Lazos Eternos

Las bodas, las bodas son esa parte de tu vida que te sirven para dos cosas: Una buena borrachera, de esas monumentales de las que jamás te repones totalmente (peor aún luego de ver tu cara en las fotos de tus amigos en las redes sociales) o "aquel felices por siempre" que todos añoramos con tanta intensidad, fervencia y necesidad absoluta, aunque muy pocas veces se lleve a cabo.

Las bodas, aquel día inolvidable que por más que te empeñas en que salga bien, siempre sale al revés; llevándose con ella un montón de recuerdos infinitos dentro de los cuales siempre se encontrarán una multitud de bochornos en los que invertirás el resto de tu vida tratando de olvidar o de simplemente convertirlos en momentos divertidos en cada reunión familiar, aunque muy pocas veces logres superar los sonrojamientos mientras la gente se burla de ti. ¿¡Qué es más irónico que te muestren las mismas fotos en las cuales estabas tan roja como un tomate siempre que pueden!?

Las bodas, ese momento mágico en el que nunca conoces a nadie pero siempre hay tanta gente. Al final, terminas decidiendo que invitaste a demasiadas personas y que no conocías ni la mitad de los nombres. Quizás es uno de los días en los que más ejercitas el rostro, ¿te has fijado cuantas veces debes de sonreír para cada invitado y el millón de flashes que te caen encima? ¡Una completa pesadilla! Peor aún, cuándo se acercan a ti con cara de conocerte "toda la vida" y debes voltear a ver a alguien que sí conoces para que te diga "disimuladamente" quién es en realidad.

Las bodas, aquella enorme inversión que inultamente esperamos retribuir con las famosas "cuotas" que nos llegan en las invitaciones o con tantos regalos inútiles que tenemos que recibir junto a una enorme sonrisa. En realidad ¿la gente de verdad piensa que se necesitan tantos utensilios de cocina? Al final, no sabes si te casas para tener una familia o para empezar a cocinar. ¡Ironías de la vida! Sin contar que en raras ocasiones alguien de la familia sabe cocinar... ¡Creo que cada día somos menos!

Las bodas, ese conjunto de horas eternas que jamás lograrás olvidar, porque a pesar de todo lo llevarás siempre en tu memoria. Quizás lo más importante de las bodas son las ya famosas lunas de miel, ¿cuántos novios no terminan ni de comer para salir corriendo a abordar aquel avión que los lleve por ese viaje de ensueño por el que secretamente se casaron en realidad aunque nunca vayan a admitirlo? A veces pienso que importa más la luna de miel que la boda misma, incluso en aquellas parejas cuya "primera vez" se recuerda muchos menos que el día de la independencia de su país gracias la lejanía.

Las bodas, ese momento incómodo y tonto que se lleva vergüenzas y felicidades de tu familia, pero por el que yo haría cualquier cosa para poder vivirlo; porque a pesar de ser un momento totalmente delicioso y horrible, en el que seguramente me harán hablar muy a pesar de mi renuencia preguntándome el ya típico: "¿por qué te casaste con esa niña fea que todos odiamos?", es algo que toda la vida he esperado vivir, algo que siempre he querido vivir. Quizás la única parte de buena de todo eso sea en realidad la luna de miel y los utensilios de cocina, después de todo, por lo menos yo sé cocinar. Así qué... ¡Vivan las bodas!!!

PD: ¿Soy yo la única acaso que quiere casarse de blanco con corsé muy a pesar de que recuerdo más la independencia de mi país que mi primera vez? Quizás y sí, ¡hay algo malo en mi cabeza! O es solo que aun espero que llegue mi princesa azul en la tonalidad que siempre he querido...

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Narra Alejandra...

Los tiempos cuando eres feliz, se miden siempre de manera diferente... ¿Acaso no lo han notado? Es totalmente distinto medir el tiempo mientras lloras que cuando sonríes, es como querer comparar el agua del mar con el agua de río. Los días mientras estas feliz y tienes aquello que siempre quisiste vivir se tornan infinitamente leves y casi imperceptibles, estás tan ensimismado en momentos eternos que pierdes inevitablemente la teoría del "tiempo en el espacio" y simplemente empiezas a reír con mayor añoranza deseando que jamás llegue un final porque después de todo, el final en realidad no existe.

Las tristezas por el contrario, se cuentan lentas y dolorosas, absurdas y tediosas, difíciles e infinitas, como cada grano cayendo por la relevancia de la gravedad dentro de un reloj de arena: son minimalistas, extrañas, abrumantes, antipáticas, punzantes, indefinidamente tristes y anticuadas... ¡Sí de algo sabía yo era de eso! Tantos años corriendo detrás de una añoranza me habían parecido cuentas infinitas, algo así como buscar una aguja en un pajar, algo así como querer contar las arenas de un enorme desierto grano por grano.

Incluso ahora me despertaba cada mañana procurando olvidar el ayer; ese parte de la vida que siempre nos ayuda a ser mejor en un mañana pero que jamás deja de doler dentro de ti... Los errores son cicatrices eternas que se quedan en tu piel recordándote cómo fue que las obtuviste, quizás por eso aún me atormentaba haber cometido error tras error dejándome llevar solo por mis impulsos. Quizás, lo que más me molestaba, es que al final te das cuenta que la vida siempre te hará cometer los mismos errores garrafales con la única esperanza de que finalmente termines de pie y lista para seguir luchando. No sé, a veces pareciera que la vida te confunde con algún tipo de héroe superdotado capaz de cambiar el mundo con un chasquido de dedos... A veces puede pasar y a veces te hundes buscando el porqué.

Nunca importa la edad que tengas, o el dinero en tus cuentas, cuando simplemente equivocarte es parte de algún error del pasado, volverás a caer de golpe solo para darte cuenta que somos piezas imperceptibles en un camino plagado de amenazas por el cual debemos aprender a volar y no a caminar... Caminar de la mano de alguien quizás ayude un poco, o quizás simplemente te demuestre que la persona correcta siempre te hará sentir que caminas sobre nubes bebiendo de estrellas.

Aunque aquel día había sido completamente distinto a lo esperado después de pasar el día entero con Mairím... Estar muerta de cansancio era mucho más que una opción, peor aún si recordaba que no había sabido de Katie durante demasiadas horas magistrales; como casi siempre que me encontraba lejos de ella, me sentía perdida y tontamente abrumada. Después de todo, todos tenemos un atisbo de realidad dentro de nuestra propia utopía, y para mi ella era aquel amor infinito que me regalaba atisbos de realidad sin dejar de soñar eternamente.

Es extraño cómo funciona el mundo. Siempre había sido tan yo, tan fuerte, tan decidida, tan valiente... Después de todo, afrontar mi propia infancia había sido digno de cualquier premio Guinness por si alguna vez se me antojaba ir a reclamarlo. Y sí, me había estrellado un par de veces en el camino, pero jamás había dejado de estar de pie, de seguir siendo yo... Con lo de mi madre, con lo de mi abuelo, con lo de la propia Nicole aunque doliera admitirlo. Siempre había estado de pie... Pero con Katie, el no tenerla me había demostrado mil y una maneras de morir en el intento, no había entendido hasta ese momento lo débil que se puede ser cuando lo único real de tu vida deja de ser tuyo. Quizás de no haber sido por Alice, no habría soportado tanto, ni con tanto ahínco, ni con tanta esperanza, ni con tanta voluntad.

Aunque ahora tenía dos realidades en mi vida, una de ellas no había sido parte de la misma durante muchas horas y la otra me seguía mirando impaciente desde el asiento del copiloto mientras llegábamos a un lugar que era bastante conocido para mí. Quizás mi asombro era solo comparado con el de Pierre, que venía sentado en la parte de atrás de aquel auto sin dejar de observarme por el retrovisor preguntándome cosas con los ojos, volteando a ver con la misma intensidad que yo a una niña que sabiamente nos había dominado las últimas horas.

Mairím por el contrario, tan típico de ella, tan típico de mí; seguía acomodada en esa silla entre una rara mezcla de seguridad e impaciencia. Para estas alturas me regalaba miradas asesinas, pues según para ella debíamos estar en ese lugar 5 pm en punto y ya habían pasado 5 minutos de más. Pierre y yo estábamos resignados, al igual que Annie y Taylor que nos seguían de cerca dentro de otro auto.

-¡Mamá date prisa! ¿¡Cómo puedes demorarte tanto!? ¡Llegamos tarde! –Mairím empezaba a desabrocharse el cinturón mientras yo terminaba de parquear. Era extraño verla moverse con tal agilidad, si tomabas en cuenta que llevaba un vestido bastante difícil de manejar junto a unas hermosas sandalias que ella mismo se había empeñado en acomodar. Era tan adulta y niña a la vez que me recordaba mi propia voluntad hace tantos años... ¿Cómo lograba ser tan Katie sin dejar de ser una Alejandra? Aún podía escuchar los hermosos gritos de Katie salir por su garganta mientras nos arreglábamos para una ocasión que sinceramente no entendía en absoluto.

Y no era la única que vestía de gala siendo aún las cinco de la tarde de un maravilloso día sábado que para estas alturas, empezaba a dejar de ser tan brilloso por la caída de aquel sol que ya bastante me había abrumado durante todo el día. Tanto Pierre, como Annie, Taylor y yo por supuesto, íbamos demasiado arreglados para la ocasión. Lo gracioso era que Mairím había hecho que todos nos alistáramos trayendo ropas con ella que jamás habíamos visto. Lo que realmente me hizo pensar un par de veces en Alice y Katie4 en plan confabulación. Después de todo, era la primera vez que Mairím se empeñaba en salir sin ninguna de las dos.

Pierre, envuelto en un maravilloso smoking negro con corbatín, lucía como un hermoso muñeco de torta listo para adornar algún cumpleaños; Annie y Taylor, no se quedaban atrás. Taylor, un poco más recatado que Pierre (no a todos les luce un smoking de la misma manera) venía enfundado en un smoking azul con una corbata del mismo color; Annie dentro de aquel llamativo traje de un delicioso color pastel lucía como toda una dama, una hermosa señora que habría dejado de lado a cualquiera, incluso a mí, que a duras penas podía respirar acomodada dentro de aquel poco usual vestido color pastel y esos zapatos de infarto que Mairím había insistido en que me pusiera.

Quizás la ocasión lo ameritaba después de todo. Las mariposas empezaron a revolotear con fuerza y firmeza dentro de mi estómago cuando caí en cuenta de lo llamativo de la decoración y del carro de Katie parqueado a solo unos pasos de donde acaba de dejar el mío. Quizás por eso, bajarme del auto fue un poco más difícil de lo que hubiese sido si solo hubiera llevado aquel vestido.

Las miradas de Pierre iban y venían, observando la decoración, observándome a mí y observando a una Mairím que corría a mi lado para empezar a empujarme con fuerza hacia la entrada de ese lugar. No pasó mucho tiempo entre que reaccionara y empezara a moverme con dificultad. Extrañamente empezaba a respirar aun con más pesadez que con la que lo hacía hace un momento, pesadez que solo se empeñaba en hacerse más abrumante conforme mis pies se movían con dificultad a través de ese prado.

Mairím, decidida y fuerte como siempre había sido, incluso en aquellas veces que se caía y se levantaba sin el menor atisbo de debilidad, camina con decisión avanzando hasta la altura de su tío y del resto de nuestra familia que nos miraba con curiosidad y asombro; la misma cara que para ese momento estaba segura que yo también llevaba conmigo. Lo raro era ver que mi hija no demostraba la menor duda, ella sabía a qué venía, yo por el contrario escuchaba un majestuoso retumbado en mis oídos que me gritaba una y otra vez la palabra "boda". ¿De cuándo a acá me sudaban las manos? En mi valentía y decisión me temblaban las piernas y me moría de susto... ¡Menudo espectáculo que estaba dando!

Por si fuera poco, para ahondar más el nerviosismo y los instintos asesinos por mi hermosa novia, que por enésima ocasión se había confabulado no solo con mi hermana sino también con mi hija, sentir las miradas inquisidora de mi familia y los típicos "felicidades" en el ambiente, no hacían más que acrecentar mí ya profundo estado psiquiátrico de querer salir corriendo de ese lugar... No entendía por qué razón me se sentía así, y no lo entendí hasta que mi mente me trajo de golpe las escenas de la última vez que había querido llevar a cabo una boda con Katie... No ayudaba en nada mi memoria llevándome con ella a momentos tan vividos.

-Alejandra, ¿te sientes bien? --Pierre, que para ese momento había pasado uno de sus brazos por mi espalda me miraba con suma inquietud mientras llegamos a la entrada de ese hermoso lugar. Solo hasta ese momento me daba cuenta que tenía una expresión para nada agradable conmigo, y que quizás sí era posible que las miradas que me dedicaban tanto Taylor como Annie y la propia Mairím fuesen las correctas –No te ves nada bien, ¿te sucede algo? Si quieres puedo entrar, buscar a Katie y a Alice... No creo que sea buena idea que tú...

-¡Estoy bien! –Dos suspiros, dos respiros, y dos pisadas firmes trataban de acompasar mi respiración... --¡Estoy bien! Pierre, estoy bien... Por un momento me distraje pensando en cosas que definitivamente no necesitan estar aquí... --No podía volver a salir todo mal, ¿verdad? ¿¡Verdad!? Entonces por qué me empeñaba en seguir mirando alrededor esperando que alguien viniera a destruir nuevamente todo lo que ya a esas alturas era mío, esperando que alguien trajera las peor de las noticias... Esperando que llegara algún mortal nuevamente a derrumbar mi vida a pedazos como hace años, como hace tantos años...

-Mamá, ¡tenemos que entrar! –Los hermosos ojos de Mairím me miraban con fuerza y decisión, con la valentía que quizás necesitaba en ese momento –Tía Alice y Mamá Katie te esperan adentro mamá... Tenemos que entrar... No estés preocupada ni nerviosa, yo estoy contigo... --Y su manita se empeñaba en apretarme aún con más fuerza dedicándome una enorme sonrisa que hubiese alegrado a cualquiera –Todo va a salir bien mamá, ¡yo organicé todo! Aunque mamá Katie se empeñe en decir lo contrario... ¡Vamos! –Y Mairím empezaba a caminar llevándome con ella... las miradas de todos sobre mí solo me recordaban que quizás mi hija tenía razón, quizás esta vez ser feliz era la mejor de las opciones... Me tragué mi miedo y empecé a mirar hacia adelante... Quizás el hecho de no haber escuchado ningún disparo hasta ese momento era una excelente señal, o quizás eran los pasos de mi hija que me recordaban que detrás de esa puerta estaba la felicidad, que aunque utópica, siempre había sido mi sueño más real...

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¡Qué difícil se antojaba caminar para ese momento! Ni siquiera las manos de Alice llevándome con ella me ayudaban en lo más mínimo... Ella seguía sonriendo, ansiosa y feliz, yo caminaba contando mis pasos a través de ese enorme lugar. Mis ojos iban a venían evaluando todo una y otra vez, quizás había olvidado algo, quizás no, pero no dejaba de sentir que algo podía salir mal por más que quisiera que no fuera así...

Aquel Juez, un reconocido abogado de la ciudad, esperaba impaciente al otro lado de aquella mesa que adornaba la estancia que nos recibía. Un enorme cuaderno se acomodaba sobre la mesa, solo para recordarme que después de todo tenía toda la libertad de estar nerviosa... ¿Era eso lo que se sentía casarse? Quizás exageraba, se suponía que ya había vivido esto hace algunos años, pero había sido de una manera tan diferente que simplemente me sentía una novata. O era eso, o el hecho de que casarme al fin con Alejandra era algo que siempre había querido y que me habían quitado tantas veces que no deseaba que volviera a repetirse.

Alice a mi lado seguía tan feliz como siempre, quizás feliz por ella misma, al fin se cumplía uno de sus sueños, o quizás por mí, después de todo y después de tanto, era algo que ambas ansiábamos vivir aunque en diferentes posiciones... No todos los días eres la dama de honor de tu mejor amiga, ni todos los días ves a una novia con dos enormes pies cuadrados; nunca me había dado cuenta de lo difícil que es caminar unos metros cuando las piernas te pesan tanto, nunca había agradecido tanto llegar a un lugar en toda mi vida, extrañamente aquel cuaderno y aquel juez se veían aún más abrumantes de cerca. ¡Qué manojo de nervios estás hecha! Eres un completo desastre... ¿Tienes idea de lo que Alejandra va a pensar de ti? ¡Pensará que eres una niña pequeña queriendo casarse con una adulta! De seguro ella no está dando un espectáculo tan deplorable como el tuyo...

Mi hermosa consciencia, tan dulce y sutil como siempre, me gritaba tan cerca del oído que dolía... Y no era para menos... Para ese momento ni siquiera la presencia de Alice servía de mucho, de no haber sido por mí ya acostumbrada ironía habría empezado a gritar aun a pesar de mis maravillosos esfuerzos... No ayudaban en absoluto el sonido de unos tacos caminando detrás de mí y una Alice sonriéndome con fuerza mientras besaba mi frente. Hasta darme la vuelta para recibir a Alejandra era una completa hazaña.

Mairím se había empeñado tanto en escoger el vestido de Alejandra, ella decía que sus mamás debían de verse hermosas en un día como este. Había visto el vestido con anterioridad, lo había ocultado durando días a espera de este momento, pero aun no lograba comprender como me seguía asombrando de la habilidad que tenía mi novia para lucir mucho más que deslumbrante y hacerme olvidar de todo, incluso de respirar.

Sus formas se tambaleaban a través de ese lugar llevándose mis suspiros a cada movimiento. Las sonrisas de todos me recibían pero no había nada que me deslumbrara más que ella, que irradiara más luz que ella. Su cabello, liso e increíblemente largo, revoloteaba a cada paso que daba y, que aun a pesar de que se empeñara en ocultarlo, se veían tan o más forzados que los míos hace un momento, quizás no era la única a la que se le había olvidado como caminar... ¡Olvida lo que te dije! Definitivamente son tal para cual... Sino las casa el juez las caso yo... ¡Ambas son un completo desastre! ¡Y la gente jura que no hay almas gemelas! ¡Me rindo!!! El sonido resignado de mi consciencia lograba sacarme una gran sonrisa seguida de un enorme suspiro justo cuándo Alejandra llegaba a mi lado.

Sus enormes ojos azules se llevaban destellos de amor de los míos mientras era casi imposible que dejara de mirarla... Atiné en algún momento a ver como todos se acomodaban alrededor de ese lugar, como Mairím nos miraba una última vez antes de irse feliz de la mano de su tía, tía que no dejaba de mirar a Pierre de un modo nada amigable, no sé por qué pensé automáticamente que Alice había confundido a Pierre con algún tipo de menú que debía ser servido, no pude evitar sonreír. Annie y Taylor también estaban ahí sin dejar de mirarnos con tanto amor como alegría y hasta Paúl, que para ese momento recién entraba por la puerta, su cara de sorpresa lo decía todo. Pude ver a Alejandra regalarle dos miradas y sonrisas fugaces solo para voltear a verme automáticamente a mí.

-¿Tú planeaste todo esto? ¡Estás tan hermosa! –Sus labios se movían temblorosos mientras sus manos se enlazaban suavemente con las mías. Su sonrisa, tímida y nerviosa, me hicieron sentir nuevamente parte de ese pasado, parte de aquella primera vez cuando estábamos lejos de aquí en un enorme hotel de Toronto, las sonrisas tontas no dejaban de ir y venir, y los nervios seguían a flor de piel aún más acrecentados –Estoy tan feliz... Y nerviosa, ¡qué nerviosa estoy! –Difícilmente lograba seguir hablando mientras yo ni siquiera lo intentaba a sabiendas de que ni siquiera iba a poder articular palabra.

La vi acercarse suavemente, mientras sus labios llegaban a los míos depositándome un dulce beso que me recordó porqué estábamos en ese lugar... Porqué razón seguía de pie aun a pesar de que moría de nervios... Porqué había valido todo la pena... Porqué la seguía amando aún a pesar de todo... Sus provocativos ojos color cielo, ojos que me hicieron sentir que ese no era el lugar dónde me gustaría tenerla para ese momento, no dejaban de mirarme mientras se separaban con una enorme sonrisa volteándose con suma renuencia hacia el juez que para ese momento estaba más que ansioso, por así decirlo. Yo me recordaba a mí misma respirar mientras me acomodaba con ella copiando sus pasos sin dejar de sonreír. Una sonrisa de picara me abrumaba mientras Alejandra confirmaba mis ideas mordiéndose el labio sin dejar de sonreír... ¿¡A qué hora era la bendita luna de miel!?

-¿Podemos empezar? –Alejandra y yo, cual niñas atrapadas en alguna travesura, nos enderezábamos automáticamente poniendo la mejor cara que se puede poner mientras imaginas ese tipo de cosas al oír al pobre juez que para ese momento, para ambas, había desaparecido por completo de ese lugar. Empecé a reír con una más que marcada cara de sonrojamientos mientras Alejandra respondía automáticamente a la pregunta hecha por ese pobre hombre que nos miraba con mucho más que desdén --¡Claro que podemos empezar!

Los nervios se habían disipado por completo. Ese era el lugar en el que debería estar. Quizás por eso mi mano se apretó con más fuerza a la de mi futura esposa que extrañamente no dejaba de reír y de llevar con ella sus ojos llenos de brillo casi iguales a los que debía llegar yo... Extrañamente a pesar de toda la alegría que llevaba conmigo, y de que mi familia estuviera en ese lugar, una parte de mi seguía esperando por algo que era casi imposible que pasara. Una sombra de tristeza pasaba por mis ojos de manera imperceptible mientras el juez acomodaba todo para empezar a hablar con suma rapidez.

Quizás no fui a la única a la que unos pasos marcados contra el piso la hicieron sobresaltar, o quizás sí. Quizás era que esperaba tanto por eso que estaba ansiosa por mucho que mi cuerpo y mente hubiesen excluido por fin los benditos nervios por la boda... Mi cuerpo automáticamente se volteó esperando a ver de frente a la única persona que faltaba para que mi felicidad fuese completa, a la única sonrisa que lograría hacerme ser más feliz aun de lo que ya lo era.

Un rostro lleno de hoyuelos me recibía de frente, con una majestuosa sonrisa que me quitaba el habla. Su cabello, recogido en una hermosa trenza que cruzaba hasta su pecho, seguía tan rubio como lo recordaba. Tan alta y espigada como siempre, Lauren me recibía con aquella hermosa sonrisa que tanto añoraba. Envuelta en un mucho más que elocuente vestido negro, era imposible no quedársela admirando por unos segundos antes de recobrar la compostura, ¿cómo era que seguía estando tan hermosa aun a pesar del tiempo? Parecía que nada hubiese pasado... Seguía teniendo los 20 eternos para mí.

Vi los ojos de mi familia cambiar aleatoriamente y con confusión de mí hacia ella sin un solo intento de ser cordiales o de aparentar nada en absoluto. Mi reacción había sido tan automática que solo para ese momento Alejandra podía entender qué era lo que estaba pasando. No podría asegurar si su rostro era de rabia o de sorpresa mientras volteaba para ver qué llamaba mi atención, lo único que alcancé a ver, justo antes de que sonriera cordialmente, fue una ráfaga de ironía en sus ojos.

Vi a Alice moverse automáticamente saltando desde la silla en la que estaba corriendo hacia donde estaba Lauren dedicándole una enorme sonrisa. La vi saludarla y avanzar con ella de la mano hacia mí justo antes de que Mairím alcanzara a verla y se le fuera encima sin ningún atisbo de dudas o miedos.

-¡Mamá viniste! ¡Mamáááááááááá! –Su pequeña figura era agarrada por los aires en el mismo instante en que ella se lanzara ferozmente sobre aquella mujer que, aun a pesar de todo y de lo feliz que era, siempre iba a ser parte de su familia. Yo no podía dejar de verlas a ambas, de estar feliz, de sentirme completa mientras Mairím no dejaba de abrazar a una Lauren más que dispuesta a darle todo el amor que ella quisiera.

Mis pies empezaban a caminar solos hacia donde Lauren estaba, ya no tan lejos como antes quizás un par de metros, solo para recordarme que Alejandra estaba a mi lado y que quizás no debía de hacerlo. Alice, que para ese momento caminaba hacia nosotras luego de que Mairím le quitara la atención de Lauren, llegó a nuestra altura y mientras le dedicaba una sonrisa a su hermana me tomaba a mí de la mano llevándome con ella hacia ese lugar donde sabía que debía estar, que quería estar... Tener tan cerca a Lauren solo me recordaba que una parte de mí siempre iba a amarla, y que el tenerla cerca era una imposibilidad por la que habría dado la vida con tal de que pasara.

Mis ojos no se apartaban de ella, mientras Mairím preguntaba ansiosa todo lo que podía, sin dejar de abrazar a Lauren casi de manera asfixiante, en una extraña mezcla de español con francés. En algún momento, Lauren me dedicó una hermosa mirada mientras depositaba a Mairím en el piso sin dejar de hablar con ella.

-¡He traído algo para ti Mairím! –Llevaba con ella una bolsa en una de sus manos. Una bolsa lo suficientemente grande para albergar algún tipo de regalo para Mairím. La vi meter la mano dentro de ella, mientras se arrodillaba sin dejar de ver a la niña en frente de ella que para ese momento demandaba toda su atención. En algún momento vi a Paul pasar justo a mi lado regalándome dos besos antes de dirigirse hacia donde estaba Alejandra... --No te preocupes por ella Katie, ella lo entiende... --Alice me susurraba al oído algo que realmente esperaba que fuese verdad.

Lauren sacaba una caja pequeña y delicada de aquella bolsa. En un ágil movimiento, tomo de ella una pequeña cadena que puso con sumo cuidado en el cuello de Mairím antes de regalarle un beso y decirle algo al oído y que ella empezara a correr hacia mí... Sin dejar de mirarme, llegó a mi lado tomando la mano de su tía llevándola con ella, para al final regalarme una sonrisa... Me quedé de piedra mirando con cuidado como Lauren avanzaba con una enorme sonrisa que aun a pesar de los años, no lograba dejar de sorprenderme.

-¿Vas a quedarte ahí o por lo menos me darás un abrazo Kathleen? –La voz de Lauren mientras me hablaba acrecentaba mí ya acelerado corazón, que para esas alturas quería salir corriendo de mi pecho para ir junto a ella. Sin pensarlo, sin medirlo, sin tan siquiera detenerme a sopesar las consecuencias, me abalancé sobre ella fundiéndome en un abrazo que hubiese deseado que no terminara jamás...

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Narra Lauren...

-¿Hasta qué hora vamos a quedarnos en este lugar Lauren? –La voz de Angélica me recordaba que no estaba sola en esto. Después de todo, seguía sentada a mi lado sin dejar de mirarme con ojos asesinos, mismos ojos asesinos que habían durado las últimas 24 horas... No hacía falta contestar, no importaba... Ella se resignaría como siempre al ver el malestar en mi cara, de la misma manera en que se había resignado a no ser presentada con nadie y entrar después de que todo hubiese empezado.

Después de haber pasado por el abrazo de Kathleen, abrazo que me había recordado de porrazo que la amaba aun con más intensidad que hace tanto tiempo, y de haber recibido los más que honestos saludos de toda la familia Anderson, en especial los de Alice ¿cómo hacía esa mujer para ser tan diferente al resto del mundo? Entendía perfectamente porqué Kathleen la amaba con tal locura, era increíble en muchos aspectos.

Incluso Alejandra había sido lo suficientemente sincera cuando había hablado conmigo. Su mirada, aun con restos de algo de desconsuelo, me miraba con firmeza mientras me agradecía que estuviese ahí para Kathleen... Todos sabían lo importante que era yo para Kathleen, todos menos angélica al parecer, que seguía lanzando puyas a diestra y siniestra queriéndome amargar el día.

Pero, ¿cómo lograrlo? El ver a Kathleen nuevamente, el tenerla tan cerca, me había de mostrado que ella es esa parte de mi vida que jamás tendría un punto final. No importaban cuantas angélicas llegaran, ella era mi punto y mi final, mi principio y mi fin, mi estado de coma y la droga que me mantenía viva... Era la mejor parte escrita de mí que me empeñaba en mantener inconclusa por si en algún momento volvía a ser mi realidad. Y no ayudaba en absoluto que hubiese elegido ese día para lucir aún más hermosa que de costumbre... Su cabello recogido, sus labios perfectos, sus ojos de aquel hermoso castaño que me derretía, su figura acrecentada por ese corsé que me dejaba sin habla; ni siquiera la propia angélica que deslumbraba a todo el mundo podía con eso... Y sabía que deslumbraba, Taylor no dejaba de mirarnos a ambas cada cinco segundos, aparentando verme a mí mientras veía a Angélica.

No supe en que momento terminó todo, ni cuando decidieron darse el "felices para siempre" pues mi corazón seguía latiendo con fuerza a cada movimiento de Kathleen... No logré oír más que el sonido acompasado de mi propia respiración mientras luchaba por seguir sintiendo que todo eso era real y no algún producto de mi imaginación... En especial cuando llego el momento del beso y no pude dejar de sentirme enferma y destruida por unos segundos. Mi cuerpo, sostenido en su totalidad por aquella silla debajo de mí, se sentía débil y despedazado al mirar a Kathleen tan feliz; no me arrepentía de estar ahí, no me arrepentía de haberla vuelto a ver... Pero cómo dolía que sus risas no fueran mías... Que su cuerpo no fuese mío... Que su futuro no fuera a ser escrito con mis manos...

-Lauren, ya he soportado suficiente... ¿no crees que deberíamos irnos? Estoy cansada de todo este espectáculo... Demasiado para mí, tantos flashes y tanta hipocresía... Es que no sé cómo puedes soportarlo, la verdad es increíble tu capacidad de masoquismo por esa mujer, es mejor que... --Y esta vez no tenía ningún deseo de seguirla oyendo.

Kathleen empezaba a caminar hacia donde yo estaba, dedicándole un millón de miradas inquisidoras a la mujer sentada a mi lado, mismas miradas que trataban de ocultar tanto Alejandra como Alice. ¿Qué era Angélica para mí? ¿Qué iba a decirle? No estaba para eso ahora. Lo único que quería era terminar con esto de una buena vez y quizás hacer algo más por mí misma y por aquella mujer que amaba profundamente.

-Angélica, ¡haz lo que quieras! Vete, quédate... No importa... Eres libre de hacer lo que te dé la reverenda gana, ¡solo deja de atormentarme por favor! --El rostro de Angélica era un poema, entre la rabia y la incredulidad, mientras me paraba de su lado y caminaba hacia Kathleen.

Tuve que hacer un esfuerzo inverosímil por seguir estando tan fuerte como hace un momento... La mujer en frente de mí ya no era Kathleen, ahora era una Anderson, alguien que nunca más iba a volver a ser mía en su totalidad. La idea me hacía pedazos a cada paso que me acercaba más a ella y a una Alejandra que desbordaba alegría por los poros... Era inútil odiarla, sí que lo era.

Las vi pasar por los brazos de todos los ahí presentes mientras yo seguía caminando a un paso lo suficientemente lento para matarme sin tener que infligirme ningún daño físico. Vi de reojo como Angélica se paraba de ese lugar y salía despavorida de ahí, ella se lo había buscado pensé, quiso venir, es su responsabilidad... Pero a pesar de eso, me seguía sintiendo una estúpida basura, quizás nunca debí de haber permitido que viniera.

-¡Felicidades Kathleen! --¿Han intentado matarse dejando de respirar? Pues las palabras me asfixiaban de la misma manera, mi rostro fingido igual. Era como hablar con un fierro ardiente en mi boca: doloroso, angustiante, punzante y cruel... Y no era que no me alegrara la felicidad de Kathleen, que para ese momento me veía con pesar y dolor, no, no era eso. Era el hecho de saber que por más que pasara mil vidas la suya siempre iba a ser la vida que iba a querer vivir. ¡Ironía estúpida! –Tengo un regalo para Ustedes, que espero que les guste... Y no acepto un no por respuesta –La cara de incredulidad de Alejandra discordaba de la de Kathleen; ella me miraba con curiosidad y asombro... Quizás pensaba que estaba loca, aunque eso era algo que yo ya sabía.

-Es un crucero completo por Europa Antigua, un mes entero lejos de todo, de todos... ¡Solo para Ustedes! –Sí, era masoquista y absurdamente suicida. Ahí estaba yo, regalándole el viaje de mis sueños a la mujer que amaba para que lo disfrutara con aquella que ahora era la mujer de los suyos. Ya tendría tiempo de morirme luego, este era el momento de Kathleen, de ella, de su felicidad –Pero deben de salir ahora... El crucero empieza en unas cuantas horas... --Estiré la mano con la bolsa que había traído desde que llegué. Alejandra las recibió con naturalidad, mientras yo intentaba sonreírle a una Kathleen que me miraba completamente absorta.

-Lauren, no te hubieses molestado... No era necesario... --Alejandra me miraba entre una extraña mezcla de dolor y ternura... Ella sabía lo mucho que me dolía, pero no por eso iba a dejar de hacer lo que tenía que hacer. La felicidad del ser que amas siempre estará por encima del mundo entero incluso aunque eso signifique morirte a cuenta gotas.

-Sí que lo era... ¡Ahora váyanse! No pierdan el tiempo... Solo quiero pedirles algo, en ese mes que no estarán aquí, quiero que me permitan ver a Mairím, estar con ella... La he echado mucho de menos, después de todo, también es mi hija... --Las lágrimas se esforzaban en llegar a mis ojos mientras yo hacia todo lo posible por tragármelas. Kathleen me miraba sin decir nada, solo hablaba Alejandra, quizás el hecho de lastimarme era algo que la limitaba y mucho –Me quedaré en un hotel cerca de casa de ustedes, por supuesto Alejandra si no te molesta... Porque de ser ese el caso yo...

-¡Por supuesto que no la molesta! ¿Verdad hermanita? Es más Lauren, quédate en mi casa en este mes... Estoy segura que eso hará muy feliz a Mairím –Alice hablaba a espaldas de Alejandra mientras una Alejandra resignada y una Kathleen asombrada no dejaban de mirarme sin saber qué decir...

-Alice, eso no es necesario... No quiero causar molestias... No hace falta... Puedo quedarme en un hotel... Yo...

-Estoy de acuerdo con Alice, Lauren... Quédate en casa y cuida de Mairím este mes... --Alejandra hablaba con una sonrisa sincera en su rostro, no pude evitar sentirme algo enferma... ¿Cómo podía actuar así? ¿¡Cómo!? ¿¡Era algún tipo de virus de estupidez qué magicamente había llegado a ese lugar!?

-¿Estás segura Alejandra? No quiero causarte problemas... Ni que pienses que yo...

-¡No he pensado nada Lauren! Me has dado un enorme regalo, a mí y a Kathleen, es justo que disfrutes del tuyo... --Alejandra hablaba sin dejar de mirarme, mientras Kathleen no decía una sola palabra –Alice por favor despídeme de los demás... No podemos desperdiciar un regalo así... Cuida de mi hija Lauren... Y gracias por todo... En especial por estar aquí... Por ser el mejor regalo de Kathleen... --Alejandra me dedicaba una última mirada antes de empezar a caminar después de darle un beso a Kathleen —Te espero afuera amor... --La vi despedirse de Alice mientras seguía a paso firme fuera de ese lugar.

Kathleen, que había estado sin decir una sola palabra durante toda la conversación, me veía mucho más que asombrada completamente anonadada por lo que acababa de pasar. Alice por el contrario, reía maliciosamente detrás de su mejor amiga... Solo hasta ese momento entendía que había metido la pata hasta el fondo y que simplemente no iba a tener más opciones que ahorcarme en mi propia soga... Caminé hacia Kathleen con una enorme sonrisa mientras el estómago me daba un vuelco enorme y empezaba a dolerme con intensidad.

-Es hora de que te vayas... Diviértete mi niña, sé feliz... ¡Lo mereces! --La abracé con fuerza mientras la vi soltar un par de lágrimas y yo atinaba a tragarme las mías –Te veré en un mes, cuídate mucho... –Me separé de ella mientras le daba un último beso en la mejilla y le dedicaba una sonrisa. No podía seguir soportando más la farsa en la que yo misma me había metido. ¡Menuda estupidez la mía!

-Gracias por todo Lauren... gracias por estar aquí... --Se despidió de mí con un último beso justo antes de empezar a caminar hacia una Alejandra que la esperaba en la puerta mientras yo me quedaba totalmente devastada, abrumada, destruida.

-Debes de estar feliz después de todo... ¡Vas a tener a tu hija un mes entero! Ya tendrás tiempo de agradecerme --Una Alice más que complacida hablaba a mis espaldas... No pude evitar reír con ironía, esta mujer rompía todos los esquemas, no sabía quien estaba más loca, si ella por lo que había dicho o yo por aceptar...

-No sé qué te propongas Alice Anderson, pero... --Me volteé a verla antes de seguir hablando –Siempre te agradeceré que hayas hecho lo que hiciste... Vamos, es tiempo de ir a decirles a todos que la fiesta como siempre continúa sin las novias –Las verdades a veces son difíciles de digerir, y otras simplemente son imposibles. Pero en este caso, esta historia empezaba justo donde todo debía de terminar mientras una Alice más que feliz pasaba suavemente su mano por mi espalda en un acto que a pesar de todo, me alegraba profundamente...

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