se introducía cada vez más.
—Espera. —Las paredes del zorro no cedían más, escozor le brindó que el falo continuara el lento recorrido—. Ya no entra... Eres gigante, ya extendiste todo...
—¿Cómo que no? Puedes estirarte más. —Scourge besó su cuello antes de morderlo. El vulpino echó la cabeza hacia atrás e inhaló hondo para tolerar la invasión; el aroma natural de su pareja le devolvió la libido. Sentirlo cerca era un hecho que apreciaba, pero debían continuar peleando fuera de ese evento para que los demás no supieran de lo que hacían cuando ellos no estaban mirando.
—Me llegarás al corazón. —Miles rio mientras sus facciones daban señales de gozo. Dejó escapar un ruido gutural cuando al fin impactó y empaló por completo.
—¿Qué quieres que haga? —Scourge le dio una estocada contundente que silenció al vulpino por unos segundos, le costó respirar debido a la dosis de calor que recibió. El erizo entendió esa desesperación y no dudó en joderlo más para llevarlo al límite.
—¡Ah! Scourge, Scourge... —Miles subió una de sus rodillas al asiento del trono, pegó su rostro al espaldar y se reconfortó con el frío del metal.
—¿Ah?
—Dame todo a mí, no dejes nada para nadie —pidió con una mano en sus colas, las jalaría para estimular más su clímax. Scourge iba a hacerlo en su lugar, pero estuvo de acuerdo con solo apreciarlo.
—¿Cuándo te he dado sobras?
—En mi primera vez. —Miles resopló al inicio del vaivén, seguía un ritmo irregular, mezclando la rapidez o no y la fuerza con la que era tratado—. Se siente genial, te necesito todo este día. —Empujó hacia atrás y avanzó un poco cuando tocó fondo en su interior. Agachó su torso a propósito, las púas que adornaban su chaqueta punzaron en el abdomen del erizo, quien tomó su delgada muñeca y la aprisionó en la curvatura de su espalda.
—Scourge. —Tembló. Sus paredes se comprimieron y mantuvo a Scourge de esa forma, otro acto voluntario, pero el mayor lo previó y se retiró de él con desgana—. Oye.
—No me voy a dejar manejar por ti —gruñó. Miles lo vio sobre su hombro en el instante en el que Scourge tiró de su cola derecha y llevó el final a su boca, donde la mordió. La sensación brindada viajó por medio de su dorsal; Miles no sabía si gemir o lloriquear, no le daba tiempo de articular una palabra más allá de repetir su nombre y empezar a babear por no tener absoluto control de sí.
Salió otra vez. Miles le quitó su cola de las manos y se inclinó para instarlo a volver al apretado espacio cálido.
—Déjalo todo aquí, bebé —rogó a duras penas, su mechón azabache molesto le había ocultado parte de su visión—. No te vayas de aquí.
—Realmente te urjo. —Scourge frotó la punta de su miembro con la entrada del menor, similar a buscar por dónde meterse cuando ya sabía el lugar indicado. La entrepierna de Miles se había humedecido con la lujuria de ambos, palpitante y, pese a no haber terminado aún, ya había algo deslizándose por los muslos del vulpino.
—Sí, siempre... —Miles rebotó al recibir una palmada fuerte, masajeó el lugar afectado para evitar que le doliera los días próximos. Scourge carcajeó al notarlo.
—Me sorprende que puedas tener todo esto dentro, porque eres muy pequeño —respiró en su cuello, lo rodeó con el brazo derecho y se apoyó con el otro en el respaldo. Miles miró arriba y le sonrió mientras jadeaba por la rudeza—. Eres diminuto.
—Estás demasiado grueso, me vas a romper...
—¿De nuevo? —Los colmillos del zorro se dejaron ver cuando tuvo la intención de alejarse. Scourge quería recordar todo lo que le hacía sentir; un día discutieron por una fallida traición y al siguiente lo tuvo debajo de él, desesperado por tener un orgasmo y el esperma de su rey en la boca.
—Gírate —ordenó. Miles se acomodó sobre el trono y regresó a su posición inicial, con timidez, tocó los puntos sensibles de su vulva, embarrando su zona pélvica de fluidos.
—Se ensuciara el trono —le recordó con un tono divertido, sin detenerse.
—Entonces, ya sabes qué es lo que te espera.
Miles rio mientras lo llamaba con un dedo, se dejó arrastrar por el más alto. Scourge dejó una mano sobre el hombro de Prower para mantenerlo quieto mientras colocaba la punta de la polla en sus labios de abajo. Presionó, el zorro creyó que su cuerpo ya no admitiría que lo penetre cuando hubo resistencia en pleno camino, pero, finalmente, cedió para gusto de ambos.
—Scourge, fóllame más seguido...
Miles sintió que se quedaba sin aire por cada centímetro que lo llenaba, incluso trató de irse atrás, pero Scourge lo frenó y el vulpino tomó la espiga como el buen súbdito que era.
—Mmm. Me la clavaste tan hondo que creo que mejor no te dejaré tocarme por un mes —confesó el zorro con la vista nublada. Scourge se burló de lo dicho entre las piernas del ojiazul más joven. Enfrentó su recién estrenada vulva—. Oh, por... ¡Ah!
—Serás tú el que cargue a mis herederos.
—No me vas a preñar con tan poquito —dijo con broma, una sonrisa tonta al imaginar que Scourge quería compartir algo más privado con él.
—Cuando salgas bañado en "tan poquito", discutiremos cuántos litros te hacen falta.
El siguiente golpe en su cola lo hizo chillar. Demasiado complacido para seguir aguantando; amaba sus tratos bruscos cuando estaban interactuando de esa manera.
—¿Qué te inspiró a durar tanto? —interrogó con la voz agitada, posó un guante sobre el pecho del erizo y acercó ambas colas para abrazarlas. El ojiazul de pie pegó su frente a la suya y respiró por el cansancio, aunque todavía no se detendría.
—Te quería volver loco.
Se mimaron como si fueran pareja. Los dos dejaron de lado si algo que pusiera un alto a su húmeda situación se aproximaba al salón de los tronos.
—Patch esto, Patch lo otro, por qué no lo hacen ellos... mismos. –El dolor en la cabeza del coyote volvió y el mareo producido terminó por ocasionar su desfallecimiento. Alicia, quien se estaba asegurando de que no se desviará del camino, se aproximó a su compañero y, al girar por el mismo lado al que se dirigía, Scourge y Miles ni siquiera habían notado su presencia y continuaban copulando como si quisieran tener crías.
La ardilla se ocultó con el caído a un costado para evitar ser vistos. Boomer llegó desde el lado opuesto y, antes de que abriera la boca para quejarse de la inoportuna aparición del idiota Miles en las nuevas obras, Alicia le arrojó la espada de Patch.
Con suerte de una mala puntería, el filo pasó entre el torso y el brazo de la morsa.
Anti-Sally indicó silencio con un corto gesto. El mayor de todos ahí no necesitó un porqué al oír todo lo que ocurría dentro.
—¡Scourge! ¡Sí! ¡Ah! ¡Más! Me lo haces tan bien, me haces sentir tan bien. —Miles atrajo al mayor con sus colas, lo que impidió que se moviera con la misma fuerza, pero logró que permaneciera dentro de él por más tiempo, su interior apretó adrede—. Más, lléname ya, por favor...
—No sabes lo que pides. —Scourge mordió una oreja de Miles, ganó un grito más claro que el de todos aquellos minutos que estuvieron cogiendo. Cubrió la boca de su pareja por precaución, no quería llamar la atención de nadie, y más si consideraba que la puerta del salón se encontraba completamente abierta.
Miles consiguió zafarse y lamió los dedos de su superior en lugar de molestarse por los sonidos que iban más allá de las habitaciones contiguas.
Scourge lo pensó, pero optó por ignorar: estaba teniendo uno de sus mejores días y no iba a preocuparse por si al resto le molestaba oírlos. Si querían quejarse, el puño del rey estaba listo para recibirlos.
El zorro iba a comentar el detalle de la privacidad, pero expiró ante la rotunda embestida que lo atravesó, sus piernas abrazaron a Scourge por la velocidad que ganaban sus estocadas y al no tener algo a lo que sujetarse.
—Quiero que me arruines, Scourge, que no te dé miedo, no vas a matarme con esto —suplicó en un balbuceo.
—¿Sí? —Sonrió con aire de suficiencia
—Sí —asintió como pudo. Scourge se apartó hasta poder observarlo fijamente, buscaba otra expresión del dolor y satisfacción que recibía su zorro, hasta que este terminó con la distancia al besarlo y aprisionarlo en un abrazo—. Salvaje...
—Se vienen noches oscuras —murmuró Boomer fuera de la sala, con la vista ensombrecida del pavor: adentro, los novios podrían encontrarse en los minutos más ardientes y eróticos de sus años juntos; fuera, parecía una película de horror donde alguien necesitaba ser rescatado de las fauces de una bestia.
—¿Qué hacemos? Boomer tenía razón —recordó el del parche con angustia debido a los gritos que resonaban—. ¿Tejemos ropa para bebés o nos quedamos para burlamos de Miles cuando salga cojeando por esa puerta?
—¿Te atreverías a burlarte de Miles sabiendo quién saltará a su defensa? —Alicia puso los ojos en blanco.
—Están preservando la especie aunque de una forma poco ortodoxa —resolvió Walrus con severidad—. ¿Miles siempre se pudo estirar así?
—Ya sé por qué encontramos crema en distintas partes de la fortaleza —murmuró el coyote con cuidado.
—¿Qué tiene que ver eso con esto? —Anti-Sally sabía por qué tenía que ver, pero no pensó que recibiría alguna respuesta obvia: estuvo a punto de golpear a su compañero de estatura promedio cuando lo escuchó hablar.
—Es lo que nos enviaban a limpiar, princesa. Debemos confiar más en nosotros. No volveré a ver a Scourge ni ninguna mancha de la misma forma... y al zorro.
—Ninguno cree en nadie, mitómanos. —Alicia se asomó con cuidado, pero regresó a su postura rígida por prevención—. Deberíamos irnos, muévete...
—Pero yo quiero saber cómo termina, ¿imaginas lo que pasará si Fiona se entera de esto? —La ardilla no pudo aguantarlo esta vez, pero fueron el aporreo que le dio en la cabeza y una voz familiar los que lograron callarlo.
—¿Qué hacen ustedes ahí? —Fiona se acercó desde el camino de su lado. Mirada fría y con el objetivo claro en reprocharlos por su aparente estado de vagancia.
—¡Nada! —exclamaron los tres.
El ruido afuera llamó la atención de Miles, quien paró una de sus orejas y habló entre besos con el erizo verde.
—Algo pasa allá, Scourgey —interrumpió con cariño.
—Se están matando afuera de la fortaleza. Prepara tu útero, me voy a correr en ti.
—¡Scourge! Qué rico, mmm...
—¿Qué fue eso? —Fiona esquivó a Patch en el piso, pero Alicia se interpuso y tanteó una explicación sin sentido—. Eso no son almas en pena, ¿qué...?
—Se metieron animales sin evolucionar a ese cuarto. —El coyote se levantó de un salto para que Fox resistiera pasar.
—Qué bien, ¡sáquenlos! —ordenó la novia de Scourge.
—No, no, es que es una máquina, sí, ah... Un robot de un animal que... grita ahí, es mío, lo desactivaré. —Boomer se mostró decidido y confiable pese a que dudó más que ellos juntos. Sin embargo, quedarse mirando las caras en silencio por un minuto permitió que el gemido obvio de Miles se oyera a metros de distancia.
—¿Es...?
—Quizá Miles pensó que era buena idea usar un... vibrador a solas en el trono de Scourge, pero Scourge no está ahí, solo Miles siendo Miles y haciendo cosas raras de... —Alicia iba a decir "zorros", sus colegas lo notaron y casi se dan por muertos, porque Fiona también pertenece a esa especie y solo la enfadaría—. De zorros de dos colas. Es una máquina que creó Boomer y que Miles usa para otras cosas para las que no fue construida, y... yo me reí porque parecía un fantasma, es decir, ese grito, por Dios, qué horrible. Nada más.
Fiona retrocedió, intrigada por la idea de Miles abierto de piernas, pero sin querer tener esa imagen en la cabeza.
—¿Qué hacen ustedes aquí? —cuestionó cruzando los brazos.
—Estábamos buscando mi máquina —respondió Walrus.
—Buscando tu máquina, bien, ¿qué hacía Patch en el suelo?
—Lo golpeé porque me llegó al pincho que no tengo, pero ya encontramos la máquina y ya nos vamos... ¿Por dónde te irás tú? —Alicia era la más serena e indicada para manejarla. Los otros dos, si bien eran excelentes mentirosos, frente a Fiona solían tener una crisis de identidad.
—Estoy buscando a Scourge, no esperaba toparme con ustedes, voyeristas. —Chasqueó la lengua al ver a cada uno detenidamente.
—Ja, ja, ja, qué asco, cree que venimos para ver cómo Scourge se folla a Miles.
Alicia carraspeó después de regalarle al rubio una contusión en la boca del estómago.
—En fin, tampoco esperábamos encontrarte aquí, esta parte, este balcón es tan...
—¡Miles! ¡Prepárate para la quinta ola!
Fiona empujó a la ardilla después de escuchar la voz de quien obviamente era Scourge. Anti-Sally ni siquiera peleó: le daría un ataque nervioso si seguía manipulando el "sistema".
—¡Scourge! —vitoreó la zorra.
—¿Qué? —El ojiazul se meció suave y cuidadoso, dejando un rastro de semilla en el interior acogedor de Miles, quien oyó el llamado y suspiró por al menos haber pasado esa buena ronda.
—¿Cómo que qué? —rugió indignada—. ¿Sabes que estoy viendo la mierda que haces?
—Ah, sí, un minuto. —Se agachó para continuar besuqueando el cuello del menor de todos en su reino antes de hundir su dentadura en el suave pelaje.
—¡Ah! —Miles tensó su cuerpo para evitar otro orgasmo de los múltiples que obtuvo esa tarde. Su mirada se perdió en el techo sin gracia del salón—. Te necesitan en otra parte.
—Me van a matar —corrigió—. Me quedaría aquí contigo, babe, pero hay que calmar las aguas y dar declaraciones.
—¡No te quedarás otro segundo más! —Fiona jaló el saco de Scourge para alejarlo del amante de dos colas. Lo iba a llevar a rastras hacia un lugar donde pudieran discutir sin mirones.
—Espera. —Acarició una cola del menor y agitó una mano hacia él—. Te veré luego.
Miles tiró un beso al aire antes de guiñarle el ojo. Usó el dedo del medio para abrirse y que un poco más de esperma se derramara y empapara el trono.
—Uf, qué desorden... —Respiró con calma cuando perdió al erizo de vista—. Lo quiero tanto, es normal que se sienta celosa de compartirlo. Además, ella hizo lo mismo con Sonic, no tiene por qué quejarse, sería muy hipócrita de su parte.
El vulpino se arregló para colocarse de pie y regresar a su trabajo. Cubrió entre sus piernas y arregló su cabello para tener la apariencia cotidiana. No quiso al minuto, pero empleó la manga de su antebrazo izquierdo para quitarse los restos de líquido espeso y blanco.
—Claro, y una ducha, antes de que se seque y mi pelaje quede como el estúpido cabello de Alicia.
Dio un brinco del susto cuando la puerta de al lado se estampó contra el suelo y tres personas cayeron una sobre otra.
—¡¿Qué hacían ahí?!
Ni Alicia ni Patch pudieron levantarse al tener el peso de Boomer encima, por más que trataron.
—¿Puedes creer que no estábamos espiando cómo terminaba? ¿Qué más podríamos estar haciendo?
Alicia empujó la cabeza del coyote contra suelo para silenciarlo. Miles se vio en la obligación de ayudarlos, aunque anti-Sally salió por su propia cuenta al calcular lo mucho que debía evitar tocar la mano del zorro.
Los otros siguieron su ejemplo.
—¿Me puedes decir qué fue eso? —Alicia sacudió su traje para eludir el polvo y abrió la mandíbula sin saber qué más decirle.
—¿Qué parecía? Tienes nuevo rey. Scourge es... —Miles se veía tan complacido con la idea de estar junto al erizo que anti-Sally no podía creer que en la mañana estaban a punto de matarse.
—¡Te dije que conversaran! ¡No que derrocaras a Fiona!
—¿Cuánto tiempo crees que llevamos haciendo esto? Ya iba a pasar, no te culpes. Pensé que sabían diferenciar crema de semen, ¿ninguno se preguntó porque limpiaban después de que Scourge y yo saliéramos del mismo lugar? Eran migajas de pan.
—¡Tenía razón! —Patch asintió hacia la ardilla y ella suspiró por el cansancio.
—Demasiado por procesar este día. ¿No podías ser discreto?
—Está un poco alborotado, lo admito, pero todavía faltan los bebés...
—¿Quieres bebés? No, no, en serio tengo que conversar contigo.
—No es para ahora, Alicia, no pierdas la cabeza. Probablemente sea de aquí a diez años, pero prepárense para dentro de cinco, por si acaso... ¿Quieres ser la madrina?
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Miles no era ignorante, sabía que molestaba al resto con sus mandatos y disfrutó hacerlo por un tiempo, después siguió con el comportamiento con el que conoció a Scourge y solo se preocupó por ser buen rey y pareja.
Su relación estaba bien, ya nadie estaba siendo perseguido con el peligro de que ocurriría un funeral y no discutían al punto en el que estaba al borde de morir. Es más, ni siquiera peleaban.
—Podrás tener el título, pero continúo siendo de un rango superior al tuyo —aclaró Scourge una tarde de tantas durante el otoño.
—¿Y a quién le importa? Me dijiste que estarías conmigo anoche y lo único que tuve fue tu ausencia.
Ni siquiera peleaban... con los puños, porque Miles nunca había sentido tan lejos a Scourge como cuando se iba a planificar ataques. Aquella fue la principal razón por la que decidió seguir en campo de batalla y no solo observando, además, ni siquiera el erizo se daba el lujo y no era divertido hacerlo solo.
Entendió qué suponía ser quien dirigiera todo.
—Scourge, me estás aplastando —murmuró contra la almohada. Se encontraban en la habitación del ojiazul de los estampados de fuego, su nuevo lugar para llegar después de sobrellevar el día. Giró con fuerza, el mayor lo tenía atrapado en un abrazo que no iba a romper.
Tenía el presentimiento de que pasaría algo así, se sentía un peluche, y lo amaba.
Una vez se acercó para besar a Scourge mientras luchaban contra la rata fea y azul. La cara de Tails fue todo lo que requirió para saber que Sonic y él aún no interactuaban de ese modo.
—Scourge. —Hundió su rostro en el cuenco del cuello del erizo,
—¿Te fastidiaron? —preguntó con la voz ronca que solía tener al iniciar el día.
—No, solo quería que despiertes —respondió. El erizo aflojó su agarre y permitió que el otro pudiera estirarse—. ¿Quieres acompañarme a mi cuarto de baño?
—¿Tiene lubricante?
—Más que eso. —Mordió su labio inferior.
—Después podemos ir al salón principal, la nueva vista es mejor...
—Mi trono no está listo —objetó Miles.
—No tienes que sentarte en el trono. —Intervino con una sonrisa confiada, el menor pudo descifrar lo que quería y no evitó emocionarse—. Yo estaré en el mío.
El vulpino lo pensó mejor y tal vez sí, hasta podría decirle cómo lo quería sin palabras.
¿Y cuándo necesitó usarlas?
Fin
✧✧✧
¡Buenas nocheeeees! = ), espero que se encuentren bien <3. ¡Sin palabras!
Iba a tener otro nombre y tuve un problema con la edición, así que estaré pendiente xdxdxd.
Ciertooo, es mi primera obra donde todo es sexo y no hay trama xd, siempre quise escribir una como esta <333, leí varias de otra pareja y me llamó la atención no profundizar en una historia que podría derivar en otra.
¡Muchas gracias por leer! Nos vemos dentro de estos días con otro capítulo único y Sontails ;
Tengan una bonita Semana Santa (perdón por esta obscenidad, de paso :,, )
¡Cuídense mucho! <3 ✨
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