💥Capítulo 34
Llevaban caminando más de hora y media y Holland no se quitaba la sensación de tener los ojos puestos sobre su nuca y que los estaban siguiendo. Tenía todos sus sentidos en modo alerta, trataba de agudizar el oído por si detectaba algún ruido extraño o alguna conversación sospechosa. Su mirada recorría el rostro de cada persona que caminaba a su alrededor por si veía alguna cara reconocida.
Sentía los latidos acelerados de su corazón y la yugular punzante en su cuello. Odiaba sentirse así.
—¿Quieres entrar a esta tienda? —preguntó Dylan quien señalaba una tienda de ropa.
—Mhm —fue lo único que respondió antes de avanzar rápidamente al interior del lugar.
Se dirigió al fondo y mientras fingía que veía algunas prendas en realidad su vista se mantenía sobre el gran ventanal de cristal que le permitía ver a la gente que caminaba por fuera. Entonces los vio, dos hombres con ropa oscura se habían detenido a unos metros de ahí, pero al otro extremo de la estrecha calle del centro comercial Clarksburg Premium Outlets. Esos mismos hombres los había visto ya un par de veces durante el rato que llevaban de compras.
Los hombres mantenían un porte sereno, murmuraban algo entre ellos y observaban los alrededores. Como si estuvieran esperando el momento ideal para atacar.
Sintió un sudor frío recorrer su espalda; su respiración empezó a acelerarse, quería salir de ahí y huir lejos. ¿Se atreverían a atacarla ahí frente a tanta gente? Al parecer la idea de Dylan de ir a un centro comercial a las afueras de la ciudad con la finalidad de no toparse a nadie que pudiera reconocerla ni levantar sospechas no había servido de nada.
Igual habían dado con ellos.
—¿Encontraste algo que te gustara?
La voz de Dylan la hizo dar un saltito del susto, se llevó la mano al pecho y apretó los ojos.
—Nos están siguiendo, tenemos que salir de aquí —clavó sus ojos jade sobre él, su voz salió entre cortada por el miedo.
Sus palabras fueron un detonante en Dylan quien de inmediato se tensó y dio una barrida rápida con la mirada a todo el lugar hasta que divisó al par de hombres afuera de la tienda. Eran los únicos que parecían sospechosos entre el resto de los paseantes. Relajó los hombros y quitó la mano que había llevado a la cinturilla de su pantalón donde tenía un arma oculta.
—¿Te refieres a esos dos hombres? —los apuntó con la cabeza. Holland asintió frenéticamente—. Tranquila, son policías encubiertos —la rodeó en un abrazo con la finalidad de tranquilizarla.
—¿Policías encubiertos? —frunció el ceño, extrañada.
Dylan le explicó que Dawson los había enviado para que fungieran como protección adicional. Los hombres no tenían idea de porqué debían custodiarlos, pero eran órdenes muy claras del jefe. De hecho, habían hecho guardia toda la noche en un auto a las afueras del departamento por si llegaban a detectar actividad sospechosa. Harían guardias de cuarenta y ocho horas y después rotarían con otros dos compañeros y así sucesivamente.
Holland dejó salir un suspiro aliviada, aún así los latidos frenéticos de su corazón no habían disminuido. No le gustaba para nada sentirse seguida, por más policías que fueran, le ponían los nervios de punta y sentía que en cualquier momento podían generarle un ataque de pánico.
—¿Podrías pedirles que mantuvieran su distancia?
Dylan depositó un beso en su frente y acarició su cabello.
—Yo me encargo, ahora vuelvo.
Se quedaron dos horas más recorriendo las tiendas para comprar todo lo necesario, la idea era no tener que estar saliendo más de lo debido a las calles. Después de que Dylan había hablado con ellos, Holland no había vuelto a sentirse observada ni seguida. ¿Les habría pedido que se fueran o simplemente los seguían, pero manteniendo una mayor distancia? Fuera lo que fuera, solo quería sentirse a salvo.
Para cuando regresaron a la camioneta de Dylan iban cargados de bolsas, la mayoría eran de ropa para prepararse para la temporada de invierno que estaba por llegar y zapatos para ella. Llenaron toda la parte trasera y emprendieron el camino al departamento.
Durante el trayecto de regreso, Holland sopesaba posibles soluciones o escenarios ideales en los que podría salir bien librada y acabar con todo de una vez. Su primera y mejor opción era que atraparan de nuevo a Zech y lo encerraran para siempre, pero eso podía llegar a tomar tiempo.
—¿Es cierto que antes de que nos reencontráramos, tenían todo listo para el juicio contra Zech?
La mención de ese nombre hizo que Dylan se tensara y apretara la mano que llevaba al volante haciendo que los nudillos se le pusieran blancos. Le dio una rápida mirada a Holland y después regresó la vista al camino, con su mano libre tomó la de ella y le dio un suave apretón.
—Lo poco que me dijo Dawson es que efectivamente ya tenían todo preparado, solo estaban esperando a traerte de regreso para que pudieras testificar en su contra.
—¿Por qué les tomó tanto tiempo?
—Bueno, tenían que reunir evidencia en su contra, además de tu declaración por supuesto. No fue tan sencillo, pero creo que lograron identificar depósitos muy fuertes de dinero a su cuenta bancaria; también estaban sacando la declaración de uno de los tipos que nos estuvo persiguiendo hasta México —soltó un suspiro—. No tengo muchos detalles, pelirroja. Dawson no compartía información tan confidencial y cuando llegué hasta su oficina para informarle que ya sabía tu ubicación y que iría a por ti, dio la coincidencia que él ya tenía planeado traerte de regreso.
Hollnd asintió levemente y el resto del camino ninguno volvió a decir nada. Solo la suave música de la radio los acompañaba.
Las pisadas hicieron eco por el pasillo conforme avanzaba hasta la puerta del fondo. Giró levemente la cabeza a ambos lados para destensar los músculos y empujó la puerta de aluminio que al abrirse emitió un ligero chirrido. La habitación tenía un olor a encerrado que se le quedaría impregnado a las fosas nasales por un tiempo.
Las mesas de metal del rincón estaban cubiertas con basura que seguramente el lugar fue acumulando con el pasar de los años por la presencia de indigentes que buscaban refugio sobre todo en la temporada invernal cuando el frío azotaba la ciudad y calaba hasta los huesos; el grafiti sobre las puertas metálicas de las cámaras frigoríficas era la señal de que cada tanto entraba algún vándalo.
De todos los rincones que ofrecía el hospital psiquiátrico St. Elizabeth, la morgue había sido el lugar que había elegido para esconder sus pertenencias después de que le habían encomendado la misión de asesinar a Michael Drums. Había planeado meticulosamente cada movimiento, cada pieza de ajedrez que tendría que mover para ejecutar al difunto presidente; todo habría salido perfecto si no hubiera sido por esa estúpida mujer y el heroísmo del occiso al salvarla.
Los labios de Zech se curvaron ligeramente hacia arriba en un atisbo de sonrisa al ver que el pequeño candado que había colocado seguía intacto en una de las gavetas donde mantenían a los cadáveres a bajas temperaturas para alentar el proceso de descomposición. Al otro lado de la habitación había un viejo mueble de madera que iba de techo a piso. Se acercó hasta él y ejerciendo un poco de fuerza pudo moverlo lo suficiente a un lado para dejar a la vista la llave que abría el candado.
Abrió la gaveta y jaló la plancha de metal dejando a la vista un bolso deportivo y detrás de este un generador de energía portátil, apenas del tamaño de un maletín solo que un poco más ancho. Llevó todo hasta la habitación donde había estado la noche anterior y comenzó a sacar las cosas que tenía colocándolas sobre una mesa desgastada. Un multi contacto que conectó directo al generador con un adaptador; cargadores para tres celulares analógicos que gracias a su falta de tecnología no podían rastrearse por satélite. Algunas botellas de agua; más comida enlatada; una libreta con anotaciones en clave; un rollo de cuerda; una daga y varias armas de diferentes calibres con sus municiones.
Esperó un rato para que los celulares tuvieran batería y tomó uno de ellos. Tecleó el número que sabía de memoria y aguardó.
—¿Diga?
—Estoy listo para continuar con el plan.
—Huiste desde hace varios días y apenas llegaste a tu escondite. ¿Qué te tomó tanto tiempo? —soltó en tono burlón.
Había tardado porque debía asegurarse de no ir directo a su escondite, había estado en diferentes lugares, cada uno alejado del otro para evitar que pudieran dar con su paradero final.
Zech apretó los ojos, ¿quién se creía que era para cuestionarlo? Él era quien daba las órdenes ahí. Volvió a girar su cuello hasta que un crack se escuchó y sintió por fin que se relajaba.
—Limítate a responder mis preguntas. Recuerda que tú trabajas para mí.
—Las responderé cuando el dinero me haya sido transferido. No quieras jugar conmigo, Zech.
—Las reglas las pongo yo y si quieres ver el dinero prometido más vale que consigas la información que te pedí y, sobre todo, que consigas gente que no tema ensuciarse las manos, ¿he sido claro?
Hubo un silencio al otro lado de la línea un par de segundos.
—Sí —escupió con coraje.
—Estaré haciendo llamadas de seguimiento cada tanto, te quiero al pendiente —colgó.
En cuanto terminó la llamada apagó el celular y lo arrojó dentro del bolso. Tomó el otro móvil y envió un mensaje de texto.
«Duplicaré la suma si me dices en dónde está».
Esperó unos minutos a que llegara la respuesta.
«Deberás elevar esa suma mucho más que solo el doble. No te olvides que fui yo quien te alertó cuando estabas detenido. Tengo su ubicación exacta, tú sabrás que tanto la quieres».
Zech no tenía duda de que estaba rodeado de imbéciles oportunistas. Apagó el segundo celular y lo guardó junto con el primero. Cerró los ojos y respiró hondo, solo sería cuestión de días para que consiguiera terminar con su asunto pendiente. Tomó el tercer celular y envió otro mensaje de texto.
«Todo marcha conforme al plan».
Tan solo unos segundos después recibió una respuesta.
«Más vale que esta vez sea la definitiva, Zech. O el que va a morir en su lugar eres tú. Te elegí porque eras el mejor, no me falles otra vez».
El mejor.
Por supuesto que lo era. Siempre había sido el mejor, aunque eso no lo hubieran sabido valorar antes. Estaba apretando tantos los dientes que si ejercía solo un poco más de fuerza seguro alguno terminaría roto.
Dylan le había hecho algo de espacio en el armario para que guardara sus nuevas pertenencias, al no caber todo, le indicó que podía guardar el resto en el armario del cuarto de invitados.
—¿Qué es todo esto?
Se aclaró la garganta antes de responder mientras Holland lo miraba impaciente.
—Protección.
En la parte baja del armario había apiladas diferentes tipos de armas y junto a ellas varias cajas que en su interior contenían municiones.
—Son nuevas, fue un favor que le pedí a Colton mientras estábamos en Colombia —se rascó la nuca—. De hecho, ahora que las has visto, creo que es momento de enseñarte a usarlas.
Holland abrió los ojos haciendo que estos parecieran más grandes de lo que en realidad eran. ¿Ella usando un arma? No había manera, simplemente no.
—En mi vida he usado un arma y no planeo hacerlo ahora —dejó la ropa que iba a colgar dentro de la bolsa.
Dylan se acercó hasta ella y la tomó de los hombros para que lo mirara fijamente y con toda la seguridad que pudo imprimir en su voz dijo:
—Viste lo que sucedió la última vez, pudimos escapar porque teníamos una salida alternativa y porque pude repeler el ataque, pero aquí, aquí no tenemos otra salida que no sea lanzarnos por el balcón —se detuvo un momento antes de continuar pues no quería decirlo en voz alta—. Si llegara a pasar algo, me sentiría mucho más seguro sabiendo que puedes usar un arma.
«Voy a hacer lo que esté en mis manos para darte una posibilidad de que sigas con vida».
Las palabras que le había dicho el castaño meses atrás cuando le estaba enseñando defensa personal llegaron a su mente tan claras como si las estuviera escuchando de nuevo.
—Una posibilidad...
Dylan le sonrió de lado al darse cuenta de que ella recordaba sus palabras. La estrechó entre sus brazos y recargó su mentón sobre la coronilla de su cabeza.
—Voy a hacer hasta la imposible por que sigas con vida y si eso implica enseñarte a disparar un arma, lo haré —sentenció con voz firme.
—¿Y se supone que te dispare a ti? —trató de quitarle algo de la seriedad e importancia de lo que estaban hablando con una ligera broma.
—Dicen que el primer año de casados es el más complicado, pero no creí que ya me odiaras tanto como para querer dispararme.
Holland lo rodeó con sus brazos y escondió su rostro en su pecho soltando una ligera risa.
—También es importante retomar las clases de defensa personal.
—Estos meses que estuve sola, en mis tiempos libre solía practicar los movimientos que me enseñaste, por supuesto no con la velocidad y agilidad que debía hacerlo porque donde vivía era un espacio muy reducido —explicó.
Una mezcla de desazón y orgullo embargó al castaño. Le molestaba mucho saber en las condiciones que había vivido durante meses, pero no podía dejar de enorgullecerse de lo fuerte que había sido desde el inicio.
—Veamos que tanto recuerdas.
Se alejó un paso de ella y la tomó desprevenida cuando soltó un golpe veloz y certero que iba directo a su nuca, pero que detuvo a solo unos milímetros de tocarla. Le tomó unos segundos a Holland reaccionar, la había tomado completamente desprevenida y de haber sido un golpe real estaba segura de que la habría llevado directo al suelo. Cuando reacción, los músculos de su cuerpo respondieron por inercia con lo que habían aprendido meses atrás.
Perdieron la noción del tiempo durante la práctica; gracias a la memoria muscular había podido esquivar cada ataque que Dylan había lanzado hacia ella y en respuesta había podido defenderse regresándole un par. Para cuando habían decidido que debían parar, el cuerpo de ambos estaba cubierto en sudor; Holland sentía que le había pasado un tractor encima y estaba jadeando por aire. El castaño parecía que acababa de llegar de un picnic porque no se veía para nada afectado.
Definitivamente no era lo mismo simular los movimientos que ejecutarlos en verdad.
—Lo hiciste bien, pelirroja —Dylan tomó su rostro entre sus manos y le dio un beso.
—Tuve un buen maestro —sonrió aun con sus labios pegados a los de él.
—Aún así, quiero que retomemos la práctica y que aceptes aprender a disparar un arma.
Holland dejó salir un largo suspiro y movió la cabeza en círculos para relajarse un poco. Nunca le habían gustado las armas y nunca había tenido interés en utilizar una, pero tal y como él le había dicho, era una posibilidad más alta para mantenerse con vida.
Observó esos ojos chocolate y pudo notar la expectativa en su mirada para que dijera que sí.
La pareja se encontraba en la cocina, Dylan lavaba los platos que habían utilizado en la cena y Holland los secaba con un trapo y los guardaba en su lugar. Llevaba varias horas dándole vueltas al segundo escenario que había pensado esa mañana. Uno que era demasiado arriesgado por lo que se ponía en juego, pero de tener éxito, era el que aseguraba el fin de la pesadilla.
Llevaba un buen de rato intentando tomar valor y decirlo, se sentía como una niña pequeña cuando había hecho algo malo y temía confesarlo a su madre porque sabía que nada bueno saldría de eso. O como cuando sientes los nervios al máximo porque no encuentras las palabras para decir algo que puede cambiarlo todo.
Terminó de secar los cubiertos y los guardó en el cajón. Dylan había estado observándola de reojo y había podido notar que ella estaba muy pensativa y con la mirada un poco perdida mientras en modo automático secaba y guardaba las cosas. Se lavó las manos y le quitó el trapo de las manos para secarlas, ella ni se inmutó.
—¿Me vas a decir qué te tiene así?
La acorraló contra la barra de la cocina y apoyó sus manos a cada lado de ella. Holland tragó duro al verse sorprendida. No iba a negar que le gustaba la cercanía que tenían y que sentirse acorralada por él mientras la miraba fijamente la encendía sobre todo porque los músculos de sus brazos se marcaban debajo de la playera de manga larga que llevaba, pero no era momento para pensar en situaciones eróticas.
—Hay algo que no le he dicho a nadie...
Había empezado, pero no sabía cómo terminar. Abría y cerraba la boca intentando encontrar las palabras para decirlo, estaba demasiado nerviosa y Dylan podía notarlo.
—Puedes decirme lo que sea.
Sus ojos jade reflejaban la angustia que sentía, mordía su labio inferior cada tanto y no podía mantener sus manos quietas. Trató de calmarse tomando respiraciones profundas.
—¿Te estás arrepintiendo?
Al principio no había entendido, pero después cayó en la cuenta de lo que se refería. Frunció el ceño y negó frenéticamente haciendo que algunos mechones de cabello escaparan de la coleta que llevaba.
—No, por supuesto que no, es solo que...es algo referente al caso que podría ser clave para terminar con todo.
Dylan frunció el ceño y se puso derecho.
—¿A qué te ref...?
—Sé quién mandó matar al presidente.
💥💥💥
Palabras sin contar nota de autor: 2,965
Quiero leer sus teorías sobre quiénes son las personas con las que se comunica Zech, y por supuesto, sobre quién creen que mandó matar al presidente.
Estamos cerca de los 400 votos y las 5 mil lecturas, ¿será que se logre antes de finalizar el año? Recuerden votar y dejar sus comentarios para saber qué les parece.
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