💥Capítulo 32
—¿Lo sabías?
La voz de Holland salió cargada de angustia y ahogada por el llanto. Había decidido mirar algo de televisión en lo que Dylan regresaba, estuvo haciendo zapping por los canales hasta que dio con el de noticias y se detuvo al ver la imagen de Zech mientras la presentadora explicaba que se acababa de dar a conocer la noticia de que llevaba varios días prófugo. Fue como sentir un balde de agua helada cayendo sobre su cuerpo, paralizándola en el acto.
El miedo desplazando la seguridad que había sentido en su estadía en Colombia. La pesadilla regresando con más fuerza, haciéndole saber que nunca podría escapar de ella.
El silencio fue la respuesta a su pregunta, Dylan continuaba de pie con la mirada hacia el piso como si de un niño regañado por alguna travesura se tratara. Buscando encontrar su voz en medio de los sollozos ahogados añadió:
—¿Desde hace cuánto?
Los comerciales aparecieron en pantalla, Dylan se acercó hasta ella y tomó el control de la televisión para apagarla. Dio un largo suspiro antes de responder.
—Un día después de haber llegado a Colombia recibí la noticia por parte de Dawson.
Su voz era una mezcla de culpabilidad con arrepentimiento. Debió haberle dicho desde que lo supo, pero sabía que tendría la misma reacción que estaba teniendo en ese momento. Holland miraba a todos lados, como si esperase que en cualquier momento saltara de algún rincón Zech o alguno de sus compinches.
—¿Cuándo pensabas decírmelo? ¿O es que no planeabas hacerlo? —lo acusó con reproche.
Se abrazó a sí misma intentando controlar el temblor en su cuerpo que muy lejos estaba de ser causado por el aire acondicionado. Dylan levantó la mirada para observarla a los ojos.
—Te lo iba a decir cuando estuviéramos de regreso en Washington, Dawson me ha pedido que salgamos en el primer vuelo del martes, mañana debe estar llegando tu pasaporte y con eso podré gestionar la compra del vuelo.
Era demasiada información para ella, no se sentía capaz de procesar todo en ese momento. Su labio inferior temblaba ligeramente y las lágrimas seguían saliendo sin pedir permiso. Dylan se puso en cuclillas para estar a su altura y tomó sus manos entre las suyas.
—No voy a permitir que te haga daño, ni él ni nadie —dijo con determinación. Como quien se hace una promesa que no piensa romper jamás.
—¿Por qué ahora? ¿Por qué escapó después de tantos meses encerrado?
Era lo mismo que se preguntaba el castaño, sin embargo, no tenía una respuesta clara. Dylan la envolvió en un abrazo suave y se recostó con ella en la cama, acariciando su cabello mientras le repetía una y otra vez que todo estaría bien y que él no dejaría que le pasara nada malo. El cansancio poco a poco fue ganando y la pesadez en sus ojos rojos por el llanto ganó la batalla y la terminó por sumergir en un sueño profundo. Dylan esperó un rato hasta estar seguro de que estuviera completamente dormida.
Con cuidado de no despertarla salió de la habitación como alma que lleva el diablo y se dirigió hasta la planta baja al área central donde estaba la piscina. Por la hora, ya no había nadie en esa zona. Sacó el celular y marcó el número de su jefe quien solo tardó unos segundos en contestar.
—¡¿Por qué demonios no me dijo que ya se había filtrado la noticia en todos los medios?!
No le importaba hacer un escándalo. Sentía la ira fluyendo por todo el torrente sanguíneo, quemando cada parte de su ser. El silencio al otro lado de la línea era ensordecedor, como si le gritara lo que ya suponía.
—Fux...
—¡Quedamos en que me informaría de cada maldita novedad o cambio que hubiera! Se supone que era información confidencial —apretó los dientes.
—Alguien dentro de la prisión soltó la lengua y la información no tardó en llegar a los medios. Estuvo fuera de nuestro control —hizo una pausa—. Sucedió después de nuestra última llamada. Ya sabe cómo son los medios de sensacionalistas, en cuanto tienen la nota no dudan en sacarla para aumentar sus niveles de rating.
—¡No me venga con una clase de mercadotecnia!
—No se lo había dicho, ¿cierto? Es por eso que está tan molesto —Dylan no respondió, sabía que en parte había sido su error omitirle esa información a Holland—. Asuma su responsabilidad, tarde o temprano lo iba a saber. Ahora encárguese de gestionar todo para su regreso a Washington. La luna de miel se terminó, Fux.
Dawson colgó sin darle oportunidad de que terminara de sacar su frustración. Dylan cerró los ojos y dio respiraciones profundas intentando calmarse, tenía que pensar con la cabeza fría, no podía permitir que las emociones le ganaran.
Holland removía con el tenedor el aguacate que acompañaba a su desayuno. Tenía la mirada perdida, los ojos hinchados y pesados por haber llorado tanto la noche anterior. Dylan por su parte tenía unas grandes y oscuras ojeras debajo de sus ojos debido a que había pasado la noche en vela cuidando el sueño de la chica y creando cientos de posibles escenarios sobre lo que podía suceder, algunos más fatalistas que otros.
—No has probado bocado.
La voz del castaño la sacó de la oscuridad de sus pensamientos y la trajo de regreso a la realidad. Habían salido a desayunar a un restaurante en el centro histórico: La Brioche. Ella había ordenado un sartén colombiano que consistía en huevos pericos con hogao, arepita de maíz molido y queso, aguacate, queso campesino y chorizo santarrosano. Él en cambio había optado por un sartén new york que consistía en huevos al gusto acompañados de tocineta crujiente, salchicha de cerdo, papas casco y pan tostado.
Holland terminó por ignorarlo y le hizo una seña a la mesera para que le llevara otro shot de vodka ignorando el vaso de agua que tenía junto a ella.
—Pelirroja, no creo que sea correcto tomar shots de vodka a las nueve de la mañana y con el estómago vacío.
La mesera dejó el shot frente a Holland y lo tomó de un trago, sintiendo el ligero ardor en la garganta.
—Tampoco es correcto ocultar información que podría poner en juego tu vida.
Y ahí estaba, el tono de reproche que solía utilizar cada vez que discutían. Dylan se recargó en su asiento y se cruzó de brazos.
—¿Así que volveremos a tratarnos con indiferencia? ¿Retrocederemos todo lo que avanzamos estos días?
—No me culpes a mí, no fui yo la que te ocultó la verdad.
Terminaron de desayunar y regresaron al hotel. El pasaporte de Holland finalmente había llegado, Dylan se encargó de comprar los vuelos para regresar a D.C. Se tomaron el resto del día para asegurarse de empacar todo en las maletas de cada uno y de descansar un poco, aunque en realidad ninguno lo consiguió. Sus mentes no dejaban de maquinar a toda velocidad las pocas posibilidades que tenían de salir bien librados de todo eso una vez más.
El vuelo saldría de madrugada, por lo que se desplazaron hasta el aeropuerto con tiempo y ahí buscaron algo para cenar. Conforme las horas pasaban el nerviosismo era cada vez más notorio en Holland. El constante movimiento de su pierna, el mordisqueo en las uñas y su vista que iba de un lugar a otro.
Alerta.
Siempre alerta.
Para cuando la hora de abordar llegó, el temblor en sus hombros era incontrolable. Cualquiera que la viera podía incluso pensar que estaba teniendo algún tipo de reacción a la abstinencia de drogas o alcohol y no era para menos, su imagen era bastante desaliñada y aunque ya no tenía los ojos rojos e hinchados, su rostro demostraba un gran cansancio y el peso de la situación sobre ella. Dylan llevaba la mochila colgada al hombro y en cada mano llevaba una de las maletas, mientras que la chica se aferraba al bolsito, ese en el que meses atrás habían descubierto el localizador que le habían puesto.
El viaje tendría una escala en la ciudad de Miami por lo que el tiempo total del viaje sería de casi 10 horas, si todo salía bien, debían estar aterrizando en D.C para mediodía.
Dylan terminó de acomodar las maletas en la cabina superior y se sentó junto a Holland que iba en el lado de la ventanilla, observando el exterior. Colocó su mano sobre la rodilla para detener el movimiento de su pierna, ella de inmediato se giró a verlo al sentir su toque.
—Tranquila, todo estará bien.
—Eso no lo puedes saber con certeza —la voz del piloto se escuchó por toda la aeronave indicando que en unos minutos estarían por despegar—. No hagas promesas que no podrás cumplir —recargó la cabeza en la ventanilla y cerró los ojos.
El vuelo fue agotador, la escala aún más pues debían pasar una larga fila en el área de migración; apenas tuvieron el tiempo suficiente para correr hasta la puerta de abordaje y subir al avión que los estaría llevando hasta su destino final. Casi cuatro horas después por fin estaban aterrizando en Washington.
Holland sintió un nudo de la garganta en cuanto el avión se detuvo, los latidos de su corazón se aceleraron y sentía que en cualquier momento podía sufrir un paro cardiaco. De nuevo estaba en la misma ciudad que seguramente se encontraba Zech, dudaba mucho que hubiera huido a otro estado; en alguna coladera debía estar escondido como la rata que era.
Descendieron y se encaminaron hasta la salida del aeropuerto, quedándose en el área de ascenso y descenso de pasajeros. Había muchísima gente caminando apresurada de un lado a otro, arrastrando maletas que chocaban cada tanto con otras personas.
—¿A dónde vamos a ir? —preguntó Holland.
El viento soplaba bastante frío, a pesar de que apenas era inicios de octubre y faltaban más de dos meses para que iniciara el invierno, se sentía casi tan helado como si estuviera dentro de un congelador haciéndola titiritar de frío. Holland se abrazó a si misma intentando resguardar el calor de su cuerpo, la ropa que tenía era toda de verano; de pronto recordó que tenía algo que podía ayudarla a cubrirse. Se acercó hasta Dylan y tomó la mochila de donde sacó aquella sudadera gris que él le había dado meses atrás.
Dylan abrió los ojos en sorpresa al ver que la había guardado todo ese tiempo y sobre todo por la condición en la que estaba: sucia y agujerada por un impacto de bala. Ver el agujero lo hizo apretar el puño al recordar aquel momento cuando vio cómo Holland era alcanzada por el proyectil y caía sobre el asfalto, había imaginado lo peor al verla inmóvil. Quizás había sido ese el momento exacto en el que se había dado cuenta que lo que sentía por ella era algo más profundo, no podía permitirse perderla. La chica se dejó el gorrito puesto y metió las manos en el bolsillo del frente buscando algo de calor.
—¿No me vas a decir? —insistió.
En ese momento el sonido de un claxon los hizo girar en dirección a una camioneta Tacoma de la marca Toyota. Del interior descendió un hombre rubio con el cabello casi a rapa y ojos tan azules como el hielo. En cuanto vio a Dylan sonrió y se dirigió al castaño a quien le dio un fuerte abrazo. Holland miró al par con extrañeza.
—Me da gusto verte, amigo —le dio unas palmadas en la espalda.
Dylan le sonrió.
—Colton, quiero presentarte a...—dudó un momento antes de continuar—Holland, mi esposa. Holland, él es Colton, mi compañero de trabajo y un gran amigo.
—Encantado de conocer a la mujer que robó el corazón de mi amigo —Colton estrechó su mano con la de la chica y le sonrió.
Holland se quedó sin palabras, ¿acaso él conocía su historia? El rubio tomó las maletas y las subió a la caja de la camioneta.
—Después te explicó —le susurró en voz baja a Holland mientras abría la puerta del asiento trasero para que subiera.
Colton fingió una tos para llamar la atención de su amigo. Dylan cerró la puerta y se acercó hasta él.
—El favor que me pediste, ya está cubierto —metió las manos en los bolsillos de su chaqueta.
—¿Lo conseguiste todo?
—Bueno, hubo algunas especificaciones que debido a la premura del tiempo no fue posible, pero —remarcó—conseguí otras opciones.
Dylan le dio una palmada en el brazo a su amigo.
—Te debo una.
—No te preocupes, me lo pagarás cuando seas el padrino de mi boda —Dylan estaba por preguntar, pero Colton lo detuvo—. Y antes de que preguntes, no, no se lo he pedido, pero ten por seguro que lo haré y tú serás mi padrino —aseguró.
Se subieron a la camioneta y salieron del aeropuerto para dirigirse a su destino. Media hora después se estaban deteniendo frente a un edificio de ladrillos rojos de nueve pisos. Colton estacionó frente a la puerta principal y descendió del vehículo para bajar el equipaje de la pareja. Holland logró identificar que estaban en la zona de Cathedral Heights por el camino que habían seguido, a unos cinco minutos en auto de la Catedral Nacional de Washington.
—Bueno, han llegados sanos y salvos —se dirigió a su amigo—. Si me necesitas sabes dónde encontrarme.
—En verdad muchas gracias, Colton —le dio un fuerte abrazo.
El rubio se despidió de la pareja dejándolos solos frente a la fachada del edificio. Holland se cruzó de brazos y se quedó mirando fijamente a Dylan.
—¿Seguirás con el misterio o me dirás en dónde estamos?
El castaño dejó salir un bufido al tiempo que tomaba el equipaje de nuevo.
—Este es el edificio donde vivo, pelirroja.
Ella abrió los labios formando una perfecta O por la sorpresa al no esperarse esa respuesta. Lo último que se habría imaginado es que fueran a quedarse en el departamento de Dylan.
Estaba saliendo de la ducha cuando la notificación de un nuevo mensaje sonó en su celular. Se dirigió hasta la sala donde lo había dejado y lo tomó.
«Están de regreso en Washington, D.C».
Acompañando al mensaje había una serie de fotografías en distintos lugares: saliendo del hotel en medio de la noche; comiendo en el aeropuerto de Cartagena; esperando a abordar el avión de Miami a Washington; esperando afuera del aeropuerto; saludando a un hombre rubio y las últimas fotos eran de la pareja de pie a las afueras de un edificio de ladrillo.
El hombre que había tomado las primeras fotos en Cartagena y que había preguntado por el ex militar en el hotel, era el mismo que los había seguido hasta su regreso a Washington y que había tomado un taxi que se había encargado de seguirlos sin que se dieran cuenta.
Una nueva notificación apareció, era la dirección del edificio en el que estaban. No pudo evitar sonreír con malicia y respondió al mensaje:
«Averigua en qué piso y qué departamento están. No los pierdas de vista, pero asegúrate de que no noten tu presencia».
Cerró la conversación y abrió en el buscador una nueva pestaña donde tecleó: vuelos a Washington D.C.
Era hora de volver.
💥💥💥
Palabras sin contar nota de autor: 2,543
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