Deja Vû
"Imagina por un momento que pudieras cambiar la manera de pensar de cada persona que habita este planeta, ¿que sería lo primero que cambiarías? ¿Cuál sería tu primer paso con el fin de ayudar a esta humanidad?
Muchos me dirán que están conformes con los medios y las maneras bajo las cuales se maneja este mundo; otros por el contrario, me dirán sin pensarlo que exterminarían a cada ser humano en lugar de enseñarles una manera diferente de ver la vida, otros como yo te dirán que cada persona es distinta así que no habría una sola manera de enseñarles a todos a llegar a un consenso.
Pero entonces, ¿qué sería lo primero que cambiarías en las personas para que pudiéramos tener un mundo mejor? Sí me preguntas a mí, loca escritora que lo único que trata es de cambiar tendencias y que las personas abran los ojos, te diría que lo primero que cambiaría en la manera de pensar de las personas de todo el mundo sería su conformismo.
Y sí, me dirán que estoy equivocada, que lo único que ganaría es acrecentar la población rica hundiendo a los pobres, ¿verdad? Pues se equivocan. Imaginen por un momento, ¿qué es lo que te detiene para empezar un cambio? ¿Por qué sigues en el mismo lugar aún a pesar de que sabes que hagas lo que hagas el resultado será el mismo?
La respuesta siempre ha sido sencilla de saber, pero las personas simplemente se rehúsan a esforzarse por conseguir un cambio. El ser humano odia los cambios, odia arriesgarse, odia salir de aquel lugar de confort al que se encuentran acostumbrados, porqué sencillamente empezar desde cero les molesta, los cohíbe, los limita.
Viendo esto, ¿por qué quitar el conformismo? ¿Logras verlo ahora? Si dejamos de sentirnos a gusto con las migajas que nos da el mundo, tanto en dinero, como en cariño, como en amor, nos esforzaremos en luchar por querer ser tan sabios, tan fuertes, tan valientes, tan millonarios como el de la esquina que siempre dejo los conformismos de lado.
Entonces, ¿te atreves a quitar el conformismo de la cabeza de las personas? Quizás y sí logramos que el mundo sea mejor sin tantas personas limitadas. Y tú, ¿cuántas veces has dado paso al confort sin pensar en un futuro? ¡Atrévete a cambiar! Nada se escribe dos veces de la misma manera."
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Narra Alice...
Algunos años después...
-¿Estás segura que no deseas que me quede? No quiero dejarte sola, sé lo difícil que son estos días para ti, no quisiera que tú... --Me iba de viaje, era mi luna de miel.
Habían pasado más de 5 años desde el día que Katie había desaparecido de nuestras vidas, por supuesto seguía doliendo como el primer día. Quizás por eso no quería dejar a Alejandra sola aún a pesar de que había pospuesto mi viaje por varios meses. Se acercaba el cumpleaños de Katie, era apenas en un par de días. ¿¡Cómo podía dejar sola a mi hermana con lo mucho que sabía que le dolía!? Quizás tan doloroso como lo era para mí.
Los años habían pasado de manera lenta y dolorosa. A estas alturas mi sobrina tendría 5 años o un poco más mientras mi mejor amiga rondaría los treinta y tantos. Por supuesto, nadie se había resignado a perderla. Seguía presente en nuestras vidas como el primer día. Ni la distancia, ni el tiempo habían logrado que dejáramos de amarla. Si lo sabía yo que aún pensaba en ella, y Alejandra que cada noche se dormía pensando en volverla a ver.
-Tranquila, estaré bien. Paúl no me dejará sola. Tú ve y disfruta con Pierre, llevas muchos meses suspendiendo este viaje. Odiaría que lo pospusieran por mí eternamente. Mereces ser feliz duendecilla. Yo estaré bien. Te lo prometo. Estaré en pie hasta que vuelvas...–Alejandra me despedía en la puerta de la casa.
Vestida de jeans, chamarra y una blusa se veía tan joven o incluso más que hace 5 años. Quizás había cambiado algo, su cabello no estaba tan largo como antes, se había empeñado en dejarlo corto. Yo por el contrario, mi cabello negro revoloteaba por el viento lo suficientemente largo como para sacar dos cabelleras, ahora estaba ondulado. Quizás en honor a mi mejor amiga, le gustaba tanto el cabello rizado.
-¿Estás segura? Alejandra, créeme que la idea de dejarte sola me aterra. Y sé que Pierre se enfadaría conmigo, pero no me importa. El viaje puede esperar, pero tú –Mi hermana me abrazaba con fuerza, regalándome dos besos en cada mejilla mientras se esforzaba en sonreír.
Aún se veía su rostro desolado, triste. ¿Quién no había llorado los últimos años? Creo que todos nosotros llevábamos un pedazo muerto por dentro. Nunca lo íbamos a superar, quizás y algún día fuera soportable, pero olvidar, simplemente era una imposibilidad.
-Estaré bien, además Paúl –Mágicamente el mejor amigo de mi hermana se manifestaba detrás de ella dándole un largo abrazo –No me va a dejar sola, ¿Verdad Paúl? –Alejandra volteaba a verlo con una sonrisa sincera en su rostro.
-¡Por supuesto que no! Ve tranquila Alice, sólo será una semana. Te prometo que tu hermana estará tan hermosa a tu regreso como lo está ahora –Y lo veía regalarle un enorme beso a mí hermana que me dejaba algo más tranquila, aunque no tanto como hubiera deseado, como hubiera añorado.
-Por favor ve, no quiero que Pierre termine odiándome por retenerte tanto tiempo... Te prometo que estaré bien, y por supuesto, cualquier cosa me avisas, y sí, cualquier cosa también te avisaré o de seguro lo hará Paúl... – Mi hermana me dedicaba dos miradas condescendientes antes de regalarme otro beso.
Parecía que esta vez la luna de miel no se iba a posponer. Quizás y sí, merecía tener un momento de felicidad, pero era tan difícil disfrutar de la mi propia alegría cuando una parte de mí, al igual que la de cada miembro de mi familia, aún lloraba amargamente.
-Está bien. No hace falta que me caigan en complot. Volveré pronto –Me despedía de Alejandra regalándole un largo abrazo –Ni siquiera notarás que me he ido. Paúl cuídala mucho y no la dejes sola ni un solo minuto, deberás cumplir mi función en esta casa...—Paúl y Alejandra empezaban a reír mientras yo le daba un beso a mi hermana antes de empezar a caminar hacia el auto.
Extrañamente, no pude evitar sentir el corazón estrujado con la idea de dejar sola a mi hermana, a mí familia por tanto tiempo. Quizás y sí, me había vuelto la madre de todos en esa casa, o era solamente el cargo de conciencia que me recordaba que todo esto había sido mí culpa, definitivamente, nunca lo íbamos a poder superar. Necesitábamos tanto a Katie de vuelta en nuestras vidas.
-¿Estás bien amor? No es necesario que vayamos. No me gusta verte triste –Y Pierre me besaba nada más entrar al auto. Pero Alejandra tenía razón, Pierre no merecía que lo volviera a decepcionar, podría sobrevivir una semana, tenía que sobrevivir.
-No te preocupes, esta semana es tuya. Vamos, es hora de empezar la luna de miel, ¿cuál es la hoja de ruta? –Quizás y no había sido del todo mala idea salir de viaje organizando aquel recorrido romántico por toda Europa.
-En el aeropuerto lo sabrás... –Y Pierre me volvía a besar justo antes de empezar el viaje. Quizás y una parte de mí merecía ser feliz. Pero la otra, solo podía pensar en Alejandra, en mi mejor amiga y en mi sobrina...
Narra Alice...
-¿No te parece Barcelona hermoso? Creo que si no fuera por lo poco que entiendo español vendría más seguido –Pierre me llevaba de la mano por uno de los centros comerciales más grandes de Barcelona.
El tiempo había seguido su curso con rapidez. Hace tan solo unos días habíamos salido de Paris y hoy ya estábamos a 4 de octubre. Era inusual darse cuenta que somos sólo títeres en las manos del destino, del tiempo, de las circunstancias, de las posibilidades.
No me arrepentía del viaje, me había divertido sobremanera. Aunque una parte de mí se preguntaba cada 5 minutos por mi hermana. Quizás y sí, por eso había invertido no sé cuánto dinero en llamarla a cada momento. En especial en este día.
-Deberías estudiarlo para venir más seguido, creo que España es un lugar muy hermoso... Te traeré de regreso tan pronto como pueda, aunque yo misma deba enseñarte a hablar español, ¡con lo fácil que es! –Y le daba 2 besos a mi esposo mientras seguíamos mirando las amplias vitrinas de aquella tienda Zara que se ponía frente a nosotros.
Había tenido suerte después de todo. Pierre era todo lo que alguna vez había deseado, quizás mucho más de lo que merecía. Era feliz a medias, pero era feliz. No podía dejar de agradecer por la persona que iba a mi lado. De no haber sido por él, quizás la valiente Alice que todos admiraban en casa posiblemente habría desaparecido hace muchos años.
-Sí, sí, sí... ¡Ya me sé el discurso! "Soy una Anderson, hablo varios idiomas; pertenezco a una de las familias más ricas del mundo, soy abogada, hermosa, tengo por esposo a un pobre muchacho del que no sé cómo me enamoré, lalalalalalalala..." –Y Pierre echaba a reír mientras yo lo seguía abiertamente. Le encantaba tanto poner al límite mi capacidad de tolerancia, mucho más, le encantaba burlarse a costa mía siempre que podía. Soltó mi mano y echó a correr mientras yo trataba infructuosamente de alcanzarlo. Era un completo odioso.
-¡Eres insoportable! Sino fuera porque te quiero tanto... –Y de momento un pequeño golpe desviaba mi atención.
Una maraña de pelo rubio chocaba con fuerza contra mí. Aquella niña pequeña caía al piso con desparpajo después de que sin intención, me la hubiese llevado entre mis piernas.
-¿Estás bien pequeña? ¿Te hiciste algo? –Me arrodillaba a su lado de manera automática. Por el contrario de lo que se pudiera haber esperado, aquella hermosa niña se ponía de pie en un salto sin dejar de observarme con unos hermosos ojos saltones.
-Lo siento mucho Señorita. Me he tropezado sin querer... –Y hablaba entrecortado mientras se terminaba de parar con suma agilidad. Unos hermosos bucles caían por su espalda. Aquella niña de aproximadamente unos 4 o 5 años, a la cual el golpe no la había herido lo suficiente pues no dejaba de reír, me miraba con suma curiosidad e inquietud.
Un profundo dolor de estómago me inundó justo en el momento en que aquella hermosa niña clavó sus ojos en mí. Ojos, ojos de un azul tan profundo como sólo una familia que conocía a la perfección podría tener, ojos cómo sólo había visto de muy pocas personas en mi vida. Vivía un Déjà vu de momento.
-No te preocupes pequeña... ¿Seguro que estás bien? –Su español era fluido, tan fluido que hubiera jurado que había nacido justo en este mismo lugar. El cabello alborotado, enfundada en unos pequeños jeans con una camiseta y acompañada por un singular calzado deportivo, lograba en conjunto que se viera tan cómica como adorable.
-¡Sí Señorita! ¡Estoy bien! –Y no dejaba de verme mientras me sonreía –Es Usted muy bonita... ¡Tan bonita como mi mamá! –Seguía riendo, quizás a gusto, quizás solo asustada, mientras yo a cada palabra de ella dejaba de pensar un poco más, me costaba pensar más...
-¿Tú mamá? ¿Ha venido tu mamá contigo? –Y la esperanza crecía exponencialmente. Una parte de mí no dejaba de pensar que era muy posible que así fuera mi sobrina. Debería tener la misma edad, el mismo cabello, los mismos ojos, esos ojos...
-Venía detrás de mí pero... He salido corriendo y me he tropezado con Usted... –Y su hermosa sonrisa hubiera podido opacar a cualquier otra persona de la edad que ella deseara. Era una niña amable y guapa. Perfectamente adorable, perfectamente hermosa.
-Puedo saber, ¿qué hace una niña tan hermosa como tú sola en un centro comercial tan grande? –Y ella no dejaba de mirarme con aquellos curiosos ojos azules y profundos.
-Hoy es el cumpleaños de mi mami, por eso he venido con mi otra mami para comprarle un regalo –Y mis oídos filtraban cada información como valiosa. ¿Tenía dos mamas? Una parte de mi empezaba a vivir con intensidad nuevamente, solamente comparable con la fuerza de las olas en el mar.
No podía dejar de verla, mientras ella quizás por adrenalina o porque así era su manera de ser, jugaba con mi largo cabello. El corazón me daba brincos dentro del pecho, con la misma intensidad con la cual había sentido una sola vez en mi vida, hace ya tantos años.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, quizás fueron horas... Una voz de mujer nos traía a la realidad. Quizás y era su madre, una de ellas.
-Mairím mi amor, que gusto me da encontrarte, ¡me has asustado mucho! No vuelvas a salir corriendo así... –Y una mujer llegaba a nuestra altura distrayendo a aquella niña en frente de mí y a mí misma.
Era alta y delgada, de un cabello rubio cenizo que caía delicadamente sobre sus hombros en hermosos bucles, tan hermosos como los de la niña que estaba a mi lado. Sus ojos, extraños y estrambóticos, hubieran hecho que cualquiera se empeñara en mirarla infinitamente. Su rostro aparentaba no tener más de 25 años, quizás y eran esos cómicos hoyuelos que se dibujaban en él mientras sonreía. Era hermosa de una manera singular. Pero a pesar de eso, no pude encontrar nada de aquella mujer en Mairím, ese era el nombre de aquella pequeña, ¿verdad?
La vi tomar a aquella hermosa niña en brazos. Traía con ella un sinfín de bolsas de compras. Recordé por un momento que hoy era el cumpleaños de la otra mamá de Mairím. Mi mente se empeñaba en recordarme que hoy también era el cumpleaños de Katie, ¿demasiadas coincidencias? Quizás y sí me estaba volviendo loca, pero una parte de mí me repetía que las coincidencias nunca han existido.
-Lo lamento tanto, ella es tan inquieta. Se soltó de mí en un momento y la perdí de vista... Espero no te haya importunado –Aquella mujer se disculpaba inmediatamente mientras me estiraba su mano en actitud de arrepentimiento –Me llamo Lauren, lamento que mi hija y yo te hayamos dado tantas molestias –Yo apretaba su mano por pura educación mientras mis ojos no podían alejarse de la mirada azul de Mairím.
-No te preocupes, no pasa nada. Ha sido un verdadero placer conocerlas a ambas... Tienes una hija muy hermosa, su nombre es Mairím ¿verdad? –Le preguntaba a aquella rubia mientras jugaba con el cabello de Mairím.
-Sí, ese es su nombre. Muy poco común, ¡idea de su mamá! –dos sonrisas, unos hermosos hoyuelos jugando en su cara –Bueno, creo que es hora que dejemos de importunarte... Ha sido un placer... –Y se despedía de mí mientras Mairím me dedicaba una última sonrisa moviendo su mano en un claro gesto de despedida. ¿Era normal sentir que estaba perdiendo algo? Esa niña, esa niña...
No podía apartar la vista de ellas mientras caminaban con destino al ascensor. Pierre, desaparecido hasta hace solo unos minutos, mágicamente se manifestaba a mí lado. Pero yo, perdida en mis pensamientos difícilmente podía buscar palabras para decirle algo o tan siquiera mirarlo.
-Alice, ¿estás bien? –Pero yo no hablaba, sencillamente me había quedado sin palabras... –Mi amor, ¡por favor dime algo! ¿Qué tienes? –Pierre se paraba en frente de mí tratando de llamar mi atención con una marcada cara de preocupación. Lo moví automáticamente mientras empezaba a hablar.
-¿Puedes ver a esa mujer que va llegando al ascensor, la que lleva la niña rubia en brazos? –Yo hablaba mecánicamente, pensando en qué hacer, en qué decir. Si quería hacer algo no me quedaba mucho más tiempo, sólo tenía unos pocos minutos más.
-Si amor, logro verlas... Pero ¿qué tienen que ver ellas con que tú estés así? Alice, te ves mal, estás pálida... Cariño, ¿quieres sentarte? –Pierre me tomaba la mano con fuerza mientras yo buscaba las mejores palabras, ahogando con fuerza mi ya alterada y agobiante situación.
-La niña que lleva en sus brazos, esa niña... –Tomaba dos respiros cayendo a la realidad, estaba segura, ¡segura que era ella! –Esa niña, es mi sobrina Pierre, estoy segura. Tenía los mismos ojos, los de Alejandra, los míos, los de mi padre, ¡Esa niña es mi sobrina Pierre! –Y pude sentir como automáticamente Pierre se tensaba a mi lado con un marcado rostro de contrariedad.
-Mi amor, ¿estás segura? Quizás sólo es una coincidencia. No puedes estar segura, quizás y... –Y lo interrumpía, no podíamos perder más tiempo.
-¡Te juro que es ella! Y si ella está aquí, por Dios, ¡no podemos perder tiempo, tenemos que ir tras ellas! Katie tiene que estar aquí en Barcelona, ¡las hemos encontrado! –Y mi corazón bombeaba con fuerza haciendo doler mi pecho poniendo al límite mi adrenalina mientras la esperanza me motivaba a continuar. ¡Había encontrado a mi familia!
-Alice, mi vida, no puedes asegurar que es ella, no puedes. No es así de fácil, quizás y es otra niña, debes tomarlo con calma... –Pierre trataba de calmarme, pero simplemente no podía hacerlo. Estaba segura, tan segura como aquel día en Toronto.
-¿Recuerdas que te he contado sobre cómo conocí a Alejandra? ¿Cómo sin querer di con ella un día cualquiera? –Y Pierre respondía automáticamente,
-Por supuesto que lo recuerdo, pero esto, ¿qué tiene que ver? –Y hablaba lentamente, tratando de hacer que el entendiera algo que yo ya sabía. Debía de creerme, necesitaba que confiara en mí.
-Esa niña Pierre... Esa niña me hizo sentir lo mismo que sentí la primera vez que vi a Alejandra. Fue igual Pierre, fue lo mismo, la misma sensación, el mismo dolor de estómago, los mismos nervios y ansiedad. Esa sensación de comodidad y amor instantáneo, ¡es ella, es mi sobrina! –Y tomaba a Pierre de la mano arrastrándolo conmigo. No podía perder más tiempo –
¡No podemos dejar que se vayan! ¡Vamos! –Y Pierre más por resignación que por otra cosa se dejaba llevar por mí.
Quizás y era una locura pero estaba segura, ¡Había encontrado a mí familia! El destino siempre juega de una manera tan ilógica y estúpida. Había pasado los últimos años gastando tiempo y recursos en buscarlas, y ahora aparecían en frente de mí sin esfuerzo. Quizás y sí, la vida nos tenía preparadas tantas sorpresas. Mis piernas se esforzaban en no tropezar mientras avanzaba con mi confundido esposo a tropezones por ese centro comercial.
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El tiempo pasa con rapidez cuándo eres feliz. Es extraño como los momentos incomodos duran siempre, pero los felices iban y venían a la misma facilidad como llegaban. Era feliz a mi manera, sí que lo era.
Lauren y yo nos habíamos casado por supuesto, y Mairím mi niña había crecido tan grande y tan hermosa en estos años. Seguía sin creer que fuera mi hija, no se parecía a mí en su físico pero en el carácter era tan idénticamente a mí que Lauren dudaba si era ella quién hablaba o era yo cuándo nos preguntaba algo.
Mi carrera de medicina iba de maravilla, ya sólo me quedaba un año más de práctica para ser un médico graduado. Quizás lo único que me disgustaba era tener que trabajar en las noches. Las guardias nocturnas eran una pesadilla y más cuándo no tenía a Lauren cerca de mí. Verla trabajar con tanta profesionalidad solo me llenaba de orgullo y pasión. Se veía tan deliciosa vestida de médico, quizás por eso aún la veía y me costaba respirar.
Hoy era mi cumpleaños. Los años habían pasado sin que me diera cuenta, y ahora cumplía 32 años o al menos eso decía mi pasaporte, ¡qué iba a saber yo! Los recuerdos seguían esquivos y confusos, no lograba aún tener memorias de mi vida pasada. Ya a estas alturas era lo que menos importaba. Tenía una vida y era feliz, ¿Importaba mi pasado? Para mí, ya no.
-¡Mamá, mamá! ¡Feliz cumpleaños mamaaaaaaá! –Mairím entraba como una tornado a mi cuarto. Me costaba tanto levantarme. La noche anterior entre la guardia en el hospital y el resfriado que me acompañaba simplemente me habían dejado agotada. Pero era mi cumpleaños, no tenía opciones.
Mi bebé llegaba a mi cama con una pequeña bolsa en sus manos abalanzándose sobre mí. Se veía tan hermosa con su largo cabello y esos preciosos ojos azules. Dudaba tanto de que hubiera una mamá más orgullosa que yo en todo el mundo.
-¡Hola mi amor! Gracias princesa, dime, ¿qué traes en esa pequeña bolsa? –Y Mairím abría con sus pequeñas manos aquella funda de regalo. Mis ojos buscaban sin querer a Lauren por todo el lugar, pero simplemente había desaparecido. Sabía a qué jugaba. Mairím siempre era su cómplice cuándo de darme sorpresas se trataba. En realidad Mairím era cómplice de todo el mundo. Amaba tanto los cumpleaños, en especial los de ella. No sabía de quién había heredado ese ímpetu por ser siempre el centro de atención y sentirse tan a gusto, definitivamente no era de mí, odiaba profundamente las sorpresas.
-Es un regalo mío para ti mamá mira... –Y abría la bolsa con cuidado mientras me daba un largo abrazo y un beso. En el fondo de la bolsa una pequeña cajita azul resaltaba magistralmente –Mamá Lauren puso una foto de ambas en él, ¡Mira! –Sus manitas abrían con delicadeza la hermosa cajita sacando a relucir un precioso collar plateado.
Un pequeño corazón lo adornaba haciendo la función de dije. Mairím, tan traviesa y autosuficiente como siempre había sido, abría el dije mostrando una foto de ambas en medio. Ella hermosa con sus bucles resaltaba a mi lado. Había sido aquel día de salida nocturna en las fiestas de Barcelona. Al menos ella salía hermosa, yo por el contrario... Creo que ese es otro tema Cathy, deƒinitivamente debes de hacer algo con las ƒotos. Mairím, ¿no es hermosa acaso?
-Gracias mi amor, está hermoso. ¿Me ayudas a ponérmelo? –Y me sentaba al filo de la cama ayudándola a ponerme aquel hermoso collar. No había pasado ni medio segundo cuándo saltaba a mí lado con una sonrisa enorme en su rostro.
-¡Listo mamá! Ahora tenemos el mismo collar –Y ágilmente me mostraba una cadena igual a la mía que tenía el mismo dije y la misma foto colgando desde su cuello. Por un momento mi mente trajo a Lauren a mis pensamientos, añorándola locamente. Sólo a ella se le ocurrían estas cosas. Razones por las cuales la amaba cada día un poco más con locura.
-Te queda perfecta amor. Muchas gracias, me ha encantado el regalo... –Y le daba un gran abrazo mientras veía a Lauren entrar por la puerta de mi cuarto con aquellos hermosos hoyuelos adornando sus mejillas y una pequeña bolsa en sus manos. Se veía tan hermosa. Incluso aunque ya había cumplido 35 años, lucía tan joven como la primera vez que la vi. Nunca iba a cumplir más de 25, sus hoyuelos no iban a dejar que eso pasara.
-Al parecer Mairím, el regalo que le diste a mamá le ha encantado... ¿No crees? –Y Mairím se soltaba de mí rápidamente mientras corría a los brazos de su otra mamá que la recibía con amor enroscándola en ellos. Era tan dulce verlas, se llevaban tan bien.
-Me dijo que le había encantado. ¡Aunque a mí se me ve más bonito! –Y empezaba a reír mientras Lauren y yo hacíamos lo mismo.
-Por supuesto que sí mi amor. ¿Qué te parece ir a comer helado? Creo que tu nana estará encantada de llevarte... –Y los ojos de Mairím se abrían enormemente con la sola mención del helado.
Desesperada, se soltó de los brazos de Lauren y mientras nos daba un último beso a Lauren y a mí desaparecía como luz de luna en amanecer a través de la puerta del cuarto gritando sonoramente por su nana. No podía dejar de reír. Estaba tan orgullosa de ella, de las dos.
-Parece que el regalo de Mairím te queda perfecto. ¡Aunque no tanto como a ella por supuesto! –Lauren caminaba lentamente hasta arrodillarse frente de mí –Te ves tan hermosa, eres perfecta. Siempre lo has sido...
¡Feliz cumpleaños princesa! Porque sea el más hermoso cumpleaños de muchos más a mi lado... –Y me dedicaba una preciosa sonrisa. Sentí las mariposas crear remolinos en mi estómago. Amaba tanto verla sonreír, lo que más amaba de ella. Aquellos hoyuelos en su rostro solo me hacían enamorar aún más. Me acerqué lentamente a ella, para besarla.
Mis labios, con la práctica de tantos años la conocían a la perfección. Sus labios se movían incesantes a través de los míos llevándose el poco aire que me quedaba de tan fuerte que el corazón se empeñaba en palpitar. Era adictivo, delicioso, tentador. Me hubiera quedado en ellos eternamente...
-Si sigues así, dudo mucho que pueda darte mi regalo –Y Lauren se paraba empujándome sobre la cama.
-¿Quién te dice que ya no me lo estás dando? Estoy mucho más que segura que Mairím y Maca no volverán por un largo tiempo... –Y la abrazaba con fuerza mientras jugaba con sus labios, sus orejas, su espalda, sus manos. La sentía erizarse, no le quedaba mucho tiempo de resistencia antes de que lograra mi objetivo. Debo de admitir que es muy bueno para el ego eso de ser irresistible para alguien como Lauren.
-Eres una adorable tramposa... –Y su voz desaparecía a la misma brevedad que sus labios buscaban con fuerza los míos.
Hacer el amor con Lauren era una adicción. Era dulce, tierna, romántica. Me elevaba con suma facilidad al cielo para luego darme de porrazo contra la tierra en un solo minuto. Sus besos eran profundos y dulces, tan dulces cómo un caramelo bañado en miel. Su olor, delicioso y excitante me dejaba sin palabras. Sentirla, amarla, besarla, tocarla, adorarla, ese era en realidad mi único propósito en esta tierra. Yo vivía para hacerla feliz, y me demostraba cuán feliz era con cada grito ahogado que se escapaba con fuerza de su perfecto pecho. Era deliciosa en cada sentido, en cada parte, en cada sabor.
Su piel hacía un conjunto perfecto con la mía. Su olor mezclado con el mío no hacía más que convertirme en una drogadicta ansiosa y deseosa de más, de ella. Sus gemidos mientras la recorría, la tocaba, la besaba hubieran podido llevar al éxtasis a cualquiera, y aquellos gestos en su rostro mientras la veía disfrutar y retorcerse de placer eran como un regalo de los dioses. Adictiva, deliciosa, dulce, atrevida... ella era esa rara combinación que me hacía sentir amada y deseada al mismo tiempo. Dispuesta a todo, dispuesta a cualquier cosa con tal de oírla gritar por mí un par de veces más.
Sus manos eran suaves y delicadas. Confundían con seda mi piel dejándome sin palabras. Sin aliento, sin respiración. Me sentía morir y vivir a cada beso, con cada caricia, con cada grito que evocaba con fuerza y profundidad. Quizás y sí, nos necesitábamos, nos amábamos, nos deseábamos, era casi imposible resistirme a sus encantos...
-¿Es posible que ahora si pueda darte mi regalo? –Desnudas sobre la cama tomaba nuevamente aquel hermoso paquete en sus manos. Era tan niña en algunas ocasiones, tan dulce. Amaba eso de ella. La amaba completamente, locamente.
-¡Pensé que me lo habías dado hace un momento! –Y me abalanzaba sobre ella deseosa de más. Siempre era tan fácil querer más de Lauren.
-¡No haga trampa Señorita! Permítame darle su regalo... –Y me besaba con pasión y deseo hasta que su celular nos hacía separar. Sabía lo que era antes que me lo dijera.
-Lo siento amor, tengo que regresar al hospital. No tardaré mucho más que un par de horas... –Y su rostro de súplica la hacía ver tan adorable. Sus hermosos ojos verdiazulados me dejaban sin habla.
-No te preocupes amor... ¡Ahora sí que quiero mi regalo! –Y ella sonreía gozosa de poder complacerme aún más, ¿pero era eso posible? Sencillamente no había manera de que la quisiera más. Amaba amarla, amaba saber que quería seguir siendo mía y yo de ella.
-Es otra joya, una especial... –Y abría el bolso con lentitud sacando a relucir una hermosa caja. No tan pequeña como la de Mairím, un poco más grande –Es una pulsera que Mairím y yo escogimos para ti, espero te guste... –Y tomaba con delicadeza mi mano mientras acomodaba aquel brazalete plateado en ella.
Era sencillo pero hermoso. Tres pequeños dijes, uno representando al cielo y otro al mar adornaban aquel delicado brazalete. Sin contar con aquel dije color café que terminaba de completar la preciosa joya.
-He puesto la vida de las tres unidas en un solo recuerdo, para que siempre lo lleves contigo. Un cuarzo para representar tus ojos, un zafiro para representar los ojos de nuestra bebé y una esmeralda tratando de poner mis ojos en el... –Yo miraba sin palabras, con el corazón lleno de sentimiento.
-Está hermoso, no tengo palabras... –Y besaba a Lauren tratando de demostrarle cuánto la amaba.
-¡Debería regalarte cosas más seguido! Si siempre te vas a poner así, vale la pena... –Y seguía riendo con una libertad abrumadora llevándose mi respiración con cada hoyuelo que se formaba en su rostro.
-¡Odiosa pero adorable! –Y reía con ella mientras se despedía de mí y empezaba a cambiarse. Odiaba que tuviera que regresar al hospital. Odiaba tener que verla vestirse para alejarse de nuestra cama, sí que lo odiaba.
-Volveré pronto, lo prometo. Te llevaré a cenar... Te amo tanto... –Y me besaba justo antes de irse. La vida seguía su curso lentamente mientras yo celebraba mi cumpleaños y Lauren iba rumbo al hospital. En algún momento me quedé dormida, añorando con suma esperanza que sus labios me besaran también en sueños.
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Narra Alice...
-¿Estás segura de que quieres hacer esto? –Pierre me preguntaba por enésima ocasión si de verdad quería ir a esa casa. Yo estaba segura.
Habíamos seguido a aquella mujer hasta las afueras de Barcelona llegando a una hermosa casa con vista al mar. No debía ser una simple mujer, nadie con un sueldo de asalariado podría comprar una casa así. La villa que se mostraba ante nuestros ojos era cualquier cosa menos sencilla, imponente desde cualquier punto de vista.
Después de haber esperado que la casa se quedara sola, tanto Lauren como Mairím con una mujer que supuse era su nana habían salido, supuse que era el momento exacto de entrar en esa casa. Si Katie estaba en ella, no podía perder más tiempo.
-Lo estoy Pierre. Tú quédate aquí, vuelvo enseguida... –Y Pierre me veía horrorizado mientras salía despedida por aquella puerta del auto. Avanzaba rápidamente, ya a estas alturas había descifrado con facilidad cómo evadir el cerramiento de aquella casa y entrar directamente. Digamos que el hecho de en algún momento haber utilizado mis habilidades para escapar de un par de sitios ayudaría significativamente para el perƒormance que estaba a punto de realizar.
Con algo de esfuerzo logré superar la cerca que vigilaba la casa. Creí ver en un par de ocasiones los ojos de Pierre mientras se resistía entre esperar por mí o correr a buscarme. Agradecía tanto que se hubiera quedado en el auto. Ya bastante tenía con mi propia cara de susto como para verlo intentar hacer lo mismo y que muy posiblemente se quedara enganchado en algún cable.
Cuándo por fin alcancé la puerta, me debatí medio segundo entre las preguntas que mi mente se empeñaba en traer una y otra vez a mi cabeza. Sí Katie estaba viva, ¿por qué no había regresado con nosotros? ¿Quién era esa mujer y por qué vivía con ella? Las preguntas azotaban mi cabeza con fuerza repetidamente mientras mi mano tocaba la puerta entre una mezcla de miedo y ansiedad.
El timbre sonó estridente con varias réplicas. Pero nadie abría la puerta. Toqué en un par de ocasiones más, y mientras el miedo iba inundándome poco a poco, creí escuchar con claridad que alguien hablaba al otro lado de la puerta. Quizás y solo era mi imaginación, quizás no.
La ansiedad que reinaba en mí mientras aquella delicada puerta se abría a una lentitud abrumadora hubiera sido difícil de descifrar o describir. No tenía palabras, ni ideas, ni siquiera sabía qué esperar; me sentía viva y muerta al mismo tiempo, me sentía feliz y abrumada con igual facilidad.
Una hermosa y delgada morena se paraba en frente de mí observándome claramente con ojos confundidos y asustados. Su cabello, castaño y liso estaba perfectamente recogido en una coleta que resaltaba con facilidad los contornos de su rostro. Sus ojos, de un hermoso y profundo avellana la hacían ver mucho más joven de lo normal. Su piel, no tan blanca como la mía, resaltaba por sobre la blusa de un profundo color azul que llevaba en ese momento y que combinaba a la perfección con el jeans descolorido que resaltaba su figura.
Por un momento no supe qué hacer o qué decir. Mi corazón bombeaba con fuerza mientras mi mente se empeñaba en decirme que no estaba equivocada. Katie estaba parada frente a mí, mi mejor amiga estaba viva, la mujer que habíamos buscado todo este tiempo seguía con vida, ¡la mujer que amábamos seguía con vida!
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-¿Puedo ayudarla en algo, Srta.? –Una hermosa morena de unos ojos tan profundos como el mar me miraba intrigada al otro lado de la puerta.
Vestida de Jeans, botines y una hermosa chamarra que resaltaba el marfil de su piel, no parecía ser exactamente una ladrona. Aunque mi mente se empeñaba en recordarme que la única manera de entrar a mí casa era precisamente saltando la reja que la cubría. Reja que por cierto contaba con algunos vatios de electricidad.
En algún momento, aquella hermosa mujer se abalanzó sobre mí quitándome la respiración con un abrazo que hubiese sido capaz de romperme las costillas nuevamente a pesar de los años transcurridos. Extrañamente no sentí aquella sensación que te dice que tienes y debes de salir corriendo, que tienes que huir. Mi cuerpo seguía estático sin moverse ni un solo centímetro. Estaba paralizada, sin poder reaccionar o pensar.
-¡Katie, oh Katie! ¡Por fin, por fin te he encontrado! A ti, a mi sobrina, ¡por fin! –Y seguía abrazándome con una fuerza abrumadora mientras mi dormido instinto de preservación despertaba con extrema lentitud.
-¡Señorita no sé de qué está hablando! Creo que es hora de que se vaya de mi casa o llamaré a la policía... –Y la vi tensarse y poner cara de confusión. Aquella morena estaba confundida y aterrada al mismo tiempo, quizás su rostro era idéntico al mío en ese momento.
-Katie, cariño, ¡soy yo, Alice! ¡Tú mejor amiga! ¿¡Es que acaso no me recuerdas!? –Y sus ojos dolidos me miraban a través de esas largas y rizadas pestañas. ¿¡Tendría que recordarla!? ¿Quién era ella para tener que recordarla?
-¡No sé de qué me habla! ¡No sé quién es Ud.! –Y haciendo un gran esfuerzo lograba sacarla de mí casa a empujones mientras le cerraba la puerta en la cara y su rostro lleno de tristeza dejaba de observarme.
Empecé a correr buscando mi celular mientras no dejaba de escuchar los insistentes golpes en la puerta de mi casa. Sabía a quién llamar, la necesitaba aquí.
-Lauren, mi amor, ¡necesito que vengas a casa ahora! Pasó algo muy extraño, una mujer tocó la puerta de la casa y... –Y no podía seguir hablando. Las lágrimas salían empapando mi rostro con facilidad, con tanta facilidad como comparar a la lluvia mientras mojaba algún tejado en medio de un frondoso campo. Con dificultad escuché a Lauren preguntarme qué pasaba mientras me prometía llegar a la casa lo antes posible. Quizás lo más extraño era que no podía dejar de llorar mientras recordaba a aquella extraña mujer que justo hoy había irrumpido magistralmente en mí casa... Cathy, no lo sé pero... esa mujer... ¿Cómo se llamaba? ¡Feliz cumpleaños Catherine!
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Narra Alice...
No podía creer que Katie no me hubiera reconocido. Sus ojos, sus ojos vacíos miraban sin verme, como si para ella fuera solamente una extraña más, una perfecta desconocida. ¡Cómo sino fuera aquella mujer que en el pasado era más que su amiga, su hermana!
Salí despedida de esa casa a una velocidad abrumadora. Aún me preguntaba cómo había sido capaz de subir la cerca nuevamente hasta llegar al auto. Los ojos de Pierre lo decían todo, me miraban preocupados, alterados, agobiados. O quizás era mi rostro, que para ese entonces era una clara muestra de la frustración que tenía.
-Alice, ¿¡te encuentras bien!? ¿¡Que pasó!? –Entraba en ese auto con lo último que me quedaba de aliento. No tenía tiempo que perder, no lo tenía.
-¡Es ella, Pierre! ¡Es Katie! –Y hablaba con fuerza mientras trataba de respirar mejor. Pierre cambió su vista de preocupación a confusión.
-Pero si es ella, ¿por qué no vino contigo? –Pierre me preguntaba lo mismo que agobiaba mi mente en ese preciso momento. ¿Por qué Katie no lograba reconocerme? Después de más de 5 años era tan absurdo pensar que ella no hubiera tenido la misma ansiedad que yo por encontrarme, por verme, por regresar conmigo a nuestra casa.
-¡No lo sé Pierre! Lo único que sé es que necesito decírselo a Alejandra, ella necesita venir aquí ahora mismo... –Y Pierre me miraba con una absoluta incredulidad. Quizás y sí, era una tontería. Pero necesitaba que Alejandra lo supiera. Alejandra necesitaba saber que había encontrado a nuestra familia.
-Alice, ¿estás segura? –Y volteaba a mirar a Pierre para responderle.
-Confía en mí amor, ¡es ella, es nuestra Katie! –Y resignado me miraba mientras llamaba a mi hermana. Cada replique del teléfono me desesperaba aún más. Era como esperar una muerte anunciada con anterioridad que simplemente no acaba de llegar.
-¡Alejandra, necesito que salgas ahora mismo para España! ¡Para Barcelona! No me preguntes razones, solo hazlo, ¡confía en mí! –Y colgaba el teléfono tratando de calmarme.
-No tenemos mucho tiempo Pierre, sea lo que sea que esté pasando, Katie no se quedará en esa casa eternamente... –Pierre me daba un beso mientras me abrazaba. Yo, sabía perfectamente qué era lo que tenía que hacer... Necesitaba llamar a alguien más.
-Hola Taylor, necesito que rastrees mi celular y averigües todo sobre la dueña de la casa que tengo justo en frente de mí, ¡es de vida o muerte! No, Alejandra aún no puede saber nada de esto... --Y escuchaba a Taylor resoplar con preocupación mientras los pensamientos me abrumaban.
En unas horas mi hermana estaría en Barcelona, solo era cuestión de tiempo. ¡Tendría a mi familia de regreso! La esperanza es una clara señal de que una parte de mí había regresado a la vida en los últimos minutos, la esperanza era la clara señal de que aquella parte mía que creía muerta, empezaba a vivir como un fénix renaciendo de sus cenizas...
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