55
— Estoy algo nervioso... —musitó Gon.
A una distancia considerable todos se mantenían pacientes, esperando a recibir una señal por parte de Kurapika. Ocultarse de los demonios de una forma tan simplista parecía una broma. Kanzai era el que tenía más dudas, ¿En serio la ropa de Killua sería suficiente para ocultar su aroma? Podría ser, pero algo no calzaba del todo.
Deyanira permanecía atenta esperando órdenes de su protegido. Habían planeado todo en el camino. Solo quedaba esperar.
— ¿Cuál es la biblioteca? —preguntó Kanzai, viendo el pueblo escondido en unos arbustos con Gon.
Se podía ver a varios demonios haciendo lo suyo, como si fueran personas haciendo vida cotidiana.
— Es la que está por en medio del pueblo. Fue construida ahí hace mucho tiempo para que esté más protegido —respondió la chica.
Gon la miró curioso.
"¿Protegido?"
— ¿De quién lo protegerían si ustedes son criaturas peligrosas? No es por ofender, pero... —preguntó Gon—, no hay nadie quién pueda invadir esa biblioteca sin toparse con algún demonio, ¿De quién defenderían el lugar?
La rubia giró su cabeza para verlo con incertidumbre, confundida con las palabras dichas por él.
— ¿Es que los humanos ya se olvidaron de todo? —se preguntó ella—. Bueno, si tenemos en cuenta de que no saben Nen creo que es lo más seguro.
— No se han olvidado del todo, al menos un porcentaje de ellos —agregó Killua, llamando la atención de los dos chicos—. He llegado a ver libros sobre el Nen, pero unos están incompletos o quizás hay muy pocos que queden. La mayoría se ha concentrado en la vida que han podido recuperar hace miles de años. No he conocido hasta ahora a un humano con Nen, y la verdad tampoco es que haya tenido mucho tiempo en el mundo humano como para hacerlo.
— ¿De qué hablan? —preguntó Kanzai.
— ¿Cómo no pueden saber sobre ello? Tal parece que la humanidad se ha vuelto más olvidadizos e indulgentes desde que se liberaron de nosotros, no han cambiado en nada.
— Si lo explicarás desde el principio te entendería —contestó Kanzai, serio.
— Entonces lo haré en la biblioteca, no es momento para estar desconcentrados. Al menos no yo. Tengo órdenes que seguir —se posicionó, atenta al horizonte. Un soldado firme.
Y ahí se pusieron a esperar una señal. Nada debía salir mal.
Killua se sentó a los pies de un árbol al lado de Gon. Lo vio de soslayo y notó sus manos hechas puños con un temblor. Él sabía que Gon solo fue para acompañar y proteger a Kanzai, y puede comprender su miedo. Todo podía salir mal si se cometía un error, les costaba la vida ir a esa biblioteca.
Con el corazón en la mano, posó sus dedos sobre su dorso, exaltando al contrario y enlazando miradas con él. Quería trasmitirle toda su seguridad y la certeza de que nada le pasaría con él protegiéndolo.
Gon se calmó al ver la suave y acogedora sonrisa de Killua. Sus dedos dejaron de temblar y enlazó los dedos con los suyos en busca de fuerzas.
Las mejillas de Killua reaccionaron inconscientemente, pero intentó disimularlo para seguir apoyando al chico con su tacto. Él estaba listo para pelearse con garras, poderes y colmillos con cualquiera que osará hacerle daño.
Luego de una larga espera vieron el extraño comportamiento de los demonios mientras esperaban a distancia. El primero que tuvo que aguantarse la presencia de su futuro soberano fue Killua, no debía seguir el llamado de su amigo por más que este lo exigiera con su presencia. Deyanira por el contrario ni se inmutaba, ella había sido entrenada para soportar el poder de los nobles. Kurapika no la había elegido como su guardaespaldas solo por ser su amiga de infancia.
Kanzai y Gon solo podían temblar de miedo por la magnitud de esa energía. Tenían el corazón en la garganta queriendo salir para escapar, ya que estaba claro que esos dos no se irían, ni podían por el paralizante terror que se inyectaba en sus venas.
Los dedos de Gon y Killua no se soltaron en ningún momento. Kanzai se abrazaba a sí mismo sin querer abrir los ojos, el miedo no le dejaba mirar. Gon por el contrario los abrió y al instante sintió los brazos del albino envolviéndolo para darle seguridad por más que este estaba sufriendo igual. Lo tenía encima con su mano ocultando su rostro en un hueco de su cuello y él lo cargo a modo nupcial apurado, lo que menos quería era pensar, solo debía concentrarse en luchar contra el mandato de Kurapika.
Deyanira cargó a Kanzai en su espalda.
Todos los demonios salieron corriendo saliendo despavoridos de sus casas, no importaba de que edad fueran.
— ¡Vamos, Killua! —ordenó Deyanira al ver a todos yéndose a la entrada del pueblo.
— ¡Sí! —respondió.
Los dos salieron corriendo al pueblo lo más rápido que pudieron. Se toparon con la primera casa y saltaron por los tejados para llegar más rápido al techo de la biblioteca, donde podrían entrar por una ventana.
Gon temblaba de miedo y sentía las lágrimas salir sin motivo alguno. Lo único que podía hacer era aferrarse a Killua buscando protección. Antes de ser cargado, logró verlo bien con poca claridad, pero sentía el sufrimiento en sus ojos y el temblor de su cuerpo. Ahí supo que Killua sufría también, y no podía hacer nada. Mientras más se acercaban por donde venía esa energía la situación empeoraba para su cordura.
La onda expansiva de poder que había liberado Kurapika se dejo de transmitir. Así fue más fácil.
Llegaron al tejado de la biblioteca y entraron por la ventana de una habitación.
El aire volvió a entrar con pureza a los pulmones. Las lágrimas y el sudor recorrían la cara de los dos humanos y la tranquilidad volvía de a poco a sus cuerpos en el suelo.
— Gon, Kanzai, tranquilos —dijo Killua, tratando de hacerlos reaccionar. Se había agachado a la altura de los dos para verlos—. Ya pasó.
Kanzai pareció reaccionar más rápido después de que se palmeó con fuerza una de sus mejillas. Su mano temblaba por la falta e control que podía ejercer en ellas, y prosiguió con un par de palmadas más para controlarse.
— Sí, sí. Ya. Ya estoy bien. Uff. Eso estuvo fuerte. No podía ni moverme —dijo Kanzai.
— Ese es el poder de un demonio noble —argumentó Deyanira—. Es difícil no sudar con una orden emanada de su presencia. Me tomó mucho tiempo acostumbrarme para que me permitieran ser un guardaespaldas.
Gon todavía no se calmaba del todo, sus piernas no se quedaban quietas pesé a que se repetía que no temblara. Su cuerpo no respondía a sus peticiones.
— Gon.
El mencionado miró a Killua, quien apoyó su mano sobre una de sus rodillas descubiertas. A Killua se le había olvidado de conseguirles ropa más cómoda. Esa sería su siguiente tarea. Pero ahora, lo único que importaba era calmar al Gon temeroso frente a sus ojos. Habían logrado lo más difícil.
— Tranquilo, en serio. Ya están a salvo —insistía en lo mismo, y acarició su mejilla limpiando las lágrimas con el pulgar—. Ya no llores. Todo está bien.
Su corazón seguía medio desbocado, se sentía como un animal siendo ahorcado por un yugo. La adrenalina iba descendiendo, pero la actitud que había tomado antes le había hecho sentirse vulnerable, eso no le gustaba. Y que Killua lo viera de esa forma lo avergonzó. El que trataba de verse fuerte y se rendía ante la presencia de un demonio.
Sus mejillas le arden de la vergüenza, no quería ver a nadie. Por otro lado, Killua sujetó sus mejillas para que no dejará de mirarlo. Necesitaba mentalizar.
— Gon, tranquilo. Ya todo está bien.
— N-no es eso... estoy frustrado. Me dio mucho miedo y por eso estoy molesto... Yo vine con fuerzas para ayudarte, Kanzai... Y lo primero que hago es sucumbir por un demonio...
Kanzai lo miró anonadado y lo abrazó para apoyarlo. Gon se sorprendió, pero correspondió aferrándose.
— Gon, eso no es tu culpa —rectificó Kanzai.
— No seas tan crítico contigo mismo —dijo la chica del grupo—. Estabas en una situación que se escapaba de tu control. Mejor recrimínate eso cuando aprendas el Nen, ahí si podrás contrarrestar más fácil la presencia de los demonios —alentó con una sonrisa.
— ¿Eso se puede? —preguntó Gon.
— Sí, Gon —afirmó Killua con una sonrisa dulce y lo abrazó con cariño.
Gon correspondió, se sintió seguro con el abrazo de la misma forma en la que lo cargo cuando fueron a entrar a la biblioteca.
— Podrás hacer eso y salir de aquí también. Mejor anímate —. Animó Killua. Esa idea se supone que debía de hacerlo feliz, pero en su lugar se interpuso un profundo vació extraño. No pudo evitar mirar al albino de otra forma—. Vamos, hay que ir por el libro —dijo después de levantarse, extendiéndole la mano.
Gon recibió su mano como si lo tuviera programado; su mente andaba en otro planeta.
— Sí —respondió sin más.
— Vengan, este es el ático. Lo que verdaderamente buscan está aquí —explicaba Deyanira frente a unas escaleras que descendían—. Síganme.
Observó mejor su entorno, y era cierto, el sitio por donde habían entrado era más un ático con las estanterías organizadas llenas de libros y cajas de madera negra con el mismo contenido.
Todos siguieron a la chica escaleras abajo. Llegaron al primer piso y con tan solo segundos, Deyanira les bloqueo el paso a Gon y Kanzai con el brazo.
— Deténganse —les murmuró mirándolos de reojo.
Gon se extrañó y al ver a Killua erizado no supo que darse a entender. Kanzai iba a hablar, pero se cayó al instante al escuchar una voz diferente a la de los chicos que lo acompañaban.
— ¿Deyanira?, ¿Killua?, ¿Son ustedes? —preguntó el desconocido, que se le oía del otro lado de la estantería.
Deyanira y Killua olfatearon mejor el lugar; no se habían dado cuenta de la presencia de un tercero en el lugar por el fuerte olor y el desprendimiento de poder del rubio.
Gon y Kanzai se tensaron ante la latente idea de que podía ser un demonio.
"De entre tantos demonios..., ¿Por qué él?", se preguntó Killua fastidiado y nervioso.
Deyanira hizo un gesto de silencio con su dedo en los labios para avisar a los dos humanos que tenía encargados y prosiguió su camino como si nada, tan firme como le habían instruido en su entrenamiento.
Salió de detrás del librero y se presentó con el torso recto y una mirada neutral ante ese demonio con el que no te podías fiar ni un pelo. Lo vio sentado con los brazos y piernas cruzadas en una silla dándole la espalda a la mesa de madera.
Él pasaba raras veces por la biblioteca y su sola presencia junto a la suya la ponía muy incómoda, pero ahora se sentía inquieta y nerviosa por miedo a que descubran a Gon y a Kanzai ocultos tras la estantería.
Los dos humanos junto con Killua retrocedieron subiendo las escaleras de regreso sin hacer ruido, usando las manos y las puntas de los pies.
— Oh~, por lo visto no me equivoque. Tu aroma y el de Killua son inconfundibles, aunque no mentiré. Sí me costó intuirlo por la presencia del amo Kurapika. Supongo que Killua estará arriba, ¿No es así? —decía sonriendo con su peculiar encanto.
— Buenas tardes, Hisoka —saludó la chica haciendo una leve reverencia con el antebrazo extendido sobre su vientre, común entre compañeros según su escala de poder—. Cuánto tiempo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top