Utopía


"Nada es verdad, ni nada es mentira. Recuerda que todo siempre depende del cristal con el que se mire. Si no, pregúntale a un Abogado. Al final, nunca olvides que todo es posible y que mientras haya vida, existe esperanza. La esperanza siempre debe morir al final, no antes"


Otro día más, uno tras otro que pasaba sin que me diera cuenta, y ahí me encontraba yo, sin ánimos de nada mirando el río que estaba justo en frente de mí.

Los últimos meses había sido sinceramente una pesadilla, me quedaba dormida todas las noches después de llorar por mucho tiempo, pensando en lo que había pasado y como todo simplemente se había convertido en un desastre.

Después de tener una relación estable por casi 4 años, ella había decidido dejarme de la noche a la mañana y cambiarme por otra que no era mejor que yo, o bueno al menos eso pensaba, pero qué iba a saber yo de las decisiones de las personas, al final nunca terminas de entenderlas.

Todo lo que había sucedido en realidad ya no importaba, al final las cosas pasan por algo o eso es lo que nos empeñan en vender, ¿verdad? Lo único que me quedaba era volver a la realidad. Me encontraba sentada en el Malecón más famoso de mi ciudad, ahí cerca de donde se encontraba la famosa estatua de los próceres. Al verlas recordaba a mi mejor amiga Juliana, ella decía que las estatuas se tocaban el trasero, reí sin querer.

Era de noche, iba de jeans, camiseta y las típicas chancletas, el clima estaba algo frío. Desaparecer de casa era una de las opciones de cada día, era mi única salida para dejar de pensar; odiaba recordar y caer en lo mismo nuevamente, aun me preguntaba por qué siempre la mente se empeñaba en traerte recuerdos que quieres olvidar. Es como si supiera el propósito y luchara en contra.

Escuchaba a unos niños reír cerca, estaba tan distraía y sumida en mis pensamientos que aquel golpe repentino en mi cabeza, ocasionado por una pelota, me hizo saltar casi dos metros por encima de esa silla (aunque fuera solo metafóricamente).

Volteé mi rostro de inmediato dispuesta a expresar mi rabia con aquellos chiquillos que habían lanzado el balón pero en lugar de eso me encontré con una chica sencillamente hermosa. Sus ojos eran de un profundo color azul rodeados por unas pestañas perfectamente rizadas y unas cejas definidas; su cabello, recogido en una coleta de un color castaño claro que resaltaba a la perfección con su tono de piel blanco era sencillamente espectacular. Iba de jeans, con una camiseta de tiras y una chamarra encima. Mi rabia se disipó de inmediato.

- Lo siento mucho, mis primos lanzaron el balón – me dijo con una sonrisa que mostraba sus dientes perfectos y blancos. ¡Dios! qué labios para hermosos y esculpidos.

-No te preocupes – dije inmediatamente sintiendo como se expandía una sonrisa en mi rostro, me sentí extraña y rara. Demasiado tiempo sin reír había hecho que olvidara por completo la sensación.

-Lo siento en realidad, ellos son muy juguetones – volvió a reír – me llamo Alejandra, es un placer conocerte aunque sea en estas circunstancias – extendió su mano, no pude evitar sonreír.

-No pasa nada, en todo caso si requiero ayuda médica ¡no dudaré en avisarte! – Extendí mi mano, la corriente eléctrica que sentí al tocarla era sencillamente inexplicable – Mi nombre es Kathleen – volví a sonreír como estúpida. Era prácticamente imposible aparentar que alguien te gusta, pero en mi caso, era mucho más que evidente.

-Muero de vergüenza contigo, ¿Qué puedo hacer para recompensarte? – preguntó mientras se acercaba a mi lado de la silla.

-No te preocupes, no pasa nada. ¡No es como si me hubieras lastimado de por vida! –La vi sonreír abrumadoramente -- ¿Qué te parece sí te ayudo a buscar el balón? – le dije.

-Gracias – contestó en su dulce voz ¡Hasta la voz la tenía hermosa! Esto era demasiado – no sé por dónde se fue, espero no haya caído al río – puso cara de disgusto.

Empezamos a recorrer el Malecón. Después de un par de minutos encontramos el balón debajo de unos juegos, la vi suspirar de alivio mientras caminaba hacia mí.

-Gracias, sin ti no lo hubiera encontrado. ¡Mis primos son tremendos! – sonrió. Era más alta que yo. Su pantalón resaltaba su figura, su trasero perfectamente definido, sus piernas que se veían musculosas aún a pesar de la tela, era realmente sexy y demasiado llamativa. No verla era como evitar ver el sol en un día soleado... ¡Una imposibilidad!

-No te preocupes – le dije, dándole un vistazo a mi reloj – tengo que irme, fue un placer haberte conocido – sentía poco a poco cómo no me quedaba mucho tiempo para empezar a derrumbarme.

-El placer fue mío, aunque me hubiera gustado conocerte en otras condiciones –su rostro reflejaba verdadero cargo de conciencia, sus ojos tristes pero a la vez esperanzados.

-Aunque no lo creas –le dije –alegraste mi noche. Hasta pronto...

Le extendí la mano, pero ella en lugar de tomarla se acercó a mí y plantó un dulce beso en la mejilla.

-Gracias por todo Kathleen, hasta luego... –Me dedicó una última sonrisa mientras daba la vuelta y caminaba fuera del Malecón.

¿¡Qué demonios había pasado!? Sentía una corriente eléctrica cruzar por mi cuerpo porque sabía a la perfección que sus ojos estaban en mi espalda mientras recorría el camino necesario para salir a la calle y quedar fuera de su vista.

No me había sentido así en meses. Ese cosquilleo en la barriga y esa sensación de ternura en mi corazón; esta extraña chica había dejado una grata impresión en mí, más que eso, había despertado una ilusión, una tonta ilusión que simplemente ahora no podía sacar de mi cabeza.

Caminé a mi auto, no estaba lejos del Malecón, quizás un par de cuadras. Sabía que no me quedaba mucho tiempo antes de empezar a sentir que el mundo se me venía encima, necesitaba llegar a mi casa de inmediato.

Avanzaba lentamente, y en cada paso recordaba a Alejandra, ¿cómo era posible que existiera alguien como ella en este lugar justo hoy? Su sonrisa, su figura hermosa, y su voz; sencillamente había sido una agradable sorpresa.

Llegué a mi auto, busqué las llaves en mi pantalón y abrí las puertas. Entré inmediatamente intentando encontrar mi celular en alguno de los bolsillos del pantalón... -¡Maldita sea, lo dejé en el Malecón!!! –bufé por lo bajo. Si no hubiera sido por haber visto a esa hermosa mujer seguramente hubiese sido la peor noche de mi vida.

Prendí mi auto, pensando en qué tiempo iba a comprar otro teléfono cuándo unos golpes en el vidrio de mi puerta me hicieron saltar del susto.

-¡¡¡Maldición!!! –pensé. ¿Quién demonios es ahora?

Reconocí inmediatamente a Alejandra apenas volteé mi rostro, pegó algo contra el cristal mientras una sonrisa hermosa se expandía en su rostro... mi celular pensé. Abrí la puerta sintiendo alivio y a la vez esa extraña sensación en el estómago malditas mariposas que no se cansaban de revolotear.

-¡Creo que esto es tuyo! –Me dijo apenas salí del auto dedicándome una hermosa sonrisa, sentí una sonrisa automática de respuesta expandirse por mi rostro –lo encontré en la banca en la que estabas, así que ¡vine a dejártelo! –se veía un poco agitada había estado corriendo.

-Gracias, de verdad pensé que lo había perdido –contesté casi inmediatamente. Por alguna extraña razón que no lograba comprender, sentí mis mejillas hirviendo de la vergüenza. Ahí vas con eso de la vergüenza cuándo te gusta alguien... ¡Odiaba a mí conciencia definitivamente!

-Es lo mínimo que podía hacer después de haber tratado de atentar contra tu vida...–volvió a sonreír al mismo tiempo que depositaba mi teléfono en mi mano –espero verte pronto nuevamente –me dijo.

-Espero lo mismo, ¡gracias Alejandra! –extendí la mano mecánicamente, completamente sonrojada.

-Como siempre el placer es todo mío, hasta luego Kathleen –se quedó parada esperando mi reacción, esta vez fui yo quien se acercó a darle un beso en la mejilla.

-Cuídate mucho –le dije, mientras acercaba mi rostro al suyo y depositaba un dulce beso en su mejilla. Me inundó su delicioso aroma dejándome sin reacción –hasta luego.

Me di la vuelta subiendo a mi auto y mientras aceleraba camino a casa lo único que podía sentir era mi corazón hecho un vuelco de emociones mientras por el retrovisor observaba unos hermosos ojos azules que simplemente se empeñaban en seguirme aun a pesar de la distancia...


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-Mamá, ¡ya llegué! –le hablaba a mí madre apenas llegaba a casa y mientras cerraba la puerta de entrada.

Caminé a mi cuarto, prendí mi televisor y empecé a sacarme la ropa para ponerme mi piyama. Casi inmediatamente escuché el sonido de notificaciones de mi celular ¿¡quién diablos era ahora!?

Saqué mi celular del bolsillo del pantalón y lo desbloqueé mientras me acostaba en la cama. Era un mensaje de What's app de alguien que no conocía, decidí aceptarla sin saber quién era. Esperé unos segundos hasta que volvió a sonar mi celular, mi corazón dio un vuelco cuándo reconocí la foto de perfil de aquel contacto, ¡era Alejandra!!! ¿¡Cómo demonios tenía mi número!?

-Espero no importunarte, sólo quería saber si llegaste bien a tu casa –leí su mensaje, abrí la foto de su perfil, ahí estaba ella con sus profundos ojos azules, su cabello caía en cascadas sobre sus hombros y sonreía con sus perfectos dientes blancos.

Por unos instantes no supe qué hacer o decirle, sentí mi corazón acelerarse y una sonrisa se expandió por mi rostro, Dios ¿cómo tenía mi número de contacto? Me sentí automáticamente acosada y vulnerable, imaginaba que esa era la sensación de alguien que se siente perseguido aunque extrañamente, en este instante me sentí más feliz que cualquier otra cosa... ¿Acaso te importa? ¡Contesta! mi diosa interior saltaba de felicidad....

-Hola Alejandra, gracias por preocuparte llegué bien. No me lo tomes a mal, no es que en realidad esté asustada, preocupada o algo por el estilo pero, ¿¡cómo es que tienes mi número de celular!? –le contesté profundamente interesada con mí ya acostumbrada ironía. ¿Aún conservaba mi ironía? A estas alturas creía que la había perdido en el camino.

-Lo lamento –me dijo y puso una sonrisa junto al texto –cómo dejaste tu celular en el Malecón tomé tu número sin tu permiso, espero no estés enfadada o algo por estilo, no vayas a pensar que soy algún tipo de acosadora o asesina en serie –puso una carita de sonrojo, no pude evitar reír y sentirme complacida al mismo tiempo, y talvez un poco aterrada, sólo talvez.

-Para nada, así garantizo que al menos podré verte en otro momento –le dije ojala no piense que le estoy tirando perros, ¡maldición! Ahí iba yo con el tema de los enamoramientos nuevamente... ¡Nunca aprenderás!

-Pues, quería recompensarte por lo que paso hoy. Te parece si mañana paso por tu trabajo y te invito a comer, ¿qué dices? –mi corazón dio un brinco y mi diosa interior empezó a saltar de emoción. Por supuesto que quiero salir contigo guapa, ¡mucho más que querer! ¡Mi conciencia seguía siendo tan sutil aun a pesar de llevar un corazón roto! La odiaba profundamente.

-Sí con eso te quito el cargo de conciencia, ¡claro que acepto! –sentí la alegría recorrer mi cuerpo al mismo tiempo que me sentía extraña y completamente diferente.

-Es la mejor noticia que me han dado en todo el día, gracias –me dijo mientras acompañaba el texto de emoticones que me hicieron sonreír y sonrojar al mismo tiempo.

Le di la dirección de mi trabajo y después de despedirme de ella y de sentir un mar de nervios recorrer mi cuerpo, caí en cuenta que esta niña no solo me gustaba, sino que sabía perfectamente que enamorarme de ella iba a ser sumamente fácil.

Vi su foto de perfil justo antes de quedarme dormida, y por primera vez en meses, pude dormir perfectamente. Es más, podría haber jurado que era la primera vez que dormía sintiendo que todo iba a ser completamente diferente.

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