Sin mirar atrás
"Las contradicciones de la vida son algo sencillo. Siempre querrás más de lo que tienes, siempre amarás a quien no debes, siempre pensaras en vivir aquello que no puedes, siempre añorarás una vida distinta y por supuesto, siempre te arrepentirás de la vida que llevas lamentándote eternamente por las decisiones que hayas tomado.
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Nada en esta vida es fácil, incluso lo sencillo se complica. Pero la vida es así, y es una sola, ¿acaso no crees que vale la pena vivirla? Algunos aman hablar, otros las ciencias, otros como yo somos más de arte: cantar, escribir... Aunque sea difícil lucha por tus sueños, aunque nadie crea en ti no pierdas nunca las esperanzas. No olvides dar siempre lo mejor que tienes dentro, ¡no existen las segundas oportunidades! Si a la primera no logran ver lo mejor de ti, lo harán después, pero si te rindes... quizás nunca puedan hacerlo..."
-¿Puedo saber a dónde vas? Porque se suponía que te ibas a quedar con nosotros hasta finales de año, ¿o me equivoco? – Natasha le preguntaba a Lauren desde la puerta.
Aquella rubia estaba recogiendo lo más rápido que podía todo lo necesario para volar lo antes posible a Francia. La voz de su hermana desde la puerta hizo que perdiera el hilo de lo que estaba haciendo, sintiendo automáticamente cómo se tensaba por miedo, por rabia, por temor... Ver a su hermana ahí, hacía que reaccionara de golpe, cayendo a la realidad de todo lo que realmente estaba pasando... ¿Qué iba a decirle, qué iba a hacer? Se suponía que Natasha volvería mañana. ¿Era acaso posible que tuviera tanta mala suerte?
La urgencia de salir de ahí lo antes posible para evitar lo que iba a pasar, la hacía poner aún más nerviosa y ansiosa de lo que ya estaba; no tenía tiempo para inventar una historia que pudiera convencer a Natasha, esas historias tontas que suenan siempre a mentira pero que al final se convierten en una más que convincente verdad. Lo único en lo que podía pensar era que a cada minuto que perdía en esa casa Nicole estaba más cerca de hacer algo que simplemente no tendría remedio. Iba a arruinar su vida, y la de gente que nada tenía que ver con esa familia.
¿Pero qué podía hacer? ¿Acaso no era su hermana una de las personas más peligrosas qué existía, qué conocía? ¿Acaso no estaba segura de que si no le decía lo que estaba pasando posiblemente ella misma se convertiría en una de sus víctimas? Era su hermana, sí, ¿pero hasta qué punto iba a ser eso suficiente en su afán de salir bien librada de todo esto? ¿En su afán de hacer lo correcto sin que importen mucho las consecuencias?
Estaba consciente de lo que debía hacer, no podía dejar a Nicole sola otra vez. No de nuevo. No como lo había hecho antes cuándo pasó todo lo de Alejandra Anderson, cuándo simplemente no pudo evitar que su hermana se saliera con la suya. Y ahora, no sólo iba a salir lastimada Nicole; aquella mujer que había amado desde que era una niña, aquella que había sido el motivo de las rivalidades con su hermana desde el preciso instante en que su padre se hizo cargo de ella, de Nicole ¡no! Esta vez había más, mucho más, demasiado...
No sólo iba a salir lastimada la mujer que siempre había querido, sino también otra que no tenía la culpa. ¿Por qué había dejado que todo terminara de esta manera? ¿Por qué simplemente no había sido lo suficientemente fuerte para enfrentarse a su hermana y dejar a Nicole ser feliz desde un inicio? Quizás era el hecho de que la prefería cerca, en la misma casa en la que había pasado casi toda su vida; esa casa que fue suya hasta qué había decidido irse a Londres a estudiar Medicina y alejarse de todo y de todos.
Sí, salvar a Nicole, ayudarla, era lo que debía hacer. Pero simplemente no podía sacarse de la cabeza, ¿Qué era lo que iba a tener que sacrificar con esta decisión? ¿Cuál iba a ser el final de la historia? O era que simplemente al final ni siquiera iba a tener la opción de tener un comienzo.
-Natasha, pensé que llegabas mañana –Terminó de guardar el último paquete de cosas que le quedaba mientras lo tomaba en brazos y caminaba a la puerta –Tengo que regresar de urgencia al hospital, ya sabes un caso especial, espero volver pronto... – Caminaba con decisión para salir de esa habitación, pero la mano de su hermana la detuvo.
-Un caso especial, Lauren, cuándo aprenderás... ¡Nunca has podido mentirme! ¿Qué es lo que en realidad está pasando?
¿Dónde está Nicole? Acabo de pasar por su cuarto y encontré todo vuelto un caos –La apretaba con fuerza, mirándola con curiosidad.
-No sé por qué tienes la impresión de que yo soy el perro faldero que debe de cuidar de Nicole todo el tiempo, ¿¡Es que acaso me pagas un sueldo por eso!? Nicole es tú responsabilidad no la mía "hermanita". Déjame ir, estoy apurada... –Intentó soltarse con vehemencia de la mano de su hermana, pero el esfuerzo fue en vano, era mucho más que obvio que Natasha tenía mucha más fortaleza que ella.
-No vas a ir a ningún lado, lo sabes... ¡No me hagas perder la paciencia Lauren, no me hagas olvidar que eres mi hermana, o no respondo de lo que soy capaz! –La miraba con rabia, tratando de influir ese miedo que estaba acostumbrada a hacer sentir a todo el mundo.
Pero Lauren, más por un ataque de adrenalina que por valentía, decidió enfrentarse a su hermana, aún a sabiendas de que tenía demasiadas cosas que perder, mucho que sacrificar. No solo una familia, sino quizás también su propia vida.
Haber decidido alejarse de su hermana que era su única familia, seguía siendo una de las cosas más difíciles que había hecho en toda su vida. Su hermana, esa que su padre aún a pesar de sus errores, le había pedido antes de morir que cuidara, pidiéndole que tratara de evitar que siguiera sus pasos. Pidiéndole que no la dejara sola, que estuviera siempre a su lado.
Pero todo el esfuerzo había sido inútil. ¿Acaso a estas alturas Natasha no era una de las mayores traficantes de armas alrededor del mundo? ¿Acaso no había superado el trabajo que había realizado su padre antes que ella?
Aquella hermosa rubia había perdido en el intento, Natasha era la fiel copia de su padre. Asombraba verla manejando el negocio cómo solamente Lauren había visto a su padre hacerlo. Negocio que estaba perfectamente cubierto bajo la fachada de INDUSTRIAS WILSON, una de las mayores proveedoras de armamento alrededor del mundo. Negocio que su hermana había sabido defender a capa y espada, incluso pasando por encima de quienes más amaba. Nunca había importado nada, o nadie, para Natasha todo el mundo era insignificante ¡todo el mundo! Incluso aquella mujer que tanto amaba.
-¿¡Y que se supone que vas a hacerme!? ¿¡Matarme acaso!? Es eso, ¿¡con eso me amenazas!? –Natasha la soltó inmediatamente cómo si hubiese sentido que una corriente eléctrica pasaba a través de todo su cuerpo –Dime, estoy escuchando.... ¿¡Es que vas a mandarme a matar cómo nuestro padre mandó a matar a los padres de Nicole!? ¿¡O cómo tú has mandado a matar tantas veces!? –La cara de sorpresa y rabia de Natasha era insostenible, imposible de ver sin la suficiente adrenalina fluyendo por tu cuerpo.
-¿¡De verdad pensaste que no lo sabía!? Sé todo sobre lo que haces, aunque siempre hayas tratado de guardar las apariencias. Y lo de Nicole, lo supe desde el principio. Fue por eso que mi padre se hizo cargo de ella como si fuera su propia hija, ¡por culpa! Porque simplemente no pudo con la carga de dejar a una niña de diez años sin su familia, ¡todo por el estúpido dinero! –La adrenalina fluía libremente por el cuerpo de Lauren, sacando al descubierto todo ese oscuro pasado que escondía su familia, todo ese oscuro pasado que por años ella misma había tratado de olvidar ocultándolo en lo más profundo de su ser.
-¡Nunca estuve de acuerdo con este estilo de vida! Ni con el hecho de que nuestro padre te hubiese dejado a cargo de todo este montaje a ti... ¿Por qué crees que nunca te he pedido nada? Ni siquiera he usado el dinero que nuestro padre me dejó, porque esta vida nunca fue para mí ¡nunca! Ni el hecho de ver sufrir a Nicole, aquella a la que yo también amaba, ni de verte a ti misma hacerte pedazos en el camino ha podido cambiar algo, ¡solo ha logrado hacer que odie más todo lo que ha pasado! –La rabia fluía, trayendo palabras a su boca, olvidándose de miedos y temores.
-¡Te has hecho un daño incorregible a ti misma y a Nicole! A esa mujer que te amaba, y que era feliz contigo hasta que complicaste todo, por el maldito dinero nuevamente. ¿¡Cuándo te vas a dar cuenta que estás equivocada, que no todo se soluciona con amenazas y muertes!? –Sintió una fuerte bofetada en su rostro que la dejó encorvada, dolida, pero no por el golpe, sino porque era su hermana quién la abofeteaba.
Decidida a salir de ahí, tomó sus bolsos nuevamente, caminando a través de la puerta mientras miraba a su hermana una vez más llena de furia, de ira, de dolor. Seguía siendo su hermana a pesar de todo, por eso le dolía más que siguiera destrozando su vida aún a costa de esa tonta felicidad falsa que ella misma había creado.
-Maldita sea Lauren, ¿¡A dónde vas!? –Se quedó parada viendo a su hermana salir de esa habitación. Estaba dolida, sabía que se había equivocado en muchas cosas, pero todo lo había hecho por su familia, por su hermana, por Nicole, o al menos eso era lo que ella creía, lo que ella se repetía hasta el cansancio... – ¡Lauren! Dime ¿¡qué está pasando!? ¿¡Dónde está Nicole!? –Alcanzó a gritar cuando su hermana estaba casi llegando al final de las escaleras.
-Voy a hacer lo que tú nunca tuviste la valentía de hacer. Defender aquello que tanto dices amar... –Dio un portazo saliendo de esa casa sin dar una sola mirada hacia atrás...
Repentinamente la adrenalina había desaparecido tal y como había llegado. Paró el primer taxi que pasaba en ese momento pidiéndole que llegara lo antes posible al aeropuerto. Aún no se perdonaba no haber podido detener a Nicole antes de que abordara ese avión, y haber tenido que afrontar todo lo que había pasado con su hermana hace tan solo unos minutos, pero a estas alturas, no existía espacio para arrepentimientos. Solo quedaba una cosa por hacer: evitar que Nicole lastimara a aquella hermosa morena de ojos castaños, tratando de salvarla a ella mismo en el intento.
Mientras tanto, Natasha se había quedado de piedra preguntándose una y otra vez: ¿Cómo su hermana sabía todo eso?
¿Cómo sabía lo de los padres de Nicole? ¿Cómo había descubierto todo el engaño, el montaje cuando ella juraba que era casi imposible que alguien lo supiera? No sabía qué hacer, o a dónde ir... Tomó su celular llamando al único que podría darle información.
-Michael ¡necesito que encuentres a Nicole lo antes posible! –Cerró la llamada mientras miraba a través de la ventana a Lauren subirse a un auto que avanzaba a inusual velocidad.
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¿Qué tan especial podía ser tu cumpleaños cómo para que tu novia y tu cuñada se rehusaran a admitir que estaban organizando una fiesta sorpresa tomando en cuenta qué ellas sabían a la perfección que las odiabas?
Era gracioso verlas actuar como si nada pasara. Encontrarlas planeando a escondidas y que simplemente dijeran: "no sabemos de lo que estás hablando". O encontrar a Annie conversando en clave con Paúl sobre cuál sería la mejor opción de Bufete, o quizás era el simple hecho de ver a Taylor cargar una y otra vez un sinfín de cosas dentro del garaje.
Nunca había tenido una fiesta sorpresa. Aunque para ser sincera, la idea de tenerla no me molestaba en absoluto. Lo que de verdad me traía en un reguero de pensamientos era el hecho de que sabía que Alice iba a hacer de esto un verdadero espectáculo, y que por supuesto, mi novia iba a estar mucho más que complacida.
Ya las había escuchado decir un montón de veces que debía acostumbrarme al lujo, a la atención, al hecho de tener siempre fotógrafos detrás de nosotras tomando la mejor instantánea; vaya ¡qué tenía que meterme en la cabeza que era una Anderson! Qué debía disfrutarlo, qué era algo que debía de ver como normal, etc., etc., etc.
Pero aún a pesar de todo era tan difícil, yo que nunca en mi vida había pasado de una reunión de más de 20 amigos ahora pasaba de un día para otro a una pequeña comida con 300 personas por un simple cumpleaños. Aunque bueno había que darle el mérito de que no solo iba a ser ése el motivo de la fiesta.
Había escuchado, en alguna de esas tantas intervenciones magistrales en el estudio cuándo estaban Alejandra y Alice maquinando a diestra y siniestra a mis espaldas, que la fiesta no solo celebraba mi cumpleaños sino que también iba a ser el momento en el que íbamos a anunciar que nos casábamos a finales de mes. Y no les podía haber salido mejor, porque el famoso 4 de octubre caía en sábado, así que ¡todos felices! Especialmente Alice que parecía todo un completo duende dando vueltas, revoloteando y organizando absolutamente cada detalle superando con facilidad a cualquiera que viviera de ese negocio. Muchas veces me pregunté por qué había seguido la carrera de abogada, le habría ido mejor de organizadora de eventos. No es por nada, pero creo que a Alice cualquier cosa le saldría a las mil maravillas. Ya si lo hicieras tú, ¡mejor ni imagino!
En mi caso, ya resignada, me había hecho a la idea de que no sabía nada y sencillamente los estaba dejando ser felices. Por ver a Alice tan alegre e incluso a Alejandra olvidarse de todo por hacer de este el mejor cumpleaños que había tenido en mi vida, todo hacía que mereciera la pena. O quizás era el hecho de que esperaba con ansias que Alejandra proclamara la fecha exacta en la que nos íbamos a casar, porque el hecho de cumplir 26 años, en realidad no llamaba mi atención en absoluto.
Cómo era de esperarse, los días se habían pasado volando, y sin darme cuenta estábamos ya a 4 de octubre. A estas alturas, la casa estaba hermosamente adornada, el patio estaba lleno de lirios y sólo hacía falta terminar de poner la comida para que todo estuviera listo para la noche.
Yo, que había pasado todo el día anterior con mi hermosa cuñada, que por supuesto se había empecinado en ir a buscar un hermoso vestido que me hiciera lucir hermosa (cosa que no era nada fácil), estaba verdaderamente agotada con todo esto. Quizás esa era la razón por la que extrañamente esa mañana me levantaba mucho más tarde de lo que era habitual para mí.
Intentando aún abrir bien los ojos, intentando con todo el esfuerzo que podía quitarme el cansancio extremo que magistralmente se había acumulado en mí este hermoso día, me di con la noticia de que Alejandra ya no estaba en la cama, y como siempre, empecé a extrañarla tontamente.
Pero mi hermosa novia por supuesto, nunca dejaba nada para la imaginación. Poniéndome al fin de pie junto a mi cama me di cuenta que había una hermosa caja con una nota pulcramente escrita a mano que adornaban mi mesita de noche. No tuve que pensar mucho para saber qué era exactamente. Mi novia no estaba conmigo pero había dejado parte de su regalo.
Tomé inmediatamente la cajita entre mis manos mientras me sentaba en la cama. Era hermosa, de un delicado color rosado, y en conjunto con el escrito que la acompañaba sólo la hacía mucho más dulce, más especial, más único, más inolvidable.
Tomé la nota entre mis manos, leyéndola con lentitud...
"Para ti, que eres lo más hermoso que tengo en la vida. Cumplo uno de tus mayores deseos princesa ¡Feliz Cumpleaños! Estaré contigo pronto... Te amo... A.C.A."
¿Uno de mis mayores deseos? De repente la curiosidad le ganó a la emoción y dejando suavemente el delicado papel perfumado a mi lado en la cama, tomé un largo suspiro mientras abría lentamente aquella hermosa y delicada caja.
A primera vista, no supe comprender de qué iba todo esto. Hasta que una imagen vivida me vino a la mente, la conversación que había tenido con mi novia justo la noche anterior:
"-¿Estas segura que quieres tener niños ahora? –Alejandra me preguntaba con interés abrazándome en la cama.
-Quiero tener niñas que se parezcan a ti, que tengan esos hermosos ojos que solo tienen los Anderson, pero sé que piensas que no es el momento. Así que será cuándo tú y yo estemos listas. Además, aún no decido quién sería el padre –Contestaba con sinceridad.
-Bueno, eso es lo que menos nos daría problemas, de algo tiene que servir Paúl ¿no crees? –Alejandra me besaba con una sonrisa en su rostro.
-No lo había pensado, pero no sería mala idea. Además, no creo que podamos confiar en nadie más para algo así. ¿Te imaginas una hermosa niña que se parezca a ti? Tendría tu genética pero también sería mi hija porque yo la daría a luz. Aunque bueno, quizás en otro momento..."
Regresé a la realidad sólo para darme cuenta de lo que tenía en mis manos. Una tarjeta de la mejor Clínica de Fertilidad de la ciudad, con un nombre escrito justo en la parte de abajo y un número celular. Por un momento no supe que pensar o hacer, y justo cuándo iba a llamar a Alejandra, una peculiar voz entró como un huracán a mi cuarto...
-¡Katieeeeee! ¡Feliz Cumpleaños cuñada hermosa! ¡Aquí te traigo tu regalo! –Traía con ella, aparte de una sonrisa de oreja a oreja por supuesto, una pequeña caja de color azul con un delicado arreglo en su tapa. Yo que aún seguía sin palabras opte por sacar el tema lo antes posible a colación aun a sabiendas de que quizás a Alice el hecho de no entusiasmarme como ella posiblemente no iba a agradarle ni un poquito.
-¡Gracias Duendecilla! ¿Tienes idea de qué significa esto? –Le pasé la caja para que viera que había en su interior. La vi respirar profundamente sentándose en mi cama.
-¡Lo hizo! No puedo creerlo, ¡lo hizo! ¡Superrrrr! No sabes cuánto me alegro de que se haya decidido –Estaba feliz, llena de alegría. Dejó a un lado el regalo que traía para mí y se lanzó encima mío a abrazarme –No puedo creer que la cabezotas de mi hermana lo haya hecho. Vaya, esto si es una verdadera sorpresa. Menudo esfuerzo ha de haber tenido que hacer para aceptar que hicieras esto, sirvió entonces todo lo que le dije o quizás fue...—Se separó de mí mientras tomaba mis manos y seguía sonriendo.
-Alice, ¡no tengo idea de lo que estás hablando! ¿Podrías explicarme, por favor? –Una verdadera cara de asombro se reflejaba en mi rostro mientras Alice no dejaba de sonreír.
-Katie, esta tarjeta significa que ella acepta que tengas niños, ¡Acaso no te das cuenta! ¡Qué alegría! Voy a tener un sobrinito o sobrinita. Aunque bueno, sobrinita creo porque con la técnica que iban a usar tengo entendido que... –La interrumpí con cara de disgusto.
-¿Tú sabías todo esto? ¿¡Y no me habías dicho nada!? –Tenía sinceros deseos de enfadarme con Alice, pero en ese momento me sentía tan feliz que en lo único que pensaba era en aquella hermosa niña de cabello rubio que siempre ocupaba mis sueños, esa que era tan perfecta como solo una hija de Alejandra podría ser.
-Lo siento Katie, pero era una sorpresa. Ella aún no estaba decidida a hacerlo, es más, tenía días pensando en hacer lo de la inseminación pero no se atrevía. Lo hizo por ti, ambos, Paúl y ella... –Alice seguía riendo, mientras yo trataba por todos los medios de entender que todo esto era verdad.
-Entonces, ¿esto quiere decir, que ellos ya hicieron todo para que yo sólo tenga que ir a esta clínica y ya está? ¡No lo puedo creer! –La alegría me inundaba por completo. Estaba tan feliz que me fui encima de mi cuñada y la abracé con tanta fuerza que por un momento pensé que se iba a romper.
-No sabes la alegría que me das de que estés así, me encanta verte tan feliz. Voy a tener una sobrinita, ¡Yupi! –No sé cuánto tiempo estuvimos abrazadas, sólo sé que tanto para Alice cómo para mí, la idea de un nuevo miembro de la familia era sencillamente deliciosa. Aquella hermosa imagen de esa niña no salía de mi cabeza ni por un minuto.
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Llevaba horas tratando de reponerme de la noticia que me había dado Alejandra, pensando una y otra vez en que nunca me habían dado un mejor regalo. Iba a tenerlo todo, ¡todo! Una familia, una hermosa familia que me amaba: Una hermosa niña de ojos azules, Alice, Annie, Taylor, Paúl y por supuesto mí prometida... Prometida que por cierto desde la mañana y aún no acababa de regresar.
Después de reponernos de la noticia, tanto Alice como yo habíamos decidido empezar a alistarnos para la fiesta. Por supuesto, en vista de la hora ambas nos preguntábamos dónde estaba Alejandra. Solo había logrado comunicarme con ella un par de veces, y después de expresar mi respectiva histeria por la noticia del bebé, se despedía de mí rápidamente mientras me decía que la disculpara pero que estaba organizando la otra parte de mi regalo de cumpleaños, así que iba a llegar justo antes de la recepción.
Era verdad que la idea de pasar lejos de ella el día de mi cumpleaños no tenía absolutamente nada de agradable, pero sabía que era porque estaba preparando algo para mí, así que simplemente decidí seguirme alistando para estar lo suficientemente hermosa, dada las circunstancias.
Llevaba puesto el regalo de Alice, una hermosa cadena de oro que iba a la par de perfecto con el vestido Azul Marino que llevaba puesto. Ahora entendía el afán de comprar un vestido en este color. Mi duendecilla como siempre pensando en la perfección, era de esas personas que si había que teñir el mar de verde para hacer conjunto con el yate, pues simplemente lo hacía así sin más ni más.
No me había fijado hasta ese momento, pero extrañamente me veía diferente. El clima de Francia o el hecho de estar mucho más que feliz me habían acentuado sobremanera; no sé por qué de momento la mujer que veía en el espejo me parecía mucho más hermosa de lo que estaba acostumbrada a ver. Quizás era la combinación de la ropa, o el simple hecho de que mi cabello estuviera mucho más largo y recogido en una hermosa trenza que Alice se había empeñado en hacer, pero la combinación en frente a mí, era mucho más que agradable a la visa.
Tomando en cuenta la hora, todo para la fiesta ya estaba listo. Había visto pasar muchísima gente desde temprano corriendo por toda la casa organizando los últimos detalles del famoso evento, y a estas alturas claramente se podían ver cantidades inmensurables de gente alrededor de la casa, a esperas de que empezara todo. Respiré profundamente mirando por la ventana añorando profundamente a mi hermosa novia haciendo aquel gesto que tanto amaba, abrazarme por la espalda.
Aún quedaba aproximadamente un par de horas para que empezara todo, pero ya cansada de estar encerrada en mi cuarto, decidí ir a buscar a Alice ansiosa por saber cómo había quedado en ese vestido negro que se había comprado.
Caminando por el pasillo llegué a su cuarto, sólo para darme cuenta que no estaba. Caminé por todo el piso superior pero increíblemente parecía que Alice también había salido... Decidí bajar a la sala, quizás me iba a encontrar con Annie o alguno de los chicos de Taylor... Extrañamente, no había nadie en la casa. Ni Taylor, ni ningún guardia, o alguno de los empleados. Nada, absolutamente nadie.
Es extraño, pensé, ¿Dónde podía estar todo el mundo? Comenzaba a disgustarme porque me hubieran dejado sola en el día de mi cumpleaños. Mirando por la ventana hacia el patio lo único que se podía ver eran los meseros a la distancia, aproximadamente unos 100 metros, y absolutamente nada más.
Resignada, decidí poner algo de música mientras me sentaba en aquel sofá de cuero que adornaba en medio de la sala. Pronto me acostumbré tanto al sonido de la música que fui incapaz de sentir los pasos de la persona que acababa de entrar a la casa. Pude sentir claramente que alguien estaba parada a mis espaldas por sus ojos clavados con vehemencia en mí, y mi primera reacción fue pensar en Alice, pero rápidamente, esa sensación de esfumó...
-Es extraño pensar cómo cambian las cosas, hace poco más de dos años era yo quién ocupaba ese lugar. Y ahora lo ocupas tú. ¿¡No te parece interesante cómo todo cambia tan fácil!? –una sonrisa nerviosa de fondo seguido de un largo suspiro.
¡Oh! Esa voz, ese timbre... Me sentí automáticamente aterrorizada, casi enferma... Disminuí el volumen de aquel hermoso equipo de música, mientras me levantaba lentamente del sofá y me daba la vuelta.
Por supuesto no me había equivocado. Nicole estaba parada en la entrada de mi casa, elegantemente vestida sosteniendo en sus manos un arma contra mí... De momento sentí como si el mundo se hubiera detenido para luego empezar a correr lentamente sin absolutamente nada que pudiera hacerle frente...
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-¿¡Por qué hay tanto alboroto hoy!? Acelere por favor, ¡necesito llegar a la residencia Anderson lo antes posible! –Lauren acabada de bajar del avión y había salido disparada a tomar un taxi.
Por si la vida no fuera ya injusta y extrañamente absurda, su vuelo había demorado casi doce horas de más en llegar, por eso sabía que no le quedaba mucho tiempo si quería detener lo que fuera que estuviera planeando hacer Nicole.
-Lo siento señorita, hoy hay un evento importante en la ciudad, y toda la gente está como loca. Imagínese Ud., que hoy se celebra el cumpleaños de la prometida de la Srta. Anderson, ¡todo un espectáculo! –La voz del taxista era reprobatoria, no le parecía bien lo del asunto de "prometida", pero que sabía él del amor, ese que traspasa todo, incluso el físico, ese en el que solo importan los verdaderos sentimientos.
-¿Cumpleaños? No, no puede ser. Por favor trate de darse prisa, necesito llegar rápido a esa casa, ¡ahora más que nunca! –la voz de Lauren a ese hombre era una completa súplica, rogando porque se apurara, porque el tiempo dejara de correr...Algo dentro de ella le decía que nuevamente iba a ser tarde, que todo no era suficiente, que todo había sido para nada.
La cara de disgusto de Lauren lo decía todo. Ahora entendía por qué el afán de Nicole de salir lo antes posible a Francia, había elegido este día para arruinar la vida de Kathleen y la de Alejandra, incluso la de ella misma.
-Señorita, ¡hago lo que puedo! –Aquel taxi empezó a moverse en lo que a Lauren le pareció una completa eternidad...
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