Deseos Inconclusos
Dicen que los escritores tenemos la útil habilidad de enamorar sin tener que tocar a alguien, de cantar sin tener que dedicar canciones, de hablar con solo unas letras que salgan de nuestros más recónditos escenarios literarios, esos que solo existen en nuestra imaginación.
Que tenemos la deseable habilidad de conseguir un corazón enamorado sin un mínimo esfuerzo, porque logramos que esas almas nos sigan a través de nuestra manera de ver la vida solamente leyendo nuestros párrafos, nuestras historias, nuestros poemas, nuestra visión de una vida que solo comprendemos nosotros, que solo nosotros logramos ver.
Que es fácil para nosotros enamorar, ya que sabemos explayarnos en palabras eternas que derrotan murallas en los corazones más difíciles de convencer; con las historias más inverosímiles, en las dificultades más surrealistas que jamás en la vida nadie esperó poder derrotar.
Que tenemos la deliciosa habilidad de conquistar no solo futuros, si no almas; de conquistar no solo parte de tu corazón, sino parte de una vida que añoramos compartir junto a esa persona a la que queremos tener por sobre todas las cosas, sin que haya poder humano que logre vencer nuestra caprichosa imagen de un amor que queremos únicamente compartir junto a ese ser amado, que aun a pesar de la distancia logramos hacer nuestro sin lugar a dudas, o a equivocaciones.
Que a pesar de todo, logramos conquistar: ideas y sueños, acciones y deseos, pasiones y venganzas. Que logramos que miren más allá de nuestra apariencia, demostrando un alma deseosa de ser amada; alma para la cual es tan fácil seducir otra añoranza de amor aun a través de un simple libro, de una simple escritura, de una simple utopía que se ve a lo lejos y que solo nosotros logramos plasmar en letras infinitas y eternas sin sentido para nadie más que para nuestro propio corazón.
¿Quién cree aquello? Enamorar no es parte de algo que este escrito, enamorar no algo infalible que nace solo de un deseo absurdo esperanzador de querer ser parte de la vida de ese ser que te mueve no solo lo que tienes por dentro, si no aquello que ni siquiera tu conocías que existía, enamorar no es parte de un guion escrito que pueda ser detallado en palabras fuera de este mundo que nadie más podría lograr comprender.
¿Qué es enamorar entonces? No considero que el ser escritor te ayude a ganar un corazón, soy fiel creyente que la única manera de ganar un corazón y de ser dueño de una vida es mostrando lo más hermoso que llevas contigo: tú alma, tu ser, tu aliento de vida que solo tu propio ser interior conoce.
Quizás es solo el hecho de que soy una escritora que añora crear esperanza dentro de corazones que han perdido la fe, esa fe de encontrar aquellas historias de amor que solo viven dentro de nuestra inesperada imaginación. Quizás es el hecho de que aún llevo conmigo la esperanza de qué a través de mis letras logre crear corazones enamorados y dispuestos a seguir luchando por ese amor que creemos que nunca va a llegar. No se trata de enamorar corazones, se trata de mantenerlos enamorados; aun sin la habilidad de crear mundos paralelos que solo existen dentro de memorias que no son de esta vida, si no que vienen de ilusiones eternas que albergamos infinitamente en mentes que aun a pesar de calibrar distinto, siguen la misma ilusión enamorada.
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Quizás los días pasan de manera diferente porque te empeñas en que sea así, quizás los días se cuentan de manera distinta porque la felicidad ya no es parte de aquello impalpable y vulgar, sino de aquella parte que vive eternamente dentro de ti, o quizás es que al mirar más allá de lo que vives al día a día sigues queriendo encontrar esa eterna primavera que solo se obtiene una vez en la vida, esa que llega para que nunca la dejes ir.
Quizás era el hecho de que al fin vivía algo diferente, algo distinto. Algo que valía la pena contar y que al parecer esta vez era algo real y tangible. Quizás era el simple hecho de que albergaba en mi corazón la vaga esperanza de que dentro de mi final soñado, una buena parte de él, ya hubiera sido escrita, aunque quizás al final, faltaba algo muy importante.
El tiempo es una vaga idea utópica que al final solo te demuestra que corres innecesariamente, pues aquello que es para ti, no hay poder humano que logre llevarlo de tu lado, aun a pesar de que la vida se empeñe en romper cada una de tus ilusiones para luego reponerlas con creces. Seguía pensando, para este momento, que el destino solo es parte de aquella fuerza impalpable que destruye vidas al unísono, aun a pesar de que las vidas de esa historia, estén destinadas a seguir un solo camino eterno.
Las ilusiones y las verdades, solo son parte de un eterno juego de ajedrez con piezas cambiables y fácilmente aniquilables, a menos que te empeñes en demostrarle a todos, que la felicidad es algo por lo que cada lágrima derramada vale la pena. Quizás esa había sido mí mejor enseñanza, el hecho de entender al final del camino, que la vida vale la pena vivirla, y que cada alegría es infinita por mucho que venga rodeada de tristeza absolutas.
Al final, viendo aquellos hermosos robles que adornaban ese enorme patio, bajo un hermoso atardecer y una deliciosa brisa de finales de agosto en Paris; dentro de una casa que había sido mía por tantos años aunque no me perteneciera en realidad, volvía a entender que en ese laberinto vicioso de vivencias y falencias que nos empeñamos en vivir o se empeñan en hacernos parte de ellos, siempre hay algo por lo que vale la pena seguir adelante, aunque a veces incluso eso, suene tan absurdo, tan inefable, tan volátil, tan insulso.
Las risas tontas llegaban a mi rostro, como se habían empeñado en llegar todo este tiempo en el que vivir mi propia vida, había sido por fin decisión mía y no del resto del mundo. O quizás era que las esperanzas seguían afines a mis ilusiones y todo se volvía a repetir pero esta vez de manera real y tangible. Quizás ya era tiempo de poner puntos en las íes, o simplemente, era el hecho de encapricharme en algo que siempre había añorado, y que hoy más que nunca, era parte de algo que soñar ya me quedaba extremadamente limitado.
-¿Qué hace mí hermosa cuñada en medio de este patio lleno de árboles, sola? No hace falta que te escondas para no tener que salir conmigo... ¿Tan mala compañía soy? -La voz de Alice me sacaba de mi ensueño... ¿Cómo lograba hacerme sonreír solo con hablar? Nunca iba a superar la influencia que aquella mujer tenía sobre mí, después de todo, le debía tanto, siempre le iba a deber mi vida, incluso, mis sueños cumplidos.
La sentí llegar caminando lentamente hasta ponerse detrás de mí. Yo, que estaba totalmente abstraída en mis pensamientos con una copa de vino en mi mano, no pude evitar dar un respingo del susto al sentir sus brazos en mí cintura y su mentón en mi cabeza.
-Cuándo te desapareces de casa para venir a refugiarte a este lugar, me recuerda aquella vez hace ya tantos meses, aquel día que todos dependíamos solamente de tu voluntad... ¡Cómo si no hubiese algo más injusto! Creo que jamás te habría perdonado de haberte ido aquella vez... --Alice hablaba cerca de mí oído, mientras mi imaginación le ponía una más que magistral cara de reproche... De seguro la sola idea de perderme le dolía, aunque no más de lo que aún me atormentaba aquella posibilidad, a pesar del tiempo que había pasado, a pesar de que dentro de poco serían ya dos años.
-No creo que sea posible que me pierdas... Siempre serán mí familia... E incluso ahora, ¡creo que podría hacer que esa unión llegue a ser aún más fuerte! --Alice no podía verme, pero mí rostro dibujaba una enorme sonrisa que adornaba cómicamente mí rostro mientras levantaba mí copa de vino y bebió otro sorbo. ¡Solo a veces los secretos son muy útiles!
-¡Lo sabía! ¡Lo sabía! Sabía que estabas planeando algo, ¡lo sabía! Llevas las dos últimas semanas corriendo entre el hospital y tu falta de tiempo. ¡Ya nunca te veo en casa! Me lo dirás, ¿verdad? ¿Me dirás qué estás planeando? Di que sí, ¿sí, sí, sí? -Y mi imaginación le ponía una enorme sonrisa a Alice en su rostro mientras tuve que sostener con más fuerza la copa que estaba en mí mano porque mi duende personal empezaba a saltar súbitamente llevándome con ella.
-¡Por supuesto que no! Es una sorpresa, ¡para todos! No puedo decirte Alice, aún no... --Y me soltaba de su abrazo para voltearme y plantarle un enorme beso en sus mejillas mientras ella me veía renuente y enfadada... No pude evitar reír mientras cruzaba sus brazos en una clara muestra de disgusto hacia mí y yo acomodaba con algo de dificultad aquella copa sobre la mesa junto a nosotras.
-¿¡Se te olvida que soy tu mejor amiga!? ¿¡Cómo te atreves a no contarme!? -Y ponía ese rostro tan peculiar que Mairím copiaba a la perfección, no creo que nadie en el mundo fuera capaz de dibujar el rostro de un payaso triste mejor que Alice, ¡y era peor si empezaba a caminar arrastrando los pies!
Estuvo a punto de conmoverme, quizás mi rostro mirándola con un profundo amor lo denotaba claramente... La voluntad con Alice faltaba con tanta facilidad, amarla con locura era una de mis debilidades y creo que de no haber sido porque aún no era tiempo de decírselo la habría hecho partícipe de este complot, pero, ¡solo quedaban unos días! ¡Solo unos días! ¿¡No debía ser fuerte acaso!?
-¡No puedo Alice! Ocultar las cosas, es parte importante de una sorpresa... Aunque, ¡sé qué te gustará! --Y me miraba con un dolor abrumante mientras agachaba el rostro... ¡Era tan buena actriz! ¡Cómo la odiaba cuando se ponía en plan "soy la afectada en todo esto" "soy un alma noble en un mundo lleno de maldad"! No pude evitar reír y darle un enorme abrazo... Pude sentirla reír mientras enredaba sus brazos aún con más fuerza a mi alrededor.
-¡Menuda tramposa te has vuelto! ¡Ya hasta a mis pucheros eres inmune! ¡No puedo vivir así! ¡No puedo! Debe de ser alguna especie de complot, ¡ya hasta Pierre escapa de ellos! -La oía reír mientras yo me aferraba aún más a su espigada figura. No ayudaba mucho el hecho de que llevara botines altos, ¡qué va! Seguía llevándome una cabeza con facilidad. ¿Ves? ¡Eso pasa cuando eres pequeña! Aunque... ¿No dicen que los mejores perfumes vienen en envases pequeños? ¡Mi consciencia tan sutil como siempre!
-¡Lo sabrás Duendecilla! ¡Es más! Tienes una cita conmigo este sábado 9 am en punto, ¡no lo olvides! -Sus azules ojos llenos de curiosidad me recordaban a otros que veía cada mañana al despertar... Había demorado en empezar a extrañar a mi novia, pero con el pasar de los minutos la espera era menor... ¡Faltaba tan poco para que regresara!
-¡Trato hecho! Aunque deberías saber que, bueno, trataré por todos los medios de averiguar qué te traes entre manos... --Y me veía con una suficiencia abrumante, después de todo... ¿No era ella la más inquisitiva y persistente de los Anderson? Aunque era muy posible que en esta ocasión, su persistencia no sirviera de mucho, o al menos eso espera... Yo entraba dentro del rango de las más tercas y por ende de las más obstinadas también. Aún faltaban unos días, debía empeñarme en que todo saliera perfecto, aunque el rostro de Alice me rogara a gritos que le dijera la verdad de una vez por todas.
-¡Cuento con ello Alice! Por eso quizás he tomado unas cuantas precauciones adicionales... -Y empezaba a reír mientras ella cambiaba su cara de persistencia por una llena de maldad y rabia... ¡Me estaba odiando profundamente! En realidad, estaba mucho más que disfrutando el momento, ¡era la primera persona que se atrevía a ocultarle algo a la Duendecilla Anderson! No pude evitar sentirme algo enaltecida sin quitar la enorme sonrisa que alumbraba mi rostro --¡Solo no olvides nuestra cita! -Dos risas más, una Alice dispuesta a asesinarme.
Me seguía mirando con suma persistencia y profundidad, ¡que iba a saber yo! Quizás buscaba la verdad en el fondo de mis ojos avellanas. Yo por el contrario, dispuesta a llevar esto hasta sus últimas consecuencias, ponía mi mejor cara de pícara retándola a que siguiera intentando... Al final, cansada y obstinada de mi renuencia, dejaba caer sus brazos al costado mientras ponía la mejor de las caritas tristes que le había visto poner en toda mi vida...
-Lo que más me molesta, es que estoy segura que alguien más te está ayudando... Es eso, ¿verdad? ¡Me has cambiado! -Sus hermosos ojos azules me miraban con desdén y desesperanza... No pude evitar tomarla de la mano con fuerza y darle otro beso en sus rosadas mejillas.
-¿Cambiarte? ¡Jamás podría hacerlo! Eres más que mi familia, eres mi alma gemela... Aunque... --E iba a empezar a hablar con el único fin de desquiciar un poco más a la más pequeña de los Anderson, cuándo una hermosa voz nos interrumpía súbitamente haciéndonos saltar a ambas.
-¡Mamáááááááá! -Mairím llegaba con suma intensidad lanzándose rápidamente en mis brazos, mientras yo me esforzaba por sostenerla y ayudarla a esconderse. Su rostro, lo suficientemente estirado para una niña de casi 7 años, trataba inútilmente de ocultarse detrás de mi cara en un vano esfuerzo de no ser vista.
No dejaba de reír y de respirar con esfuerzo, mientras sus piernas se enroscaban en mi cintura para sujetarse con más fuerza. ¡Cuánto pesaba! No me había fijado, pero cada día estaba más grande... O quizás era esa impulso de madre que siempre te hace ver a tus hijos como niños pequeños aunque cada día se parezcan un poco más a ese adulto que nunca anhelas realmente llegar a conocer.
Casi inmediatamente, Alice empezaba a preguntarle por qué estaba tan asustada y trataba de esconderse. No demoramos mucho en enterarnos la razón de la huida de mi hija hacia ese hermoso lugar. Pierre llegaba a la carrera, igual o más agobiado que Mairím, con una sonrisa de oreja a oreja. Quizás era el cansancio, o el hecho de que Mairím tuviera casi siete años, pero resultaba tan cómico verlo llegar con el último de sus alientos hasta la altura de Alice que para ese momento no paraba de reír.
-Pierre, ¿¡te dejaste ganar por una niña de 7 años!? -Alice avanzaba hasta su esposo, tomándolo de la mano sin dejar de reír. Pierre, un poco más compuesto, atinaba a enderezarse mientras le dedicaba una hermosa sonrisa asesina a mi hija, hija que por cierto seguía enroscada a mi cuello, casi dejándome sin aliento. La risa de Mairím era tan contagiante, no demoré mucho en empezar a reír junto con ella.
-¿¡Qué le hiciste ahora al tío Pierre, Mairím!? -Le preguntaba a Mairím, mientras Pierre y Alice no dejaban de reír. Sentí a mi hija moverse lentamente de mi cuello hasta llegar a mi rostro y verme detenidamente. Sus ojos azules, inquietos y juguetones, concordaban gratamente con la misma mirada que debía de tener yo para ese momento.
-¡No hice nada mamá! Le aposté al tío Pierre que le ganaría en llegar corriendo hasta este lugar, y la recompensa era que me tenía que llevar al parque de diversiones este sábado... ¡Y le he ganado! Ya no tiene escusas para no llevarme... lalalalalalalalalala... --Y sus hermosos bucles revoloteaban al viento, en el mismo momento en el que volteaba a sonreír a su tía y a Pierre, sacándole la lengua a ambos. Todos empezamos a reír al unísono.
-¡Creo que has perdido Pierre! Te tocará llevar a Mairím al parque de diversiones... --Alice miraba con descaro y suma alegría a su esposo, que para ese momento se encontraba completamente repuesto de la pequeña carrera que inútilmente había intentado ganar. Mairím, los seguía viendo detenidamente, mientras yo me esforzaba por sostenerla. ¡Iba a tener que hacer más ejercicio! Era eso o pedirle a Mairím que dejara de crecer.
-¡Por supuesto! ¡Y tú irás conmigo Duendecilla! -Y Pierre miraba a Alice con una enorme sonrisa de suficiencia aceptando que ella iría sin poner resistencia. Quizás no contaba con que Alice y yo ya habíamos hecho planes.
-Lo siento querido esposo, pero este sábado te han ganado la reservación... ¡Te tocará ir con Mairím solo al parque de diversiones! Katie y yo, tenemos otros planes... --Y me miraba con una sonrisa cómplice que por más que intentaba, no podía disimular ese instinto asesino de fondo. No pude evitar reír.
-¡Al parecer hoy me han ganado dos veces! Vamos Mairím... -Pierre se soltaba de la mano de Alice con pesadumbre, en un falso intento de ser otro payaso triste. Quizás el hecho de arrastrar los pies fue demasiado, tanto que hizo que tanto Alice, cómo Mairím y yo echáramos a reír sonoramente -Es mejor que volvamos a casa, ¡nadie nos quiere en este lugar! -Y avanzaba hasta dónde yo estaba estirándole los brazos a Mairím, quién gustosa se zafaba de los míos yendo hacia los de Pierre. Agradecía tanto que lo hubiese hecho, mis brazos no daban para más... ¿Será acaso la edad Katie? ¿Cuántos tienes ya? ¿50? ¡Ella siempre tan sutil!
-¿Sabes qué podemos hacer tío? ¡Podemos invitar a mamá Alejandra! -Y Pierre veía con desesperanza cómo Mairím se soltaba de sus brazos con facilidad y empezaba a correr con fuerza hacia la casa a suma velocidad. Pierre sonreía resignado mientras empezaba a correr detrás de mi hija regalándonos a mí y a Alice una hermosa sonrisa antes de irse. Los ojos de Alice, mientras lo miraba correr detrás del cabello de Mairím que regalaba destellos contra el ocaso, hubiesen derretido a cualquiera. Era tan feliz de verla feliz, y enamorada.
La vi caminar hacia mí, regalándome un enorme y dulce abrazo al llegar a mi lado... Mientras sus hermosos ojos color cielo no dejaban de observar a aquel muchacho guapo que corría con dificultad detrás de una Mairím, que como era de esperarse, ya había llegado a casa dejando a su tío nuevamente a mitad de camino. Por un momento me pregunté si había logrado encontrar a Alejandra en casa... No pude evitar poner los mismos ojos de Alice ante la ilusión de que ella ya hubiese llegado.
-Así qué, ¿ese era tú plan secreto? ¿Confabularte con Mairím? -No pude evitar reír ante la aseveración de Alice, ¡sí que tenía razón! Todo había salido a las luces, mi hija era un completa maravilla, solo hacía falta pedirle algo para que moviera cielo y tierra con tal de cumplirlo, nadie estaría en casa el día sábado ¡después de todo!
-¿Demasiado obvio? Todo salió de maravillas... --Tomaba a Alice por la mano empezando a caminar a casa mientras ella no dejaba de mirarme con amor y curiosidad -No olvides nuestra cita del sábado, 9 am en punto, en la puerta de mí cuarto... --Y le dedicaba una hermosa sonrisa mientras los gritos de una Mairím mucho más que feliz clamaban el nombre de Alejandra dentro de la casa... No pude evitar sentir las ya típicas mariposas con la sola mención de su nombre... Quizás las cosas pasan en el momento justo en el que tu corazón está listo para dejarse amar con mayor intensidad y devoción, quizás era que el amor me hacía alborotarme de más en cuanto oía con claridad la voz de Alejandra retumbar hasta el patio repitiendo mi nombre con una más que marcada intensidad.
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-¿Qué hacemos camino a la cabaña que Alejandra tiene en las afueras de París? ¿Es esto parte de tu idea? -La voz de Alice retumbaba dentro de ese auto mientras yo no podía dejar de reír. Estaba lo suficientemente entusiasmada para que todo me supiera a chocolate ese día. Demasiado emocionada y abrumada. Después de todo, había llevado todo esto sola, estaba al límite de mi fuerza de voluntad.
¿Cómo hacía Alice para organizar todo con tanta facilidad? Yo a duras penas había logrado medio llevar las cosas y dejarlas encaminadas para este día. Pero aun así, estaba tan nerviosa y ansiosa que no dejaba de tener esa sonrisa idiota en mi rostro. Y por supuesto, no dejaba de repetirme que todo había salido a las maravillas, ¡increíblemente!
Para esas alturas, Mairím había convencido a toda la afluencia Anderson de salir en un día "familiar", sin Alice y sin mí por supuesto, teníamos "cosas" que hacer, y por primera vez, Mairím no se había empeñado en que fuese diferente. En realidad, demasiado obvio si deseas verlo, pero al final, todo había salido perfectamente.
Para esas alturas estábamos llegando al claro que daba a la entrada de aquella hermosa cabaña que había conocido hasta hace poco. Era el lugar perfecto, y lo sabía. ¿Qué sería más hermoso que casarse en una cabaña en medio del bosque rodeada de vegetación y abrumantes paisajes? Quizás por eso mi cara de felicidad lo decía todo, estaba tan contenta y llevaba tanta alegría por dentro.
Alice, resignada a que no respondiera nada, volteaba su rostro al lugar que nos recibía con una marcada cara de disgusto. Su rostro, pasó del enfado absoluto a la sorpresa irrefrenable, para estas alturas, el motivo de nuestra llegada a ese lugar quedaba mucho más que despejado.
Unos hermosos arcos de flores blancas nos recibían. La cabaña, hermosamente adornada con adornos florales y detalles alusivos a la ocasión y una enorme mesa de fondo, se veía mucho más hermosa de lo normal. El claro, preparado y listo para este día tan especial, lucía majestuoso completado por aquellos hermosos paisajes de fondo que resaltaban la magnitud de la belleza del lugar en el que estábamos.
No podía estar más nerviosa, quizás por eso parquearme fue una completa hazaña... Avancé con cuidado extremo hasta el lugar designado para los carros. No íbamos a ser muchos, solo unos cuantos que llegarían de la mano de mi hermosa hija, y quizás algunas otras personas que, añoraba con tanta intensidad que vivieran este momento conmigo.
Alice se bajó del auto con una hermosa sonrisa de sorpresa en su rostro, mientras yo hacía lo mismo mecánicamente avanzando hacia donde ella estaba. Sus manos se envolvieron en mi cintura, regalándome justo lo que necesitaba, un enorme abrazo que me regresara a la tierra. ¿Cómo era posible que estuviera tan ansiosa, nerviosa? Quizás era que por primera vez, de verdad, iba a ser parte de un momento que se había postergado tantas ocasiones. No era mi primera vez, no en este asunto de las bodas, pero se sentía como tal, como si por primera vez fuera a tomar un bolígrafo para tratar de dibujar una rúbrica en medio de un papel ¡Solo te falta hacer mal tu firma! Segura estoy que así será... ¡Cómo nada te ha salido mal hasta ahora! ¡No tienes idea de cuánto te odio!
-¿Esta era tú sorpresa? ¿Casarte con Alejandra? -Y Alice me miraba con una hermosa sonrisa mientras me regalaba un beso en la frente --¡Es perfecto! ¡Todo está perfecto! ¡Ahora entiendo porque no me dijiste nada! -Su rostro, completamente estirado y a punto de romperse a pedazos de tanta felicidad, chocaba con el mío que para ese momento era un completo manojo de nervios y ansiedad.
-Te necesitaba Alice, no podía ocultártelo más, ¡eres mi mejor amiga! Solo tú podías estar en este momento conmigo... ¡Discúlpame por no habértelo dicho antes! Pero, también quería que fuera una sorpresa para ti... No es el evento social que tú esperabas, pero te prometo que será tan o más hermoso de lo que soñaste... Puse mi empeño, mi dedicación en que todo saliera bien. Yo... --Y Alice me impedía seguir hablando para empezar a hablar por ambas.
-Todo está perfecto Katie... ¡No tengo nada que disculparte! Hiciste exactamente lo que necesitabas, lo que todos necesitábamos, es precioso, ¡estoy tan orgullosa de ti! -Y me abrazaba con suma fuerza mientras yo sentía como mis nervios se disipaban poco a poco... ¡menuda broma! ¡Estaba más preocupada en que todo le gustara a Alice que en mi propia boda! --¿Quién vendrá? ¿Solo nosotros, tu familia? -Sus ojos intrigados veían más allá de lo que los míos propios podían mostrar... Sabía exactamente qué quería decir, quizás por eso la respuesta fue tan natural, tan fácil, tan esporádica, tan necesaria...
-Ella, ella fue la primera en enterarse Alice... --Los ojos de Alice mirándome con amor confirmaban aquello que siempre había sabido... Al igual que yo, para Alice, Lauren era mucho más que una simple historia, era parte también de nuestras vidas, una parte que siempre iba a ser de todos, en especial, mía...
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Días atrás,
Narra Lauren...
-¿Tienes idea de lo mucho que me encantas? ¡Estar contigo es tan sencillo Angélica! -Y no mentía... Acostarme con Angélica era mucho más que fácil, natural, relativo como respirar... Era una extraña relación de abstracción de la soledad, de algún tipo de compromiso que debía ser especial, o simplemente una necesidad. Eso típico que te hace falta para escapar del mundo, de la realidad.
¿Cuánto tiempo llevaba conmigo? ¿Semanas, meses? Seguramente preguntárselo iba a ser un completo desastre, como ya tantas veces lo había sido, pero sinceramente no era algo que me importara... ¡Y ella lo sabía! Quizás por eso nuestra relación era tan sencilla: ella intentando enamorarme, yo tratando de dejar de pensar en Kathleen... Una eterna constante que jamás podía o debía ser derivada, hay cosas que no cambian y mucho menos aquellas que son para siempre.
Quizás ayudaba el hecho de que el tiempo jamás dejara de correr, que las esperanzas al final de todo no murieran y mi corazón aun albergara mucho más que una ilusión con respecto a la única mujer que había amado realmente en toda mi vida; aunque, seguía teniendo la ligera impresión de que algo debía de estar mal en mi cabeza.
¿Cómo no podía enamorarme de Angélica? ¿No era acaso el prospecto ideal, todo aquello que siempre se espera en una mujer? ¿Qué más podía pedirle a la vida? Alta, despampanante, de estrambóticos ojos negros que hubiesen paralizado el corazón de cualquier mortal sobre la tierra, inteligente, de buena familia, loca por mí; pero ahí estaba yo, mirándola a ella mientras veía más allá e imaginaba a Mairím esperándome en una casa donde debería estar Kathleen también.
¡Definitivamente algo estaba mal en mí! O era eso o simplemente el hecho de que ella aún me hiciera sentir recordada, de que ella aún me sintiera como parte de su vida, por mucho que estuviéramos a tantos kilómetros de distancia y no nos hubiéramos visto en tantos meses.
Luego de todo el desastre de mi infructuoso intento por traerla conmigo, gracias a la estupidez de Alejandra y Alice Anderson y aquel gastado cuento de: "ella debe elegir", palabras que aún resoplaban en mi cabeza con aludida frecuencia, perderme en Ámsterdam había sido sumamente sencillo. Olvidarme de todo, incluso de la familia Wilson y el legado de ese repudiable apellido, resultó mucho más sencillo de lo que pensaba.
Lo más difícil era lograr que aquel apellido dejara de seguirme con tanta intensidad y alevosía, corría detrás de mí alcanzándome una y otra vez. Y a pesar de que Alex se había empeñado en cubrir cada uno de los detalles, nunca faltaba alguien que llegara a preguntarme qué había pasado con mi hermana, con mi familia, con mis empresas. Empresas que por cierto, a estas alturas seguían funcionando quién sabe cómo, el único que sabía era Alex, después de todo, era más que un amigo, era casi un hermano para mí. Quizás por eso, vivía el día a día sin que nada me importara.
Pero lastimosamente, todo tiene un inicio y un final. Y después de meses de divagar con mi propia oscuridad y falta de voluntad de vivir, un paquete llegaba a mi casa con indicios claros de venir de algún lugar de Paris aunque la etiqueta viniera en un perfecto español. Kathleen había dado conmigo justo el día de mi cumpleaños, y solo eso bastó para entender que si en realidad quería alguna otra posibilidad, debía aprender a vivir no solo por mí o por Kathleen, sino también por aquella hija que a pesar de meses sin verla, me acompañaba en una hermosa foto que Kathleen se había empeñado en enviar en uno de los tantos paquetes que había llegado enviado por ella.
Nunca había respondido a ninguno por supuesto, no tenía la fuerza de voluntad, no aún. Pero eso no me había limitado a que en cada fecha especial ellas supieran de mí, aunque por supuesto, jamás había llegado una nota de mi puño y letra o alguna foto que mostrara cómo estaba después de tantos meses, era una masoquista, pero incluso en mi masoquismo, hacer eso representaba lastimarme aún más.
Pero ese día había algo especial en el ambiente. No era el hecho de haber amanecido nuevamente con Angélica, ya eso era algo normal mientras ella quisiera, era el hecho de que me sentía extrañamente ansiosa y rara. Era como si supiera que el tiempo había empezado a correr nuevamente, llevándome entre las patas con él otra vez.
Me levanté de esa cama a regañadientes al oír el ligero golpe de unos nudillos sobre la puerta. Alcancé con esfuerzo una bata y mientras me acomodaba el cabello, que extrañamente llevaba demasiado largo, caminé con suma lentitud hasta la puerta. Era algo extraño de decir, pero Maca jamás tocaba mi puerta un miércoles por la mañana y menos cuándo Angélica estaba aquí. Eran polos mutuamente excluyentes, lo que era algo lógico, seguía pensando en nuestra anterior familia, y aunque no entendía muy bien todo, agradecía enormemente que al final hubiese decidido quedarse conmigo, era mi baño de verdad, mi ancla, lo único que me quedaba después de tantos años de recuerdos, lo único real.
-Disculpa que te moleste a esta hora Lauren, pero llegó este sobre para ti... --Abría la puerta con una marcada ociosidad, para encontrarme a una Maca perfectamente arreglada al otro lado. No pude evitar sonreír al imaginarme el contraste entre ambas, yo debía de verme completamente fatal después de la borrachera del día anterior -Ya sabes que no me gusta importunarte -Una enorme mirada asesina dentro de la habitación era mucho más que obvia, no pude evitar sonreír aún más mientras estiraba la mano para recoger aquel sobre de la mano de Maca.
-Muchas gracias Maca, de verdad... ¿Podrías decirle a Nadia que nos traiga algo de comer por favor? No quiero que te molestes ---Y le dedicaba una enorme sonrisa con una mirada complice, Maca me miraba con dulzura sin dejar de seguir mirando dentro de la habitación con suma intensidad antes de empezar a caminar lejos de mi puerta.
Cerraba la puerta mientras fijaba por primera vez los ojos sobre aquel sobre que llevaba en mis manos. Angélica se había quedado mirándome detenidamente, mientras yo no lograba apartar la vista de la correspondencia que llevaba en mis manos. Quizás por eso había sentido algo diferente esa mañana, quizás por eso caminar hasta el sillón en medio de aquel cuarto y sentarme con una absoluta rigidez no era nada fuera de los esperado. Como casi siempre me pasaba, las manos me empezaban a temblar al tratar de abrir el sobre y el rostro me cambiaba, ¿Cómo podría esta mujer aun influir tanto en mí? Quizás era el hecho de que la amara con desesperación aún a pesar de tantos meses sin verla. Empecé a leer con una más que absoluta dificultad...
Lauren...
Quizás te sorprenda que te escriba después de tantos meses, recuerdo que la última carta que te envié llevaba saludos míos y de Mairím por tu cumpleaños. No puedo dejar de escribirte y de sentir que aún eres parte de mi vida, por mucho que nunca respondas a las cartas que te escribo; me pregunto si realmente esta es tu dirección o es que simplemente le estoy enviando recuerdos y palabras al viento, aunque no sería mala idea, si el viento llegara a susurrarte lo que trato de decirte, lo que quiero decirte.
Tengo conmigo cada uno de los presentes que nos has enviado, y Mairím lleva con ella el recuerdo de su último cumpleaños, aquella hermosa cadena con una foto tuya en su interior. Siempre te recuerda, de la misma manera en la que lo hago yo. Quizás estoy importunando demasiado, y llevas cosas encima: amigos, familias, negocios, ¡no lo sé! Pero no dejaba de sentir que debía hacer algo más, aún a pesar de que probablemente tu odio contra mí se incrementara con mayor intensidad por mi atrevimiento o de que al leer esto simplemente rompieras mis palabras y me dejaras en el olvido.
Sé que no tengo el derecho de pedirte nada, ya has dado demasiado por mí; al fin y al cabo, el que ahora no estés en mi vida es algo que perdí por voluntad propia, y aunque no me arrepiento, el dejarte de querer es algo que jamás lograré por mucho que la felicidad sea una opción infinita; siempre serás parte de mi vida, una parte que jamás dejare de amar, así pasen miles de años y vuelva a vivir todas esas cosas de las que nunca pedí ser parte.
Junto a esta carta encontrarás dos pases de avión, fechas y direcciones. No sabía si vendrías sola (ni siquiera sé si vayas a venir), o si vendrías con alguien... No es una opción que me apasione, pero es algo a lo que debo de hacerme a la idea, ¿verdad? Después de todo, nada me haría más feliz que verte feliz, aunque esa felicidad no sea a mi lado, e incluso, aunque crea que nadie sería lo suficientemente buena para ti. En realidad, cualquier cosa valdría la pena con tal de verte.
Eres la primera persona en enterarse... Me casaré Lauren, me casaré con Alejandra... Y nada me haría más feliz que verte ese día, de tenerte cerca, de volver a verte... Hablo por mí, pero sé que también Mairím sería muy feliz de compartir ese día contigo. Llámalo egoísmo, llámalo error, llámalo como quieras, pero mi felicidad no sería completa si no estuvieras conmigo, si no pudiera verte, verte de nuevo... Tenerte conmigo sería el mejor regalo que podrías darme, y aunque sé que es algo a lo que no tengo derecho, mi corazón no deja de entusiasmarse con la sola idea de que quieras ser parte de mi vida de nuevo, aunque sea solo por este día.
Te voy a estar esperando, incluso aunque no llegues... Hay cosas que nunca cambian Lauren, y tú, siempre serás parte eterna de mi vida, aquella parte eterna que vivirá siempre conmigo porque el amarte, es algo eterno...
PD: Quizás se lo digo al viento, o quizás eres tú quién está repitiendo mis palabras en este momento... Daría lo que fuera por verte ese día...
Te ama, Kathleen...
-¿Es ella verdad? ¿Ella otra vez? ¿¡Cómo es que logra ponerte así solo con una estúpida carta!? ¿¡Hasta cuándo vas a morirte de amor por ella Lauren!? -Aquella voz de Angélica me sonaba tan estridente en ese momento o simplemente era el hecho de que me encontraba tan ensimismada dentro de mí misma que lo que menos quería era oírla hablar.
Había olvidado por completo que alguien más estaba en esa habitación, la única imagen que llevaba conmigo para ese momento era la última que tenía de Kathleen y de Mairím aquel día en el aeropuerto. Por primera vez en meses, sentía que mi corazón latía como corcel desbocado solo ante la idea de volverla a ver, y no solo era a Kathleen, unos hermosos ojos azules no dejaban de verme mientras repetían la palabra mamá seguida de mi nombre.
¿Podía soportarlo? ¿Podía ir y ser parte de eso? ¿Podía volver a ver al único ser que sería capaz de regresarme completamente a la vida sabiendo que iba a casarse con alguien más? ¿Podía ir y ser parte de esa felicidad? ¿De verdad podía permitirme eso? ¿Qué iba a pesar más, el dolor o la felicidad? ¿Qué era más importante, unos minutos con ella y con mi hija o una vida entera de recuerdos que no iban a alimentarse nunca más? Quizás la respuesta siempre había sido tan obvia, el masoquismo era la energía vital de mi Karma, siempre iba a padecerlo, siempre iba a ser una marioneta en manos de Kathleen.
Pude ver a angélica como se enfundaba dentro de una bata parecida a la mía con un marcado enfado en el rostro mientras me dedicaba una mirada asesina y se sentaba al filo de la cama. Doble cuidadosamente la carta de Kathleen hasta volverla a dejar como al principio para ingresarla suavemente dentro del sobre en el que había venido. Ya había tomado una decisión, no la más inteligente, pero si esa que hubiese hecho cualquiera, dos minutos con ella bastaba para una vida llena de tristezas.
-Se casa Angélica, Kathleen se casa... Y me ha invitado... --Decirlo dolía más, aún mucho más... O simplemente era el hecho de que al decirlo sonaba real por primera vez... La mujer de mi vida se casaba con alguien más, ¡y me había invitado! ¿¡Cómo podía ser tan cruel y absurdo el destino!? Los recuerdos de un momento similar hace tantos años galopaban fuertemente en mi cabeza y en mi corazón.
-Y qué harás... ¿Vas a ser tan idiota como para ir? -Angélica me miraba con rabia y desdén mientras evitaba dentro de lo que podía de gritar aún más de lo que ya lo hacía. Yo, por más que debería haberme sentido mal por ella, simplemente seguía agobiada por lo mismo: Kathleen se casaba... Me había invitado...
-Pues sí, iré... Creo que es algo que debo hacer... Además, no puedo desperdiciar un par de boletos, ¿no crees? -Me paraba con lentitud de ese sofá, mientras acomodaba con suavidad, quizás con el único fin de no romperla, aquella correspondencia sobre la mesa. Extrañamente arrastrar los pies era algo con lo que no contaba. Estaba tan devastada como ansiosa al mismo tiempo.
-¿¡Y me lo dices así!? ¿¡Acaso no te importa lo que siento!? -Una angélica con los ojos llorosos expulsaba su rabia contenida con cada palabra que me dedicaba... ¿Cómo es que hasta ahora no se había acostumbrado? ¿De verdad pensaba que la iba a elegir a ella por sobre Kathleen o mi hija? Quizás no había sido lo suficientemente sincera con ella, o quizás era que albergaba más esperanzas de las que debía.
-Angélica, a ver si nos dejamos de gilipolleces de una buena vez. ¡Jamás te he mentido! Has sabido con lo que jugabas desde el principio, no me montes una escena que sabes que no servirá para nada... Iré a esa boda, si quieres venir, puedes hacerlo, si no quieres ir, también es algo que depende de ti -Ser cruel en algunas ocasiones se me había dado tan bien, lo malo era darme cuenta que siempre era cruel con quién no lo merecía. Pero, tampoco era justo que ella deseara hacerme sentir miserable, después de todo, las reglas del juego estaban claras desde el principio.
-¿Así de fácil? ¿¡Cómo puedes ser tan idiota e imbécil Lauren!? ¡Eres una estúpida! -Sus ojos, llenos de ira, me miraban a cada paso que daba por esa habitación. Una gran habitación si te fijabas: una enorme cama en medio, un mini bar, un imponente baño, y una hermosa vista hacia la Plaza Dam. En realidad, ¿cómo podía ser tan estúpida? Angélica era buena, no lo merecía, aunque... No dependía de mí, ella quería quedarse aun a pesar de saber que no era buena. ¿Amor, masoquismo? ¿Era mi culpa en realidad?
-Mira Angélica... Lo que siento por Kathleen es algo que siempre has tenido claro, si no te agrada la idea, si no te gusta, ¡puedes irte cuando gustes! -Caminaba, sin dejar de verla, nuevamente hacia el sofá. ¿Cuántas veces habíamos tenido esta discusión? Estaba cansada de herirla.
-Y después, ¿¡qué!? ¿¡Meterás a alguien más en esta casa!? ¿¡Es así de sencillo para ti!? -No pude evitar reír muy a pesar del enfado que llenaba la habitación. Angélica siempre terminaba las discusiones basándose en el mismo tema: "alguien más iba a llegar a mi vida". Era algo así como su punto de inflexión mientras se resignaba y decidía quedarse. De cierta manera ella era más masoquista que yo, luchaba contra un imposible, al menos en mi caso, Kathleen también me amaba.
-Sabes que si sales por esa puerta, no pasarán ni diez segundos para que alguien más ocupe tú mismo lugar... Así qué, ¡tú decides! Te quedas y vas conmigo a esa boda o si quieres ¡te ayudo a empacar! --Y esta vez era yo quién ponía cara de enfado. Necesitaba terminar con esta discusión lo antes posible, tenía cosas que hacer, entre ellas, encontrar algo que regalarle al amor de mi vida para que lo use con el amor de la suya, ¡estúpida ironía!
-¡Te odio Lauren Wilson! ¡Te juro por Dios que te odio! Si tanto quieres ir a esa estúpida fiesta y llorar a mares por tu "Kathleen" ¡no voy a darte el gusto de ir sola! -Y se paraba de la cama caminando con extrema rapidez directo hacia mí. Sabía de qué iba esto, quizás por eso el hecho de que me llevara arrastrándome a la cama no me asombraba en absoluto, quizás por eso la pasión y la rabia con que me besaba mientras me desnudaba tampoco me tomaba por sorpresa... Al final, solo una cosa seguía dando vueltas infinitas en mi cabeza: la mujer de mi vida, iba a casarse con alguien más... con alguien más...
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Presente...
-¿Qué tal me veo Alice? ¡Sé sincera! -Las manos me temblaban y el corazón me latía a mil por hora. La mujer que me miraba a través de ese espejo distaba mucho de la que estaba acostumbrada a ver. Quizás era el hecho de que aquellos zapatos plateados, tan hermosos como altos, me dificultaban aún más caminar considerando el hecho de que a duras penas podía mantenerme en pie.
Aunque, el vestido tampoco ayudaba en absoluto. Solo hasta ese momento me daba cuenta que quizás debía haber elegido algo menos complicado de usar. ¡Eso me pasaba por hacerle caso a los gustos de una niña de siete años! No es que el vestido no fuera hermoso (sí que lo era. De un blanco que resaltaba con facilidad, con sutiles encajes y un afanoso corsé que me dejaba sin aliento, era algo mucho más que llamativo) pero por alguna razón, me sentía extrañamente rara dentro de él, o al menos la Katie de siempre lo hacía.
-Bromeas, ¿verdad? ¡El vestido es perfecto! Te ves hermosa Katie, ¡no he visto novia más hermosa que tú! ¡Ni siquiera yo lucí tan perfecta el día de mi boda! -Una Alice con los ojos brillantes me observaba a través del cristal que se hallaba en medio de aquella habitación. Ella, enfundada en un llamativo vestido de color rojo con unos tacos de infarto de color negro, que Mairím y yo habíamos elegido para ella, deslumbraba con naturalidad y me dejaba sin palabras. Estaba hermosa, mucho más con esa pequeña y delicada trenza que recogía su cabello a medias dejando el resto en manos del viento. Definitivamente, no habría podido escoger a una mejor dama de honor.
El lugar tampoco ayudaba mucho a mis deseos de verme hermosa. Aquella cabaña era un sueño hecho realidad incluso antes de adornarla para este día. Sus amplias estancias, adecuadas con sutileza y perfección conjugaban a las mil maravillas. Era rustica y delicada al mismo tiempo, quizás eran sus colores pasteles o aquellos muebles que la hacían parecer demasiado alternativa, pero aun no dejaba de sorprenderme como aquella primera vez en la que Alejandra me había traído, en realidad, no la olvidaba por eso y por otras cosas más.
-¿Hablas en serio Alice? ¡Estoy tan nervios y ansiosa! -Alice me miraba con los ojos llenos de amor mientras me abrazaba con extremada dulzura y yo lograba perder un poco del miedo que me agobiaba.
-¡Claro que hablo en serio! Estás perfecta... De seguro Alejandra morirá de amor al verte, de seguro, ¡todos morirán de amor al verte! -Y pude ver en sus ojos que se refería a alguien más que su propia hermana o nuestra familia -Por cierto, ¡ya casi son las cinco! ¿De verdad crees que Mairím haya cumplido el encargo a cabalidad? -Alice me preguntaba con esos ojos vivaces que me recordaban tanto a mi hija. De seguro había vuelto loca a toda la familia con tal de traerlos hasta este lugar.
-Estoy segura que ya deben estar todos afuera -Y la sola idea me volvía a asustar y a entusiasmar... Quizás no era solo mi familia a quién añoraba ver -Espero que te guste también todo lo que elegí para ellos, ¡incluso para Pierre! -Mairím había sido mi complice en cada cosa. Alice no dejaba de sonreír y de mirarme con amor mientras yo hacía todo lo que podía para lograr que mi corazón dejara de correr con tanta rapidez... Al final del camino, siempre te das cuenta que las cosas pasan en el momento exacto, no sirven de nada las estrellas fugaces o las botellas en el mar, las cartas juegan a tu favor cuando la historia debe de escribirse así... Unas voces nos despertaban del ensueño... El momento había llegado... Tomé a Alice de la mano mientras me recordaba a mí misma como caminar.
-¡Todo será perfecto Katie! Lo mereces, lomerecen, después de tanto, después de todo... --Alice me daba un último beso enla frente mientras yo caminaba con esfuerzo hasta el umbral de esa enormeestancia que aguardaba con toda mi familia, absurdamente añoraba a Alejandra, aMairím, a todos; en especial, a una cuyos ojos verdes aún hacían latir micorazón con tanta fuerza como añoranza...
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Este capítulo es para Ustedes, gracias por recordarme lo importante que es escribir... Las amo inmensamente andreasarai15 Brenda1341.
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