💥 Capítulo 4

Los medios de comunicación que habían sido invitados al servicio fúnebre que se estaría llevando a cabo en el Cementerio Nacional de Arlington ya se encontraban acomodando sus equipos en el anfiteatro del lugar; en unos minutos estaba por comenzar la breve rueda de prensa que estaría dando el vocero de la Casa Blanca. Los medios solo pudieron captar un par de imágenes del arribo de la familia Drums, la ahora viuda portaba un sencillo vestido pegado al cuerpo por debajo de la rodilla con mangas tres cuartos y unos grandes lentes de sol que la ayudaban a ocultar gran parte de su rostro. A un costado la acompañaban sus hijos, también portando vestimenta negra. Evitaron mirar en dirección a las cámaras y se adentraron en el cementerio escoltados por un numeroso equipo del Servicio Secreto.

El sol brillando en lo alto contrastaba con el ambiente de pesadez que se sentía en aquel lúgubre lugar donde los restos de cientos de personas descansaban. Los asistentes ya se encontraban sentados en las bancas blancas esperando a que diera inicio el evento. Algunos familiares muy cercanos a la familia Drums y otros altos mandatarios se encontraban presentes.

El vocero de la Casa Blanca fue breve y conciso en lo que declaró ante las cámaras: el actual vicepresidente de la nación, Hans Goodman, estaría asumiendo la presidencia de manera temporal hasta que se llevaran a cabo las elecciones dentro de unos meses más y tomara cargo el nuevo presidente. También informó que en las siguientes semanas estarían haciendo el anuncio del nuevo candidato del partido republicano que estaría sustituyendo al difunto presidente en la boleta electoral.

Referente al asesinato del mandatario no hubo ninguna declaración. Los detalles se seguían manteniendo de forma confidencial para evitar que algo pudiera alterar las investigaciones que se estaban llevando a cabo.

También mencionó que se declararía luto nacional lo que restaba de la semana para respetar y conmemorar la memoria del ex mandatario.

Aunque los reporteros intentaban hacerse escuchar en medio del bullicio tratando de que el vocero respondiera a sus preguntas fue inútil. El hombre se despidió agradeciendo que asistieran al evento y se marchó custodiado por la seguridad del lugar.



El plan original era despertarse a primera hora de la mañana para continuar con el camino que los llevaría hasta San Diego, lamentablemente esos planes se vieron afectados por el poco descanso que pudieron obtener luego de que sus vecinos de habitación se la pasaran muy activos durante la noche. Eran alrededor de las diez de la mañana cuando salieron del hotel y se subieron al Jeep para tomar la interestatal ochenta y uno.

Las ojeras en el rostro de ambos eran notorias. Se notaba el cansancio acumulado sobre todo en la joven que en las últimas cuarenta y ocho horas había dormido el equivalente a pequeñas siestas y no precisamente de esas reparadoras que te ayudan a continuar con el día. Sentía los músculos tensos, a pesar de que la cama era cómoda no había podido descansar.

Dylan por su lado sentía un ligero dolor en el cuello, la mala postura sobre el sillón reclinable en el que durmió le estaba pasando factura, pero no era momento para pensar en ello. Todavía les esperaba un largo camino hasta llegar a su destino.

Durante las cinco horas de camino que hicieron hasta llegar a Nashville, Tennessee solo se escuchó la música que salía de la radio, actualmente la estación local reproducía música country. No pasó desapercibido para Dylan un sonido proveniente del estómago de Holland y esa fue la señal para que fueran en busca de algún lugar para comer. Las mejillas de la chica se tornaron de un color rosado y en un intento para que su acompañante no notara la vergüenza que la estaba embargando en ese momento, lo disimuló acomodándose la peluca.

Estuvieron un par de minutos buscando opciones en el teléfono de Dylan, pero todo lo que les aparecía eran restaurantes mexicanos. Aparcaron frente a un pequeño local pintado de negro y que en la entrada tenía un colorido letrero donde se leía Cinco de Mayo Mexican Restaurant. Al ingresar al lugar ambos pegaron un salto por el inesperado mariachi que los recibió cantando Cielito Lindo. Mientras el mariachi continuaba con la canción una mesera se acercó hasta la pareja para dirigirlos hasta una mesa y les ofreció un menú indicándoles que ya regresaba para tomarles la orden.

—Espero que tengas buena tolerancia al picante —los ojos del joven se mantenían fijos en el menú que tenía en sus manos.

—Creo que puedo soportar algo de picante, aunque no está precisamente en mis genes.

—¿Y qué es lo que está en tus genes? —clavó sus ojos chocolate en los jade de ella.

—Meterme en problemas serios, al parecer.

Para el castaño no pasó desapercibido el tono de pesar en su voz.

La mesera regresó para tomar el pedido de la pareja y una vez que confirmó que todo estaba en orden se retiró. Se quedaron en el lugar cerca de una hora para descansar un poco, todavía les quedaba un largo camino por recorrer y lo último que Dylan quería era tomarse más tiempo del necesario para llegar a la casa de seguridad donde pasaría las próximas semanas encerrado junto a una completa desconocida que para su muy mala fortuna se había visto envuelta en el asesinato del presidente del país.

Dylan se removió incómodo en su lugar.

Desde que se habían montado en el Jeep la tarde anterior no se le había quitado la sensación de que tenía ojos sobre ellos todo el tiempo, incluso cuando iban por la carretera siendo el único vehículo por el camino. Sentía que cualquiera podía ser una amenaza por lo mismo se mantenía alerta, observando a todos a su alrededor, aunque hasta ahora no había sucedido nada que le indicara que estaban en peligro, no podía bajar la guardia.

Odiaba sentirse paranoico, pero parte del entrenamiento que había recibido cuando ingresó al ejército era siempre estar alerta de lo que te rodea, sobre todo cuando las cosas parecen tranquilas. La experiencia se lo había confirmado en más de una ocasión.

—¿Podemos ir al Partenón? —la tímida voz de Holland salió apenas en un murmullo, le había tomado un buen rato decidirse a hacer la pregunta.

Dylan soltó el cinto de seguridad que estaba a punto de abrocharse al escuchar la pregunta de su copiloto.

—¿Es broma? —su ceño se endureció. —¿Acaso no te das cuenta de la situación en la que nos encontramos y tú quieres ir de visita a un museo como si estuviéramos de vacaciones?

El tono en su voz había salido más duro de lo que hubiera querido, pero en verdad no podía creer que lo poco que llegaban a interactuar fuera para hacer una petición como esa. 

—Bueno, creí que podíamos aprovechar que estábamos en Nashville. —Se encogió en su asiento sintiéndose verdaderamente tonta por lo que había dicho. Él tenía razón, no estaban de vacaciones—. Lo siento —susurró.

Dylan dio un leve golpe al volante que hizo sobresaltar a la pelirroja, justo lo que le faltaba, hacerla sentir mal. Se abrochó el cinturón, encendió el auto y puso el mapa en su celular para continuar. Cinco minutos después el Jeep se detuvo ante la imponente réplica griega.

—Tienes suerte de que estuviéramos a unas calles del museo y que no nos desvíe del camino. —La sonrisa en el rostro de Holland demostraba lo feliz que estaba de ver el monumento ante ella—. Pero no te emociones tanto, no te vas a bajar del auto y solo lo podrás observar por fuera.

—Gracias —musitó quedito.

Dylan redujo la velocidad del vehículo para recorrer el estacionamiento lateral y que su acompañante lo pudiera apreciar a la distancia.  

Era una pena no tener consigo un teléfono con el cual poder guardar un recuerdo de ese momento y no estaba lo suficientemente loca como para pedirle el suyo a Dylan, mucho había hecho con llevarla hasta ahí, aunque fuera durante unos breves segundos. Había algunos visitantes que estaban saliendo del lugar  y la pelirroja se preguntaba si algún día volvería a llevar una vida normal como la de aquellas personas, una vida en la que pudiera disfrutar de cosas tan sencillas como ir a un museo sin temor a que alguien fuera a acabar con su vida por haber estado en el lugar equivocado a la hora equivocada.

Hasta ese momento caía en cuenta de que las cosas tan banales de la vida podían esfumarse en un abrir y cerrar de ojos. Se hizo la promesa de que cuando todo eso terminara, nunca volvería a dar por sentado nada. Viviría al máximo y aprovecharía cada instante para disfrutar incluso de la cosa más insignificante.

El reglamento de vialidad indicaba que no era recomendable pasar más de cuatro horas seguidas frente al volante porque podía resultar bastante cansado para la vista y terminar en un accidente fatal. Al castaño no parecía importarle esa regla puesto que  cinco horas más tarde habían llegado hasta Little Rock, Arkansas. Según el mapa estaban a veinticuatro horas más de manejar ininterrumpidamente para llegar a San Diego. Dylan calculaba que estarían llegando en día y medio máximo dos con las respectivas paradas para descansar. 

Decidieron pasar la noche en un motel que estaba sobre la carretera, Economy Inn Little Rock, un edificio gris de dos pisos con unas llamativas puertas en color rojo y otras más en amarillo. Nuevamente alquilaron una sola habitación, pero para fortuna de ambos tenía dos camas, lo que no se esperaban era que la tina de baño estuviera fuera de este, en una esquina de la habitación y no contaba con absolutamente nada que les permitiera tener un poco de privacidad al bañarse.

Dylan dejó sus cosas a un costado de la cama que estaba más próxima a la puerta, si algo ocurría podría reaccionar de inmediato para interponerse entre el peligro y la chica que lo acompañaba. Holland dejó su mochila sobre la otra mientras observaba cada rincón de la habitación llegando a la conclusión de que al menos se veía limpia y no había bichos por ninguna parte. Tenía una pequeña fobia, principalmente a las cucarachas y eso sin mencionar que le daban pavor las voladoras.

—Estaré en el auto, avísame cuando termines de bañarte.

Sin esperar una respuesta Dylan salió de la habitación dejando sola a Holland.

No tenía idea de cuánto podía llegar a tardarse en el baño, pero consideró que darle una hora estaría bien. Él también necesitaba de un poco de espacio para sí mismo. Estuvo mensajeando en el celular con su padre a quien a grandes rasgos le dijo que estaba en un viaje de trabajo y que desconocía cuánto tiempo le iba a tomar regresar a D.C. No le dio más detalles, era una fortuna que su padre poco se inmiscuyera en su vida profesional, sabía que aunque ya no formaba parte de la armada había cosas relacionadas a su trabajo que no le podía compartir abiertamente y eso lo respetaba.

Los últimos diez minutos antes de que se cumpliera la hora la pasó pensando en cómo había podido llegar a terminar en esa situación la joven mujer a la que ahora debía cuidar. Muchas teorías aparecieron en su cabeza, desde que era la amante del presidente e incluso llegó a pasar de manera muy fugaz que ella estuviera involucrada en el asesinato, pero descartó esa idea de inmediato. Solo había que verla para saber que en ella no había un gramo de maldad.



Había sido un día agotador por todas las actividades que se habían realizado. Lo único que quería era que el incompetente de Zech le llevara buenas noticias. Un suave golpeteo se escuchó detrás de la puerta; se levantó del sofá en el que estaba y se aproximó a abrir.

—Dime que ya la encontraron.

—Aún no, estamos en ello —respondió Zech con la mirada baja a modo de respeto.

—Son todos una bola de inútiles —rugió.

Se alejó de la puerta y regresó hasta el sofá para sentarse nuevamente y servirse una copa de whisky. Zech se adentró a la habitación cerrando sigilosamente la puerta detrás de él.

—Tenías un trabajo Zech, uno solo y no fuiste capaz de cumplirlo. —Dio un trago largo a su bebida acabando con el contenido.

—Mi trabajo era acabar con la vida del presidente y lo cumplí al pie de la letra —el hombre de tez blanca y cabeza rapada se mantuvo firme en su posición.

—Sí, y junto con él a cualquiera que pudiera interponerse en el camino —los ojos miel juzgaban sin reparo alguno al hombre que tenía delante suyo. —¡Eso incluía a la estúpida pelirroja que estaba con él esa noche! —Arrojó con todas sus fuerzas el vaso de cristal haciendo que este se estrellara en la pared a tan solo unos centímetros de donde estaba Zech.

Seguro el líquido iba a dejar una mancha sobre el alfombrado.

—Fue un imprevisto con el que no contaba —se justificó.

—¡Imbécil! Esa estúpida pone en riesgo todo mi plan, ella te vio, ella sabe quién eres.

Comenzó a caminar alrededor de la habitación con la respiración agitada. No se había esforzado tanto para que al final una simple coordinadora de campaña política le arruinara sus planes.

—Dudo mucho que la chica llegue a hablar. Debe estar aterrorizada.

—¡Idiota! —volvió a gritar deteniéndose frente a Zech—. La maldita suertuda fue llevada por tu estúpido equipo del Servicio Secreto hasta el edificio donde están las oficinas de protección a testigos. Para este momento ya le habrán sacado una declaración completa de todo lo que vio y todo lo que sabe. —Se giró dándole la espalda y se acercó hasta el ventanal del cuarto—. Debe ser cuestión de horas, a lo sumo un par de días para que inicie un juicio por el asesinato de Michael Drums.

—Tiene mi palabra de que me voy a encargar de aniquilar la amenaza que esa mujer representa para usted. Terminaré con el trabajo que me encomendó.

—Más te vale Zech —lo apuntó con el dedo—, porque de no hacerlo ten por seguro que el próximo al que voy a mandar a matar es a ti. —Se pasó la mano por la frente—. Ahora lárgate que no quiero verte hasta que me traigas buenas noticias y con eso me refiero a que acabaste con ella.

Zech hizo un leve asentimiento de cabeza y salió de la habitación.



A diferencia de la primera noche, esa segunda sí pudieron descansar y recuperar algunas horas de sueño. Se detuvieron en la primera gasolinera que encontraron para cargar combustible y comprar algunas reservas de comida para el camino. El plan era avanzar lo más posible ese día y tan solo seis horas después y habiendo pasado el famoso parque de diversiones Six Flags, estaban entrando en la ciudad de Fort Worth, Texas donde se detuvieron en una pequeña sucursal de Pizza Hut. Ahí decidieron que era un buen lugar para descansar y comer algo, sobre todo porque se miraba una zona tranquila.

En esa pizzería descubrieron que sus gustos no eran tan diferentes, a ambos les gustaba la pizza de carnes frías y esa fue la que terminaron ordenando junto a dos refrescos y una orden de papas para acompañar. Seguía sin haber mucho tema de conversación entre ambos, Dylan se moría por preguntarle todo acerca de lo que había ocurrido esa noche, quería entender lo que había detrás de que Holland se hubiera convertido en la pieza clave de un asesinato tan importante. Ella por su parte también quería platicar con él, se sentía tan sola en ese momento, lo único que tenía era al hombre de tez blanquecina adornada por varios lunares que salpicaban su cuello incluso había notado dos que tenía a un costado y que se le figuraba a la marca que dejaban los colmillos de los vampiros sobre sus víctimas.

Ese pensamiento le sacó una sonrisa que no pasó desapercibida para el castaño.

—Te noto un poco más animada.

Al verse descubierta rápidamente borró su sonrisa y negó ocasionando que la peluca que llevaba se moviera un poco.

—Nada, es solo que creo que ya estoy volviéndome loca. —La mirada de su contraparte la invitaba a seguir hablando—. Por un momento tuve la estúpida idea de que esos lunares en tu cuello, en realidad son la marca de unos colmillos de vampiro. —Sintió un rubor ardiente en sus mejillas al escucharse decirlo en voz alta.

Dylan sonrió ante su comentario, no era la primera vez que escuchaba esa teoría y siempre le causaba gracia.

—Me encantaría decirte que es verdad, pero solo son un par de lunares que no me dan poderes ni unas ganas irremediables de beber sangre.

—Es bueno saberlo. —Dio un sorbo a su bebida.

Un intercambio de miradas cómplices fue lo que terminó la conversación entre la pareja.



Faltaba poco para el atardecer, pero este nunca llegó, pues una enorme nube negra se encargó de oscurecerlo todo amenazando con desatarse una fuerte lluvia. Habían retomado el camino hacía apenas una hora cuando el tablero del Jeep indicó que una de las llantas traseras se encontraba baja de aire.

—¡Maldición!

Holland no entendía por qué de pronto se habían detenido a mitad de la carretera en Thurber, o al menos es lo que indicaba el mapa.

—Quédate aquí —le ordenó—, tendré que cambiar la llanta. No tardo.

Dando un portazo se bajó del auto y sacó la caja de herramientas para empezar a desmontar la llanta que se encontraba ponchada. En algún punto del camino se le había encajado un clavo de alrededor de unas cuatro pulgadas. Apenas estaba por bajar la llanta de repuesto cuando el cielo comenzó a tronar fuertemente y tan solo un par de segundos después la fuerte lluvia se dejó venir acompañada de relámpagos que alumbraban cada tanto el lugar.

Hacía tiempo que a ninguno de los dos les tocaba estar en medio de una tormenta tan fuerte y mucho menos tan expuestos en medio de una carretera. Dylan regresó al auto para encender las intermitentes y asegurarse que los pudieran ver en caso de que viniera algún otro auto y así evitar un fatídico accidente. Regresó a su intento de cambiar el neumático, pero con la torrencial lluvia le era más complicado puesto que el agua entraba en sus ojos y le dificultaba ver.

Holland notó que estaba tardando mucho y decidió bajarse del auto aun y cuando eso significase que terminaría empapada y desobedeciendo la orden que le había dado minutos antes.

—¿Necesitas ayuda? —gritó para hacerse escuchar.

—¡Te dije que te quedaras dentro del auto! —se preguntó por qué le era tan complicado hacer caso—. Vuelve al auto.

—Quizás pueda ayudarte —insistió.

Dylan dejó la llanta nueva a un costado del auto y se levantó para quedar frente a frente con Holland. A esas alturas los dos estaban completamente empapados, la camiseta que llevaba la pelirroja se le adhería como una segunda piel. La peluca café había perdido por completo el volumen que normalmente tenía y ahora solo escurría grandes cantidades de agua pegada a sus mejillas.

El ex militar apenas le sacaba una cabeza de diferencia a la chica por lo que ella debía alzar un poco la suya para poder mirarlo a los ojos. Aunque sus ojos cafés no eran muy diferentes a los de la mayoría de la población, había algo en ellos que le llamaba la atención, como si llevaran una carga muy pesada que los hacía ver más profundos; quizás le iba a tomar un poco más de tiempo descubrir lo que se escondía detrás de esos ojos chocolate. 

Un auto viejo y con la pintura dañada severamente por el sol se detuvo unos metros por detrás de donde estaba la pareja discutiendo. Del interior bajaron tres hombres que no tenían pinta de ser buenos samaritanos con la intención de ayudarlos. Tenían un aspecto desaliñado y aunque no se debe juzgar a las personas por su aspecto, era difícil no pensar lo peor con ese trío.

—Pero mira que tenemos aquí —dijo uno que llevaba el cabello largo atado en una cola alta.

—Parece que podremos cambiar nuestro viejo corcel por uno nuevecito y de lujo —dijo otro y del interior de su bolsillo sacó una navaja.

Dylan se puso rígido de frente a ellos y con su brazo empujó suavemente a Holland detrás de él a manera de protección.

—Será mejor que se vayan —su tono de voz era tranquilo, pero no perdía de vista ningún movimiento que hacía el trío delante suyo, sobre todo de ese que tenía una mirada de lujuria que recorría de pies a cabeza a la mujer que se encontraba temblando a sus espaldas.

—Quizás hasta podamos divertirnos con esa hermosura —dijo el tercero lanzándole un beso a Holland—. No creo que a nuestro amigo le importe compartirla.

La pelirroja no pudo evitar soltar un jadeo de miedo, sin ser consciente de lo que hacía, se pegó más a la espalda de Dylan usando su cuerpo a modo de escudo para protegerse de aquella mirada que la estaba realmente poniendo los pelos de punta. El ex militar pudo sentir cuando un trozo de su camisa se arrugaba en el puño cerrado de su esposa.

A buena hora se les había tenido que ponchar la llanta en medio de una tormenta eléctrica.

💥💥💥

Palabras sin contar nota de autor: 3,574

En este capítulo pasaron demasiadas cosas, empezando por el funeral del presidente. Siguiendo las aventuras por carretera de la pareja de recién casados. Por si tienen curiosidad, los lugares que se mencionan existen, google maps me está ayudando mucho para hacer más realista la historia.

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