💥 Capítulo 15

A diferencia de como lo pintaban en las películas americanas, México no era color sepia. El cielo estaba completamente despejado en un azul tan claro que transmitía paz a quienes lo observaran. Un suave aroma a manzanilla, proveniente de las florecillas a los costados de la calle y que abarcaban toda la lateral, impregnaban cada parte del lugar.

Los primeros rayos de sol iluminaban las calles de Tijuana, la brisa fresca de la mañana corría llevándose el humo que comenzaba a salir del cofre del Jeep que se encontraba a mitad de calle, volcado.

Los vidrios se habían reventado con el impacto, la mochila negra de Holland ahora se encontraba al frente del auto, el bolso deportivo con las armas se había encajado en un pedazo de vidrio del parabrisas. Un gruñido de dolor se escuchó desde el interior.

Un hilillo de sangre corría por la frente del ex militar, la herida que horas antes su compañera le había limpiado se había vuelto a abrir, pero ahora de una forma más aparatosa; tenía además un corte en la ceja izquierda y sentía un dolor en el brazo derecho porque todo su peso había caído sobre este, pero no creía que estuviera roto.

Su mano seguía aferrando el celular que tenía la pantalla estrellada y el color negro le indicaba que probablemente ya no funcionaba. Se lo metió al bolsillo del pantalón.

Dirigió su vista hacia su lado izquierdo que ahora era la parte de arriba y donde se encontraba suspendida la pelirroja gracias al cinturón de seguridad, de lo contrario habría caído sobre él. Se quitó su cinturón y salió por el hueco del parabrisas, tratando de no cortarse, pero sin poder evitarlo; un vidrio le rasgó el pantalón y la carne a la altura del chamorro. Soltó otro gruñido, pero ese era el menor de sus problemas. Subió por el capó y de un brinco aterrizó en el pavimento. Observó a su alrededor.

No había señales del taxi que los llevó hasta esa situación, a unos metros se encontraba la camioneta estrellada contra una luminaria. No había movimiento en su interior. Rodeó el Jeep hasta llegar al lado del piloto y con fuerza tiró de la puerta que se había atorado por los constantes golpes que habían recibido todo el camino. Holland parecía estar inconsciente. Se apoyó del neumático para poder estar más arriba y movió fuertemente el brazo de la chica.

Tardó unos segundos en reaccionar, su pómulo había golpeado el volante y una fuerte hinchazón comenzaba a notarse. También se había golpeado el labio del que brotaba un poco de sangre. A simple vista no parecía tener alguna herida grave, aunque no descartaba alguna herida interna.

—Holland, tenemos que irnos —la mencionada dirigió su mirada a la voz que escuchaba muy lejana.

La ayudó a quitarse el cinturón y la tomó de la cintura para evitar que cayera hasta el asiento del copiloto y la sacó del Jeep.

—Dylan...

El castaño estaba tomando la mochila negra y el bolso con las armas cuando sintió un ligero toque en su espalda, se giró y su vista se posó sobre la camioneta negra. Uno de los dos hombres en su interior estaba reaccionando. No tenían tiempo para perder.

Se apresuró en tomar las cosas y sacó el último subfusil que le quedaba, con eso debía bastar para alcanzar a llegar hasta el consulado. Colocó el arma frente a él y dio varios disparos contra el vehículo. El hombre en el interior se agachó. Los vidrios se reventaron con el impacto de las balas.

—Vámonos.

Sentía un dolor punzante ahí donde se había cortado con el vidrio, pero no había tiempo para detenerse. Su prioridad era llegar lo antes posible al consulado y esperar por los refuerzos que le había solicitado a su jefe esperando que no demoraran tanto. Al costado de la calle donde estaban había una plaza comercial —muy similar a los outlets que había en la frontera del lado americano y que los mexicanos eran fanáticos para ir y surtirse de cosa— por ahí podrían cortar camino.

Tomó del codo a Holland y se adentraron al estacionamiento lo más rápido que el dolor y las heridas se los permitían. El lugar era bastante grande, delante de ellos había un edificio con un enorme letrero en el exterior desde el que se leía Caliente Casino, a juzgar por el sonido proveniente del interior podía intuir que seguía habiendo gente disfrutando de apostar dinero y jugar en las máquinas de monedas. Siguieron avanzando, al ex militar no le gustaba para nada estar en un área tan abierta sobre todo porque eran contados los autos que estaban esparcidos a lo largo y ancho del lugar.

Cada tanto miraba hacia atrás.

—Estás sangrando mucho —señaló el rastro de sangre que iba dejando a su paso.

—No podemos detenernos —espetó con firmeza.

Nuevos disparos se escucharon en el silencio de la mañana. Dylan se tiró sobre Holland para protegerla al tiempo que giraba la cabeza para mirar hacia atrás y confirmar que el tipo robusto de la camioneta había salido para darles batalla. Se puso sobre su espalda y tomó el subfusil para repeler el ataque.

Una nueva lluvia de balas se hizo presente por todo el estacionamiento. Tardó unos segundos, pero una de ellas impactó en la pierna de su atacante haciendo que cayera de rodillas, esa era la oportunidad que necesitaba Dylan para acabar con él; se incorporó lo suficiente para quedar sentado y disparó tres veces más sobre el torso de aquel hombre dejándolo sin vida.

Un par de hombres que estaban saliendo del interior del casino se detuvieron abruptamente al ver el ataque armado que se estaba llevando a cabo, no dudaron un segundo en correr de nuevo al interior del lugar para resguardarse.

Dylan giró su mirada sobre la chica que seguía pecho tierra cubriendo su cabeza.

—¿Estás bien? ¿Te hirió? —desesperado buscó alguna señal de que estuviera herida de bala.

—N-no.

—Tenemos que seguir.

Se levantó con dificultad y Holland hizo lo mismo. Pudo notar el esfuerzo que estaba haciendo al mantenerse de pie y cargar con las cosas, sin decir una palabra le quitó la mochila de la mano y se la echó a la espalda al tiempo que le levantaba un brazo para que le rodeara el cuello y la utilizara de muleta recargándose en ella. El gesto dejó algo desconcertado a Dylan, pero no era el momento para poner objeciones.

Siguieron avanzando, ya faltaba poco para salir del estacionamiento de la plaza y llegar al extremo contrario de la avenida. Durante el camino el castaño trataba de encender el celular, le tomó tres intentos conseguirlo, era un milagro que siguiera funcionando después de la volcadura.

—El mapa indica que est...

Un cohete pasó muy cerca de la pareja impactando el muro de lo que parecía ser un supermercado al fondo y ocasionando una onda expansiva que los golpeó de frente tumbándolos de espaldas contra el suelo.

—¡Joder! —una nueva mueca de dolor invadió el rostro de Dylan.

No dejaba de repetirse que había estado en situaciones peores como una forma de infundirse ánimos. Junto al cadáver del hombre que acababa de matar se encontraba un morocho hincado sobre una rodilla y con el lanzacohetes recargado en su hombro. El morocho arrojó el arma a un costado puesto que ya no tenía más cohetes y tomó el arma de su compañero.

Dylan fue más rápido e inició con los disparos, el morocho corrió para esconderse detrás de un auto estacionado.

—¡Vete! Tienes que irte Holland.

—¿Y tú? —el tono lastimero en su voz le caló hondo al castaño.

—Yo te cubro.

No quería dejarlo ahí, era sacrificarlo a cambio de ella seguir con vida. La duda se reflejó en sus ojos jade.

—¡VETE! —gritó mientras seguía disparando contra el morocho que seguía a cubierta.

Con un nuevo nudo formándose en su garganta y reteniendo las lágrimas que se acumulaban hizo lo que le pidió. Se puso de pie y comenzó a correr lejos de ahí.

Una camioneta pick up apareció en su campo de visión dirigiéndose directo a donde ella estaba y la hizo detenerse abruptamente. «Ya no más, por favor»

Descendieron tres hombres portando uniformes de policía. Dylan giró el rostro al escuchar el motor de la pick up. En la puerta podía leerse Policía. No sabía mucho español, pero eso lo entendía. Esos segundos de distracción le iban a salir caros.

El morocho aprovechó que los disparos se habían detenido para ponerse en pie y apuntar directo a la chica que había retomado la carrera en dirección a la pick up.

¡PUM!

El cuerpo de Holland cayó de frente contra el pavimento, el impacto de bala le dio de lleno en la espalda.

—¡NOOOO!

Un grito ensordecedor salió de los labios de Dylan, la rabia lo hizo ver rojo. Disparó, pero las municiones se le habían terminado. Arrojó el arma contra el suelo y sacó una de las pistolas de su cinturilla.

Cinco disparos retumbaron en sus oídos. Los cinco impactaron sobre el morocho, el último directo a la cabeza. Sacando fuerza de donde no sabía, fue corriendo como pudo hasta donde se encontraba Holland, se hincó a su lado y la giró para ver su rostro.

Sentía una fuerte opresión en el pecho como si una mano tuviera su corazón envuelto y lo estuviera apretando al grado de sentir que podía explotar en cualquier momento. Solo una vez en la vida había estado en una situación similar. 

—Holland, ¿me escuchas? Holland —le quitó los mechones de cabello que caían sobre su cara.

Su visión comenzó a ser borrosa puesto que las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. Pasó sus dedos sobre la mejilla amoratada tratando de ser lo más delicado posible, no quería lastimarla más.

«Por favor, por favor.»

El sabor salado de una lágrima rebelde que había escapado llegó hasta la comisura de sus labios, después cayó otra y otra más.

—¿Dylan Fux? —preguntó uno de los policías.

Escuchaba que le hablaban, pero no lograba entender ni una sola de las palabras, sonaba como una voz distorsionada para él. Lo único que quería era saber si la pelirroja estaba bien. Una mueca en su rostro apareció y poco a poco abrió los ojos apareciendo ante ella la cara preocupada del hombre que había hecho de todo por mantenerla con vida.

Nunca se había sentido tan aliviado en su vida.

—Señor, los vamos a llevar hasta el consulado.

Los policías los ayudaron a ponerse de pie y a entrar a la pick up. Los trasladaron hasta el consulado que se encontraba a dos minutos de donde estaban. El lugar era un edificio en color crema de apenas dos pisos con varias ventanas a lo largo de toda la fachada.

Cuando llegaron los llevaron directo hasta un salón donde los dejaron custodiados por dos policías. El edificio de dos plantas no era muy grande, apenas lo suficiente para recibir a los cientos de personas que día con día iban a tramitar la visa americana. El salón donde estaban era sencillo, pero se veía que lo limpiaban a menudo, no había ni una partícula de polvo.

La pareja se encontraba sentada en uno de los sillones. Holland sentía un dolor muy fuerte en la espalda, como si le hubieran disparado una bala de pintura jugando gotcha con la diferencia que había sido una bala real, de esas que te pueden matar. Para su fortuna, el chaleco Kevlar que le había dado Dylan estando en el bunker la había salvado de morir.

Uno de los policías le había llevado gasas y alcohol al ex militar para que pudiera limpiarse la herida en la pierna, esa de la que no había dejado de brotar sangre durante todo el camino. Dylan se sentía agotado y aliviado en partes iguales, pero no quería bajar la guardia. Aunque se encontraban en un lugar relativamente seguro, no se podía confiar y mucho menos relajar.

—En cinco minutos estará llegando el helicóptero —informó uno de los policías en perfecto inglés y cerró la puerta detrás de sí dejando a la pareja a solas.

Mientras terminaba de limpiarse la herida y hacerse un vendaje provisional, Dylan no dejaba de pensar en cómo es que habían dado con ellos. Era demasiado extraño, empezando por el hecho de que habían ido a atacarlos directo a la casa y después, de la nada, habían aparecido durante el camino.

No había manera de que estuvieran escondidos cerca de la casa, la calle donde vivían había quedado desierta una vez que la policía se marchó. Él mismo estuvo monitoreando la cámara para asegurarse de que al salir estuviera todo despejado.

Se quedó pensativo unos minutos, con el ceño fruncido bajo el preocupado gesto de Holland que no dejaba de preguntarse si el hombre frente a ella se pondría bien.

El ex militar le dirigió una mirada como dagas afiladas, sentía que podía atravesarla con ella.

—Quítate la ropa —ordenó con tono severo.

Holland abrió y cerró la boca en sorpresa. ¿Había escuchado bien o sería acaso que tantos disparos le habían dañado el sentido auditivo?

—¿Perdón? —instintivamente llevó sus manos a su cuerpo aferrándose a la sudadera.

Dylan se levantó para tratar de quitársela, pero ella se puso de pie y dio varios pasos hacia atrás poniendo suficiente distancia entre ellos.

—Aléjate o voy a gritar —lo apuntó con el dedo como si se tratara del arma más poderosa en el mundo.

Dylan soltó un gruñido, eso no había salido como pensaba; entonces algo captó su atención. A un costado se encontraba la mochila negra junto a la bolsa crossbody que la chica había llevado desde que salieron de casa para celebrar su cumpleaños. Lo tomó con brusquedad y volcó las pertenencias sobre la alfombra gris del salón.

Ella no entendía lo que estaba haciendo hasta que lo vio revolver todo y finalmente tomar entre sus dedos lo que parecía ser una batería de reloj, tenía la forma y el tamaño de una.

El gesto duro en su mandíbula no le gustó para nada a Holland.

—Llevabas contigo un localizador.

Comenzó a negar frenéticamente con la cabeza. ¿Acaso estaba insinuando que ella sabía algo? Furioso aventó la pieza al suelo y la pisó con su bota de combate asegurándose que se partiera por completo quedando inservible.

Estaba a punto de decirle algo cuando nuevamente entró el policía informándoles que el helicóptero había llegado. Holland se apresuró para colgarse la mochila y recoger las cosas del suelo aventándolas de regreso al bolso.

La bandera de los Estados Unidos ondeaba en el exterior del edificio debido al fuerte viento creado por las aspas del helicóptero. Salieron del consulado rodeados de policías y cruzaron la calle hasta el otro lado donde había un gran terreno cubierto solo por maleza, ahí es donde había aterrizado el helicóptero.

Subieron sin decir una sola palabra. Dylan no dejaba de hacerse preguntas respecto a ese localizador. ¿De dónde había salido? ¿Desde cuándo lo tenía? ¿Por qué lo tenía? Era absurdo llegar a pensar que ella lo tenía a propósito, pero no tenía ninguna explicación lógica. Casi no salían de casa y él estaba con ella 24/7.

Holland por su parte también estaba intrigada sobre ese diminuto artefacto. No tenía idea de cómo había llegado hasta su bolso. Siempre había estado al pendiente de que no se lo fueran a robar, jamás lo había descuidado, entonces ¿cómo es que apareció ahí?



«La señal se perdió»

Es lo que rezaba el mensaje que acababa de recibir Zech en su celular. Pateó la silla que tenía junto a él y miró el reloj. No había vuelto a tener señales de sus hombres desde hacía un buen rato, esos a los que había contratado para asesinar a Holland. Estaba empezando a ponerse nervioso.

Lo último que le habían dicho es que estaban cruzando la frontera con México. Esto solo se hacía cada vez más y más grande.

La misión de matar al presidente en un inicio había parecido tan sencilla si se consideraba que él era su jefe de seguridad y por lo tanto sabía exactamente en dónde estaba y con quien cada minuto del día. Solo había tenido que planear con unas semanas de antelación el momento perfecto para ejecutar su encargo, asegurándose de coordinar todo para que saliera perfecto.

Empezando por el sistema de seguridad que consistía en cámaras de video localizadas en cada habitación y pasillo de la Casa Blanca. No le había sido muy difícil contactar con un hacker especializado que se asegurara de alterar las grabaciones que monitoreaban los guardias para que no pudieran percatarse que por medio de los ductos de ventilación es que había logrado llegar hasta el pasillo que daba a la biblioteca, mismo que se encontraba custodiado por tres de sus hombres del Servicio Secreto y a los que tuvo que matar.

Todo habría salido tal y como lo había planeado de no ser porque Michael Drums había querido jugar al héroe salvando a su coordinadora de campaña. Maldita la hora en la que se había metido en su camino. Si tan solo hubiera tenido un poco más de tiempo, habría podido ordenarle al hacker que se metiera al sistema para desactivar el cuarto de seguridad.

El celular volvió a vibrar mostrando un nuevo mensaje en pantalla.

«No me dijiste que tu plan era matarla»

Soltó una risa sarcástica, al parecer su contacto estaba teniendo alguna clase de remordimiento, pero más valía que guardara silencio. Le había pagado una buena suma de dinero a cambio de poder rastrear al objetivo.

«Ese no es asunto tuyo»



Media hora después el helicóptero estaba aterrizando en el aeropuerto de San Diego donde estarían descendiendo para subirse a un avión privado que había enviado Dawson. El interior de la nave era bastante elegante con aquellos seis asientos de piel en color crema.

Holland tomó el primer asiento que vio y se abrochó el cinturón sin dirigirle ninguna mirada a Dylan. Podía sentir que él no le despegaba los ojos de encima de una manera que no era precisamente la que le hubiera gustado.

El piloto salió de la cabina con celular en mano y se lo tendió al ex militar que se encontraba en el asiento opuesto al de la chica. Le agradeció con un intento de sonrisa.

—Diga.

Fux, por un momento creí que estarían muertos —era Dawson.

—Por un momento yo también lo creí, capitán —de reojo observó a la pelirroja que se removía incómoda en su asiento.

No tengo duda que no me equivoqué al encargarle esta misión —su tono era de orgullo.

—Acabamos de abordar el avión privado que nos envió, en unas cinco horas debemos estar aterrizando en D.C.

Bien. Tengo noticias para ustedes —hizo una pausa que le pareció eterna al castaño—. Han arrestado a Zech Kondratiuk.

💥💥💥

Palabras sin contar nota de autor: 3,143

Por un momento creí que no saldrían con vida de este capítulo. ¿De dónde habrá salido ese localizador? ¿Cómo lograron atrapar a Zech? Muchas preguntas, pocas respuestas.

Muchas gracias por sus votos y comentarios recuerden que es la mejor paga que puedo tener, espero que les esté gustando la historia. 

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