Corazones Rotos
"Un poco de vida, un poco de esperanza; Un poco de amor, un poco de paz
Un poco de fuerza, un poco de voluntad; Un poco de alegría, un poco de sonrisas
Un poco de alma, un poco de tenacidad; Un poco de luz, un poco de oscuridad
Un poco de chocolate, un poco de café; Un poco de literatura, un poco de poesía
Un poco de visión, un poco de futuro; un poco de valor, un poco de persistencia
Un poco de cariño, un poco de abrazos; un poco de fe, un poco de confianza
Un poco de necesidad, un poco de optimismo; un poco de libertad, un poco de opresión
Un poco de ataduras, un poco de cadenas; un poco de libertinaje, un poco de desfachatez
Un poco de amistad, un poco de familia; un poco de amor de madre, un poco de amor verdadero
¿Te das cuenta de qué es lo poco que necesitamos para ser felices? Y aun así te detienes siempre a pensar que no tienes nada de lo que deseas, que no tienes nada que te haga feliz, que no tienes nada más que rencor y resignación dentro de ti. Hay tantas personas que viven con tan poco, y otras que viven con tanto. Al final, la pregunta siempre será la misma, ¿Quién es más feliz? y volvemos siempre a la misma respuesta, no se trata de lo que tienes sino de cuanto lo valoras. El precio de las cosas no viene estipulado por el valor real de producción o adquisición, sino por aquellas variaciones que sufren gracias a la oferta y la demanda. Gracias a que quién lo quiera esté dispuesto a pagar más por aquella cosa que lo que estaría dispuesto a pagar otra persona que ya tenga algo igual por ejemplo. ¿Ves? No se trata del precio, sino del valor"
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"¿Qué es lo que más deseo? Era la misma pregunta que me hacía una y otra vez mientras me miraba a mí misma en el espejo. La misma pregunta que me continuaba haciendo después de tantos años a pesar de que ya a estas alturas lo tenía todo.
Una hermosa casa, y sí que era hermosa. Elegantes acabados, fina arquitectura, llena de objetos y cosas de valor no solo monetario sino sentimental.
Una familia que me amaba, una hermosa mujer que hubiera dado su vida por mí, y una hija que cada mañana se empecinaba en recordarme el paso del tiempo mientras veía su hermoso cabello tan rubio como el maíz un poco más dorado cada día y el mío cada vez con menos color.
Un trabajo que amaba. ¡Y sí que lo amaba! Adoraba ser llamada "La escritora" vivía de lo que realmente me gustaba hacer, ¿cómo no estar feliz? Me había reprochado muchas veces el haber escogido tan mal mi primera carrera. Y luego de tanto tiempo podía decir que lo mío definitivamente eran las letras. Ganaba dinero haciendo algo que me hacía sentir viva. Ganaba dinero logrando que otras personas disfrutasen de lo que yo lograba con tanto amor escribir. Estaba en ese punto de felicidad en el que mi trabajo no era trabajo sino placer, es punto en el que amar se convierte en adoración.
Entonces, si después de todo era tan feliz. ¿Por qué aun me miraba al espejo y seguía preguntándome una y otra vez que era lo que realmente deseaba? Quizás es esa parte del ser humano conformista que había muerto en mí al empezar a buscar aquello que en realidad me llenaba de vitalidad y de vida. O simplemente era la confirmación tonta y absurda de aquella parte en mí que siempre había sentido que estaba completamente fuera de órbita. Algo así como intentar girar la tierra alrededor del sol fuera de su centro de gravedad, fuera de lo que verdaderamente importaba.
Pasaba días enteros contemplando las inconsistencias de mis traumas existenciales admirando lo feliz que debería ser y lo limitadamente alegre que me sentía. Quizás y si, el ser humano nunca se conforma. Pero a veces pensaba, en días como hoy, que no solo se trataba de conformismo sino de algo más, algo elemental que siempre había sido una respuesta lógica pero que extrañamente mi mente se empeñaba en repeler y mantener a la orilla de la realidad.
Ya tenía lo que siempre había deseado, era que simplemente mi conciencia se empeñaba en seguirse preguntando qué era lo que deseaba para no dejar de luchar en este juego llamado vida en el cual si te quedas mucho tiempo estático probablemente tiendas a desaparecer como todo aquello que no necesita existir sino solamente ser un recuerdo. Al final la respuesta a la pregunta es sencilla, ¿qué es lo que más deseo? Deseo no dejar de desear un hermoso deseo que en algún momento pueda convertirse en una deseable y muy añorada realidad..."
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Narra Alejandra...
A veces las cosas más elementales son precisamente aquellas que tienen más peso, valor o simplemente importancia sobre otras cosas que se asume como imprescindibles. Es bastante extraño y absurdo entender, cosa que logras con el paso del tiempo y con mucha paciencia (los años nunca pasaran en vano a pesar del Botox que traten de ofrecerte), que al final del camino eres un peón jugando ajedrez en un tablero lleno de reinas. Nunca será tu decisión, siempre dependerás de algo más. Al final, solo terminarás afrontando el camino que se dibuje delante de ti de la mejor manera, de la manera más sencilla, placentera, ¿fácil? No, nunca era fácil, solo seguías esforzándote, dando lo mejor de ti a través del camino.
En las prioridades de la vida, siempre quedará esa sensación de que aquel beso, aquel abrazo, aquella caricia, aquel suspiro vale mucho más que cualquier cosa que en algún momento pudieras haber comprado o adquirido. Los recuerdos son esa parte de la vida que si pudieras venderlos o consérvalos en bancos que los alberguen eternamente serían mucho más útiles que una cuenta con muchos ceros, era algo así como comparar la fortaleza de un huracán con la fortaleza de una chequera; una comparación tonta, fuera de precedentes .
Quizás había algo más, el tiempo, ¡bendito tiempo! Sin importar las circunstancias el tiempo seguía su paso firme y definido por aquel círculo infinito que siempre continuaba su camino a pesar de todo y de todos.
¿Acaso no era todo un círculo vicioso? Si nos enfocamos en las creencias de la vida, todos teníamos algún tipo de conexión y todos en algún momento estábamos unidos por alguna cuestión. Quizás por eso una parte de mí nunca se había cansado de buscar a Katie y siempre había sabido que viviría con ella nuevamente, y no solo con ella, sino con aquella bebe que ahora también era parte de mi vida, quizás la mejor parte de ella.
No podía negar que me dolía todo el tiempo que había perdido gracias a la magistral intervención del destino y de mi propia culpa por inmiscuirme en caminos que jamás debieron ser transitados. No podía culparme más de lo que lo hacía para ese momento, pero extrañamente, aun a pesar de todo y del dolor que me causaba recordar los detalles, mi mente se empeñaba en recordarme que el pasado era pasado y que el futuro estaba justo en frente a mí y que no tenía más opciones que dejarme llevar por ese camino que mis pies por fin podían volver a recorrer.
El ver a Mairím correr con tanta alegría y felicidad por aquel parque de diversiones hubiera alegrado la vida de cualquiera, e incluso la mía, que aún se encontraba en proceso de aceptación. Las cosas habían pasado de un modo tan absurdo y estúpido que sencillamente comprender que todo se iba a solucionar así, de una manera tan sencilla y absurda, era simplemente imposible. Pero el ver a mi hija, tan cerca, tan feliz, tan radiante, valía toda la pena, incluso aquellos más de cinco años que infamemente me habían quitado de ella y de Katie, la mujer que siempre iba a amar a pesar de todo.
Y sí, eran insoportable esos momentos en los que Mairím mencionaba sin querer a Lauren. ¡Sí que lo eran maldición! Y aunque era algo entendible, había sido parte de su vida por tanto tiempo, no dejaba de dolerme por dentro y de escocerme a momentos. Era algo que debía superar y más cuando mi hija se empeñaba en dejarme ser parte de su vida sin que en ese momento existiera nadie más. Irónicamente, veía más en ella de Katie que de mi misma. Incluso su rostro, con mis mismos ojos, se empeñaba en lucir tan parecido al de Katie, en sus gestos, en todo. Era hija mía pero Katie estaba en ella por todas partes, incluso al hablar...
-Mamá, ¿me acompañas a subirme al columpio? Pero no le vayas a decir a Mamá Katie, se empeña en retarme cada vez que lo hago, dice que aun soy muy pequeñita, ¡Y eso que ya crecí dos centímetros! –Y empezaba a caminar con una magistral cara de silencio empecinado mientras me llevaba de la mano junto con ella. Me recordaba tanto a Alice mientras ponía cara de enfado y empezaba a arrastrar los pies con sonora frustración — ¡No puedes decirle nada! Si no me va a regañar... --Y ponía su manita libre en sus labios haciendo un gesto de silencio absoluto que en mezcla con la alegría de sus ojos se veía tan cómico, me recordaba nuevamente a mi hermana pidiendo algo y no podía evitar esa extraña sensación de orgullo mezclado con alegría.
-¿Qué te parece si hacemos un trato? Yo no le digo nada a Katie pero tú me prometes que siempre me vas a querer, ¿hacemos el trato? –Y la levantaba en hombros mientras veía como Mairím se quedaba pensando por unos segundos antes de empezar a sonreír y responder.
-¡Sisas! ¡Pero también quiero un helado! --Y me abrazaba con fuerza mientras enredaba sus manitas en mi cabello suelto y yo no podía evitar sonreír llena de ternura, completamente conmovida.
-¡Trato hecho entonces! Pero, falta algo más... --Y ponía mi mejor cara de seria, aprendida de las tantas veces que veía a Alice jugar con Mairím, mientras ella me miraba con esa cara que yo conocía tan bien, el mismo rostro de Katie cuando quería que le contara algo.
-¿Qué es mamá? –Y ponía sus manitas en mi rostro sin dejar de mirarme con esos ojos azules inquisidores. Por un momento me pregunté si así se sentían mis empleados cuando yo preguntaba algo: aturdida y preocupada, ¡menuda broma! Me veía reflejada en mi propia hija.
-Cuando yo era pequeña, así como tú, tu abuelita y yo nos prometíamos cosas pero cerrábamos nuestras promesas con un tipo de alianza –Sus ojos azules me escudriñaban a profundidad completamente interesada en lo que estaba diciendo.
-¿Una alianza? ¿Qué alianza Mamá? –Mairím, una extraña mezcla de ansiedad y curiosidad, empezaba a desesperarse mientras esperaba a qué hablara. No pude evitar sonreír mientras la acomodaba suavemente en el piso y me arrodillaba junto a ella.
-De ahora en adelante, cada vez que nos prometamos algo haremos esto...
--Tomaba ligeramente su mano derecha mientras buscaba con cariño su dedo meñique y lentamente lo entrelazaba con el mío –Esta será nuestra manera de prometernos cosas, y así sabremos que siempre las vamos a cumplir. ¿Estás de acuerdo? –Mairím se quedó observando por unos momentos nuestros dedos entrelazados mientras empezaba a reír.
-¡Claro que sí Mamá! ¿Esto hacían tú y la abuelita? La abuelita debió haber sido muy hermosa, ¡tanto como tú, Mamá Katie o tía Alice! –y buscaba mis brazos mientras se empeñaba en que volviera a llevarla en ellos.
-¡Siempre lo hacíamos! Y mí amor, nadie es tan hermosa cómo tú... --Y le daba dos besos en las mejillas mientras ella alborotaba sus hermosos rizos que a la luz del sol se veían aún más rubios de lo que eran.
-¡Ahora sí vamos por el helado Mamá! ¡Y el columpio! –Y ágilmente se empezaba a soltar de mis brazos empezando a caminar llevándome con ella...
-Alejandra, ¡necesito hablar contigo! –Taylor llegaba cerca de mí con esa cara que ya tanto conocía, nada bueno podía salir de esto. Empecé a sentir ese maravilloso dolor de estómago que se llevaba toda la felicidad de aquella mañana junto a mi hija, hija que por cierto, simplemente no dejaba de sonreír...
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-¡Casi no tiene signos vitales! ¡Debemos apurarnos! Ha perdido mucha sangre –Los paramédicos habían llegado al Restaurante.
Las lágrimas seguían brotando a una inusual rapidez. Lo extraño del caso es que, aún a pesar de que para estas alturas era casi un médico, moverme era sencillamente imposible. Ver a Lauren rodeada de tantas personas que intentaban mantenerla con vida se llevaba mi esperanza a pedazos agigantados. ¿Cuántas veces no había pasado por algo así? ¿Cuántas veces no haba visto llegar a personas en peores estados al hospital y yo había reaccionado completamente diferente? Luchando por ellas, por su vida.
Podía sentir los brazos de Alice a mí alrededor mientras se esforzaba por mantenerme de pie junto a ella. Podía escuchar que hablaba conmigo pero yo simplemente no entendía nada de lo que decía. Seguía llorando completamente devastada sin dejar de pensar en que posiblemente Lauren iba a morir y todo por trataba de defenderme, ¡de mantenerme con vida!
No era justo, no lo era. ¿Por qué sencillamente no se había limitado a alejarse de todo? ¿A alejarse de mí? ¿Por qué tenía que haber regresado a mi vida para terminar de esta manera? ¿¡Dónde demonios estaban mis instintos médicos!? Sabía qué hacer, sabía cómo actuar y aun así estaba convertida en un despojo humano sosteniéndome de pie gracias a la tenacidad de aquella mujer que era más que mi familia. ¡Necesitas moverte Kathleen! ¡Va a morir! ¿¡No te importa acaso!?
-Katie, ¡tienes que ser fuerte! Lauren te necesita, ella va a estar bien... --Y me abrazaba con fuerza pero yo no podía hablar.
Llevaba segundos interminables sintiendo un completo nudo en la garganta que se había acrecentado por los oleajes de lágrimas que no dejaban de salir de mis ojos. ¡Necesitaba reaccionar! ¡Necesitaba hacerlo! Ella había arriesgado su vida por mí, ¿no era justo que yo hiciera algo por ella? ¿¡No era justo que dejara de ser una maldita piedra y empezara a moverme para tratar de mantenerla con vida!?
De momento recordaba las palabras de Natasha, inusualmente se repetían con fuerza en mi cabeza una y otra vez, algo así como escuchar un disco echado a perder indefinidamente, sin un fin posible... "¿Puedes creer que te ha salvado dos veces? Sinceramente no sé qué demonios ve en ti, tan simple, tan poca cosa, tan inútil, tan insulsa..."
Había salvado mi vida dos veces, aunque yo solo podía contar una, y yo seguía ahí, sin mover un músculo tratando de no derrumbarme. Solo hasta ese momento entendía lo difícil que era ser médico y salvar a alguien que en realidad amaba, ¡Debía reaccionar! ¡Debía hacerlo! ¡Debía poder moverme! Maldita sea Kathleen, ¿¡Qué demonios esperas para moverte!?
-Francis, necesitamos hacerle una traqueotomía, la paciente no puede respirar... ¡Rápido! Si no, vamos a perderla antes de que consiga llegar al hospital, trae todo lo necesario y dile a Frederick que necesitamos la camilla lo antes posible –La persona que estaba encargada de la ambulancia hablaba casi a gritos mientras mis oídos se empeñaban en escuchar.
-Elena, solamente Patrick tiene idea de cómo llevar un procedimiento como ese, y hoy tuve un problema familiar y no vino con nosotros, ¡debemos llevarla al hospital inmediatamente! Mantenla con respiración asistida –El paramédico se ponía de pie mientras una afanosa jefa de ambulancia seguía bombeando con esfuerzo y sin pausa dentro de los pulmones de aquella mujer que a cada minuto perdía más la vida.
Las imágenes se repetían una y otra vez en mi cabeza. Pero no eran de la última hora, no. Recordaba una escena muy parecida hace tanto tiempo cuándo Lauren, una experta médica que se había empeñado en más de una ocasión en demostrarme lo capaz que yo podía llegar a ser en esto de la medicina, me ayudaba a entender ese procedimiento que aquellos paramédicos gritaban a voces:
"-Es sumamente sencillo, solo tienes que darte cuenta dónde se encuentra exactamente la tráquea, haces un pequeño orificio e introduces con sutileza una vía para que pueda respirar. Hay muchas maneras de hacerlo, pero esta es la más sencilla. ¿Ves?
-Haces que todo parezca tan sencillo... Sinceramente si necesitara hacer algo en ti por ejemplo, me quedaría petrificada. ¡No quisiera que te pasara algo nunca!
-No tendrás que preocuparte, pondría mi vida en tus manos sin dudarlo por un segundo, ¿quién podría querer mantenerme con vida más que tú? No dudaría ni por un minuto en dejar que seas tú quien luche por ambas en un caso como ese, si necesitara ayuda..."
Extrañamente, en ese momento sentí como las fuerzas volvían a mí lentamente con suavidad. La escena se dibujaba en frente de mí con lentitud y claridad. Mis pies se movían solos, no sabía si era mi impulso de mantenerla con vida o era el amor que tenía por ella, pero podía sentir como todo lo que sabía, todo lo que había aprendido había regresado a mí dispuesto a servir para salvar a aquella mujer por la gracias a ella aún seguía respirando, por la que aún seguía con vida.
Camine directamente hacia donde estaba Lauren, pude ver con claridad como Alice me miraba confundida y aquella jefa de la ambulancia me miraba desconcertada. Recorrí ese lugar mecánicamente. Muchos policías entraban y salían del lugar; otros paramédicos se esforzaban por salvar a personas mientras se llevaban a otras que ya no tenían solución. ¡Es ahora no nunca Kathleen! No tienes tiempo, Lauren se está muriendo.
Aprecié claramente como Natasha era trasladada fuera de ese lugar mientras aquel oficial de medicina legal repetía que era una baja sensible, un gran desperdicio. Dos hombres eran trasladados a las ambulancias, ambos con respiración asistida. No pude reconocer a ninguno, o quizás sí, pero en ese momento no me importaba.
Las lágrimas se habían disipado, dejándome completamente lúcida y preparada para salvar a aquella mujer que aún a pesar de todo, seguía siendo parte de mí vida, quizás una de las mejores partes de ella. No podía permitirme a mí misma no hacer algo por ella, no después de lo que ella había arriesgado por mí, su propia vida.
-¡Necesito que traigan todos los implementos para realizar la traqueotomía! ¡Necesito una cánula y un bisturí! –La paramédico no dejaba de apretar aquella bomba de aire dándole oxígeno al cuerpo de Lauren mientras el muchacho, que estaba lo suficientemente cerca para escucharme, se quedaba inmóvil completamente absorto de que una perfecta extraña estuviera dándole ordenes, ¡no tenía tiempo para esto! --¿Acaso no me han escuchado? ¡Necesito lo que les pedí ahora mismo! –Para esas alturas estaba arrodillada lo suficientemente cerca de Lauren y de aquella bomba de respiración que la mantenía con vida.
Me empezaba a desesperar de ver como aquellos paramédicos simplemente no se movían o hacían algo por ayudarme. Podía sentir como iba perdiendo los cabales y cuando estaba a punto de empezar a gritar pude escuchar a Alice hablar tan cerca de mí que no pude evitar dar un pequeño respingo. Estaba tan absorta en mis pensamientos y en salvar a Lauren que no me había dado cuenta de qué tan cerca estaba Alice hasta que la escuche hablar.
-¡Ella es médico! Trabaja en el Hospital de la Pitié-Salpêtrière... --Alice se arrodillaba a mí lado mientras veía como la jefa de aquella ambulancia movía ligeramente el rostro, de una manera casi imperceptible, autorizando a aquel paramédico para que me trajera lo que había pedido.
Mis manos se movían mecánicamente a la velocidad de la luz. Iban y venían cogiendo lo que necesitaba, soltando aquello que ya no me servía. No podía escuchar nada a mí alrededor, mis ojos no se apartaban del pálido color de Lauren mientras aquel paramédico luchaba por detener la hemorragia que no dejaba de sangrar.
En algún momento, pude apreciar claramente como Lauren empezaba a respirar con pesadez. Sabía que no iba a durar para siempre, entre la pérdida de sangre y la perforación de uno de sus pulmones solo estaba comprando algo más de tiempo, unos cuantos minutos que me permitieran hacer algo más por ella, ¡necesitaba salvarla!
-¡Traigan la camilla rápido! Necesita pintas de sangre a la brevedad posible. Su tipo de sangre es A+, que la vayan pidiendo mientras vamos de camino al Hospital. Pidan que preparen un quirófano, yo haré la intervención... --Y se quedaban mirándome como una completa extraña mientras yo perdía completamente los cabales --¡Maldita sea! ¡Necesito que hagan los que les pido! –Aquellos paramédicos empezaban a moverse mientras yo buscaba todos los medios para tranquilizarme.
Pude sentir a Alice tomar ligeramente mi mano. Automáticamente, sentí como mi cuerpo se relajaba de inmediato. Empezaba a caer en cuenta de lo que iba a hacer. Nunca había estado en una cirugía, no como médico principal, pero sabía que era la única que podía hacerlo, Lauren me necesitaba, no podía dudar, no debía. Es algo ƒuera de todo Kathleen, ¡ella está en tus manos!
-Alice, yo... --Y me quedaba callada sin poder hablar. En ese momento pensé en todos: Alejandra, Mairím, Alice, ¡Todos! Sabía qué era lo que tenía que hacer, pero extrañamente, no sabía si era lo correcto. ¿Qué iba a pensar Alejandra? ¿Qué iba a pensar todo el mundo? ¿Debía dejar a mi familia para intentar salvar a Lauren? ¿Debía hacerlo?
-Ve con ella, ¡te necesita! Yo arreglaré todo aquí... --Mis ojos miraban los profundos mares de Alice, estaba aturdida y sin fuerza a pesar de todo. Tenía miedo, terror de perder a Lauren, pero también sabía que mi lugar era al lado de Alice; esperando a Alejandra, después de todo, ¿no había Lauren arruinado mi vida de tantas formas? –No te preocupes por nada, ¡ve y sálvala! –Y Alice me regalaba un largo abrazo mientras veía como se llevaban a Lauren en la camilla camino a la ambulancia.
No pude hablar, solo me despedí de Alice sujetándola con más fuerza mientras caminaba cerca de la camilla avanzando hasta la ambulancia, dispuesta a todo por salvar a aquella mujer a la que la idea de perder su vida por salvarme, le había parecido la mejor opción para demostrar que en realidad siempre me amó...
Dentro de ese vehículo, podía sentir como las calles pasaban una tras otra, mientras la ambulancia avanzaba sin piedad a todo lo que podía. Veía a Lauren respirar con dificultad incluso con la cánula puesta. No quedaba mucho tiempo, no el que me hubiese gustado, sus pulmones se llenaban de sangre rápidamente mientras yo seguía desesperándome.
La jefa de la ambulancia a estas alturas hacía cada cosa que le pedía. Había perdido la cuenta de las inyecciones suministradas a Lauren con el único fin de mantener su corazón latiendo. Yo seguía luchando junto con ella, pero a cada calle que avanzábamos la perdía más y lo sabía. Su ropa manchada de sangre me daba menos esperanzas aún. Podía oír como el chofer de la ambulancia hablaba rápidamente pidiendo lo que había solicitado al hospital.
Todo estaba listo, iba a tener la oportunidad de salvarla. ¿No se lo debía acaso? Después de todo, había salvado mi vida y la de Mairím, de no haber sido por ella y por su dedicación, posiblemente ambas habríamos muerto. Le debíamos tanto, le debía... Y los recuerdos jugaban ajedrez en mí cabeza atacando al rey, tumbando a la reina de una forma magistral. Dos veces, me había salvado dos veces...
"-Por suerte logramos conseguir un donador. No tienes idea de lo difícil que fue encontrar a alguien con tu tipo de sangre. Lo más extraño fue, que ni siquiera tuvimos que buscarlo, a pesar que Alice y yo pasamos horas intentándolo un donador anónimo fue quién dio la sangre. El doctor solo tuvo que darnos la noticia de que alguien había venido a este Hospital a donar sangre expresamente para ti... Extraño, ¿no crees?
-Demasiado extraño, considerando que en este país solo te conozco a ti... Aunque debo de agradecérselo, de no haber sido por esa persona, no estaría aquí, contigo, ahora..."
¡No podía ser cierto! ¡No debía ser cierto! ¿Acaso era posible que ella también hubiera tenido que ver con eso? ¿Me había ayudado a ser feliz con Alejandra? ¿Me había ayudado dándome una oportunidad de vivir también en esa ocasión? ¡No podía ser cierto, no!
-Doctora, ¡Doctora! Hemos llegado... Necesitamos movernos rápido si quiere salvarla. Ya está todo listo... --Y aquella paramédico me traía a la realidad. En ese momento, lo único importante era salvar a Lauren, aún a pesar de que los recuerdos y las conjeturas me impedían pensar con claridad.
Corría detrás de aquella camilla que avanzaba a tropezones dentro del hospital. El quirófano se hacía pequeño y la desesperación crecía. No había más oportunidades, no había más opciones. Si no era capaz de hacer todo lo necesario, e incluso hasta lo imposible, Lauren iba a morir gracias a mí; iba a morir tratando de salvarme nuevamente a pesar de que yo creía que ella ya no estaba en mi vida, ¿Por qué había insistido en seguir siendo parte de ella?
Es tonto darse cuenta que al final del camino, siempre terminas enfrentándote con aquello que más miedo te da, con aquello que más terror te da afrontar; en este caso, tenía en mis manos la vida de una de las personas que más había amado aún a pesar de todo. Quizás por eso fue aún más complicado prepararme para entrar a ese quirófano con el único fin de salvar a Lauren, las manos me pesaban y mis pies no se movían. Dejé mi corazón en la puerta, enviando solo al doctor a tratar a afrontar aquello impensable...
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Narra Alice...
-Alice, ¿estás bien? ¿Dónde está Katie? –Alejandra entraba en el Restaurante a una velocidad imposible. Taylor avanzaba detrás de ella convertido en esa sombra que ya tanto estaba acostumbrada a ver.
Avanzó hasta donde yo estaba, y al verme cubierta de sangre su rostro cambió, convirtiéndose en un remedo de dibujo infantil, de anime. Era imposible considerar que su rostro se desdibujara tanto con la sola idea de volver a perder a alguien que amaba, su dolor me dolía. Quizás lo único que me reconfortaba es que en esta ocasión, todo finalmente había acabado. ¿Acaso Natasha no había muerto al fin?
-Estoy bien Alejandra, ambas estamos bien. No te preocupes... --Avancé hasta donde ella estaba regalándole un fuerte abrazo, pero ella seguía impasible, moviendo su rostro con violencia buscando a Katie.
-¿Dónde está Katie? ¿Por qué no está aquí contigo? –Me separaba de ella con brusquedad, chocando sus ojos con los míos.
-Ella fue al Hospital, fue acompañando a... --Y me callaba, quizás decirle la verdad a Alejandra iba a ser mucho más que duro. Había visto a Katie, sabía perfectamente lo que sentía por Lauren, pero, ella también era mi familia. Recordé entonces que las mentiras y los secretos estaban prohibidos en la familia Anderson, ya habían causado demasiado dolor, demasiados años sin vida.
-¡Habla Alice! ¿¡Qué demonios pasó aquí!? ¿¡Por qué estás cubierta de sangre!? ¿¡Con quién está Katie!? –Alejandra empezaba a desesperarse mientras yo, renuente aun a hablar, buscaba las palabras para hacerlo.
-Natasha intentó matarnos, a ambas –sentí como Alejandra se tensaba a mi lado con dureza, sus manos habían perdido la fuerza con la que apretaba mis brazos --¡Todo fue muy extraño! Cuando salí del tocador, Natasha estaba hablando con Katie, la tenía lo suficientemente cerca como para hacerle daño yo... --Solo hasta ese momento me sentí culpable, si no hubiera gritado probablemente Katie no hubiera estado expuesta y Lauren no estaría entre la vida y la muerte –Yo perdí el control y empecé a gritar, Katie intentó salvarme y en ese momento Natasha amenazó con dispararle –las imágenes recorrían mi cabeza con brusquedad, avivando la adrenalina que había sentido hasta hace un momento –Lo que pasó después fue algo muy confuso. Unos hombres armados entraron al lugar, pero no eran nuestra seguridad, eran otras personas, comandadas con por un muchacho moreno que jamás había visto en mi vida –Tomé dos respiros, el rostro de Alejandra, felino, impasible, hacía mucho más complicado explicar todo.
-¡Sigue hablando Alice! ¿Qué más pasó? –Alejandra perdía el control poco a poco. Taylor se encontraba a mí lado, mientras la policía seguía recorriendo el lugar, tomando huellas, revisando, custodiando, preguntando.
-Natasha perdió el control y disparó en contra de Katie... --Alejandra perdió todo rastro de vida de su rostro, se veía devastada, acabada –pero, Lauren llegó justo a tiempo y se interpuso entre Natasha y Katie, salvándole la vida, arriesgando la de ella –Incomodidad, gusto, alegría, rabia, incredulidad... El rostro de Alejandra simplificaba todos los adjetivos que se pudieran pensar.
La vi debatir, dudar, pensar. Empezó a caminar a través de ese lugar mientras yo la seguía con la mirada. En algún momento, vi a Pierre aparecer por la puerta y sin dudar empecé a caminar arrojándome en sus brazos. Empecé a llorar con fuerza, solo hasta ese momento me permitía ser débil, siempre había sido el soporte de esta familia, pero Pierre era el mío. Me atormentaba lo cerca que había estado de perder nuevamente a Katie, no podía imaginar lo cerca que habíamos estado todos de volver a vivir en un remedo de vida.
-Alice, corazón... ¿Estás bien? ¡Lo lamento tanto! –Pierre me abrazaba mientras las lágrimas iban mermando y empezaba a controlarme.
-¿Lauren salvó a Katie? –la voz de Alejandra se escuchaba a lo lejos, era lo suficientemente alta para que pudiera oírla. Se escuchaba pesada y forzada, cansada, dolida.
-Eso fue lo que hizo. Katie se fue con ella tumbo al hospital, iba a tratar de salvarla. Aunque, había perdido mucha sangre, estaba tan mal, no creo que pueda hacerlo, no creo que ella vaya... --Y me callaba de golpe. Me imaginaba lo mal que dejaría esa opción Katie y me dolía. Ella era mi mejor amiga, mi hermana, mi familia, mi alma gemela, ¿iba a poder soportar perder a alguien que había amado en una circunstancia como esta? Sabia la respuesta, sí que la sabía.
-Debemos ir al Hospital. Alice, ¿vienes conmigo? –Vi lo mucho que le costaba a Alejandra lidiar con algo así mientras avanzaba a pequeños pasos hasta llegar hacia mí. Su rostro, triste y esperanzado, daban una clara señal de lo mal que lo estaba pasando. Y era algo mucho más que lógico.
Sabía perfectamente qué era lo que pasaba por su cabeza. Lauren había salvado nuevamente a Katie, Lauren, no ella. La unión entre ellas era algo palpable y real, era algo mucho más allá que el amor en sí que en algún momento Katie había sentido por aquella mujer que la había alejado de nuestras vidas.
Y sí, sabíamos la verdad. Sabíamos que Lauren en realidad había salvado a Katie, que nos había robado años de su vida, pero también con esto nos dábamos cuenta que en realidad lo único que siempre había querido era salvar a Katie, a Mairím. ¿No lo había demostrado hace un momento? Si ella hubiese estado aliada con Natasha, ¿para qué interponerse en medio de un proyectil para salvar a Katie? Ella la amaba, Lauren amaba a Katie y estaba dispuesta a hacer todo por ella. ¿Cómo no entender a Alejandra? Sabía perfectamente cómo se sentía, culpable y furiosa al mismo tiempo.
-¡Claro que voy contigo! Katie nos necesita... --Y caminaba hasta encontrarme con ella y regalarle un largo abrazo –Sé cómo te sientes, sé lo que estás pensando. Pero en este momento lo único que importa es Katie, no podemos dejarla sola, sin importar nada, no debemos... --Y me separaba de ella tomándola de la mano llevándola conmigo. Quizás al final, los rumbos de la vida son diferentes y solo tienes que dejar que sigan su curso.
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Llevaba días en ese hospital, demasiados días. Vivía en él. Había ido tan pocas veces a casa que ya sentía que ni siquiera vivía allí. Los días pasaban entre la monotonía por tener respuestas y la tonta esperanza de ver a Lauren levantarse de aquella cama que había sido su hogar las últimas semanas.
Dormía cerca de ella, le hablaba, la cuidaba. La conciencia no me dejaba en paz, necesitaba que se despertara de aquel letargo, necesitaba que viviera por encima de todas las cosas. Necesitaba saber que iba a poder ser feliz aunque fuera lejos de mí, ¿era mucho pedir que ella fuera feliz como lo estaba siendo yo hasta que Natasha había vuelto a aparecer en nuestras vidas?
Me sentía tonta, impotente, una completa estúpida. Ahora entendía por qué Lauren había estado tan feliz cuando por fin me había despertado del estado de coma, ¡sí que la entendía! Yo hubiera dado lo que fuera porque ella se despertara por fin de ese tonto letargo en el que estaba. No podía dejar de sentirme miserable y de culparme una y otra vez porque ella estuviera así, ¿¡por qué no me había dejado morir de una buena vez en lugar de querer salvarme nuevamente!? Si tan solo me hubiese dejado ir, ella estaría feliz en cualquier otra parte lejos de mí.
Alejandra, Alice, Taylor, Annie, toda mi familia me apoyaba, estaba conmigo. Sabían por qué lo hacía, y de cierta manera lo entendían, pero también conocía perfectamente que Alejandra era la mayor afectada en todo esto. ¿Cuántas veces la había visto en las últimas semanas? ¿O a Mairím? ¿O Alice? Ellas no me criticaban, me apoyaban, pero estaba consciente del dolor que le acusaba a todos, y en especial a ella, a la que tanto amaba.
Pero no tenía opciones. Era algo que tenía que hacer, no podía dejar que Lauren muriera, necesitaba que viviera, que fuera feliz con alguien más. La idea me incomodaba, porque la quería, pero había cosas que nunca cambiaban, el que Alejandra fuera el amor de mi vida equilibraba mucho las cosas, aunque quizás en otras circunstancias, en otro momento, en otro lugar...
-¿Cómo sigue? ¿Ya está mejor? –Alice entraba en esa habitación como casi siempre hacia todos los días a esa hora. Siempre para mí, siempre ahí, era imposible que hubiese pasado por algo así sin ella a mí lado.
-Está estable, pero aún no despierta. El que esté en este estado ha ayudado mucho a que sane con rapidez, pero la operación fue muy complicada y perdió mucha sangre, si no hubiese estado yo para donarle sangre, habría muerto sin duda en la sala de cirugías –Y la sola idea de que eso hubiera pasado me mataba por dentro. Alice se acercaba a mí y me enredaba en sus brazos sin dejar de sonreír.
Para esas alturas estaba completamente segura de que había sido Lauren quién me había donado sangre aquella primera vez. Lo sabía porque su nombre figuraba en la lista de donantes de hace años atrás. Le debía tanto y aun así el hecho de estar haciendo lo imposible por mantenerla con vida, incluso vivir en ese hospital, me sabía a tan poco. A estas alturas le habría perdonado todo, incluso que hubiese convertido mi vida en mentiras, lo que sea con tal que se sanara, que volviera a estar bien, que se despertara.
-Ella va a estar bien, estoy segura de eso. ¿Por qué no vienes conmigo a casa y descansas un poco? Te echamos mucho de menos por allá, nos haces mucha falta. Estoy segura que ella estará bien, no creo que a ella le hubiese gustado que tú enfermaras por cuidarla –La sonrisa enorme de Alice habría convencido a cualquiera, yo entre ellas.
-Alice, sé que esto te parecerá muy extraño, tanto a ti como a Alejandra, pero es algo que necesito hacer, no puedo permitir que le pase nada a Lauren, no debo permitir... --Y Alice me mandaba a callar con una enorme sonrisa.
-No tienes que darme explicaciones, antes de cualquier cosa soy tu amiga, y lo único que quiero es que seas feliz. Ella estará bien mañana, ahora vendrás conmigo a tú casa y descansarás un poco, ¿trato hecho? –Y estiraba su dedo meñique haciendo el gesto que Alejandra le había enseñado a Mairím, no pude evitar sonreír.
-Está bien... --Le dediqué una enorme sonrisa mientras enroscaba mi dedo en el suyo y caminaba a despedirme de Lauren dejando a Alice en el umbral de la puerta.
-Vendré a verte mañana... --Y le daba un beso en la frente aún con renuencia de alejarme de ella, pero Alice tenía razón, necesitaba descansar, necesitaba a mi familia, a mí mundo, mi casa.
-¿Estás lista? –Asentí con la cabeza mientras Alice me envolvía en sus brazos y me llevaba con ella a través del pasillo de ese enorme hospital.
La noche se había pasado con rapidez, y a pesar de lo dulce y hermosa que había sido la velada, el tiempo siempre sigue su rumbo y había cosas que simplemente no podía posponer. Me sentía tan amada, tan quería, y feliz de cierta manera. No podía sentirme más orgullosa de la familia que tenía, los amaba tanto, los necesitaba tanto.
-¿Alistándote para ir al Hospital? –Alejandra entraba por la puerta de nuestro cuarto mientras terminaba de vestirme con una enorme sonrisa que se veía extrañamente opacada por aquellos ojos tristes que se empeñaba en esconder aun a costa de todo.
-Necesito saber cómo está Lauren –Y en cuanto pronunciaba su nombre la mueca de dolor de su rostro era mucho más que evidente. No podía seguir dejando que el dolor la escociera, ya había sufrido suficiente –Te prometo que volveré de inmediato, no me quedaré –Y le dedicaba una sonrisa estirando mi dedo meñique, por primera vez la veía sonreír en serio estirando su dedo enroscándolo junto al mío.
-¡Trato hecho! Vete y regresa pronto, te estaré esperando... --Su sonrisa, hermosa y dulce, se llevaba mi respiración a gritos. ¿¡Por qué todo tenía que ser tan complicado!? Odiaba tener que verla sufrir y más cuándo sabía que yo era la causante de su sufrimiento aunque me empeñara en que no fuera así. Sus labios se despedían de los míos mientras yo la atraía hacia mí con más fuerza, había olvidado la falta que me hacía, lo mucho que la añoraba.
-Estaré aquí antes de que te des cuenta –Y me ponía en puntitas para besarla nuevamente mientras sentía cómo mi huracán personal entraba por la puerta de nuestro cuarto.
-¡Cuñada hermosa! Hoy iré contigo al Hospital, así garantizo que te tendré de regreso lo antes posible. ¡Tú también me tienes muy abandonada últimamente! –Y llegaba hacia nosotras tomando mi mano con fuerza llevándome con ella –La traeré pronto, ¡lo prometo! –Se despedía de Alejandra mientras yo haciendo un esfuerzo le daba un último beso antes de dejarme llevar por el ímpetu de mi duendecilla personal.
Llegar al hospital era mucho más que sencillo cuando era tan temprano. El tráfico, casi nulo, ayudaba de gran manera. Me sentía mucho mejor, muchísimo mejor. Pasar la noche en mi casa me había regresado la voluntad de seguir de pie. Merecía ser más fuerte por todos, por Alejandra, por Mairím, por Alice, por mi familia. Todos merecían que yo siguiera aferrándome a mi ellos, a mi mundo, un mundo que amaba en demasía.
Quizás por eso entré con una gran sonrisa al cuarto de Lauren ni bien llegué al hospital, sin importar que no tuviera puesta aquella bata horrible que debía usar. Quizás por eso, el que Alice se hubiera quedado en la cafetería desayunando algo me golpeaba tan duro en ese momento.
Algo no estaba bien, algo estaba yendo a peor. Sabía lo que iba a encontrar incluso antes de que terminara de entrar en ese cuarto. Sabía lo que se venía incluso antes de que terminara de contemplar todo lo que estaba a mi alrededor, y por primera vez en mucho tiempo, sentía esa ya acostumbrada sensación en mis huesos. Quizás y por eso, me sentí tan vacía por unos segundos antes de recuperar mi compostura.
La cama, pulcramente vacía e intacta, me hacían sentir extraña y fuera de lugar. La alegría que me acompañaba desde el día de ayer se había esfumado dejándome completamente devastada y dolida. Quería llorar, sí que quería... ¿¡Qué significaba esto!? ¿¡Dónde estaba Lauren!? ¿Acaso ella había... ¡No! La idea me carcomía, no podía ser cierto, no debía...
Las lágrimas empezaban a llegar con fuerza a mi rostro; de momento un sobre, perfectamente colocado de un hermoso papel que claramente demostraba ser fino, resaltaba en medio de la cama.
Caminé por inercia, mientras sentía como dejaba mi vida en el umbral de aquella habitación. Me preparé mecánicamente para lo peor. Quizás por eso, mis manos temblorosas tenían tan difícil la tarea de abrir aquel hermoso sobre. Quizás por eso respirar me dolía. Quizás por eso mis ojos, llenos de lágrimas, no me dejaban ver con claridad.
Abrí la carta mecánicamente mientras me sentaba en aquella cama empezando a leer con un esfuerzo marcado, mucho más de lo que cualquiera pudiera soportar... Sabía de quién era la carta incluso antes de empezar a leerla; esa letra, esa caligrafía, solo podía ser de ella, solo de ella... ¿Cómo demonios es que ha despertado y para colmo, te ha escrito?
¡Es una estúpida broma de mal gusto, es inverosímil!
"Amor de mi vida...
Quizás se te haga raro no encontrarme en la cama en la que tú misma me dejaste hace tan solo unas horas, lamento tanto que en este preciso momento estés pensando que he muerto o algo así, pero no, sigo viva, sigo viva y respirando gracias a ti.
Te debo tanto, no solo seguir pensando en un futuro, sino también en un presente. Ahora sé que me amas, que me quieres, y que aunque no es suficiente, para mí es lo mejor que pudiste haberme regalado, esa voluntad tuya de amar, ese deseo tuyo de luchar contra todo y seguir adelante a pesar de lo que se te ponga en frente.
Siempre amé eso de ti, tu fortaleza, tu fe. No conozco a nadie que pueda doblegarte, que pueda vulnerarte. Eres todo lo que siempre quise para mí y que aunque ya no sea así, siempre seguirás siéndolo. Siempre serás la mujer de mi vida, mi amor real, mi amor eterno, mi corazón, mi alma.
Lamento tanto no despedirme de ti, pero era algo que simplemente no podía hacer, y ¿sabes por qué? Hubiese sido imposible alejarme de ti con tanta facilidad. No después de que he pasado las últimas semanas a tu lado; ahora entiendo lo que me decías cuando me contaste cómo te sentías mientras estabas en estado de coma. Pude oírte corazón, pude escuchar cada una de las cosas que dijiste, cada una de las cosas que hiciste por mí, tus desveladas, tus lágrimas, tus palabras.
Estaré siempre para ti, aunque quizás jamás nos volvamos a ver. Tienes mi corazón en tus manos Kathleen. Desde el primer día que te vi, desde la primera vez que supe que existías te he amado. No importan ahora las circunstancias, volvería a vivirlo todo con tal de tenerte en mi vida unos años más. Volvería a hacer las cosas de la misma manera todo con tal de volverte a decir que te amo mirando tus ojos una vez más.
Dale un beso a mi hija, aquella bebé que amo tanto como a ti. Prométele que aunque no esté a su lado, que aunque no esté al lado de ambas, siempre estaré junto a ella, junto a ti. Ella es mi vida, vivo para ustedes, siempre será así.
Kathleen, te amo con todo mi corazón, el tiempo es irrelevante, el amor verdadero es para siempre, jamás dejaré de amarte.
Tuya eternamente, Lauren...
P.D.: Deja de llorar por mí, no lo merezco. Siempre quise ser el motivo de tus risas, de tus lágrimas, y ahora sé que lo soy... Así cómo tú siempre serás mi motivo de vida. Sé feliz mi niña, lo mereces. Hasta pronto o quizás como tantos poetas, solo sea un simple hasta luego"
Guardé con cuidado aquella carta dentro de ese sobre. Contemplé vagamente como Alice llegaba a mí lado con cara de preocupación. Tomó aquel sobre de mis manos abriéndolo con cuidado empezando a leer. Yo no sabía qué hacer o qué decir. Me sentía perdida, ida, vacía.
-Alice ella, se ha ido... Ella, ya no está, ella... --Y sentía cómo me rompía, como todo se despedazaba por dentro como quizás jamás en mi vida lo había sentido. Mi mejor amiga me envolvía en sus brazos mientras yo empezaba a llorar con toda la fuerza que podía. Lauren, se había ido...
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