Segundas primeras veces


"¿Qué crees que es más difícil? ¿Amar o ser amado? La respuesta es fácil, lo más difícil es ser amado. Porque no sólo cargas sobre tus hombros el amor que tú sientes por alguien, sino las ilusiones que esa persona tiene sobre ti. Entonces... ¿Te atreves a ser amado?"

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No existen puntos intermedios dentro del amor, o amas a alguien o simplemente no lo amas. Es extraño darse cuenta de cuán importante es una persona en tu vida, y peor aún entender que preferirías morir antes que vivir sin ella. Es ese momento exacto y preciso en que empiezas a querer más a otra persona de lo que estás capacitada para quererte a ti misma.

Sí, así me encontraba yo. Después de haberme decepcionado del amor, ahora me encontraba sentada en una camioneta Silverado azul por las calles de Toronto y a mi lado estaba la mujer más hermosa que habían visto mis ojos. Me sentía enamorada, ilusionada y terriblemente apasionada.

Alejandra ya había decidido en que Hotel nos quedaríamos, El Four Seasons Hotel de Toronto. Nunca había oído hablar de él, pero suponía que debía ser muy hermoso, ¿no tenía ella un conocimiento basto en estos temas?

Alejandra manejaba feliz, conocía a la perfección la ciudad. Supuse que era porque la visitaba con anterioridad en compañía de su madre, y sabía exactamente a dónde íbamos. Yo sólo me dejaba llevar, estaba asombrada entre la mujer que llevaba a mi lado y las magníficas imágenes de Toronto.

Grandes edificios, montañas nevadas y lagos congelados. Logré ver un par de alces que corrían por la nieve. Admiraba la ciudad y por encima de eso, admiraba a la chica que me acompañaba en este viaje, creo que jamás pensé que salir de la ciudad iba a ser tan placentero e inolvidable.

-¿Acaso se te acabaron las ironías? ¡No has dicho ni una palabra en los últimos 15 minutos! –Alejandra preguntaba, yo no pude más que sonreír.

Llevaba varios minutos viendo por el cristal, observando los paisajes, tratando de alejar mi mente de la imagen de tener a Alejandra para mí sola una noche entera. La idea me resultaba deliciosa y cada hormona de mi ser pensaba de la misma manera. Mi corazón ya había empezado a bombear con fuerza solo pensando en la posibilidad.

-No creo que debas preocuparte porque mi buen sentido del humor pueda llegar a acabarse, solo admiraba el paisaje. Toronto es muy hermoso –volteé mi rostro hacia el cristal nuevamente mientras la oía sonreír.

- ¡Vaya! Al parecer te has aburrido de la compañía o de la vista a tu lado, ¡es extraño ser cambiada por una montaña llena de nieve! –Su falso acento de indignación logró sacar de mí una sonora carcajada, ella hizo lo mismo.

-Créeme –volteé mi rostro para verla –Sería imposible dejar de verte o aburrirme de ti, eres una de las bellezas más extraordinarias que he visto en toda mi vida –Sentí mis mejillas sonrojarse inmediatamente, y mi respiración entrecortarse. Vi su rostro brillar por mi sinceridad, mientras me dedicaba una hermosa sonrisa.

- Creo que exagera Srta. De la Campa, aquí lo único hermoso que veo, eres tú... –regresó su mirada a la carretera con una sonrisa en su rostro y yo hice lo mismo, tomó con más fuerza mi mano, mientras parqueábamos fuera de un edificio realmente hermoso, estábamos en el hotel.


-Hemos llegado cariño, espero que te guste –me dedicó una mirada antes de bajarse de la camioneta.

La vi caminar en frente del auto hasta llegar a mi puerta. Por supuesto su buen humor la hacía más atenta de lo normal y acrecentaba su cómo diríamos "damallerosidad"; abrió mi puerta y con una gran sonrisa en sus labios me estiró la mano para ayudarme a bajar.

-Srta., permítame ayudarla a bajar –entre la reverencia y mi risa, el momento fue bastante gracioso y cómico. Las carcajadas debieron de haberse escuchado hasta Vancouver.

Apoyé mi mano en la suya mientras pisaba el alerón de la camioneta para poder bajar, por supuesto olvidé por completo mi adorable tobillo, y terminé resbalando nuevamente. Aterricé sostenida en los brazos de Alejandra mientras ella reía abiertamente. Yo, entre la vergüenza y mi dignidad, preferí echar a reír al ver la escena. Parecía una damisela rescatada, peor aún, me sentía así ¡una princesa que ha perdido el camino a casa y ha sido rescatada por otra princesa! Menudo lio en el que estaba metida.

-Cariño, ¿te encuentras bien? Lo lamento, pensé que estabas jugando – su cara de seriedad quitó la alegría del momento. Ahí estaba de nuevo la preocupada Alejandra, y mientras me ayudaba a enderezarme pude sentir como mi tobillo se resentía nuevamente, necesitaba comprar unas pastillas o simplemente la salida a patinar o a alguna parte iba a ser literalmente imposible.

-No te preocupes, estoy bien. Sólo resbalé, lo siento. Al parecer, hoy es el día dedicado a rescatarme –le sonreí, a la vez que terminaba de acomodarme. Me sentía avergonzada, pero la preocupación de Alejandra hacía el momento más llevadero.


-¿Ves? nada del otro mundo –le dije a la vez que intentaba hacer brinquitos para demostrar que estaba bien, por supuesto el dolor era insoportable, pero ella no debía saberlo.

-Me diste un buen susto, pensé que te habías golpeado. Creo que sería buena idea que cambiáramos esos hermosos tacos por unos zapatos más fáciles de manejar en nieve –Una sonrisa en su rostro, y una mano en mi cintura. Ahí estaba ella ayudándome a caminar, me sentía cómo una niña pequeña pero eso ¡qué importaba! Estaba feliz, o en realidad mucho más que eso.

-Como desee la Srta. –le contesté con ironía y ella echó a reír.

-¡Esa es mi chica! –respondió con orgullo sin dejar de sonreír.

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El Hotel por supuesto era mucho más hermoso de lo que podría haber pensado. Grandes estancias, finos acabados y por alguna razón apenas entré me sentí como en casa, era uno de esos lugares en los que te sientes cómoda solo con estar en él.

Alejandra me llevaba de la cintura y yo tenía un brazo alrededor de su espalda, estaba bastante cómoda muy a pesar de la vergüenza que acababa de pasar hace tan solo unos momentos. Ella me hacía sentir protegida, querida, segura, amada. La sensación de felicidad que causaba en mí, no la había sentido jamás.

-Buenas tardes Señoritas, ¿en qué las puedo ayudar? –una mujer de aproximadamente unos 25 años nos atendía al otro lado de la recepción del hotel. Estaba pulcramente vestida en un traje negro que asumí era de los empleados. Tenía el cabello negro como la noche y unos ojos color marrón bastante llamativos, finas facciones, era hermosa.

- Buenas tardes, quisiera por favor una habitación con 2 recamaras – Alejandra le dijo a la chica en frente de nosotras y yo de inmediato presté atención. Reprimí una sonrisa ante la idea de compartir una habitación con 2 recamaras y saber que muy probablemente no iba a soportar la idea de dormir lejos de ella.

-Señorita, al momento no tengo disponibles habitaciones con 2 recamaras. Sólo hay una libre, pero es la Suite Imperial. Si gusta, puedo ayudarla a buscar más opciones de Hoteles en este lado de la ciudad que sean un poco más asequibles –No pude evitar reprimir una sonrisa, y Alejandra hizo lo mismo. ¡Cómo se veía que esta chica no tenía ni idea de con quién estaba tratando!

-No se preocupe Srta., me quedo con la Suite Imperial –La recepcionista tuvo que contener su boca para que no se abriera ante la sorpresa. Así de cara debía de estar la famosa Suite para que creyera que no podíamos pagarla.

Reprimí los deseos de quejarme ante la idea del gasto innecesario, porque como ya bien sabía debía acostumbrarme. Esperaba que esto se quitara con el tiempo, porque a este paso... Kathleen por ƒavor, en tu vida pensaste vivir algo así, al menos por hoy (¡POR HOY!) date ese lujo.

-Por supuesto Srta. ¿A nombre de quién saldría la Habitación? –Le preguntó a Alejandra y ella contestó inmediatamente.

-Kathleen y Alejandra Anderson por favor – ¡Oh! Era sólo a mí o sonaba tan hermosa la combinación. Y pensar que podría ser posible si algún día ella y yo...

-¿Por cuántas noches desea la habitación? –La recepcionista volvió a hablar mientras nos dedicaba una mirada inquisidora. No me había dado cuenta hasta ese momento, pero Alejandra y yo estábamos abrazadas casi una encima de la otra. Ella se veía tan cómoda y yo me sentía tan bien en sus brazos. La recepcionista no hizo más que bajar la cara. ¡Sí muchacha, esta mujer me quiere a mí! O al menos eso parece.


-Sería solo por una noche por favor –Alejandra contestó con una gran sonrisa mientras me abrazaba con más fuerza... ¿Dolor de tobillo? A estas alturas, ya no existía eso o cualquier otra cosa. Solo podía pensar en la mujer a mi lado, ¡nada más!

-¿Forma de pago? –La chica preguntaba de forma mecánica, vi a Alejandra curvar ligeramente la comisura de sus labios. Estaba encantada.

-Tarjeta de crédito por favor, tenga... –Metió con cuidado su mano en los bolsillos de su pantalón sin dejar de abrazarme – ¿Me ayudas cariño? –Me preguntó, mirándome a los ojos con una gran sonrisa. Dios, ¿acaso sería posible que la viera más hermosa? por supuesto que no.

Levanté mi mano izquierda, ayudándola a sostener su billetera y la vi sacar su AMEX BLACK. Ya se me estaba haciendo familiar la tarjetita, hoy la había visto varias veces. Le entregó la tarjeta de crédito a la recepcionista.

-Tenga, en un sólo pago –Regresó su mirada a mí, y yo automáticamente cerré la billetera y se la ofrecí.

-Ten amor...- Le dediqué una sonrisa, la más hermosa que tenía, y vi brillar sus ojos con amor y pasión, sentí mariposas jugar fútbol en mi estómago y a mi diosa interna caerse de bruces atrás del sofá sin un solo cojín que la soportara. Lo mas cómico es que sabía que no se había hecho ni un solo moretón ¡menuda broma!

-Gracias cariño, tú como siempre tan atenta –tomó la billetera de mi mano, y se acercó lo suficiente para darme un beso en mi mejilla, sentí el rubor pintar mi rostro.


-Srta. Anderson, tenga su voucher y llave por favor, ¿Trae equipaje consigo? –Alejandra se volvió automáticamente con un brillo en sus ojos.

-Gracias. Sí, pero no se preocupe mi personal ya lo sube, vamos cariño –Se volteó a verme, mientras caminábamos hacia el ascensor.

Alejandra estaba feliz, iba sonriendo todo el camino, y yo estaba más que cómoda en sus brazos. Vi de reojo a la recepcionista dedicarme una mirada asesina justo antes de cerrarse las puertas del ascensor.

¡Parecía que alguien iba a morir de envidia esta noche!

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La habitación era sacada de un cuento de hadas. Amplios espacios, muebles de cuero, pintada en colores claros. Tenía su propio bar, 3 baños, 2 cuartos con camas imperiales en cada uno de ellos y baño incorporado.

El hotel en sí era un completo lujo, esta habitación podría tranquilamente comparar a mi casa en metros cuadrados. Me sentía tan bien y cómoda, y por supuesto, las mariposas en mi estómago que no dejaban de revolotear ante la idea de que al fin tenía sola a Alejandra entre 4 paredes.

-¿Te gusta cariño? –estábamos dentro de la habitación. Alejandra me había ayudado a llegar a la recamara casi cargando todo mi peso, seguía preocupada por mi tobillo, yo que tenía otras cosas que pensar, lo menos que me preocupaba era mi tobillo. ¡La tienes para ti sola!,

¿¡qué estás esperando!? ¡Sigo esperando a que te vayas!

-Es hermosa, gracias. No habría imaginado una cita mejor que esta –me volteé para verla de frente, ella hizo lo mismo. Reí ante la ocurrencia de que ambas pensáramos igual, o quizás era el simple hecho de que ambas deseábamos las mismas cosas.


-Hasta ahora –puso una mano en mi rostro –ha sido el mejor cumpleaños de mi vida –Su mirada era dulce, su delicioso olor inundaba mis pulmones, todo era perfecto.

Pude verla acercarse suavemente, sentí el ligero roce de sus labios (solo el roce), mi corazón bombeó con fuerza y mi diosa interior gozaba con la anticipación por conocer al fin cómo sabían sus labios.

Sus manos avanzaban a pequeños pasos hacia mi cintura, mientras yo movía mis brazos lentamente para enlazarme en su cuello... Pero como en todo el día, nuevamente la puerta sonó. Alejandra se separó de mí con una verdadera cara de arrepentimiento y pesar; me quedé de lado con los labios entreabiertos rogando por más.

-Te prometo cariño que la próxima vez, nadie nos interrumpirá... –me dijo mientras se dirigía a la puerta, solo pude sonreír. Sentía que mi corazón iba a salírseme del pecho en cualquier momento.

Se acercó a la entrada, y mientras la abría me dedicaba otra sonrisa de disculpa. Yo ya me había resignado, parecía que hoy iba a ser imposible que nos dejaran a solas el tiempo suficiente para poder besarla; reprimí una mueca de disgusto.

Alejandra abrió la puerta, vi entrar a Taylor. Yo había avanzado al bar, intentando cojear lo menos posible, necesitaba tomar un poco de agua, café, whisky, ¡lo que sea era útil en un momento como este!

-Hola Alejandra, espero no haber interrumpido nada –Me dedicó una mirada de disculpa.

-No te preocupes. ¿Ya te registraste en el Hotel? –Taylor entraba lentamente a la habitación, venía lleno de paquetes. ¡Oh! ¡Las cosas que compramos, era hora de cambiarnos! , lo seguía de cerca un muchacho rubio, simpático.


-Sí, fue difícil conseguir habitación, pero todo está solucionado. Sam y yo te trajimos las cosas que compraron –La cantidad de bolsas era increíble, no me había fijado en realidad hasta ese momento.

-Déjalas en el cuarto por favor Taylor, y mantente cerca vamos a salir- Alejandra le señaló las habitaciones y Sam llevó todas las cosas dejándolas en la primera habitación la que se supone que era mía.

-Gracias chicos, ya pueden retirarse –Sam salió inmediatamente pero Taylor se quedó en el umbral de la puerta. Yo terminé de tomar mi vaso de agua (hubiese preferido wisky pero posiblemente me había terminado toda la botella) y mientras empezaba a caminar al cuarto, escuché a Taylor decirle a Alejandra que necesitaba hablar con ella.

-Cariño, síguete cambiando, en un momento regreso –Alejandra me dijo con cara de disculpa.

-Ok, no hay problema –Contesté inmediatamente. Los vi salir por la puerta y cerrarla, me debatía entre la idea de saber qué estaba pasando y algo mucho más importante ¿Qué demonios iba a ponerme? ¿Cómo sabes qué ponerte entre tanta ropa?

Tuve que desbaratar todas las cosas por supuesto antes de elegir qué era lo que iba a usar. Terminé estrenando mis nuevas botas, las negras completas, con unos jeans negros, una blusa blanca y la chamarra negra que Alejandra había elegido para mí.

Vi mi reflejo en el cristal, no me veía tan llamativa cómo con el vestido, pero me sentía más segura; además estas botas me dejaban caminar mejor. No había escuchado cuándo Alejandra volvió a entrar ni mucho menos la vi cuando se paró en el umbral de la puerta del cuarto. Me sonrojé de inmediato ante la duda de saber que era todo lo que había visto sin que yo me diera cuenta.


-¿Entretenida con la vista? –Pregunté con mi usual ironía mientras me acercaba a la puerta. Ella sólo sonrío con cara de disculpa, pero había algo extraño en sus ojos, parecía preocupada, enfadada... ¿qué le había dicho Taylor? Empezaba a disgustarme dejarla sola con él, ¿qué era lo que había pasado?

-En realidad, entretenida no sería la palabra adecuada... –Tomó mis manos, y se acercó lo suficiente para sentir su aliento en mi rostro. Paso una de sus manos por mis mejillas, rozando con su pulgar ligeramente mis labios, sentí mi cuerpo estremecerse deliciosamente por ese contacto, y de momento me abrazó con fuerza... Enrollé mis manos alrededor de su cintura, aspirando su delicioso olor, me encantaba la idea de tenerla así pero algo no estaba bien. La sentía preocupada, triste, ¿qué había pasado?

-¿Te sucede algo? –pregunté. Aún estábamos abrazadas. Podía sentir con mis manos su espalda delineada. En estas botas a duras penas alcanzaba a rozar su rostro. Sus manos se enrollaron con más fuerza a mí alrededor justo antes de soltarme con delicadeza. No se separó del todo, una de sus manos estaba en mi cintura mientras la otra rozaba mi rostro.

-Todo está bien cariño, es solo qué estoy tan contenta de que estés aquí. Te ves tan hermosa, sería imposible encontrar una mujer más hermosa que tú justo en este momento. Gracias por estar conmigo y hacer este cumpleaños tan especial, no sé qué habría sido de mí sino hubieras aceptado venir... –Sus ojos brillaban, y yo sentía las ya típicas mariposas en el estómago. Se veía tan hermosa, tan dulce, tan vulnerable.

No lo pensé, no me importaba que fuera lo que Taylor le había dicho. Subí mis manos lentamente a su cuello, atrayéndola hacía mí con fuerza.

Sentí sus labios rozar ligeramente los míos. Sus manos sujetaban con fuerza mi cintura. Al principio, como todos los besos, fue lento, conociendo, descubriendo. Fue tierno y dulce, tan dulce. Su sabor era delicioso, fresco, sus esculpidos labios se llevaban a la perfección con los míos.

Nunca me había sentido así, era como mi primer beso, los nervios, la necesidad, mi cuerpo responder automáticamente pidiendo más... No era la primera vez, pero parecía que sí...

Nunca me había sentido tan necesitada, tan querida, tan deseada... Mi diosa interna saltaba de felicidad mientras yo me derretía en los brazos fuertes de Alejandra... Sentía su aliento en mi boca, sus manos sostener mi cuerpo por mi cintura, mi boca abrirse camino pidiendo más, más profundidad, más de ella... Era delicioso e irresistiblemente exquisito, se había convertido en un beso de verdad, en ese primer beso que te demuestra lo que en realidad sientes...

Me sentía enamorada, y ahora sabía que ella sentía lo mismo o por lo menos yo lo creía; mi corazón quería salirse del pecho, sus manos recorrían mi espalda mientras sus labios se separaban de mí lentamente y me daban ese último roce antes de separarse de los míos.

Pero no se alejó de mí, la sentí recorrer mi rostro con sus labios, rozando mis labios nuevamente con suma ternura, la oí suspirar en varias ocasiones. Sus manos recorrían mi espalda y yo recorría la suya.

Aún tenía mis ojos cerrados, disfrutando el momento, sintiendo su sabor en mi boca, dulce, fresco, almizclado... Sí, había besado muchas veces, pero esta era mi primera vez, la primera vez que me sentía tan completa, era la primera vez que sabía lo que era un beso de verdadero amor.

-¿Crees que sea posible que después de tanto tiempo, éste se sienta cómo el primero beso? –seguía repartiendo dulces besos por mi rostro, sus manos recorrían mi cuerpo. Yo la escuchaba atenta, sosteniendo con firmeza mis manos en su fuerte espalda.

-Yo, yo estaba segura de saber lo que era el amor, lo que era empezar a amar a alguien... ¡Nunca lo supe en realidad hasta ahora! –Abrí instantáneamente mis ojos, ¿era acaso esta una declaración?... Me encontré con sus ojos inquietos y brillantes en ese momento. Su rostro estaba tan cerca del mío, que por un momento deseé besarla de nuevo.

-Y yo que pensé que era la única de las dos que creía estar enamorada, que se sentía así... –Me puse en puntitas para besarla nuevamente, pero ella se separó riendo.

-¿Es eso una declaración Srta. De la Campa? –Sentí mis mejillas sonrojarse y una sonrisa se posó en mi rostro. Pero no era la única que se sentía así, el rostro de Alejandra estaba brillante, se veía feliz, enamorada. ¡Es imposible, no puedo creerlo!

-Tengo algo para ti –dije casi sin pensar... Este era el momento perfecto para darle el anillo, para decirle lo que sentía.

-¿Algo para mí? ¿Qué será? Otro beso... –Me beso nuevamente, yo reí por su ocurrencia. Me separé suavemente, renuente aún a estar lejos de ella, pero enredé mi mano en la suya para llevarla conmigo, ella venía feliz.

Mi bolso estaba en la sala de estar, así que la llevé conmigo hasta allí... Ella me acompaño, la vi un par de veces sonreír antes de alcanzar mi objetivo.

Rebusqué en él con esfuerzo, solo contaba con mi mano izquierda, pero al final encontré la cajita que estaba buscando... Me volteé para verla, mientras subía mi rostro hasta que encontré sus ojos.


-Esto es para ti... –Solté la mano de Alejandra, y tomé la cajita entre mis manos, indecisa aún en abrirla o no. Sabía que me quería, pero ¿Qué tanto? Y de darse el caso, de que me empezara a amar como yo ya lo hacía... ¿Estaba de verdad preparada para compartir una vida con esta mujer? ¿Podría vivir en un mundo tan diferente al mío? Sabía a la perfección la respuesta, no importaba nada más, sólo estar con ella... Esa era mi decisión, en realidad desde el principio no había tenido más opción que quererla, que necesitarla, que dejarme llevar por el irremediable destino de amarla.

-Compré este anillo –Abrí la cajita y lo tomé con mis manos –Quería dártelo en el momento indicado, y creo que es ahora... –estaba nerviosa, indecisa, pero no había vuelta atrás, la amaba o empezaba a hacerlo, esa era mi única verdad, ¡la amaba en apenas unos días! ¿Te he dicho que estás loca? Esta historia está peor redactada que la del TITANIC,

¿Cómo vas a amarla? ¡Han sido sólo 3 días! Es imposible, ni siquiera aƒerrándote a la historia del bendito amor a primera vista sería posible... –Me preguntaste si estaba enamorada, y la respuesta es sí, creo y me siento enamorada de ti... –Una sonrisa nerviosa se posó en mi rostro. Vi a Alejandra ponerse sería, pero en sus ojos se veía la pasión y la fuerza del momento.

- No estoy segura de lo que sientes por mí, o de lo que vaya a pasar, pero prefiero tenerte en mi vida como amiga a simplemente no tenerte – Mi voz se quebraba y sabía que no iba a poder seguir hablando mucho así que se lo di... –Creo que estoy enamorada de ti, y este es mi regalo... Una promesa: "siempre a tu lado" –Tomé su mano y puse el anillo, encaje perfecto.

Alejandra no decía una palabra, me miraba fijamente, un fuego quemaba en sus ojos. La vi mirar el anillo, sacarlo suavemente de su mano y mientras leía la escritura dentro la vi sonreír con dulzura, sus ojos brillaban con fuego, con pasión, con amor.


-Siempre a tu lado... ¿Estás segura de eso? Pasaremos por tanto, y aún nos falta tanto por vivir... ¿Puedes prometerme que será así siempre?

¿Prometes no dejarme sola? No podría querer a una idea de ti... Si prometes quedarte conmigo siempre, prometo que mientras me quede vida, dedicaré cada uno de mis días a hacerte feliz y a quererte un poco más cada día, siempre – ¡Oh, Dios! ¿Era esto verdad? Sentí mi corazón latir con fuerza, y mi diosa interna cayó en picada perdidamente enamorada.

Se acercó a mí y depositó un dulce beso en mis labios, enredé mis brazos en su cintura y la bese con fuerza, ahogándome en su aliento, arqueando mi espalda para sentirme inundada por ella, queriendo su calor por todas partes, sus besos, sus caricias, su olor, su pasión, esa que me hacía perder los sentidos sin ningún esfuerzo.

-Aunque suene a imposible, creo que te amo Alejandra Anderson... –dije mientras me separaba solo un poco de sus besos, renuente, con esfuerzo.

-Y aunque suene a tonto, y a absurdo por conocerte hace solo unos días... También creo que te amo Kathleen de la Campa... –dijo inmediatamente. Nos fundimos en un beso, deseando que no terminara jamás...

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