💥 Capítulo 12
No quería levantar la cara y enfrentar a la persona que tenía a su lado. ¿Cuál era la probabilidad de habérselo encontrado después de dos años de no verse y a tantos kilómetros de distancia y justo el día de su cumpleaños?
El día se había ido a la mierda.
—Roger. —Su tono serio no dejaba dudas de que no le había agradado para nada tenerlo frente a ella.
—Princesa, estuve dudando un rato si eras tú, ese tono de cabello te va bien —tomó un mechón entre sus dedos—, pero nada como tu color natural.
Holland le dio una sonrisa de labios apretados, la última persona de su pasado a la que hubiera querido ver era a su ex novio a quien había conocido durante la universidad, pero no fue sino hasta muchos años después que comenzaron una relación.
Cuando la vida volvió a cruzar sus caminos en una reunión entre el presidente de Estados Unidos y otros políticos, Roger fue el primero en mostrarse muy interesado en conectar con su ex compañera. Durante semanas le estuvo pidiendo que aceptara una cita para platicar y ponerse al corriente con sus vidas. Holland se lo había pensado demasiado antes de darle un sí, más que nada para quitárselo de encima porque lo cierto era que siempre le había parecido un cabeza hueca, al menos durante la universidad; pero después de esa salida había notado que Roger era una persona mucho más centrada, con cierta inteligencia que no había mostrado antes y con metas claras que tenía para su futuro.
¡Que tonta había sido de caer en su fachada! Después de tener citas un par de semanas, terminaron siendo pareja. Al inicio todo era como estar en el cielo sobre nubes de algodón; él un perfecto caballero siempre interesado y preocupado en las necesidades de su novia. Los primeros dos meses la llenaba de detalles y eso era algo que Holland no había experimentado antes.
Las parejas que la pelirroja había tenido con anterioridad habían sido un fracaso porque terminaban siendo unos patanes y siempre se repetía que era su culpa por no saber elegir. Por eso cuando Roger apareció con esa imagen de ser el novio perfecto, se dejó deslumbrar y quedó más ciega que un topo dentro de su madriguera.
Nueve meses fue el tiempo que duraron como pareja hasta que una noche descubrió a Roger en la cama con otra mujer. Había estado fuera de la ciudad una semana por trabajo, pero su vuelo de regreso lo adelantaron por algunas cancelaciones en la agenda del viaje. Holland creyó que sería una buena idea sorprender a Roger quien todos los días le repetía lo mucho que la extrañaba y deseaba volver a verla.
¡Tonta, tonta, tonta!
—Intenté buscarte tiempo después de que rompimos, pero nunca respondiste mis llamadas. —Se acomodó las gafas en el puente de la nariz.
—¿Tan rápido te cansaste de Sharon? ¿O cómo se llamaba la tipa con la que me engañabas? —entrecerró los ojos.
—¿Sigues dolida por eso? —sonrió burlón mientras se pasaba la mano por el labio y la otra la mantenía guardada en el bolsillo de su pantalón—. No fue nadie importante, estoy seguro de que tú también extrañas los buenos tiempos juntos.
—Si a tres minutos le llamas buenos tiempos entonces compadezco a Sharon o quien quiera que sea tu pareja actual —espetó, logrando herir el ego de Roger.
—Princesa, no es mi culpa que fueras tan frígida en la cama —contraatacó.
Holland rodó los ojos y tomó su bebida para darle un trago, Roger notó la argolla que llevaba en su dedo.
—Así que ahora estás casada, compadezco a tu marido, seguro él también debe buscar por fuera lo que tú no puedes ofrecerle.
Holland dio un ligero golpe a la mesa y sus ojos captaron al pie de las escaleras a Dylan platicando con una mujer rubia. Se quedó con la mirada perdida en ellos y Roger giró hasta dar con la pareja que se encontraba varios metros más allá.
—No me digas que ese es tu marido —rio burlonamente al ver que se daban un abrazo muy cariñoso—, parece que tenía razón, busca en otro lado lo que no le puedes dar.
Holland desvió la mirada y dio otro trago a su bebida.
—Deja las estupideces y vete.
Después del abrazo Dylan desapareció escaleras abajo. Roger volvió a centrar su atención en su exnovia quien ahora llevaba una expresión afligida en su rostro. En el tiempo que había estado con Dylan nunca se había puesto a pensar si tendría novia o esposa, si estaría divorciado, ¿y si era gay? Vaya manera de arruinar su cumpleaños.
—Bueno, si un día decides pagarle con la misma moneda sabes dónde encontrarme, excepto cuando viajo por trabajo, como ahora.
—En tus sueños. No cometo el mismo error dos veces. —Desvió la mirada hacia la calle donde decenas de personas iban de un lado a otro disfrutando de un sábado por la noche.
—Y sin embargo te casaste con uno que te engaña en tus narices en frente de la gente.
Holland tragó duro intentando aguantar las lágrimas que comenzaban a formarse. Se sentía herida y no sabía si era por los amargos recuerdos que había traído Roger con su presencia o si era por cierto castaño y la cercanía que había mostrado con aquella desconocida mujer.
Roger se inclinó para darle un fuerte abrazo al que ella se resistió y lo empujó con fuerza para quitárselo de encima.
—Nos vemos, princesa.
El hombre se fue unos segundos antes de que Dylan regresara. En cuanto se sentó frente a Holland notó que su semblante había cambiado, ya no se le veía feliz y emocionada por estar celebrando su cumpleaños.
—¿Sucede algo malo?
—No —tomó el menú una vez más fingiendo que elegía algo para cenar, aunque la realidad era que se le había quitado el apetito.
Cerca de las nueve de la noche terminaron de cenar, en definitiva, el ambiente entre la pareja había cambiado. La chica se veía tensa y Dylan no terminaba de entender el porqué. Subieron al Jeep y pusieron marcha de regreso a casa; dos horas de escuchar solo música sin cruzar una palabra entre ellos.
Al llegar a casa se toparon con un montón de autos estacionados a lo largo de toda la calle, había uno tapando la entrada de la cochera. Dylan dio un golpe al volante molesto y no estaba seguro de que lo que lo tuviera en ese estado fuera el auto obstruyendo su entrada. Ya estaba a punto de bajarse para buscar al dueño y ordenarle que se quitara, pero Holland le señaló que había un lugar justo afuera de la casa que estaba en remodelación y que no estaba habitada.
Dylan soltó un bufido y estacionó el auto ahí; al parecer había una fiesta en la casa que estaba en contra esquina de la de ellos. El sonido de la música era alto y se podían escuchar risas y voces en el interior además que la puerta que daba al patio trasero permitía ver a un montón de gente disfrutando de la alberca.
Una vez dentro de casa Holland se quitó la peluca y la tiró sobre uno de los sillones mientras ella se sentaba en otro dando la espalda al ventanal junto a la puerta principal. Todavía llevaba colgado el bolso crossbody donde guardaba algo de efectivo, un gas pimienta, su identificación falsa y otros artículos que le podrían ser útiles cuando salían al super.
—¿Me vas a decir qué te pasa?
Dylan estaba parado frente a ella con los brazos en jarras mientras la chica intentaba desenredar su cabello con los dedos.
—No me pasa nada —desvió la vista hacia el piano que se encontraba en la sala.
De pronto el piano al que no le había tomado mucha importancia en todo ese tiempo le resultó fascinante. Quizás uno de esos días cuando estuviera de mejor ánimo se atrevería a tocar algo, Dylan no lo sabía, pero ella había tomado clases de piano desde los ocho años hasta los dieciséis y no lo hacía nada mal.
—¿Por qué todas las mujeres son así? —se puso las manos en la cintura y movió el cuello para quitarse la tensión que tenía acumulada.
—¿Tienes novia? ¿Eres casado o divorciado? —soltó de golpe haciendo que clavara su vista sobre ella.
—Nada de preguntas personales, ¿recuerdas?
—Tú eres el que rompió la regla de las preguntas sobre el caso —lo miró desafiante—, creo que para estar a mano puedo romper yo la de las preguntas personales.
—¿A qué viene todo eso? Acaso es...
Dylan fue interrumpido por el sonido atronador de impactos de bala contra la ventana. De inmediato la pareja se tiró al suelo, Holland cubriendo sus oídos sin saber qué estaba pasando; Dylan la atrajo hacia su cuerpo para cubrirla con el suyo. Los disparos no paraban, uno tras otro impactaban contra las ventanas del frente de la casa.
Aunque el vidrio era antibalas, pequeñas cuarteaduras se estaban formando en el cristal, saltando pedacitos al interior.
El miedo se apoderó de inmediato de la pelirroja, su cuerpo estaba temblando debajo del de Dylan, no podía ver nada más que el suelo y aunque los disparos eran estridentes, era capaz de sentir y escuchar los latidos acelerados de su corazón. Era como aquel día donde su vida cambió por completo, esa sensación de pánico que le recorrió de la cabeza a los pies.
Los disparos cesaron, Dylan levantó la cabeza y observó que las ventanas seguían en pie, aunque se notaba la afectación por los impactos de bala. Tomó a Holland de los hombros y la sacudió un poco para que lo mirara.
—Sube de inmediato a mi habitación y trae el bolso deportivo. —Su autocontrol era impresionante, todo se lo debía a los años que había servido al país en el ejército. Tenía que saber mantener la calma y pensar con la cabeza fría en situaciones como esa—. ¡Hazlo ya!
Se pusieron de pie y en ese momento los ojos de Dylan se abrieron al ver cómo eran aventadas dos granadas que cayeron en la terraza de la entrada principal.
—¡Cuidado!
La explosión de ambas granadas fue lo suficientemente fuerte para aturdirlos y solo escuchar un pitido incesante en su cabeza. Dylan había empujado a Holland para intentar protegerla, sin embargo, el estallido logró romper las ventanas y cientos de cristales salieron volando en todas direcciones, algunos de ellos causando cortes en las partes de piel expuesta en ambos.
La casa había quedado completamente a oscuras pues los cables eléctricos se habían dañado con la explosión.
—¡Que subas! —gritó desesperado al tiempo que la ayudaba a levantarse del piso.
Holland trastabilló un poco antes de estabilizarse. Dylan no perdió tiempo y de inmediato se dirigió a uno de los cuadros decorativos de la sala, lo tiró al suelo dejando al descubierto un hueco en la pared de donde sacó dos pistolas —como la que había utilizado para matar al ladrón—y se las guardó en la cinturilla del pantalón para después tomar una Uzi semiautomática, ideal para combate a corta distancia.
El primer día que la pareja llegó a instalarse a su nuevo hogar, esa misma noche Dylan se encargó de esconder varias armas en diferentes puntos estratégicos de la casa que Dawson le había indicado, gracias a eso había tenido la pistola en uno de los cajones de la cocina con la que asesinó al ladrón.
Podía escuchar los pasos y voces de varias personas subiendo por las escaleras exteriores; una lata de humo fue lanzada al interior y rápidamente empezó a desprender el gas para dificultar la visión. Dylan empezó a retroceder sin dejar de ver al frente por si detectaba algún movimiento.
Holland llegó hasta su cuarto y se colgó a la espalda la mochila negra que la había acompañado todo ese tiempo, después se dirigió al cuarto de en frente y empezó a buscar en el closet el bolso deportivo. «¿Dónde está?» Buscó en cada rincón hasta que lo encontró debajo de la cama, se lo colgó al hombro y comenzó a bajar.
Un intercambio de disparos había comenzado entre Dylan y los atacantes de afuera que de momento parecían ser tres; el ex militar siguió retrocediendo hasta llegar a la cocina y del interior del horno —ese que nunca habían utilizado— sacó una caja con municiones, reemplazó el que se acababa de terminar. Una nueva lata de humo rodó por el pasillo.
Al ver a la pelirroja al pie de la escalera se acercó hasta ella para quitarle su bolso deportivo y abrirlo dejando a la vista una sudadera, ropa militar y debajo de las prendas, había una cantidad impresionante de armamento y municiones.
—Agáchate —le dijo en voz baja al tiempo que se colocaban detrás de la isla para resguardarse de los disparos—. Vas a tener que obedecerme si quieres seguir con vida.
Holland no decía una palabra, su mente estaba ida completamente y pareciera que el nudo en su garganta solo crecía sin parar.
—Entremos —se escuchó decir a uno de los tipos.
Uno de ellos ingresó por la destruida ventana cargando un lanzallamas el cual de inmediato accionó quemando todo lo que se encontraba en la sala.
—¡Joder! —Dylan no perdió más tiempo y presionó un botón que se encontraba debajo de la cubierta de cuarzo de la isla.
La isla completa comenzó a deslizarse hacia atrás dejando a la vista que debajo de esta había unas escaleras secretas. Eso lo había descubierto una de las primeras noches después de estar en comunicación con Dawson, la casa estaba perfectamente equipada con una salida alternativa para garantizar la seguridad del protegido.
—¡Vamos! —tomó a Holland del brazo para hacerla caminar hacia las escaleras al mismo tiempo que él disparaba para cubrir su posición.
Un segundo hombre entró a la casa y aventó una nueva granada que rodó hasta quedar debajo del comedor conteniendo un poco la nueva explosión y aun así destrozando los artículos que ahí había. Las llamas de la sala poco a poco iban avanzando por todo el interior, ya habían alcanzado el gimnasio y seguían su camino por el pasillo.
El calor comenzaba a ser sofocante y varias gotas de sudor se deslizaban por la frente del castaño. Dio un vistazo para asegurarse de que Holland siguiera descendiendo por las escaleras y después dirigió su atención al frente.
A pesar de que había mucho polvo y humo Dylan logró dispararle a uno en la pierna haciéndolo caer al piso. No podía perder más tiempo. Tomó sus cosas y descendió por las escaleras secretas, a mediación había un panel numérico donde al poner una clave la isla regresaba a su lugar sellando las escaleras y haciendo imposible que se pudiera abrir por fuera.
El sonido lejano de las sirenas comenzó a escucharse por lo que esa fue la señal de los atacantes para huir de ahí lo antes posible, no sin antes asegurarse de prenderle fuego a todo lo que pudieron. Debían asegurarse de terminar el trabajo o no recibirían un solo centavo del dinero que les habían prometido.
Dylan terminó de bajar las escaleras, estaban varios metros por debajo del suelo en una especie de bunker subterráneo, las paredes y el techo estaban reforzadas con acero y contaba con su propio sistema de ventilación. Frente a ellos se extendía un largo túnel el cual atravesaron hasta llegar a una amplia habitación que contaba con una mesa, sillas, varias gavetas, un frigobar, una parrilla eléctrica y una cama sencilla. Al fondo de la habitación había una puerta de acero y junto a ella una pantalla táctil del tamaño de una tablet.
A las afueras de la casa el camión de bomberos ya había llegado para mitigar el fuego y buscar posibles víctimas, también dos patrullas habían llegado junto a una ambulancia. Uno de los policías se acercó a hablar con un hombre que un par de balas habían rebotado en su auto, el mismo que se encontraba tapando la cochera. Otro policía se encontraba acordonando el área y uno más había bloqueado la entrada a la calle. Nadie podía salir ni entrar en las próximas horas.
Ninguno de los asistentes a la fiesta tenía idea de lo que había sucedido, la mayoría se encontraban resguardados al interior de la casa e incluso algunos de ellos estaban entrando en una crisis nerviosa.
Habían sido alrededor de cien detonaciones las que se habían escuchado en un lapso muy corto de tiempo, sin contar las explosiones y el incendio provocado. La probabilidad de que la pareja que vivía en el domicilio afectado hubiera sobrevivido era casi nula.
Holland se encontraba inmóvil en medio de la habitación aun cargando su propia bolsa y mochila; lágrimas salían sin que pudiera detenerlas. Su cuerpo seguía temblando, no podía pensar en nada; el nudo en su garganta no se iba y aunque intentara hablar no podría. Su respiración estaba demasiado agitada.
Dylan dejó las armas y el bolso sobre la mesa al tiempo que tomaba a la chica del brazo y la sentaba en el borde de la cama quitándole lo que aun llevaba cargando. Intentó hacer lo mismo que la vez anterior, pero incluso aunque estaba acunando su rostro para que lo mirara solo a él y pudiera controlar su respiración, la mirada vacía que le transmitía en ese momento le decía que su mente no se encontraba ahí.
—Holland, tienes que reaccionar. Mírame.
Era inútil, la chica no era capaz de escuchar o entender una sola de las palabras que decía el hombre frente a ella. El aire ya no estaba llegando de manera correcta a sus pulmones y aunque empezaba a boquear intentando tomar aire no lo conseguía.
—¡Holland reacciona! —chasqueó los dedos sin conseguir nada.
Una avalancha de pensamientos negativos invadía la mente de la pelirroja, eran gritos ensordecedores dentro de su cabeza llenos de desesperación que no le permitían escuchar el exterior. Una fuerte punzada le atravesó el pecho haciendo que se inclinara hacia el frente ligeramente, pero ni siquiera ese dolor pudo alejar la maraña de pensamientos que no dejaba de crecer y crecer.
El castaño ya se estaba comenzando a desesperar, si no hacía algo pronto era probable que perdiera el conocimiento. Cuando se presentaba una situación así en combate y la respiración espejo no funcionaba, a veces un estímulo doloroso era lo que se necesitaba. En varias ocasiones tuvo que dar un puñetazo a algún compañero para lograrlo, pero con ella no podía hacer eso.
«Piensa, piensa»
Acunó de nuevo el rostro de la chica entre sus manos y la besó.
El beso se sintió como un golpe de lleno a la realidad; Holland finalmente pudo darse cuenta de lo que estaba pasando. Dylan la estaba besando. Le tomó unos segundos reaccionar y de manera automática sus labios le respondieron. Una sensación extraña se asentó en su estómago, de pronto había dejado de temblar, sin embargo, sentía que sus piernas se habían vuelto gelatina.
Dylan se separó unos centímetros y se encontró con la chica aún con los ojos cerrados y los labios ligeramente entreabiertos. Unos labios carnosos y suaves que le habían gustado más de lo que quisiera admitir.
💥💥💥
Palabras sin contar nota de autor: 3,209
Confieso que moría de ganas por escribir este capítulo, la escena de acción me tenía dando vueltas desde que empecé a escribir la historia.
¿Y qué me dicen de ese esperado beso?
Me encantaría leer sus comentarios sobre qué les pareció el capítulo.
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