💥 Capítulo 3
La noche había llegado y con ella la inminente oscuridad que como un manto cubría cada rincón de la carretera, solo las farolas del Jeep Wrangler color azul eléctrico y de reciente modelo alumbraban el asfalto por el que Dylan y Holland transitaban rumbo a su nuevo hogar en San Diego, California.
Llevaban alrededor de cuatro horas en carretera, ninguno decía nada. Holland mantenía su vista observando a la nada a través de la ventana mientras que Dylan se concentraba en mantener las manos en el volante y poner atención al camino, tarea que le estaba resultando difícil pues cada tanto dirigía su vista hacia su dedo anular donde tenía una sensación extraña al portar su argolla de matrimonio, misma que hacía juego con la que Holland tenía. Desde que salieron de D.C solo habían hecho una parada en el camino para comprar botellas de agua e ir al baño. Retomaron el camino, pero conforme las horas fueron avanzando y el cansancio haciendo mella en ambos fue que Dylan se animó a hacer la sugerencia de detenerse a descansar en el siguiente hotel que encontraran. Holland no le dirigió la mirada, solo musitó un quedito «sí» como respuesta.
Cuando estaban cerca de cumplir cinco horas en carretera fue que Dylan finalmente divisó un hotel y al parecer el único en el poblado de Atkins, Virginia. Comfort Inn Atkins se leía en el letrero de la entrada principal del edificio de ladrillo rojo y que contaba con apenas dos pisos. Había algunos autos estacionados, la zona se veía tranquila y todo estaba bastante silencioso. Aparcó en el primer lugar disponible y apagó el auto.
—Hemos llegado —anunció.
El silencio reinó dentro del vehículo, Dylan se giró para mirar a la chica que iba en el asiento del copiloto, dormida. El castaño dudó unos segundos si despertarla o no, pero decidió dejarla descansar unos minutos más. Se bajó del auto y observó todo a su alrededor, intentando detectar cualquier indicio de peligro.
Nada.
Todo parecía en orden y el lugar se veía bastante decente. Dio una última mirada al auto para asegurarse que la chica siguiera dormida y emprendió el camino hasta la entrada. El interior del lugar era sencillo, pero bastante acogedor; el piso de madera estaba reluciente, señal de que había sido limpiado recientemente con algún producto especial para no dañar el material. Detrás del mostrador había una mujer de alrededor de unos cincuenta años, o por lo menos es la edad que aparentaba detrás de aquellas gafas de vidrio tan grandes como el fondo de una botella.
Dylan estuvo meditando unos segundos antes de decidir si debía pedir una o dos habitaciones, lo ideal sería tener dos, pero dadas las circunstancias en las que se encontraban y que debían fingir ser un matrimonio fue que optó por pedir una sola.
La mujer confirmó la disponibilidad en sistema y encontró una suite con cama matrimonial.
—¿De casualidad no tendrá una habitación con dos camas sencillas?
La recepcionista levantó su ceja dándole una mirada inquisitiva al hombre, volvió a teclear en la computadora.
—Lo siento, de momento solo tenemos habitaciones con una sola cama.
A regañadientes aceptó y sacó la cartera para pagar en efectivo. El capitán Dawson le había pedido que en la medida de lo posible todos los pagos que tuviera que hacer los hiciera en efectivo, de esa manera no quedaría registro de los lugares por los que habían estado, esto a manera de mera precaución.
La mujer tomó un formato de la impresora que se encontraba detrás de ella para que llenara sus datos y una vez realizado el cobro le entregó la llave de su habitación y le indicó el camino.
Dylan le agradeció con una sonrisa y salió del lugar para dirigirse al auto.
Holland continuaba profundamente dormida así que, en un intento de despertarla sutilmente, se decidió a bajar sus pertenencias, pero ni siquiera el ruido que hizo al mover las cosas de la cajuela consiguió que la chica abriera los ojos, tampoco lo hizo el portazo que dio al cerrarla. El castaño cerró los ojos con pesadez y resignado ingresó nuevamente al alojamiento para ir hasta la habitación y dejar las cosas.
La habitación no era muy grande, apenas el espacio suficiente para contar con una cama tamaño King Size, dos burós que la acompañaban a cada lado, un sillón individual y una cómoda sobre la que había una pantalla plana. No había ropero ni ningún otro mueble adicional por lo que dejó las cosas sobre la alfombra, a un costado de la cama. Dio un rápido vistazo al interior del baño, se veía todo bastante limpio y contaba con los artículos básicos necesarios para darse una buena ducha.
De regreso al auto, abrió con cuidado la puerta del copiloto y se quedó observando a la mujer que dormía en su interior. Dio unos toques ligeros sobre su hombro en un último intento de despertarla, pero tampoco lo consiguió. Resignado y con cuidado la tomó en brazos, acomodando sus brazos alrededor de su cuello para que no quedaran colgando y pudiera golpearlos con algo. Por tercera vez atravesó la recepción del hotel ahora con la mirada de la recepcionista sobre él que veía con preocupación que llevaba en brazos a una mujer que parecía inconsciente.
—Por favor dígame que no tengo que llamar a la policía —la mujer ya había tomado el teléfono y estaba a punto de marcar al 9-1-1.
—Es mi esposa, se quedó dormida en el camino hasta acá. Ha sido un viaje bastante pesado. —En eso último no mentía.
Ella le dio un asentimiento no muy convencida de su respuesta y no fue hasta que el joven desapareció por el pasillo con la mujer en brazos que decidió colgar el teléfono nuevamente, queriendo confiar en lo que el apuesto joven de cabello café y ojos chocolate le había dicho.
De regreso en la habitación, dejó con mucho cuidado a Holland sobre la cama y le quitó los zapatos para que estuviera más cómoda. Se aseguró de poner todos los cerrojos y seguros a la puerta y revisó que la ventana estuviera bien cerrada; corrió las cortinas para que nadie pudiera ver al interior del cuarto. Apagó las luces y solo dejó encendida la lámpara del lado contrario al que se encontraba Holland para que no le molestara la luz. De la maleta que había hecho horas atrás sacó un cambio de ropa que dejó sobre la cómoda bajo la televisión y se metió al baño a darse una ducha.
El sonido del agua cayendo en la regadera fue lo que finalmente despertó a la pelirroja. Los ojos le pesaban y la cabeza le picaba por llevar tantas horas puesta la peluca. Miró a su alrededor preguntándose con extrañeza, ¿dónde estaba?, ¿cuánto tiempo llevaba ahí? Se incorporó sobre la cama y tomó el control de la televisión que estaba sobre el buró. Empezó a cambiar los canales hasta que se detuvo en la BBC.
—El funeral del presidente Michael Drums se estará llevando a cabo el día de mañana por la tarde en un servicio privado donde únicamente estarán presentes su esposa, Jessica Drums; sus hijos, Wyatt Drums y Jaqueline Drums y algunos otros familiares y allegados a la familia. El presidente será enterrado en el Cementerio Nacional de Arlington donde descansan los restos de John F. Kennedy y algunos de sus familiares. Se llevará a cabo una pequeña rueda de prensa en el anfiteatro del cementerio, dirigida por el vocero de la Casa Blanca.
Holland estaba tan concentrada en la noticia que no había escuchado cuando Dylan había salido del baño solo con una toalla envuelta en sus caderas.
—No deberías estar viendo eso.
La luz del televisor hacía un juego de sombras que distorsionaban la imagen de Dylan. El grito de terror que había pegado Holland al mirarlo se había escuchado hasta la recepción del lugar, poniendo en alerta a una preocupada recepcionista. De inmediato Dylan saltó sobre Holland para cubrir su boca con la mano y evitar que fuera a llamar más la atención, pero ya era demasiado tarde. Unos golpes en la puerta se escucharon.
—Abran de inmediato o llamo a la policía —amenazó la mujer detrás de la puerta.
Dylan le dirigió una mirada cargada de reproche a Holland por lo que había ocasionado. Molesto se dirigió hasta la puerta y retiró los seguros, dio un par de respiraciones profundas para calmarse y abrió.
—¿Qué tal? —la recibió con una sonrisa que mostraba su dentadura bien alineada.
—¿Qué ha sido ese grito? Deme una buena razón para no llamar a la policía de inmediato.
—Lo lamento tanto, mi esposa ha despertado teniendo una pesadilla —recargó su brazo sobre el marco de la puerta lo que dificultaba la visibilidad al interior de la habitación.
—¿Pesadilla? Ese grito sonaba como si alguien la fuera a matar —se ajustó las gafas al notar que el cabello del hombre escurría agua y percatarse que no estaba usando camisa por lo que podía apreciar unos buenos músculos que no había notado momentos antes y sobre todo esa v que se marcaba y se perdía debajo de la toalla.
—Precisamente, su pesadilla era sobre alguien queriendo matarla. Pero fue solo eso, no tiene nada de qué preocuparse, yo me encargo de cuidarla. —Le volvió a sonreír.
La mujer le dio un asentimiento junto con una barrida de pies a cabeza, ¡qué suerte tenía su esposa! Se despidió con un buenas noches y regresó hasta su puesto de trabajo. Una vez que Dylan se aseguró que la mujer ya no volvería, cerró la puerta y colocó todos los seguros.
—¿Podrías ponerte ropa por favor? —escuchó la voz a sus espaldas.
Giró sobre su eje para quedar de frente a Holland que estaba sentada a la orilla de la cama. La televisión ya estaba apagada y la habitación solo era alumbrada por la lámpara sobre el buró. Él no dijo nada, tomó el cambio de ropa que había dejado sobre la cómoda y se encerró en el baño. Unos minutos después salió completamente vestido.
—Iré por algo para comer a la tienda que está unos metros más adelante y sacar más afectivo del cajero —tomó la llave del cuarto y la guardó en el bolsillo—. No le abras a nadie —ordenó con voz firme.
No se molestó en esperar una respuesta y salió de la habitación. Una vez sola, Holland soltó el aire que había estado reteniendo y de inmediato se quitó la peluca para poder darse un masaje con la yema de los dedos sobre el cuero cabelludo. Tomó la mochila que le habían dado en el Programa de Protección a Testigos; la misma incluía unos pantalones, tres juegos de ropa interior y tres blusas, artículos de higiene personal, los documentos que acreditaban su nueva identidad, la brocha y sombra para pintar sus cejas, unas gafas de sol y lo más importante un fajo de billetes.
Tomó un cambio de ropa y se apresuró en darse un baño. No quería que Dylan regresara justo cuando ella se estaba duchando. El agua sobre su cuerpo fue como un golpe de realidad, en verdad estaba pasando todo eso, su vida había cambiado para siempre. ¿Cuánto tiempo tendría que esconderse? ¿Después del juicio podría volver a tener su vida? ¿Podría regresar con su familia? Las lágrimas se mezclaban con el agua que caía de la regadera. En verdad era una pesadilla, una de la que no bastaba con despertar para acabar con ella.
Para su buena suerte la tienda Circle K atendía veinticuatro horas. Dylan había tomado otras dos botellas de agua, algunas galletas de sabores variados porque no tenía la más mínima idea de cuáles le gustarían a Holland o si fuera alérgica a alguno de los ingredientes. Le pidió al encargado que le preparara dos hot dogs para llevar, no era lo mejor, pero era de las pocas opciones que tenía para una cena medianamente decente. Pagó de nuevo en efectivo y tomó la bolsa con sus compras. Miró la hora en su celular, ya pasaba de medianoche.
Tan solo llevaba un par de horas con la misión de cuidar a esa mujer y ya se sentía sumamente agotado, una pesadez sobre sus hombros comenzaba a molestarle. Esperaba que no fuera a tomar mucho tiempo antes de que su jefe le llamara dándole la noticia de que regresaran a D.C y acabaran con todo.
Cuando estuvo de vuelta en la habitación, por un segundo sintió que su corazón se detenía al no ver a Holland, pero la luz bajo la puerta del baño y el sonido del secador le regresó el alma al cuerpo. Llevaba años sin tener que preocuparse por alguien más que no fuera él mismo, eso iba a ser más difícil de lo que creía.
—Ya volví.
No hubo respuesta, no sabía si lo había escuchado, pero era lo de menos. Dejó la bolsa con las provisiones sobre la cama y se quitó los zapatos. Tomó una botella de agua y uno de los hot dogs, se sentó en el sillón individual y comenzó a comer. Se quedó con la boca a media mordida cuando vio a Holland salir del baño con el cabello de un tono muy diferente al que la había conocido horas atrás. Así que en realidad era pelirroja y no tenía flequillo.
—Gracias por la cena —hurgó un poco dentro de la bolsa para sacar la comida y se sentó a la orilla de la cama, dándole ligeramente la espalda a Dylan—. Moría de hambre.
—No hay de qué —susurró, aún impresionado por lo diferente que se veía.
Ninguno dijo nada durante el rato que estuvieron cenando, cuando terminaron dejaron la basura en el cesto que estaba en el baño. Dylan programó el despertador de su celular para irse a primera hora de la mañana y continuar con el camino a San Diego. Habría sido mucho más rápido y fácil haber tomado un vuelo directo, pero tanto Dawson como Preston habían acordado que sería más seguro si iban por carretera, además eso les daría el tiempo para ultimar detalles y mandar a la mudanza hasta la que sería el nuevo hogar de los recién casados. Todo con la finalidad de no levantar sospechas en el vecindario.
Cuando los presentaron el único contacto que tuvieron fue el de un apretón de manos y un intercambio de miradas, ambos se notaban bastante incómodos, pero no emitieron una sola palabra al respecto. Escucharon atentos las indicaciones de los superiores, sobre todo, las tres reglas que les fueron impuestas y que bajo ningún motivo podían romper porque eso podría comprometer el éxito de la misión:
Prohibido preguntas personales.
Prohibido preguntas sobre lo sucedido en el caso.
Prohibido relacionarse de manera física o sentimentalmente.
Después de eso bajaron los cuatro hasta el estacionamiento subterráneo donde ya tenían listo el Jeep en el que ahora se estarían movilizando. El auto estaba blindado y equipado para ser todo terreno, es por eso por lo que habían elegido ese modelo. Sabían que, en una situación de riesgo, podrían llegar a necesitarlo.
En un silencioso acuerdo decidieron que Holland dormiría en la cama y Dylan en el sillón individual, no era lo más cómodo para dormir, sin embargo, consideraban que sería lo mejor con la finalidad de evitar más situaciones incómodas. Alrededor de media hora después, el ruido de algo golpeando la pared los despertó a ambos. Holland se incorporó asustada y Dylan de inmediato se puso en alerta levantándose de un salto. Se asomó por la ventana para ver si se veía algo sospechoso a las afueras.
Nada.
Corrió a la puerta para ver por la mirilla hacia el pasillo.
Nada.
El ruido provenía al otro lado de la pared, como si la cabecera de la cama estuviera golpeándola. Entonces lo entendieron y los gemidos al otro lado de la habitación lo confirmaron. Holland sintió que sus mejillas se enrojecían, agradecía enormemente que no hubiera una sola luz encendida para que Dylan no lo notara, se acostó de nuevo en la cama y le dio la espalda. El castaño por el contrario regresó al sillón y se sentó ahí dejando escapar un bufido y tomando una de las almohadas que terminó colocando sobre su rostro para ahogar un quejido. Iba a ser una larga noche sin dormir por culpa de los vecinos ruidosos.
Al menos alguien la estaba pasando bien esa noche.
💥💥💥
Palabras sin contar nota de autor: 2,740
Por favor déjenme saber en comentarios qué les está pareciendo la historia. Gracias por sus votos y comentarios, me hacen muy feliz.
También los invito a que se pasen a leer mis otras historias que encontrarán en mi perfil.
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