💥Capítulo 26
El colchón era demasiado suave para su gusto, pero sin duda era mil veces mejor que en el que había dormido en aquella casa de asistencia los últimos meses. Dio una última mirada a su alrededor antes de posar sus ojos sobre el rostro consternado de su compañera.
—¿De verdad a tus papás no les molesta que me quede aquí esta noche? No quiero ser una molestia—preguntó en voz baja.
Carolina tenía los labios abiertos en una perfecta O. No había pestañeado desde que Holland le explicó por qué necesitaba de su ayuda. Cerró los labios de golpe y posteriormente comenzó con una retahíla de palabras en español que le estaba costando lograr entender a la pelirroja debido a la velocidad con la que hablaba en ese momento. Después de un momento se detuvo para tomar aire y añadió:
—¿Te sientes bien? Quizás te dio un golpe de calor porque el sol estaba muy fuerte esta tarde.
La joven se acercó hasta su compañera y le colocó la mano en la frente para saber si se le había subido la temperatura. Holland la retiró de manera gentil.
—Al parecer no tienes temperatura, quizás no escuché bien o mi inglés me está fallando un poco. ¿Serías tan amable de repetirlo? —se sentó a su lado sobre el mullido colchón y tomó un cojín en forma de corazón entre sus brazos al que se aferró mientras observaba a la chica.
—¿Exactamente qué parte?
—¡TODO! ¡¿Cómo me vienes a decir que formas parte del programa de protección a testigos porque presenciaste la muerte de uno de los hombres que controlaba el mundo?!
Carolina aventó el cojín hacia una esquina y se levantó de la cama mientras se sostenía la cabeza y continuaba hablando en español sin parar. Holland soltó un profundo suspiro, sabía que tirar ese tipo de bombas era difícil de creer porque siendo honestos, ¿cuál es la probabilidad de conocer a alguien que está dentro del programa de protección a testigos por haber presenciado el asesinato de un presidente?
—Por favor, no grites —miró en dirección a la puerta de madera para asegurarse que siguiera cerrada—. Tus padres o alguien podría escucharte.
—Es que tú me viniste a contar el guion de la próxima película de Liam Neeson, eso debe ser porque no hay manera de que sea real lo que dijiste.
Holland apretó los ojos y se pasó la mano por la frente. Tomó la mochila donde tenía sus pertenencias y sacó los papeles que había guardado desde el día uno. Le mostró todo, incluida el acta de matrimonio.
—¿Y necesitas quedarte aquí hasta que salgas del país porque tu esposo vino por ti? —arrugó el ceño—. ¿Es muy feo o qué?
—No es mi esposo, bueno sí, no de verdad, o sea sí, pero no —tomó la almohada y escondió el rostro en ella para amortiguar el grito que quería dejar salir desde hacía un rato.
—Chica, es que yo no te entiendo. Cuando me llamaste hace unas horas lo último que esperaba es que me contaras semejante historia.
Un suave golpe en la puerta hizo que ambas mujeres giraran el rostro para ver al padre de Carolina con el ceño ligeramente fruncido. La piel bronceada por el sol brillaba bajo la luz del foco que alumbraba la habitación.
—Hay un hombre afuera que dice que viene por tu amiga —hizo una seña en dirección a Holland.
Carolina le dio una rápida mirada a su amiga antes de salir de la habitación y llevarse a su padre en dirección al pasillo para que no escuchara lo que hablaban. Unos momentos después regresó Carolina y se plantó delante de la pelirroja.
—Tu esposo no esposo al parecer está abajo y dice que no se marchará de aquí si no es contigo.
La expresión en el rostro de Holland debió ser un poema porque Carolina no pudo evitar soltar una risita. ¿Cómo diablos había dado con ella? Holland se había asegurado de tomarse al menos una media hora entre la llamada que le hizo a su compañera y el salir de la casa de asistencia. Se aseguró de observar bien todos los alrededores para confirmar que Dylan no siguiera por ahí antes de tomar el taxi que la llevó hasta la casa de Carolina.
Su plan al haberle confesado todo a su compañera era que la ayudara a buscar alguna alternativa para poder salir del país e irse con rumbo a Irlanda. Con Dylan ahí todo se iba a complicar aún más.
—Por favor, deshazte de él —suplicó.
—¿Por qué no le dices tú misma que se marche? Al final de cuentas lo conoces mejor que yo.
—Haber vivido unas semanas juntos no es conocernos —recalcó—. Además, ya se lo dije y no sabes lo terco y obstinado que es.
—Y tiene razón en que no me marcharé de aquí si no es con ella.
La voz del hombre a sus espaldas logró que Holland se pusiera tensa. Carolina por su parte no pudo evitar barrer con la mirada de pies a cabeza al monumento de hombre que tenía en el umbral de su habitación. ¿Ese era el esposo no esposo de su amiga? Si fuera su esposo estaba segura de que no se separaría de su lado.
—¿Puede darnos un momento a solas? —su mirada no se despegaba del cabello rojizo de aquella mujer que continuaba dándole la espalda.
Carolina posó su mirada en Holland que tenía una expresión de súplica para que no la dejara con él. La colombiana se acercó hasta quedar a unos centímetros de ella y en una voz apenas audible en idioma español le dijo:
—Si necesitas protección, busca en el primer cajón —y con la mirada señaló el buró junto a su cama.
Dio unos pasos más hasta pasar junto al hombre que seguía firme junto a la puerta. Pudo notar que era casi tan alta como él cuando salió de la habitación y cerró detrás de ella con un suave click.
Holland volvió a cerrar los ojos para tomar valor. ¿Por qué le costaba tanto volver a estar de frente a Dylan? Quizás porque todavía podía sentir cómo sangraba la herida que le causó cuando el director Preston le dijo que él había salido del caso dejándola a su suerte en un país desconocido. Dio una respiración profunda y se giró para hacerle frente al hombre que la había salvado más de una vez de una muerte segura.
Con su presencia ahí el cuarto parecía más pequeño que hacía unos momentos. El rosa de las paredes contrastaba con el verde oscuro de la playera que llevaba. ¿Por qué de pronto sentía que faltaba el aire? Miró por el rabillo del ojo en dirección a la ventana solo para asegurarse de que estuviera abierta.
—Ya me causaste muchos problemas, no quiero discutir, solo por favor vete —su tono sonaba cansado.
—Y yo ya te dije que no pienso irme de aquí sin ti —refutó, cruzándose de brazos.
—Ni siquiera tengo los documentos necesarios para poder salir del país, de nada sirve que hayas venido —desvió la mirada hacia el suelo, no podía sostenerle la mirada sin ponerse aún más nerviosa. Se sentía como una adolescente frente a su crush.
—Ese no es ningún problema, yo tengo tu pasaporte.
La sola mención del documento le hizo levantar la cabeza de golpe. El hámster en su cabeza comenzó a correr a toda velocidad en la rueda. Si conseguía el pasaporte podría salir de forma legal y fácil de Colombia, podría reunirse con su familia de nuevo. Dylan pudo notar que algo estaba tramando su mente, su expresión la delataba.
—Si lo que quieres es ayudarme, ¿podrías hacerme el favor de entregarme el documento? —preguntó temerosa al tiempo que se acomodaba un mechón de cabello detrás de la oreja.
—No vas a ir a ningún lado sola.
Holland soltó una carcajada que hizo fruncir más el ceño a Dylan.
—No necesito que nadie me cuide, he sobrevivido muy bien los últimos meses sola —recalcó la última palabra.
Dylan arqueó la ceja y sonrió de forma socarrona.
—¿Es eso un reproche?
—Por supuesto que no —se irguió y le extendió la mano—. Ahora, agradecería si nos ahorraras el mal momento y solo me lo dieras para que puedas marcharte y volver a tu vida en D.C
—Está en mi habitación de hotel, no lo tengo en la cartera.
—Entonces ve por él, aquí te espero. —Se cruzó de brazos también—. Total, ya sabes dónde encontrarme —lo desafió con la mirada.
—No tienes idea de cuánto me costó —dijo serio y en un tono apenas audible.
Ninguno se movía de su lugar, era una batalla de miradas esperando quién sería el próximo en hacer el siguiente movimiento. Una ligera ráfaga de viento se coló por la ventana haciendo danzar el cabello de la pelirroja y llevando su suave aroma hasta las fosas nasales del ex militar. Tragó duro.
Holland terminó por desviar la mirada al notar cómo tensaba los músculos de sus brazos, lo último que quería era ponerse a fantasear con eso, ya tendría tiempo de hacerlo cuando estuviera en Irlanda, lejos de él.
Dylan repasó la figura de la chica de pies a cabeza, quería dejarla grabada en su memoria. Notó que su mano estaba desnuda, ni rastro de la argolla matrimonial que la había visto usar el tiempo que estuvieron juntos.
—¿Dónde está tu argolla? —arqueó la ceja.
Fue una pregunta inesperada para ella, observó su mano y no pudo evitar tocar el dedo donde se suponía debía llevarla.
—No me irás a decir que te la robaron, la empeñaste, la vendiste o la perdiste, ¿cierto? —reprochó dando un paso hacia adelante que la hizo retroceder a ella.
—Por supuesto que no —se cruzó de brazos molesta—. Además, ¿por qué me reclamas? Tú tampoco estás usando la tuya —acusó.
Dylan sonrió de lado y alzó la mano izquierda para dejar a la vista la argolla dorada que descansaba en su dedo anular.
—Funciona muy bien como repelente para alejar a otras mujeres —entrecerró los ojos—. Pero al parecer tú quieres todo lo contrario.
Holland abrió la boca indignada, ¿qué estaba insinuando? Se tragó la sarta de groserías que le habría gustado gritarle y en su lugar se acercó hasta la cama donde estaba su mochila y la volteó por completo dejando caer todas sus pertenencias sobre la sábana blanca. Ropa, zapatos, dinero, papeles; todo quedó esparcido a lo largo de la cama individual.
Refunfuñando rebuscó entre sus cosas un par de minutos hasta que finalmente encontró la argolla que hacía juego con la de Dylan dentro de uno de sus tenis. Lo puso delante del ex militar y le sonrió en señal de victoria.
—Te equivocaste en todas tus suposiciones —se lo aventó a la cara molesta haciendo que rebotara en su frente—. Puedes ir y devolvérselo a tus jefes, ahora vete.
Dylan intentaba mantenerse calmado y no estallar, pero es que la actitud tan a la defensiva que estaba teniendo Holland no le ayudaba en nada. Trataba de recordar el conteo de respiraciones que le habían enseñado años atrás, pero no estaba funcionando.
—Vete —repitió.
Con ambas manos empujó su pecho tomándolo por sorpresa y haciéndolo dar un paso atrás. Esa fue la gota que derramó el vaso de su paciencia. En un ágil movimiento tomó a Holland de la cintura y la recostó en la cama colocando sus manos sobre su cabeza. La joven no sabía si su respiración se había cortado por el peso del cuerpo de Dylan sobre el de ella o por la sorpresa de lo que había hecho.
—¿Te volviste loco? Suéltame —intentó liberar sus manos de entre la del hombre sobre ella.
—Me vas a escuchar y vas a hacer lo que te digo —dijo firme sin aflojar el agarre de sus manos—. Tú vienes conmigo quieras o no, no es pregunta.
Sus ojos estaban clavados en los de ella, su cuerpo encajaba perfecto en el de él y podía notar que, aunque estaba sobre ella, su peso no la aplastaba porque con la mano libre se apoyaba en la cama. Sus labios estaban a escasos centímetros del otro, podía sentir su respiración como una suave caricia cálida que le estaba poniendo la piel de gallina.
Dylan bajó la vista a esos labios rosados, moría de ganas de probarlos una vez más. Notó como el rostro ligeramente se iba acercando al suyo. ¿Acaso ella también quería besarlo? Cerró los ojos y un segundo después un agudo dolor en su oreja izquierda lo hizo soltar un grito de dolor. De inmediato se puso de pie y se tocó la oreja que había sido mordida.
—¡¿Te volviste loca?! ¡¿Estás demente?! ¡¿Acaso te crees Mike Tyson?!
La mordida no había sido tan fuerte, pero sí lo suficiente para que lograra salir de la prisión de su cuerpo. Holland de inmediato fue hasta el cajón superior del buró esperando encontrar la protección que le había dicho Carolina. En el mejor de los casos sería una pistola, pero se conformaba con una navaja, un cuchillo o algo con lo que pudiera amenazarlo para que la dejara tranquila.
—Maldita sea —gruñó por lo bajo al ver que solo había preservativos.
Cerró el cajón con fuerza y tomó una pluma que había en el escritorio, la empuñó en lo alto como si fuera la daga más afilada que poseyera.
Dylan seguía cubriendo su oreja con una mano y soltando algunas groserías por el dolor punzante que sentía en el lóbulo. La puerta de la habitación se abrió dejando a la vista a una preocupada Carolina que miraba en todas direcciones.
—¿Qué pasó?
La imagen de una Holland sosteniendo en alto la pluma de forma amenazante y la de Dylan al otro lado de la habitación era muy cómica. Al darse cuenta de que no corrían peligro cerró la puerta detrás de ella y mantuvo un tono de voz neutral.
—Holland, lo siento mucho, de verdad, pero mi padre se está alterando sobre todo porque escuchó el grito de tu esposo no esposo.
La pelirroja abrió los ojos intentando decirle a su compañera que no dijera nada más, sin embargo, ésta continuó.
—Sé que te dije que te podías quedar, pero dada la situación y más que vino hasta aquí un completo extraño, me temo que tendrás que pasar la noche en otro lugar.
El rostro de Carolina en verdad mostraba la angustia de tener que decirle eso a su amiga. En el fondo se sentía muy mal porque no podría ayudarla como le habría gustado. Holland bajó la pluma y la dejó sobre el escritorio. Sus hombros decayeron al darse cuenta de que no tenía otra opción más que irse con Dylan.
Unos momentos después ambas mujeres se encontraban guardando las pertenencias de la pelirroja de regreso en la mochila. La colombiana le había pedido a Dylan que esperara en la sala, a su padre no le daba buena espina que se quedara con ellas en la habitación. Holland le relató lo que había sucedido y enfatizó en que él tenía el pasaporte que podría sacarla del país.
—Entonces tienes la oportunidad perfecta para robárselo e ir a Irlanda como habías planeado —sonrió emocionada—. Esta noche cuando esté dormido se lo robas y te escabulles.
—Es una opción, pero...—se detuvo un momento antes de continuar—. No sé si voy a soportar estar con él en la misma habitación, otra vez.
—No te culpo, chica. Tu esposo no esposo es guapísimo, ¿ya lo viste? —se mordió los labios y dejó salir un suspiro—. Te daré un consejo que no me pediste —se aproximó al cajón y sacó varios preservativos que metió dentro de la mochila—. Quítate las ganas o te vas a arrepentir el resto de tu vida.
💥💥💥
Palabras sin contar nota de autor: 2,646
He regresado con las actualizaciones después de irme unos días de viaje y desconectarme del mundo entero.
¿Quién más de aquí apoya la idea de Carolina? ¿Qué creen que pase en los siguientes capítulos? Yo solo digo que aquí hay mucha tensión y hay que liberarla 😏
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