Un "adiós" que sabe a un "hasta luego"
He escuchado tantas veces que venimos a esta tierra con un pedazo menos. Que desde que nacemos tenemos la consigna de buscar eso que nos hace falta, eso que todos necesitamos encontrar, eso que debemos de tener con nosotros por sobre todas las cosas sin importar lo difícil que sea encontrarlo.
He oído tantas veces, incluso con historias inverosímiles que nos venden sobre cuentos remotos y absurdos en los cuales se describe a cabalidad el camino a recorrer para encontrar aquello imposible de obtener en realidad alguna vez, que tenemos que esforzamos sobremanera para decir que al fin tenemos ese otro pedazo con nosotros.
Se dice que nacemos con una mitad menos porque tenemos la obligación de encontrar a nuestro complemento, eso que nos hace falta, eso que nos hace mejores personas, ese amor que sin pensarlo nos ayude a ser excelsos cada día, a ser eso que siempre queremos ser pero que en realidad nunca llegaremos ni tan siquiera a rozar.
Que nuestro corazón viene a medias, que debemos encajarlo en alguna otra mitad que también como nosotros viene incompleta buscando esas alegrías infinitas y ese amor eterno que solo nos venden en esas historias de romanticismo que rara vez llegan a hacerse realidad.
¿Por qué invertir tanto tiempo buscando algo que en realidad a nadie se le ha perdido? ¿Por qué nos pasamos la vida entera añorando encontrar ese pedazo de puzzle que tanta falta dicen que nos hace? ¿Por qué vamos como payasos tristes arrastrando los pies quejándonos de nuestra mala suerte por seguir en soledad mientras otros llevan historias de amor a diestra y siniestra en sus espaldas? ¿Por qué nos empeñamos en que nos duela la soledad y seguimos buscando ese complemento que según necesitamos?
Desperdiciamos tanto tiempo buscando todo aquello que no se nos ha perdido, buscando esos labios que nos saquen de la oscuridad, esos brazos que al rodearnos nos liberen de la miseria que llevamos encima, esa voz que nos derrita a cada sonrisa cerca de nuestros oídos, esas manos que se complementen perfectamente con las nuestras, esa historia que sin ser parecida a la ninguna encaje exactamente en los retazos que llevamos de la nuestra... Añoramos tanto encontrar ese amor que perdimos que no nos damos cuenta que antes de amar a alguien más, debemos de ser capaces de amarnos a nosotros mismos.
No te empeñes en buscar ese amor "infinito" y perfecto que tanto nos venden en los cuentos una y otra vez. Dedícate a amarte a ti primero, dedícate a regalarte el tiempo que necesites para ser mejor, dedícate a recorrer el camino de la vida con vocación y convicción, dedícate a ser mejor para ti mismo... pues los amores verdaderos existen, pero no hay que buscarlos ni muchos menos preparar el camino para ellos, los amores verdaderos llegan cuando aquella persona poseedora del mismo desorden mental que tú aparece en tu vida y te demuestra que jamás te hizo falta esa "otra mitad" para ser feliz, al contrario, te demuestra que lo único que en realidad necesitabas era empezar a creer en ti para que viniera alguien capaz de tomarte de la mano y ayudarte a seguir riendo en este infructuoso camino llamado vida.
Los amores de verdad nunca completan vacíos, nunca reemplazan pedazos de puzzle, nunca te hacen olvidar las cosas malas; los amores de verdad te enseñan que es posible que tu corazón crezca un poco más para quererlos mientras te ayudan a no olvidar tu pasado sin dejar de añorar un futuro... Esos, los amores que te enseñan lo valioso que llevas dentro, esos son los amores de verdad, esos son los amores inolvidables...
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Narra Lauren...
Querida y odiada Lauren... (Empezaste así tu correo y la verdad me pareció divertido. Me imaginé diciendo lo mismo frente a ti, y no solo me causó gracia, morí de risa a decir verdad... ¿me imaginas diciendo eso frente a ti mientras arrastro los pies? ¡Sería divertido en extremo!)
Tu noticia nos tomó desprevenidos a todos en esta hermosa familia que tanto conoces. Empezaré por decirte que casi caigo de bruces contra el suelo en una extraña mezcla de alegría y terror que sentí al leer tu afanoso correo... ¿Sabías que es más sencillo si solo lo envías una vez? Me llegó el mismo correo una y otra vez como por cinco minutos... Creo que estabas más nerviosa tú que yo, lo cual es bastante divertido desde cualquier punto de vista tomando en cuenta que la médico aquí eres tú, empezaré a creer que ese título es falso, podría demandarte, ¿sabes? Aunque... ¿Qué fue Lauren? ¿Te encariñaste con la Anderson? Los duendes somos así, vamos por la vida robando tesoros y corazones... Me alegra saber que de algo sirvieron los días que pasaste en casa.
Todos tomaron la noticia de manera diferente. Pierre fue el que lo tomó de la peor forma; ¡nunca lo había visto tan pálido en toda mi vida! Fue divertido verlo casi desmayarse de la impresión cuando se lo dije, de no haber sido por la rápida intervención de nuestra amada doctora, ahora estaría viuda y tú llevarías ese muerto en tu consciencia. Tuve que ser yo la fuerte al decirle que todo saldría bien, que los achaques los llevaría yo y que él ni iba a enterarse, ¡pero ya ves! Al final terminó recluido la noche entera en el baño de la casa porque lastimosamente al parecer él llevará los achaques y no yo... ¡Qué divertido se ve un hombre mareado! El verde no combina en absoluto con el cabello rubio de mi amado esposo.
Lo de Katie superó mis propias expectativas. ¡Está más feliz que yo! La hubieses visto saltar de alegría dentro del carro cuando se lo dije. Lamento decirte que creo que no podré darte el puesto de madrina de mi hijo porque Katie tiene derecho de antigüedad y ella ya lo pidió, pero, que quede asentado de una vez que tienes todo el derecho del mundo a saber de él y a ser parte de su vida. Muy a pesar de todo sabes que eres especial para mí, por mucho que seas la odiosa que siempre has sido (demasiado insoportable en algunas ocasiones). Eres parte de mi vida ahora, por encima incluso de la renuencia de mi hermana que aún no lo lleva bien del todo o incluso tu misma. Sabes perfectamente que hay cosas que no cambian, y entre esas siempre seguirá en mi consciencia que fuiste tú quien salvó a Katie.
Mairím empezó a contar las horas para conocer a su nuevo primo, está entusiasmada y feliz como jamás la había visto. Ya empezó a barajar nombres, y a sentirse ama y señora de la educación de su primo... por cierto... quería darte ese regalo. Sé que sonará tonto, pero el nombre lo elegirás tú. Hablé con Pierre al respecto y él no se va a oponer, así que, puedes irlo pensando, ¡tienes algunos meses aún! Pues según tu correo debo de estar rondando los dos meses... ¿O no es así Doctora Wilson? Y por Alejandra, su alegría es tan contagiosa como lo es la mía... Aunque no se encuentre completamente feliz en este momento...
Lo único que lamento de la noticia fue el momento en el que llegó. Mi padre ha muerto Lauren. Sabía a la perfección que era un destino irreversible pero no por eso ha dejado de ser tan doloroso como esperaba. Quizás por eso Alejandra, y el resto de mi familia llevamos la alegría limitada por ahora. Ha sido horrible, demasiado para mí. De no ser por Pierre, Katie o incluso el acontecimiento de mi embarazo, creo que me habría desmoronado en el mismo momento en que Andrea me dio la noticia.
Ya te contaré después quien es Andrea. Sólo me limitaré a decir que Katie no la soporta, por razones que sencillamente nunca entenderé. A mí y a mi hermana no nos da la misma impresión pero tú ya conoces a Katie, no hay mucho que se pueda hacer. Cuando se le mete algo en la cabeza es tan testaruda y cabezotas como solo yo podría serlo...
Que sepas que este es el correo más extenso que he escrito en lo que llevo de vida, y todo eso gracias a ti... ¡Me has dado la mejor noticia! De verdad que espero que Ámsterdam se vea mejor ahora de lo que se veía antes. Quizás deberías darle la oportunidad que tanto desea Angélica... No puede ser tan mala Lauren, aunque sé a la perfección que nadie es como Katie, hay momentos en los que solo nos queda conformarnos con la parte más complicada de lo que nos ofrece la vida.
Todos te envían saludos, en especial la que amas... Y tanto ella como yo, te estamos echando de menos... Aunque quizás Mairím nos gana a ambas por mucho. Espero verte pronto, y que la excusa de ese reencuentro sea el nacimiento de este niño del cual fuiste la primera en saber que existía...
Una duende que te quiere infinitamente, Alice Anderson (lo lamento, aún no me acostumbro a usar el apellido de Pierre por mucho que suene a alcurnia. En lo personal, el Fontaine no me gusta en lo más mínimo).
P.D.: Pierre me pide que te diga que sigues estando al mando de todo lo que tiene que ver con el embarazo. Por alguna extraña razón no cree que vaya a cuidarme, honestamente yo tampoco lo creo. Espero verte pronto Lauren...
El correo me había tomado completamente desprevenida. Creo que nadie se espera un testamento de esas magnitudes siendo aún las 7 de la mañana de un día sábado cualquiera y peor aún con los ronquidos de Angélica que resoplaban por toda la habitación. ¡Cómo roncaba Dios! Había llegado a la conclusión de que definitivamente o soñaba que era una moto a ya de plano simplemente llevaba un tractor en la garganta.
En otras circunstancias me habría detenido a darle un ligero golpe con el único afán de que perdiera el compás y se callara de una buena vez, pero el correo de Alice me hizo perder el hilo de lo que estuviera pensando. Es más, sabía que había soñado con algo realmente encantador o peor aún, que seguro de no haber sido por el sonido patético del celular aún estaría soñando (no recordaba todo, claro que no. Pero estaba segura que tenía que haber sido con Katie en alguna situación nada normal, debido a la gravidez de mi cuerpo en ese momento) ni siquiera los ronquidos de Angélica me hubiesen despertado por mucho que a cada segundo le pusiera más esfuerzo.
Me levanté poco a poco de la cama con el único fin de no despertar de su sonoro sueño a la hermosa moto que resoplaba a mi lado. Después de todo, el panorama era bastante alentador y deseable: muslos largos y definidos, glúteos redondos, seños rosados... Lo suficientemente apetecible como para añorar terminar el sueño que había vivido hace tan solo un momento aunque fuera con otra protagonista. Angélica era de esas mujeres que te deleitan a la vista y al paladar. Demasiado excitante, demasiado mordible, demasiado lujuriosa... de no haber sido por sus audibles ronquidos, creo que sería la mujer perfecta. Claro, por eso y porque Kathleen Anderson estaba impregnada a mi piel y no se iba de ella por mucho que lo deseara a cada momento.
Tomé la bata más cercana con el fin de ocultar mi desnudez, y caminé con el mayor cuidado que me fue posible hacia la puerta del dormitorio para abrirla en un claro ejemplo de cómo hacer de espía en alguna película de matones y asesinos. Fue tanto el empeño que puse en no arrastrar los pies, que la hermosa cuadrimoto en mi cama seguía soñando plácidamente sin tener la menor intención de despertarse.
Arrastrar los pies era una constante mal copiada de Alice Anderson (de Fontaine aunque no le gustara). No podía evitar sentirme extraña y abrumada. Extraña por el hecho de que el celular seguía abierto en el mismo correo y que a cada mención de Kathleen me sentía una completa idiota y abrumada porque me sentía aún más miserable por no poder estar con Kathleen, con mi hija y con Alice en un momento como este... ¿¡Cómo se le ocurría a ese hombre morir justo ahora!? No podía evitar mirar el rostro de payaso triste de Alice mientras abría el refrigerador para servirme un poco de agua intentando digerir todo, aunque sonara poco posible.
Estaba segura que Kathleen había hecho hasta lo imposible por ayudarlo. Conocía de sobra su tenacidad cuando se le metía algo en la cabeza, pero aún a pesar de eso sabía lo mal que debía estarlo pasando toda la familia Anderson. Y por alguna extraña razón que tampoco entendía, el nombre de "Andrea" empezaba a resoplar con fuerza en mi cabeza como si de algún chiste raro se tratara y de alguna manera supiera quién era por mucho que no fuese así. ¿Cómo podría conocer a una persona de la cual a duras penas sabia su nombre? Eso de montarse novelas también era un hábito mal heredado. Vivir con alguien tanto tiempo no solo te deja cicatrices, también te deja costumbres que no puedes borrar.
El líquido casi congelado recorría sin esfuerzo mi garganta enfriando por completo mi estómago. Hubiese deseado tanto que de la misma manera me quitara el estupor que llevaba encima por todo lo que estaba pasando. Me sentía una completa idiota mientras me convencía a mí misma otra vez de que no era necesaria mi presencia en Canadá, cerca de aquella que aunque a medias, ahora también era mi familia. ¿Qué demonios iba a hacer yo presentándome en un funeral al que no había sido invitada? ¿Qué iba a decirle a Alejandra? ¿Regalarle abrazos y condolencias? La sola idea me revolvía el estómago. Digamos que sentía siempre más deseos de golpearla que de sentir compasión por ella; me daba igual la circunstancia que nos uniera; después de todo se había casado con el amor de mi vida... ¡Nada más, nada menos!
Y por si fuera poco, Alice sabía perfectamente como afectarme en los puntos débiles. Era imposible que yo pusiera resistencia a la idea de que Kathleen fuese la madrina de aquel bebé, que aunque no tuviera que ver conmigo, ya lo empezaba a ver como al sobrino o sobrina que nunca tuve. Quizás por eso la idea de que llevara un nombre que a mí se me ocurriera me desmoronaba en lo más profundo y me llenaba de una ilusión, que aunque no era mía, la sentía como propia en ese momento. ¿Así que eso era lo que se sentía tener un sobrino? ¡Vaya ironía! Después nos dicen que esas cosas absurdas del destino y las casualidades no existen... ¡Sí cómo no!
Y ahí estaba yo de nuevo, siendo un títere en manos de esa familia, una figura voluble y poco agraciada en la voluntad de una Anderson. Pero, ¿cómo evitarlo? Si eran ellos los que muy a mi pesar en lugar de salir de mi vida, se metían más y más en ella, haciéndome parte de un destino que siempre quise vivir y que jamás iba a ser mío por mucho que me empeñara... ¿Se dan cuenta de lo irónico que era todo esto? quizás por eso seguía bebiendo agua fría, añorando profundamente que fuese un wisky. Aunque eso de empezar a beber tan temprano incitaba a decir que era algún tipo de alcohólica. Me habría encantado ver a cualquier abstemio pasar por una situación similar sin un buen vaso de licor en las manos.
Perdí la noción del tiempo, lo mismo pudieron ser segundos, minutos u horas. Me quedé parada con la mirada perdida sin darme cuenta en absoluto que una deslumbrante Angélica se manifestaba a mi lado sin quitar su rostro lleno de dudas y preguntas. Por alguna extraña razón que no entendía, esta vez la sentía diferente, no veía esas ínfulas de pelea y discusión hacia mí, esos deseos asesinos innatos que siempre se manifestaban en ellas cuando había una Anderson de por medio, no. Me veía con amor, con un amor que me dejaba sin palabras, un amor que realmente no merecía, un amor que era profundo y que me hacía sentir aún más miserable de lo que normalmente me sentía al recordar las circunstancias en las que ella estaba en mi vida. ¿Cómo hacía esa mujer para estar tan deslumbrante aún a pesar de tener el cabello revuelto y acabarse de levantar? Definitivamente, muy a pesar de mi miserable vida, tenía mucha suerte, una maldita suerte que nunca iba a merecer.
La vi avanzar hasta la nevera y seguir mi ejemplo al servirse un poco de agua en un vaso. Muy a diferencia de mi capacidad de resistencia, Angélica engullía ese enorme vaso de agua casi congelada sin esfuerzo alguno y sin hacer malas caras... ¿¡Acaso no sentía como se le congelaba el cerebro!? No pude evitar reír ante mi estúpida pregunta mientras sus ojos incisivos traspasaban los míos. Caminó hasta mí envolviéndome en un dulce abrazo mientras sus pies se empinaban lo suficiente para dedicarme un suave beso, de esos que se dan cuando recién están empezando los romances, de esos que van llenos de miel y dulzura, de esos que rara vez se repiten después de tanto tiempo de convivencia.
-¿Es ella verdad? ¿Es Kathleen otra vez? –Hablaba mientras escondía su rostro entre mi cabeza y mi pecho. Sus manos seguían aferradas con fortaleza a mi espalda. No caí en cuenta de en qué momento mis manos liberaban lo que llevaban en ellas y se enredaban a su cintura.
-No exactamente, es Alice... Es sobre el correo que le envíe ayer. Sobre todo... --No podía seguir hablando más. Como ya era costumbre, me sentía la más miserable de las víboras cada vez que tocaba el tema y hería a Angélica. Odiaba lastimarla, sí que lo hacía. Muy a pesar de todo, ella no se merecía un ser a medias, o mejor dicho, un ser casi inexistente como lo era yo.
-¿Debes ir de nuevo a Paris? --¿Era mi impresión o algo definitivamente no estaba bien? ¿De cuándo a acá Angélica hablaba conmigo tan dulcemente de ese tema? Me sentía extraña, como cuando te enredan en un juego que ni siquiera sabias que existía.
-No... Alice me escribió para decirme que el padre de ella y de Alejandra había muerto. Ellas están en Vancouver ahora, no están en París... además, no creo que sea buena idea que yo... --Sentí claramente como mi consciencia me daba un porrazo en la sien y me hacía callar... ¿Para qué demonios le decía algo así a ella? Me iba a ir al infierno, y no precisamente por lesbiana o por mentirosa, si no por cruel e imbécil.
-Si es imprescindible para ti ir, ve... Y no te preocupes por mí, no le daré más inconvenientes a Maca. Apenas te hayas ido, recogeré mis cosas y me iré de esta casa... --La vi separarse suavemente de mí, mientras me miraba con firmeza y convicción. No estaba bromeando, hablaba completamente en serio... ¿Acaso se había vuelto loca? Quizás fueron esas mismas palabras las que reflejaron mi rostro, porque ella puso una sonrisa amable mientras empezaba a hablar de nuevo –No Lauren, aún no me he vuelto loca. Solo estoy cansada de todo esto, cansada de interponerme en medio de algo que nunca va a terminar. Esto es como un círculo vicioso, ¿sabes? Y a cada paso que doy me pierdo más en él junto contigo, y no es justo. No es justo que vaya por la vida corriendo detrás de ti mientras tú corres detrás de otra persona. Se acabaron las ironías y las rabietas Lauren, se acabaron las escenas irrisorias y las molestias. Después de todo, es lo que querías, ¿verdad? ¿Qué te dejara en paz? –Por primera vez desde que había empezado a hablar sus ojos se veían completamente oscuros y sin vida.
Pasó por mi lado, tomando mi mano rápidamente con delicadeza antes de empezar a caminar de nuevo y dejarme de piedra en ese lugar. Esto era algo con lo que no había contado. Por primera vez en muchos meses, me empezaba a sentir sola, demasiado sola, incluso aunque Angélica aun siguiera contorneándose con fuerza camino a mi habitación. Hasta ese momento, jamás me había detenido a pensar en Angélica como una opción definitiva, como algo que valiera la pena, como algo por lo que sirviera luchar, como algo que fuese a amar... Ella era mi remanso de pasión y deseo cuando lo necesitaba, nada más. Pero el saber que ya no iba a ser el mismo tormento de siempre, me sacudía en lo más profundo y me removía todo por dentro. Quizás había llegado el momento de darle y darme a mí misma esa bendita oportunidad de intentar ser algo más que un simple romance entre sabanas.
-¿Y si no quisiera que te fueras? –Me arrepentí casi inmediatamente después de haber dicho aquellas palabras en el umbral de mi propia habitación. Sabía que me estaba equivocando, lo sabía. Pero Angélica merecía que por lo menos le pusiera algo de empeño, de esfuerzo, de valentía, de fe... Ya había luchado por mi lo suficiente, algo que ni yo habría hecho en base al poco amor que yo mismo me tenía.
-Pues no lo sé... --Caminaba por toda la habitación, organizando, recogiendo, eludiéndome... Yo seguía de piedra en la puerta sin atreverme a hacer nada más que esperar porque ella misma hablara y me dijera que igual iba a irse. Quizás era la respuesta que esperaba, quizás no, para esas alturas, ¡qué demonios iba a saber! –Ya no quiero ser tu amor de alcoba Lauren. Quiero ser algo más que eso. Quiero ser la persona que vaya de tu mano a todas partes, no solo un revolcón de primavera. Y sé perfectamente que no estás dispuesta a eso. Y no es que me moleste, porque es algo que lo tenía muy en claro desde aquella primera vez que te vi, no. Lo que en realidad me molesta es que ni siquiera te das la oportunidad de intentarlo, de querer amarme. ¿Tanto te disgusta la idea? -- ¡Menuda pregunta! Nunca me había detenido a pensar si me molestaba o no enamorarme de alguien más que no fuese Kathleen. Es más, era la primera vez que me daba la oportunidad de pensar en que algo así podría pasar.
Avancé con pesadumbre por la habitación hasta llegar a mi cama. Me senté con cuidado y pesadez. Angélica estaba a tan solo unos centímetros de mí envuelta en aquella bata azul que le había comprado desde la primera vez que vino a esta casa. No sabía qué contestar. Me abrumaba la idea de la soledad, pero más me abrumaba la idea de intentar tener algo con ella y que existiera la posibilidad de dejar de amar a esa persona que había sido dueña de mi destino desde hace tantos años.
No era fácil, no lo era... ¿Cómo era posible que hablar de sentimientos fuese mucho más complicado que atravesarse en la trayectoria de una estúpida bala? A mis treinta y tantos, tenía toda la impresión de que si hablaba iba a atorarme como una idiota colegiala. Pero debía decidir, debía de terminar con todo esto. Y no por mí, por Angélica. Ella no se merecía que yo fuese tan miserable, tan poco humana, tan imbécil, tan basta, tan absurda... ¡Podía pasarme milenios enteros acerca de todo lo inhumana que estaba siendo!
-Nunca me ha disgustado la idea... Simplemente es algo en lo que jamás había pensado. Jamás me había detenido a contemplar la posibilidad de dejar de amar a Kathleen para empezar a amar a alguien más, para empezar a amarte a ti... --¡Qué difícil era hablar! Que difícil se me antojaba todo esto. Casi que esperaba que Angélica estrellara un bofetón contra mi cara y se fuera corriendo de ese lugar. Era algo que yo habría hecho, incluso peor porque el bofetón me sabría a poco. Quizás por eso esperaba que me lanzara no sé, ¿un zapato? ¿Un celular? Cualquier daño físico iba a ser mínimo honestamente. Incluso la idiotez masculina me quedaba corta para ese momento. Empezaba a darme cuenta de lo basta e idiota que era en eso de enamorar.
Para mi sorpresa, debía de ser el día de las benditas sorpresas, Angélica se ponía de pie frente a mí, mirando fijamente dentro de mis incrédulos ojos, tomando mis manos con suavidad y regalándome una dulce sonrisa.
-Pero al menos podrías intentarlo... ¿No crees? Al menos dame la oportunidad de decir que no me quedé contigo pero que me quisiste de la manera más hermosa que pudiste... Me merezco eso Lauren, sabes que lo hago... No te pido más que tu voluntad para permitirte la oportunidad, por favor... --Llevaba encima una extraña mezcla de ternura con miseria... ¿Cómo podía no querer a alguien así? Era una basura, sí que lo sabía. Angélica tenía razón, se lo merecía, merecía que al menos lo intentara, que lo intentara de verdad... Era la mejor manera que tenía de evitar que se fuera, y aunque sabía que no iba a servir de mucho por más que me empeñara, escuché como salían casi que escupidas las palabras de mi boca con el mayor esfuerzo del mundo...
-Tienes razón, lo intentaré... --Sus labios buscaron los míos en un afanoso empeño de devolverme al sueño que había vivido tan solo hace unos minutos. Una parte de mí, la parte que nunca perdía la convicción y la voluntad, seguía viendo en la hermosa mujer que me acompañaba el rostro de quien había sido y seguiría siendo el amor de mi vida por mucho que su mano encajara en la de alguien más...
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Eso de acudir a funerales definitivamente nunca iba a ser lo mío. La tristeza que se respiraba en el ambiente; el dolor, las lágrimas, la desdicha, la desesperanza, la soledad, la angustia. Todo ese conjunto pesado de sentimientos solo lograban que yo me sintiera de la misma manera, o incluso peor de lo que normalmente te puedes sentir en una situación como esa. Solo hasta entonces me tomaba la molestia de recordar que en esto de los funeral había asistido quizás a uno o dos en toda mi vida (con fe, alegría y esperanza) y que en ambos casos había sido visita de medico al difunto, pues era algo así como entrada por salida. Específicamente, como llegar con un arreglo floral, empezar a sentirme peor que los familiares de aquella persona que ya no estaba, y salir flipando sin mirar detrás.
Quizás por eso amaba tanto la medicina. Era mi forma inconsciente de ir por la vida evitando, siempre que pudiera hacer lo posible e imposible, que las personas pasaran por momentos así; que se viesen expuestos a ese dolor y agonía, que tuvieran que soportar saber que jamás iban a volver a ver a aquella persona que tanto amaban... Intentaba hacer un poco más larga la espera aunque, llegado el momento siempre fuera inevitable, pues todos teníamos que morir irremediablemente.
Lo peor de vivir un momento como ese, era el saber que muy a pesar de que la persona que ya no estaba en esta vasta tierra no tenía nada que ver contigo, las personas que tú amabas sufrían por esa causa. Alice de la mano de Pierre, Alejandra sostenida por la mía y un funesto Taylor, todos en conjunto enfundados en siniestros trajes negros, contribuían a la causa de que me sintiera tan triste y melancólica como se sentía mi familia.
Es extraño como suceden las cosas. La alegría por el embarazo de mi mejor amiga, noticia que irrisoriamente había sido comunicada por la otra doctora que conocíamos, se veía enormemente empañada gracias a la pena de saber que nuestra familia había perdido a alguien que siempre iba a ser parte de ella; aunque Alice y mi esposa aun llevaran algo de resentimiento y rabia por cómo habían terminado las cosas después de todo. Esposa que por cierto, muy a su pesar, seguía soltando lágrimas indecisas que salían de sus ojos con esfuerzo y dolor.
Alice por el contrario, mostraba su rostro acongojado pero no había vuelto a llorar desde la noche anterior cuando a Andrea se le había ocurrido la brillante idea de llamarla para darle la noticia. Decir que había querido acribillar a la famosa Andrea por cómo había tenido el tino de decirle justo a Alice el fatal desenlace de Jacob sabría a poco. La alegría que llenaba la casa de Vancouver se había teñido de una rara tristeza justo al momento de empezar a ver llorar a Alice y entender qué era lo que había pasado.
No entendía por qué seguía viendo a Andrea justo en frente de nosotros, completamente vestida de negro y por supuesto representando el papel de devota hija dolida, y no podía sacarme de la cabeza de que todo esto definitivamente no iba bien. Importaba muy poco que sus ojos estuvieran hinchados y rojos de tanto llorar, o que hubiese abrazado no sé cuántas veces al famoso doctor que el día anterior había salido corriendo sin dar explicaciones, todo me resultaba tan actuado e irrisorio como hace tan solo unas horas.
Y ahora todo era incluso más complicado y extraño para mí. Andrea se había empeñado por completo en llevar ella sola toda la organización del velorio, sin que ni Alice o Alejandra tuvieran que hacer más que asistir al entierro y llorar a su padre por poco más de media hora. Tanto Alice como Alejandra estaban agradecidas por eso, pero yo, yo solo seguía pensando idioteces envueltas en desconfianzas. Y a cada minuto esa desconfianza iba en aumento, porque mágicamente todo el historial médico de Jacob había sido archivado en alguna caja mágica a la cual era imposible que yo pudiera acceder, ya que era demasiado triste para Andrea y ni Alice ni Alejandra querían volver a tocar el tema.
Estaba quedando como una paranoica y lo sabía, pero no podía evitarlo. Andrea no me agradaba en lo más mínimo, y el famoso doctor, ese me olía a matasano a kilómetros de distancia... ¡Por favor Kathleen! ¿Te dan miedo o rabia los doctores ahora? Honestamente, creo que exageras... ¿Qué daño podría hacer Andrea? Solo es una niña envuelta en responsabilidades de adulta. Deja de comportarte como una troglodita. Sigo creyendo que lo tuyo son celos envueltos en desconfianza... Ahí estaba ella soltando una de sus perlas. Siempre tan sutil, siempre tan delicada, siempre tan yo sin sonar a mí.
La ceremonia había transcurrido su carrera normal. Los minutos se habían pasado lentos y pesados sin que se pudiera dejar de sentir sus pasos. Solo caí en cuenta de que todo había terminado cuando el féretro avanzaba sin detenerse dentro del espacio que habían reservado para él. Pude ver con esfuerzo como Alice empezaba a llorar en los brazos de Pierre, Taylor inclinaba la cabeza en señal de respeto, Andrea seguía con su teatro de dolor y tristeza y Alejandra me envolvía en sus brazos enterrando su cabeza en mis hombros empezando a llorar esta vez sí con decisión y valentía.
Por primera vez en lo que llevaba del día, tuve deseos profundos de llorar. Y no por Jacob o por su partida, si no por el devastador dolor de Alejandra y la congoja de Alice. No hay nada que duela más que ver llorar a quienes amas.
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-Creo que ya es hora de que nos vayamos, no tenemos nada más que hacer en este lugar Alice, no soporto quedarme ni un minuto más aquí... --Alejandra ya más repuesta, se enderezaba lo suficiente sin dejar de abrazarme como lo estaba haciendo hace tan solo unos minutos. Aunque su voz sonaba más llevadera, sabía perfectamente que la calma no iba a durar mucho.
Las lágrimas habían desaparecido por completo y solo quedaba una mueca de dolor y malestar en su hermoso rostro. Alice, sostenida aún por Pierre, seguía los pasos de su hermana mientras en un ágil movimiento terminaba de limpiar las pocas lágrimas que, muy a pesar de su renuencia, seguían resbalando incansablemente por sus mejillas.
-Tienes razón, es hora de irnos. Es hora de regresar a Francia... --la familia entera empezaba la comitiva dirigiéndose a la salida de ese lugar. No era difícil darse cuenta de la pompa incluso de las honras fúnebres. Todo en ese cementerio: los adornos, las lapidas, los arboles e incluso las personas, gritaban "pijo" por todos lados sin esfuerzo. No pude dejar de pensar en mi libro favorito y en como en aquella épocas, allá por los primeros años del siglo XX, se creía que entre más caro era el servicio fúnebre más posibilidades tenías de entrar al reino de Dios. Bastante absurdo desde cualquier punto de vista. Aunque si de eso se trataba, estaba segura de que Jacob llegaría en Roll Royce a su casa en el paraíso... Eso fue cruel, incluso hasta para ti Kathleen...
No pude ocultar mi malestar cuando una triste y desolada Andrea se acercaba a despedirse de nosotros acompañada del matasano de quinta que hacía de su chaperón en ese momento junto a ella. Nunca se me había dado bien eso de ser altanera y poco cortés con las personas, pero definitivamente, fingir era una muy buena opción en este momento considerando lo poco que confiaba en esas personas. Es que era verlos y sentir que se me revolvía todo por dentro... ¿¡Cómo es que Alejandra y Alice no podían notarlo!? ¿O Pierre o Taylor?
-Otra vez, lamento mucho por lo que están pasando... Reciban mis más sinceras condolencias. Esto ha sido muy difícil, en especial para Andrea. Jacob era como su segundo padre y ahora sin él... --Y sus ojos falsamente tristes miraban a Andrea que en un claro esfuerzo empezaba a sollozar nuevamente conmoviendo a todos, menos a mí por supuesto –Que no solo la apoyaba emocionalmente sino también económicamente pues trabajaba para él... –Andrea con un fingido rostro de pesadumbre, abrazaba con más fuerza al famoso matasanos para luego de unos segundos enderezarse lo suficiente haciendo un esfuerzo por empezar a hablar. Mi cara de póker era la mejor que había puesto en lustros.
Lo que más me sacaba de mis casillas, era ver el rostro de lastima y pesar de toda mi familia hacia esa mujer. Alice la miraba con esa cara de payaso triste que era mía y que ahora estaba compartiendo, Alejandra se compadecía de su pobre situación mientras ponía un rostro conmovido por la pena y tanto Taylor como Pierre me dieron la impresión de querer salir corriendo a darle un emotivo abrazo. Y yo ahí, de gilipollas sin sentir nada más que desconfianza y extrañeza. ¿Estaba loca? Desde hace muchos años, ¡sí que lo sabía! Por un momento recordé a Lauren y no pude evitar pensar de qué lado hubiese estado ella: ¿La Lauren compasiva o la Lauren que también tenía desconfianza de Andrea? Era una pregunta de la cual jamás iba a saber la respuesta.
-Eso es lo que menos importa ahora Víctor... Eso es algo que se puede recuperar, pero que se haya ido... ¡No puedo! –Y seguía llorando. Ya empezaba a preguntarme yo de donde sacaba tantas lágrimas –Lamento que me vean así, después de todos son ustedes su familia. Alice, Alejandra --¿Por qué cada vez que mencionaba el nombre de mi esposa su voz sonaba diferente, zalamera? ¡Y no eran celos! Claro, ¡y el mar no es azul Kathleen de la Campa! Acaba de tornarse morado... ¿Podrías callarte? –Pero es que no puedo evitarlo. Empezar de cero, buscar otro empleo, otra casa... Es complicado y más en una situación como esta. No quiero agobiarlos con mis problemas, este es un momento de ustedes no mío... --Y se refugiaba con desesperación en los brazos de un Víctor que por medio segundo podría haber jurado que sonrío ante la actuación de Andrea.
-Andrea, estoy segura que tu conociste a nuestro padre mucho mejor que nosotras mismas –Alejandra empezaba a hablar, y por alguna razón que no entendía, tuve toda la buena intención de pisarle un pie para que se callara... Su tono de voz era el mismo que usaba cuando en casa debía de dar una orden... ¡NO podía ser posible! –Y por la misma razón, estoy segura que sería una excelente idea que siguieras trabajando para nuestra familia... --¡Lo sabía! ¡Lo sabía! Si es que la conocía como si fuera hija mía. Demasiado noble, demasiado buena.
-Creo que es una excelente idea. Podrías quedarte organizando aquí en Vancouver todo lo que mi padre dejó luego de su muerte y después venir a Paris a trabajar conmigo. Soy abogada al igual que tú, y estoy segura que serías de gran ayuda en mi bufete, por supuesto, solo si quisieras. Es una manera de ayudarte por todo lo que hiciste por nuestro padre mientras él estuvo enfermo... --¿Tú también? Y me sentía traicionada tanto por mi mejor amiga como por mi esposa.
En otras ocasiones yo misma habría dado la idea, es más, me habría quedado un par de días más para ayudarla a organizar todo, aunque poco iban a servir mis conocimientos de médico en asuntos legales. Pero en esta ocasión, ella no me causaba la más mínima señal de confianza, lo único que sentía al verla eran deseos de correr... ¿Por qué tanto Alice como Alejandra habían pasado por alto lo que les había dicho hace tan solo unas horas? Tuve que tragarme la bilis que empezaba a llegar a mi boca y poner mi mejor cara de póker. Quizás solo eran mis fantasmas de desconfianza, pero era la primera vez que sentía tal aversión por gente que acababa de conocer.
-No quisiera incomodar a nadie –El rostro de Andrea se veía más fingido de lo normal mientras se enderezaba y sus lágrimas empezaban a mermar poco a poco, y ni qué decir de Víctor, su sonrisa chueca contrastaba grandemente con sus ojos tristes y melancólicos –Ni causarles molestias. Están siendo muy amables conmigo, y yo no lo merezco, todo lo que hice lo hice porque Jacob era como un padre para mí --¡Anda ya! ¿¡Acaso nadie notaba lo falso que sonaba!? Me sentía desesperar y automáticamente, como siempre me pasaba, empezaba a fruncir los labios y a mover el pie en señal de protesta.
-Creo que todos estamos de acuerdo con la decisión... Así que, termina de arreglar todo y coordina con Alice para que vayas a Paris lo más pronto posible, no creo que te tome más de un par de semanas... --Alejandra seguía hablando mientras yo, enroscaba con más fuerza mis uñas en su espalda. Pude ver claramente como me miraba de refilón y ponía esa sonrisa de pícara que tanto amaba.
Claramente puse sentir como mi cabeza hizo "clic" trayendo una promesa que había olvidado por completo: "Así que ¿tienes permiso de decidir sobre cualquier cosa en este viaje? ¿Lo que tú quieras? Pobrecita de ti Katie, estoy segura de que te vas a arrepentir de haberle dicho eso a la cabezotas de mi hermana" "Pues así parece Alice. Por primera vez desde que conozco a Katie ella no podrá decir "no" a nada de lo que yo quiera" ¡Maldición, maldición, maldición, maldición! ¡Te odio Kathleen Anderson!
-¡Gracias! de verdad no saben lo agradecida que estoy... Dejaré todo listo lo antes posible para salir de inmediato a Paris –Una empalagosa Andrea se acercaba a cada uno de nosotros a darnos un beso y abrazo de despedida. Tuve que contenerme para no golpearla cuando hizo lo mismo conmigo. ¡Ni que decir del matasanos! Me imaginé por un momento lo divertido que sería verlo caer de bruces contra el piso y que perdiera sus perfectos dientes –Hasta luego entonces –Andrea emprendía la retirada en compañía del matasanos mientras yo me quedaba de piedra sin poder articular palabra.
Vi a Taylor y a Pierre seguir su camino dejándonos tanto a Alejandra como a mí detrás de ellos. Ella seguía parada con la misma mueca que había estado los últimos cinco minutos.
-¿Por qué has hecho eso? ¿Por qué no me has preguntado lo que yo pensaba de todo esto? –Alejandra empezaba a caminar lentamente hasta el carro en el que ya nos esperaban todos. Yo llevaba arrastrando los pies con el mayor esfuerzo que me era posible. De haber podido, le habría quitado la sonrisita que llevaba mi amada esposa, y no precisamente a besos.
-No he hecho nada más que ayudar a alguien sin empleo... Eso es lo que me has inculcado tu amor, no puedes quejarte. Además, recuerdo muy bien que en este viaje tenía pase libre para decidir sobre cualquier cosa que yo considerara prudente...
-Sí, pero... -- Ya para ese momento habíamos llegado al auto y se me había acabado el espacio necesario para hacer una de mis rabietas. Me placía grandemente portarme como Alice y salir corriendo en señal de protesta. ¿No estás algo vieja para esas cosas? Bien dicen que cuando llegas a cierta edad empiezas a tener actitudes de niño otra vez. ¡La vejez Kathleen! ¡La vejez! ¡Qué te den!
-No hay pero que valga... Sé perfectamente que no te agrada Andrea pero deberías por lo menos darle una oportunidad a esa mujer, considerando que no te ha hecho nada y que por el contrario, ayudó mucho a mi padre, un padre que por cierto tú te empeñaste en que viniera a despedir –Ahí iba mi amada a esposa a sacarme en cara que todo esto era culpa mía, ¿Cómo no amarla? –Por lo menos podrías darle unos meses antes de acribillarla... ¿No crees? –Y me besaba con ternura antes de poner esa mueca que tanto amaba.
-Unos meses... Tiene unos meses antes de que la regrese a Vancouver, ¡nada más! –Dos pucheros más, mi esposa sonriendo a mandíbula batiente. Al menos de algo servía ser su payaso, estaba completamente repuesta del desagradable momento del entierro.
-¡Esa es mi chica! –Y entrábamos al auto sin dejar de sonreír mientras una Alice muerta de gusto y placer se regodeaba de lo fácil que era dejarme manipular por mi amada esposa... Quizás después de todo sí estaba exagerando... No podía ser tan malo darle una oportunidad a Andrea, ¿Verdad?
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-¿Cuánto más? ¿Cuánto más deberé de estar así? ¡Estoy harto! Harto de todo... ¡Y no me digas que falta poco! Estoy tan cerca de cumplir mi objetivo que lo siento eterno... ¡Eterno! –Michael se paraba con decisión de la cama con un mínimo de esfuerzo.
Su recuperación era prodigiosa. Si de algo le servía la rabia y el rencor era para que a cada paso sus pisadas fuesen más decididas y altaneras. Del Michael que había estado al borde de la muerte hasta hace unos meses no quedaba absolutamente nada, y Derek lo sabía. Quizás por eso a cada minuto se lamentaba de haberlo mantenido con vida.
-Pues es la verdad Michael, estás solo a unas semanas más de la recuperación completa. Podrás volver a caminar y moverte tal y como lo hacías hace dos años atrás –Derek hablaba con pesar, casi que atorándose del esfuerzo. Había decidido hace meses que este no era el camino que quería seguir. Pero, ¿acaso tenía más opciones? Sabía que la única manera de dejar esa vida atrás era con los pies por delante, y él se amaba sobremanera como para regalarle su vida a la rabia de Michael.
-¡Necesito estar bien entiéndelo! El tiempo se acaba, ya falta tan poco y... --Un celular sonando, Michael moviéndose con mayor agilidad para alcanzarlo.
-¿Qué noticias me tienes?... ¡Eso es excelente!... Ya ahora todo depende de ti, estoy tan orgulloso... ¡Mantenme informado! –La sonrisa de Michael hubiera podido quebrantar el orgullo de cualquier payaso pintado de anilina. Era una risa mezclada con rabia y enojo de hace tantos meses, años incluso en los cuales había vivido en una espiral de dolor y venganza.
-¿Qué pasó Michael? –Derek sentía que se atragantaba porque sabía a la perfección de que esa emoción de Michael solo podía significar una cosa, una sola estúpida cosa.
-Pasa maldita sea, pasa que el tiempo se acabó... ¡Es hora de empezar el estúpido juego! –Michael tomaba su celular... Tenía muchas cosas que planear. Lo bueno de los juegos que empiezan y en los que solo un oponente conoce las estrategias, es que los movimientos son fáciles y asesinos sin mucho esfuerzo. Aquel que ataca primero, siempre ataca dos veces...
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