La diosa y el caballero...

Caminaba por los pasillo acompañada de su escolta de esa semana.

Variar de guardaespaldas había sido idea de los sabios del consejo, con la explicación de que los caballeros no se les subiera el humo al escoltar a alguna de las diosa.

Aunque ella jamás había aprobado esa idea... jamás consideró necesario necesitar una escolta, no la necesitaba... ella era perfectamente capaz de cuidarse a si misma...

Y ahora sólo se sentía... infeliz...

Era él quien la estaba escoltando esta vez.

Y estaba molesta porque cuando fue seleccionado al azar, se mostró tan incómodo y se negó al principio, pero cuando Fanatio lo fulminó con la mirada tuvo que acceder con resignación.

Recordar eso sólo hizo que su mal humor fuera más notorio, hasta para su acompañante.

Él como de costumbre, prefería no hacer comentarios o preguntarle la razón de su malestar.

Siempre hacia eso desde hacia ya dos años...

Todo había comenzado desde la ceremonia de los nuevos Integrity Knight. Siempre que ella lo buscaba, él tenía algo que hacer o se inventaba cualquier excusa para luego salir huyendo.

La diosa al principio creyó que aquella distancia era temporal, que era solamente porque él había subido de rango y quería tomar en serio su trabajo... pero el tiempo fue pasando y la distancia sólo crecía más y más cada día.

Se inclinaba ante ella como todos los demás, le hablaba formalmente y ya ni siquiera pasaban tiempo a solas para divertirse o pasear como siempre lo hacían ellos... solamente ellos dos...

Hasta incluso Eugeo y Alice tenían más cercanía con ella, que a pesar de poner su distancia formal como siempre, cuando entraban en confianza hasta podían hablar de cosas cotidianas o incluso les preparaba postres como cuando eran niños... incluso a veces podía considerar la posibilidad de que ellos la vieran como una amiga y el sentimiento, por supuesto, era mutuo.

Esa cercanía que tenía con ellos sólo comprobaba que volverse Integrity Knight no tenía nada que ver con aquella fría formalidad con la que él se dirigía a ella cada vez que la veía.

Él ni siquiera seguía los protocolos más simples cuando era más joven... ¿por qué era así ahora?

Y lo más extraño es que parecía que efectivamente había cambiado drásticamente de la noche a a mañana... después de la ceremonia...

¡Era tan confuso y molesto! 

Eso la hizo gruñir y parar en seco.

Él caballero la volteó a ver y se preocupó

Stacia-sama... ¿Se encuentra bien...? — Al fin había hablado después de todo ese rato de escoltarla.

Stacia-sama...

Ahora se dirigía así a ella. Eso la hacía irritarse mucho más.

Perfectamente... — Respondió entre dientes y con sequedad — Sólo deseo parar unos segundos... estoy cansada...

¿Le duele algo? ¿Quiere que llame a Ayuha-sama para que la revise? — Su preocupación aumentó en su tono de voz.

Eso la hubiera conmovido anteriormente. Siempre se mostraba recio a la hora de expresar sus sentimientos e inseguridades y se le hacia lindo e incluso adorable cuando con cierto trabajo le confiaba sus preocupaciones.

Pero ahora... ahora él se preocupaba el doble por ella y sabía que no era por la relación cercana que alguna vez tuvieron... sino por su deber de caballero... al menos eso siempre era lo que él le contestaba cuando le preguntaba el por qué hacía así las cosas ahora.

Le había preguntado tantas veces sobre ese cambio repentino que tuvo y siempre obtenía esa misma respuesta. Eso hacía que la palabra "deber" sonará como un insulto para ella.

— Estoy perfectamente bien... — Respondió con fastidio en lo que sentaba en una banca cercana — Sólo me duelen los pies, he estado parada todo el día y los tacones no ayudan...

Entiendo...

Suspiró, él antes hubiera rematado ese comentario con alguna broma o comentario sarcástico, algo muy propio de él.

Pero ahora sólo se podía resignar ante esos comentarios cortos y respetuosos hacia su persona.

La diosa se quitó los tacones un momento y miró a su escolta parada frente a ella a una distancia prudente.

Otra cosa que él hubiera hecho antes; hubiera sido sentarse a su lado y sonreírle juguetonamente, como el niño que había conocido y que se volvió en aquel hombre de dieciocho años ahora.

Esos días parecían tan lejanos e incluso se cuestionaba si alguna vez habían sucedido o ella se los inventó por el cansancio de haber vivido por tantos siglos.

— ¿No deseas sentarte...? — Aunque ya se sabía su respuesta, ella nunca dejaba atrás su tono de esperanza.

No gracias, Stacia-sama... debo mantener mi posición... — Fue todo lo que dijo con un tono y expresión sin emoción.

Ya estaba harta — Kirito-kun...

EL joven adulto la miró — ¿Sucede algo...?

— ¿Por qué ya no me llamas "mi diosa"...? — Preguntó en un tono molesto, pero este era más triste.

Kirito abrió los ojos y se ordenó a si mismo no perder la compostura ante la mirada severa de la diosa.

— Como caballero le debo respeto a todas las diosas... así que lo mejor es no dirigirme así solamente a usted — Contestó como mejor pudo.

La diosa en vez de calmarse como él esperaba, había fruncido mucho más el ceño — ¿En serio esa es tu razón...?

Él tragó y asintió con trabajo.

— ¡Es suficiente! — Golpeó la banca en lo que se paraba.

Kirito se alteró ante ese arrebato y miró la banca que había recibido la furia de la diosa y apenas ella se paró, esta se partió en dos.

¡Había roto la banca con sólo un golpe!

— ¿Por qué has cambiado tanto conmigo Kirito-kun...? Yo sigo siendo la misma y tú también, yo lo sé... estoy cansada... te extraño...

El latido del pelinegro se descontroló y comenzó a sudar. La diosa aún tenía ese poder sobre él y sólo porque se esforzaba por poner una distancia considerable con ella, no se había dado cuenta de esa habilidad que tenía solamente ella sobre él y por el bien de ambos... era mejor que jamás lo supiera.

Habían sido dos años en los que se sintió morir y preferir ir al infierno que estar así de lejos de esa bella diosa, esa diosa que formaba parte de sus pensamiento todos los días; por las mañanas, las tardes y las noches... ni si quiera en sus sueños podía dejar de pensar en ella y anhelarla como un vil pecador...

Y eran esos pasamientos y sueños los que lo hacían recordar por qué era necesaria esa distancia.

El joven caballeros retomó su postura recta y la miró tratando de ocultar sus verdaderos pensamientos.

— Lo mejor que puedo hacer es poner esta distancia... así la puedo proteger mejor...

— ¿Pero es necesaria una distancia así de abismal...? — Sus ojos se volvieron cristalinos.

El corazón de Kirito cayó al suelo. Lo mataba verla así, era lo que más odiaba en la vida y se odiaba a sí mismo por ser el que provocó aquello.

— Me escoltas y te tengo cerca al punto de poder tocarte... pero...— Ella se atrevió a acercarse al punto de colocar sus manos cubiertas con unos finos guantes blancos sobre la coraza de su armadura — pero estás tan lejos de mí también... y eso lo odio...

La diosa pegó su pecho al de él, provocándole una descarga eléctrica que logró hacerlo respirar de nuevo, pues lo había dejado de hacer apenas ella colocó su manos sobre él, aunque su respiración se volvió irregular.

— ¿Las cosas no pueden ser como antes... Kirito-kun...? — Preguntó tiernamente, con la esperanza de que él accediera ante ese tono que siempre usaba cuando quería que él hiciera algo por ella y tal vez ese toque tan familiar podría ayudarle también.

Y estaba funcionando... a Kirito le estaba costando la fuerza de mil hombres para no caer en la tentación de abrazarla, abrazarla para jamás dejarla ir de nuevo...

"El deber de los caballeros es servir para protegernos... son peones nada más... si muere uno se reemplaza con otro..."

Las duras y frías palabras de la diosa Solus siempre rondaban por su cabeza cada vez que pensaba retractarse en poner aquella distancia con Stacia.

Para él no pasaba desapercibida la sonrisa triunfante de la diosa del Sol cada vez que lo veía actuar con tanta formalidad y respeto con su hermana mayor. Parecía vigilarlo cada vez que podía en sus momentos a solas con la diosa pelirroja, incluso podría estar vigilándolos ahora.

Al recordar todo eso, el caballero dio varios pasos hacia atrás, asegurándose de no tener ningún contacto con la deidad.

Mi deber es protegerla... nada más puede ser aparte de eso... — Dijo eso con un tono muerto y la mirada más fría posible de todas.

Stacia lo observó y sonrió sin emoción, aunque era su manera de resistir las lágrimas que amenazan en deslizarse por sus mejillas tibias.

— Tu deber... tu deber es patético — Respondió fríamente como él.

Y sin más, la diosa giró sus talones para retomar su camino con prisa, ahora lo único que quería era estar en su habitación y llorar para si misma.

Mientras tanto él, se tragó el nudo de su garganta, la siguió y trató de alcanzarla a la velocidad que ella estaba usando.

— No deseo que me acompañes... — Ella le dijo a lo lejos — Desaparece...

Stacia-sama... se me ordenó acompañarla para protegerla...

Y de nuevo, la diosa paró en seco y él casi chocó contra ella, pero afortunadamente paró a tiempo y a una distancia prudente.

Pasaron unos segundos de silencio muerto para que luego ella decidiera hablar.

— ¿Por qué me llamas Stacia-sama...? Odio ese honorífico...

— Es necesario usarlo para todas las figuras divinas como usted o sus herma...

— ¡Pero yo siempre lo he odiado desde que me volví diosa!

El caballero retrocedió unos pasos ante ese arranque de la diosa...

¿Desde que se volvió diosa...? ¿Y eso qué quería decir...?

Tenía esas duda el pelinegro, pero no preguntó debido a que no era de su incumbencia.

La diosa lo volteó a ver finalmente y se acercó con fuertes pisadas hacia su posición y él casi juró que lo iba a abofetear, pero esas acciones no estaba en la naturaleza de ella.

Ella siempre era tan amable y afectuosa... aunque podía llegar a dar miedo o enfrentar cientos de monstruos con su espada divina... pero ella jamás olvidaba sus principios y trataba de no agredir a nadie mientras pudiera.

Esas características hacían que sus sentimientos se revolvieran y un nudo siempre se formara en su garganta al no poder estar con ella como él deseaba...

La diosa se detuvo frente a él, con el ceño fruncido.

— Siempre he odiado que me traten así... me hace sentir que no existe mi persona y que sólo me respetan por mi posición como diosa... y yo no quiero eso...

Kirito abrió lo ojos, pero ella continuó hablando antes de que él pudiera decir algo en su defensa.

— Odiaba que todos se dirigieran a mí de esa forma y cuando creía que necesitaba resignarme ante eso... entonces un niño de cuatro años me llamó directamente Stacia y sin formalidades...

La diosa se mordió los labios para poder reprimir lo más que pudiera sus lágrimas. Tenía que decirle eso hasta el final con la mirada firme.

— Un niño que había sido seleccionado entre mucho otros para ser aprendices de Integrity Knight, fue traído junto con los demás a vivir y entrenar aquí en la Catedral donde yo tengo que estar todo el tiempo encerrada porque no "consideran" que el exterior sea "digno" de mí divina presencia — Se aseguró de destacar aquellas palabras con burla y rencor.

El joven sólo oía cada una de sus palabras y no entendía aún del todo a qué quería llegar la bella diosa frente a él con ese relato, sólo sabía que su corazón reaccionaba a cada una de sus palabras cada vez más con prisa.

— Recuerdo que me hicieron ir a ver a los nuevos aprendices solamente a mí y todos se inclinaron ante mí, con ese respeto que siempre he detestado y dirigirse a mí con ese honorífico... todos menos un niño...— No lo pudo evitar más, rompió en llanto mientras seguía relatando — Un niño que no se inclinó y tuvo la osadía de preguntar a qué hora servían en almuerzo.

Kirito abrió grandemente los ojos.

— Todos los presentes se habían sorprendido hacia ese acto que consideraban irrespetuoso y digno de un castigo severo, incluso Fanatio-sama estaba por reprimirlo... pero yo intervine y le ofrecí unos caramelos que había creado... su rostro iluminado era encantador y me gustaba que ese deleite no había sido por mí... ante la diosa que debes proteger por que es tu deber...

Él recordaba eso a pesar de tener sólo cinco años y era verdad que la mitad de su tiempo se preocupaba sólo por la comida o los dulces... pero esa diosa era su único deleite ahora...

Las lágrimas continuaban y ella se limpió con una mano unas cuantas — A mí... a mí nunca me había fascinado mi hogar... siempre añoré esta tierra por todos los seres humanos... pero jamás encontré algo que me motivará a venir debido a que no me dejaban salir más allá de las murallas de la ciudad y preferían que me quedara en la catedral durante mi estadía y las de mis hermanas... pero luego tuve un motivo... ese motivo era aquel niño de mirada de plata que adoraba los dulces más que nada en este mundo... yo me divertía a su lado siempre que lo visitaba, tratándome como una igual y a pesar de tener sus formalidades conmigo, nunca pasaba más allá de mi título de diosa y... esos momentos... esos momentos a su lado me hacian sentir... como una mortal... con un límite de tiempo, que quería pasar al lado de ese niño que se volvió un increíble hombre...

El llanto apenas la dejaba controlar su hablar y le dijo todo lo que sentía en ese momento por impulso, pero ya estaba hecho... había dicho todo lo que necesitaba decir y se cubrió la cara con ambas manos y no le importó manchar sus finos guantes blancos con sus lágrimas.

Oírla decir todo eso y verla llorar así hacían que el corazón del caballero se apretará y tenía ganas de llorar también, mientras se maldecía de todas las maneras posibles por haber hecho sufrir al ser que más le importaba en ese mundo.

Quería abrazarla... de verdad quería...

Mi diosa... yo... — Pero Stacia ni siquiera lo alcanzó a oír, porque apenas se dio cuenta de la escena que estaban haciendo en el pasillo, corrió hacia sus aposentos tan rápido como un destello.

¡No me escoltes más! ¡Es una orden de tu diosa! — Kirito la vio alejarse de él y gritar a la distancia en lo que se perdía en ese enorme pasillo — ¡A partir de ahora también pondré distancia contigo!

Por alguna extraña razón esas últimas palabras le hicieron sentir una estaca en su corazón.

Él sintió el impulso de perseguirla para aclarar las cosas, pero se resignó a sólo verla irse y él se quedó ahí... parado como una estatua y se sentía el imbécil más grande del mundo por haber hecho llorar... a la mujer que él... que él...

Era algo que jamás quiso admitir ni siquiera consigo mismo.

Soy una mierda... — Se pasó la mano por el cabello, revolviendo sus mechones de ébano, como si eso aclarara sus ideas absurdas o le quitara el dolor de cabeza que se estaba formando.

Ese dolor de cabeza que tenía desde hace dos años ya.

*

*

*

— De acuerdo, veamos qué pendientes hay para cada una hoy; Bien... Solus hoy irá al Territorio Oscuro para despejar el cielo por todo un mes entero para que pueda alumbrar el sol sus cosechas, yo iré a ver a los agricultores de Centoria para ver cómo van los sembríos y tú, querida hermana, tienes que ir a una reunión con los nobles que desean casarse esté año para recibir tu bendición antes de partir mañana a nuestro hogar...

La diosa más joven de sus hermanas leyó el pergamino arrugado, como de costumbre, todas las mañanas los consejeros de la Catedral les daban un pergamino con todos los pendientes que sólo las diosas podían realizar, nunca se saltaban un día y eso resultaba agotador para ella... al menos para Terraria y Stacia.

Y hablando de esta última... la diosa de verde se dio cuenta que su hermana se encontraba perdida mirando la nada; con una mano recargada sobre su mentón, observaba el exterior de la terraza en donde se encontraban desayunando en esos momentos.

Su mirada parecía triste y sombría, su ceño estaba fruncido y estaba mordiéndose el labio inferior.

Esa acción no era nueva para ella, desde hacía tiempo hacía siempre lo mismo, se perdía, suspiraba demasiado y siempre parecía de mal humor, pero eso no reducía la preocupación que sentía por Stacia, ella no era así... desde hacía dos años y medio se había vuelto así.

— ¿Stacia..? — Tocó su hombro, trayendo de vuelta a la preciosa diosa a la realidad,

— ¿Ah...? — Miró el pergamino que tenía su hermana entre sus manos — ¡Ah sí! Muchos matrimonios que bendecir hoy... que bueno que haya tanto amor en el reino, ¿no lo crees...? — Mostró sus blancos dientes en una sonrisa falsa, que obviamente no engañó a la menor de sus hermanas.

Terraria enrolló el pergamino para colocarlo nuevamente en la mesa frente a ella — ¿Te sientes mal...? No haz probado bocado alguno de tu desayuno.

Stacia miró su plato lleno de fruta fresca y su juego de naranja al lado de este. Efectivamente todo se encontraba exactamente igual a cómo lo colocaron frente a ella los sirvientes de la catedral.

— No te preocupes Terraria... es que estoy esperando a Solus para iniciar, además no tengo mucha hambre...

Su hermana la miró con preocupación y se atrevió a tomar su mano que se encontraba sobre la mesa — Tiene que ver con ese caballero... ¿o me equivoco?

Los ojos de ámbar de la diosa se abrieron. A veces olvidaba que su hermanita podía llegar a ser muy acertada.

Porque era verdad...

Desde aquella discusión de hace seis meses que habían tenido en el pasillo no le dirigía la palabra y si lo hacía se reducía únicamente a todos lo que tuviera que ver con su deber como diosa o el deber de él.

Por eso parecía ser lo único que a él le importaba... por eso prefirió dejar de intentar recuperar al joven pelinegro que ella conocía... su verdadero caballero...

Además le dolía que a él no parecía molestarle aquella distancia que ella había aumentado entre ellos, incluso parecía aliviado.

O al menos ella así lo veía...

Pero no quería preocupar más a su hermana.

— Por favor... — Tomó su vaso de jugo — Kirito-kun no tiene nada que ver en esto... — Declaró con seriedad mientras tomaba un sorbo.

Terraria entrecerró los ojos — Yo jamás dije que fuera él.

Stacia casi se atragantó con el jugo, que por ende, terminó tosiendo cuando le picó la garganta.

La diosa pensó en cualquier excusa para justificar la mención del nombre del joven de ojos ónix y su hermana para ahorrarle la humillación; decidió hablar.

— Stacia... sé que le tienes un cariño que va más allá de la relación que ustedes tenían cuando él era un niño — Esas palabras llamaron la atención de su hermana mayor.

Comenzó a respirar con dificultad — Te equivocas... él es como un hermano pequeño... lo conozco desde que es un niño y...

— Tú sabes mejor que nadie que el tiempo y la edad es irrelevante para nosotras — Habló firmemente — Sí, puede que al principio lo hayas visto como un niño bobo que por alguna razón te veías en la necesidad de proteger... pero es obvio que cuándo fue creciendo, algo en él cambió.

— ¿De qué hablas...?

— Siempre que nos íbamos del mundo mortal parecías tan deprimida, y no porque te gustara esta tierra o poder usar tu forma física, sino por él y no te atrevas a negarlo, es la pura verdad — La miró severamente prediciendo la acción de su hermana — Porque siempre que volvíamos por más que tratarás de esconderlo, lo primero que hacías al llegar no era ir a tu cuarto a descansar sino irlo a ver.

Stacia se sorpendió.

¿De verdad su hermana había notado eso?

Creía que ella solamente se concentraba en ir a ver el florecimiento de toda la flora de la catedral, no pensaba que se fijaría en sus escapadas con el espadachín negro.

— Y también sé que... — Tomó aire — sé que él podría... él podría... ya sabes... hacer que tú... — Unas cuantas lágrimas se deslizaron por sus mejillas.

Stacia miró a su hermana menor y su corazón se apretó.

— Yo quiero que seas feliz... pero eso... — Se limpió algunas lágrimas — eso significaría que dejaríamos de ser hermanas y yo...

Pero no pudo seguir continuar porque fue abrazada por su hermana. Stacia suspiró con culpa y frotó su cabeza — No importa lo que suceda... ustedes siempre serán mis hermanas... y siempre estarán en mi corazón...

Terraria jadeó pero la abrazó con fuerza también.

Stacia sonrió con tristeza y cerró sus ojos — Además... no tiene caso de hablar de algo que jamás sucederá... Kirito-kun jamás podría hacer eso porque no me quiere de esa manera... ahora sólo quiere cumplir su papel como caballero.

Terraria miró a su hermana con ingenuidad. No podía creer que no lo hubiera notado aún.

— Stacia, él te...

Buenos días — Oyeron una voz familiar bastante alegre, algo raro en esa persona.

— Buenos días Solus... — Ambas respondieron y miraron a su hermana aproximándose a la mesa para sentarse frente a ellas con una enorme sonrisa.

Solus comenzó a comer con vacilación, muy fuera de sí misma.

— Estás muy alegre hoy — Terraria señaló.

La diosa azulada se encogió de hombro mientras le daba una mordida a un pan tostado, sin quitar su sonrisa — ¿Por qué no estarlo...? Mañana regresamos a nuestro hogar.

Terraria apretó los labios con incomodidad mientras que Stacia frunció le ceño levemente — Veo que tu opinión sobre el mundo mortal no ha cambiado nada.

Solus chasqueó la lengua pero aún no quitaba su expresión alegre — Sé que tú y Terraria aman venir aquí, después de todo ustedes son diosas de "vida" aquí... pero yo pertenezco allá arriba como el Sol.

Su hermana mayor suspiró. Solus jamás cambiaría y la mención del regreso a su hogar la había vuelto a deprimir, lo cual no pasó desapercibido para la diosa frente a ella.

— Ohhhh vamos Stacia... volver a nuestro hogar te hará olvidar la discusión que tuviste con ese caballero hace meses...

Eso hizo que la diosa de la Creación abriera enormemente los ojos.

— ¿Nos...?

— Claro que los oí — Solus sacudió la mano con indiferencia — Y créeme, fue mejor que hayas aclarado las cosas con ese caballero...

— ¿Las cosas...?

— Sí, le dijiste que ya no querías que te hiciera escolta y creo que eso es lo mejor, para que recuerde cuál es su lugar como caballero y mortal al lado de una diosa como tú — Decía sonriente y segura de sus palabra, mientras que Stacia no comprendía cómo su hermana podía ser así de indiferente con la humanidad.

— Si le dije que ya no fuera mi escolta, fue por... — Se detuvo y aclaró su garganta — por un problema personal entre él y yo...

Solus giró los ojos — Pues lo mejor es qué recuerde cuál es su deber...

Su deber...

Esas palabras tan familiares retumbaron en todos los sentidos de la diosa pelirroja. Esa palabras siempre eran la excusa que ponía el caballero al distanciamiento que había creado entre ellos.

Proceso aquello y fue como si todo tuviera sentido ahora...

Solus andaba extraña durante la ceremonia; se veía inquieta y cuando había empezado la fiesta, ella se alejó del lado de sus hermanas y desapareció misteriosamente. Eso podría ser normal para cualquiera, pero no para Solus; ella prefería estar cerca de sus hermanas durante los eventos importante, su explicación era que las tres juntas se veían imponentes ante los demás.

A la diosa del Sol le gustaba que la respetaran a ella y a sus hermanas, siempre aprobó el papel de que las vieran superiores ante cualquiera.

Pero ahora que relacionaba esa desaparición en la celebración y el repentino distanciamiento de joven pelinegro hacia ella, iba formando una idea para nada agradable.

No era secreto que ella no soportaba a Kirito debido a la cercanía y confianza con Stacia. Recordaba que cuando ella lo trababa desde niño, muchas veces le sugirió, sin mencionar que en algunas ocasiones hasta parecía que le estaba suplicando, que dejara de frecuentarlo, a lo cual obviamente jamás hizo, por más que insistiera Solus.

Ante los ojos de ella, sólo parecía que Solus se sentía aliviada y contenta conque ya no tuviera aquella relación cercana con el joven... pero ya que lo estaba recordando mejor... no había parecido sorprendida ante la indiferencia y distanciamiento del caballero.

Tan sólo formar esa idea la hizo quedarse sin aire y un mal presentimiento se esparció por todo su cuerpo.

— Solus... — La nombrada volteó a verla — Fuiste tú...

— ¿Fui qué...? — Arqueó una ceja.

Stacia tragó con miedo de confirmarlo — Fuiste tú quién le metió esas ideas a Kirito-kun... ¿no es así?

Solus la miró un segundos e hizo una mueca de aburrimiento — Si esperas que niegue que le dije a tu querido caballerito qué es lo que valía de verdad... no, no lo negaré porque...

Pero no pudo continuar luego de escuchar un golpe muy fuerte sobre la mesa, que hizo que todos los alimentos del desayuno temblaran e incluso algunas tazas de té cayeron al suelo rompiéndose en el acto.

Solus y Terraria miraron a su hermana mayor y su expresión no mostraba a aquella diosa misericordiosa y bondadosa que conocían... ahora parecía todo los contrario de un ángel; su expresión se volvió fría como el hielo, tenía los dientes apretados como si estuviera resistiendo decir miles de cosas horrendas y las manos estaban sobre la mesa aún después de aquel golpe que dio que la hizo levantarse.

Las diosas temblaron, pero más Solus, esa mirada llena de odio sólo iba dirigida a ella.

Stacia la miró algunos segundos más, con los puños apretados y sin borrar su expresión fría, trató de controlarse para no decir o hacer algo de los que se arrepentiría después y decidió darse la vuelta para después retirarse.

Solus la miró unos segundos mientras se alejaba y se molestó.

¿Era todo...? ¿Stacia no le daría alguna clase se sermón de hermana mayor como de costumbre?

Estaba acostumbrada aquello, pero que le diera la espalda luego de una discusión, si a eso se le podía llamar una, era diferente y por alguna razón sintió fastidio y un sentimiento que hizo que se le estrujaran los intestinos.

Por ende, Solus se levantó de su silla con molestia — ¿¡Qué acaso no te das cuenta que lo hice por tu bien? — Apretó los puños — Él podría manchar tu reputación como diosa y también podía haberte convencido de... aquello...

Stacia paró en seco. Solus sonrió un poco, creyó que regresaría para discutir las cosas con más calma, pero la diosa mayor soló la miró sobre su hombro aún con sus ojos como un par de témpanos de hielo.

— Eso no es algo que a ti te afecte y si aquello me mantendrá alejada de tí... será lo mejor...

Los ojos de la diosa de azul temblaron y sintió una punzada en su corazón.

Stacia le volvió a dar la espalda y retomó su paso.

— ¡Stacia! ¡Vuelve para que aclare...!

— ¡Cuidado Stacia! — La voz de asustada de Terraria las interrumpió.

La nombrada miró detrás de ella para ver a su hermana menor que le advirtió, pero ante de eso se dio cuenta que sobre el muro de la catedral se encontraban tres hombres encauchados y le apuntaban con un arco.

Y antes de que pudiera hacer algo ella o sus hermanas, el hombre que sostenía aquel arco soltó una flecha que iba a una gran velocidad como las de Deusolbert o la propia Solus.

No le daría tiempo de esquivar o sacar su espada para bloquear el ataque, lo único que le quedó por hacer fue cerrar los ojos con fuerza y esperar el impacto.

Pero este nunca llegó...

En cambio, sintió un par de brazos rodearla con protección y la acción hizo que juntara su cuerpo con el dueño de ellos.

Abrió los ojos y se encontró con un par de mechones de color ébano pegados a su mejilla izquierda y cuando notó la armadura negra de un Integrity Knight cayó en la cuenta.

— Kirito-kun...

Su expresión sorprendida luego pasó a ser una de horror cuando vio que el ataque, que había sido dirigido originalmente a ella, lo había recibido el caballero que la rodeaba ahora.

— ¡Kirito-Kun! — Gritó con horror al ver la flecha incrustada profundamente en el centro de su espalda.

Lo siguiente fue que el joven se desplomó, siendo sujetado por la bella diosa, sentándose sobre sus rodillas en el suelo y colocando el cuerpo del caballero que la acababa de salvar en sus piernas, asegurándose de no lastimarlo y que la flecha incrustada no le afectara más.

— ¡Deténganlos! — Pudo escuchar a lo lejos la voz lejana de algún Integrity Knight.

¡Alice!

Lo siguiente que pasó fue que una ola de pequeñas flores doradas fue dirigido como un ataque hacia el muro donde se encontraban los hombres que tuvieron la osadía de infiltrase a escondidas a la catedral para lastimar a las diosas.

— ¡Eldrie! ¡Atrápalos con tu látigo! — La voz de Alice se oyó con firmeza en lo que ejecutaba su ataque con su magnífica espada dorada.

Y así los Integrity Knight se hicieron cargo de los bandidos, pero Stacia ni presentó la mínima atención. Sus ojos sólo estaban centrados en el muchacho entre sus brazos en el suelo.

Este no se veía nada bien, estaba pálido y unos hilos de sangre se escurrieron por la comisura de su boca.

— Kirito-kun — Tocó delicadamente su cara — Kirito-kun... resiste... en un momento viene Ayuha-sama.

El joven la miró con los ojos entrecerrados, su visión era borrosa, sin embargo reconocía la silueta de su diosa.

— Sta-sta...cia... yo...

— Shhhh, no hables... guarda fuerzas... — Le sonrió para tranquilizarlo, pero la verdad era que ella estaba aterrada al ver el estado de su caballero.

Luego de un rato, la joven monja llegó y se inclinó a la altura donde se encontraban la diosa y el caballero. Ayuha se aseguró de sacar la flecha con cuidado de la herida y se la entregó a Deusolbert, que se encontraba junto algunos caballeros rodeando la escena.

Pronunció unos cuantos conjuros de curación, por lo que una luz se extendió sobre la espalda del joven, y mientras lo curaba, dos diosas se encontraban mirando la escena a la distancia.

No se habían movidos desde que vieron aquel ataque dirigirse hacia su hermana mayor y habían quedado congeladas ante esa escena donde el caballero pelinegro la había protegido con su cuerpo y ahora yacía ahí en el suelo entre los brazos de la diosa que tenía una expresión de preocupación y desesperación.

Las dos estaban sorprendidas, pero Solus lo estaba mucho más.

¿Ella había provocado eso...? ¿Si no hubieran discutido por una cosa que ella había provocado a propósito, Stacia se hubiera quedado y las tres juntas se hubieran podido encargar de los bandidos por si solas?

¿Kirito podría morir por su culpa...? Y si era así... ¿por qué se sentiría culpable?

Pensaba en tantas dudas, pero su atención volvió a su hermana cuando vio que su expresión de volvía mucho más desesperada.

— No esta cerrando la herida... ¡¿Por qué no cierra?! — Ahora era inevitable que las lágrimas no comenzaran a derramarse por sus mejillas pálidas, causa de la preocupación y desesperación.

Ayuha comenzó a sudar de la angustia — No... no lo sé... debería cerrar pero...

Kirito gritó con dolor. Ayuha miró su espalda, que se podía visualizar bien porque le habían quitado gran parte de la armadura. Lo que se encontró la hizo horrorizarse...

Su espalda tenía una gran mancha negra que destacaba por la venas que se iban tornando del mismo color.

Stacia miró también y jadeó de horror, con su corazón a mil por hora y un enorme nudo en la garganta.

— ¡¿Por qué se ve así?! — Preguntó con desesperación mientras apretaba mucho más su agarre al cuerpo del caballero que continuaba soltando gruñidos de dolor.

Fanatio se acercó a Deusolbert, que aún sostenía la flecha que le había entregado la monja.

La sub-líder observó el material de esta y abrió grandemente los ojos — Esto es...

Deusolbert la analizó también y concordó con miedo — Esto viene de un arco especial... — Todos los presentes lo miraron con atención — Reconozco el material de la flecha, que sólo coincide con ese tipo de arma; es un arco que produce por si solo flechas cargadas con un veneno hecho de oscuridad, tan potente que es capaz de lastimar de gravedad a los mismos dioses..

Los guardias y cabellos se angustiaron mucho más, mientras que Alice y Eugeo, al ser los amigos más cercanos de Kirito se horrorizaron ante esas palabras.

— Si ese veneno es capaz de lastimar a un dios... entonces lo que hace con un humano es... — Eugeo dijo con terror en sus palabras.

Alice se tapaba la boca con ambas manos por la impresión — No puede ser...

Murmullos se oían alrededor... pero Stacia no prestaba atención... toda ella estaba mirando al joven, que había cesado de quejarse, eso no era buena señal...

La diosa jadeó desesperada y se dirigió nuevamente a la monja con lágrimas que parecían capaces de formar todo un océano — Por favor Ayuha-sama... ¡Debe haber alguna otra forma! Quizá si usted...

Pero dejó del hablar cuando notó una mano cálida en su mejilla, que rápidamente le recorrió las lágrimas.

Stacia miró hacia abajo y se encontró a su caballero sonriéndole con ternura y dolor. Esa escena sólo hizo que más lágrimas se formaran en sus ojos de color mil.

— M... mi diosa... — Tragó con trabajo para continuar — es-está... está bien... yo...

— Por favor no sigas... gua-guarda fuerzas por favor... — Posó su mano sobre la del caballero que aún seguía tratando de limpiar sus lágrimas...

— Yo-yo... yo lo lamento tanto... la... la verdad es que yo... yo la...— Su voz se volvía cada vez más pequeña al punto de ser solamente susurros o murmullos intendibles.

— ¿Kirito-kun...? — Preguntó con horror cuando sintió la mano del joven floja y este iba cerrando los ojos — ¡Kirito-kun!

Todo se comenzaba a tornar oscuro en su visión, se oía como eco los gritos de desesperación de su diosa, que le suplicaba con todas sus fuerzas que se resistiera y que se quedara a su lado.

¡Solus, Terraria...!

Fue lo último que escuchó antes de perderse en esa fría y solitaria oscuridad...

*

*

*

Sintió calor en su rostro y una luz que iba directa hacia sus ojos, la cual lo obligó a abrirlos de poco a poco y lo que se encontró fue una vista borrosa que iba aclarándose.

Una vez que su visión fue clara, divisó un techo de mármol, con hermosas decoraciones doradas. Lo siguiente que se dio cuenta fue que estaba sobre algo blando, giró sus ojos junto con su cabeza hacia el lado derecho de su visión y se encontró con sábanas y almohadas, blancas y de seda, la acción también lo hizo ver el cuarto dónde estaba; se veía el exterior aunque no había ventanas sino unas columnas hechas también de mármol.

Sus sentidos no estaban del todo activados para averiguar de quién era esa habitación, sólo que definitivamente no era la suya, no era así de grande ni fina.

Luego giró su rostro al lado izquierdo cuando se dio cuenta que algo lo estaba agarrando de la mano y lo siguiente se divisó fue una figura a su lado, sentada en una silla y descansando la cabeza al lado del borde de la cama en dónde él se encontraba. Seguramente se encontraba durmiendo.

Miró la bella cabellera como el atardecer y lo supo.

Se sentó rápidamente, aunque tal acción lo hizo sentir un gran ardor en la espalda y por la vibración de la cama, la figura a su lado se despertó.

Se talló los ojos para dirigir su mirada al joven sentado y su expresión cambió de somnolienta a sorprendida.

— Kirito-kun... — Dijo con un hilo de voz y sin soltar su mano.

— Stacia... — La miró sin comprender la situación.

Se tocó el pecho y se dio cuenta que no traía camiseta y todo su torso estaba cubierto con vendajes blancos — ¿Por qué estamos en su habitación? ¿Qué pasó con los infiltrados? ¿Acaso usted y sus hermanas se encuentran bien o...?

— Yo ordené que te trajeran a mi habitación, los infiltrados fueron llevados a los calabozos por los Integrity Knight, mis hermanas y yo estamos a salvo gracias a ti... — Explicó de manera sospechosamente baja y su mirada estaba oculta bajo su copete.

Kirito se tocó el pecho nuevamente — ¿Qué pasó conmigo después de...?

La diosa frunció los labios y apretó más su mano — Tú... tú no reaccionabas... el veneno de la flecha te estaba consumiendo de oscuridad en la espalda y pronto se expediría por... por todo tu cuerpo... y... — Tragó con pesar — y tuvimos que usar el Transfer Human Unit Durability...

El pelinegro abrió los ojos — Pero... pero recuerdo haber oído que esa flecha venía de un arco especial... capaz de lastimar a un dios... ¿Cuántos tuvieron que participar en...?

— La vida de un humano no tiene tanta durabilidad... — Stacia seguía sin atreverse a verlo a los ojos.

— ¿Qué quiere decir...?

— Aunque usáramos a treinta personas, hubieran muerto y no hubiera sido lo suficiente para combatir el veneno de un arma así... tuve que usar otros medios...

Kirito la escuchaba atentamente y con algo de temor.

— Mis hermanas y yo tenemos mucha más durabilidad que cualquier criatura de este mundo... con las tres sería suficiente, así que les pedí que me prestaran sus fuerzas y que las tres hiciéramos el encantamientos para pasarte parte de nuestra vida — Dijo con la voz más tranquila de lo que podría pensar el espadachín... el cual abrió los ojos como platos.

¿Las diosas le pasaron durabilidad a él? ¿Por qué...? ¿Solus también...?

Pero sus dudas fueron cambiadas por alteración.

— ¡No debieron hacer eso! ¡Las vidas de las diosas no se comparan con la mía! — Soltó la mano de la diosa y continuó preocupado — Fue peligroso que se acercaran a un venenos capaz de lastimarlas y...

Sin embargo no pudo continuar. Lo siguiente que sintió fue todo el peso de la diosa sobre él, envolviéndolo en un abrazo desesperado, asegurándose de que la existencia de ambos estuviera tan junta como fuera posible pero asegurándose de no lastimarle la espalda.

Ante esa acción, él se sintió más relajado por alguna razón.

— Te preocupas por todo los demás menos por tu propia seguridad — La diosa susurró a su oído, provocándole un escalofrió al sentir el aliento de ella — Por favor... simplemente alíviate de que sigue vivo...

Y ante esas palabras, aunque se dijera a sí mismo que no debía, que ella era su diosa y no era lo correcto, lo hizo... después de tanto tiempo...

La abrazó... la abrazó como nunca, enterró su rosto en el hueco de su cuello y cerró fuertemente los ojos, para resistir las ganas de llorar como un niño pequeño de nuevo entre los brazos de su querida diosa.

Se quedaron así por un largo rato, segundos, minutos o incluso horas... para ellos el tiempo se volvió irrelevante.

Pero la diosa pareció recordar algo que la hizo alejarse repentinamente y mirarlo con el ceño fruncido.

— ¡Baka! ¡¿Por qué hiciste algo así?! — Lo golpeó en el hombro, en una zona que estaba segura que no le dolía... aunque a juzgar por la expresión de él ahora parecía que sí — ¡Además te había ordenando que ya no fueras mi escolta más!

Kirito saltó un poco con el repentino cambio de humor de la diosa y por aquel golpe que comenzó a punzarle, pero en vez de reclamar por aquello la miró con seriedad.

— Vigilo desde la distancia también... mi deber es protegerla a usted y a sus hermanas...

Stacia gruñó — ¡¿Podrías dejar de usar tu deber como justificación de todas tus acciones?! ¡Arriesgaste tu vida como si no valiera nada!

— ¿Qué más podría hacer? Soy un Integrity Knight, mi deber es proteger a las diosas... sin eso... ¿Quién soy entonces? — Miró sus manos con algo de dolor en esas palabras.

Pero Stacia tomó su mentón para que la mirara a los ojos y su expresión estaba llena de determinación.

— Eres mi Kirito-kun... tú eres importante para mí, si mueres no sabría qué hacer...

— Mi diosa... si yo muero tiene a otros que la pueden proteger y...

— ¡Otros que no serán tú! — Sus ojos se volvieron cristalinos — A mí no me importa si me protegen, no lo necesito... si hablamos de protección entonces debería ser yo quien te proteja...

— ¿Por qué...?

— ¡Porque me lo habías prometido! — El pelinegro miró los ojos cual fuego de su diosa y recordó aquella noche...

Una noches antes de la ceremonia del nombramiento de los nuevos Integrity Knight, donde él le había prometido jamás considerarse nada de nuevo... una promesa que no pudo cumplir por sus inseguridades.

Pero esa noche también era especial porque fue cuando él se dio cuenta de que su vida... todo su ser... siempre le pertenecerían a ella... hasta el fin de los tiempos.

Ya eran casi tres años de eso.

— Tu eres mi caballero especial y no quiero que reduzcas tu posición por compárala conmigo o te creas indigno de tener mi compañía... aunque tal vez me equivoque y hayas puesto esa distancia conmigo también porque mi presencia no es agradable o...

— Mi diosa... ¡no diga eso! — Tomó fuertemente sus manos para decir desde el fondo de su corazón — Juré solemnemente protegerla a usted y a sus hermanas con mi propia vida si es necesario... pero usted...

Acarició lentamente una de sus mejillas, agradecía que no traía su armadura, porque los guantes no le permitirían sentir su suave piel, sin ellos podía disfrutarla por completo.

— Usted lo es todo para mí... mi diosa... no me importa nada mientras usted esté bien.

Ella lo miró con sus ojos de avellana brillantes y temblorosos. Kirito podía jurara que estaba resistiendo el llanto.

— Sólo estaré bien si estás a mi lado... júrame que no pondrás de nuevo ese frío muro entre nosotros... quiero que seas mi guardia, pero también deseo tu compañía más que nada en este mundo... quiero que seas mi caballero favorito de nuevo...

Kirito sintió que el nudo de su garganta se deshacía y antes  de contestar, juntó sus frentes mientras aún acariciaba su mejilla.

— Lo prometo mi diosa... sufrí bastante al no tenerla cerca.

Stacia suspiró aliviada y ambos se abrazaron nuevamente por mutuo acuerdo.

— Gracias... — Fue todo lo que pudo decir.

No terminó el abrazo, pero tenía que preguntar.

— ¿Por cuánto estuve inconsciente?

Stacia apretó el abrazo — Dos semana...

Él se exaltó — Pero ustedes debían volver al Nirvana...

La diosa negó y sin romper el abrazo, acomodó su cabeza en el pecho del pelinegro.

— Tú vales más que el regreso a mi hogar...

Su latido se aceleró y se preocupó de que lo pudiera sentir o escuchar, pero se relajó luego de unos segundo y recargó su barbilla sobre la cabeza de ella.

— Ya veo... — Dijo torpemente, pero eso provocó que Stacia soltara una pequeña risita.

Dioses... sí que había extrañado ese maravilloso sonido, sobre todo la sensación de orgullo por ser él quien lo provocara.

*

*

*

— ¿Cómo sigues con eso...? — Sus mejores amigos preguntaban sentados en el borde de su cama.

— Mucho mejor, al menos ya pude volver a mi cuarto, no me gusta incomodar a Stacia — Sonrió con pena al recordar las dos semanas que se la pasó en los aposentos de su diosa.

Él había insistido en regresar a su cuarto, pero la diosa insistió en que prefería tenerlo cerca de ella para ocuparse de él, además de que se negaba volver al Nirvana hasta que él se recuperara, se sentía tan culpable por lo que le había pasado y quería asegurarse de que se estuviera bien pronto, también era una forma de recompensárselo.

Aunque tener su compañía era la única recompensa que necesitaba él en toda su vida.

— Me alegro... por un momento creíamos que te perderíamos — Eugeo tocó su hombro — Pero de una manera u otra... parece que valió la pena en algo.

El pelinegro arqueó una ceja — ¿Qué quieres decir...? — Ambos rubios sonrieron, como si supieran algo que él no.

— Llamaste a Stacia-sama sin el honorífico — Explicó su amigo sin borrar sus sonrisa.

— Sí... ¿y eso...?

Alice giró los ojos — Haz vuelto a ser tú...

— ¿Qué...?

— Durante estos dos años haz estado demasiado... apagado y serio... — Eugeo explicó — parecía que ya nada te importara... y eso se debía a Stacia-sama.

— ¿Stacia?

Alice asintió — Durante todo ese tiempo sin convivir con ella como lo hacías, estabas amargado, sólo entrenabas y pareciera que ya no te alegraba nada... pero con tan sólo ver caminar a Stacia-sama por los pasillos, por sólo unos segundos... pareciera que la vida regresaba a tu cuerpo por un momento.

Kirito no comprendía. Sabía que sus amigos quería llegar a algo con todo lo que le estaban diciendo.

— Pero ahora vuelves aquí, llamas a la diosa sin su honorífico de nuevo y sonríes como antes... — Euego lo miró expectante.

Sin embargo el pelinegro sólo los miró arqueando una ceja y Alice rodó lo ojos.

— Kirito... creo que ya es hora de que lo admitas en voz alta.

— Admitir... ¿admitir qué...?

Ambos rubios se miraron un momento con cansancio, tal parecía que le estaban enseñando a hablar a un niño.

Aunque en comparación con Kirito... no había mucha diferencia...

*

*

*

— Yo Stacia... la diosa de la Creación... con el poder que se me ha concedido, bendigo este matrimonio, para que superen cualquier obstáculo que se les traviese, enfrenten cualquier adversidad juntos, hasta que la muerte los separe... y bendigo su futuro, como esposos y futuros padres...

La diosa creó una luz, para luego ser depositada en la mano de las dos personas frente a ella.

— Nombro oficialmente al Gobernante del Territorio Osuro, Iskahn y a Scheta Synthesis Twelve, como marido y mujer — Sonrió — El novio puede besar a la novia.

Y así, la pareja se fundió en un tierno beso que fue acompañado de aplausos y chiflidos.

¡Que vivan los novios!

¡Larga vida a los gobernantes del Territorio Oscuro!

Todos desearon lo mejor a los nuevos esposos y comenzó la fiesta.

Pronto, la mayoría de los Integrity Knight se emborrachó, incluso el líder de estos, Bercouli parecía apunto de desmayarse, y su esposa Fanatio, con su hijo entre sus brazos le estaba jurando con la mirada que habría consecuencias por eso.

Y un joven caballero en particular miraba a la distancia con una sonrisa en sus labios con algo de gracia, especialmente cuando vio que su mejor amigo ya estaba lo suficientemente ebrio como para armarse de valor e invitar a bailar a Alice.

Y lo raro es que sólo necesitó dos copas y media para invitarla.

Él quizá podría estar borracho con ellos y pasársela bien... pero se encontraba algo cansado y decidió retirarse con algo de distancia, en la parte del enorme jardín donde las luces que iluminaban la celebración apenas rozaban su silueta y su armadura le servía de camuflaje de alguna manera, nadie se daría cuenta de que estaba ahí, en especial con la boda de por medio.

Quería estar solo un rato antes de volver y tener que sostener a su amigo antes de que se desmayara por la embriaguez y porque antes de irse algunos caballeros le sugirieron que sacara a bailar a la aprendiz Roney, que se encontraba en una banca y no le quitaba los ojos de encima.

Ante esas insinuaciones prefirió retirarse para ahorrarle la molestia a la joven de ser rechazada.

Esa noche no quería bailar con ninguna dama... porque con la única que lo deseaba con todas sus fuerzas era inalcanzable.

Y hablando de esa dama... últimamente estaba presente en su cabeza a todas horas, causa de la conversación que tuvo con sus amigos hacía ya unos meses, después de su recuperación.

La pura verdad... se sentía tranquilo con eso... a pesar de que sus amigos tuvieron que decirle la verdad, él lo acepto casi de inmediato para sorpresa de los rubios. Lo había aceptado porque sabía que ese sentimiento había estado en él hace mucho más tiempo de lo que había imaginado, incluso en aquel momento donde casi pierde la vida en los brazos de ella... estuvo por decirlo en voz alta sin que él mismo lo razonara, sólo fue por instinto y creyó que sería una despedida eterna.

Gracias a las diosas no fue así... literalmente.

Hablando de ellas, se habían quedado más tiempo de lo esperado, cuando ocurrió el accidente con aquellos invasores las diosas debían volver a su hogar, pero por alguna razón no lo habían hecho, incluso podía jurar que ya no se hablaban tanto entre ellas, bueno... Stacia y Terraria parecían normales entre ellas, pero Solus era lo contrario, parecía evitarlas todo el tiempo que podía, en especial a la diosa pelirroja. Ni siquiera se presentó a la boda en la que la que se encontraban.

Stacia y Terrarias estaban sentadas en unas sillas que parecían tronos cuando empezó la fiesta. Y el poco tiempo que estuvo ahí, vio que varios nobles las invitaron a bailar, pero solamente Terraria se había animado y Stacia siempre se negaba con una sonrisa apenada y nerviosa... eso era otra cosa que debía agradecer al cielo.

Si él no podía invitarla a bailar al menos se conformaba con tal de que ella no bailara con otros hombres aunque eso sonara posesivo de su parte... y él no tenía derecho alguno de sentirse así.

Nuevamente, aquella opresión en su pecho le dolió y sabía que siempre estaría ahí.

Conque aquí te escondías — Una voz conocida sonó a su lado.

No volteó pero inmediatamente sonrió — ¿Quién dice que me escondía?

No lo sé... — Veía de reojo que la silueta se sentaba a su lado en aquella banca de piedra fría — Jamás te han gustado este tipo de eventos, lo recuerdo muy bien desde que eras tan sólo un niño que suplicaba por los dulces que hacía...

Kirito bufó con gracia — Era mi única pasión aquella vez...

<<También lo era ir a verte...>> Pensó aquella verdad que no se atrevía a decir en voz alta.

Sin ver, sintió que sonreía.

— Pero yo me pregunto... ¿Qué hace aquí, mi diosa? — Esta vez sí la volteó a ver.

Traía un vestido de color rosa pastel que llegaba hasta los pies con algunas perlas por la toda la falda al igual que su corsé, que definitivamente destacaba su figura bella, y su pelo siempre suelto, se encontraba atado en una trenza ancha que llegaba hasta su cintura, decorada con flores y perlas para combinar con el vestido.

Se veía... perfecta... como siempre.

Era un espectáculo hipnotizante del que nunca se hartaría.

Ella parecía ignorar la mirada que le estaba dedicando y sonrió — Te estaba buscando a ti...

Este salió de su trance y abrió los ojos sorprendido — ¿Qué podría necesitar de mi esta noche, mi diosa?

Sonrió ella — Me alegra que me vuelvas a llamar así... — Un ligero rubor rodeó sus mejillas, pero continuó — Estuve esperando toda la noche a que me invitaras a bailar.

Nuevamente sus ojos se abrieron sin creérsela.

¿Ella quería que la invitara a bailar...? ¿Fue por eso que rechazó a todos los nobles que le tendieron la mano para que los acompañara a bailar o solamente fue coincidencia eso?

— ¿Q-quería.... quería que la invitara a bailar...? — Preguntó incrédulo.

— ¿De verdad crees que te lo diría si no fuera así? — Arqueó una ceja con ironía.

— Es que... es decir... yo... yo no... no sabía que... — Se rascó la nuca con nerviosismo.

Se sentía un grandísimo tonto en esos momentos, aunque ella lo veía con ternura, decidió jugar un poco.

— Es una decepción... mis pies me están matando y la celebración casi acaba — Decía dramáticamente mientras se tocaba sus pies descalzos. No era mentira del todo, los tacones la estaban matando tanto que se los quitó cuando estaba buscando a su caballero en la oscuridad — Es una lástima de verdad...

Kirito sonrió y decidió seguirle el juego — Lo es... ¿No es así...? Pero para usted, créame que mi baile es de otro mundo.

Ella rio con ganas — ¿..? Recuerdo que cuando eras niños te negabas a las lecciones de baile que ofrecían algunas institutrices en la catedral.

— Bueno, con el pasar de los años las cosas tienden a cambiar y uno experimenta cosas que no quiere... es por la edad...

Hubo silencio un momento para luego ser cubierto inmediatamente con fuertes carcajadas de parte de los dos. Solamente porque la música de la fiesta era alta, nadie los oía o podía ver entre la oscuridad.

— Pues si me hubiera gustado bailado contigo, pero mis pies en serio me están matando — La diosa sonrió con pena.

Sonrió igualmente con decepción — También lo lamento, ahora mismo me estoy muriendo de sueño... para la próxima...

— Para la próxima — Sonrió con decepción.

Se quedaron mirando por un largo rato, la música llenaba el silencio entre ellos. La banca no era muy larga, por lo que los dos rozaban sus cuerpos, pero ninguno se quejó por eso, de hecho disfrutaban esa cercanía tan familiar, dos años de distancia habían pesado y era un alivio que aquella tensión entre ellos se hubiera acabado. Tal vez la situación no fue la mejor pero al menos fue el empujón perfecto que ambos necesitaban para aclarar las cosas entre ellos.

Aunque algunas no estaban resultas del todo...

— ¿Y dime Kirito-kun... está boda no te da tentaciones? — Preguntó nerviosamente y con segundas intenciones.

Él arqueó una ceja — ¿Tentaciones...?

— Ya sabes... — Desvió la mirada con algo de tristeza — Ya tienes diecinueve años... estás en edad para casarte...

— Ahhhh eso... — Nuevamente se rascó la nunca con nerviosismo — No he pensando esas cosas la verdad...

Rio apenado, pero ella lo miró sin estar muy convencido — ¿De verdad...? ¿No hay alguna dama que desees desposar?

Él tragó con nerviosismo.

¿A qué venía todo eso?

— No lo sé... — La verdad no quería hablar de eso casi nunca con Eugeo o Alice, ahora que era ella quien le estaba preguntando, su cuerpo entero le pedía que saliera huyendo de ahí.

— Pero he oído que eres popular... entre muchas chicas... — Dijo en un susurro y aunque se notaba el tono de voz triste, Kirito no se dio cuenta.

— Esos son sólo rumores tontos... — Trató de no pensar en aquellas aprendices que tendían a darle cartas o prepararle dulces, creyendo que de esa manera podrían tener una oportunidad con él.

Pero para él... sólo podía aceptar los dulces de una... una que ocuparía su corazón eternamente.

— ¿Qué hay de las chicas con las que has convivido? — Seguía buscando respuestas — ¿Y esa joven noble Sortiliena Serlut? Escuché que ambos entrenaban juntos.

Kirito rio ante esa idea tonta — Liene-senpai es sólo una amiga, incluso la veo más como una hermana mayor.

— ¿Qué hay de Roney-san? Parecía que quería bailar contigo esta noche.

El joven sonrió con pena — Sonará mal... pero esa es una de las razones por las que me alejé de la fiesta... — Stacia lo miró sorprendida, pero sin darle vueltas al asunto prefirió continuar con aquel interrogatorio

— ¿Y Alice-san? Ustedes han sido amigos desde niños y parece que ambos...

— ¡Claro que no! Ella es insoportable — Rio con ganas — Al igual que Liene-senpai, ella es como una hermana, pero una muy molesta, además... ella ya está reservada — Sonrió con orgullo, imaginándose que quizá podría haber otra boda pronto y él sería el padrino.

Si pasaba eso, se sentiría muy feliz por sus mejores amigos... al menos ellos serían felices con el amor correspondido.

— Ya veo... — Stacia susurró.

— ¿Pero por qué todas esas preguntas, mi diosa?

Ella se alteró, tocó sus manos con nerviosismo y pensó rápido en que decir — Pues yo... verás... es que...

Kirito arqueó una ceja y eso sólo la hizo ponerse más nerviosa

— Yo... es que quería saberlo porque... — Y fue cuando se le ocurrió — porque yo bendigo los matrimonios... y quisiera saber si tenías planes pronto — Sonrió con orgullo por salvarse de esa.

— Oh... pues... no creo que eso pase nunca —Desvió la vista para mirar al frente y se recargó sobre una de sus manos.

Ella lo observó confundida — ¿Qué quieres decir...?

— Dudo que pueda bendecir mi matrimonio... — Cerró los ojos, el peso de la noche le estaba afectando. Aunque no lo pareciera, él se dormía temprano y estar despierto a esas altas horas de la noche lo estaban consumiendo.

— ¿Por qué?

Kirito cerró los ojos un momento y no pensó muy bien la situación, el sueño se apoderaba de sus párpados.

— Porque... — Bostezó y una lágrima de cansancio de asomó por su ojo — Dudo que pueda bendecir su propia boda usted conmigo...

Eso último lo dijo en un susurro, pero Stacia fue perfectamente capaz de escucharlo.

Sus ojos se abrieron como platos, su voz se cortó y repitió en su cabeza cientos de veces las palabras que le acababa de decir.

— ¿Q-qué...? — No estaba segura de si había escuchado bien.

Kirito abrió los ojos y la vio aún cansado — ¿Cómo?

Stacia tragó — Lo que acabas de decir... tú... tú...

El joven parpadeó unos momentos, luego sintió como si alguien le hubiera dado una cachetada para hacerlo reaccionar y entonces lo comprendió.

¡¿Cómo no se dio cuenta del significado de sus palabras?!

— Ah... mi diosa... yo... ah... — Su cara se trasformó en rojo vivo, capaz de verse en la oscuridad — Yo... no es que yo... lo que dije no fue... — Buscaba las palabras correctas para explicarle su error y no ofenderla con su osadía.

Stacia lo observaba con la mirada más brillante de lo usual y tenía ambas manos sobre su pecho, podía sentir su propio palpitar y se negaba a emocionarse por lo que acaba de escuchar.

Era hermosa... siempre lo era ante sus ojos... y por eso le dolía, porque sabía que si confirmaba sus palabras quizá la diosa se alejaría de él para siempre.

Tragó con pesar — Mi diosa.. es que... — Tomó aire y continuó — yo la he visto siempre tan inalcanzable... usted es la diosa de la Creación y yo soy... usted sabe... así que quizá lo mejor es que olvide lo que dije... mi intención no era ofenderla y yo no soy...

Pero su hablar se volvió en silencio cuando sintió las manos de la diosa sobre sus mejillas y la mirada de ella estaba fruncida y llena de determinación.

— Te he dicho miles de veces que dejes de compararte conmigo... no lo soporto...

— Pero es que yo...

Su rostro fue jalado hacia ella hasta que descendió lo suficiente para juntar sus labios con los de ella.

Eso era imposible...

¡La diosa de la Creación Stacia lo estaba besando!

No lo podía creer, ni siquiera había cerrado los ojos por lo que pudo apreciar las expresión de su diosa; tenía apretados los párpados con mucha fuerza y el ceño fruncido, como si estuviera esperando su rechazo.

Aunque eso sería lo último que haría...

Había soñado tantas veces con ese momento y ahora que estaba pasando de verdad... era mucho mejor de lo que alguna vez se imaginó. Los labios de la diosa eran suaves pero firmes, se movían con gracia pero con ternura y seguía sin soltarle las mejillas.

Luego de su trance se permitió cerrar los ojos y devolver cada una de sus caricias con la misma pasión con la que alguna vez soñó pero combinado con toda la inexperiencia del mundo.

Tomó su labio inferior, haciéndola brincar un momento, lo que lo hizo preocuparse de haber sido muy atrevido, pero su temor pasó de inmediato cuando la diosa soltó su mejillas y acompañada de un suspiro satisfactorio, rodeó con sus brazos su cuello y básicamente se colgó, dando a entender que él era toda su estabilidad en ese momento y si se soltaba probablemente se caería de la banca.

Comprendió de inmediato y él le abrazó la cintura, juntado sus cuerpos lo más que pudo y así continuaron por varios minutos que se sintieron infinitos. Ambos estaban asustados, pero lentamente se separaron para mirarse a los ojos un momento y mostraron amor y ternura hacia la persona que estaban abrazando.

Sintió que debía decir algo... lo que sea...

— De pronto... el sueño se me quitó... — Se sintió tonto al decirlo en un susurro, pero eso logró una risita de parte de la diosa que negó con gracia y antes de que pudiera decir algo más, ella parecía tan desesperada por juntar sus labios de nuevo que lo jaló nuevamente hacia ella agarrándolo del cuello de su armadura.

Sin duda esa boda había sido perfecta...

*

*

*

— Ahora repíteme... ¿Cómo fue que te lastimaste? — La diosa preguntó mientras volvía a mojar un paño en un plato sopero de porcelana largo.

Él suspiró. Se sentía como un niño regañado de nuevo

— Habían dos hombres que querían robarle a una señora y a su nieta. Al principio tratamos de que se fueran por las buenas, pero los dos sacaron sus espadas, por lo que Eugeo y yo tuvimos que desenfundar también — Explicó sin muchas ganas, no creía que fuera la gran cosa, todo eso se hubiera resuelto más fácil si los hombres hubieran hecho caso a sus advertencias y se hubieran marchado, ahora esos dos estaban en los calabozos.

— ¿Acaso ellos pudieron igualarlos a ti y a Eugeo-kun? — Se asombró ante esa posibilidad.

— Para nada, pero uno salió más escurridizo de lo que esperábamos y cuando Eugeo le dio la espalda para sacar las esposas para uno, este mismo alcanzó una de las espadas que les quitamos y se lanzó sobre él —Stacia jadeó — El daño hubiera sido peor si no es por decir mortal si no hubiera empujado a Eugeo a tiempo.

Stacia lo escuchó atenta y frunció el ceño con preocupación — Y tú terminaste recibiendo todo el daño... — Miró la enorme cortada en su espalda que estaba siendo limpiada por ella en esos momentos — ¿Acaso es costumbre tuya que te dañen la espalda muy seguido o es pura coincidencia...?

Kirito encogió los hombros con indiferencia — Eso fue lo mínimo, Eugeo podría haber recibido un golpe más fatal... y no quiero pensar que podríamos haber estado llorando su muerte en estos momentos... — Frunció el ceño al imaginar el cuerpo de su mejor amigo sin vida... eso sería algo que no soportaría ver, él era como su hermano, de hecho, ahora que recibió el golpe por él, Eugeo se sentía tan culpable que se olvidó de su formalidad hacia la diosa de la Creación y le suplicó que lo curara.

Sonrió con culpa por angustiar a su rubio amigo.

Stacia vio su sonrisa y supo lo que estaba pensado — Eugeo-kun y tú son mejores amigos, estoy segura que él hubiera hecho lo mismo por ti y tú te sentirías igual de culpable cómo él lo ha de estar en estos momentos — Le decía con una sonrisa tranquila mientras pasaba nuevamente el paño mijado sobre ese corte, primero debía limpiarlo y desinfectarlo antes de usar su magia curativa para cerrarla.

Él la observó y asintió — Me parece que tiene razón mi diosa.

Ella le devolvió el asentimiento y continuó con su tarea — La verdad es que yo también me preocupé cuando Eugeo-kun te trajo hasta mis aposentos con tu brazo sobre su hombro y él manchado de sangre en los guantes de su armadura.

Kirito recordó como Eugeo lo llevó a rastras hasta el cuarto de su diosa y cuando esta lo vio, su rostro se volvió más pálido de lo normal y ella le indicó que lo colocara sobre su cama y le ayudara a quitale la armadura y la camiseta que llevaba.

Una vez que hizo lo que la diosa le ordenó, amablemente le pidió que se retirara, que ella se encargaría personalmente.

Al principio el rubio tuvo sus dudas de dejarlos a solas por una extraña razón. No era como si fuera la primera vez que ella lo curaba en sus aposentos.

Eugeo era el único al que le había confiado esa especie de relación secreta que tenía con la diosa. Este se impacto pero luego lo felicitó, diciéndole que desde hace tiempo sospechaba que las cosas terminarían así algún día, después de todo, siempre había tenido un vínculo especial con la diosa, sólo hacia falta observar cómo se miraban el uno al otro y le juró su silencio ante ese secreto.

— Esta situación me recuerda aquella vez que te curé también la espalda cuando tenías quince años — Miró la herida y asintió cuando estuvo segura de que ya estaba limpia.

Kirito rio — Sí... también lo recuerdo — Sonrió con nostalgia — Recuerdo que después de esa pelea contra Raios, usted me dio una lección muy importante — Se volteó un momento para verla.

— ¿Qué no debes romperle la nariz a quien sea? — Preguntó con burla.

Volvió a reír levemente, pero sonrió tranquilo para después tomar la mano de ella — No sólo eso... me enseñó el verdadero significado de ser un verdadero caballero... me dio el impulso de querer proteger a los que me importan y amo...

Stacia se sonrojó por su mirada intensa sobre ella. A pesar de tener ya una relación, todavía le costaba trabajo acostumbrarse aquellos momentos íntimos.

A pesar de eso sonrió —Me alegro que lo entendieras, pero si no te importa... necesito pasar a curarte la cortada.

Él asintió con diversión y dejó ir su mano. La diosa desvió la mirada para mojar el paño de nuevo y luego de quitar los rastros de sangre lo exprimió para que se secara más rápido.

Mientras hacia su obrar, el caballero la observó embobado. Realmente era preciosa, no era en vano que tuviera una belleza digna de una diosa.

Y en ese momento, ella recorrió todos su pelo a un lado para que cayera todo sobre su hombro izquierdo... pero no tenía idea de que esa acción tendría sus consecuencias...

Kirito miró el lado derecho de su cuello que quedó expuesto al quitar la gran parte de su cabellera de ahí.

Parecía porcelana fina, porcelana que se podría romper al mínimo contacto...

No se había dado cuenta de que observó por un buen rato aquel punto, era una zona demasiado blanca... un territorio virgen... que le dio una punzada por querer explorarla con sus labios, su lengua y sus... dientes...

Cuando procesó mejor sus pensamientos, explotó de vergüenza y comprendió la situación perfectamente.

¡Ambos estaba solos en la habitación de la diosa! ¡Ella lo estaba curando, lo que implicaba que le tocara la piel y él estaba semidesnudo sobre la cama de ella!

Ahora comprendía porque Eugeo se veía receloso de dejarlo a solas con la diosa en su cuarto...

Ella ya lo había curado muchas veces en sus aposentos a solas, pero eso había sido cuando era un niño sin sentido común... ahora era un hombre de veinte años y ya llevaba un año y medio en esa relación secreta con la diosa, que no pasaba más allá de tomarse de las manos, abrazarse o robarse unos cuantos besos apasionados cuando se aseguraban de que nadie los veía.

En esos momentos estaba maldiciendo el haber salvado a Eugeo de ese ataque...

A pesar de haber descubierto y comprendido la situación en la que estaban, eso no redujo ni un poco sus ansias de clavar su cara en el cuello de la diosa... de hecho... no sólo era el cuello de ella, sino todo el cuerpo... quería ver cuánto podía explorar y marcar...

<<¡¿En qué diablos estoy pensando?!>> Se reprendió a sí mismo.

Cualquiera que supiera de sus pensamientos, podría decir que blasfemaba a la diosa con aquella impureza y sería razón suficiente para ejecutarlo o castrarlo.

Mientras tanto, la diosa ajena de sus pensamientos impuros hacia ella, le sonrió cuando terminó su tarea de secar aquel paño.

— ¿Podrías voltearte? Necesito cerrar la herida.

Brincó como si lo hubiera descubierto y al procesar su petición, sonrió lo mejor que pudo.

— Cla-cla... — Tragó con dificultad — claro... mi diosa... — Casi de manera robótica, le volvió a dar la espalda, sudando del nerviosismo.

Ella colocó sus manos sobre él y eso empeoró su estado actual.

Se quería morir en ese momento...

La diosa conjuró un hechizo y comenzó a sanar la herida, pasando suavemente sus manos pequeñas manos sobre su espalda tensa, sin darse cuenta de todo lo que le estaba provocando al caballero.

¡Apenas y se podía controlar!

Ante esa frustración, se mordió los labios tan fuertemente que sintió en su paladar un sabor metálico.

— ¿También le lastimaste el labio? — La diosa inclinó su cabeza para mirarlo bien.

Kirito reaccionó tocándose su labios inferior y encontrándose con una mancha de sangre — Oh... no es nada la verdad... — Rio nerviosamente aún tratando de mantener su cuerpo tranquilo.

Pero mientras Kirito sufría en silencio... la diosa fue invadida con algunos pensamientos cuando observó sus labios por un largo rato.

Tenía ganas de besarlo...

Y también cuando sintió cómo tensaba la espalda el joven, se dio cuenta y pudo sentir los músculos de él... no era la primera vez que lo veía sin camiseta, pero sí era la primera en que se fijaba de verdad.

Se notaba que con el pasar de los años... el entrenamiento para convertirse en Integrity Knight sí que había dado sus resultados... su resultados muy positivos.

Ahora comprendía porque tantas aprendices iban a verlo entrenar con tanto entusiasmo... no es que ella no quisiera ir a verlo pero casi siempre estaba ocupada con sus deberes de diosa... y ahora que descubrió aquello de él... sintió celos de esas niñas tontas.

Aunque... ella se encontraba ahí con él y ahora... y lo tenía todo para ella sola...

No se había dado cuenta cuándo había terminado de cerrar el corte, pero aún no había quitado sus manos sobre su espalda musculosa y ligeramente más bronceada que la de ella, pero eso no era un impedimento para querer marcarlo completamente...

Sin pensarlo, guiándose por su instinto y corazón... inclinó su cabeza hacia el punto donde empezaba su nunca, cerró los ojos y colocó sus labios sobre esa parte específica.

Pasó unos segundos y reaccionó al escuchar el jadeo ahogado del joven. Entonces cayó en la cuenta de lo que estaba haciendo y estalló de la vergüenza, mucho más cuando él se giró hacia ella.

— Stacia... — Se tocó detrás de su nuca, donde le había plantado ese beso — acaba... acaba de...

Ella estalló aún más del bochorno, su rostro era una acuarela de tono rojos, casi igualaba el color de su cabello.

— Yo... yo... ¡N-n-no es lo que piensas! Fue un... un impulso que tuve — Se agarró con nerviosismo un mechón de su largo cabellos — Por favor no pienses mal... yo no... por favor olvida eso y...

Pero su explicación vergonzosa fue interrumpida cuando el agarró su rostro para besarla desesperada y apasionadamente.

Se había tratado de controlar, pero cuando ella le besó la nuca... sabía que no había vuelta atrás y si lo ejecutaban por eso... recibiría felizmente la muerte y sin arrepentimientos en su vida.

Ella gimió cuando él introdujo su lengua en su boca para jugar con la suya. Era la primera vez que la besaba así, pero no tenía queja alguna, cerró sus ojos y lo abrazó tímidamente para poder sentir sus músculos marcados.

Kirito suspiró con satisfacción cuando su diosa hizo aquella acción en vez de rechazarlo.

Por lo menos de estuvieron besando así por tres minutos, pero eso no era suficiente, necesitaban más... mucho más que sólo abrazarse o besarse de esa manera.

La fue empujando lentamente hacia el lecho con él encima aún comiéndole la boca y mordiendo su labios inferior.

Ella gemía y suspiraba, agarrando aire apenas cuando se separan tan sólo unos momentos antes de volver a devorarse con desesperación.

Luego de eso, pasó a besar toda su cara, descendía la dirección de su boca para después besarle el cuello como había querido hacerlo hace rato. Sus labios y lengua dejaban un rastro húmedo sobre ella y lo siguiente que pasó a hacerle fue dejarle una profunda marca de amor con sus dientes.

Stacia lo miró sorprendida ante eso pero luego sonrió tímidamente — Por favor... sigue... — Le suplicó rodeando su cuellos con sus brazos para volver a besarlo, provocando que él sonriera sobre sus labios.

— Como lo ordene mi diosa... — Después de algunas marcas más sobre su cuello, prosiguió a quitarle el vestido lila que ella llevaba puesto, siendo cuidadoso de no romperlo por su urgencia.

Toda esa situación era nueva para él, jamás había hecho algo como eso y se guiaba con la nula experiencia natural con la que todos nacíamos.

Tenía su cabellos enredado entre sus dedos y besaba sus labios húmedos, ya morados por la presión y entró a un abismo de pasión del que jamás querría salir de nuevo.

Por un momento se elevó un poco para verla bien; estaba desnuda debajo de él.

Ya la había visto en todo su esplendor cuando era un niño y se bañaba con ella, pero ahora que era un hombre enamorado... pudo apreciarla en cada uno de sus detalles y él sonrió.

— Eres perfecta... mi diosa... — Se la devoró con la mirada.

A pesar de estar abochornada, lo tomó sus mejillas para acercarlo a su rostro — Y tú eres hermoso... mi caballero... — Y lo besó o más bien lo devoró.

En otro segundo, ella lo desvistió y se subió sobre él.

A pesar de haber vivido muchos siglos, ella jamás había hecho o experimentado algo así con ningún hombre... porque jamás se había enamorado perdidamente de alguien... hasta ahora.

Ella también lo marcó por todo el cuerpo como él lo había hecho con el suyo hace unos momentos y sonrió con orgullo cuando él se retorcía ante sus caricias y mordía sus labios para reprimir sus gemidos contantes, lastimándose nuevamente el labio inferior como cuando se estaba tratando de controlar con las caricias en su espalda de la diosa cuando lo estaba curando.

Ambos se abandonaron el uno al otro, acariciándose... pero ahora necesitaban esa clase de alivio pronto...

Kirito retomó su posición dominante, agarró sus muñecas con algo de posesividad y sonrió mientras la miraba hambriento.

Su cabello de color del atardecer estaban desparramados entre las sábanas color perla de la cama de la diosa... era lo más hermoso que había visto en su vida.

— Kirito-kun..

Eres sólo mía...

Y con esa declaración, se permitió unirse a ella, siendo recibido con un gemido de parte de ella que al principio fue de dolor, pero luego se volvía más placentero al punto en que le pidió que siguiera... que siguiera así toda la noche y hasta el amanecer...

Y eso hizo... hizo el acto de amor más bello y placentero con su diosa.. son su mujer ahora...

*

*

*

— ¿Se pude saber por qué tanta felicidad? — Lo miró con sospecha.

El joven sonrió enormemente — ¿Por qué lo preguntas?

— Porque... me asusta verte así todo feliz... — El rubio puso una cara de asco.

— Bueno... la vida puede dar muchas bendiciones... y son de las mejores...

— ¿Esto tiene que ver con Stacia-sama...? Ayer ya no te vi después de que te dejé en sus aposentos...

El pelinegro se sonrojó pero luego sonrió con burla — Algún día lo comprenderás junto con Alice...

Eugeo se sonrojó y lo murió furiosamente — ¡Cállate!

Pero este sólo rio con gracia y aún feliz con tan sólo recordar el día anterior... y cómo había amanecido con su diosa desnuda entre sus brazos...

*

*

*

— ¿Te he dicho, mi diosa, que hoy te ves espectacular? — Preguntaba mientras le daba una pequeña vuelta sujetando su mano, como si quisiera verla toda.

Lo cual no era del todo falso...

— Sí... pero lo has dicho ayer, antier, la semana pasada, el mes anterior y todo el año — Sonreía bellamente y sin soltar su mano.

— ¿Y tienes alguna queja de eso...? — La jaló hacia él al punto en que ella colocó su manos en su pecho.

— Por supuesto que no... sólo que me da tristeza que estos días me lo has tenido que decir con prisa...— Sonrió con pena y ambos se acercaron para juntar sus labios.

Se estaban escondiendo en la cocina de la catedral. Hace días que no habían podido estar a solas, estuvieron en varias reuniones aburridas y una vez que fueron libres se escaparon para tener un momento a solas.

— Te he extrañado... — Susurró contra sus labios.

— Y yo a ti... no tienes idea de cuánto te he anhelado todos estos días... — Confesó con una mirada seductora.

— No me lo puedo imaginar... — Le siguió la corriente — No creo que haya sido mucho...

— No me retes, mi diosa... — Sonrió con burla y posó sus labios en el cuello blanco de la joven diosa, haciéndola temblar.

— Ki-Kirito-kun... esto... — Suspiró con fuerza cuando clavó sus dientes en la larga vena de su cuello — En la cocina nos podrían...

— Te advertí que te he anhelado por mucho tiempo... no pararé incluso su me lo ordenas... — Tomó sus hombros con fuerza en lo que bajaba las mangas de su vestido para tener más piel descubierta para besar.

Ella sólo le quedó mover la cabeza hacia otro lado para darle acceso más fácil y enterró sus dedos entre los cabellos de ébano de su caballero, dejándose llevar y perdiéndose por los besos húmedos sobre su piel.

*

*

*

"Sé que algún día te gustarán, sólo debes encontrarla algo placentero como yo lo hago..."

Recordó aquel momento cuando sólo tenía nueve años, cuando se dio un baño en el piso 90 con su mejor amigo y la diosa.

Jamás había amado los baños, le daban lo mismo como cuando era un niño... pero ahora que recordaba eso... también comprendía por qué su amigo le dijo que se arrepentiría si no se dejaba bañar por la diosa.

Y también había encontrado algo realmente placentero en los baños ahora...

El vapor del líquido del elemento húmedo rodeaba su perfecta figura, que se encontraba sobre él, moviendo el agua con cada caricia que le daba.

Stacia lo había convencido de que ambos se dieran un baño en el piso 90. El plan original era bañarse por separado... pero una cosa llevó a la otra y ahora ambos se encontraban en aquella posición placentera donde se volvieron uno como otra muchas veces.

Al principio actuaron tímidos por la situación y precavidos de que las puertas del baño estuviera cerradas y que el cartel que habían puesto afuera para que nadie los molestara fuera convincente, pero cuando se fueron acercando poco a poco con sus mejillas encendidas y un brillo singular en sus ojos, aquella barrera de timidez de rompió de inmediato.

Kirito la sostenía la cintura con sus manos y suspiraba contra su boca, mientras ella luchaba por no perder el equilibrio sujetándose de su cuello y moviendo sus caderas a un ritmo placentero, suave pero desesperado.

Había silencio entre ellos, pero el sonido de las fuentes de las albercas con vapor y el agua que retrataban los movimientos que realizaban en aquel momento.

Cada vez que se unían de esa manera era tan sublime y sentían que jamás podrían quedar satisfechos luego de ese acto de amor... siempre se desearían el uno al otro como si fuera la primera vez.

— Kirito-kun... oh cielos... ¡Kirito-kun! — Gemía con fuerza, segura de que nadie afuera los oiría, pero se mordía de vez en cuando los labios, tratando de evitar sus gritos placenteros y ocultaba su rostros entre el hueco del cuello de su caballero.

— Stacia... — Jadeó, encontrándose en las mismas condiciones que su diosa.

— Kirito-kun... — Se alejó para verlo a los ojos con pasión y necesidad — Yo... yo te amo...

Los ojos de él se abrieron y su corazón brincó de emoción.

Nunca se habían dicho aquellas palabras tan poderosas, ambos eran muy tímidos en cuanto al habla, eran más de acciones, en especial él, porque ella sí tendía a decir de vez en cuando sus pensamientos más profundos.

Sentía que debía decir algo — Stacia... yo te am... — Pero fue callado por ella cuando colocó su dedo índice entre sus labios.

Esta acción hizo que la mirara confundido.

— Por-por favor... — Le costaba hablar por el placer de continuar unidos — No lo di-digas ahora... no es el momento...

Él no comprendió pero respeto su petición — Algún día te lo diré, mi diosa... de eso no tenga duda...

Stacia sonrió — Lo sé... será el momento más especial de mi vida — Y ambos se volvieron a besar para seguir con aquel acto que los llevaba a una éxtasis de otro mundo.

*

*

*

Se encontraba en la biblioteca con sus dos hermanas y el silencio era eterno.

¿Cuándo sería el momento para hablar de sus planes con ellas?

Ya habían pasado tres años desde aquella declaración de amor que ella le había dedicado a su amado y cada vez se convencía más de que no podría vivir sin él.

Los años pasaban y él crecía más y más y ella... ella no...

Por eso quería discutir ese asunto tan importante con sus hermanas. Era un paso importante que cambiaría su vida para siempre y ellas tenían que saberlo... sin ellas no podría cumplir con su objetivo... el cual debía ejecutarse en su cumpleaños que sería mañana, sino... no podría ser realizada su petición.

Aunque siempre que trataba de hablar, se acobardaba y decía lo primero que se le venía a la mente.

No podía evitar sentirse mal y culpable por toda esa situación... eran sus hermanas después de todos y se acompañaron entre ellas durante todos esos siglos, en las buenas y las malas.

Y su relación con Solus no era la mejor... no desde el día del accidente de su amado... pero lo raro es que ella no había puesto esa distancia sino lo había hecho su propia hermana. Eso sólo hacia que su culpa aumentara, después de todo, le había dicho que lo mejor para ella era que Solus estuviera lejos de ella en aquella pelea que tuvieron antes del ataque de los invasores.

No había sido su intención... ella amaba a sus queridas hermanas, pero Solus complicó a propósito su relación con Kirito... y eso era algo que la había hecho enfurecer y decir cosas que no pensó. Le gustaría hacer las pases con su hermana antes de tomar cualquier decisión... pero el tiempo se le estaba acabando...

Se encontraba en un sillón junto a Terraria y Solus se encontraba en la mesa del enorme lugar. También hacia eso siempre, se alejaba a una distancia prudente de sus hermanas incluso cuando se encontraban solamente ellas tres.

Pretendía estar leyendo un libro mientras ideaba la forma correcta de hablar hasta que oyó el golpe de un libro siendo cerrado. Sabía que era de Solus por lo que pensó que ya se retiraría a dormir.

Maldecía el no haber hablado antes pero cuando sintió de reojo que alguien se aproximaba hacia ella levantó la vista de su libro para encontrase con una sorpresa.

— ¿Solus...? — Se sorprendió. Durante esos años de distanciamiento entre las dos, Solus sólo discutía con ella asuntos importantes, sin embargo, nunca le hablaba cuando estaban a solas ni cuando volvían a su hogar en el Nirvana.

A pesar de haberla nombrado, Solus se quedó observándola por un buen rato, como si estuviera pensando en qué palabras debía decir exactamente. Su mirada estaba llena de determinación, pero Stacia pudo notar cierta tristeza en su ojos azules como un par de aguamarinas.

Cerró un momento los ojos y dirigió su mirada hacia su otra hermana, que también la miraba pero a diferencia de Stacia, no parecía sorprendida por su acercamiento, incluso su ojos también mostraron tristeza.

— Terraria... es hora...

La diosa rubia tomó aire pero luego asintió y se paró para ponerse al lado de Solus. Ambas se miraron un segundo y luego vieron a Stacia con un semblante triste y serio.

— ¿Qué pasa...? — Stacia preguntó algo temerosa, no acostumbrara ver a sus hermanas así.

— Stacia... — Terraria le extendió la mano para que la tomara. La diosa pelirroja la aceptó y de un jalón la paró — Sabemos lo tuyo con el caballero Synthesis 33...

Ante esa declaración, sus sensores se alteraron y su sonrojo fue notorio a pesar de la pobre luz que alumbrara el fuego casi extinto de la chimenea de la biblioteca.

— ¿Qu-qué...?

— Nunca has sido muy buena ocultando las cosas... — Finalmente habló Solus.

Terraria rio con pena con la expresión horrorizada de su hermana mayor — No te asustes... no vamos a mandar a la horca a tu querido caballero...

Stacia se alivió por un segundo, sin embargo, aún no comprendía a qué venía todo eso.

— También sabemos lo que has querido pedirnos todos estos meses... — Apretó más la mano de su hermana — Y tengo que decirte que yo no quisiera aceptarlo y dejarte ir...

Stacia observó a su hermana y notó que estaba reprimiendo las lágrimas. Su corazón se encogió, pero no iba renunciar a su felicidad al lado de Kirito.

— Terraria yo... — Quería convencerla, pero le tocó el hombro Solus.

Negó y habló — No hemos terminado.

Stacia la miró confundida. Lo siguiente que hizo la diosa del Sol fue colocar su mano sobre las manos aún unidas de Stacia y Terraria.

— Ambas no queremos dejarte ir... yo... nunca he querido dejarte ir — Su voz se oyó un tanto rota, parecía que tenía ganas de llorar — Desde lo que le sucedió a ese... caballero... no es normal en mí... pero me siento muy culpable, pudo haber muerto y tú estuviste en peligro... y en parte es por mí culpa...

Terraria no lo resistió y comenzó a llorar al oír de su hermana, pero ella decidió dejar que le explicara las cosas a Stacia.

— Sé que por mi culpa él se alejó de ti y te sentías miserable... y yo realmente lo lamento porque lo último que deseo es verte así... también sé que extrañas... ser una mortal... — Un nudo en su garganta se estaba formando — y ambas somos conscientes que jamás buscaste el amor por seguir a nuestro lado... pero llegamos a una decisión.

Stacia las miró expectante, por lo que apretó con fuerza sus manos.

Pasaron unos segundos y de repente... las manos de las dos diosas empezaron a brillar en tonos azulados y verdes que por ende, las manos de Stacia brillaron también en tonos rosados.

Te concedemos nuestra bendición Stacia... eres libre de usar tu verdadero nombre — Ambas pronunciaron aquellas palabras y el brillo cesó.

— Ahora todo depen de ti y ese caballero... sabes cuál será tu puesto una vez que hayas aceptado tu nuevo destino... — Solus mencionó y sus lágrimas fueron inevitables.

Stacia no lo resistió tampoco y comenzó a llorar mares. Abrazó a sus dos hermanas con toda su fuerza.

— Sin importar el tiempo o el lugar... yo las amaré eternamente... y siempre pero siempre... serán mis hermanas... — Se separó un segundo para mirarlas a los ojos y senreír débilmente — Muchas gracias...

Sin mencionar más palabras, las tres permanecieron abrazadas por un largo rato, querían que ese abrazo durara, lo suficiente para cesar las lágrimas y el dolor que parecía eterno.

Así lo sintieron...

*

*

*

Era de madrugada, el Sol apenas estaba saliendo, por lo que los últimos rastros de la noche aún se divisaban en el cielo.

Un espectáculo bello que no fue apreciado lo suficiente por un joven caballero de veinticuatro años que iba corriendo con prisa por los extensos pasillos.

Había recibido una nota de su diosa, pidiéndole que lo viera en una de las terrazas de la catedral y por lo que veía en el mensaje, parecía algo urgente.

Sólo esperaba que su diosa se encontrara bien. Hoy era su cumpleaños y quería pasarlo todo el día con ella, pero no pensó que se reunirían antes del amanecer.

Mientras aquellas preguntas invadían su cabeza de cuál podría ser la razón por lo que lo citó con urgencia, cada vez se acercaba más a su objetivo y divisó la figura de su amada, por lo que apresuró su paso.

Sus pasos metálicos sonaron retumbaron, alertando a la diosa de que su caballero se acercaba por lo que se dio la vuelta y lo vio aproximarse hacia donde ella estaba. Sonrió apenas lo vio detenerse a un par de metros de ella. Se veía tan guapo... siempre lo había creído desde que había entrado aquel joven a la adolescencia y le complacía que él fuera todo suyo y con esos pensamientos se acercó a él anhelante.

— Sta... — Iba a nombrarla cuando sus palabras fueron selladas por la diosa que una vez que acortó toda la distancia entre los dos, sujetó sus mejillas con fuerza y lo besó desesperadamente, dejándolo atónito pero rodeó su cintura para corresponderle apropiadamente el beso.

Luego de unos segundos, Stacia se separó y él consideró que ese beso no duró demasiado como él deseaba pero igual le sonrió a su diosa.

— Tienes la costumbre sujetarme de las mejillas y besarme con fuerza... — Sonrió pícaro — disfruto eso...

Ella sonrió y le dio un corto beso en sus labios para luego separarse de él sin soltarle las manos.

— Feliz cumpleaños... aunque no entiendo por qué me citaste a esta hora... — Soltó una de sus manos para acariciar una de sus mejillas rosadas.

— ¿Te molestó que interrumpiera tu sueño? — Stacia se preocupó en lo que posaba su mano sobre la de él que aún sostenía su cachete.

— No... yo disfruto verte a cualquier hora del día — Le sonrió encantadoramente, ganándose un sonrojo de parte de ella — Sólo que me extraña que me hayas mandado aquella nota urgente.

Stacia le rodeó la espalda con sus brazos — Necesitaba verte...

— Pero a estás horas...

— Es muy importante... necesito pedirte algo...

— Lo que tú ordenes.

Stacia apretó su agarre hacia él, estaba nerviosa y él lo notó — Para pedírtelo... necesito contarte primero algo... algo que va a cambiar tu perspectiva de mí e incluso tus sentimientos...

La miró extrañado pero juntó su frente con la de ella — Nada de lo que me digas hará que cambien mis sentimientos hacia ti... eso es algo imposible.

Ella sonrió más tranquila — Bien... — Se alejó de él.

— Te escucho.

La diosa junto ambas manos y comenzó a hablar.

— Te amo... — Aquellas palabras siempre que podía, se las repetía con la misma seriedad con la que lo hacía desde que se lo confesó aquella vez mientras hacía el amor en el Gran Baño y no mermaba el latido acelerado del joven frente a ella — por esa razón... necesito decirte la verdadera historia de mi origen como diosa.

Kirito la observó intrigado y ella continuó — ¿Sabes cuál es el origen de las tres diosas, Kirito-kun?

— Sí... dicen que cuándo se creó este mundo, las diosas nacieron juntos con estás tierras, para mantener el equilibrio y la paz.

— Correcto... así surgieron las diosas.

— Ese es su origen mi diosa... usted nació junto con esta tierra.

Stacia sonrió con pena — Eso... eso no es verdad...

El pelinegro abrió grandemente los ojos — ¿Qué...?

— Es verdad que las diosas se originaron así... pero yo no soy la diosa Stacia original —Kirito la miró en shock pero ella quería continuar hasta el final — Yo... yo nací como una mortal normal, hace muchos siglos atrás... mi vida era normal, vivía en un pueblo muy alejado de Centoria, tenía papás normales e incluso un hermano... mi vida era simple y humilde, no me quejaba — La expresión asombrada del joven sólo aumentaba cada vez más — Pero un día... las diosas vinieron a nuestro pueblo.

— ¿Las diosas originales...?

— No... por mucho tiempo antes de mí, la diosa Stacia original había desaparecido — Kirito la miró con dudas — La diosa Stacia puede ser cualquier mortal, una vez que deja su puesto como deidad, su tarea tiene que ser pasada a otro ser humano, y esa tarea debe ser pasada por Solus y Terraria...

— ¿Las diosas Terraria y Solus son...?

Stacia negó — Mis hermanas tampoco son las diosas originales, al igual que yo, también fueron mortales alguna vez.

— ¿Pero cómo...?

— A eso voy con mi origen... —Stacia sonrió con pena — Las diosas Solus y Terraria de ese entonces, vinieron a nuestro pueblo, explicando que seleccionarían a una de las chicas del pueblo, para ofrecerle un honor inimaginable más allá de su imaginación — Bajó la mirada recordando aquella vez — Después de mirar a través de cada una de nosotras, ver si éramos dignas... me eligieron a mí.

Cerró los párpados, de cierta manera, no quería mirar aún la expresión sorprendida de Kirito — Dijeron que yo era digna y pura, pero nunca me dijeron que sería aquel gran honor. Al principio quería negarme porque habían dicho que una vez siendo elegida me llevarían a Centoria, y yo no quería alejarme de mi hogar, pero mis papás insistieron en qué debía aceptar tal honor de parte de las diosas... por lo que no me quedó más opción que aceptar e irme con ellas. Una vez que llegue aquí, a la catedral... me dijeron cuál sería mi nuevo puesto... sería la nueva diosa de la Creación Stacia...

Levantó finalmente la mirada para mirar la expresión de su amado y como esperaba; estaba completamente perdido.

— El resto es historia... acepté mi destino, sacrifiqué mi mortalidad y mi vida como una humana normal. Con el paso de los años las diosas Solus y Terraria que me eligieron también dejaron su título como diosas y así llegaron mis hermanas — Sonrió — Sólo por ellas... no me arrepiento de haber sacrificado mi mortalidad... pero a pesar de eso... yo extrañaba ser mortal pero no tenía un motivo para querer volver a serlo... hasta que te conocí...

Kirito abrió los ojos con sorpresa — ¿Yo...?

— Sí, Kirito-kun... también hay otro secreto — Ahora tenía que decirle el final de toda esa verdad — Las diosas que dejan su puesto, vuelven a ser mortales... y para eso necesitan dos cosas que deben ser ejecutadas en sus cumpleaños.

Se acercó al joven sin despegar sus ojos de él — La primera; la diosa que deseé volver a ser humana necesita la aprobación de las otras dos diosas — Sonrió y tomó la mano del pelinegro — y la segunda; la diosa necesita aferrarse a algo mortal... un propósito.

— ¿Propósito...?

— Así es... cualquier propósito, pero que sea lo suficientemente fuerte para la diosa que desea ser mortal... y yo ya tengo él mío — Tocó la mejilla de su amado — eres tú... mi propósito eres tú... quiero ser mortal para casarnos, tener hijos y envejecer juntos... no podría soportar que tú crezcas y mueras, y que yo jamás podré alcanzarte en el más allá... por eso quiero volverme mortal...— Declaró todo eso con prisa, nervios y lágrimas rebeldes que se escapaban por sus mejillas.

Ella quería todo eso con todo su corazón... pero no sabía si él deseaba lo mismo...

— Eso sí... su aceptas todo esto... yo sé que es mucha información que tienes que procesar y por supuesto que vendrán consecuencias después y... — Pero su hablar quedó sellado cuando él colocó un dedo sobre sus labios.

— ¿Estás bromeando...?

— ¿Qué...? — Y está vez, él tomó su mejilla con una de sus manos mientras que colocaba la otra en su cintura para juntarla lo más que pudo a su cueró y la besó con pasión, sacándole todo el aire a la diosa que se derritió entre sus brazos y besos.

— Yo también deseo todo eso a tu lado — Decía entre besos — También he tenido esas ideas de hacerte mía ante todos, tener hijos contigo... pero eso lo veía imposible porque eres la diosa y yo jamás creí... — Se separó para mirar aquellos bellos ojos miel que brillaban aún con lágrimas, que decidió limpiar con la punta de su pulgar — y con todo esto que me dices... sólo has hecho que la idea de mi deseo pueda ser posible...

Stacia sonrió con alivio y mucho amor — ¿En serio...?

— Por supuesto — La volvió a besar — Pero... pero esa es una decisión inmensa... estaría dejando tu puesto de diosa sólo por un pobre caballero como yo que lo único que puede ofrecerte es un amor sincero... ¿segura de qué...?

— ¿Tú no logras mantener tus promesas, verdad...?

— ¿Cómo...?

— Siempre te he dicho que jamás te compares conmigo o que reducas tu valor... yo te amo tal y como eres, así me enamoré de ti... pero si tu puesto te molesta mucho... también hay otra condición con renunciar a mi puesto.

— ¿Qué quieres decir...?

— Aunque renuncie a mi puesto... mi prestigio sigue ante los ojos de todos y nadie puede enterarse de qué no existe más la diosa Stacia hasta que encuentren otra, por lo que me tengo que quedar aquí... con un nuevo puesto — Él la miró expectante — La Star Queen...

Kirito quedó sin habla — La Star Queen... ella y el Star King son sólo leyendas...

— Han existido hace muchos siglos y aquel puesto siempre es entregado a la diosa de la Creación una vez que deja su puesto como deidad y a su... esposo...

— ¿Quieres decir lo que creo?

— Ya está todo arreglado con los Integrity Knight, Becouli-sama y Fanatio-sam también son consciente de mi decisión... así que... — Tomó aire — ¿Estarías dispuesto a gobernar a mi lado hasta que la muerte nos separe? — Preguntó tímidamente y él le regaló una sonrisa.

— Creo que debería hacerte esa pregunta yo... — Kirito se incó de rodillas y tomó su mano — Eres la mujer de mi vida y mi diosa... Stacia... ¿quieres...?

— ¡Un momento! — Ella rio y se arrodillo a la altura de él sin soltar sus manos — Primero lo primero... debo volverme mortal...

Kirito bufó por aquella interrupción pero luego asintió — ¿Qué debo hacer...?

Ella se acercó a él — Debes decirme... que... ammm... que me amas — Soltó con pena — Pero debes decir mi verdadero nombre...

— Tu verdadero nombre... — Repitió con voz hipnótica.

La diosa sonrió y se acercó más para poder susurrale al oído y separarse sin quitar su sonrisa, que fue acompañada por él después — Debes decírmelo...

El sol ya estaba en su totalidad sobre el cielo. Era un panorama bello que los acompañaba en ese mismo momento, donde sería el inicio de su nueva vida.

— Yo te amo... Asuna... — Susurró con su corazón a mil por hora. Decir ese nombre completamente nuevo en su vocabulario lo hizo sacudir su mundo entero y sentir un placer inmenso en todo su ser.

Y cuando pronunció esas palabras, una luz rosada rodeó a la figura femenina frente a él. Duró unos segundos y el brillo cesó.

Ella lo miraba nerviosa — ¿Me veo diferente...?

El joven la miró de arriba para abajo y sonrió — Yo te veo igual de bella, digna de ser una diosa...

Asuna rio — Ya no soy una diosa...

Se inclinó de hombro y junto sus frentes — Para mí siempre serás mi diosa...

Ambos rieron y se besaron apasionadamente.

— Hay un problema — Kirito susurró contra sus labios.

— ¿Qué? — Ella se asutó.

— La diosa Stacia ya no podrá bendecir nuestro matrimonio... — Fingía una mirada triste, pero sólo hizo que su amada riera.

— Nos las arreglaremos...

Kirito rio y ambos se volvieron a besar.

Aquel beso era el inicio del resto de su vida... una vida que podrían vivir juntos sin importar el pasar de los años...

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AL FINA!!! UFFF, ME PARECE QUE ESTA LA HISTORIA CON MÁS LARGA QUE HE HECHO CON MAS PALABRAS EN AMBAS PÁGINAS. NO CREÍ QUE LO ACABARÍA TIEMPO!!!
SORRY POR SI HAY FALTAS ORTOGRAFÍAS. ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO Y ESPERO HABER JUNTADO BIEN TODOS LOS PUNTOS.
TENGA BONITA SEMANA KIRIASUWEEK2022!!!

POR CIERTO... ESTE ES MI PRIMER LIME SEMI LEMMON 7w7...

ROXY 51 FUERA!!!

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