💥 Capítulo 13

Oficialmente las tres reglas impuestas desde el inicio se habían roto.

Prohibido preguntas personales.

Prohibido preguntas sobre lo sucedido en el caso.

Prohibido relacionarse de manera física o sentimentalmente.

Holland aun sentía un cosquilleo sobre los labios, después de ese beso había estado evitando la mirada de Dylan; su pulso seguía acelerado y aun había un ligero temblor en su cuerpo solo que ahora no sabía si se debía al reciente ataque o al roce de los dedos de Dylan que en ese momento se encontraba limpiándole algunas cortadas que tenía en la mejilla y los brazos, producto de la primera explosión que destruyó las ventanas.

En una de las gavetas que había en el bunker se encontraba un botiquín de primeros auxilios con todo lo necesario, gasas, vendas, apósitos, antibacterial,alcohol, termómetro, tijeras de punta redonda y un par de guantes.

El ex militar también tenía un par de heridas, ninguna de gravedad, salvo por una que se veía muy aparatosa en su frente justo donde iniciaba su cuero cabelludo de donde escurría un hilillo de sangre.

—Afortunadamente no tienes ninguna herida grave más allá de un par de rasguños y cortes superficiales —dijo Dylan.

Cerró el botiquín y arrojó los algodones usados en el cesto de basura que se encontraba junto a la cama.

—Estás san-sangrando —su voz se entrecortaba, el nudo en su garganta había disminuido, sin embargo, todavía no se recuperaba del todo del shock.

—No es nada —le restó importancia con un ademan de mano.

Pero la chica en un arrebato de confianza lo tomó del brazo para que no se alejara y le quitó el botiquín de las manos. El castaño entendió el gesto y se sentó frente a ella. Un algodón empapado en alcohol lo hizo hacer una mueca y soltar un pequeño quejido, ardía un poco, pero no era nada en comparado con otras heridas que había recibido estando en la guerra en alguna de las misiones de rescate que le eran asignadas.

Holland trató de ser lo más delicada posible mientras limpiaba la herida, pero sentir la mirada penetrante del hombre frente a ella la estaba poniendo demasiada nerviosa, sobre todo después de lo que había pasado. ¿Cómo era posible que sintiera una especie de emoción estando en una situación de peligro como esa? No lograba entenderlo, pero haber tenido los labios de Dylan sobre los suyos mientras la tomaba por el rostro, sin duda se había convertido en su top de momentos favoritos en la vida muy a pesar de las circunstancias.

Una vez que terminó de limpiarlo, Dylan guardó las cosas donde las había encontrado y de otra gaveta sacó dos chalecos Kevlar. Le tendió uno a la chica y le pidió que se lo pusiera. Se acercó hasta la mesa donde se encontraba la bolsa con todas sus armas y sacó uno de sus uniformes militares en color negro. Comenzó a quitarse la camisa de cuadros azules y rojos con líneas blancas dejándose solo la camiseta negra que llevaba debajo y se colocó encima la camisa negra de nylon que contaba con un par de bolsillos en las mangas. Sobre esta se colocó también el chaleco Kevlar.

También se cambió el pantalón de mezclilla por el negro tipo cargo de su uniforme. Cambió sus tenis por unas botas negras de combate; todo eso bajo la atenta mirada de Holland que no podía evitar pensar lo atractivo que se veía en ese uniforme. De pronto un golpe de entendimiento la azotó; la disciplina que tenía, el entrenamiento en defensa, el manejo de armas y ahora ese uniforme. «¿Cómo no me di cuenta antes?»

—¿Eres militar?

Dylan que se encontraba guardando municiones en los bolsillos giró levemente la cabeza en su dirección y después regresó a lo suyo.

—Fui parte del ejército muchos años, ya no.

Terminó de guardar su ropa de civil en el bolso con las armas y la sudadera gris que tenía dentro la arrojó a la cama junto a Holland.

—Póntela sobre el chaleco —ordenó.

Fue hasta el fondo de la habitación donde se encontraba la puerta y la pantalla táctil desde donde estuvo manipulándola para poder obtener una imagen de lo que estaba sucediendo allá afuera en ese momento. Tenían acceso al exterior gracias a una cámara que se encontraba oculta en la fachada de la casa, imperceptible para cualquiera sobre todo si se consideraba que el lugar estaba en remodelación.

El video mostraba a un par de policías interrogando a lo que parecía ser algunos de los invitados a la fiesta de la casa vecina. Los bomberos ya habían terminado de apagar el fuego y la calle continuaba cerrada. El video no tenía audio, pero con la imagen sería suficiente para saber lo que estaba pasando en el exterior.

Sacó su celular e intentó llamar a Dawson, pero a tantos metros bajo tierra y en un bunker blindado la señal de telefonía no llegaba. Desistió de su intento y lo guardó en el bolsillo una vez más.

—¿Ahora qué va a pasar? —carraspeó para aclararse la voz que se sentía rasposa.

Dylan sacó una botellita de agua del frigobar y se la tendió a lo que ella agradeció con una mueca que intentaba ser una sonrisa.

—Vamos a tener que esperar a que despejen el área y abran la calle para poder huir. —Se sentó en una de las sillas junto a la mesa—. Fue una suerte que el Jeep quedara estacionado lejos del ataque, de lo contrario nos habríamos quedado sin salida.

Holland observó con más detalle la habitación. Con el shock de todo lo que había sucedido su cuerpo había seguido en automático las órdenes de Dylan, pero no había prestado suficiente atención al lugar ni las condiciones del mismo.

—¿Dónde estamos?

—Varios metros bajo tierra, más específicamente debajo de la casa que está en remodelación al final de la calle.

—¿Cómo llegamos hasta aquí?

—El túnel que conecta nuestra casa con esta pasa por debajo de la casa de los vecinos. Ellos por supuesto no tienen idea.

Le explicó que cuando recién llegaron y tuvo la primera llamada con Dawson, el hombre le mencionó que estaban en una casa de seguridad máxima. Contaba con diferentes amenidades que una casa tradicional no, entre ellas los huecos en las paredes de manera estratégica para esconder armamento y la pieza más importante de todas, la isla de la cocina que fungía como la entrada secreta al bunker y que llevaba hasta la casa en remodelación.

No era una coincidencia que nadie viviera en ella y que nunca se viera a los empleados encargados del proyecto; era la fachada para que nadie pudiera sospechar lo que había debajo.

—¿Cómo vamos a salir de aquí? —terminó de beber la botella de agua y tiró el envase vació al cesto de basura.

—Esa puerta —la señaló con la cabeza—, lleva hasta unas escaleras que salen por el patio trasero de la casa. La puerta se abre por medio de la pantalla táctil. En cuanto salgamos nos tomará menos de un minuto estar montados sobre el Jeep y huir de aquí.

—¿Y después?

Y después era algo que no tenía claro y su silencio se lo hizo saber.


Roxanne había salido en bata y pantuflas, en cuanto vio al primer policía se acercó hasta él buscando obtener algo de información.

—¿Qué ha pasado oficial? Por favor dígame que las personas que vivían en esa casa se encuentran bien—. Se llevó la mano al pecho en señal de clara preocupación.

—Aún no han podido encontrar ningún cuerpo, tenemos la sospecha de que la pareja que ahí vivía pudo haber sido tomada como rehén por sus atacantes. Todavía no hay un informe oficial. Lo siento.

La mujer se cubrió la boca al tiempo que un par de lágrimas se deslizaban por sus mejillas y le agradeció la información. 



Eran alrededor de las cinco de la mañana cuando los últimos en irse fueron las patrullas de policía, se habían quedado un rato más contando la cantidad de casquillos, ciento diez entre dos tipos de calibre diferentes, e inspeccionando lo que quedaba de la casa sin resultados.

La mayoría de los invitados de la fiesta se fueron después de que la policía se los permitió dejando que la paz y tranquilidad se apoderara poco a poco del lugar. No se escuchaba un solo ruido a la redonda.

Holland se había recostado en la cama haciéndose ovillo intentando conciliar el sueño, pero había sido imposible. Cada que cerraba los ojos las imágenes del ataque volvían a su mente para atormentarla, había sentido mucho más miedo que el que sintió cuando vio como asesinaban al presidente frente a ella.

¿El miedo era porque había sido un ataque dirigido hacia a ella? ¿O porque existía la posibilidad de que hubieran asesinado a Dylan? 

Dylan por su parte había metido algunas botellas de agua en la mochila negra de la chica, también guardó unos paquetes de galletas que había en otra de las gavetas. Todo el rato se la había pasado pensando en cómo diablos los habían encontrado. Esa no podía ser una simple coincidencia, no le cabía la menor duda que iban a aniquilarlos de haberlo podido hacer.

Se acercó hasta la pantalla para observar cómo iba todo allá afuera y descubrió que ya se habían retirado los oficiales. Tenían la vía libre para poder escapar de ahí. Miró la hora en el celular, todavía faltaba una hora para que el sol comenzara a salir, escabullirse a mitad de la madrugada sería mejor que salir a plena luz del día.

Se aseguró de tener suficientes municiones en los bolsillos de su uniforme, se guardó dos armas en la cinturilla del pantalón y revisó que tuvieran lo necesario para salir de ahí.

—Es hora de irnos.

La pelirroja se levantó de la cama sin protestar y se colgó una vez más aquel bolso crossbody, Dylan se colgó la mochila negra en la espalda y se echó al hombro el bolso deportivo con las armas. En la pantalla puso un código que abrió en automático la puerta dejando a la vista una escalera que se extendía varios metros hacia arriba.

Antes de empezar a subir Dylan se giró hacia Holland y le colocó el gorrito de la sudadera, asegurándose de esconder los mechones de cabello pelirrojo dentro de la misma.

—Ya no tenemos la peluca y debemos evitar llamar la atención.

Ella asintió.

La observó unos segundos, ella llevando su ropa puesta le causaba una sensación extraña de calor. «¿Y si solo llevara eso puesto?» Sacudió la cabeza intentando alejar lo más posible esos pensamientos, no era el momento ni el lugar adecuado.

Y quizás nunca lo sería porque debía seguirse recordando que era solo trabajo, una misión más y nada más.

Al final de la escalera había dos puertas que daban la apariencia de ser de madera, pero en realidad eran de acero reforzado. Dylan destrabó el pestillo y las empujó dejando que la brisa fresca de la madrugada llenara los pulmones de ambos y les diera de lleno en el rostro. La ayudó a salir al jardín trasero de la casa y manteniéndose lo más silenciosos posibles se dirigieron hasta la puerta de madera que conectaba con el frente de la casa.

Quitó el cerrojo de metal y abrió lentamente la puertilla, dando una mirada al exterior para asegurarse que no hubiera nadie observando. Una vez que estuvo seguro de que no había nada sospechoso, caminaron de puntillas hasta llegar al Jeep donde dejaron las mochilas en los asientos traseros.

Arrancaron el motor sin encender las luces para no alertar a nadie y avanzando despacio para no hacer ruido lograron salir de la calle con éxito.

—¿Cuál es el plan? —preguntó cuando se incorporaron a la avenida principal.

Dylan mantenía las manos apretadas al volante mientras intentaba pensar en alguna alternativa.

—Toma el celular y marca a Dawson.

Holland hizo lo que le pidió y buscó entre los contactos a Dawson. Dio tono varias veces, pero al final mandaba a buzón. Intentó tres veces más sin obtener resultados. Dylan maldijo por lo bajo, seguro seguía dormido, a pesar de que había tres horas de diferencia entre San Diego y D.C. Tenía que pensar en algo rápido, lo bueno de que fuera un domingo tan temprano es que las calles se encontraban desiertas.



En aquel sótano húmedo, Zech estaba cual león enjaulado caminando de un lado a otro y echando espuma por la boca. ¿De qué había servido que le confirmaran el objetivo si los ineptos que contrató no habían sido capaces de acabar con ella?

Unas horas atrás había recibido la llamada por parte de uno de sus hombres donde con cierto temor le confesó que el objetivo se le había escapado porque no contaban con que estuviera en compañía de alguien que claramente tenía experiencia en el manejo de armas.

En cuanto Zech escuchó eso tuvo que contener las ganas de gritar de rabia, eso podía delatarlo y lo que menos necesitaba en ese momento era que la policía diera con él.

—Me importa una mierda si Tigre tiene una maldita bala atravesada en la pierna, ese no es mi problema. —Gritó contra el teléfono—. ¡Van a matar a esa maldita mujer así sea lo último que hagan o tengan por seguro que yo me encargaré de acabar con sus familias delante de sus putas narices y después los mataré a ustedes tres! ¿Fui claro, Jaguar?

Elhombre que tenía por nombre en código Jaguar le aseguró que no volverían acometer otro error antes de colgar la llamada

El chillido de la rata con la que compartía aquel lúgubre lugar lo hizo girar sobre su eje y observarla detenidamente. De pronto el pelaje del animal le parecía de un tono más rojizo, muy similar al de aquella pelirroja de ojos verdes. Una sonrisa siniestra apareció en su rostro.

Si no tendría el placer él mismo de acabar con ella, por lo menos imaginaría que lo hacía acabando con esa rata asquerosa.

El sonido de un mensaje en su celular lo hizo detenerse y caminar hasta la mesita donde tenía el aparato.

«El objetivo se está moviendo»

Junto al mensaje recibió la ubicación en tiempo real. Habían logrado salir con vida y ahora estaban transitando por las principales avenidas de San Diego. Un gruñido escapó de sus labios y de inmediato marcó al móvil del contacto que tenía guardado con el número uno en la marcación rápida.

—Si de verdad te interesa el dinero ve y acaba con ella.

Ni siquiera le había dado tiempo para que pudiera contestarle, colgó de inmediato. Estaba seguro de que el mensaje había sido claro. Zech siempre tenía un as bajo la manga, por supuesto que no solo contaba con ese trío de matones, no. Había tenido que recurrir a más personas para poder dar con el paradero de la pelirroja y para identificarla. No había sido sencillo, pero lo fácil siempre le quitaba lo divertido a la vida y en el fondo disfrutaba de todo ese juego del gato y el ratón.

Envió un mensaje más a su gente con la información de la ubicación del objetivo y después abrió la galería de fotos donde tenía la imagen de la chica junto a un hombre que había conocido muy bien en el pasado. Era una pena que no pudiera ser él mismo quien se encargara de acabar con ellos, un perfecto dos por uno.

Nuevamente observó a la rata y esta vez no hubo nada que lo detuviera.


—Hasta que no tenga respuesta de Dawson y nos dé indicaciones de qué podemos hacer, vamos a ir a un lugar que conozco con alguien de mi confianza. No deberíamos tardar mucho.

El Jeep se detuvo al momento que el semáforo cambió a rojo. No había ni una persona caminando por las calles. Todo estaba en total tranquilidad y tan desértico como lo estaría Chérnobil. Holland soltó un suspiro y se pasó las manos por el rostro, sentía los ojos pesados e hinchados.

¡Vaya forma de terminar su cumpleaños!

Siendo atacada y salvada una vez más por ese castaño con dos lunares en el cuello como si fueran las marcas de los colmillos de un vampiro. Por ese hombre que había logrado confundir lo que sentía de un momento a otro con un simple beso; aunque para ella no era solo un simple beso.

Llevaba días, si no es que al menos una semana, tratando de negarse a sí misma lo que empezaba a sentir por él, pero simplemente era imposible. Incluso le había confesado a su terapeuta en su última sesión lo que estaba sintiendo por aquel castaño de ojos chocolate y la mujer le respondió que tenía que pensar bien los motivos por los cuales estaba teniendo esos sentimientos.

Holland lo estuvo meditando unos minutos y llegó a pensar que podía ser el síndrome de Estocolmo, pero no era posible porque ella no estaba secuestrada y Dylan no era su captor. Se preguntó si existiría un síndrome que fuera a la inversa, donde desarrollaras sentimientos por la persona que te había salvado en más de una ocasión. Su terapeuta con una sonrisa cálida le explicó que no existía tal cosa, pero que sí había casos donde algunos confundían el agradecimiento de ser salvados con un sentimiento más poderoso.

Entonces la pelirroja se la pasó enumerando los motivos por los cuales sus sentimientos hacia el castaño iban en aumento cada día y llegó a la conclusión de que la había ido atrapando poco a poco por medio de los cinco sentidos.

La vista fue el primero. Físicamente le atraía muchísimo, no podía negar que su piel blanquecina salpicada con lunares aquí y allá le encantaba; sus ojos chocolate que algo escondían tras esa mirada serena; su cabello castaño y suave; la cabeza que le sacaba de diferencia en altura; el ceño fruncido cuando se concentraba pensando en algo; su cuerpo bien trabajado por el ejercicio no podía dejarlo de lado.

El olfato era otro factor importante, no podía evitar cerrar los ojos y aspirar el olor de su colonia cada vez que pasaba junto a ella llenando así sus pulmones con ese aroma que la estaba enloqueciendo cada día más.

El oído, por medio de su voz que no era precisamente la voz grave de macho alfa que tenían tantos hombres que describían en los libros o actuaban en las películas, pero era una que lograba calmarla en momentos de angustia. Una voz firme cuando la situación lo ameritaba, pero incluso en esos momentos podía detectar un dejo de suavidad cuando se dirigía a ella, como si temiera lastimarla con sus palabras.

El tacto, lo que la hacía sentir cada vez que por alguna razón su piel hacía contacto con la de ella. Cuando había llegado a estar entre sus brazos se sentía segura como si nada malo pudiera pasarle estando junto a él. Cuando sus manos, algo rasposas, le hacían alguna caricia para ella era como sentir el toque de la pluma de un ángel.

Era inútil negar que la hacía derretirse por dentro cada vez que se comportaba como un caballero con ella, lo cual era la mayor parte del tiempo. A pesar de que era serio en ocasiones y siempre quería mantenerse profesional, casi siempre terminaba cediendo a sus peticiones como la vez del museo en Nashville y la más reciente de salir a festejar su cumpleaños.

Y por último el gusto, ese beso la había hecho sentir un cúmulo de emociones y sensaciones que jamás había sentido. Como si cientos de mariposas revolotearan en su estómago al sentir los labios de Dylan sobre los de ella. Nunca había sentido algo similar besando a nadie más y se moría de ganas por repetirlo una y otra y otra vez.

La combinación de todos esos factores eran los que la tenían pensando que inevitablemente se estaba enamorando.

Dylan recargó su cabeza sobre el respaldo del asiento, «¿Cuánto tarda un semáforo en cambiar?» Podría saltarse el rojo, al fin y al cabo, no había nadie más cerca y la probabilidad de que chocara o atropellara a alguien era prácticamente nula, salvo que apareciera un fantasma, pero en todo caso ya estaría muerto.

Observó de reojo a Holland, tenía la mirada perdida al frente. ¿En qué tanto estaría pensando? Notó que los nudillos de su mano estaban tensos por la fuerza que ejercía al aferrarse a la correa del bolso que llevaba colgado desde el día anterior.

Una luz proveniente de atrás lo hizo mirar por el retrovisor, un auto estaba a unos metros de ellos. Le restó importancia pues la luz ya había cambiado a verde.

Siguió avanzando por las calles rumbo a su destino. El auto los seguía muy de cerca lo que lo hizo empezar a sospechar, para confirmar si lo que estaba pensando era cierto, empezó a dar vuelta en varias calles y en todas y cada una el auto repetía el patrón. Maldijo por lo bajo al tiempo que apretaba la mandíbula.

Holland notó que su acompañante se estaba poniendo tenso.

—¿Qué pasa?

—Abróchate bien el cinturón. Nos están siguiendo.

💥💥💥

Palabras sin contar nota de autor: 3,530

Pobrecillos, no les doy ni un respiro :b pero así es como debe ser. Muchas gracias por sus votos y comentarios, me animan mucho a continuar la historia.

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