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El contrario se levantó y la saludó de la misma manera, dejando a una mejor vista el atuendo diferente que traía al suyo, que lastimosamente no le dejaba mucho a la imaginación hacer lo suyo. Su marcado cuerpo nívea era tapado por unos pantalones azul marino, unas botas negras con tacón, una especie de faja blanca aferrada a su cintura y una playera sin mangas color azul marino que acariciaba un poco sus hombros descubiertos con el pelaje blanco de un animal peligroso y fino. Con su ondulado cabello pelirrojo hacia arriba perfectamente ordenado.

— Tan educada como siempre mi estimada señorita. No me esperé verte aquí. Que yo sepa tú nunca te separas del amo Kurta.

— No es para nada peculiar, simplemente sigo órdenes —hablaba con calma, no podía mostrar ni un dejo de sus emociones internas. Con el tiempo había madurado más, ya no era la niña que lloraba por todo. 

— Lo comprendo perfectamente, pero del que me sorprende más esa rebeldía es de Killua.

Escucharlo le puso los nervios de punta al mencionado.

— ¿Por qué estaría aquí sabiendo del llamado del amo Kurta?

—  Tendrá sus razones. Yo no tengo por qué meterme.

— Por tu forma de ser lo puedo entender.

— ¿Puedo saber el motivo del por qué te encuentras aquí?

— Vine a darle un mensaje al amo Kurta. Es importante.

— Comprendo. Entonces espéralo. Mi amo llegará pronto.

— La verdad me da curiosidad. ¿Por qué haría un llamado de esa magnitud?

— No deberías ni de preguntártelo. No al menos con el nivel que tienes. Ni yo lo haría. Deja de ser curioso.

— No. No, Deyanira. Tú lo haces por lealtad a un amigo. No por su cargo, y lo sabes bien —le dijo y se volvió a sentir en la misma posición de antes.

— No debería ni de estar hablando de este tema contigo —rectificó, dirigiéndose a las escaleras y cerrando la puerta que daba paso a las escaleras del ático.

Killua entendió por qué los encerró.

— No hagan ruido, por favor —murmuró Killua—. Créanme, no es bueno que él los descubra.

Gon y Kanzai sin decir nada asintieron. 

— ¿Tan peligroso es? —preguntó Gon en murmullos.

Killua asintió. La forma en la que lo miró le hizo a Gon entrar en contexto de la situación.

Deyanira se puso a distraer a Hisoka con unas pláticas casuales, incluso se llegó a escuchar que le ofreció té. Por fortuna, al cabo de un rato, llegó Kurapika, quién al ver a Hisoka se puso pálido. No se esperaba su visita en ningún momento.

— ¿Hisoka? 

El mencionado se reincorporó y lo saludo de la misma manera que saludó a Deyanira.

— Buenas tardes, amo Kurta.

— ¿Qué se te ofrece? —preguntó mirándolo con neutralidad.

— Sé que no le gustan los imprevistos, pero tengo un mensaje del amo Lucifer.

Eso pareció intrigarle a Kurapika. En especial a Killua, quién podía escuchar a la perfección usando su sentido auditivo.

— ¿De Chrollo?, ¿Qué necesita él de mí?

— Solo me pidió que diera el aviso a la reunión que quiere organizar mañana, es sobre el Evraroko.

— Entiendo, estaré ahí entonces. Gracias por decirme. Puedes retirarte.

Hisoka se despidió formalmente de él y se fue de la biblioteca. Solo espera que Kurapika y Deyanira no notarán su reacción incontrolable. Había sentido algo nuevo en su interior después de tanto tiempo. Era como la excitación, solo que mejor. La curiosidad y el riesgo es algo que siempre anheló experimentar, y sin duda eso lo motivaba a saciarse.

Ahora solo tocaba regresar con su amo. De camino por el pueblo, que ya estaba regresando a lo suyo, mira a la criatura favorita de Killua siendo alimentada y se llena de energía a él mismo. Tenía que controlarse en el fondo, y para eso tuvo que suprimir las yemas de sus dedos sobre su hombro con sus afiladas uñas rozando su piel. Aguantando las nuevas emociones, se perdió a lo largo del bosque para regresar al castillo de la familia Lucifer.

— Dime, Deyanira. ¿Los descubrió?

— Solo tuvo la sospecha, no doy nada por hecho. Pero no los vio.

— Entiendo. ¿Dónde están?

— En el ático. Ahora les avisó.

Deyanira fue a abrir la puerta del ático y los dejó salir. Ya no había peligro. Acto seguido, Kurapika cerró cada puerta y ventana, pero sobre todo la entrada. 

— Ya está todo cerrado. Pueden andar por la biblioteca tranquilamente —avisó Kurapika.

— Uf. Eso estuvo cerca. En serio tuve miedo, pensé que ese demonio nos descubriría —dijo Gon.

— Por fortuna no nos vio, o al menos eso quiero pensar. Si ya he visto lo que es capaz Killua, no me sorprendería saber de alguien más fuerte, sobre todo desde que perdió sus poderes —soltó Kanzai.

— No te preocupes, aquí nadie los encontrará —dijo Killua—. Ahora podrás ver el libro sin ningún problema.

Los ojos de Gon brillaron con esa idea.

— Sí, síganme —solicitó Kurapika, y todos le siguieron el pasó.

Cruzaron junto a la recepción y se fueron todos por un pasillo largo hasta el fondo, incluso parecía más gran el lugar por dentro que por fuera. La iluminación de las velas rojas le daba un toque místico. Llegaron al final del pasillo, posándose en el umbral de dos puertas con símbolos extraños. Kurapika tomó las manijas doradas y abrió las puertas, dejando ver un pequeño cuartito cubriendo las paredes con estanterías llenas de libros y con un libro gigante en medio, que captaba la atención de cualquiera que entrará gracias al candelabro que lo glorificaba con su luz carmesí y por la gigantesca estatua de una criatura con cola de león y alas de murciélago que sostenía el libro entre sus enormes colmillos y gruesas garras.

Los dos humanos quedaron ligeramente impresionados por el ambiente espectral. Daba hasta miedo.

— Wow... son muchos libros —dijo Kanzai.

— Sí, ¿Recuerdas qué te dije que esperáramos hasta llegar a la biblioteca? —comentó Deyanira—. La razón es por qué aquí está documentada toda la historia de la humanidad. Desde su época de las cavernas hasta su mundo moderno. Y también lo que pasó con ella después de la conquista de los demonios a los humanos.

— ¿Cómo que nos conquistaron?

Acto seguido, Kurapika les explicó todo, incluso les comentó el motivo de cómo ocurrió todo.

— ¿No había más espacio en el infierno? —preguntó Kanzai.

— Sí. Después de que sonaron unas trompetas nosotros pudimos ser libres y ganamos una guerra con el cielo. Después de eso ellos no pudieron hacer nada para detenernos. Por ejemplo, para nosotros, las trompetas son nuestro símbolo de liberación y de burla hacía los de arriba.

— Que interesante, pero... entonces..., ¿El Nen era usado para combatir contra ustedes? —inquirió Gon.

— Sí. La razón por la que estamos atrapados en está Isla es por el Nen —argumentó Kurapika—. Y la estatua que sostiene el libro es el guardián que defiende la investigación de Pairo Kurta.

— ¿Y no se moverá? —preguntó Kanzai.

— No si el libro no sale de la biblioteca. Pero si se sienten inseguros lo agarró yo —dijo Kurapika, tomando el libro con delicadeza.

A Gon y a Kanzai les dio escalofríos cuando el rubio tenía el libro en manos. Lo había sacado de la boca y de las garras de una criatura que podría matarlos si no seguían las reglas dichas por el príncipe. Que adrenalina...

Los cuatro salieron del pasillo y se dirigieron a la mesa, donde Kurapika posó el libro con cuidado. Su pasta era de cuero y en medio tenía escrito la palabra "NEN" en mayúscula con un hexágono encerrando la palabra, y abajo en pequeño venía escrito el nombre del investigador con un rombo atrapando todo en conjunto.

— Les advierto que el libro está en nuestro idioma y de que es un tema bastante extenso, pero yo se los leeré y les mostraré como pueden hacerlo cuando los entrené.

— Pero..., ¿Los demonios pueden manejar Nen? Dijiste que solo los humanos pueden hacerlo —cuestionó Kanzai.

— Y es así, yo suelto otro tipo de energía. No tengo Nen, pero les diré como podrán hacerlo, ¿de acuerdo? —contaba Kurapika.

Los dos humanos asintieron.

Deyanira se fue a acomodar las tazas y la tetera que le sirvió a Hisoka cuando lo atendió.

Kurapika se puso a explicar sobre el Nen y les tradujo al idioma humano junto con Killua lo que pudieron, o al menos lo primordial para que los dos humanos comprendieran como iba a ser su entrenamiento.

— Cuando empiecen a entrenar su Nen, lo primero que debemos hacer es que se habrán sus nodos, eso les permitirá liberar su energía, tal como yo hago con la mía de la misma forma que lo hice hace un rato. Es lo más viable, porque según este libro, también se pueden abrir los nodos si un usuario que ya usaba Nen los abre por la fuerza. Aquí dice que podría ser riesgoso debido a las intenciones con las que se busca obtener el Nen, además de causar una discapacidad o la muerte. Sin duda fue mandado para personas que tienen buenas intenciones, si caía en malas manos, quien sabe que hubieran hecho los humanos con deseos insanos con ese poder.

— No me gustaría imaginármelo, si es que es cierto que es tan poderoso —insinuó Gon.

— Ahora hablemos de sus cuatro bases fundamentales: Ten, después de abrir los nodos van a tener que evitar que el aura se escape. A no ser que quieran desmayarse y perder su vigor juvenil, por eso los humanos envejecen a su manera; Zetsu, esto evita que los nodos de Nen liberen más aura; Ren, es una aplicación directa del Ten, la diferencia es que podrán liberar toda el aura que deseen sin perderla, como un método ofensivo, porque Ten es defensivo; y por último Hatsu, que es el más importante y les permitirá tener un hándicap con la Isla para que acepte el trato que le hagan. El Hatsu es una expresión personal de Nen que crea una habilidad paranormal especial y única. Eso es lo que tendrán que ofrecer para ser libres de está Isla, si lo hacen, quizás la Isla se sienta complacida para liberarlos —comentó el rubio, animando a los dos humanos.

Killua había preferido permanecer callado. Estaba pensativo y Gon lo notó, le preocupaba que pensaba.

— ¿Una expresión personal? —preguntó Kanzai—. ¿Cómo así?

— Algo que los represente, o mejor dicho, algo que refleje el propio carácter de una persona. Solo necesitan descubrir que tipo de Nen son de este hexágono con la técnica del agua y la hoja y podremos empezar con su entrenamiento de Nen. ¿Ahora si le creen a Killua sobre el Nen, chicos? —preguntó el rubio, mirando significativamente a los dos chicos.

A Kanzai lo persigue el recuerdo del golpe que le propinó a Killua y entiende su pregunta. Tenía todo para creerle. Gon había vuelto a estar en duda, pero ahora volvieron a desaparecer. Y Kanzai, finalmente, le creyó al demonio que los condenó a una Isla peligrosa.

Soltó un hondo suspiró rendido.

— Sí, le creo —soltó Kanzai, convencido de lo que le mostraron del libro.




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