💥 Capítulo 8
La opresión alrededor de su cuello desapareció y el oxígeno volvió a llenar sus pulmones. Tosió un par de veces antes de incorporarse y distinguir la figura de dos hombres peleando.
Unos gritos en mitad de la noche habían despertado a Dylan, por un momento pensó que había estado soñando, pero cuando los volvió a escuchar supo que provenían del interior de la casa. Intentó encender la luz, pero no había electricidad. Tomó su celular y con la linterna alumbró el camino escaleras abajo solo para encontrarse con la imagen de un hombre asfixiando a Holland.
Soltó el celular sobre la barra de la cocina y de inmediato tomó al hombre por los hombros para empujarlo contra la pared. El enmascarado soltó un quejido, pero arremetió contra el castaño propinándole un golpe en la mandíbula y otro en las costillas que lo hizo retroceder unos pasos.
Holland tomó el celular de la barra y marcó al 9-1-1.
—9-1-1 ¿cuál es su emergencia?
—Un tipo entró a nuestra casa —las palabras le salían apresuradas—, intentó matarme y se están peleando.
—¿Quiénes están peleando, señorita?
No pudo responder porque el enmascarado fue directo sobre ella y con un manotazo le tiró el celular hasta el otro lado de la cocina, la pantalla se estrelló ante el impacto. Holland se apresuró hasta el organizador de cuchillos para tomar uno e intentar defenderse, pero su atacante con un ágil movimiento dio una patada directo a la rodilla de la pelirroja haciendo que esta cayera de bruces contra el frío piso.
El enmascarado estaba dándole la espalda a Dylan, por lo que no pudo ver cuando el ex militar sacó de una de las gavetas una pistola nueve milímetros con la que apuntó directo a su cabeza.
—Oye tú —le habló con voz firme.
El enmascarado giró sobre su eje para enfrentarlo, pero eso fue lo último que hizo antes de recibir el impacto de la bala en el centro de su cabeza haciendo que esta se echara para atrás salpicando la pared y algunos muebles, cayendo de rodillas y de cara al piso.
Holland giró su cabeza al escuchar el estruendoso disparo, a unos metros de ella estaba Dylan de pie todavía con la pistola en su mano apuntando hacia el frente, a sus pies yacía el cuerpo inerte del enmascarado que poco a poco comenzaba a rodearse de un charco de sangre. Un chillido escapó de sus labios y su respiración comenzó a agitarse.
Dylan dejó la pistola sobre la isla de la cocina y se aproximó hasta donde seguía la chica en el piso.
—¿Estás bien? —se puso en cuclillas ante ella y se estiró para tomar el celular que por fortuna aún le funcionaba la linterna, con ella alumbró el rostro de la chica y lo pasó sobre su cuerpo intentando buscar alguna herida—. ¿Estás bien? —repitió.
Holland parecía no escucharlo, sus ojos se mantenían sobre el cadáver y la sangre que seguía derramándose por toda el área.
—Oye, oye —chasqueó los dedos delante de ella, pero ni siquiera parpadeaba.
Estaba entrando en estado de shock y su respiración se agitaba cada vez más. Dylan notó a dónde se dirigían sus ojos jade y con su dedo índice apenas tocando su rostro, la giró de forma que sus miradas conectaran.
—Debes tranquilizarte, no debe tardar en llegar la policía y debes calmarte.
De manera involuntaria el rostro de Holland volvió a dirigirse hacia el cadáver, por lo que, Dylan acunó su rostro con ambas manos para que se quedara fija mirándolo a él.
—Solo mírame a mí. Imita mi respiración.
Dylan empezó a dar respiraciones profundas y calmadas, poco a poco la chica pudo imitarlo logrando que su respiración volviera a tener un ritmo normal. El ex militar había aprendido lo que llamaban la técnica de respiración espejo en el curso de primeros auxilios que le habían dado en su entrenamiento. Funcionaba sobre todo cuando alguien entraba en una crisis de histeria o en un ataque de asma.
—Escucha, el tipo ese era quien portaba el arma, yo se la pude quitar y lo maté en defensa propia. ¿Entendiste? —Su tono de voz era firme y duro. Holland asintió levemente, aun con las manos de Dylan acunando su rostro—. Necesito que lo digas en voz alta.
—El tipo traía el arma, tú se la quitaste y lo mataste en defensa propia —repitió en un murmullo.
—Eso es.
Dylan se levantó y tomó el arma, con un pañuelo se aseguró de limpiarlo bien. El sonido de las sirenas comenzaba a intensificarse. Se apresuró para tomar la mano sin vida del enmascarado y llenó la pistola con sus huellas, después dejó las suyas. Las luces rojas y azules de las patrullas se colaban por las cortinas del frente de la casa. El sonido de los pasos subiendo la escalera y las voces afuera les indicaron que ya habían llegado.
—¡Vamos a entrar! —gritó una voz frente a la puerta principal.
Un fuerte golpe se escuchó y la puerta se abrió estrepitosamente. Ingresaron cuatro uniformados alumbrando con sus linternas y apuntando con sus armas en toda dirección. Fueron avanzando hasta llegar al fondo de la propiedad donde encontraron un cuerpo rodeado de un charco de sangre y en una esquina de pie a la pareja abrazada.
—¿Hay alguien más dentro de la casa? —preguntó uno de los uniformados apuntándoles con su arma.
—No, solo nosotros —respondió Dylan con una serenidad que nadie pensaría que acababa de matar a alguien.
El uniformado le hizo una seña a sus compañeros para que se cercioraran que no había nadie arriba. Unos minutos después los cuatro oficiales se encontraban acordonando la zona y llamando al equipo de homicidios.
—Voy a pedirles que salgan de aquí y se dirijan a la sala en lo que el resto de mis compañeros se encarga. La ambulancia no tarda en llegar.
Acotaron las órdenes del policía, Dylan iba rodeando la cintura de la pelirroja puesto que el dolor en la rodilla que había sido golpeada empezaba a acentuarse e iba cojeando. Uno de los oficiales le pidió al castaño intercambiar unas palabras a solas, por lo que Holland tuvo que continuar su andar hasta la sala ella sola apoyándose de la pared. Una sensación de frío la envolvió cuando dejó de sentir el calor de los brazos masculinos que la habían tenido rodeada.
El oficial le realizó una serie de preguntas al ex militar acerca de lo que había sucedido esa noche. Dylan explicó brevemente que se había despertado cuando escuchó los gritos de auxilio de su esposa, encontrando a ese hombre atacándola por lo que luchó contra él hasta que logró quitarle la pistola y con ella lo mató. El uniformado tomó nota y le explicó que muy probablemente se trataba de un ladrón, era común los robos por la zona lujosa en la que se encontraban.
Los minutos siguieron avanzando, la casa se llenó de gente desconocida que entraba y salía como si les perteneciera. Un rato después por fin regresó la luz iluminando las huellas de lo que había sucedido esa noche. Los muebles en la sala estaban fuera de su lugar, había cosas tiradas; en el comedor habían vaciado los cajones de la cajonera y por último en la cocina se vislumbraba la salpicadura de sangre sobre la pared y los gabinetes, sin mencionar la gran mancha de tinta carmesí que quedaría sobre el piso.
La bala había atravesado el cráneo del ladrón y un pedazo de tejido cerebral había quedado adherido a la pared, el perito que portaba el overol blanco de criminalística sacó de su pequeño maletín unas pinzas con las cuales desprendió el tejido y lo guardó en una bolsa transparente.
El mismo oficial que interrogó a Dylan se acercó a Holland para tomar su declaración donde ella explicó que había bajado a buscar una pastilla y fue sorprendida por ese hombre que intentó asfixiarla. Sobre su cuello se podían notar las marcas de los dedos que había dejado la presión de las manos del enmascarado. Los siguientes en llegar fueron los paramédicos quienes se encargaron de revisar a la pareja.
A las afueras de la casa algunos vecinos se amotinaban cuchicheando entre sí sobre lo poco que sabían que había ocurrido.
El equipo de homicidios se encargó de tomar fotografías de la escena del crimen y guardó en bolsas transparentes tanto el arma como la linterna que había llevado el sujeto. Le retiraron el pasamontaña para dejar a la vista el rostro apiñonado de aquel hombre. Le pidieron a Dylan que se acercara para ver si era capaz de reconocerlo, sin embargo, solo recibieron una negativa de su parte.
—Si estuviéramos en otro país, señor Fux, usted estaría de camino a ser encerrado tras las rejas por el homicidio de este hombre. —El oficial que había interrogado a Dylan se aproximó a él.
—Solo hice lo que cualquiera habría hecho en mi lugar y lo que la ley de defensa propia del estado de California dice que puedo hacer.
Los ojos del castaño se mantenían sobre el paramédico que en ese momento estaba vendando la rodilla lastimada de Holland. Un calor desagradable se acentuó en su interior al notar el pijama que la chica llevaba puesto, una blusa de tirantes y un short cortísimo dejando el resto de la piel al descubierto; pero eso no era lo que le estaba molestando, si no la forma en la que aquel paramédico recorría con su mirada el cuerpo de la pelirroja mientras hacía el vendaje.
—¿Van a tardar mucho? —inquirió en tono seco al oficial.
—Ya están por levantar el cuerpo —hizo la señal a su equipo para que pasaran a retirarlo—. Se determinó que el ladrón entró forzando una de las ventanas laterales de la sala, a juzgar por todas las cosas revueltas en este nivel, podemos deducir que estaba buscando objetos de valor hasta que fue sorprendido por su esposa.
—¿Cree que pudiera estar relacionado con la falta de luz que hubo?
El oficial se rascó la nuca y después se puso las manos en la cintura.
—No tenemos certeza de ello, unas calles más abajo tronó un transformador de luz y por eso ésta y otras calles se quedaron momentáneamente sin luz. Sin embargo, no descartamos que el ladrón haya tomado la oportunidad para ingresar al domicilio aprovechando que las cámaras de seguridad en la casa de sus vecinos no estarían funcionando.
Dylan le agradeció el reporte y se alejó unos pasos para dejar a los hombres trabajar, tomó su celular que para su buena suerte aún funcionaba a pesar de que la pantalla estaba estrellada. Marcó el número de Dawson.
Escuchó varias veces el tono de llamada hasta que contestaron.
—Fux, más vale que tenga una buena razón por la cual me está llamando a esta hora de la madrugada de un domingo.
Al otro lado de la línea se escuchaba música a alto volumen y las voces de varias personas. Dylan se disculpó con su jefe y empezó a relatarle los últimos acontecimientos. Se estaba volviendo muy recurrente ese tipo de situaciones.
—Con un demonio Fux —se escuchaba la molestia en su voz—, esa chica tiene demasiada mala suerte o una muy buena por haber salido bien librada en cada una de las ocasiones en las que ha estado a punto de morir.
La voz de una mujer diciendo algo sobre que estaban por servir el pastel se escuchó al fondo de llamada.
—Fux, tengo que irme, estoy en medio de la boda de la sobrina de mi mujer y si no suelto este aparato el que va a temer por su vida seré yo.
—Capitán, antes de que cuelgue, solo le aviso que voy a realizar algunos gastos más para garantizar la seguridad en esta casa, ya que, al parecer no es tan segura como me había dicho —había algo de reproche en la forma que dijo eso último.
—Está bien, le autorizo los gastos necesarios para que ese lugar sea una fortaleza.
—Y algo más —una sonrisa de medio lado se dibujó en su rostro—, también voy a requerir comprarme un nuevo teléfono celular. —Colgó antes de escuchar la sarta de palabrotas que estaba por soltar su jefe.
Ya todos se habían retirado de la casa quedando a solas la pareja que vivía ahí. Holland seguía en medio de la sala observando el desastre a su alrededor cuando el cuerpo de Dylan vistiendo solo un bóxer negro apareció ante ella. «Así que duerme solo en ropa interior» fue su primer pensamiento, levantó la mirada y él le tendió un vaso de agua y el ibuprofeno.
—Es lo que habías venido a buscar, ¿no?
Holland asintió y tomó las cosas en sus manos, tragando duro. Fue una sorpresa para ella que él supiera lo que necesitaba. Con todo lo que había pasado los cólicos quedaban en segundo plano.
—Menos mal ninguno de los que entró en esta casa sabe que tu cabello debería ser castaño y no pelirrojo —apuntó a su cabeza que no llevaba puesta su peluca habitual—, de lo contrario estaríamos en problemas. —Se retiró dejándola sola y con un millón de preguntas en el aire.
¿Realmente había sido solo un simple ladrón? O quizás, ¿era alguien que había ido a buscarla con la intención de matarla? De ser la segunda opción quería decir que ya sabían su ubicación y que no tardarían en intentar repetir la hazaña fallida de esa noche, pero se sentía agotada y lo menos que quería era atormentarse con preguntas que de momento no tenían una respuesta clara.
Observó la pastilla en su mano y se la tomó, esperaba que funcionara para aliviar los cólicos y para el dolor en la rodilla. El paramédico le había dicho que no estaba fracturada, le pidió que guardara algo de reposo y que tratara de no apoyarla mucho en los próximos días. Se quedó unos minutos en la sala esperando a que le hiciera efecto y cuando la intensidad del dolor disminuyó se aventuró a ponerse en pie y se apoyó en el respaldo del sofá.
Evaluó sus opciones para subir hasta su habitación, brincar en un solo pie era la más viable por lo menos hasta llegar al inicio de las escaleras. Comenzó a brincar y cuando iba a la mitad de camino apareció Dylan frente a ella, ahora llevaba una sencilla playera de algodón rojo y un pantalón a cuadros de pijama.
—¿Planeas brincar hasta tu cama? —casi podía jurar que había escuchado un ligero tono de burla en su pregunta.
—Eso o arrastrarme, lo que sea más sencillo —respondió.
Dylan le dio una media sonrisa y se aproximó hasta ella.
—¿Puedo?
Holland asintió y entonces se vio suspendida entre los brazos del castaño quien regresó sobre sus pasos para subir al siguiente piso, cuando pasaron por la cocina y vio las manchas de sangre de inmediato volteó su rostro y lo dirigió al cuello del hombre para evitar mirar la desagradable escena.
Su nariz casi podía rozar la piel expuesta, esa que desprendía todavía ligeras notas de la loción que utilizaba a diario. Olía tan bien. Cerró sus ojos un momento y se permitió llenar sus pulmones con aquel aroma, intentando grabarlo en su memoria.
Más rápido de lo que le habría gustado estaban cruzando las puertas de su habitación, la luz de la lámpara de noche que se había quedado encendida cuando la joven intentó encenderla horas antes alumbraba el cuarto. Dylan depositó suavemente a la chica sobre el colchón.
—Descansa, ha sido una noche muy larga.
El castaño estaba por dar un paso en dirección a la salida cuando el agarre en su brazo y la voz a sus espaldas lo detuvo.
—¿Puedes quedarte? —Holland pudo notar cómo se tensaban los músculos de su espalda ante la pregunta—. Por favor, hasta que me duerma nada más.
Él giró sobre su eje y pudo ver la súplica en su mirada, después observó el reloj sobre el buró. Los números en color rojo parpadeaban anunciando que se había reiniciado cuando volvió la luz y que la hora marcada no era la correcta.
—Está bien.
Holland soltó su brazo y apagó la luz para después acomodarse en la cama, dejándole suficiente espacio a Dylan quien se acomodó casi en la orilla del otro lado y recargó la espalda en el respaldo cruzándose de brazos.
—Gracias —musitó quedito.
Se sentía nerviosa y no sabía por qué, desde el día uno habían compartido habitación para pasar las noches en los cuartos de hotel. Quizás la diferencia recaía en que nunca habían estado los dos en la misma cama. De pronto pensó que no había sido una buena idea pedirle que se quedara, pero la realidad era que estaba asustada y solo sabiendo que él estaba cerca podría conciliar el sueño.
Porque de una cosa estaba segura, con él a su lado se sentía segura.
No tardó mucho en caer profundamente dormida, Dylan lo confirmó cuando notó que su respiración era más relajada y su pecho subía y bajaba a un ritmo acompasado. No pudo evitar recorrer con su mirada la silueta de la mujer que yacía a su lado.
Un mechón de cabello había escapado de la coleta y caía sobre su rostro. Con sumo cuidado estiró la mano y acomodó el mechón de forma que quedara libre su cara. No había duda de que era una mujer hermosa. Se frotó los ojos y sacudió la cabeza intentando así sacarse ciertos pensamientos que empezaban a rondarle la mente.
«Es solo trabajo.» Se repitió hasta que el cansancio hizo mella en él y cayó rendido.
💥💥💥
Palabras sin contar nota de autor: 2,945
A este punto de la historia he agregado un montón de escenas nuevas y también se han eliminado otras tantas, ¿lo notaron?
Nuevamente, gracias por el apoyo, déjenme saber en comentarios qué les parece la historia.
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