Dolor, mentiras y algo más...
Los corazones que merecen ser más amados, enamorados e incluso seducidos son aquellos que, en algún momento de su vida, recibieron tanto dolor y heridas que justo ahora creer que puedan llegar a amarte es sencillamente imposible.
¿No se han encontrado con esa clase de amor alguna vez? Ese tipo de amor que te hace preguntarte una y otra vez: ¿será posible que alguna vez llegue a amarme? ¿Soy tan mala persona que no valgo la pena como para que ella sienta lo mismo que siento yo? ¿Qué demonios estoy haciendo mal?
Es ese tipo de amor que te hace detenerte a pensar qué tanto daño pudieron haberle hecho para que tú, a pesar de tus esfuerzos y voluntad, sigas insistiendo en algo que parece que no va a llegar; un te amo de esa persona por ejemplo, un "te veo en mi futuro", un "también creo que eres el amor de mi vida" o aquel eternamente buscado "no sabría qué hacer sin ti".
¿Saben qué es lo peor? Que esa persona tan difícil de querer es precisamente la única persona que ha logrado robarte el corazón sin medidas ni limitaciones. Sus risas, su forma de ver la vida, sus rechazos e incluso su lejanía autoimpuesta funciona como un imán que, sin darte cuenta, hacen que te quedes ahí, quieta, con esperanza y creando algún nuevo plan que crees que va a funcionar para que al final del día ella sonría de amor por ti.
Quizás lo hermoso de ese tipo de personas, esas que ya no se creen los cuentos de amor contados en alguna borrachera si no que creen en historias de amor publicadas por las mejores editoriales, es que si al final consigues que te amen, la recompensa es tan grande que no cabes de amor y felicidad.
Si me preguntan a mí, creo firmemente que sin importar el tipo de amor que llegue a tu vida o la persona que te mueva el piso, debes de ir regalando amor y voluntad a cada paso que des, aunque al final esa persona no llegue a amarte habrás dado todo de ti y eso bastará para que tu corazón quede en paz.
Pero piensa, si al final esa persona te suelta un "te amo" justo en la cara, de frente y sin tapujos, no habrá mayor regalo en la tierra que disfrutar ese momento, y decirte a ti mismo: "Mi mismo, hoy, un día cualquiera te han hecho el ser más feliz del mundo. Hay hambre, hay miseria, enfermedades y dolor, sigue existiendo gente estúpida y personas sin corazón, pero hoy, una sola persona, la más hermosa de todas, logró que este día se pintara de colores imposibles para robarte suspiros y hacerte sentir que la vida es una mierda (sí, una completa mierda), pero que siempre valdrá la pena vivirla si es a su lado... ¡disfrútalo mí mismo!"
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Es increíble lo fácil y rápido que puede influir la voluntad para que las cosas salgan tal y como las quieres. Por ahí dicen que el valor y la tenacidad mezcladas con la decisión son los ingredientes exactos para que todo, absolutamente todo sea posible, incluso lograr que lo impensable se haga realidad y que todo vaya tal cual lo has planeado e incluso algunas veces mejor de lo que los has planeado.
Quizás entre mis planes no estaba la convicción de ganar un Grammy o de ser acreedora de algún premio Nobel (aunque quién sabe, llevo tanta historia encima que eso de escribir algún libro o canción no es algo que se escape de mis manos en su totalidad) pero sí que estaba la firme voluntad de retomar mi vida con bombos y platillos y sacar flipando a todo lo que me resultara molestoso y en especial si su nombre empezaba con la afanada letra A.
No habían pasado ni tres horas desde que Alice se incluyó en la idea de regresar a Paris, pero yo ya tenía absolutamente todo listo para volver e incluso, a regañadientes, estábamos camino al aeropuerto con una Alice marcada por la alegría, una Mairím deseosa de ver a su mamá Alejandra y mi familia pegando el grito al cielo por haber adelantado la fecha de regreso.
Mi madre, sentada a mi lado en esa pose que tanto conocía (entre la rabia y la resignación), mi hermana (en frente mío absolutamente histérica mirándome de reojo con toda la frialdad de la que era capaz) contrastaban grandemente con mi rostro o el de Alice. Yo estaba feliz, ansiosa pero feliz, me imaginaba llegando a casa ya para en primer lugar darle un beso con una cachetada a mi hermosa esposa y concluir mi arribo triunfal con Andrea saliendo de casa llevando sus hermosos tacos en sus impolutas manos.
El camino al aeropuerto se me había hecho tan corto, debo de admitir que quizás era la felicidad con la que hacia ese viaje de regreso. Deseaba tanto volver a mi vida, regresar a mi casa, y más que nada dejar atrás el instinto de asesinato que llevaba conmigo los últimos días. Que eso de extrañar y odiar a la misma persona no era algo que le deseara ni a mi peor enemigo; es horrible la sensación de que mueres tanto de ira como de amor por la misma sonrisa que te sigue deslumbrando.
Alice, haciendo gala de sus influencias de Anderson, había conseguido que un avión privado (que no era el nuestro por eso de la sorpresa) nos llevara en menos horas de las esperadas a Paris, que eso de ser Anderson la verdad daba muchas alegrías, aunque la verdad, aún seguía creyendo que mi apellido pudiera abrirme tantas puertas o ayudarme a no padecer en absoluto de problemas monetarios.
Mi hermosa familia seguía mirándome sin mucha emoción mientras arribábamos al aeropuerto y empezábamos el camino final hacia el hangar. Era hora de regresar a casa, al fin era hora de regresar a casa... Y me lo recordaba el entusiasmo de Mairím mientras abría la puerta del auto desesperada, se despedía de todos casi que corriendo y subía cual bólido al avión canturreando que por fin iba a ver a la gilipollas de su madre. Alejandra, su nombre no sólo que me aceleraba mi corazón sino que también me motivaba a empezar a arrojar cosas, un celular o una plancha por ejemplo.
-Que sirva de algo que te vayas antes de lo esperado, ve y arregla todo lo que tengas que arreglar con Alejandra -Nada más bajar del auto, mi madre me soltaba esa bomba de sopetón. Tantos días sin mencionar a mi Voldemort particular y viene ella a recordarme que debía solucionar de una vez por toda el desastre que había dejado antes de venir a Vancouver -No me mires así, sé perfectamente que tienes problemas con Alejandra, así que espero que la próxima vez que regreses a Vancouver, sea con ella... ¿Estamos? -Y me plantaba dos besos justo antes de asfixiarme en esos abrazos de madre que solo ellas saben dar -Alice, por favor ayúdame persuadiendo a esta cabezotas para que resuelva las cosas de una vez, estoy cansada de verla caminando como un zombie -Y mi madre me soltaba antes de empezar a caminar a los brazos de su niña favorita. De no haber amado tanto a Alice, me hubiese puesto tan celosa como hace tan solo unos días.
-No te preocupes Mariana, que de eso me encargo yo. Ya les hace falta a este par de desadaptadas que alguien les ponga un alto. ¡Es el colmo que tenga que venir una embarazada a resolverles la vida! -Y Alice empezaba con su hermoso teatro mientras me regalaba dos miradas de soslayo que aparentaban enojo y enfado. No podía evitar sonreír por su descaro ¡ella misma había insistido en que debía venir! -Tú déjalo en mis manos que te puedo prometer que mañana mismo este par de gilipollas estarán completamente bien -Y mi madre envolvía a Alice en otro abrazo interminable mientras ella seguía en su teatro de resentimiento conmigo. Empecé a caminar resignada (y muerta de risa) para seguir pasando por los brazos de todos.
Mi hermana, con su cara nada agradable, me regalaba abrazos lleno de tristeza, porque a pesar de todo me odiaba pero me amaba. Mi abuelo, encantado de la vida como siempre, se despedía de mí con dos enormes besos, que segura estaba, me iban a durar hasta las próximas vacaciones. Podía oír como Alice seguía mi ejemplo y se despedía del resto de mi familia. Al final, y después de unos cuantos reproches más y varias miradas de asesinato, sentí que el corazón se me hacía pequeñito de la tristeza, tanto, que le pedí a mi madre que por favor fuera el próximo mes a París para volver a verla. De más está decir que mi hermana puso el grito en el cielo cuando le dije que el simple de su novio también podía ir, algo tenía que verle al final ¿No? Digo que es posible que a mí y a mi consciencia nos pareciera demasiado normalito para ella, pero si ella lo quería, ¡ni modo! Ya te he dicho Kathleen que la verdad es que tu hermana necesita lentes, ese muchacho... Debería de conseguirse a alguien como Alejandra pero en versión masculina, ¿no crees que le iría mejor? ¡Tampoco le desees tantos problemas! Con una Alejandra es suficiente, mejor vete preparando para lo que nos espera.
Me sorprendí a mí misma caminando hacia el avión con la esperanza renovada. Si de algo habían servido estos días sin mi amada esposa, era para darme cuenta de que por mucho que fuera una idiota, simplemente no podía ni debía seguir sin ella. Así de simple y delicado era el razonamiento, la amaba demasiado, y por mucho que digan que con el paso de los años eso se pierde, mírenme a mí igual de celosa y enamorada que hace tanto tiempo. Quizás hasta más celosa sólo de imaginar a la imbécil de Andrea aún en mi casa.
-Entonces, ¿vas a hacer las paces con mi querida hermana? -Alice me miraba con ojos saltones mientras nos terminábamos de acomodar en el avión justo antes de despegar.
-Creo que no me queda de otra, lastimosamente, ¡no sé estar sin ella! -Y ponía mi mejor cara de puchero. Estoy segura que fue tan buena que Alice empezó a reír a mandíbula batiente casi que dejándome sorda, o quizás era solo eso del cambio de humor por lo de las hormonas, con Alice nunca se sabía, de lo único que estaba segura era de que solía estar cuerda, alguna vez, entre tanta locura.
-Por favor, intenta por todos los medios que no sea algo sencillo, no es justo que la tenga tan fácil -Su rostro de maldad lo decía todo. ¿Fácil? Eso era lo último en lo que había pensado. Le iba a tocar mínimo escalar el Himalaya y pasar el estrecho de Gibraltar a nado.
-Déjalo en mis manos duendecilla, no planeo que sea fácil. Aunque sí que quiero pedirte un favor... -Y Alice se empezaba a tomar las manos ante la espera de lo que había planeado. Era increíble ver lo mucho que le gustaban las sorpresas. Muy aparte de que necesitaba sacar a la idiota de Andrea de mi casa, estaba el punto de que también necesitaba a Alejandra de todas las formas posibles, así que, era momento de ponerle algo más de empeño a esa parte de la historia también... Sabes que siempre he preferido algo de Victoria's Secret. Espero que esta vez, no me decepciones... ¡Claro que no cariño! -Tengo que hacer un par de compras antes de ir a casa, ¿podrías por favor hacerte cargo de Mairím? -Y el rostro de pícara de Alice lo decía todo. Hubiese puesto la misma cara de no ser porque sentía las mejillas tan rojas como la bandera del país que acabábamos de dejar.
-Sólo procura que valga la pena, que mira que estoy embarazada y no puedes abusar de alguien en mi estado por nada. Ponle empeño, dedicación y por supuesto, ¡ENCAJE! --Y Alice se recostaba en el asiento sin dejar de mirarme con ojos llenos de morbo y muerta de risa. Al parecer, el camino iba a ser sencillo, el problema iba ser complacer no solo a mi cuñada sino también a la impresentable de mi consciencia. No olvides Kathleen, que entre mis colores favoritos está el mismo de Alejandra, negro... Sin contar con que el encaje es algo que le fascina a nuestra amada esposa, tanto como a mí el chocolate...
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Narra Alice...
No sé a quién se le había ocurrido la maravillosa idea de que sean las mujeres las que deban de quedar embarazadas. Las náuseas, los mareos, los malestares, las pataditas, el que se te caiga algo y tengas que pedirle a otra persona que te ayude, que te den ganas de comer de todo y que para colmo, le cojas asco a tu comida favorita... pero no, espera, que falta mi favorito, eso de cargar con un bebé, ¿acaso nadie sabía lo que pesaban? ¡Ni en mis años de crossfit había llevado tanto peso! (sí señores presentes, hice crossfit muchos años, que este cuerpo de infarto no me lo dieron los genes franceses) Y eso que la gente seguía insistiendo en eso de que los hombres eran el sexo fuerte, ¡claro! Sólo de recordar a Pierre cuánto corría con la mención de "agujas" se me caía por completo aquel slogan.
Bajaba del taxi, luego de dejar a Katie cerca del centro de Paris y llevar a Mairím completamente dormida a mi lado, con todo el empeño del que era capaz. Es que no era el hecho de estar cansada del viaje, ni mucho menos que no hubiese dormido casi nada en el avión, no, era el bendito peso del Little duendecillo que cada día era un poco más. De no haber sido porque faltaba tan poco, juro que hubiese pedido reembolso de este embarazo, y no sólo de eso, sino de estas libras, que muy a pesar de mi esfuerzo, se notaban ligeramente en mis brazos o en mi cara. Debo de admitir que no ayudaba en nada la ración extra de comida en las noches.
Nada más bajar del taxi, un Taylor asustado se acercaba a mí corriendo en su afán de ayudarme. Debo de admitir que ver a alguien tan apresurado en pantalones militares era una forma bastante sencilla de morirse de risa. Por medio segundo, olvidé lo enorme de mi vientre que a estas alturas no me dejaba ver ni mis pies y solté tremenda carcajada que estoy segura que Taylor se asustó aún más, es que fue de una forma tan estrepitosa que Taylor creyó, en lugar de que me burlaba de él, que algo iba mal y estaba a punto de sufrir algún colapso o algo así, bastante dramático desde cualquier punto de vista.
-¿Se puede saber qué demonios haces llegando sola en un taxi Alice? ¿Dónde está Katie? ¿Por qué no nos avisaste para pasar por ti? ¿Te has vuelto loca acaso?-Y me miraba de pies a cabeza, mientras llamaba a algunos de sus compinches trabajadores de la mansión Anderson para que vinieran a ayudar a la desvalida Alice Anderson, desvalida y embarazada Alice Anderson de Fontaine (no me gustaba pero ya qué). Que yo recordara, estaba embarazada no con una enfermedad terminal --¿Te sientes bien Alice? -No pude evitar la ironía saliendo de mis ojos mientras escuchaba a Taylor, y eso mezclado con la risa que no se acababa de ir, no ayudaba en lo más mínimo. Hubiese podido quedarme el resto de la mañana (eran poco más de las 8) haciéndome la víctima para seguir viendo la cara de tonto de Taylor, pero no debía. Katie iba a llegar en cualquier momento y necesitaba hablar antes con la idiota de mi hermanita, y de ser posible, sacar a Andrea antes de eso. ¡Sí, iba a sacar a Andrea de mi casa con mi panza y todo! Para que vean de lo que era capaz, ¡y Taylor pensaba que me pasaba algo!
-De eso se tratan las sorpresas Taylor, ¡de que nadie las espera! -Y empezaba a caminar hacia la casa -Por favor, lleva a Mairím a su cuarto y dile a los chicos que bajen las cosas. Tengo que hablar con mi hermana antes de que llegue Katie -Taylor y su cara de acontecimiento lo decían todo, seguro se estaba montando novelas de una Katie en peligro sin poder ser rescatada -Katie está bien, no te preocupes. Ahora debo de ir a hablar con mi hermana, está en su cuarto, ¿verdad? -Las personas normales habrían ido a descansar en brazos de su amado (amado que por cierto no estaba en casa porque justo hoy había ido temprano a trabajar. Ni en eso podía ayudar el Fontaine, una queriendo darle una sorpresa y él, mandando todo al traste... sí, así eran los hombres, un completo desastre. Aunque prefería eso a hacer de lesbiana y soportar a una mujer como Alejandra por ejemplo, aunque quizás con Katie...) pero yo no, yo debía de ir a resolverle la vida a las personas que amaba, en especial si esas personas eran medio idiotas, y gilipollas como mi hermana (y eso por ser dulce y decirle medio idiota y no completa). Lo raro era, que Taylor se había quedado mirándome sin decir nada mientras estaba a punto de llegar a la entrada. Por alguna razón que no entendía algo no iba bien y lo sabía, quizás era su cara de trauma nada normal, incluso mayor a la que puso al verme bajar del taxi -Taylor, ¿está Alejandra en su cuarto? -Silencio, silencio, silencio. El Little duendecillo y yo estábamos a punto de explotar --¿Qué pasa Taylor? ¿Dónde está Alejandra? -Y cuando dicen que eso de la espera desespera sí que llevan razón. Una patada en mi vientre me decía que también estaban a punto de empezar a gritar, de haber podido. Me imaginaba a un pequeño Pierre soltando una mega rabieta de esas que daba el padre ante la mención de "agujas".
-Alice... Tu hermana está en su cuarto pero, creo que es mejor que la dejes descansar... --Oh oh oh... esa voz y esa cara no auguraban nada bueno. Prácticamente podía sentir el "ni se te ocurra" entre líneas. Era algo así como que sentía la vibra del "NO" sin mucho esfuerzo. Algo no andaba bien, lo que significaba que debía saber qué era poco y más que inmediatamente. También me pareció raro que mi hermana, un viernes por la mañana, estuviera en su cuarto y no con Andrea en el despacho por ejemplo... ¡Qué raro que tampoco Andrea estuviera cerca! ¿Verdad? -Si deseas, ve a tu cuarto y yo voy por ella y le digo que quieres verla, ¿te parece? Además, acabas de llegar de viaje y en tu estado deberías estar descansando --Bueno lo dicho, algo raro había.
Quizás lo más extraño era que al entrar a casa, una más que sorprendida nana llegaba a llenarme de abrazos y mimos, y que luego, al ver a Taylor, automáticamente hubiese cambiado el rostro. Se veía incomoda y preocupada... Era verdad que podía haberme quedado a sacarle toda la información a ese par a golpes (me pregunté por un momento si mi adorado Fontaine también tenía algo que ver) pero decidí, por mi sanidad mental y para no hacer mucho esfuerzo repartiendo puños, que lo más recomendado era no escucharlos y caminar directamente a la habitación de mi amada hermana. Hermana, que no sé por qué pero sabía que de alguna forma la había vuelto a embarrar.
Ignoré por completo las palabras de Annie y de Taylor mientras me mandaban a dormir con una necesidad imperiosa, incluso ignoré el último esfuerzo de mi nana mientras me ofrecía un sanduche de esos que me gustaban (ignorar ese ofrecimiento ha sido uno de los mayores sacrificios de toda mi vida, ¡si no que se lo pregunten al Little Duendecillo! Prácticamente lo sentí protestando a viva voz dentro de mi vientre) arrastré los pies más por convicción que por otra cosa ignorando la palabra "comida" mientras empezaba a subir las escaleras y le robaba un beso a una Mairím profundamente dormida que pasaba a mi lado en los brazos de uno de los ayudantes de Taylor.
Podía ver de reojo las caras de consternación y de preocupación de Taylor y Annie mientras yo, la inocente Alice, llevaba una cara de suficiencia que no me la quitaba nadie. Caminé con decisión hasta llegar a la cima de la escalera, y mientras caminaba a la habitación de mi querida hermana no pude evitar sentir que al parecer, era mejor habernos quedado en Vancouver unos días más.
Aquel sentimiento de acentuó en cuanto abrí la puerta de aquella habitación. Hubiese esperado encontrar cualquier cosa menos lo que vi. Sorpresa, consternación, enfado, preocupación... Extrañamente era una mezcla irrisoria de sentimientos mientras dejaba de arrastrar los pies y daba pisabas fuertes en son de protesta. Lo dicho, no me había equivocado, mi hermana la había vuelto a regar. ¿Cómo le hacía para hacerlo con tanto don y clase? Gilipollas le quedaba corta.
Encontrar un lugar por donde pisar era casi imposible. Aquella habitación, constantemente impoluta, era un verdadero desastre en su totalidad. No era solo el hecho de que estuvieran casi todas las cosas, ropa (tanto causal como interior) y recuerdos desparramados por el piso, no. Era el hecho de que te encontrabas con botellas de licor y un fuerte olor a cigarro que te dejaba sin aliento. Era imposible evitar preguntarme de cuándo a acá Alejandra fumaba o bebía, ¡no pudo haber escogido un día mejor para irse de fiestecita! Y lo peor era que los personajes que se supone eran familia de ella y mía habían permitido que ella llegara a estos extremos, y encima querían evitar por todos los medios que yo la viera. ¿Enfado, molestia? Sólo había visto a una Alejandra completamente perdida en el alcohol, y había sido hace tanto tiempo y de una forma tan irrisoria, que no pude evitar sentirme completamente triste y enfadada a la vez. Si Katie veía esto, no iba a perdonarla, y lo sabía. Aunque, no era sólo el hecho del desastre, el olor a alcohol, las colillas de cigarro o la ropa repartida en sectores estratégicos para pisar una a cada paso que dabas, no. Era el hecho de que, podía percibir una aroma extraño por toda la habitación, aroma que estaba segura no era de Katie ni de Alejandra... ¿Acaso se había atrevido, y en nuestra propia casa?
No me sorprendió en absoluto encontrar a Alejandra con el torso completamente desnudo hecha un desparpajo en esa cama. Su cabello revuelto, su rostro con señales de haberse maquillado en exceso el día anterior, su espalda con rastros de rayas rojas que, de no haber sido porque yo no era mal pensada, habría jurado que eran arañazos. Por medio minuto pensé que iba a encontrar a alguien más en esa cama, pero increíblemente no era así. El rostro de Andrea iba y venía de mi mente con tanta fuerza que sentía dolores involuntarios.
Inconscientemente empecé a llamar a la idiota de mi hermana. No quedaba mucho tiempo, y si quería que al llegar Katie no viera nada de esto (ya iba a tener tiempo de matarla luego) debía de lograr que se despertara y me ayudara a recoger el desastre que era su habitación. Pero era imposible. De nada sirvió moverla, casi que gritarle, o incluso lanzarle un par de cosas, ella seguía impasible y completamente adormitada en esa cama. Fue como al décimo intento que logré que medio reaccionara, o eso creí. Sus ojos se abrieron con esfuerzo para volverse a cerrar. ¡No podía seguir perdiendo el tiempo! ¿Cuánto me quedaba? ¿Quince o veinte minutos?
-¡Maldita sea Alejandra ya levántate! Katie va a llegar en cualquier momento y tú sigues así... ¡Muévete! -Gritos eran pocos. Estaba a punto de golpearla nuevamente cuando escuché su voz, o lo que quedaba de ella.
-¿Alice? -Parecía que llevaba un gato atravesado en la garganta. Tenía la voz rasposa y gruesa, ¿qué demonios había hecho? -Alice, ¿eres tú? Me duele mucho la cabeza -Y la vi moverse con pesadez mientras inconscientemente intentaba enderezarse en el afán de verme.
-¡Claro que soy yo idiota! ¿A quién esperabas? ¿¡A la reina de Inglaterra!? ¡Necesito que te pares ahora! ¿Qué demonios es lo que hiciste? ¿En qué lio te metiste? -Y la ayudaba a sentarse en esa cama mientras evitaba por todos los medios no querer matarla una vez más.
-Se supone que estabas en Vancouver... ¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? --¡Sí que había sido bueno el reventón de anoche! Ni yo había llegado a ese punto en el que no recuerdas ni cómo demonios te llamas. Definitivamente, se había pasado. Y lo comprobé aún más cuando al mirarle el pecho se observaban dos hermosas manchas rojas que no habían sido hechas por picadas de mosquitos. ¿Acaso se podía ser tan gilipollas?
-Estás en lo que queda de tu cuarto, y Katie está a punto de llegar... Si no arreglamos este desastre ahora mismo, estoy segura que no vas a llegar viva a medio día... ¡métete a bañar ahora! Mientras yo intento disimular un poco esta inconsciencia tuya, idiota... --Y empezaba a moverme tratando de recoger lo que más podía mientras veía como mi hermana hacia un esfuerzo enorme por ponerse de pie y mirar por primera vez el desbarajuste que era su habitación.
-¿Katie está en Paris? ¿Pero qué pasó aquí? --¡Y me lo preguntaba a mí! De no haber sido porque estaba más preocupada en salvarla que en mandarla al diablo me habría escuchado -Alice, no recuerdo nada y me duele mucho la cabeza -Si había que darle el mérito de algo es que quizás tenía razón. La vi tambalear un par de veces antes de que abriera bien los ojos y viera el desastre que tenía en frente. Fue como un antes y un después, antes de caer en la realidad había vida, después de la realidad estaba condenada a muerte y posiblemente al divorcio.
-Mientras yo trato de arreglar este desastre, es preferible que te metas a bañar... Katie estará aquí en cualquier momento y si ella ve esto o a ti en el estado que estás... --Y no me dejó terminar la frase, su cara lo decía todo, absolutamente todo. Fue como haber visto la portada de un periódico sensacionalista en 3D.
-Eso no puede pasar Alice... --Y la vi caminar erróneamente con el rostro completamente desencajado hasta el baño mientras yo, dentro de lo que podía y no sé por cuanto tiempo, intentaba arreglar algo de lo que parecía imposible.
La Alejandra que salió del baño lucía absolutamente distinta. Estaba completamente despierta y alerta, era como haber visto un antes y un después en alguno de esos programas de cambio de look. Con decisión empezó a terminar de recoger lo que yo había comenzado, en especial esas cosas que era casi imposible que levantara del piso. No hablaba con ella, no podía. Estaba muy enfada y encima recordar que debía de mentirle a Katie no me alegraba en lo absoluto, pero ¿qué era peor? ¿Decirle la verdad y romperle el corazón o mentirle y vivir con eso? Sabía la respuesta, mentirle era lo peor, siempre iba a ser lo peor, y el acontecimiento de tantos años atrás golpeaba fuertemente en mi memoria.
-No creas que voy a mentir por ti... Debes de arreglar esto con Katie, ¿estamos? -Y la miraba con rabia mientras ella hacía lo mismo pero con tristeza. Sus pies se arrastraban por la habitación mientras no dejaba de moverse tratando de ordenar todo lo que podía.
-Alice, te juro que no recuerdo nada, absolutamente nada... --Sus ojos se veían vacíos y sin vida mientras terminaba de vestirse; del remedo que era hace tan solo unos minutos no quedaba absolutamente nada, ahora era la deslumbrante Alejandra Anderson. No me estaba mintiendo y lo sabía. Pero, ¿entonces? ¿Qué era todo esto? ¿Qué era el montaje que acababa de ver hace tan solo unos minutos?
-Alejandra, no sé qué habrá pasado pero estoy segura qué... --Y mi teléfono empezaba a replicar con insistencia. Rogué a todos los santos porque fuera Katie para decirme que se había retrasado. Lastimosamente, hoy al parecer no era mi día de suerte. Camila, una de las mejores abogadas del bufete, seguía insistiendo al otro lado de la línea. No pude evitar sentirme aún más extraña, ¿qué hacía Camila llamándome a mí cuando podía llamar a Pierre? ¿Qué hacía llamándome a mí cuando se supone que yo seguía en Vancouver? A menos que fuera algo que no quería que él supiera, a menos que...
-Hola Camila... Sí ya me encuentro en Paris, llegué hace un par de horas, los dos estamos bien... ¿Hablar conmigo? Claro dime, ¿en qué puedo ayudarte?... Está bien, voy a revisar justo ahora no me cuelgues... --Y dejé a Camila en la línea mientras abría mi correo. ¡Qué útil eran los teléfonos celulares! Correos, llamadas, y fotos, muchas fotos... Demasiadas fotos... No pude contarlas o terminarlas de verlas en su totalidad. Me sentí absolutamente enferma y enfadada, mientras suavemente salía de esa aplicación después de reenviar aquellas fotos al personaje en frente de mí y subía con lentitud aquel aparato tan útil hasta mis oídos. Alejandra en frente de mí, completamente inquieta y expectante, no dejaba de mirarme con curiosidad. No dejó de mirarme hasta que la notificación de un correo hizo que su celular, escondido en algún lugar de su habitación, empezara a sonar y ella tuviera que correr a buscarlo - ¿Sabes de donde vienen esas fotos?... Hiciste lo correcto al llamarme a mí y no a Pierre, muchas gracias... Haz todo lo posible porque esas fotos no salgan a la luz. Invierte el dinero que debas invertir, soborna a quien debas de sobornar, haz lo que tengas que hacer, pero que esas fotos no lleguen a la prensa por favor... Una vez más, gracias Camila... Mantenme informada por favor -Y colgaba sólo para darme cuenta que quizás mi cara estaba tan asqueada como la de la propia Alejandra, Alejandra que por cierto, se había desplomado sin fuerzas sobre la cama...
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Entraba completamente feliz y ansiosa a mi casa. Era extraño como siempre que yo llegaba a ella jamás había nadie, era como si se propusieran dejarme sola o algo por el estilo para que pensara que estaba a punto de ser raptada, o algo así. Incluso era aún más extraño pasar por el despacho de mi amada y odiada esposa y que no estuvieran ni ella ni la impresentable de Andrea ¡Y yo que quería sacarla corriendo de casa de una vez!
Esperaba encontrarme a Taylor, a Pierre, a Annie e incluso a la propia Alice, pero no. Subía las escaleras hacia mi habitación, con una más que llamativa bolsa de compras que hacía juego con la cartera que siempre solía llevar (nunca me habían gustado las carteras grandes, siempre prefería las de cruzar, de esas que parecían mochilas pero en miniatura) y una marcada sonrisa. Quizás era el hecho de que recordaba a cada minuto el maravilloso botín que llevaba conmigo. Aunque también podía ser que me sentía aún más entusiasmada por todo lo que representaba. Kathleen debo de aceptar que esta vez atinaste absoluta y completamente. ¡Qué bien combina el encaje con el color negro! Es como si estuviera hecho el uno para el otro... cuando Alejandra te vea, ¡querrá sacarte la ropa a mordidas! De eso se trata, ¡de eso se trata!
Como sabía que quizás la discusión con Alejandra iba a durar más de lo esperado ¡Dios te oiga Kathleen! Decidí pasar por el cuarto de Mairím antes de ir al mío y después de darle dos besos a mi hermosa y rubia hija, y de muy sabiamente prepararme para la anhelada reconciliación (iba a ser de muy mal gusto llegar a esa habitación con la lencería dentro de un paquete de compras) caminaba con bastante determinación hacia donde se suponía debía de estar Alejandra. Más que la necesidad de verla, tenía el apremio de resolver todo este asunto de una buena vez. Necesitaba a Alejandra, necesitaba a mi esposa y a la mujer también, necesitaba que todo este desastre se solucionara, necesitaba retomar mi vida, incluso esa en la que era una reconocida doctora.
El camino se me hizo extrañamente corto, muy a pesar de que existían varios metros de distancia entre una recamara y la otra, quizás por eso me sorprendió el escuchar ruido dentro de mi habitación, era como escuchar a dos personas discutiendo, aunque más parecía una reprimenda que una discusión. Reconocí casi de inmediato la voz de Alice y lo que parecía ser la voz de Alejandra.
Entré sin tocar la puerta sólo para encontrarme a una Alice furiosa y a una Alejandra claramente afligida mientras discutían acaloradamente. No debía de estar ahí, o al menos eso era lo que sentía. La habitación, raramente arreglada y extrañamente limpia, olía de forma llamativa entre una mezcla de perfume y humo, como cuando quieren echar ambiental en un lugar de fumadores. Alejandra, perfectamente arreglada y parada justo en frente de Alice, se sorprendió tanto al verme que podría haber jurado que casi se cae de la impresión o del susto dependiendo del punto de vista; lo mismo que la propia Alice, que se sorprendió tanto de verme que su celular cayó al suelo de la impresión.
-¿Puedo pasar o interrumpo algo? -No debía estar ahí, lo sabía. Todo en ese lugar me daba mala impresión, incluso el hecho de haber visto tan enfadada a Alice o la cara de preocupación de Alejandra -Se escuchan los gritos desde afuera, ¿estás bien Alice? -Y caminaba hacia ellas, sin dejar de verlas. Los ojos de Alejandra estaban tristes, los de Alice hervían de rabia. Las conocía tanto que podría haber jurado que de haber llegado un poco después posiblemente los gritos iban a ser peores.
-Todo está bien Katie, es sólo que estaba discutiendo con Alejandra por algo de la empresa... Esta cabezotas sigue sin entender que debe de dejar eso de lado y enfocarse en la familia -Y Alice miraba de reojo a Alejandra con una mueca de disgusto. Pero en esta ocasión, no había nada de broma en ella -No te preocupes cariño. Y ahora las dejo solas, tienen mucho que arreglar y hablar... Alejandra, tú y yo hablamos después -Y se despedía de mí con dos besos antes de empezar a caminar.
No fueron muchos pasos, quizás un par, cuando tanto Alejandra como yo escuchamos el sonido de queja que salía de los labios de Alice. Al parecer él bebe o estaba a punto de venir o simplemente había decidido estirarse.
-¿Estás bien Alice? -Y caminaba automáticamente hasta donde estaba Alice mientras ponía una mano en su vientre y la ayudaba a enderezar -Creo que es mejor que descanses, ya ha sido demasiado por hoy -Y le daba dos besos antes de ayudarla a caminar hacia la puerta. Sentí los brazos de Alice sujetarse a mis hombros sin dejar de moverse o sonreír. Me distraje oyendo la respiración de Alice mientras mi teléfono seguía replicando con insistencia, como llevaba toda la mañana haciéndolo.
-Cariño, yo ayudo a Alice. Porque no te quedas aquí, sueltas el bolso, apagas el celular y esperas a que regrese... Tenemos mucho por hablar... --Y Alejandra llegaba a mi lado y después de besarme como no lo había hecho en semanas, tomaba mi bolso mientras cambiaba de posición conmigo para sostener a Alice. Quizás en otras circunstancias le habría hecho caso, pero después del viaje estaba casi segura que quién debía de estarme escribiendo debía de ser mi hermana o mi madre ansiosa por saber qué había pasado.
Mientras Alejandra sostenía a Alice yo ágilmente sacaba mi teléfono de la bolsa sin que ella se diera cuenta. En un par de movimientos empezaba a responderle a mi madre, que como suponía, llevaba toda la mañana escribiendo. Alejandra seguía caminando con Alice, que para ese momento se encontraba completamente bien y distraída, quizás por eso no notaron mi cara de desagrado o de asco cuando un sin número de fotos empezaron a llegar a mi correo.
Describirlo habría sido imposible. Sentí asco, nauseas, malestar. Me sentí enferma como si de momento hubiera contraído la peor de las plagas, la más mortífera, la más asquerosa de todas. Fotos de Alejandra llegaban sin parar a mi celular, fotos de una Alejandra que jamás esperé ver. Era ella, completamente desnuda disfrutando a lo grande en mi cama con alguien que yo conocía muy bien, Andrea. Se veía feliz, divertida, exaltada... Se veía como no la había visto en meses. En su rostro, desencajado de tanto reír, resaltaban sus labios que besaban a una Andrea mucho más que dispuesta de disfrutarlos. Sus manos recorrían sin cesar el cuerpo desnudo de aquella mujer. Se veía que disfrutaban, se veía que Alejandra era feliz, se veía que mientras yo no había estado ella había vivido todo lo que yo había regresado a buscar.
-¿Tú sabias de esto Alice? -Y las lágrimas llegaban con fuerza a mis ojos, pero no debía, no podía, no iba a llorar por alguien que me había traicionado, que había jugado conmigo... Después de todo, siempre había tenido razón. Vi a Alice y a Alejandra compartir una mirada complice mientras ambas entendían qué era lo que había pasado -Te hice una pregunta Alice, ¿tú sabías esto? -Y empezaba a gritar desesperada, ¿también me había traicionado mi mejor amiga?
-Katie, mi amor, déjame explicarte, no es lo que crees, te lo juro... --Y veía a Alejandra caminar hacia mí, mientras Alice me veía con ojos tristes desde el umbral de la puerta -Katie mi amor -Y se acercaba mientras yo inconscientemente empezaba a caminar lejos de ella.
-¡No te acerques! ¡No me toques! ¿¡Cómo pudiste hacerme esto!? ¿¡Cómo!? -Y mis ojos se llenaban de lágrimas que no salían. Me sentí morir por medio segundo, el tiempo suficiente para entender que debía salir de ahí y alejarme lo más que podía de ellas, me habían traicionado, tanto Alice como Alejandra me habían traicionado.
Caminé esquivando a una Alejandra que estaba segura que no iba a renunciar a que me fuera sin escuchar su versión. Pasé cerca de una Alice que era incapaz de levantar la cabeza para contestarme si ella había tenido algo que ver.
-Katie por favor, no te vayas así, tienes que hablar con Alejandra. Ella tiene razón, tienes que escucharla, debes hacerlo. Confía en mí, Katie... --Y la rabia no me dejaba seguir escuchando. Rabia que había hecho que me quedara cerca del umbral de la puerta por puro masoquismo queriendo creer que en realidad Alice tenía razón, pero no, no la tenía.
-¿¡Cómo pudiste prestarte a esto!? ¿¡Cómo!? Lo habría esperado de todos, menos de ti Alice, no de ti... --Y me di la vuelta dispuesta a salir corriendo de ese lugar, lejos de Alice, de Alejandra, de todos. Lastimosamente no avancé lo suficiente como para no oír el grito desgarrador de Alice que retumbó por toda la casa. Me voltee a tiempo de verla caer de bruces y sin conocimiento contra el piso. Sentí como automáticamente mis piernas empezaban a correr hacia donde ella estaba mientras no dejaba de gritar el nombre mi mejor amiga, una mejor amiga que a pesar de tanto escándalo, no se despertaba...
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