42. "El aliado"

La visita de Asier había concluído y se cruzó con Erik durante el cambio. No hicieron mucho más que intercambiar miradas donde Asier pretendió darle apoyo emocional a su amigo. Erik había tenido tiempo de organizar sus pensamientos y, aún así, juzgando por su expresión, parecía que fuera a despedirse de un amante antes de irse a la guerra.

Durante 40 minutos perdieron absoluto contacto. Sin embargo, fue un periodo de tiempo ideal para comenzar a darle cuerda al plan de huída. Asier se encontraba en los baños, refrescándose antes de volver a encerrarse en la celda hasta el día siguiente. Todo lo que necesitaba para el primer paso estaba a su lado, lo más cercano y lo más difícil a su vez.

- Pensé que nunca te vería solo - comentó Asier apoyándose ligeramente sobre el muro mientras se secaba el cuerpo con una toalla.

El chico albino estaba en todo y en nada a la vez, por eso era tan fácil de encontrarlo sabiendo dónde buscar.

Al contrario que Asier y confirmando las teorías del veterano que daba al albino por chivato, el chico no estaba en los baños para ducharse. Ni siquiera se cambió la camiseta interior cuando decidió ponerse un uniforme limpio, pero Asier pretendió ignorar el tema por el momento para no desaprovechar una ocasión como aquella.

Al no percibir ningún tipo de reciprocidad al iniciar la conversación, el pelirrojo continuó hablando bajo la naturalidad de sus movimientos.

- He oído que podrías ayudarme con lo que busco - introdujo el tema mientras seguía recorriendo su torso con la toalla -. Así que quería hacer un pequeño trato contigo.

El albino terminó de colocarse la camisa y se puso a remover prendas en su taquilla sin prestar real atención a las palabras del pelirrojo.

- Necesito conseguir los planos de la cárcel - dijo Asier sin rodeos -. Y tú quieres información, ¿verdad?

Por unos instantes, el chico detuvo lo que estuviera haciendo sin entrar en contacto visual con Asier en ningún momento. No podría decir con seguridad si era por la información que Asier prometía ofrecerle o por la franqueza con la que habló de su plan de huída. Al cabo de unos segundos en silencio, cerró la puerta de la taquilla en seco.

- ¿Qué te hace pensar que necesito algo de ti? - preguntó aún de espaldas hacia el contrario.

Asier, satisfecho por haber captado su atención, optó por seguir con la propuesta. Dio unos pasos en dirección al chico y apoyó una mano sobre la taquilla cerrada quedando muy cerca de él hasta hacerle sentir su intimidante presencia en la nuca.

- Corren rumores... - habló muy cerca de su oído -... de que no sabes tener la boca cerrada.

El albino mantuvo la compostura denotando una clara tranquilidad en una situación dónde lo tenían acorralado físicamente.

- ¿Es todo lo que tienes? - soltó, sin embargo, con un ápice de molestia en su tono -. No me hagas perder el tiempo.

- Estoy seguro de que ya no te puedes acercar a los demás del mismo modo que hacías antes - continuó -. Te tienen echado el arpón.

Por unos instantes parecía pensarse la propuesta pero, como ya había notado Asier, el chico era una caja de sorpresas. Se dio la vuelta encarando al pelirrojo a escasos centímetros de su rostro. En ese momento de distracción, Asier también sintió algo no muy afilado apoyándose ligeramente sobre un lateral de su descubierto estómago.

- Si esto fuera un cuchillo, ahora mismo tendrías el páncreas arrastrando por el suelo.

Tras su clara amenaza con un utensilio de comedor, Asier no perdió esperanzas por una colaboración futura. Lo que es más, en cuanto el albino salió por debajo del brazo de Asier sin molestarse en comprobar si el pelirrojo lo seguía o no, Asier tampoco se movió del sitio. Deslizó la mirada hacia el suelo y curvó levemente sus labios.

- Con que sí había vía libre...

Sabía cómo conseguir información que le interesara al misterioso chico. Y ni siquiera era tanto lo que le pudiera interesar a él como la que podrían querer todos los demás. De los años que llevaba en la parte oscura de la sociedad, descubrió que no había método más efectivo de garantizarse la seguridad que quitándosela a otro. Del albino irían a depender la vidas de Asier y Erik, y necesitaba una amenaza que lo pusiera entre la espada y la pared.

*****

- Hugo, ¿me dejas tu móvil? - solicitó Elmer con la mano extendida -. Me gustaría asegurarme de que no haya nada que te pudiera perjudicar.

Hugo, dudoso ante tal petición, sacó el aparato y miró a su amigo con curiosidad.

- ¿Es... necesario?

No había entrado en su móvil desde que salió del trance y se preguntaba qué era lo que podría haber ahí de interés. Confiaba en que Elmer no le estaría ocultando nada innecesario pero aún así era algo extraño dejarse analizar de ese modo.

- Está bien... - lo configuró en modo por dictado de voz -. Avísame cuando termines.

- Gracias.

Elmer salió de la habitación y se dirigió hacia Benny, quien aún seguía investigando sobre Andy y que no notó la intrusión de su aliado.

- "Te echo en falta, Pequitas. Los días se me hacen monótonos. Te prometo que esperaré lo que haga falta hasta que salgas, Erik, y estaré aquí para entonces."

- ¿Son Greg y Erik? - preguntó Elmer confuso por lo que acababa de oír.

Benny se sobresaltó buscando rápidamente el botón de pausa pero falló varias veces, las suficientes para que se le oyera a Erik decir un "te quiero" antes de cortar la emisión. Benny fingió naturalidad al mirar hacia Elmer y realizó una pose ridícula para ocultar el ordenador.

- Oh, Elmer, no te había oído entrar.

Elmer arqueó la ceja aún pensando sobre la grabación anterior.

- ¿Los estás...espiando?

Benny abrió los ojos como platos sin cambiar de posición.

- Qué va.

- Pensé que solo necesitabas la conversación de Greg con Asier para averiguar sobre Andy.

- Y eso hago, estoy esperando a que hable con Asier. No puedo perder el hilo de la conversación o nada tendría sentido.

Elmer, pasando de largo lo que acababa de presenciar, se hizo un sitio en el sofá y encendió el móvil de Hugo por voz.

- Que, por cierto, el viaje de hoy se va a posponer - informó Benny ya de vuelta en sus asuntos -. Hay un ligero cambio de planes.

Aquella sí que era una noticia que Elmer no se esperaba en absoluto al entrar en la sala. Bajó el móvil y le prestó atención.

- ¿Qué ha ocurrido? ¿Y qué será de todos los demás?

- Muchos se irán, pero nosotros solo cambiaremos de ubicación; no podemos estar más tiempo en vuestra casa porque será el primer lugar donde busquen a Hugo.

De hecho, a Elmer le sorprendió que aún no se hubieran ido de ahí. Ya habían pasado varios días tras la masacre y Benny no pareció preocuparse del tema hasta entonces.

- Está bien. Espero que todos estén a salvo.

- No te preocupes por ellos, han sobrevivido situaciones peores. De todos modos, somos nosotros quiénes tenemos que rezar por salir con vida - informó.

- ¿Por qué? ¿A dónde iremos? - dijo prestando más atención a eso último.

Benny realizó una breve pausa, no tanto para darle dramatismo sino porque él mismo intentaba pensar en frío al respecto mientras se autoconvencía de que era buena idea.

- A donde ningún intruso ha podido entrar y regresar con cabeza.

La Zona Norte.

*****

- Ten, Hugo, todo está en orden.

El chico estaba acostado de nuevo con su cuaderno volviendo a analizar las imágenes una a una. Cuando oyó a Elmer entrar, fingió no dirigirle la mirada mientras hacía un ademán de indiferencia.

- Déjalo sobre la mesill-

- Ha pulsado "leer mensajes del día 23 de febrero": "El chico que besaba bien" ha enviado un mensaje a las 00:31: ¿Y cómo vas con Elmer?
"El chico que besaba bien" ha enviado un mensaje a las 00:31: ¿Ya se lo contaste?

Hugo se sobresaltó y se levantó repentinamente de la cama. Elmer no detuvo el dictador de voz, absorto en aquellos últimos mensajes.

- ¿Quién es "El chico que besaba bien"? - preguntó al notar la próxima presencia de Hugo.

- "Hugo" ha enviado un mensaje a las 00:32: Aún no, ya estamos teniendo suficientes problemas con Jake.

- Es...Erik - murmuró Hugo intentando recuperar su teléfono confuso con lo que estaba escuchando -. Pero seguro que no es nada importante, ¿verdad?

- Eso me gustaría saber a mí - contestó Elmer en un tono probablemente demasiado serio para lo que Hugo esperaba oír.

Acabó entregándole el móvil y Hugo cortó la lectura de mensajería.

- ¿Por qué lo tienes así guardado? ¿De verdad os habéis besado?

- Fue hace tiempo, pero no sé por qué sigue así el número. Han pasado más de cinco años desde la última vez...creo.

La sinceridad con la que Hugo respondió a esa pregunta le molestó, pero no más que todas las respuestas que vinieron a continuación.

- Y... ¿llegásteis a más?

- Era un cliente de cuando yo aún trabajaba para Lorenz. Gracias a él pudimos ir a rescatarte.

- O sea, que tuviste un romance con mi amigo mientras a mí me estaban cortando los dedos intentando salvarte.

Hugo se quedó en blanco ante tal afirmación, a la cual verdad no le faltaba.

- Y cuando empezamos a salir...no se te ocurrió cambiarle el nombre de contacto. ¿Te sigue gustando Erik?

La impotencia de poder responder a sus preguntas al 100% de veracidad lo estaban matando. Hugo se puso nervioso por no recordar nada de los últimos años, pero sí que estaba seguro de lo que ocurrió antes de ello.

- Es mi amigo también y todo acabó tras tu rescate... Se me olvidó cambiar el nombre, ¿vale? Me acostumbré a leer sus mensajes así y no le daba más importancia.

Elmer quería creerle, pero el hecho de que ni Hugo estuviera seguro de lo que decía no lo hacía nada fácil para él.

- ¿Por qué no me contaste nada de esto? - sonó cabreado -. Llevábamos más de tres años viviendo juntos.

No lo preguntó para obtener respuestas ya que sabía que aquello se escapaba del campo de información de la que disponía Hugo. Sin embargo, el moreno lo tomó como un ataque personal.

- No recuerdo nada de estos años, Elmer. No recuerdo nada de lo que ha ocurrido. Y, de todos modos, tú y yo no estábamos saliendo así que, ¿por qué te molestas?

Su tono le había sido devuelto en la última intervención y Elmer no sabía si había cruzado la raya sacando ese tema pero seguía sin poder evitar ver de forma positiva lo que había ocurrido.

- ¿Que por qué...me molesto?

Hugo esperó impaciente una respuesta que nunca llegó. Elmer apretó los dientes y formó puños, uno de los cuales fue a parar inconscientemente contra la pared más cercana. Hugo, estupefacto, retrocedió ligeramente del susto tras el golpe.

Elmer no podía ni pensar con claridad en lo que acababa de hacer cuando lo único que controlaba sus impulsos era el deseo de salir de la habitación cuanto antes.

- Benny dice que nos preparemos para una mudanza - informó -. Salimos en una hora.

Hugo lo perdió de vista en cuanto cerró la puerta y se sentó con la misma expresión en la cama sin entender qué acababa de pasar.

No recordaba haber visto a Elmer enfadado desde que discutió con Lorenz por última vez.

*****

- ¡Que no tengas sentimientos no significa que puedas herir a otros!

Asier ralentizó su paso cuando iba caminando cerca de la habitación de dónde provino ese grito.

- ¡No me levantes la voz, Ainhoa!

A continuación se oyó un fuerte golpe y Asier sintió la urgente necesidad de intervenir. En cuanto dio unos pasos en esa dirección, varios guardias lo detuvieron por la espalda con los mazos.

- ¡En tu línea, preso!

Asier se encogió del dolor y retrocedió como le fue ordenado pero sin perder esa puerta de vista. No sabía quiénes estaban detrás de ella ni qué relación tenían.
"Tal vez esto pueda interesarle al albino..." fue todo lo que podía pensar Asier aguantando el dolor de una herida que acababan de abrir los guardias con los golpes.

Lo guiaron de vuelta a las celdas y, en cuanto entró en la que le correspondía, se apoyó en los barrotes siguiendo a los guardias con la mirada.

- ¡Eh, guapo! ¡Tú y yo tenemos deudas que saldar!

Asier ignoró los gritos configurando mentalmente el plan para reducir el margen de error al máximo.

- ¡Te estoy hablando a ti, pelirrojo! ¿Estás sordo?

Asier miró de reojo al ruidoso que pronto comenzó a ser alentado por los aburridos que lo rodeaban hasta formar un enorme jaleo. No había necesidad de responder a gritos así que les dio la espalda y se dirigió al fondo de su celda. Cogió un trozo de cristal que tenía escondido tras la pata de la litera y comenzó a raspar símbolos sobre la pared.

- ¡Te voy a matar, pelirrojo! ¿Me oyes? ¡Vigila tus espaldas al salir de la celda!

Asier tenía un plan. Y el problema era que solo tenía uno y para ello precisaba de los planos de la cárcel. Con ayuda del albino podría conseguir no solo eso sino más vías de escape como planes alternativos.
Y no tuvo oportunidad de volver a negociar con él hasta el día siguiente.

Era la hora libre de patio y Asier estaba lidiando con un enamorado Erik mientras buscaba al albino con la mirada.

- Dijo que vendría a verme y que no está enfadado conmigo - Erik sonrió mientras botaba la pelota de baloncesto -. Tenía los ojos rojos de haber llorado pero se contuvo al verme y me supo mal porque tuviera que reprimirse. Pero se esforzaba mucho por mí. No puedo esperar al vis a vis para poder abrazarlo.

- Ahí está - dijo Asier concentrado en una sola persona -. Enseguida vuelvo, con suerte.

Erik atrapó la pelota perdido con las palabras de Asier pero se limitó en asentir viéndolo alejarse hacia el fondo del patio.

Cruzar un espacio tan inmenso como aquél era como lanzarse a un campo de minas. A veces se preguntaba qué era más difícil, si tratar de hablar con el albino o caminar 100 metros por el patio sin parecer una pelota de rugby en mitad de un juego.
Los abusones retrasaron a Asier en el momento en el que lo vieron solo y decidieron enfrentarse a él.

- Uno contra diez, ¿lleváis bien las matemáticas? - vaciló Asier al estar acorralado para acabar cuanto antes con todos ellos.

- Está claro que uno contra uno sería una gran ventaja para ti.

Asier esperaba a que cualquiera de ellos tomara la iniciativa en golpearlo.  Si ellos empezaban la pelea, le quedaría la conciencia limpia y tendría menos problemas con los guardias luego. Pero ellos decidieron hacer lo mismo y provocarlo también para quitarse el marrón de encima.

- ¿Tienes prisa? ¿Qué asuntos puede tener un convicto como tú? Tienes tus 60 años de cárcel por delante. Relájate, hombre.

No le pegaban. Lo habían rodeado a dos filas bloqueando cualquier salida y sabían que llevaban control absoluto sobre la situación.

- ¿Qué llevas aquí? ¿Menos de una semana? ¿Quién te crees para ignorar a tus veteranos? ¿Crees que eres más listo que los demás?

Asier seguía en silencio. Mantenía su paciencia contando hasta 100 en su cabeza.

"¿Con que jugamos a quién se rompe antes? Mucha suerte" pensó Asier mirando al frente con la cabeza bien alta.

Como si se comunicara telepáticamente, en cuestión de segundos aquel círculo se vio roto y Asier localizó la mirada cómplice de su compañero desde la cancha.

- ¿Qué coño creéis que estáis haciendo, patilargos? - se dirigieron algunos de los abusones a los jugadores de baloncesto -. ¿Quién nos ha tirado está pelota?

- Calma, hermano, no hemos hecho nada.

- ¿Ah, no, cara-palurdo? ¿Me ha caído esto del cielo? - le lanzó con fuerza el balón dándole a otro de sus compañeros.

- ¡Eh! ¿Quieres pelea, capullo?- intervino el afectado.

Antes de que Asier se pudiera dar cuenta, ya lo habían dejado en paz enfrentándose a otro bando. Aprovechó para esfumarse y llegó rápidamente a su destino. El albino había visto toda la escena desde mucho antes de que se montara y esquivó con la mirada a Asier en cuanto éste se le aproximó.

- Tenemos que negociar.

- No hay nada que me puedas ofrecer - repuso sin ganas de continuar la conversación.

Le dio la espalda a Asier pero el pelirrojo se acercó con sutileza a él estableciendo contacto físico y lo agarró del brazo para detener su avance.

- Hay una chica en la cárcel que tiene cierta relación con los superiores - dijo mirando hacia otro lugar para disimular su conversación con el chico.

Por unos instantes, a Asier le pareció que el albino se hubiera quedado de piedra. Lo obsequió con un silencio que Asier tomó como interés.

- Los he escuchado desde el pabellón de visitantes, una de las salas del pasillo que da al pabellón central. Si me consiguieras los planos de la cárcel podría decirte exactamente dónde estaban.

- ¿Qué...has oído?

Asier finalmente sintió que tenía algo en su poder que al albino le pudiera interesar y se inclinó un poco más hasta su mejilla.

- ¿Cómo te llamas?

El albino se apartó instantáneamente mirando a los lados para que no hubiera nadie cerca.

- ¿Para qué quieres saberlo? - volvió a acercarse a Asier susurrando en voz alta intentando mantener esa tranquilidad que tantos años había conseguido que predominara en sus acciones.

Asier no tardó en notar su nerviosismo y aprovechó para presionar usando un tono mucho más relajado que el que se había usado con él.

- Tu nombre.

Asier no se había movido del sitio ni había aplicado más fuerza pero el albino sintió como si así fuera. En consecuencia, tiró de su propio brazo para alcanzar al pelirrojo y forzarlo a seguirlo.

Un lugar alejado de los demás, donde no les pudiera ver ni oír nadie. En cuanto se pusieron a cubierta el albino se quitó parte del peso que sentía de encima pero le seguía importunando cierto tema. Empujó a Asier contra un armario y apretó la mandíbula con fuerza mientras miraba amenazante al pelirrojo.

- Conseguiré esos planos - aceptó el trato -. Pero dime todo lo que sepas.

Asier comenzó a tener más interés en la relación que tenía el albino con todo ese asunto que en el chisme en sí.

- ¿Tanto quieres saber qué fue lo que escuché?

- ¡No me toques la moral, Asier! - subió el tono señalándolo con el dedo índice.

La situación empezaba a ser divertida para Asier pero su seria expresión le hacía parecer todo lo contrario.

- Tu nombre - insistió -. Y luego lo demás.

- Te juro que como no cumplas tu parte del trato te rajo la tráquea en canal.

- Yo también sé hacer eso, atrévete.

Fue una lucha por dominar sobre el contrario, por ser el que diga la última palabra, el que tenga más en su poder. El albino soltó a Asier y se separó medio metro de él, lo suficiente como para que Asier pudiera remontar en altura.

- Los planos por tu información, ese es el trato - puntualizó -. No quiero más rodeos.

- Qué bueno que estemos de acuerdo - Asier guardó las manos en los bolsillos denotando indiferencia -. Ven a verme cuando los tengas.

Asier pasó por su lado con total naturalidad hasta que el albino lo golpeó en la misma herida que tenía abierta de antes.

- ¡Agh! - se encogió cubriéndose el muslo.

Lo había hecho a propósito y Asier no dudaba de ello.

- Tenemos 10 minutos más antes de que empiecen a sospechar así que suelta la lengua o empezaré a recordarte tus puntos más débiles.

Asier no tenía intenciones de pelear con su único medio de escape así que decidió aflojar un poco la cuerda.

- Se llama Ainhoa, y la han pegado así que debe de tener una marca en el brazo, pierna o, lo que es más probable, en la cara, como la que tienes tú.

El albino se llevó una mano inconscientemente a su propio rostro y con la otra buscó el cuchillo que tenía escondido en el pantalón viéndose amenazado.

- ¿La conoces? - volvió a intervenir Asier -. ¿Es tu madre acaso?

- ¿Mi...madre? - el albino detuvo sutilmente la mano.

- Es la amante de algún guardia. Lo hace para sacarte de aquí, ¿no es así?

Al percibir que Asier realmente no tenía ni idea de lo que había ocurrido tras esa puerta, el albino volvió a guardarse el cuchillo y se alejó un poco de él. Asier, a su vez, esperó cualquier tipo de respuesta a sus teorías.

- Zelaya - dijo en un tono más relajado de voz -. Es mi nombre, Zelaya.

Asier hizo el esfuerzo de levantarse al no percibir amenaza por parte del albino y le estrechó la mano. Al ver que el chico no correspondía y que, además, le dedicaba una desganada expresión, Asier volvió a insistir hasta agarrar su mano por propia iniciativa.

- Esto ya es otra cosa - Asier apretó con más fuerza las delicadas falanges de Zelaya vengándose por el golpe en la herida anterior -. Así dará más gusto trabajar juntos.

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