23

— Que gusto verte, Killua. Pensé que no te vería hasta después de unos meses —mencionó un joven, mientras acomodaba unos libros en unos libreros. 

— No empieces a quejarte. Hace tres días vine y si vas a reprenderme por eso, lo lamento, ¿Ok? —respondió, acercándose a donde estaba el chico—. Y no me lo tomes a mal, pero no soy de esas personas que pasan las veinticuatro horas en una biblioteca. 

— Sí ya sé, pero sabes que paso casi todo el día aquí por el trabajo. Cuando tengo descanso nunca logró contactarme contigo a tiempo —se excusó en respuesta. 

— Ya lo sé, Kurapika. Pero sabes bien que no me gusta mucho estar en este pueblo —dijo, apoyándose en un lateral de uno de los libreros. 

No era la primera vez que hablaban de lo mismo. Siempre tenían una excusa por sus propias razones entre ellos. Un día Kurapika se había dado cuenta de que usaban el "pero" casi como un juego cada vez que la situación se repetía; era como un juego inconsciente. 

Él era Kurapika Kurta, miembro de la familia Kurta y guardián del conocimiento de aquella gran biblioteca, que era uno de los grandes cargos importantes que él mismo eligió. Él era un chico alto, esbelto y recto. Su apariencia era algo andrógina, pero era más duro que el acero y más frío que un témpano cuando quería. Su tez blanca, casi de porcelana, estaba cubierta por el uniforme que usaba en el trabajo: un traje de cuerpo completo blanco; un tabardo negro con dobladillo circular dorado aferrado a su cintura; y unos zapatos planos del mismo color que el tabardo. Se veía tan elegante y refinado como siempre, luciendo su lacia melena rubia por su nuca y su frente, rozándole sus grandes ojos grises.

La biblioteca iluminaba los alrededores con velas que soltaban un intenso color escarlata; referenciando la habilidad especial que la familia Kurta poseían, la cual era cambiar el color de sus ojos a carmín. No es la única familia con esa capacidad, mayormente esta habilidad es descendencia del ser que creo al tipo de demonio que eran. Solo el diez por ciento de la población en esa Isla tiene esa habilidad, que son los de sangre noble y familias importantes a lo largo de la historia de su existencia. 

— Sí, lo sé, Killua. No te preocupes, mejor dejemos eso de lado —sugirió—. ¿Quieres un té? —preguntó al acabar de ordenar los libros, y se dirigió al mostrador de madera aislada con un encaje de oro y encimera de mármol. 

— Sí, gracias —aceptó siguiéndolo al mostrador. Apoyó los codos en la encimera.

— Entonces ve a sentarte en una de las mesas, yo voy en un momento. 

Kurapika entró por una puerta detrás del mostrador. 

— Bien, espero. 

Killua fue directo a una de las tantas mesas de madera aislada de color negro que había y esperó sentó en una de las sillas hechas del mismo material. Se quedó observando el lugar; siempre estaba ordenado y limpio, no se esperaba menos de Kurapika, lo malo era el aspecto sombrío de la decoración. A pesar de que afuera el sol iluminaba perfectamente al pueblo, todo se veía envuelto en un pasaje de penumbras.

— No entiendo por qué Kurapika elegiría encargarse de la biblioteca habiendo mejores opciones de elegir para él... —dijo para si mismo, usando sus brazos de almohadas en el respaldar de la silla y acostando las pantorrillas cruzadas sobre la mesa. Sus ojos se perdieron en el techo con solo hacerse a la idea de tener que esperar—. Pudo haber elegido el área de siembra junto con la familia Nostrade... eso es más beneficioso.

La verdad era que Killua necesitaba unos consejos, quería encontrar la forma de llevarse bien con los amigos de Gon y con el mismo Gon. Sin olvidar mencionar la inquietud que siente cada vez que lo tiene delante. Se sentía bastante extraño. Esa primera vez que lo vio una chispa estalló en su pecho. Ver su valentía y afecto por los demás le llenaba por dentro, como si un vació se viera cubierto en su interior. Lleva ya unos días sin besarlo y se estaba desesperando un poco por una razón que apenas podía comprender por más que lo sopesaba. 

Antes tenía planeado lo que quería hacer; tener una familia. Ahora no sabe si identificar ese deseo con una atracción. Al tenerlo frente suyo un pequeño impulso le nació y sin que se diera cuenta ya lo había besado. Se sintió muy bien y tierno a su punto de vista, y cuando lo hizo por segunda vez esa sensación volvió a surgir; sin embargo, no se atrevía a aprovecharse y echar a perder la fe que Gon le estaba tendiendo. Si perdía su confianza, perdería la de los demás, algo demasiado riesgoso. Además de no atreverse a admitir que imitó las actitudes de un tercero solo por probar algo nuevo.

No tuvo que esperar tanto. Escuchó unos pasos y al bajar la mirada se topó con Kurapika acercándose con una bella bandeja de plata; encima había una bella tetera de cerámica blanca con negro en la punta de la tapa y en la trompa de la misma; dos tazas que hacían juego; un plato con cubitos de carne cruda; y dos tenedores negros con la forma de un trinche.

— Está vez no me demoré mucho, Killua. —Dijo adelantándose, haciendo alusión a las veces que se tardó en la cocina cuando le invitaba algo de comer. Dejó la bandeja en la mesa y miró incómodo a su amigo—. Por favor, baja los pies de la mesa —le pidió tranquilo, inconforme con su comportamiento. 

— Está bien, lo siento. —Le obedeció. Su intención no era molestarlo ni causar problemas; acudió a él para ser aconsejado. — Cambiando el tema, quería pedirte otro consejo.

— ¿Otro? —preguntó sirviendo el té.  

— La verdad es que sí, estoy un poco inquieto. Los humanos son tan complicados cuando quieren —contaba exhausto, agarró uno de los tenedores y pico un cubito de carne cruda.  

— Vas a tener que ser paciente —se sentó—. Tú eres el que se metió en esto. No te desesperes. Un día no te darás cuenta del tiempo que ha pasado y verás que tendrás lo que quieres.

— Sí, lo sé. Solo espero ganarme la confianza de él —volvió a comer la carne cruda. 

— ¿A él? Si te refieres a ese chico del que me contaste, por lo menos llámalo por su nombre.

Él y sus formalidades.

— No me siento digno de hacerlo —contestó, acostando sus brazos en la mesa con el mentón sobre ellos. Clavó el tenedor en otro cubito de carne y lo movió la parte superior adelante y atrás—. Bueno, por el momento... Ahora solo espero estar haciendo bien las cosas.

— Yo creo que sí las estás haciendo bien.

— ¿En serio?

— Sí, antes de que me contarás sobre él, tú no actuabas así. Eras un poco más agresivo y directo en tus palabras.

— Y lo sigo siendo, solo que... Estoy tratando de cambiar y... Lo máximo que se me ocurrió es ser más dulce y amable.

— No creo que solo se trate de ser dulce y amable. Tal vez es... Empezar de nuevo, siendo por ejemplo: otra persona. Una forma clásica de redención, si hablamos sobre nosotros claro —opinó y se llevó la taza a los labios.

— Tú que tienes más familiares, Kurapika, ¿Crees poder decirme cómo debo actuar? —inquirió—. Sé exactamente como debo ser pero, ¿Cómo lo demuestro?

— Yo creo que no. Sabes perfectamente como es nuestra especie, pero apenas sé de humanos mediante los libros. Si hablamos de las partes de su cuerpo, de su importancia y de lo capaces que pueden llegar a ser; ya sabes de que habló —lo miró significativamente. Killua entendió al ver su mirada afilada—. Creí que ya sabrías que hacer, entre tú y yo, tú eres el que convivió más con ellos al salir de la Isla.

— No salí tan seguido, y si lo hacía no le prestaba mucha atención a los humanos. Solo me divertía viendo su mundo. A penas llegue a ver algunas parejas humanas con hijos desde lejos o porque pasaba cerca, y... jamás llegue a entender bien ni me puse a pensar en ello. Hipotéticamente hablando: ¿Un hombre y una mujer tienen que estar juntos solo porque algo los une? Sí; pero una de dos, están juntos por sus sentimientos o por un hijo que nació sin ser planeado. Quizás hay más opciones que esas. Pero hablando de mis ejemplos; si fuera la primera opción, algunas veces ese sentimiento se apaga y se separan; y en la segunda puede ser el caso de unos humanos que vi un día. Los dos eran muy jóvenes y fueron obligados a estar juntos por sus padres para que asuman sus responsabilidades, todo porque la mujer se embarazó. Los observé por unos días por curiosidad para ver como iban las cosas, y fue todo muy intenso. Ellos se odiaban y se culpaban entre ellos por las cosas, haciendo llorar a su hija en varias ocasiones; no les importaba que fuera su bebé. Llegué a ver como eran otras dos familias humanas, pero no quisiera contarte tanto sobre ellos. Lo único que entendí es que solo piensan en si mismos y hay pocos que piensan en sus seres queridos —contó, y la imagen de Gon volvió a su cabeza. Su rostro suplicante y hundido en el pánico al ver que asfixiaba a sus amigos le hizo sentir culpa, por más que esa no haya sido su intención—.  O al menos eso creía, porque no negaré que había familias demasiado buenas. Y créeme que vi muchos tipos de familias que hacen las cosas a su manera, como por ejemplo; una madre que golpeaba a su hijo para educarlo como se debe, y aun así decía que lo amaba pesé a que lo golpeaba. Por eso si se trata de una familia humana verdadera, no sé mucho. Y peor si se trata de parejas entre hombres... 

— ¿Por qué peor? —preguntó curioso, sobre todo por la ideología que tiene Killua sobre los humanos. 

— He visto a algunos siendo juzgados porque gustan de su mismo sexo. Un día leí algunos de los libros de romance que ellos escriben; vi que varios son buenos, pero siempre me salen con que "el amor es lo más importante", y si se trata de este tema yo pensé en algo, un ejemplo mejor dicho: Imagínate que una madre se entera de que su hijo gusta de alguien con su mismo sexo, para después decir que es una deshonra..., que es anormal..., o que está loco. Y ahí es donde me viene mi pregunta..., ¿No que el amor era lo más importante?, ¿Dónde quedó esa frase que repiten en los libros si hay algunos que no son capaces de seguirla? La verdad es que no entiendo —acostando la mejilla en la mesa, intentó explicarse a si mismo en su cabeza. Los humanos hacían mucho estrago—. Y si no entiendo nada de eso, ¿Cómo puedo hacerlo feliz?

Kurapika sabía claramente que el amor entraba en varias oraciones y puede ser usada de muchas formas, pero por más que quisiera ayudar a su mejor amigo en este tipo de casos, si se trata de humanos no tiene mucha información. Para él mejor si se alejan los humanos de él; más paz y tranquilidad. Por otro lado, lo podía entender. Y según lo dicho por Killua; los humanos y los demonios no son tan distintos en su mayoría. Todos cometen errores. Tienen distintas maneras de pensar, de vivir y explicar. 

Entendió que Killua buscaba todo lo contrario a lo que ha sido él en un largo tiempo. Juzgaba tanto este tipo de cosas y a los humanos, porque podría decirse que una parte de eso es como él ha sido. Quiere buscar una familia perfecta, porque él jamás pudo experimentar completamente lo que era una. Kurapika sabe mejor que nadie que él casi no recuerda a sus padres y ni siquiera sabe como eran ellos con él; además de pasar la mayor parte de los siglos en un orfanato.

— Creo que deberías dejarte de tantos rodeos... —dijo sin más—. Supongo que debe ser importante ser dulce, amable y todo lo contrario a lo que has visto en algunas familias humanas; ser buenos entre ellos, apoyarse en sus decisiones y aceptarlos como son. Quizás no llegar a ser perfectos, porque nosotros los demonios tampoco lo somos, nadie lo es, pero puedes hacer la diferencia de aquellas familias si así lo quieres. Si no entiendes por qué aquellas personas fueron así, no es necesario. Ahora estamos hablando de ti y de lo que quieres ser. Si no te gusto como son algunas personas con sus seres queridos puede quedarse solo como una opinión tuya, porque aquí lo que importa es que quieres cambiar y hacer feliz a ese chico, ¿verdad?

— Sí. 

— Entonces deja de explayarte tanto en esas inseguridades. No pienses que les vas a caer mal. A mí opinión sería como hacer nuevos amigos. Intenta convivir más con ellos, tal vez eso ayude, y les puedes dar otra visión de ti mismo.

— No estaría mal, pero no se me ocurre nada para hacer sin que estén en peligro.

— Ya se te ocurrirá algo, estoy seguro, lo importante es que no debes dar por perdido lo que quieres. De todo lo que he aprendido trabajando aquí, puedo estar seguro al decir que siempre hay una solución para todo. 

Killua le sonrió a Kurapika en muestra de agradecimiento.

— Sí, gracias.

— No hay de que agradecer.

En ese momento Killua no pudo evitar sentirse algo tonto. Desde que Gon le contó que le iban a dar una oportunidad se puso tan emocionado y a la vez tan inseguro. Quería darles una buena impresión a todos. Pero no sabía exactamente que hacer y menos con humanos. Si se hablaba de humanos solo pensaba en aquellas familias que vio a lo largo de sus viajes por el mundo humano que solo lo confundieron más por las mil preguntas y dudas que se le avecinaron, llevándolo a querer recibir un consejo de Kurapika. Pensó que se necesitaba algo más para ser una familia "perfecta". Quizás una ley, una orden o un requisito. Él no sabía, y sintió mucha gracia de si mismo al habérselo pensado tanto cuando la respuesta era tan simple. Sus temores eran tan prejuiciosos al punto de llevar a lo ridículo. Sin darse cuenta se estaban hostigando. Se había convencido de que sería difícil dejar de ser el monstruo con esos humanos presentes en su hogar.

Siguió hablando con Kurapika un rato más y se fue. Se le había ocurrido algo que quizás les gustaría a Gon y a sus amigos.

Salió de la biblioteca junto a una chica rubia bien uniformada con la que se despidió de manera sutil y siguió con su camino.



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