💥Capítulo 36

—Mantén las piernas abiertas y firmes.

Holland sentía el aliento cálido de Dylan golpeando contra su oreja y su nuca, el tono en su voz era profundo con un matiz de seriedad.

—Debes tomarla con ambas manos —afianzó su agarre sobre el de ella—así.

Podía sentir su torso pegado a su espalda, una de sus piernas entre las de ella y ese aroma que se abría paso hasta sus pulmones distrayéndola inconscientemente. Giró el rostro solo un poco para verlo de perfil.

—Los ojos puestos en el objetivo, siempre sobre el objetivo.

Holland dio un paso adelante para girarse y quedar de frente a Dylan, le extendió la Glock 9mm y él la tomó enarcando una ceja.

—Tienes que practicar, pelirroja —la reprendió suavemente.

—Sí, bueno, no es precisamente que me fascine la idea de tener un arma en mis manos y tampoco es sencillo cuando tienes a tu instructor pegado a ti oliendo tan bien y con una voz profunda y sexy dándote órdenes al oído —puso los brazos en jarras.

Dylan sonrió de lado socarronamente.

—Me agrada saber que tengo ese efecto en ti —la atrajo hacia él haciendo que ella levantara la vista para poder verlo—, pero tienes que concentrarte —dejó un beso en su frente.

—Solo dime que no le has enseñado a nadie más de la misma manera que a mí.

Dylan rio suavemente y negó con la cabeza.

—¿Eso que escucho son celos, pelirroja? —sonrió de nuevo—. Eres la única que ha recibido mis clases personalizadas en el manejo de armas.

Sintiéndose satisfecha con esa respuesta volvió a tomar el arma que le ofrecía su entrenador personal. Dylan se había asegurado de quitar todas las balas de la pistola, revisó que no quedara ninguna en la recámara y para darle mayor tranquilidad, la detonó repetidas veces.

A Holland le aterraba la idea de que pudiera escapársele algún tiro y herirlo o peor, matarlo.

El ex militar había decidido que empezarían con un Glock 9mm semiautomática con capacidad de diecisiete balas, un arma muy común y de fácil manejo. Ya le había enseñado a quitar el cartucho y cambiarlo por uno nuevo, a quitar y poner el seguro y jalar la corredera para dejar la bala lista. Ahora le estaba enseñando la posición que debía tomar para poder disparar de forma segura y correcta.

Estuvieron un rato más practicando hasta que Dylan dio por terminada la sesión de entrenamiento. Holland sentía que le habían drenado toda su energía, por lo menos mental; se sentía agotada y mucho se debía a todo lo que había vivido esos últimos días.



Cuando regresaron de casa de sus padres, lo primero que hizo fue hacer varias copias del archivo de audio. Se creó un nuevo correo donde guardó una de esas copias y le envió otra al correo de Dylan. Al castaño le había parecido muy sorprendente escuchar lo que había en esa grabación y sobre todo la voz, si bien, no había una declaración explícita como «matar a Michael Drums», sí que se daba a entender que harían algo en su contra y eso era prueba suficiente para que se abriera una investigación.

Holland se sentó en el comedor con su laptop abierta mientras hacía círculos con la cabeza para tratar de quitar algo de la tensión que se había acumulado sobre sus hombros. La televisión estaba encendida en algún canal de películas al cual no le estaba poniendo mucha atención. Cada que aparecían los comerciales, la mayoría eran anuncios de comidas rápidas; medicamentos milagrosos con efectos secundarios potencialmente adversos y otros tantos sobre la campaña política tanto de Jessica Drums como su oponente, Charles Benson.

Dirigió la mirada hacia el mueble debajo de la televisión, donde estaban las fotografías familiares de Dylan y ahora también estaba la que ella había tomado de su recámara. Sonrió con ternura, no podía evitar que su corazón diera saltitos de emoción al pensar que había sido el mismo Dylan quien había tomado el portarretrato y lo había colocado junto al resto. Llevaban solo algunos días viviendo juntos como pareja real, pero desde el minuto uno él le había hecho sentir como si ese también fuera su hogar.

Le encantaba la forma tan contrastante que era ese castaño de ojos chocolate. Podía ser serio y dominante al mismo tiempo que podía ser cariñoso y sensible.

Uno de los comerciales en la televisión la sacó de sus pensamientos. Las imágenes del atentado que había sufrido Jessica Drums se repetían en bucle para después mostrar a la primera dama dando un pequeño mensaje sobre cómo salir adelante ante las situaciones difíciles y cómo, aunque hubiera gente en su contra, ella se mantenía firme en su postura de continuar por la candidatura a la presidencia.

—Sucedió después de las celebraciones del cuatro de julio —Dylan dejó un plato con comida delante de Holland y tomó asiento junto a ella.

—No tenía idea —respondió al tiempo que cerraba la laptop y la dejaba de lado sobre la mesa—. ¿Supieron quién fue el responsable?

—Lo encontraron a unas calles de ahí, se había pegado un tiro.

Holland se quedó con el tenedor suspendido en el aire, frunció el ceño.

—Era una mujer de mediana edad, Dawson me dijo que no tenía antecedentes en su registro y las autoridades especularon que pudo ser simplemente una radical que iba en contra de lo que plantea Jessica Drums en sus propuestas de campaña —Dylan pinchó un pedazo de salmón y se lo llevó a la boca—. Estoy casi seguro de que esa persona no fue la responsable del ataque.

—¿Por qué piensas eso? —se sentía realmente intrigada por las palabras del castaño.

—¿Sabes lo fácil que es incriminar a alguien? —dirigió su vista a Holland—. ¿Sabes la cantidad de veces que la policía ha sembrado pruebas falsas para culpar a alguien?

Holland negó, lo que Dylan estaba sugiriendo le estaba volando la cabeza. Abría un nuevo panorama de posibilidades. Uno muy turbio.

—Estoy casi seguro, que lo hicieron para no hacer quedar mal al Servicio Secreto otra vez. Suficiente que hayan asesinado al presidente en sus mismísimas narices, ¿no crees? —dio otro bocado—. Peor si también se les escapaba el culpable de casi matar a la primera dama en un meeting que estaba custodiado por decenas de policías.

La crudeza de sus palabras le dio un vuelco al estómago de solo pensarlo. Holland dejó el tenedor sobre el plato y dio un largo trago a su vaso de agua.

—Solo espero que con la grabación puedan obtener información clave sobre quién está detrás de todo esto —observó que el plato de Holland estaba casi lleno—. Come, necesitas tener fuerza para los entrenamientos.

El celular de Dylan vibró en su bolsillo. En la pantalla aparecía el nombre de Dawson.

Fux, tengo novedades —Dylan puso el altavoz para que Holland también escuchara—. La policía encontró hace unos días una bodega abandonada donde Zech se estuvo escondiendo, pudimos comprobarlo al hacer algunas pruebas de ADN en latas de comida vacías, se tuvo vigilada el área en caso de que volviera, pero no ha habido ni una seña de él. Se están revisando las cámaras de vigilancia de los lugares aledaños para saber de dónde venía o a dónde se dirigió.

Holland abrió los ojos en sorpresa. ¿Eso significaba que estaban cerca de encontrarlo?

—Por favor manténgame al tanto de si sabe algo más, capitán.

Por supuesto, ¿cómo va todo por allá? El dúo de policías que los escolta no ha reportado ninguna incidencia.

—Afortunadamente no ha pasado nada, pero seguimos alerta —le dio una mirada a Holland esperando ver alguna reacción que le dijera que no siguiera hablando, pero ella se mantuvo inmóvil—. Hay algo que es importante que sepa, capitán —hizo una respiración profunda antes de continuar—: Tenemos una prueba que incrimina directamente a alguien con el asesinato de Michael Drums.

El silencio que le siguió a sus palabras acompañó a la densidad que se sentía en el ambiente, pesado.

Creo que esta conversación la debemos tener en persona, Fux. Me encuentro fuera de la ciudad, pero lo espero en mi oficina el lunes sin falta —colgó.



Después de la llamada de Dawson, Holland había terminado su cena mientras se preguntaba si es que todo estaba cayendo en su lugar y eso significaba que por fin acabaría la pesadilla. No quería ilusionarse, pero en el fondo sentía la necesidad de aferrarse a esa posibilidad. ¿Cómo era el dicho? Después de la tormenta llega la calma y ella en verdad esperaba que fuera así.

Dylan le pasó el plato para que lo secara con el trapo de cocina. Ella estaba sentada sobre la encimera y sus pies se balanceaban de lado a lado.

—Estaba pensando, mañana es sábado y podíamos aprovechar para hacer las compras del super, ¿qué dices?

—Digo que con cada salida que hacemos, te expones de forma innecesaria.

—Oh vamos, será algo rápido, además...estaba pensando que podíamos comprar calabazas —dijo tímidamente y bajando un poco la voz.

—¿Calabazas?

—Es octubre y podíamos, no sé —se encogió de hombros—tallar calabazas este fin de semana y aprovechar el relleno para hacer una tarta. De niña me gustaba hacerlo, por Halloween.

En ese momento el foco de la cocina se fundió dejándolos en una oscuridad casi total de no ser por la luz que se filtraba desde el comedor.

—¿Ves? Necesitamos focos también. Y azúcar —añadió.

Dylan permaneció en silencio, una vez que terminó de lavar los platos se giró hacia Holland y le abrió las piernas para posicionarse entre ellas. La sorpresa, aunado a un escalofrío le recorrió de pies a cabeza al sentir sus manos aun mojadas con agua fría sobre sus piernas desnudas. Sintió que la garganta se le secaba y su corazón incrementaba el ritmo de los latidos.

—¿Entonces tu plan para el fin de semana es tallar calabazas y hacer tartas?

La poca luz que entraba desde el comedor hacía un juego de sombras sobre el rostro de Dylan que no le permitían ver con claridad su expresión, pero su voz enronquecida y el tono sugerente era señal de que la estaba provocando. Holland se aclaró la garganta y sintiéndose más atrevida decidió seguirle el juego. Enredó sus piernas alrededor de su cintura y se sentó al borde de la encimera.

—Salvo que tú tengas una mejor idea de cómo pasar el fin de semana —batió sus pestañas de manera coqueta y se pegó más sintiendo el efecto que estaba teniendo en él.

Dylan sonrió y colocó sus manos debajo de la camiseta que ella llevaba, acariciando su cintura y haciendo que nuevamente se estremeciera al sentir sus manos frías y por consiguiente sus pezones se endurecieron bajo la tela de la playera.

—Pensé que habías dicho que estabas agotada, sin energía después del entrenamiento.

Holland sonrió y pasó sus manos alrededor de su cuello, atrayéndolo más hacia ella. Estando sentada en la encimera le ayudaba a que sus rostros quedaran casi a la misma altura. Apenas rozó sus labios y con una voz que combinaba sensualidad e inocencia dijo:

—Siempre queda espacio para el postre.

Empezó a mover suavemente su cadera para frotarse contra su erección. Dylan soltó un gruñido bajo y aferró con una mano su cintura y con la otra la tomó por la nuca para fundirse en un beso apasionado. Holland pasó su mano por su torso hasta introducirla por debajo del pantalón de pijama, siguió bajando hasta rodear su miembro entre sus dedos.

—Vas a volverme loco, pelirroja —su voz se había enronquecido aún más. La hizo echar la cabeza hacia atrás para atacar su cuello—. Tendremos que agregar preservativos a la lista del super.

Sin perder más tiempo la levantó en brazos y la llevó directo a la habitación donde se entregaron en cuerpo y alma. Las palabras sobraban, bastaban las caricias para demostrarse lo mucho que necesitaban del otro. Desde esa primera noche en la isla caribeña, sus cuerpos se habían vuelto como imanes atraídos por una fuerza que los llevaba inevitablemente a los brazos del otro.

Tenían la respiración agitada, el cuerpo perlado en sudor y el cuerpo del castaño seguía sobre el de ella; ambos envueltos en la dulce miel del encuentro post orgásmico. Holland le acarició el rostro con delicadeza y le dio un beso suave, sin prisas, permitiéndose saborearlo.

—Te amo, Dylan —susurró contra sus labios.

Las palabras habían salido sin permiso. Abrió los ojos grandes, sorprendida por el peso de lo que había dicho. De inmediato buscó en la mirada de Dylan algo que la hiciera saber su sentir al respecto, sin embargo, su expresión se mantenía indescifrable, sin un atisbo de emoción. Holland contuvo la respiración, aguardando a que el castaño dijera algo.

La respuesta llegó en forma de silencio.

Un silencio que se había metido en el medio de los dos como un invitado no deseado que no se quería marchar.

Los segundos se sintieron como horas antes de que Dylan se aclarara la garganta y se rodara hacia un costado para salir de la cama y dirigirse al baño donde se encerró varios minutos. Holland se sintió como la mayor estúpida en el mundo, se cubrió el rostro con las manos y a toda velocidad se puso su ropa.

¿Por qué le había dicho que lo amaba? Porque era verdad, ser plenamente consciente de lo que sentía por Dylan la asustaba, pero más la asustaba no haber obtenido una respuesta. Quizás él no sentía lo mismo por ella y ese solo pensamiento le hizo estrujar el corazón. Se cubrió con la sábana hasta la barbilla y fingió estar dormida para cuando escuchó la puerta del baño abrirse.



La imagen que le regresaba el espejo era en parte deprimente. Tenía unas ojeras pronunciadas porque no había podido dormir la noche anterior. Se lavó la cara, se roció un poco de su perfume y dejó el envase en forma de tacón junto a la loción de Dylan. Aferró las manos al lavabo. ¿En qué había estado pensando cuando le soltó esas palabras a Dylan la noche anterior?

Claramente no estaba pensando.

Las cosas se habían vuelto extrañas entre la pareja. Dylan le había dado los buenos días como cada mañana, a excepción de que no fue acompañado con una ronda de besos como solía hacerlo. Habían desayunado en silencio. La frialdad en el ambiente le recordaba a los primeros días cuando habían comenzado a vivir juntos, cuando eran dos extraños compartiendo un mismo espacio.

—¿Tienes la lista de lo que debemos comprar? —preguntó Dylan desde la entrada principal mientras se aseguraba de llevar las llaves, el celular, la cartera y el arma en la cinturilla del pantalón.

Holland salió al pasillo agitando el papel entre sus dedos antes de guardarlo en el bolsillo de su pantalón.

Durante el camino al supermercado ninguno dijo nada. El silencio incómodo permanecía entre los dos. Holland no dejaba de recriminarse el haberle soltado un «te amo» después de un encuentro apasionado, pero su inconsciente la había traicionado; sin embargo, no se arrepentía de haberlo hecho, quizás no era el momento idóneo, pero era verdad. Amaba a Dylan.

La cabeza de Dylan también era un mar salvaje de pensamientos. No había podido evitar congelarse ante esas dos palabras que lo habían sacado de balance por completo.

«Te amo, Dylan»

La frase se repetía una y otra vez en su cabeza. ¿Por qué no le había respondido? La respuesta era sencilla, pero se negaba a aceptarla.

Por miedo.

En el fondo temía volver a salir lastimado y lastimarla a ella. Cuando terminó con Jocelyn ambos acabaron con el corazón destrozado, desde entonces no había llegado a tener ninguna relación formal y mucho menos había vuelto a escuchar o decir esas dos palabras que había pronunciado Holland con tanta naturalidad como lo es el respirar.

Aparcaron en el estacionamiento subterráneo y Dylan le echó una mirada al auto, que se había quedado varios metros más atrás, con los dos policías que los custodiaban para hacerles una seña de que no era necesario que se bajaran.

Holland tomó una canastilla donde fueron colocando las cosas en su lista. Cuando estaban por terminar recordó que debía comprar algunos artículos personales.

—Olvidé algo, ahora vuelvo —le entregó la canastilla con las cosas.

—Te espero en la caja.

Holland salió de ahí en dirección a la sección de higiene femenina. Se detuvo frente al estante y dio una respiración profunda. ¿Qué debía hacer cuando regresaran al departamento? ¿Hacer como si nada hubiera pasado? ¿Fingir demencia? Se pasó la mano por el cabello y exhaló un largo suspiro.

No quería volver a caer en la situación donde ambos se comportaban como dos extraños. Debían ser lo suficientemente maduros y hablarlo como dos adultos.

Estaba tan metida en sus pensamientos que no notó a la persona que se colocó junto a ella.

Tomó un paquete de toallas sanitarias y dio media vuelta para ir a la caja. Apenas había dado un paso cuando sintió algo duro y pesado contra su espalda. Un frío le recorrió la columna vertebral y su respiración se detuvo.

—Ni se te ocurra hacer alguna estupidez porque te pego un tiro.

Que equivocada estaba de haber pensado en que pronto llegaría la calma.

La tormenta apenas estaba por iniciar.

💥💥💥

Palabras sin contar nota de autor: 2,888

¿Quién más se sintió en una montaña rusa de emociones con el capítulo? Me encantaría saber qué les pareció y qué creen que suceda en el siguiente. Solo diré que el 2025 va a iniciar fuerte.

Muchas gracias por sus votos y comentarios. Estamos por terminar el 2024 y solo me queda agradecerles por haberme acompañado en esta aventura que inició en febrero y que todavía no termina. Espero que pasen un gran fin de año y que el 2025 esté lleno de puras cosas buenas para cada uno de ustedes.

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