XXII. Búsqueda

—¿Quieres que les dé una lección a esos tipos? —preguntó Trueno Sombrío, haciendo crujir los dedos.

Cordelia rio.

—¿A los de la taberna? No hace falta que lo hagas tú. En cuanto sus ojos te vean vivito y coleando, te aseguro que se van a arrepentir de haber nacido.

—Y te tendrán mucho más miedo a ti —afirmó el muchacho.

—¿Tú crees?

—Incluso yo sentí pavor cuando te vi con una aguja en la mano —confesó.

—Ni que fuese tan mala... —se defendió ella.

—«Mala» no es la palabra, sino «torpe».

—¡Oye!

Cordelia le dio un ligero empujón a modo de réplica.

—Te has venido un poquito arriba —comentó el joven.

—¡Tú te lo has buscado!

—Eres muy valiente si crees que puedes meterte con Trueno Sombrío sin sufrir las consecuencias —afirmó él.

—¡Puedo meterme con Trueno Patético lo que me dé la gana! Es totalmente inofensivo... —lo contradijo ella, en tono burlón.

—Bueno, será mejor que me vaya —se limitó a decir, como si intentase recuperar algo de dignidad.

—Está bien. Nos vem...

De pronto, Cordelia advirtió dos siluetas familiares a tan solo unos pasos de distancia.

—¿Qué están haciendo ellos aquí? —se preguntó en voz alta.

—¿Quiénes? —Trueno Sombrío se volteó lo más rápido que pudo.

—¡Maldición! —espetó ella— Tengo que irme ahora mismo.

Trató de alejarse corriendo, mas el muchacho de negros cabellos la tomó de la mano, impidiendo que se marchara.

—Dime qué es lo que está pasando —le pidió.

—No hay tiempo. Yo... te prometo que te lo contaré en otro momento. He de irme antes de que me...

No tuvo tiempo de terminar la frase. Los alaridos de Simón, que la había reconocido, la habían callado por completo.

—¡Ahí estás! —Señaló a la muchacha.

Cordelia comenzó a correr con todas sus fuerzas, dejando atrás al misterioso joven todavía desconcertado. Trueno Sombrío se dirigió a aquellos que buscaban a la muchacha, decidido a protegerla.

Era el tipo de persona que, cuando tenía una idea clara en la mente, no era capaz de cambiarla. Y la única idea que giraba en torno a su mente en aquel instante era que ellos no podían dar con la joven bajo ningún concepto.

Ese era su único pensamiento: aquella chica frágil como una flor y fuerte como sus espinas.

—Ni se os ocurra dar un solo paso más —amenazó.

—¿Quién demonios eres tú? —inquirió uno de ellos. Era joven y su pelo era de un rubio apagado.

—Eso no importa —se limitó a responder.

A continuación, sacó su letal daga. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por aquella idea.

—¡Al diablo con esto! —estalló el otro. Este era mayor y portaba una gran barba castaña.

A Trueno Sombrío le llamó la atención la cicatriz que le marcaba el rostro. Entonces, vio que metía la mano en un viejo zurrón y se hacía con un cuchillo.

—Estos niños de hoy en día no saben utilizar un arma como es debido.

Aquellas habían sido sus palabras antes de lanzar el cuchillo sin miramientos, el cual aterrizó justo al lado de la punta del pie derecho del muchacho.

—No tengo ganas de perder el tiempo con más críos —dijo el hombre— Vamos, Marco.

Dieron un par de pasos hacia delante, pero Trueno Sombrío les cortó el paso de nuevo.

—¿Qué queréis de ella? —preguntó con su áspera voz.

—Queremos salvarle el pellejo. ¡Corre gran peligro! —habló el joven.

—No des explicaciones inútiles, Marco —lo reprendió el varón.

—¿Gran peligro? ¿A qué os referís? —preguntó el moreno muchacho, que había fruncido el ceño sin darse cuenta.

—Primero responde tú a mi pregunta, ¿quién rayos eres? —volvió a cuestionar el menor.

—Soy Trueno Sombrío, protector de la República de Thys.

—Maestro, ¡es un compinche de Álvaro! —concluyó el joven.

El hombre agarró al muchacho de oscuros ojos del cuello de la ropa, cogiéndolo totalmente desprevenido.

—¡¿Qué le estabas haciendo?! —vociferó.

—No tengo por qué responder.

Entonces, sirviéndose del puñal, rajó el brazo del varón de la cicatriz y consiguió que lo soltase. A continuación, empezó a correr en pos de la joven que había huido despavorida.

Debía preguntarle a qué venía todo aquello, quería saber quiénes eran esas personas y, ante todo, por qué motivo la estaban buscando.

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