7

El frío invadió sus cuerpos de pies a cabeza. Gon tenía que abrazarse para conservar el calor. Su camisa delgada no era suficiente. El clima se sentía más frío por alguna razón, como si estuvieran cerca de una costa o cerca del mar, con la bella luna llena y las estrellas atravesando las hojas de los árboles para iluminar sus cabezas.

Los árboles le llamaban la atención, eran más grandes de lo normal y todo estaba muy silencioso a excepción del extraño canto de un ave, que se calló abruptamente.

— Hay que avanzar rápido, no me agrada estar en este bosque de noche —mencionó Geru, abrazándose.

— Tardaremos toda la noche en buscar la salida de este bosque —. Dijo Kanzai—. Lo mejor será que descansemos, mañana seguiremos.

— Concuerdo con Kanzai está vez—. Opinó Piyon, cargando a un niño—. Si vamos de noche nos perderemos fácil o podríamos ser atacados por alguna criatura.

— Si —Cluck, algo dudosa, miro la cueva nuevamente —. ¿Creen que ese chico se fastidie si dormimos en la entrada de su casa?

— No lo sé—. Respondió Kanzai—.  Pero no tenemos otro lugar en donde estar.

Todos estaban por entrar a la cueva, pero se quedaron estáticos. Unas pequeñas y evidentes sacudidas en el suelo alarmaron a todos.  Las piedras pequeñas bailaron ligeramente sobre el pasto. 

Los nerviosos carcomieron sus pieles. Alluka se aferraba a la falda de Cluck mientras ella intentaba calmarla, al igual que Piyon y Geru con los niños que estaban a su alrededor. Zushi y Gon estaban algo tensos con cada movimiento, porque tenían la impresión de que las sacudidas se hacían más fuertes a cada segundo.

Gon aferró a Machi y Zushi a Shizuku, pero al mismo tiempo abrazaron a otros niños.

— Tranquilos todos, seguro es un temblor —intuyó Kanzai. 

Cada uno pensó que podría ser cierto. Para el alivio, llego el aire a sus pulmones cuando... todo se detuvo repentinamente. Pero no duró mucho tiempo.

El silencio era penetrante, y fue quebrantado por otra sacudida, al mismo tiempo que algo enorme saltó a los cielos entre los árboles, dejándose ver como un ángel negro al pasar delante de la luna e iba a caer en ellos. Aquel ángel iba descendiendo en picada, permitiendo apreciar como su enorme mandíbula se iba abriendo. Las alarmas se encendieron. Instintivamente, Gon apretó a Machi contra su pecho junto a otros tres niños, para dirigirse corriendo a la cueva. Eran un grupo enorme y se dividieron en dos grupos impares para evitar que aquel monstruo les cayera encima.

Gon pensó que no lo iba a lograr y, por último, saltó a la cueva cayendo de espaldas. Su ropa se embarró de tierra y las piernas de los pantalones se rasgaron, dejando al descubierto sus pantorrillas. De milagro pudo evitar que Machi y los otros niños que salvó se lastimarán al hacerlos caer sobre él.

Se cubrieron sus rostros por la ventisca de tierra que entró a la cueva. El monstruo cayó en donde estaban antes.

Su corazón y sus otros sentidos estaban más despiertos que nunca. Desde adentro pudo ver al ángel. Y no era un ángel. Era una criatura gigante, como de 3 metros y medio. Su cuerpo era obeso y de color fucsia con rayas moradas y verrugas amarillas dispersas por todas partes. Sus patas tenían unas garras gruesas y filosas, como en toda su espina dorsal hasta el final de su cola pequeña, parecida a la de un cono.

Se distrajo tanto por la figura del monstruo, que apenas le presto atención a unos gritos y al enorme mordisco que hubo debajo de su nariz. La sangre se le heló. El monstruo se incorporó hasta solo dejarle ver sus patas, para luego ver gotas escarlatas gotear al pasto.

Se le escuchaba engullir.

Machi quería gritar por la sorpresa, de la misma forma que los otros tres niños que Gon tenía en brazos, pero les tapó la boca. Él también se contuvo de gritar.

Paralizado, sintió que lo agarraron por atrás para alejarlo más de la entrada de la cueva, junto a los niños que sostenía. Se asustó, pero al mirar de reojo, hacia atrás, vio que eran Cluck y Geru. Ambas tenían raspones en el cuerpo. Al llegar atrás con ellas, vio a Alluka y otros niños más con ellas, pero no eran ni la mitad. Una idea explotó en su mente, y quiso llorar. Kanzai, Zushi, Shizuku y los demás no estaban.

"No... No... No por favor..." 

Algo se rompió dentro de él de golpe, acabando con sus esperanzas. Una cabeza cayó al pasto y fue recogida con la ayuda una escurridiza lengua, como la de una serpiente. Las ganas de vomitar no faltaron; se le había revuelto el estómago por el asco. Pero luego, a cierta distancia entre los arbustos, se logró disuadir a: Zushi, Kanzai y Shisuku. Los estaban viendo detrás de los arbustos, guardando silencio, para ocultarse silenciosamente y no ser descubiertos.

Lo que creía roto dentro de él se recuperó. Estaban bien, y quizás todavía quedaban más.

El monstruo agachó todo el hocico para lamer la sangre que quedaba. El único ojo que se podía admirar era el izquierdo; el exterior era todo amarillo y la pupila era verde oscuro. Se veía como un animal torpe por la manera en la que removía la tierra con el colmillo en su nariz, intentando saborear los restos de su presa. Todos estaban quietos, pero ese día no era el de su fortuna. Su ojo miró en su dirección y se percató de sus presencias, parando de cavar con la nariz para acercarse a la cueva. Intentó meter la lengua para alcanzarlos, pero no le funcionó. Todos trataron de no gritar para no llamar más la atención, pero la criatura cambio la lengua por el colmillo de su nariz. Se alejaron más de la entrada para que no les atacará o comiera, dividiéndose por los costados de la entrada de la casa de Killua. El colmillo llegó a ser tan largo que si llegó hasta donde estaban hace poco y, al entender que no alcanzaba nada, empezó a hacer movimientos bruscos por dentro para llegar más al fondo. Las piedras empezaron a caer del techo, por lo que Geru abrazó a Gon y a los demás con fuerza para protegerlos.

Gon creyó que ese sería el fin, que al parecer no volvería a ver a su tía como tanto deseaba, pero un gritó de una voz conocida lo cambio todo. El monstruo sacó su colmillo de la cueva y miró hacia atrás, a la persona que lo había llamado. Curioso, se asomó por un espacio libre que había dejado el monstruo y se sorprendió, tampoco lo podía creer. Kanzai estaba llamando la atención de la bestia y tirándole piedras.

"¿¡Estás loco!?", pensó impactado,

— ¡Oye tú, maldita bestia! —Llamó, mirando serio y algo nervioso a ese ser de fantasía. Su piel estaba ligeramente aperlada por el sudor. El miedo le recorrió mientras recogía otra piedra. — ¡Por aquí! —Le tiró otra piedra, está vez a la nariz.

La piedra le causó un ligero fastidio, sacudiendo un poco la cabeza, pero eso fue suficiente para que este le pusiera toda su atención a Kanzai y le soltará un rugido sonoro.

Kanzai, sin pensarlo dos veces, empezó a correr. El monstruo empezó a perseguirlo. Los árboles se derrumbaron por la fuerza que utilizó la criatura al pasar corriendo. Desde la cueva se podía ver la torpeza al correr del monstruo, parecía drogado.

Ambos se fueron, perdiéndose de vista al pasar de los segundos. Su corazón estaba estático. Zushi y Shizuku salieron de su escondite para ir hacía él, y se alegró de que estuvieran bien.

—  ¡Zushi, Shisuku! —Casi chilló de alegría, y los abrazó. —  ¿Están bien?

— Sí, sí —afirmó Zushi, jadeando por los nervios. — Kanzai dijo que nos ocultáramos mientras él distraía al monstruo—. Procesó su explicación mientras controlaba su respiración, dándose cuenta de lo ilógico que sonó—.  ¿Eso siquiera es normal? —preguntó retóricamente, sorprendido.

No escuchó del todo lo que dijo Zushi. Lo que menos le interesaba la veracidad de la existencia de los monstruos. Lo que más le importaba era Kanzai. El idiota estaba cometiendo suicidio, y por eso no podía apartar la mirada de la dirección en donde se fue.

— ¿Gon? —. Llamó Zushi, al verlo preocupado—. ¿Estás bien?

"¡No, no estoy bien!", respondió en su mente. "Ya perdimos a varios, ¿Qué rayos cree que hace?"

"¡Solo ve, demonios!, ¡Dices querer protegernos y hacerte cargo de todos, pero no estuviste presente cuando Cluck más te necesitaba!, ¡No cometas ese maldito error por segunda vez y ve a cuidar a todos, carajo!", recordó, "¿Lo habrá hecho... por lo que le dije?"

Sin responder nada, salió corriendo por puro impulso tras Kanzai. No sabía por qué, tenía miedo. La única respuesta que se le ocurrió es porque antes fue serio con él, y porque no entendía su situación. Ahora, sabe que él se siente como un completo fracaso; Gon también quería proteger a los demás, y no tampoco pudo hacerlo. Fue muy ingenuo al tomarse con tanta facilidad todo el significado de aquella palabra, pero al menos sabe que Kanzai lo intentó, que fue mejor que no haber hecho nada. Gon sabía que esa no era una excusa, y lo sabía, pero Kanzai hizo mucho por él y por todos. Y ahora se ofrecía como merienda.

"Kanzai, ¡Eres un idiota al haber hecho eso!, ¡Te voy a matar!"

— ¡GON! —. Gritó Cluck—.  ¡VUELVE AQUÍ! ¡¿ADÓNDE VAS?!

— ¡A SALVAR A KANZAI! —respondió sin dejar de correr.

No podía permitir que Kanzai se sacrificará de esa forma, no al menos sin agradecerle todo lo que hizo.

"¡Eres un idiota!"





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