2 de la madrugada.

Luces y autos parqueados; es la policia que resguarda el tramo de carretera oscura.

Trozos de carne, sangre e instestinos. Es un cuerpo. O al menos lo era. Ahora luce como un desperdicio repugnante. No hay manos, no hay piernas, ni una cabeza para distinguir si era él o ella.

Aquel viaje era de muerte y los kilómetros parecían que acortaban la vida.

Un poco más adelante de los trozos de humano, encontramos el bus que lo mató en una gasolinera, o al menos eso le dijo el hombre del servicio a mi madre.

Era un hombre en bicicleta la identidad del montón de carne picada.

Han muerto tres personas en la carretera de lo que llevabamos de camino y faltaban cuatro horas de viaje para regresar a casa en completa oscuridad.

La muerte ha sido la única compañera en aquel viaje familiar, ella y las canciones que sonaban en la radio.

Todo mientras volvíamos del funeral de la bisabuela.