18
Al acabar de comer, Gon decidió ir a hablar con Killua. Ya lo había mentalizado. No le gustaba sentirse agobiado cuando debería encontrarse molesto con él por lo que hizo sabiendo las consecuencias. Y ahora es cuando se pregunta, "¿Qué pasaría si dejó de pensar en mí, y en todo lo que lo involucra, y me pongo en su lugar? Hice lo mismo con Kanzai y creo que no hace mucha diferencia si me pongo en el lugar de Killua, quizás..."
Inhalando por la nariz, y suspirando por la boca, fue a cruzar el largo pasillo de la cueva. Las luces siguieron su recorrido, prendiéndose con cada paso que daba. Necesitaba hacer las paces con él por dos motivos: El primero, era porque necesita saber más sobre la Isla; y lo segundo, era porque necesitaba disculparse por la forma altanera con la que se dirigió a su persona, tal vez él si sufre igual que ellos, o quizás mucho peor, contando que dijo que perdió a su familia. La verdad es que se sentía algo indeciso, ambos pasaban por casi la misma situación de una forma diferente.
"¿Y si eso es lo que quiere, Killua? ¿Una familia?"
La inquietud empezó a congelar sus huesos cada vez que se acercaba a la habitación de Killua. No sabía como iba a acabar la conversación y temía que las cosas no salieran bien, sobre todo contando que apenas sabía de Killua, y no quería que se tomase nada mal lo que vaya a decir. Ni siquiera tenía idea de como empezar a hablarle.
Mirando al frente divisó el final del pasillo. Tragó en seco. Se iba acabando de a poco, y al final de este logró ver los faroles prendidos dentro del cuarto. Ahí estaba Killua.
Sentía como la piel se le ponía de gallina y se frotó un poco los brazos para relajarse, queriendo que se le pasase esa sensación estremecedora que te daban los bellos erectos de los brazos.
Tomó un gran suspiro y se adentró tocando el arco circular de la entrada al cuarto de Killua.
— ¿Killua?
Miró el interior del lugar con detenimiento. Killua estaba dormido sobre la cama en la que antes él había despertado. Su cuerpo estaba abrigado y acurrucado bajo un edredón blanco. Se veía tan tranquilo a vista de Gon, dándole la espalda. Verlo ahí, durmiendo como un bebé, le hizo pensar al instante en una ocurrencia, que si Killua llegaba a enterarse lo ahorcaría seguramente.
"Parece un gato. Y luego se queja de que lo llamen así"
"Tal vez debería dejarlo dormir, no quisiera levantarlo de mal humor"
Se decidió por acomodarle las sábanas para hacer que duerma con tranquilidad. Ya le hablaría después del tema, pero algo le llamó la atención. Un olor raro a pasto y planta se hizo presente, y al oler bien encontró la fuente del aroma; era Killua. El aroma de aquella planta que lo envolvía completamente era dulce y suave, tanto que por curiosidad olfateó un poco su cabello sin ser intrusivo. Tomó un pequeño mechón, sin jalar, y olfateó; la suavidad de sus greñas entre sus dedos era similar al de un algodón, pero le daba cosquillas en la nariz. La curiosidad le entró en la cabeza. Jamás había olido algo parecido, y supuso que quizás era el aroma de alguna planta de la Isla; como el olor de algunas plantas que llegaron a conquistar su sistema respiratorio cuando fue a buscar a Kanzai.
Acariciaba con cuidado el cabello de Killua para evitar despertarlo, y para su suerte él no mostró señales de vida. Iba a parar, pero se tensó al sentir algo aparecer repentinamente debajo de sus dedos. Sus ojos fueron deslumbrados por dos adornos en cada lado de la cabeza de Killua hasta desaparecer. Parpadeo un par de veces para que sus ojos dejen de estar encandilados, solo para toparse con dos protuberancias peludas; orejas de gato. Una de ellas había aparecido bajo su mano, encarcelada, y sin pensarlo mucho lo acaricio con la punta de los dedos.
Un ronroneo se hizo presente y se sobresaltó retirando la mano, temiendo haberlo despertado, pero él no hizo nada, seguía dormido como si nada y paró de ronronear. Se alivió, y para estar seguro se acercó a ver si no despertó y, efectivamente, seguía dormido. Se quedó observando sus orejas y acarició una con cuidado usando un dedo, dudando de si de verdad era una oreja de gato real; lo era. Usó dos dedos para seguir acariciando con delicadeza, y volvió a quedarse quieto al escuchar otro ronroneó de su parte, acurrucándose más en la cama.
"Le gustan las caricias como todo un gato."
Parecía una bolita de pelos como cualquier mascota... que quiere cariño..., tal como Colt dijo.
Se distrajo un poco, analizando más las cosas en sus pensamientos. Se suponía que Killua era el malo y ya había encontrado una supuesta debilidad suya. Eso no era algo que se esperaba.
Lo vio removerse y se puso alerta. Estando al borde de la cama, admiró como él renacía por debajo del edredón. Por la sorpresa dio un brinquito de la cama, despertándolo más. En sus adentros deseaba que no se enojará por haberlo levantado.
Killua volteó en su dirección por encima de su hombro. Entre sus ojos a medio caer se podía notar como recuperaban el brillo poco a poco.
— ¿Mh? —Se mostró confundido al verlo—. ¿Qué haces aquí? —preguntó sin mostrar señales de enojo.
— Yo... —Estaba nervioso, pero había ido a su cuarto por un motivo y debía cumplirlo. Lo había estado acariciando y no quería que se diera cuenta, si es que se llegaba a enojar si se enteraba—. Vine a hablar contigo, no quise despertarte.
— No importa, ¿Qué sucede? —dijo adormilado, hundiendo la cara en la almohada.
— Quería venir a disculparme, Killua.
Él encarnó una ceja, intrigado.
— Y lo digo en serio. Sé que debería tener más confianza en ti, porque es cierto... No tengo de otra pero... Lo hice porque tengo miedo... Como no sé nada de este lugar temo dar un pasó en falso y... Que todo empeoré... O que lo ocurrido se repita. Además... Tampoco te supe comprender Killua...
Killua abrió los ojos con algo de sorpresa mientras lo miraba.
— Por eso quiero estar en paz contigo. No voy a poder olvidar jamás lo que pasó antes, pero en serio no quiero deprimirme más. Por eso te pido disculpas. Tú... ¿Me perdonarías? —preguntó inquieto, parado enfrente de su cama sin quitarle la mirada de encima.
Él no dijo nada pero se quedó mirándolo tranquilo. Pasaron unos segundos eternos, en los que intento mantener la mirada clavada a sus inexpresivos ojos azules, hasta que lo vio reincorporarse sobre la cama. Killua se acercó a él. Gon intentó retroceder por instinto, pero no pudo al recibir un abrazo en su cintura. Lo tenía apegado a su cuerpo, ocultando su rostro en su cuello, como si buscará un refugio. Su cabello le daba cosquillas y quedo tieso cuando sus brazos lo rodearon. Sorprendido. No se lo esperó.
— Esta bien. Te perdonó —musitó con sus labios rozando su cuello. Sintió escalofríos al sentir su cálido aliento contra su piel, sin olvidar mencionar la extraña el tic que le daba cerca del cuello y eso le dio algo de cosquillas—. Pero tienes razón, tengo parte de la culpa aunque no haya sido intencional, por eso también perdóname.
Titubeó por dentro al pensar que decir, pero tenía que seguir.
— Está bien, también te perdonó —dijo, correspondiendo su abrazo.
— Perdona también si fui grosero con ustedes. No soy de interactuar tanto, mucho menos con los humanos, y por querer tener todo de frente lo hice a costa de su voluntad, perdón —decía con el rostro aún oculto en su cuello, un poco encorvado. En su voz se podía sentir su arrepentimiento.
No sabía si era intuición propia o no, pero por la forma en la que entonaba lo que decía, sentía que esas palabras significaban algo.
— Entiendo pero cambiando de tema, hay algo que me tiene un poco curioso..., siéndote sincero... No parece que me quieras como tu pareja... ¿Qué es lo que realmente quieres teniéndome contigo?
Él se quedó callado por un rato y prosiguió en un susurro.
— Una familia... —dijo y, callando un poco, prosiguió—. Mostrabas un inmenso cariño por los demás como lo hacían las familias de mis amigos, y creí que... Si te tenía tal vez pudiera sentir un poco de ese cariño...
Esas palabras lo conmovieron a pesar de los contras que tenía hacia la situación, pero la actitud que tiene y su forma de pensar le mostraron que por la soledad se quedó con la mente de un niño, uno que no creció adecuadamente por la falta de enseñanzas de alguien mayor, de su familia...
No pudo evitar sentir pena por él. Gon había perdido a su tía, pero al menos tuvo a sus amigos, quienes lo ayudaron a crecer, y la verdad, no se quería imaginar lo dolorosa que fue su solitaria vida al no tener a nadie que lo apoyará. No justificaba nada, pero llegó a sentir empatía por aquel ser que quería ocultarse en su presencia.
— Una familia se muestra respeto, cariño y se da apoyó mutuo, Killua. No puedes obligarnos a ser tu familia... —titubeó—. Pero puedes ganarte nuestro cariño...
Killua se separó de él y lo miró a los ojos. Antes no se había dado cuenta por pensar tanto. Ahora era consciente de la humedad; tenía el cuello y la camisa mojada, y al verlo a los ojos vio que estaba llorando ligeramente. No supo como reaccionar al verlo indefenso.
— No llores —pidió dulce, usando la manga de su ropa para limpiarle las lágrimas—. Si puedes tener una familia, Killua —. Le sonrió tratando de animarlo—. Pero debes ser paciente y tenernos confianza. Si lo haces, nosotros la tendremos contigo, y lo mejor que puedes hacer ahora es demostrarle a los demás y a mí que si podemos ser felices aquí a pesar de los peligros que corren.
Killua intentó calmarse y suspiró más relajado al conseguirlo, solo para mirarlo después de que su voz dejará de temblar.
— Esta bien. Lo haré.
Gon le sonrió más. Killua se sentó para calmarse mejor y, como tenía la mirada algo baja, se acercó para acariciar sus orejitas, pensando que eso ayudaría. Él no mostró quejas, todo lo contrario, se dejó hasta que se sobresaltó levantando la mirada para verlo cara a cara. Su rostro delataba confusión mientras tocaba sus orejas.
— Que raro, juré que las tenía guardadas.
— Ehm... Mira, como estamos poniéndonos sinceros te voy a decir la verdad —dijo, sentándose a su lado—. Cuando vine a hablar contigo sin querer acaricie tu cabello y salieron tus orejas —reveló, sintiéndose algo incómodo al ser tan sincero con él.
— Oh, ya veo... —murmuro apenado, apartando la mirada. Sus mejillas emanaban un tenue color rojo—. Este... ¿Crees que...?
Se le veía nervioso y no lo miraba a la cara, sino al suelo por el rabillo del ojo. A simple vista no es como si fuera gran cosa; sin embargo, para los demonios era un acto de cariño y confianza. Sus orejas eran delicadas por su sensibilidad y, a ojos de su especie, es visto como un acto de tacto más intimo. Normalmente ese contacto se daba con la familia o pareja, y la zona en donde se encuentran es tan delicada que salen a relucir de forma inconsciente. Para Killua sin duda fue un placer sentir afecto.
— ¿Qué pasa? —preguntó curioso.
Él se veía incómodo y tenso. Al principio Gon no pudo entender porque Killua no le respondía.
— ¿Crees que... puedas seguir... acariciándolas? —pidió apenado, sin alzar la vista.
La petición lo dejo un poco perplejo, pero no le molesto en lo absoluto. Sus orejas eran suaves, así que antes de responderle le empezó a acariciar las orejas
— Claro —respondió, acariciándolo.
Ambos volvieron a cruzar miradas, y Gon casi grita cuando Killua lo recostó en la cama, acostándose sobre él con su mejilla debajo de su clavícula. Lo vio acurrucarse y sintió un gran alivio. Por un momento pensó que se iba a aprovechar de la situación, pero no fue así, y se fastidió consigo mismo al darse cuenta de que no sería fácil dejar de desconfiar de él, y eso es lo que debía dejar de hacer.
Volvió a acariciar sus orejas y sintió sus ronroneos, con sus brazos aferrándose con suavidad en su cuerpo. "Es lo menos puedo hacer por él", pensó. Tomó las sábanas y tapó a Killua hasta el cuello, incluyéndose, para continuar acariciándolo. Sentir y escuchar sus ronroneos le daba ternura; además de pensar en el gato de su abuela Abe. Como extrañaba a ese condenado.
Gon pasó el rato mirando hacia arriba, pensativo, para luego darse cuenta de que estuvo muy equivocado con Killua al mismo tiempo que lo veía dormir.
"Al parecer no eres tan malo como creí, Killua"
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top