💥 Capítulo 5

Una serie de relámpagos iluminaron la carretera y el sonido de los truenos retumbó sobre el pavimento. No había lugar dónde esconderse ni a dónde correr, la superficie era plana y lo único que había era algunos árboles y arbustos que se encontraban a los laterales de la autopista y que no permitían ver qué había más allá.

—No quiero problemas, mejor váyanse —repitió Dylan.

Los tres hombres frente a él soltaron una risa burlona y se miraron entre sí.

—El niño bonito no quiere que tengamos un poco de diversión —dijo el de cabello largo mofándose con sus compinches.

—¿Por qué no te desapareces? Nosotros nos encargamos de cuidar del auto y la chica —dijo el que tenía la navaja.

—Yo no sé ustedes muchachos, pero ese auto es justo como el que quería comprarme hace unos días —el primero parecía muy interesado en el vehículo.

—Y ella se ve justo como la zorrita de mis sueños, ideal para calentar mi cama en esta noche de lluvia —volvió a lanzarle un beso el tercer sujeto.

—¿Qué opinas si hacemos un intercambio, niño bonito? Nuestro viejo auto —señaló detrás de él— a cambio de ese Jeep y de la chica. No puedes negar que es una gran oferta.

—Si la oferta hubiera sido de un auto por otro tal vez lo habría considerado —respondió Dylan impasible—, pero incluyeron a mi esposa y eso no entra en ningún trato.

«Mi esposa»

Era la segunda ocasión que lo escuchaba decir esas dos palabras y una extraña sensación se asentó en su estómago, pero no era una sensación desagradable como si le provocara la misma repulsión que ese tipo que no le despegaba la mirada de encima, no; era una sensación más agradable, cálida.

Sin despegar la vista de los tipos, Dylan le ordenó a Holland que entrara al auto y pusiera el seguro. En cuanto la chica dio un paso en dirección a la puerta del copiloto, el tipo de la navaja se abalanzó para irse sobre Dylan quien, gracias a los reflejos y entrenamiento que tenía en combate cuerpo a cuerpo, pudo ser capaz de bloquear el ataque y darle un golpe en el estómago que le sacó el aire. El tercer hombre fue directo sobre Holland y la agarró fuertemente de la peluca, estirando el cabello y haciendo que esta se despegara de la cabeza de la pelirroja.

—¿Qué demonios? —sorprendido miraba el montón de cabello que sostenía en sus manos. Furioso, aventó la peluca contra el asfalto y antes de que Holland pudiera cerrar la puerta del auto, la tomó del brazo y la tiró al pavimento haciendo que cayera de rodillas y soltara un grito por el golpe—. Así me gusta —sonrió mostrando que le faltaban un par de dientes—, directo a la acción. —El tipo comenzó a bajar la cremallera de sus pantalones.

El de cabello largo le soltó un golpe a Dylan en las costillas que lo hizo doblarse sobre sí mismo, ahora sí estaba molesto. Incorporándose, le metió un codazo de lleno en la cara rompiéndole la nariz y alejó de una patada al de la navaja que ya estaba por atacar de nuevo. Los gritos a un costado del auto lo distrajeron, dirigiendo su mirada a la chica que intentaba ponerse de pie para correr pero que estaba siendo sometida por el tercer hombre. Sin perder tiempo se aproximó hacia ellos, pero el de cabello largo lo embistió con fuerza estampándolo contra la parte trasera del Jeep.

—Esta me la pagas —rugió el tipo, la sangre corría desde su nariz hasta el suelo. Le dio una patada a la altura de las rodillas que doblegó a Dylan haciéndolo caer al asfalto.

—Te llegó tu hora, niño bonito —el de la navaja se aproximó decidido a utilizar su arma contra el castaño, pero el grito de dolor de su compañero lo detuvo en seco.

Holland había apretado con todas sus fuerzas el miembro del hombre que tenía en su mano, encajando las uñas sobre la carne flácida. El sujeto se hizo para atrás para que lo soltara y de inmediato con el puño cerrado dio un fuerte golpe al rostro de la chica, dejándola boca abajo sobre el pavimento. El golpe había sido tal, que la vista se le nubló durante varios segundos, el simple toque de las gotas de lluvia al caer sobre su rostro hacía que se sintiera como cientos de pequeños golpes sobre la piel lastimada.

—Eso, demuéstrale quién manda a esa zorra —lo alentó el de la navaja.

Aprovechando que ambos estaban distraídos, Dylan se puso de pie de un salto y se fue directo sobre el de cabello largo, asestándole otro golpe a la nariz y logrando que se tambaleara. Tres golpes más a puño cerrado sobre el rostro y lo dejó inconsciente sobre el asfalto. El de la navaja ya estaba a punto de clavarla sobre la espalda del castaño, pero al sentirlo cerca y con un ágil movimiento lo tomó del brazo y lo torció con fuerza. El crujido de los huesos al romperse se escuchó fuerte y claro, seguido de un grito de dolor.

—No se ataca por la espalda —pateó la navaja que había caído al suelo—, eso es de cobardes.

Le dio una patada al rostro que lo dejó inconsciente. Solo faltaba uno.

Era su fin, Holland sabía que no había manera de que saliera de ahí con vida. Estiró el brazo para tomar la peluca entre sus dedos, trataba de aferrarse a algo tangible antes de que todo terminara. Cerró los ojos. Dicen que cuando estás a punto de morir toda tu vida pasa frente a ti como una película, pero su mente estaba en blanco.

El último tipo que quedaba en pie aún se estaba retorciendo de dolor, pero eso no le impidió para ponerse a horcajadas sobre la espalda de Holland. Estaba tan concentrado en su víctima que ni siquiera se había dado cuenta que sus compañeros yacían sobre el pavimento a unos metros de él, la patada que recibió en la cara no la vio venir. Un par de dientes más salieron volando.

—Así no se trata a una mujer.

Dylan tomó de los hombros al tipo y lo aventó hacia un costado de la carretera. Un trueno más acalló los quejidos del hombre que intentaba defenderse dando manotazos al aire. Sus ojos miraron directo a los del castaño, podía ver la furia en su mirada. El ambiente se sentía pesado, lleno de una carga hostil. Dylan le dio un par de golpes más al magullado rostro, la sangre escurría con rapidez y se mezclaba con la lluvia. El ojo derecho lo tenía tan hinchado que ya no podía abrirlo.

—Por favor, por favor —levantó las manos al aire y se puso de rodillas en su intento de pedir misericordia. Dylan lo observó de pie unos segundos.

Holland abrió los ojos y comenzó a buscar con la mirada alguna señal de que ya todo hubiera terminado. Levantó la cabeza para tener una mejor visión y entonces vio el momento exacto en el que Dylan tomaba entre sus manos la cabeza del hombre y con un rápido movimiento la giraba ciento ochenta grados terminando así con su vida.

El crujido del cuello al romperse resonó fuerte y claro en medio de la tormenta, después le siguió el golpe al caer el cuerpo sin vida sobre el asfalto.

La respiración del ex militar se agitó, hacía tanto tiempo que no mataba a alguien. Lo había hecho casi sin pensar, la parte racional de su ser había desaparecido dejando entrar a su lado más primitivo, más salvaje. Dirigió su mirada hacia donde se encontraba Holland y entonces, al conectar con sus ojos verdes lo supo, ella lo había visto todo y el pánico en su mirada lo confirmaba.

El dolor en su rostro, que hasta hace unos segundos era lo único que ocupaba su mente pasó a segundo plano después de lo que vio. ¿Quién era el hombre con el que la habían enviado?

Dylan dejó salir una grosería por lo bajo y se dirigió hasta el Jeep, abrió la puerta de atrás y tratando de no lastimarla más, levantó a Holland del asfalto y la recostó sobre el asiento trasero quien mantenía una mirada de terror; tomó la peluca y la aventó debajo del asiento. Fue hasta el asiento del conductor y tomó su celular, abrió los mensajes de Whatsapp y buscó la conversación con el capitán Dawson donde le explicó lo que había sucedido mediante un mensaje en código. Necesitaba que alguien limpiara el desastre que acababa de hacer y se encargara de que no saliera nada de eso en las noticias. Después de darle a enviar, arrojó el móvil sobre el asiento y se dispuso a terminar con lo que había iniciado antes de que cayera la tormenta; cambiar la llanta ponchada.

Veinte minutos después ya había puesto la refacción y guardado todas las herramientas. Dio un vistazo al asiento trasero y al parecer Holland se había quedado dormida, mejor así.

Agradecía pagar la mensualidad del gimnasio, de otra forma no habría podido cargar cada uno de los cuerpos hasta el interior del maletero del viejo auto en el que habían llegado, ahí les rompió el cuello también. El tercero ya no cupo, por lo que lo colocó en el suelo del asiento trasero para que no se viera que había alguien ahí a simple vista. Para su buena suerte las llaves del coche seguían pegadas por lo que pudo montarse en él y moverlo a un costado de la carretera, lo dejó lo más cerca posible de donde estaban los árboles para que pasara un poco más desapercibido. Aunque tenía puestas sus esperanzas en que el capitán Dawson no tardaría en mandar a limpiar la evidencia. Apagó el motor del auto, apagó las luces y se dirigió de regreso al Jeep.

La lluvia no había parado en todo ese tiempo y a juzgar por las nubes negras que se extendían a todo lo largo del cielo, no iba a parar pronto. Intentó poner el mapa en la pantalla del Jeep, pero no había buena señal y no cargaba. Maldijo una vez más. Maldijo por lo que acababa de suceder y maldijo por haber aceptado tomar esa misión; bien pudo haberse negado y mantenerse en su posición hasta que el capitán Dawson desistiera y se buscara a alguien más.



Había manejado toda la noche, solo se había detenido en un poblado donde buscó una farmacia abierta las veinticuatro horas y compró algunas cosas como ungüentos, vendas, pastillas para bajar el dolor y la inflamación, gasas, alcohol y algunos snacks y bebidas para el camino. También hizo otra parada más adelante para llenar el tanque de gasolina y aprovechó para estirar las piernas. Se sentía agotado, los ojos le ardían y el costado de su cuerpo que había sido estampado contra el Jeep comenzaba a intensificarse el dolor. Tomó una dosis de las pastillas que había comprado.

El reloj marcaba las tres de la madrugada cuando la lluvia por fin había cesado. Había algunos encharcamientos a lo largo de la carretera y por momentos dormitaba, pero justo cuando se le estaban cerrando los ojos el sonido de una notificación en su móvil lo despertó. Lo tomó y miró la respuesta que había recibido de parte de Dawson donde le confirmaban que ya habían ido al lugar y se habían encargado de eliminar cualquier rastro.

Una cosa menos de la cual preocuparse.

Se dio unos golpes suaves sobre el rostro para espabilar. Revisó el GPS el cual indicaba que se encontraban cerca de la frontera con México, en Sierra Blanca, a poco más de una hora de llegar hasta El Paso, Texas. A partir de ahí serían alrededor de unas diez horas más para llegar hasta San Diego.

—¡NO!

El grito inesperado de Holland lo hizo frenar de golpe ocasionando que la chica girara sobre sí para terminar en el suelo del auto. Dylan bajó del Jeep y abrió la puerta trasera.

—¿Qué pasó? —preguntó confundido intentando detectar qué era lo que la había hecho gritar.

Holland lo miraba aterrorizada, con la respiración agitada y temblando. En su mente se había repetido la imagen del castaño girando la cabeza de aquel hombre. Dylan tardó unos minutos en comprender que él era la razón por la que se encontraba tan asustada. Suspiró.

—Ahora que estás despierta, necesito que te pongas la peluca y te sientes en el asiento del copiloto. Más adelante nos toparemos con un punto de inspección de la patrulla fronteriza —explicó—. Así que tendrás que calmarte si no quieres que ambos terminemos detenidos.

La pelirroja no dijo nada, se incorporó y tomó la peluca que aún seguía bastante mojada y sobre todo enredada. Se pasó al frente del auto y de la mochila que tenía a sus pies sacó un peine para desenredar su cabello y el de la peluca.

Continuaron media hora más en total silencio hasta que el castañeo de los dientes por parte de la chica rompió con ese silencio. Dylan la miró de reojo, notó que seguía temblando y fue hasta ese momento que cayó en la cuenta de que continuaba con la ropa empapada y a eso había que sumarle el hecho de que la zona en la que se encontraban era bastante fría, a pesar de que el invierno estaba por terminar todavía podían llegar a estar a muy bajas temperaturas, casi heladas.

—¿No llevas algún cambio de ropa seca en esa mochila? ¿Un suéter o algo que te abrigue?

—No —se abrazó a si misma intentando de darse un poco de calor.

—Llegando a El Paso buscaremos alguna tienda para conseguir algo abrigador —subió la calefacción.

Antes de llegar al punto de inspección se aseguraron de que todo estuviera en orden y no hubiera nada que pudiera levantar sospechas. Confiaba en que no fueran a revisar el bolso deportivo que había llevado. Le dio un par de pastillas para el dolor y también le pasó el ungüento para que se lo pusiera sobre el pómulo que a esas alturas ya se encontraba bastante hinchado además que el color amoratado lo hacía más notorio.

No tardaron mucho en ser detenidos por dos oficiales de la patrulla fronteriza que se encontraban en el puesto de inspección.Las luces rojas y azules de la camioneta se reflejaban sobre el pavimento mojado; se colocaron uno a cada lado de las ventanillas y los alumbraron con unas linternas.

—Buenas noches, ¿qué hacen a esta hora de la madrugada por estos rumbos? —preguntó el oficial que portaba el uniforme azul y sobre este un chaleco antibalas.

—Nos dirigimos a El Paso, estamos haciendo un viaje por carretera para recorrer el país —respondió Dylan con una tranquilidad que nadie se imaginaría que había matado a tres hombres varios kilómetros atrás..

—Bien, espero que no le moleste que haga un rápido chequeo del vehículo, solo para asegurarnos que no intentan cruzar con algún indocumentado.

—Adelante.

—Espera Owen —lo detuvo el otro oficial que se encontraba del lado de Holland. —Esta mujer tiene golpes en el rostro —la luz de su linterna apuntaba directo sobre el pómulo hinchado de la pelirroja.

—Señor, voy a pedirle que me dé su identificación, baje del auto con las manos en alto y muy lentamente. Le sugiero no hacer ningún movimiento brusco.

Dylan maldijo en su mente, lo que le faltaba. Sin chistar hizo lo que el oficial le había pedido, también sacó de su billetera su identificación y se la entregó. El oficial revisó los datos y por radio habló hacia el puesto de patrullaje que estaba unos metros más adelante hacia la lateral de la carretera.

Por otro lado, el oficial más joven que se encontraba con Holland intentaba sacarle algo de información al respecto de ese golpe que llevaba. La pelirroja hacía su mayor esfuerzo para mantenerse tranquila y no levantar más sospechas. Le explicó brevemente que el día anterior habían intentado asaltarlos en la carretera, pero para su fortuna solo había quedado en un susto y un par de golpes. El joven oficial no estaba muy convencido de su respuesta.

Continuó con una serie de preguntas acerca del tiempo que llevaban de conocerse, de ser pareja, de estar casados. El oficial tomó suavemente del brazo a la chica y ella en automático se zafó de su agarre como si su toque fuera ácido. Eso lo dejó aún más en alerta y frunció el ceño.

—Si se siente amenazada por su pareja, este es el momento de hablar. —Clavó sus ojos sobre los jade de ella intentando descifrar algo en su mirada que le confirmara que estaba en peligro—. Nosotros podemos ayudarla —insistió.

El tono de su voz se mantenía bajo para evitar que su pareja pudiera escucharlos y ponerse agresivo. No sería la primera vez con la que les tocaba lidiar con un marido violento y una mujer sometida que era trasladada en contra de su voluntad.

—Agradezco su preocupación, oficial. Como le dije, nos intentaron asaltar.

El oficial puso su mano libre sobre su cintura en clara señal de que no le creía. Holland desvió la mirada, comenzaba a sentirse intimidada ante el escrutinio de aquel hombre. Quería irse de ahí lo antes posible, cerrar los ojos y no volverlos a abrir hasta que la pesadilla hubiera terminado.

Del otro lado del auto, el oficial al que habían llamado Owen, revisaba la identificación y documentación del auto. Todo parecía en regla, pero había algo en la actitud tan seria de Dylan que no le convencía del todo. Había algo sospechoso.

—Voy a revisar sus datos en el sistema. No se mueva de aquí —lo apuntó con la linterna.

Se alejó unos pasos y por radio habló hasta el puesto de inspección donde había otros dos oficiales que se encargarían de validar los datos.

El castaño aprovechó para sacar su celular y enviarle un mensaje a su jefe una vez más junto con su ubicación. Estaba por terminar cuando el oficial de un manotazo le quitó el móvil y lo sometió contra el capó del Jeep.

—¿Qué está intentando? —gruñó.

Dylan tenía el rostro de lado contra la fría carrocería del auto, el oficial le dobló los brazos para ponerlos sobre su espalda y de la cinturilla de su pantalón sacó unas esposas que colocó alrededor de sus muñecas.

—¡Responda! —le gritó al oído.

—Solo iba a enviar un mensaje —apretó los dientes.

—Por favor suéltelo —la voz de Holland se escuchó en medio del interrogatorio.

Sus pisadas resonaron sobre el asfalto y su pantalón se salpicó con algo de lodo al pasar sobre un charco de agua.

—Él no me ha hecho daño y no estamos llevando a ningún indocumentado, por favor déjenos ir —dijo con ojos suplicantes en dirección al oficial.

Esperaba que con eso bastara para que los dejaran continuar su camino, pero el agarre del oficial Owen sobre Dylan no cedía. El viento helado sopló haciendo que la joven se estremeciera al sentir el frío calando hondo en sus huesos.

—Solo queremos asegur...

La voz del oficial más joven fue interrumpida con el sonido de la estática en la radio. Owen tomó el dispositivo de la parte trasera de su pantalón y se alejó unos pasos. Intercambió un par de palabras con la persona al otro lado de la línea y regresó.

Sacó una llavecilla del bolsillo de su pantalón y liberó las esposas de las muñecas de Dylan.

—No sé quiénes sean —pasó sus ojos de Dylan a Holland y de regreso—, pero tuvieron suerte esta vez. Váyanse antes de que me arrepienta.

La mueca que hizo al decir eso último hizo que su poblado bigote se moviera hacia un costado.

Dylan no había terminado de enviar el mensaje, pero sí había alcanzado a enviarle la ubicación a Dawson y agradeció internamente que su jefe fuera lo suficientemente inteligente para entender que estaban en problemas y tenía que ayudarlos a salir de esa situación.

Al capitán Dawson le estaba costando muchas horas de sueño ese caso para proteger a la testigo más importante del que tenía conocimiento, pero la que podía llegar a ser la cereza en el pastel para cuando decidiera que era tiempo de jubilarse. Había tenido que mover un par de contactos para que mandaran la orden hasta el puesto de inspección y los dejaran irse libres.

💥💥💥

Palabras sin contar nota de autor: 3,408

Ya estamos calentando motores para entrar de lleno a las escenas de acción. ¿Se esperaban que Dylan los fuera a matar?

¿Ya vieron el sticker que aparece en la portada de la historia? Eso es porque Sin Escape fue una de las historias ganadoras de la primera ronda del ONC 2024. Estoy muy contenta porque no me lo esperaba.

Gracias por sus votos y comentarios.

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