Noticias Bizarras...
A lo largo de mi vida, sí que no es poca que ya son veintiséis largos y escabrosos años, me he topado con cada clase y estilo de persona que ponerse a hablar de ellas sería imposible; pero hay de todo: el pesimista, el entusiasta, el soñador, el directo, el falso, el esperanzado, el negativo y por supuesto, el romántico (faltan muchos más, pero para mencionarlos necesitaría una novela entera).
Que de las últimas, de los románticos, yo soy de una de sus mayores representantes. Y no, no se trata del mero hecho de que medio logre escribir dos palabras con sentido, que escribir lo hace cualquiera y que el dedicar palabras de "amor" muchos más, la clave para autodenominarse romántico es creer en cualquier tipo de amor, incluso de aquellos que nacen de flechazos esporádicos que jamás en la vida esperamos vivir.
Quizás por esa razón, aun espero a mi amor bonito; ese que supere mis propias expectativas y logre demostrarme que no se trata de ir besando sapos esperando encontrar tu príncipe o princesa, si no que se trata de encontrar solamente unos labios que te muevan el piso y te acomoden nuevamente sin pensarlo o esperarlo.
Que por esa razón, creo en todos los tipos de amor. De esos que te sacan suspiros por tenerlos a centímetros y de esos que te regalan lágrimas al otro lado del mundo muy a pesar de que no los conozcas... Y ahí va la gente cuerda a decirme que nadie se enamora a la distancia, y ahí voy yo a decirles que te enamoras cuando al corazón le dé la gana, poco le importa si esa persona que te hace sentir especial está al lado tuyo o a veinticuatro horas de viaje.
Las edades, las apariencias, los tiempos, las clases sociales, las costumbres, las distancias... Son solamente meros espejismos que la gente creó alrededor de algo que jamás ha podido ser controlado: el amor. No se aprende a amar, se ama porque te nace, y te quedas a luchar porque crees que vale la pena.
No soy quién para decir qué puedes o a quién puedes amar, cómo amarlo o si debes de querer a alguien que tienes a dos pasos porque la que está a un día de viaje es algo imposible y debes resignarte. Lo único que puedo decirles es que mientras hayan personas que como yo creamos en imposible y absurdos, que seamos capaces de tomar diez aviones por pasar un día con la persona que te mueve todo con un "buenos días amor" a cualquier red social, que te saquen sonrisas tontas cerca o no cerca; que mientras hayan utópicos como yo, el amor será más bonito y la vida será más dulce. Si dejáramos de vivir de tantas realidades, aprovecharíamos los sueños que aunque difíciles de vivir, son los que valen realmente la pena...
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Narra Lauren...
-Hogar, ¡dulce hogar! Ya empezaba a extrañar mi casa realmente... Aunque la casa de los Anderson: renacentista y vanguardista, hermosa y todo lo que quieras.Pero la casa de uno, ¡pues es de uno! -Empezaba a hablar entre dientes, pensando en voz alta,mientras entraba cargada de cosas a mi casa después de semanas de no estar en ella.
Aunque la lógica dictara lo contrario, por eso de la cortesía y los buenos modales, y además me muriera de ganas de quedarme a ver a Kathleen una vez más, mi corazón me había sacado a gritos de ahí para no tener que afrontar el verla sonreír de la mano de alguien más nuevamente. La sola idea de volver a juntar a Alejandra y a Kathleen en una habitación era algo a lo que tenía que adecuarme y esperar otra vez meses para tomar valor y lograrlo, no era algo sencillo ni tan siquiera de pensar, por un lado sabía que Kathleen era feliz, después de todo, ¿acaso no había ella mismo elegido la vida que vivía?Pero por otra parte, me moría poco a poco con solo imaginarlo. ¿Por qué no podía estar conmigo? Iba a odiar a mi estúpido Karma por toda la vida, o quizás hasta después de ella.
Las dos semanas que había pasado en la "famosa" casa de los Anderson habían sido satisfactorias de muchas maneras. No solo había pasado unos días maravillosos con Mairím, no. También me había hecho a la idea de lo que era una familia, de lo que se sentía, de lo a gusto que se puede llegar a estar cuando se preocupan por ti y de que te digan que te aman cada cinco minutos. Y no, no se trata de ese amor que podemos ir recogiendo de cama en cama o de juerga en juerga, no, era ese amor que solo se siente cuando seres que te quieren por lo que eres sin esperar nada de ti pueden profesar, ese amor que solo logras con verdades y a cambio de nada.
Quizás por eso me sentía tontamente melancolía al llegar a casa una vez más dejando esas dos últimas semanas en el recuerdo. Era lo lógico ante la ausencia en el futuro cercano de una Alice atormentándome cada mañana para que me despertara y la acompañara a desayunar, o la idea de no poder dormir un poco más por una Mairím deseosa de que la llevara por enésima ocasión a caminar o a dar una vuelta, o esa sensación de que te cuiden sin importar que estés dentro de casa o fuera de ella gracias a un Pierre que te recordaba a cada instante lo importante que es tener presente lo mucho que pueden amarte y quererte.
Llámenlo masoquismo o lo que quieran, pero a pesar de sentirme a gusto por volver a mi casa y alejarme del dolor de Kathleen siendo feliz por alguien más, no podía quitarme la tonta sensación de que iba a extrañar profundamente la vida que había llevado estas dos últimas semanas. Quizás después de todo me molestaba también la idea de que el padre de Alice hubiese aparecido al cabo de tantos años a desbaratar todo una vez más. Me sentía mal incluso por la propia Alejandra, sabía el dolor que podía causar esa parte de tu familia que lo único que siempre ha sabido darte es desavenencias y disgustos.
Y por si fuera poco, no dejaba de preguntarme qué era lo que podía tener Alice. Me sentía tontamente preocupada y angustiada por lo que pudiese estarle pasando y por no poder estar cerca de ella cuidándola, y eso que había organizado todo para que los resultados de los benditos exámenes me llegaran lo antes posible a mi correo.¿Se podía ser más idiota y masoquista? Llevaba la vida más miserable que se pudiera pensar, y para colmo, me había venido a encontrar una hermana de verdad a los treinta y pocos de la manera más irrisoria posible.
Caminaba lentamente por la sala de aquel lugar imitando con perfección a una falsa Alice arrastrando los pies con la vaga idea de que quizás en alguna otra vida, esa normalidad de la familia "Anderson" con una Alice, alguna Kathleen y otra Mairím también iba a ser la mía aunque no fuese así de sencillo o fácil, nunca nada es fácil, si no que se lo pregunten a Maca que aparecía a mis espaldas con una marcada cara de alegría y malestar, cara que yo solo había visto en contadas ocasiones y todas ellas con un nombre especifico.
-Lauren, ¡qué gusto que estés de vuelta! Te he echado tanto de menos, ¡has hecho tanta falta en esta casa! -Maca avanzaba con una angustiosa velocidad hacía mí mientras yo ponía cada una de las bolsas que me acompañaban en el piso de ese lugar. ¿Era solo mi impresión o se había alegrado más de la cuenta?
Después de darme un par de besos y un largo abrazo comprendí cuál era el motivo de su afanosa alegría. Que una cosa es que te extrañen y otra diferente es que tengan tanta añoranza de volverte a ver y que sea prácticamente imposible de creer. Empezaba a reír irónicamente para mis adentros. Me asombraba a veces de lo fácil que era conocer a las personas solo por su manera de actuar o de comportarse.
-Dímelo ya Maca, ¿qué es lo que pasa? -Se separaba de mí con un marcado rostro de pesadumbre. La alegría por mi retorno había pasado tan rápido que ni yo me lo podíacreer -Vaya, ¡qué rápido se te ha pasado la alegría por verme! -Echaba a reír mientras esperaba por una respuesta que, aunque sabía de qué iba, no podía dejar de sorprenderme. ¿Se había atrevido otra vez? No sé ni para que nos hacemos siempre esas preguntas de las que conocemos las respuestas automáticamente. Era como preguntarnos si hoy había amanecido o no, la respuesta siempre era lógica.
-Angélica llegó hace un par de días. Se ha instalado aquí, en tu cuarto y me ha dicho que hasta que no regreses no se va a ir. ¿Tienes idea de lo desagradable que puede llegar ser esa mujer cuando se lo propone? Lleva a la pobre Nadia de los nervios con cada una de sus exigencias... Vete a verla por favor, y al menos cálmala. Pensé que estaba contigo, ¿Cómo es que ha llegado antes que tú? ¡Es que su descaro no conoce límites posibles! ¿De verdad la quieres tanto como para que se permita este tipo de cosas?-Maca me miraba con preocupación e inquietud. Parecía que a ella también iba a tener que contarle el resumen de mi vivencia las últimas dos semanas, ¿Cómo explicas tanta alegría y dolor al mismo tiempo? ¿Cómo explicas que haya terminado en ese juego absurdo y tonto sin tan siquiera darme cuenta? Aún me detenía a pensar en lo maravillosamente insoportable y adictiva que podía ser Alice Anderson. Y para colmo, ahora también debía de dar explicaciones sobre lo que Angélica significaba. Segura estaba que ella era la menos indicada para entenderme.
-Pues, como ya sabías, fui a la boda de Kathleen --¿Han sentido alguna vez como se enferman de la nada? ¿Cómo todo te resulta doloroso e imposible de digerir? Nunca iba a superar el dolor que me causaba la idea de haber perdido a Kathleen para siempre, no, nunca. Sin importar las vidas que viviera, esa siempre iba a ser mi cruz. Un dolor que me mataba a espinazos llenos de agonía-Angélica decidió regresar antes, y yo, de alguna manera que aún no logro comprender terminé recluida en la casa Anderson, conviviendo con una familia que no es mía y con mi hija Maca... ¿Ves? He vivido los días más felices y angustiosos de mi vida al mismo tiempo -Sonaba irónico y absurdo, pero era la verdad. Maca no pudo disimular el dolor y la alegría que cruzaba por su rostro. Dolor por mi dolor y alegría por Kathleen y por aquella niña que había visto nacer y que también amaba. Niña que me había costado tanto dejar atrás una vez más. Sabía que podía regresar en cuanto lo quisiera, pero, ¿atreverme a hacerlo? Eso era otro cantar. Meses, eso es lo que necesitaba, meses para llenar la barra de auto masoquismo una vez más al tope y poder soportarlo. Incluso si eso significaba volver a ver a Alice una vez más, o a Pierre.
Maca nunca había preguntado más de la cuenta, solo lo necesario e imprescindible. Nunca pudo conocer la profundidad de mis desagravios o de mi reprochable comportamiento y capacidad de manipulación; ella conocía lo estrictamente necesario y de cierta manera le agradecía que jamás me hubiese preguntado abiertamente de qué iba todo. Se había resignado a mi versión de la historia, aunque eso no le quitaba en absoluto el amor infinito que sentía tanto por la mujer que amaba como por mi hija. Quizás por eso odiaba tanto a Angélica aunque a mí ella me sirviera de muchas formas. Angélica, ¿se vería tan apetecible como siempre? Repentinamente recordé por qué razón aun dejaba que vagara por mi vida, nos llevábamos tan bien en ciertos aspectos. No era amor, nunca lo sería, pero en lo demás, en todo lo demás...
-¿Cómo está mi niña, Mairím? ¿Y Kathleen? -Ahí estaba Maca preguntando con toda la pesadumbre que podía por el destino de esos dos seres que tanto amaba. A pesar de su esfuerzo, no pudo ocultar su cara de dolor y disculpa al mismo tiempo. Odiaba hacer que yo tocara el tema, pero quizás en esta ocasión le podía más la necesidad de saber de ellas que mi propio malestar. No se lo condenaba en ninguna manera, no tenía la fuerza para condenar algo que yo misma había causado, era mi culpa después de todo, el haberlas traído a nuestras vidas con engaños y mentiras -Lo siento Lauren, no debí de haber preguntado. Sé el dolor que te causa... Discúlpame...
-No te preocupes Maca... Ambas están bien, Mairím está tan hermosa como siempre, ha crecido tanto. A duras penas puedo levantarla en hombros, y por Kathleen... --Dos suspiros, una caminata irregular hacia el bar, un vaso lleno de el licor más fuerte que tenía y un largo sorbo del mismo para tratar de no derrumbarme una vez más-Ella está feliz Maca, con el amor de su vida... --Quizás era más sencillo aceptarlo sin tener que ver el rostro de lastima de alguna persona delante de mí, quizás por eso no me había volteado y hablaba mirando a la pared. Extrañamente sentía como aquel licor me quemaba con fuerza los intestinos, como si en lugar de estar tomando licor me hubiese atragantado con un hierro ardiendo -Ambas están bien y felices, no de la manera en la que me habría gustado, pero lo están... -Terminé de tomar aquel licor y por primera vez me volteé a ver el rostro de Maca, que como era de esperarse, mostraba toda la lastima y el dolor que sentía por mí. Ella ya se había resignado a perder a quienes amaba, pero yo, yo seguía arrastrando los pies, viviendo tan miserablemente como los últimos años.
No fue difícil comprender por qué Maca se quedaba en silencio unos segundos mientras yo bebía más licor. Para estas alturas, mi cara era un poema y Maca había puesto esa cara de póker que siempre usaba cuando debía ser cortés. Después de tantos años la conocía mejor que nadie, quizás tanto como ella me conocía a mí. Por eso no me sorprendió en absoluto que cambiara de tema automáticamente, había sido demasiado de Kathleen y Mairím por un día.
-Creo que es mejor que vayas a ver a la insoportable mujer que tienes en tu cuarto... Yo, ordenaré todo esto -En un claro ademán mostraba con un falso desgano, la cantidad de bolsas que desordenaban la inocuidad de aquella sala -Mientras tú tratas de ordenar el desastre de tu habitación -Maca ponía cara de reproche mientras tomaba uno a uno los bolsos que habían llegado conmigo.
Le agradecía tanto que no hubiese seguido hablando de la que alguna vez fue mi familia. Ayudaba un poco el solo atormentarme yo y no tener que volver a oír lo miserable que me veía mientras los demás estaban tan felices. Recordé por un momento a la causa del malestar de Maca, y empecé a caminar hacia mi habitación. Después de todo, quizás entretenerme con ella iba a ayudar en algo. ¿No era una buena manera de aplacar el dolor aquello del sexo por placer? Servía a veces, sí que lo hacía, pero en otras tantas...
-Muchas gracias por todo Maca. Les traje varias cosas tanto a ti como a Nadia, no sé, salgan, den alguna vuelta, diviértanse. ¡Corre por mi cuenta! --Sonreía abiertamente mientras no dejaba de caminar. Podía oír las risas ahogadas de Maca a mis espaldas por haberle pedido que se perdiera por Ámsterdam aquella tarde. Quizás soportar a Angélica sí era lo peor que le podía pasar.
-¡No sabes cómo te lo agradezco Lauren! -Y llegaba a mi habitación mientras oía como llamaba a Nadia y empezaba a organizar una salida que al parecer iba a durar posiblemente la noche entera. No podía evitar sentirme feliz al menos por ella, alguien debía ser feliz en esta casa aunque no fuese yo.
Llegué a la puerta de mi recamara con la firme convicción de saber qué era lo que Angélica quería esta vez. No necesitaba hablar mucho, si Angélica estaba aquí sabía perfectamente qué era lo que necesitaba de ella. Esperaba enormemente que Maca se fuera lo antes posible, ya bastante tenía con saber que Angélica estaba ahí como para también tener que oírnos. Angélica tenía la mala costumbre de siempre explayarse más de la cuenta. Satisfactorio, sí, pero demasiado elocuente.
-Angélica, ¿se puede saber qué haces aquí? -Entraba a la habitación solo para toparme con un panorama nada agradable. O bueno, quizás sí, dependiendo del punto de vista. No ayudaba en nada que Angélica estuviera sin nada de ropa encima como para que yo intentara hacerme la digna. Necesitaba dejar de pensar, y ella siempre me había gustado lo necesario para dejar de hacerlo sin esfuerzo alguno.
Caminaba dentro de la habitación mientras empezaba a dejar todas las cosas innecesarias que llevaba encima. Celular, abrigo, gafas, todas esas cosas que francamente ahora no importaban. Angélica se acomodaba en mi cama, sentándose provocativamente en un claro esfuerzo de levantar mi ya necesitado ego. Sabía perfectamente cómo lograr que yo dejara de pensar, después de todo, estar con ella siempre había sido sencillo. ¿Importaba que no la amara? Por supuesto que no. Para dejar de lado preocupaciones cambiándolas por orgasmos, por supuesto que no importaba.
-Pues, vine a esperarte... Imaginaba que llegarías antes, aunque nunca pensé que soportara tanto tu instinto de autodestrucción. Vivir dos semanas en medio de tanta felicidad no es nada sencillo, pero, ¿no se suponía que era un mes? ¿Qué fue? ¿Demasiado dolor?... Asumo que Mairím vale la pena como para soportar estar en un ambiente que solo te recuerda lo feliz que es tu "Kathleen", hubiese dado lo que sea por ver tu cara de dolor cuándo ambas se iban de viaje en ese crucero que tú misma compraste... Admiro francamente tu capacidad de estupidez, mereces no sé, ¿algún premio?--¡Cómo odiaba cuando se ponía en plan realista! No necesitaba eso ahora, ni siquiera con las ganas que tenía de quitarme el deseo que llevaba encima de sentirme querida. Necesitaba tanto gritar y perderme en el cuerpo de alguien, pero no a ese precio, no soportando la realidad de mi miseria una vez más.
-Si vas a empezar con tus idioteces, puedes irte ahora mismo. No necesito que me recuerdes la vida miserable que llevo. Y solo para recordártelo una vez más, ¡no necesito darte ninguna explicación! Si decidiste largarte de ese lugar, fue por ti misma, si no te habrías quedado a ver también la alegría de mi "Kathleen" y mi sufrimiento... ¡Lamento no haberme tomado una foto para hacerte feliz!-Harta de todo empezaba a sacarme la ropa que llevaba mientras me dirigía hacia el baño. Después de las dos últimas semanas, lo que menos necesitaba era que una idiota viniera a restregarme una vez más la porquería de vida que llevaba, no si podía conseguir alguien de iguales o mejores características y sin que preguntara tanto, en algún bar -Espero no encontrarte en este lugar cuándo salga, ¡cuídate Angélica! -No tuve que caminar mucho más para sentir unas manos que se aferraban a mi cintura por la espalda. Parecía que esta vez me la iba a poner más difícil de lo que pensaba.
-¿Y tú crees que he estado esperándote en este lugar, aguantando a la insufrible de Maca, para nada? Me decepcionas Lauren, no creerás que vaya a irme así por así... --Mi cara de resignación lo decía todo, si Angélica la hubiese visto probablemente hubiera decidido irse. ¿Qué haces en una situación parecida? ¿Tienes sexo por placer o sacas a empujones a ese tipo de idiotas? La respuesta era sencilla, ¿acaso no necesitaba olvidar? ¿No necesitaba dejar de recordar aunque fuese solo por unas horas? Angélica estaba lo suficientemente apetecible para eso, y sinceramente, la idea de ir a seducir a alguien en un bar no me resultaba excitante para ese momento.
-Si vas a quedarte, será para lo necesario. No voy a soportar uno solo de tus comentarios. Si quieres hablar, deberás hacerlo en otra parte, no aquí. Hoy no estoy para conversaciones y retoricas contigo, ¿estamos? ¿O debo de ser más clara?... --Angélica seguía a mis espaldas, pero sus manos ya no estaban en mi cintura. Se empezaban a mover dejando en libertad cada uno de los botones que faltaban de la camisa que llevaba; sentía sus manos recorrer mi abdomen enfocándose en los estorbosos sujetadores de mi pantalón, sus juguetones dedos se introducían lentamente hacia mi monte de venus apretándolo con fuerza, seduciendo... ¿Por qué tenía que ser así? Yo necesitada, ella insistiendo. Asumía claramente que ese gesto significaba que no íbamos a hablar, no, íbamos a utilizar los labios en cosas más productivas.
-Si eso es lo que deseas, no diré absolutamente nada... Solo dos palabras... ¡Te necesito! -Y sus manos agiles me llevaban automáticamente hasta esa cama que nos esperaba con la misma intensidad de siempre. Una mueca de disgusto y dolor se dibujaba en mi rostro segundos antes de olvidarme de todo y empezar a usar mis manos, labios y cuerpo con la única utilidad que podría darle en ese momento, placer. Los gritos de Angélica ahogaban levemente los gritos de mi corazón, gritos que sabía perfectamente iban a regresar con mayor intensidad sin ningún esfuerzo en apenas unas horas...
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La sensación que producen los viajes siempre es la misma: diversión, olvido, distracción, conocimiento o incluso hasta placer. Pero en este caso en particular, lo único que traía este viaje eran preguntas sin respuesta y dolor, mucho dolor de por medio, dolor que recordaba sin esfuerzo al mirar el rostro de mi esposa una vez más mientras se sentaba a mi lado en aquel avión que tanto conocía.
Su rostro, inexpresivo y resignado, demostraba todo aquello que llevaba por dentro. Ella estaba ahí, pero su mente, su mente volaba a otros tiempos mientras recordaba el dolor que había pasado hace tantos años. Su mano se aferraba con fuerza a la mía, e incluso su cuerpo me decía a gritos que me necesitaba. Me necesitaba para darle fuerza, valentía. Todo por lo que había pasado no era nada en comparación a lo que iba a vivir en apenas unas horas. Por primera vez desde que nos habíamos enterado de la inminente muerte de Jacob Anderson, me sentía realmente arrepentida de estar ahí con ella. ¿Estaba en realidad haciendo lo correcto? ¿Haber apoyado a Alice era lo que se suponía debía de haber hecho? Empezaba a sentir que había metido la pata hasta el fondo.
Alice por el contrario, sentada al lado de Pierre, estaba completamente relajada, tranquila. Era fácil darse cuenta de eso por los ligeros ronquidos que salían de ella, ronquidos que jamás iba a admitir y que nosotros nunca íbamos a poder contar que existían a menos que quisiéramos alguna demanda imposible de ganar en algún tribunal del mundo. Su situación era diferente, no la hacía feliz ver a su padre, no. La lastimaba sobremanera el recordar todo lo que había pasado gracias a la maravillosa intervención de Jacob en la muerte de su madre. Pero para Alice, todo ese dolor había quedado en el pasado apenas se había enterado de la enfermedad de su padre; para Alejandra, lo único que había hecho el destino de Jacob era que ella volviera a revivir cada una de las lágrimas que había dejado en el camino gracias a él. Y lo malo de volver al pasado es que recuerdas todo, incluso las consecuencias que aun nos perseguían gracias a Nicole, a Natasha... A Lauren... Lauren que había desaparecido mágicamente justo antes de que llegáramos.
Las entendía a ambas. Sí que lo hacía. Tanto Alice como Alejandra iban en ese avión con resoluciones diferentes. Mientras Alice iba decidida a perdonar a su padre y dejarlo morir en paz, Alejandra pensaba una y otra vez lo que iba a tener que soportar para no desearle la muerte ella misma o mucho peor aún, desconectar algún tipo de cable para que muriera con mayor rapidez, si ya iba a morir, ¿cuál era la diferencia?
Me preguntaba una y otra vez de qué lado estaba yo, ¿iba apoyando a Alice y a su perdón o llevaba la idea de odio al igual que Alejandra? No podía exigirle más a la mujer que amaba, ya bastante estaba pasando llevándola conmigo como para pedirle que perdone a alguien que había destruido su vida tantas veces. Quizás podría hacer algo más y tratar de intentar ayudar a Jacob, ¿no era médico acaso? ¿y si aún quedaba algo qué hacer por él? ¿Y si no? Después de todo no tenía ni idea de qué era lo que padecía. Alejandra apretaba mi mano con fuerza mientras el avión seguía su rumbo hacia un país que llevaba tantos años sin visitar. Ni siquiera por mi familia, siempre eran ellos los que iban a París.
-Alejandra... Yo, yo no sé qué decir. Creo que cometí un gran error al permitir que vinieras con Alice y conmigo, incluso creo que me equivoqué al haberte pedido que lo hicieras... Lo lamento tanto, solo hasta ahora puedo comprender que nunca debí de haberte dejado abordar este avión. Debiste de haberte quedado en Paris y no pasar por esto... Perdóname... --Esperaba que me dijera el famoso "te lo dije" mientras la miraba con el mayor amor que podía. Me merecía un par de regaños por mi insistencia absurda, sí que me lo merecía.
Alice seguía disfrutando plácidamente del sueño reconfortante que llevaba recostada al lado de Pierre. Él por su parte, seguía con la miraba perdida mientras concentraba toda su atención en la película que veía por la pantalla del ordenador y que solo él escuchaba. Mairím por el contrario, iba profundamente dormida en el asiento de delante de nosotras. Admiraba su facilidad para dormir en todas partes. Yo nunca lograba conciliar el sueño en ningún viaje, y menos cuando me sentía tan mal o no dejaba de atormentarme con algo. Por último estaba Taylor, él siempre iba a todas partes con nosotros, ya era normal verlo cabecear mientras observaba alguna película siguiendo el ejemplo de Pierre.
-No tienes que disculparte por nada amor... Hiciste lo que creíste correcto, y de cierta manera sé que es lo que debo de hacer, pero no puedo dejar de sentirme llena de tanto odio, de tanta rabia, de tanto rencor. No voy a poder perdonarlo Katie, por mucho que lleve amor por dentro gracias a ti o a mi familia, o por mucho que pasen un millón de años. No puedo hacerlo, ¡no puedo! Si de mi hubiese dependido, él jamás habría regresado a nuestras vidas, y por esa misma razón, no merece saber nada de mi presente o del de Alice. Sé que pedirte que no vengas conmigo es una imposibilidad, pero prefiero que Mairím se quede en casa con Taylor. Por Pierre, que él decida qué hacer, pero a nuestra hija, prefiero mantenerla alejada de todo... Que vaya a casa de tu madre, con su tía, con su abuelo. Lleva meses sin verlos... -La voz de Alejandra, fría y dolorosa, me llenaba los oídos y apretujaba mi corazón. ¿De verdad me había equivocado tanto? Nunca debí de haberle insistido para que estuviera en ese lugar conmigo. Sus ojos llenos de dudas y rencor me carcomían todo por dentro.
La idea de llevar a Mairím con mi familia no era algo que me emocionara tampoco. Odiaba verlos por un par de días, prefería que Mairím se quedara en nuestra casa de Vancouver. Ya tendría tiempo de venir después a visitarlos, quizás en verano, junto con todos. Era una buena idea, para más adelante. Ahora solo podía pensar en Alejandra, en Alice y en todo lo que se nos venía encima.
-Alejandra mi amor, es solo que... No puedo dejar de pensar en que me equivoqué, en que no debí de haber insistido, en que...
-Es suficiente amor... Deja de recriminarte por algo que yo sola debí de haber resuelto hace muchos años. Esta es una reunión que debería de haber mantenido hace mucho tiempo atrás. Al final se hará de la manera más irrisoria, pero se hará. Y tenías razón, Alice no merece pasar por todo esto sola después de lo mucho que estuvo para mí cuando tú no estabas... No es justo... No es justo que ella haya sacrificado tanto por mí y yo no pueda tragarme mi orgullo un par de horas... Solo espero que todo salga bien --Su rostro observando al mío, que para ese momento era un completo manojo de arrepentimiento, se veía sereno pero con un claro malestar en él. ¿Cómo podía ser posible que a pesar de que yo hubiese metido la pata hasta el final del camino ella siguiera diciendo que era su responsabilidad? Bueno ahí está. Si es que a veces de verdad que no te entiendo. Querías ayudar a Alice, lo hiciste, y ahora te sientes culpable. Mujer, ¡es que no te entiendo! De verdad, ¡no puedo! Deberías visitar un psicólogo o algo así. ¿Crees que no he contemplado esa opción?
-No voy a dejarte sola. Lo afrontaremos juntas, lo que haya que pasar lo haremos entre las dos. No voy a pedirte nada más, no podría hacerlo. Me quedaré el tiempo que tú quieras y haré lo que consideres correcto, lo que desees. Ya bastante me he equivocado en este tema, en casi obligarte a venir, lo que menos puedo hacer ahora es respetar tus decisiones... -Llevaba mi mano a su rostro mientras besaba levemente sus labios y le dedicaba una sonrisa. Ella para mi sorpresa, rompía a reír sin esfuerzo, logrando que con sus risas una Alice más que dormida se empezara a estirar en un claro esfuerzo de intentar despertarse del letargo de las últimas horas.
-De haber sabido lo fácil que era hacer que me hicieras caso, ¡créeme que hubiese abusado de aquello hace tanto tiempo! Con lo cabezotas que eres, el que me digas que harás lo que yo quiera... ¡Imagínate! Es como si me hubiese ganado la lotería... --Sus risas revoloteaban por todo el avión, mientras Alice completamente despierta me miraba extrañada y risueña. Mairím por el contrario, seguía profundamente dormida sin tan siquiera inmutarse -Deja de atormentarte, ¿ves? Estoy bien, y estaré bien siempre que esté contigo porque te amo... Pero, no olvides lo que prometiste, ¡lo que yo quiera! -Sus labios en mis labios, el sonido de su risa en mis oídos. Quizás ya no me sentía tan mal después de todo. O quizás era esa cómica mueca que ponía Alejandra cada vez que intentaba ser tan irónica como yo que la hacía ver aún más hermosa.
-¡No es un permiso libre para que abuses! Solo por este viaje tendrás derecho a hacer todo lo que quieras... Ya al regresar a Paris, ¡créeme que ese permiso se habrá acabado! -Mi mueca de suficiencia la hacía reír aún más. Sus ojos, azules y serenos, me miraban con amor mientras una Alice más que deseosa de enterarse de los últimos chismes, se plantaba en frente de nosotras ansiosa de empezar a preguntar.
-Así que ¿tienes permiso de decidir sobre cualquier cosa en este viaje? ¿Lo que tú quieras? Pobrecita de ti Katie, estoy segura de que te vas a arrepentir de haberle dicho eso a la cabezotas de mi hermana... --Alice se empezaba a burlar de mi suerte y yo la seguía abiertamente. ¿Qué tan malo podía ser no poder cuestionar ninguna decisión de mi esposa en este viaje? No podía ser tan malo, ¿verdad? Mira la verdad yo no sabría qué decirte, lo único que sé es que quizás te lo merezcas por andarle buscando cinco patas al gato. Que ahora sí creo que hubiese sido mejor quedarse en casita, en Paris, tomando el té en lugar de cruzar el atlántico buscando algo que a nadie se le ha perdido. A ver si para la próxima, no sé, te quedas callada y no opinas sobre ningún asunto, sería lo mejor, ¿no crees? ¡Que eso de hacer de casamentera y de arregla problemas nunca ha sido para ti! ¡Gracias! De verdad no sabría qué hacer sin ti.
-Pues así parece Alice. Por primera vez desde que conozco a Katie ella no podrá decir "no" a nada de lo que yo quiera... --El rostro de Alejandra, calmado y divertido, bien habría valido la pena para soportar cualquier absurdo que se le ocurriera. Lo malo de los momentos divertidos, es que jamás llegan solos, siempre llegan con realidades de por medio, realidad que casi siempre es mejor olvidar.
Los altoparlantes del avión nos recordaban de golpe que en los jet es más fácil y rápido llegar a donde te propongas. Quizás por eso, no nos tomaba de sorpresa que estuviéramos tan cerca de Vancouver, ni de que debíamos acomodarnos para empezar a aterrizar. La alegría de Alejandra, como la de Alice o la mía se esfumaban conforme el avión aterrizaba poco a poco en aquel aeropuerto. El momento había llegado, a veces existe la posibilidad de decir adiós aunque ni siquiera tengas deseos de eso...
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Narra Lauren...
-¿Serías tan amable de apagar tu bendito celular? Prometí no decir nada, pero después de todos los gritos que te he sacado hoy, creo que merezco poder dormir la noche entera sin interrupciones, ¿¡no crees!? --La voz mohína de Angélica me despertaba de mi letargo. ¿Qué hora era? A mala hora mi celular empezaba a sonar despertándonos a ambas. A Angélica el celular y a mí su voz estruendosa.
-Está bien, está bien... ¡Ahora mismo lo apago! -Me levantaba a regañadientes de la cama, completamente desnuda y hecha un desastre hasta la mesa que sostenía el famoso aparatico. ¿Cómo es que siempre me quedaba sin batería y justo hoy el estúpido celular seguía sirviendo después de tantas horas? Las piernas me pesaban y automáticamente empezaba a morirme de hambre a pesar de que era la una de la madrugada.
Mecánicamente buscaba el botón de apagado cuando el replique del celular hizo que le tomara atención. No era nada digno de apreciar, cuatro llamadas perdidas de un número que no conocía y dos correos que acaban de llegar. Planeaba dejar lo que sea que fuera para mañana, pero la extensión del correo me hizo pensarlo dos veces. El sueño se esfumaba conforme iba abriendo los correos poco a poco. El nombre de Alice se reflejaba de fondo junto con un texto bastante limitado escrito en francés que me explicaba que aquellos documentos eran los resultados de los exámenes de aquella mujer que aunque me desesperara, también quería.
Una cantidad infinita de datos pasaban frente a mí mientras yo me acomodaba lo más que podía en el sofá que estaba detrás de mí. Por alguna razón que no comprendía, las manos me temblaban y me sentía preocupada. Por si fuera poco, la idea de que algo le pasara a Alice me molestaba más de lo que debería. ¿Y si era algo grave? ¿Y si tenía que estar con ella para cuidarla? Kathleen podría hacerlo, eso lo sabía, pero, ¿y si eso no era suficiente? Quizás solo estaba exagerando. Los resultados de los exámenes seguían sin estar fuera de lo normal, no había nada que me hiciera pensar que existía algún riesgo o alguna dolencia grave. La serología, el hemograma, el resumen de los rayos x, las resonancias, todo, todo estaba bien, ¿qué era entonces? ¿Qué podía estar yendo mal con Alice? ¿Había olvidado algún examen?
No tuve que buscar por mucho más. Un resultado en particular ocupaba mi absoluta atención mientras una enorme sonrisa se posaba en mi rostro. Por primera vez en muchísimo tiempo, me sentía absurdamente tonta y entusiasmada. El nerviosismo de las manos se había terminado, y lo único que podía sentir eran unos deseos enormes de ver a aquella duende y llenarla de besos y abrazos.
-¿Podrías apurarte? No sé si te has dado cuenta que ríes sola Lauren, ¿acaso ya te volviste loca? Bueno eso es algo que yo sabía desde hace mucho, pero que lo demuestres sin limitaciones ¡ya es demasiado! --¿Por qué no podía callarse? Definitivamente me gustaba más oírla gritar que hablar. Era insoportable e insufrible.
-Tranquila, solo debo reenviar una información y podrás seguir durmiendo en paz, ¡no vayan a salirte ojeras de tanto esfuerzo! -Mi voz, irónica y con malestar hubiese sido capaz de enfadar a cualquiera. A contrario de Angélica, que se estiraba nuevamente en la cama y después de enroscarse entre las sabanas, volvía a quedarse dormida sin esfuerzo. Segura estaba que mañana la primera pregunta del día iba a ser, ¿por qué reías? Quizás debía escaparme antes de que empezara con el interrogatorio.
Ella no lo sabía, pero tenía tanto que agradecer el que no la corriera a patadas de mi cuarto a una Anderson. Y todo gracias a la alegría infinita que llevaba encima. Nada iba a arruinar la felicidad que sentía en ese momento. Era la primera vez en meses que podía decir que la noche por fin se veía diferente, mucho más llevadera, más real.
Concentré mi atención en mi celular, y luego de apretar un par de teclas, empecé a escribir sobre el correo que tenía aquel examen en particular que tanta alegría me había causado, mientras de fondo los ligeros ronquidos de Angélica adornaban la noche de una manera bastante peculiar...
"Querida y odiada Alice...
Te escribo desde mi casa. En Ámsterdam son la una de la mañana, un poco más... Solo quería felicitarte, y decirte que desde ya, pido ser la madrina de ese hermoso bebé que llevas contigo... ¡Felicidades futura mamá!
P.D.: Te echo de menos duendecilla, salúdame a todos, en especial a la que lleva mi corazón.
Besos..."
Apagué mi celular y empecé a caminar con desdén hacia la cama. Nunca me hubiera imaginado que la alegría de una Anderson también iba a ser la mía. Ahora sabía qué era lo que se sentía que fuesen a hacerte tía; en ese momento entendí que sin importar qué pasara, y sin importar las lágrimas que fuera a derramar, alejarme de esa familia iba a ser imposible. Ahora tenía cuatro miembros de esa familia que merecían ser amados. A veces, solo a veces, lo único que te queda por hacer es confiar en que al final, las historias son las mismas, pero las lágrimas siguen valiendo la pena...
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-¿Están aquí? ¿¡Han llegado ya!? -Una ansiosa Andrea le preguntaba por enésima vez a una de las tantas empleadas de esa casa si al final habían llegando tanto Alejandra como Alice Anderson.
Por supuesto, Andrea no esperaba solamente a las hermanas. No. Ella esperaba a tres personas más. Al esposo de Alice, a la reciente esposa de Alejandra y a la pequeña hija de ambas. Su rostro, adornado perfectamente por una majestuosa sonrisa, vaticinaba lo peor que se pudiera imaginar. Al parecer, las cosas iban a salir tal y como estaban planeadas. Jacob no iba a morir en vano después de todo. ¿Cómo es que siempre las peores cosas siempre salen bien?
Andrea tenía mucha curiosidad por un miembro de la familia en especial, por Kathleen Anderson. Había escuchado tanto de ella, por tantos medios, que la carcomía la necesidad imperiosa de tenerla en frente. Se preguntaba una y otra vez ¿qué tan especial puede ser una persona para merecer tanto? Si la mitad de las historias eran reales, debía de ser alguien que definitivamente rompiera los esquemas.
-Acaban de llegar... --La pobre muchacha hablaba entre dientes. Todos en esa casa se sentían intimidados por aquella morena que había llegado hace algunos meses. Es como si supieran lo que ella llevaba por dentro. Como si entendieran la gravedad de su presencia en ese lugar.
-¡Hazlos pasar! No pierdas tiempo... Yo mismo iré a recibirlos... Es hora de que el destino cumpla su propósito, para eso estoy aquí, después de todo... --Andrea sonreía con suficiencia mientras avanzaba a una velocidad inusual bajando por esas escaleras.
Jacob seguía con vida, si es que a eso se le podía llamar vida, y su familia estaba tan solo a unos pasos. Si en realidad las venganzas siempre empezaban cuando menos lo esperabas, esta era una que llevaba demasiado tiempo tras bastidores queriendo ser descubierta y presentada como si fuese la mejor obra de teatro. Los caminos más largos son los que llevan buenas intenciones, los malos, avanzaban siempre a pasos agigantados y sin nada que se les pudiera interponer en frente...
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