Mairím

"Las realidades de la vida son pocas pero con demasiado peso: no puedes vencer a la muerte y no puedes regresar el tiempo. Alguna vez escuché que lo mejor que te puede pasar es aprender de los errores, entonces si esto es verdad, ¿cuántos de nosotros no hemos dado paso al corazón para volver a equivocarnos de igual o peor manera?

El ser humano es el único ser vivo que aún a sabiendas de que las cosas van a resultar de la misma manera vuelve a cometer los mismos errores y ¡eso que somos racionales! ¿Te imaginas sino lo fuéramos? El punto es, que nunca lo hacen porque quieren, lo hacen porque no tienen más opciones. Como aquel que se enamora sin que le importe nada, ni siquiera la posibilidad de obtener un corazón roto nuevamente.

Atrévete a vivir la vida, no a seguir tendencias. Dale paso a la valentía no a la resignación. Por ejemplo, aquella mujer que quiere tener un bebé pero que por no tenerlo sola simplemente decide olvidarlo y seguir adelante. No existe peor perdedor que aquel que ni siquiera se arriesga, es más, esa persona que no se arriesga no es más que un cobarde.

No esperes a que la vida te de las oportunidades, tú empéñate en buscarlas. Quizás si esperas demasiado tiempo simplemente nunca experimentes aquello que tu corazón insiste en buscar, eso que siempre has querido y que por alguna razón no has podido conseguir.

La vida es una constante llena de cambios. Todo sigue de la misma manera solo hasta que tú te empeñas en cambiarla. Vive, ama, siente, disfruta, diviértete, no te rindas, persevera, intenta, dedícate, quiere, canta, salta, grita, escribe, pinta... Insiste en ver la vida de manera diferente a de como la ven los demás, aquellos que se empeñen en decirte que estas en un error porque no sigues los preceptos que ellos mismos establecieron.


Yo soy gay, sí, amaré siempre a una mujer, sí, quiero tener hijos, sí, y aunque todo se complique y la vida se convierta en un caos, y la sociedad me siga repitiendo que lo que hago está mal, de que no tengo futuro, ect, etc, etc. no planeo rendirme por los próximos quinientos años. Al final, si algo he aprendido es que la consigna que realmente importa es: Deja que los demás se hagan las pajas mentales, tú simplemente dedícate a vivir..."

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Los días pasaban, las emociones pasaban, los instantes pasaban. Llenaba mi mente a cada día de recuerdos nuevos, de nuevas experiencias. A estas alturas sabía perfectamente algunas cosas, como por ejemplo: cómo llegar a mi nueva casa, los números de celular tanto mío como de Lauren, cómo llegar al hospital, como no perderme por Barcelona y por supuesto, cocinar... ¿He mencionado ya lo mucho que me gusta hacerlo?

Lauren era una profesora bastante limitada en ese aspecto. Imaginarla en la cocina me rememoraba a ese primer día que intentó cocinarme y no podía evitar reír, había sido un desastre por supuesto, ella y la cocina no se llevaban nada bien. Yo por el contrario, era bastante diestra. Tranquilamente podía incluir en mis habilidades culinarias la elaboración de: Paella, Lasaña o aquel plato que tanto Lauren como Yo amábamos: Filete Mignon en salsa de champiñones con vegetales al vapor y puré de papas.

Por supuesto, el paso de los días me había traído al presente de una manera difícil, complicada, de porrazo y sin delicadezas. Después de la histeria de la primera semana por tener un perfecto vacío en mí cabeza y haber descubierto que estaba embarazada, había llegado a la conclusión de que aunque no era nadie aquella persona que crecía dentro de mí merecía que le diera una vida, un futuro. Así que había decidido simplemente seguir adelante y tratar de superar todos los juegos que el destino innecesariamente había puesto en mi camino.

Lauren como era de esperarse, no me había dejado sola ni medio minuto. Su aptitud, su fortaleza, sus atenciones, su cariño, su amor, habían logrado su propósito. A estas alturas me era imposible imaginar un futuro sin ella, para mí era como ese apoyo que necesitaba, ese pilar en el pasado que me permitía tener una oportunidad de pensar en un futuro. Esa parte de mí que debía estar cerca, sino simplemente no iba a poder continuar o seguir con la misma convicción con la que había decidido vivir hasta ahora.

Explicar lo que sentía por ella a estas alturas era sumamente complicado. Una parte de mí la amaba con tal capacidad que yo misma me asustaba de lo que podía ser capaz de hacer por ella. Pero la otra, esa aún luchaba contra la corriente recordándome que ella merecía algo mejor, que yo no era lo que ella necesitaba, que merecía una vida, algo real, alguien con pasado que pudiera darle un futuro; no merecía tener que criar un hijo conmigo, que para colmo, ni siquiera era parte de su sangre.

Pero ella seguía a mi lado aún con el paso del tiempo. Y hoy, 2 meses después de haber llegado a su casa, sus ojos seguían mirándome no de la misma manera que aquel primer día, no, si no con una fortaleza más definida, con un amor más profundo, aún más enamorada. Quizás y sí, eso había logrado que yo, aún a pesar de intentar negarlo con todas mis fuerzas hubiera terminado enamorándome de ella, muy a pesar de todo, incluso que ni siquiera ella misma lo supiera. Para mí era mejor así, al menos por ahora.

Hay cosas que no se pueden ocultar eternamente. Sí que lo sabía ahora. Lo sabía porque al mirarme en el espejo me daba cuenta que tenía un pequeño pero definido bulto a la altura de mi vientre que sobresalía claramente por sobre el jeans que tenía puesto. Estaba emocionada aun a pesar de todo y las dificultades. Ser madre cambia tus perspectivas, por eso quizás aún esperaba tener algo para ofrecerles a esas personas que amaba, quizás por eso seguía tratando de darle un propósito a mi vida.

-¿Cuánto tiempo llevas viéndote en ese espejo? ¿Cuándo vas a entender que siempre te ves hermosa sin importar nada ni nadie? –Lauren entraba en mi habitación con un sobre en sus manos y una hermosa sonrisa en su rostro. Estaba tan distraída que ni cuenta me di cuándo llegó a mi lado, caí en cuenta al ver esa magistral sonrisa reflejada en aquel cristal que estaba en frente de nosotras.

-No es mi reflejo lo que estoy mirando... –Señalé mi vientre mientras pasaba con lentitud mis manos sobre él. Lauren no demoró en hacer lo mismo – ¡Parece que he engordado un poco! –Reí por la ocurrencia, ¡y lo que me faltaba por engordar! Lauren seguía tan feliz, estaba tan o más emocionada que yo por el embarazo.

-Con o sin embarazo tú siempre te verás hermosa, o quizás sea porque te quiero, debe de ser por eso que para mí siempre estás perfecta... –La oí tomar un largo respiro acompasando su respiración – ¿No tienes curiosidad en saber qué es? –Lauren preguntaba con un más que acentuado tono intrigado en su voz.

Yo no me había puesto a pensar en aquello realmente. Me imaginaba un niño moreno como yo con unos ojos castaños, ¡pero que iba a saber! En realidad, no tenía ni la más remota idea de cómo sería mi bebé tomando en cuenta que no recordaba cuál había sido el proceso de concepción, mucho más que irónico si lo ves desde ese punto.

-¡Debe de ser porque me quieres! Sinceramente, no creo que eso importe mucho. Quizás hasta se parezca a ti, ¿no crees? ¡A estas alturas tranquilamente pasarías por el padre! Estás más preocupada por el bebé que por mí –No pude evitar ser irónica mientras echaba a reír y Lauren hacía lo mismo.

Me encantaba verla sonreír. Quizás era porque yo misma me alegraba de verla así, riendo con tanta alegría. De cierta manera era feliz a su lado, por más que mi vida fuera un desastre. En realidad tenía dos razones para seguir adelante, de eso estaba segura.

-¿¡El padre!? --Se puso frente a mí mientras con sus manos acariciaba mi rostro -- ¿Me estás diciendo que ahora yo soy el padre? Sinceramente no me molestaría. Black Wilson sería una perfecta combinación –Seguía riendo, yo no podía apartar mi mirada de sus hermosos ojos verdes.

-¿Por qué mi apellido iría primero? Me gusta más el tuyo, podríamos llegar a un acuerdo ¿no crees? –La vi acercarse y depositar un dulce beso en mi mejilla mientras mí ya acelerado corazón seguía haciendo de las suyas. Sólo atiné a sonreír.

-Cariño, será como tú quieras, siempre como tú quieras... –Me miraba con amor, seguía sonriendo a mandíbula batiente mientras yo me tragaba las pulsaciones que amenazaban con hacer explotar mi corazón.

-Deberías dejar de consentirme tanto, me vas a mal acostumbrar y después ¡será imposible aguantarme! –Ella seguía riendo. Se acercó a mí abrazándome con tanta fuerza que casi me rompe las costillas nuevamente. Yo, una mezcla de hormonas y enamoramiento, estaba más que encantada con la acción.

-Si con eso logro que seas feliz, te consentiré siempre –Lauren hablaba mientras besaba mi cabello. Era tan fácil para ella hacerlo tomando en cuenta que tranquilamente sobrepasaba mi altura sin esfuerzo alguno – Tengo algo para ti, ¡sé que te va a gustar! –Se soltaba de mi para alcanzar aquel sobre que había traído con ella – ¡Son los resultados del examen de ingreso! –Ella seguía riendo, una mezcla de orgullo y alegría mientras me ofrecía el sobre.

Yo tomé el sobre automáticamente poniéndome nerviosa. Había pasado el último mes preparándome para poder rendir ese famoso examen. Parte de empezar una nueva vida era darle un propósito, necesitaba tener un futuro que ofrecerle a mi hijo, a mí misma, a Lauren; así que había decidido empezar a estudiar muy a pesar del terror que me causaba no ser capaz de hacerlo.

Después del uso de un par de influencias y haber convencido a Lauren de que estaba en perfectas condiciones de estudiar y de que podía empezar a ir a la universidad, era mucho más que posible que me hubiesen aceptado en la facultad de medicina. Quizás y sí, mi influencia era Lauren o era que muy posiblemente siempre me habían parecido sexys las doctoras, ¿¡a quién no!? Solo bastaba con ver a Lauren para entender mi punto de vista con suma facilidad.

-¿¡Los abriste!? No puedo, no puedo verlos... ¿¡Y si no pasé!? –Estaba tan nerviosa y asustada. Solo pensar en todas las noches sin dormir bien y a Lauren ayudándome para nada, me recriminaba. Espero que hayas pasado. Aún recuerdo las hermosas ojeras de Lauren mientras se amanecía contigo para luego prepararte el desayuno. ¡No sería justo!

Ella seguía tan feliz y relajada, encantada con el momento. En algún instante se acercó a mí y me levantó dándome vueltas por todo mi cuarto.

-¡Claro que pasaste! ¡Felicidades cariño! ¡Te dije, te dije que podrías! – Antes de dejarme en el suelo me dio un par de vueltas más. Yo estaba mucho más que feliz, simplemente no podía creerlo.

-¡No puedo creerlo, que alegría! Esto significa que entro a la universidad en un par de semanas, ¿verdad? ¡No puedo creerlo, lo hice! –Estaba tan feliz que me arrojé a los brazos de Lauren mientras ella me envolvía nuevamente en ellos completamente encantada de recibirme.

-¡Nunca dudé de ti, siempre supe que podrías! Ahora, creo que tenemos algo más que hacer, ¿qué te parece saber por fin si tendremos un bebé o una bebé? –Y mis oídos escuchaban completamente atentos a lo que proponía la mujer a mi lado. ¿Pasaste? ¡Increíble! Y después la gente dice que los milagros no existen... yo también tengo interés de saber qué es él bebe, di que sí Catherine por ƒavor.

-¿Lo dices en serio? ¿Ya es posible saberlo? –Me separé de ella con una marcada sonrisa en mis labios. Ella estaba tan o más feliz que yo.

-Por supuesto, ¡te lo puede confirmar tú doctora favorita! –Y me dedicaba una hermosa sonrisa mientras me veía con fuerza –Entonces ¿qué dices?

¿Vamos a conocer a nuestro bebé? –Lauren tomaba mi mano con la suya sin dejar de sonreír ni un solo momento.

Quizás y sí, el destino se había empeñado en complicarlo todo. Pero al menos era feliz, y no estaba sola. Quizás y era tiempo, quizás no, lo único en lo que podía pensar era en que probablemente el mañana no llegaría y yo no había tenido tiempo de ser sincera, no podía darme esos lujos, no ahora, había pasado por mucho, y aún me faltaba tanto...

-Iremos, pero primero necesito hablar contigo... –Y la sonrisa de Lauren se esfumaba con tal rapidez que dolía. Aquellas arrugas en su frente definitivamente no le hacían justicia en lo más mínimo. Era tan difícil dejar de ver esos hoyuelos en sus mejillas, aunque con lo que iba a decir quizás era mucho más que probable que se alegrara de nuevo. Pero eso ella no lo sabía.

La vi tomar un largo respiro, quizás mi cara de seriedad ayudaba a poner más tenso el ambiente. Se sentó al filo de la cama mientras yo me quedaba de pie. Rápidamente su rostro, se puso aún más serio y preocupado de lo que ya estaba mientras tomaba mis manos con sumo cuidado.

-¿Estás bien? ¿Te sientes bien? ¿O es el bebé? Cariño dime que pasa, no me hagas preocupar. ¡No podría soportar que te pasara nada malo, no de nuevo! –Sus ojos verdosos estaban tan consternados y preocupados, yo en lo único que podía pensar era en lo hermosa que se veía. No tenía derecho a seguir haciéndola sufrir cuándo lo único que quería era verla feliz, tan feliz como lo estaba yo.

-Claro que no Lauren, ambos estamos bien... –Y una enorme sonrisa se dibujaba por mi rostro mientras me sentaba a su lado. Pero ella seguía tan seria que dolía –No me gusta verte así, tan seria. Odio dejar de ver esos hoyuelos en tus mejillas –Me solté de sus manos mientras acariciaba su rostro. Era tan vulnerable a veces, a pesar que era tan capaz. Una sonrisa tímida se posaba en su rostro.

-Es tu culpa que me ponga así, la sola idea de que algo te pase me enferma... –Tomó otro respiro, se había relajado notablemente. Yo seguía tocando su rostro, no podía dejar de hacerlo. ¡Ya díselo Catherine! Deja de ser tan egoísta...


-Lauren yo... –Tomé un respiro, era imposible de creer lo nerviosa que estaba, era incomprensible tan solo imaginar que esta mujer me pusiera así, es por eso que sabía que estaba enamorada de ella, la amaba aunque fuera tan complicado –Quiero que sepas que... –Sus ojos me miraban tan profundamente que me dejaban sin aliento, sin palabras, pero necesitaba que supiera todo, sí que lo necesitaba.

-Muy a pesar de que intenté no hacerlo, lograste hacer lo que ni yo pensé que era capaz de lograr. Me has ayudado tanto, de tantas maneras, has sido un pilar fundamental en mí vida, lo más importante para mí junto con mi hijo... –Ella había cambiado aquella sonrisa tímida por una cara de completa curiosidad y ansiedad. Yo, casi sin poder hablar tomaba un último respiro justo antes de confesarle lo que sentía –Estoy enamorada de ti... –Miré absorta como sus ojos se abrían como platos antes de empezar a sonreír.

-Lo intenté, te lo juro que lo hice. No quería atarte a mí, no debía. No te merezco, ¿entiendes? Has hecho tanto por mí, de tantas formas. Siempre a mi lado, siempre para mí –Y los sentimientos a flor de piel creaban remolinos tan fuertes que las lágrimas se abrían paso hasta mis ojos a una magnitud inmensurable –Pero no pude evitar enamorarme de ti, y necesitaba decírtelo, decirte que te amo, que... –Y ponía un dedo en mis labios impidiéndome hablar más.

Su rostro contrastaba con el mío de manera tan grande como comparar la luna con el sol. Estaba tan feliz, sus ojos brillaban como los ojos de un niño al que le han regalado el dulce que más le gusta. Quizás y solo era la confirmación de un hecho obvio que me terminara enamorando de ella, pero yo lo único que sentía era cargo de conciencia. No merecía a alguien así, ella era demasiado buena para mí en cada sentido.

-No digas nada más, no puedo escucharte seguir repitiendo que te disculpas por lo que sientes por mí cuándo con lo que me has dicho me has convertido en la mujer más feliz del mundo... Te he amado desde la primera vez que te vi como jamás he amado a nadie –Y sus palabras me tranquilizaban recordándome que tal vez y sí merecíamos estar juntas, quizás por eso había pasado tanto para toparme con ella, para que fuera parte de mí vida –Siempre te voy a amar, pase lo que pase, aun a pesar de que recuperes la memoria y te alejes de mí por cualquier motivo –Y su enorme sonrisa se entristecía con aquella mirada dolida –Eres lo mejor que me ha pasado, lo más hermoso que tengo. Tú y ese bebé son mi familia, mi vida. Te amo tanto... –Y su rostro avanzaba hacia al mío con una lentitud dolorosa.

La necesitaba tanto. Quizás eran solo las hormonas jugándome una mala pasada o quizás y sí, era el profundo amor que me hacía sentir. Pero nunca había besado, o bueno no tenía idea de que lo hubiera hecho, no sabía qué hacer. La idea me molestaba, pero no tanto como creía. ¿Acaso no era mejor aprender con ella nuevamente ahora que iba a ser parte de mí vida hasta que ella quisiera? Porque sabía perfectamente que yo nunca iba a tener fuerzas para alejarme de ella aunque recuperara la memoria.

Sus labios tocaron los míos con lentitud. La sensación era tan grata como extraña. Sentía mi corazón bombear con tanta fuerza ahogándome lentamente. El beso iba de menos a más, sentía su aliento abrasador en mi boca, aliento suave y dulce, delicioso. Mi cuerpo reaccionaba mecánicamente quizás recordando, quizás solo actuando de manera lógica. Mis manos, enrolladas a su espalda la atraían con fuerza hacia mí provocando que su aliento me inundara por completo dejándome extasiada. Si existía alguna duda de lo que sentía por ella en ese momento quedó reducida a polvo. No había nada ni antes ni después de este momento.

Se separó de mí con cuidado, despacio. Yo, intentaba acomodar los latidos de mi corazón más por voluntad que por cualquier otra cosa. No abría mis ojos, no podía. Quería seguir disfrutando el sabor de sus besos en mis labios alargando el momento aunque solo fueran por unos segundos. Sentía su respiración imprecisa en mi rostro, quizás no era la única que necesitaba respirar unos instantes más. ¡Madre mía del amor hermoso! Que alguien nos levante de este sueño... ¿Sentiste eso Catherine?

-He esperado tanto este momento, y aún no puedo creer que sea verdad... –Su aliento cálido rozaba mi nariz mientras hablaba. Yo, respiraba lentamente, escuchando cada palabra con suma atención abriendo lentamente mis ojos encontrándome con una mirada verdiazul de frente y una enorme sonrisa en su rostro – ¿Te sientes bien amor? –Sus mejillas con hoyuelos me dejaban sin habla. Empecé a reír, era tan feliz de hacerla feliz.

-Un poco asustada por lo que me haces sentir, pero por lo demás, muy bien cariño, ¡gracias por preguntar! --Me preguntaba cómo sus labios y su rostro no se habían roto de tanto estirarse. Su cara estaba tan feliz que por un momento supe que había hecho lo correcto, Lauren merecía que la amara, sí que lo hacía.

-Iremos despacio, lo prometo. Sé cómo te sientes, pero siempre estaré aquí para ti, toda la vida, porque eres lo que más amo... Y ahora tomando en cuenta, que oficialmente soy el "pamadre" de ese bebé, quiero conocerlo, ¿me das el honor de ser parte de ese momento? –Estaba tan entusiasmada que no pude evitar sentirme igual.

-¡Por supuesto amor! Vamos a conocer a nuestro hijo... Solo quiero que me prometas algo... –dos suspiros, nervios, ansiedad, terror –pase lo que pase, así recupere la memoria, prométeme que nunca nos dejarás solos, ni a mí ni a mi bebé, ¿me lo prometes? –Necesitaba saber sí aún a pesar de que terminara siendo una asesina en serie Lauren siempre iba a estar a mí lado, era tan imprescindible saber que siempre iba a poder tenerla conmigo.


-Siempre voy a amarte, prometerte que me quedaré a tú lado es solo un oficialismo... Pase lo que pase, digas lo que digas, aunque seas una ex convicta y aunque no me quieras volver a ver en toda tu vida por alguna razón –No pudo evitar poner un rostro triste y dolido con mencionar aquella posibilidad, ¿por qué iba a querer dejar de verla? La sola idea de alejarme de ella dolía, sabía que siempre iba a ser así –Siempre estaré a tu lado, te lo prometo amor, siempre... –Se acercó para besarme mientras yo me dejaba llevar por aquel remolino de sentimientos que se formaba dentro de mí por aquella mujer.


La vida siempre pasa en frente de ti como una película extraña y absurda. Hay momentos que siempre quisieras recordar y otros que por el contrario desearías que se quedaran enterrados en piedras eternamente. Yo, con tanto que retener, aprender, disfrutar había disfrutado al máximo estos últimos 5 meses en compañía de Lauren y de mi bebé.

¿He mencionado ya que era una niña? No podía con la emoción solo de recordar aquel día. Me había hecho tanto a la idea de que era un niño que imaginarme una niña morena de ojos castaños me alegraba sobremanera. Iba a ser madre, estaba feliz, me sentía amada y protegida. Estaba recuperando una parte de mi vida de a poco; eso se complementaba con seguir estudiando aún a pesar de las dificultadas.

Había terminado un semestre en la universidad, y aunque me faltaba mucho y sabía que iba a ser difícil, quería ser médico, quería poder vivir mi vida de manera normal muy a pesar de todo y de todos. Lauren por supuesto, más por resignación que por otra cosa, me apoyaba en todo. Quizás no.

Había sido incapaz de ayudarme a decidir un nombre para mi bebé. Entre tantas opciones, ninguna había logrado convencernos. Y la idea de ponerle alguno de nuestros nombres sencillamente me desagradaba. Con una Lauren Wilson y una Catherine Black bastaba, ¿dos? No estaba en discusión.

Pero los días pasaban y aunque estaba ansiosa por conocer a mí bebé no podía dejar de pensar que me abrumaba la idea de que pasara algo, o que todo no saliera bien. Faltaba tan poco. Todo estaba tan cerca.

-¿Cómo estás amor? ¿Te sientes bien? –Lauren entraba en nuestra recámara con una charola con comida. Yo a estas alturas, ya no podía ni moverme. Se suponía que quedaban dos días para la cesárea, a mi sencillamente se me estaban haciendo una eternidad.

Por supuesto, había pedido expresamente que la persona que realizara la cesárea fuera Lauren, ¿acaso podía confiar en alguien más? Definitivamente no, además la idea de poner mi vida en manos de otro médico me molestaba, me aterraba.

-Bien dentro de lo que se puede. Nuestra hija no ha dejado de moverse la última media hora, debe de estar desesperada por conocernos también... – Lauren se acercaba a mí dejando la charola que llevaba con ella sobre la mesa de noche con una sonrisa en su rostro.

A pesar de que había contratado a alguien para que nos ayudara en la casa, ella se empeñaba en cuidarme y estar pendiente de mí. Entre las guardias del hospital y mi embarazo aún me preguntaba como Lauren lograba tener siempre tiempo para mí. Era tan fácil amarla, era tan dulce, tan tierna...

-No creo que esté más emocionada que yo justo en este momento. La idea de poder conocerla créeme, me deja sin aliento... –Me besaba con amor justo antes de tocar mi vientre que para ese entonces no podía estar más estirado –Las dos estarán bien. Cómo me hubiera gustado que mi madre estuviera aquí, habría sido perfecto que ella fuera parte de esto –Lauren casi nunca mencionaba a su familia.

A duras penas sabía que su madre se había llamado Miriam y que había muerto cuando ella era muy pequeña. Que tenía una hermana pero que para ella no existía, no sabía los motivos pero tampoco preguntaba. Siempre que tocábamos el tema terminaba triste y yo odiaba verla así, amaba tanto verla feliz, verla sonreír.

-Ella estará Lauren, ella siempre está contigo. No te pongas triste amor, odio verte así, lo sabes –Tomaba sus manos mientras ella sonreía. El hecho de llevar un bebé encima limitaba mis movimientos sobremanera.

-Si no fuera por ti, sinceramente no sabría qué sería de mí.... Te amo tanto... –Se acercó para besarme.


No alcanzó a llegar a mis labios cuándo claramente sentí un dolor punzante en mi vientre. Vi a Lauren actuar de inmediato poniendo esa cara de médico que tanto me gustaba. Quizás y sí, nuestra hija tenía más deseos de vernos a ambas que de nosotras a ella, el parto se había adelantado.

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Odiaba tanto quedarme dormida en los hospitales, pero definitivamente esta vez sí que necesitaba descansar. El parto había sido agotador, mi bebé se había empeñado en llegar antes de tiempo y mientras Lauren lograba organizar todo, las horas y los dolores apremiaban con gran fuerza sobre mí.

El parto por supuesto se había complicado. Nunca era fácil cuándo se trataba de mí, de eso ya me había dado cuenta. Había pasado de una cesárea programada a tener que dar a luz normal pues a mi bebé se le había ocurrido la brillante idea de salir por sí misma, tan luchadora como su madre Lauren había dicho.

La había visto borrosamente durante el parto, Lauren se había empeñado en hacerle un millón de exámenes de rigor antes de que pudiera conocerla. Tenía miedo de alguna complicación por lo mal que había estado hasta hace solo unos meses. Tenía tantos deseos de conocer a mi pequeña que simplemente me mantenía despierta esperando por ella solo unos minutos más. No podía esperar conocer a aquella hermosa niña que quizás se parecía mucho más a mí de lo que esperaba.

-He traído a nuestra hija para que la conozcas. ¡Es perfecta como tú! – Lauren entraba por la puerta hasta mi cama avanzando con lentitud mientras traía en sus brazos un pequeño bulto envuelto en una hermosa manta de color rosado.

Estaba tan emocionada que no pude evitar soltar un par de lágrimas. Había esperado meses por este momento; Lauren tenía una sonrisa tan hermosa, conmovida al igual que yo o aún más. Llegó a mi lado y mientras me daba a mi hija yo por primera vez la contemplaba con amor y orgullo.

Su piel de un blanco marfil resaltaba con claridad por sobre la manta rosada que la envolvía. Su cabello, tan rubio como el sol se dejaba ver en pequeñas cantidades sobre aquella cabecita tan pequeña. Estaba despierta, atenta, mirándome mientras pasaba una mano por sobre ella y enganchaba con lentitud su manito derecha a la mía. Sus ojos, de un profundo azul me miraban con curiosidad. Era hermosa, mucho más de lo que había pensado. No me lo tomes a mal, pero, ¿de dónde ha salido esa bebe?

-¿Estás segura de que no te equivocaste de bebé? Es tan perfecta... –Una sonrisa recorría mi rostro mientras no dejaba de contemplar a la bebé que tenía en mis brazos.

-Es nuestra hija te lo puedo asegurar, ¡yo misma la recibí! Es tan hermosa como tú, sencillamente perfecta –Lauren se acercaba a mi bebé dándole un beso en la frente para luego besarme a mí.

-Es tan hermosa y diferente. Es más se parece tanto a ti... –La miré mientras le sonreía y ella se acomodaba lentamente a mí lado. En ese momento comprendí que podía hacer algo más por ella, su mamá merecía estar con nosotras ahora y siempre –He decidido que se llamará Mairím, como el nombre de tú mamá pero al revés. Es una manera de tenerla presente siempre y de que también te pertenezca –Vi los ojos de Lauren brillar con lágrimas que no salían, la había conmovido. Yo por el contrario estaba tan feliz. Debo de admitir que el nombre es extraño, pero que me encanta.

-¿Lo dices en serio?... Gracias amor, ese nombre es perfecto para nuestra bebé, ¡me he quedado sin palabras! –Y la vi reprimir un par de lágrimas mientras trataba de reír –Lo siento, es solo que no sé qué más decir... Aunque quizás y...

-¿Y? ¿Qué fue lo que se te ocurrió ahora? –Una enorme sonrisa adornaba su rostro mientras la veía decidir entre hacer o no hacer algo. Al final, metió la mano dentro de su bata de médico y sacó una pequeña cajita, yo supe automáticamente lo que era sin haberlo visto.

-Creo que deberíamos darle un verdadero hogar a nuestra bebé. Mairím es un nombre perfecto para juntar con nuestros apellidos... ¿Qué le parece a la mamá más hermosa del mundo si me concede el honor de ser parte de su vida siempre? ¿Te casarías conmigo? –Y abría la caja dejando a la vista un hermoso anillo dorado con una piedra sobre él. ¡Dile que sí! ¡Qué le digas que sí he dicho! Si no se lo dices tú, te juro que yo me caso con ella.

Quizás y la vida me había impedido vivir una parte del camino al quitarme mis recuerdos, orillándome a tener que empezar de nuevo desde el principio. Pero ahora, ponía un perfecto horizonte sobre mí, tenía una hija, un largo camino de carrera universitaria y una persona que me amaba con tanta intensidad como yo la amaba a ella. Quizás y sí, la vida te da problemas para luego devolvértelo con creces. Todo es un conjunto de decisiones que te obligan a demostrarle al mundo que eres mucho más fuerte que cualquiera. Incluso aunque te recalquen que no puedes hacerlo.

-Por supuesto que acepto, ¡acepto ser tu esposa y formar una familia a tu lado! –Sus ojos verdosos, vidriosos por las lágrimas, no dejaban de mirarme mientras ponía aquel hermoso anillo en mi mano. Sus labios buscaron los míos justo antes de fundirnos en un beso. Era un nuevo comienzo. El llanto de Mairím adornaba perfectamente ese momento...

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-¡Maldita sea Lauren, mil veces maldita sea! Cómo es posible que hayas podido ocultar a Kathleen de la Campa por tanto tiempo, ¿¡cómo!? –Natasha pasaba cada hora del día maldiciendo a su propia hermana.

Los meses habían pasado y ella seguía tal como al principio, sin una sola pista del paradero de su hermana y de aquella mujer que le había robado lo único que en realidad había amado en toda su vida.

¿Cómo puedes esconder a alguien por tanto tiempo? Era imposible y absurdo, pero Lauren cada día demostraba un poco más que era una Wilson, ¿¡cómo se las había ingeniado para mantener con vida a esa mujer que tanto odiaba Natasha!?

Todo era tan complicado y absurdo. Michael había recorrido medio mundo buscándolas, pero hasta ahora lo único que habían hallado eran pistas falsas. Su hermana seguía escondiendo a aquella mujer que tanto daño le había hecho; la seguía eligiendo a ella, a Kathleen, sin importarle nada ni nadie más.


-¡Te juro que las encontraré! En algún momento cometerán un error y lo pagaran caro, las dos, ambas pagarán por todo lo que me han hecho, nadie puede ocultarse eternamente, ¡nadie! –una risa, una amenaza, una historia que al parecer nunca iba a terminar.

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Narra Alice...

-Pensé que no querrías estar sola... –Entraba en la habitación de Alejandra. Los meses habían pasado tan rápido sin una sola respuesta. A estas alturas era mucho más que probable que mi sobrina ya hubiera nacido.

-Siempre tan oportuna duendecilla... ¿Y Pierre? –Mi hermana parada al filo de la ventana no dejaba de observar el horizonte. El tiempo no dejaba de correr mientras ella simplemente no podía dejar de pensar en Katie y en su hija que se encontraban en alguna parte.

Todos a estas alturas seguíamos buscando a Katie, sabía que eso nunca iba a terminar, no hasta el día que diéramos con ella; merecía estar aquí con nosotros no lejos de esta que era su casa, de su familia. Dolía no verla, dolía con fuerza, pero dolía aún más sentirse tan impotente.

-Siempre estaré aquí para ti. Por Pierre, le he pedido que se vaya, preferí quedarme contigo... Ya no sé qué decirte, simplemente que no perdamos la esperanza. Katie regresará pronto, vas a ver –me acercaba a mi hermanavpara abrazarla. Ella empezaba a negar con su cabeza. Estaba tan triste, demacrada. Nadie lograba animarla, ni siquiera Paúl.

-Empiezo a pensar que no volveré a verla nunca más, ¡y no sabes cómo duele! –Me abrazaba con más fuerza mientras respiraba profundamente evitando llorar. Ya habíamos llorado demasiado –No voy a parar de buscarla aunque mi vida se vaya en ello. No puedo olvidarla Alice, ella es simplemente inolvidable, y aunque sé que posiblemente nunca la encuentre, no dejaré de intentarlo, nadie podría ocupar su lugar, nadie... Es imposible amar a alguien más cuando sé que ella aún está allá afuera en algún lugar –Dolía ver a Alejandra así, dolía aún más no poder hacer más por ella, por mi familia.

-Siempre la buscaremos, ella está ahí afuera en algún lugar, volverá, lo sé... –Las lágrimas empezaban a fluir mientras la esperanza intentaba mantenernos en pie tanto a mi hermana, como yo y mi familia.

En algún momento mi familia merecía ser feliz. Las cosas pasan por algún motivo, quizás y todo sería mejor luego. Lo único que copaba mi mente en ese instante era una hermosa niña rubia que crecería sin conocerme a mí y a su madre... ¿Cuánto más podríamos soportar?

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