41. "Más drama, por si había poco"
- Vamos, ¡moveos, moveos! ¡Vaguear tocará cuando cumpláis la condena!
Todos los presos trabajaban de forma organizada para reconstruir una muralla dentro de la misma cárcel. A Erik le dieron un trabajo que no requisiera uso de fuerza y fue colocado para repintar las paredes. Asier era uno de los encargados en trasladar enormes sacos de cemento al hombro desde el almacén a la zona de obras.
- ¡Faltan ladrillos! - exclamó su compañero.
- Sí sí, ya voy - se ofreció Asier también. Total, prefería dar una vuelta antes que estar respirando aquella mezcla de cemento y pintura.
Llevando una carretilla por normativa, se dirigió al almacén. Aún no se le había convertido en rutina algo que apenas llevaba haciendo un par de días así que le gustaba pensar en todo ello como su nueva forma de vida. No era una bonita historia de amor en Miami con un millón en la cartera pero seguía sin ser tan malo.
Empezó a cargar ladrillos procurando no coger ninguno demasiado dañado hasta que oyó cómo alguien más entró en el almacén. No se giró pero miró de reojo por mera precaución ya que uno nunca sabía cuándo podría un compañero sacar el puñal.
- A trabajar, Guiñazú - le llamó la atención el guardia que había entrado viéndolo con la carretilla ya colmada.
Asier se relajó lo justo al no percibir peligro y le devolvió un saludo indicando que todo estaba en orden, a lo que el guardia abandonó la sala. El pelirrojo tomó en peso la carretilla y empujó hacia la salida.
Al entreabrir la puerta, lo primero que vio fue al chico albino a lo lejos. Su presencia se hacía notar entre cualquier multitud. Definitivamente no pasaba desapercibido, lo que es más, últimamente Asier se lo había encontrado en varias ocasiones y nunca solo. Se le hacía muy difícil aproximarse para intentar formar alianza con alguien tan solicitado. Además, había una remota posibilidad de que ya formara parte de algún bando y, en ese caso, Asier habría estado perdiendo el tiempo interesándose en el chaval.
- Blanquito, ¿eh? - una voz muy próxima a Asier intentó llamar su atención sin siquiera lograr que girase en su dirección.
Asier seguía concentrado en el albino como si tratara de estudiar su comportamiento a distancia. Asintió levemente y sacó la carretilla del almacén sin perderlo de vista en ningún momento. El preso que se encontraba a su lado se apoyó sobre el muro con la lista de tareas entre las manos mientras tomaba nota de los ladrillos exportados.
- Fe rumorea que ef un chifato - comentó el preso con la capucha del bolígrafo entre los dientes -. Muchaf coinfidenfiaf y él fiempre ef teftigo.
Asier, algo interesado en el tema, giró hacia su compañero en busca de más información sobre el chico de cabellos despigmentados.
- Por efo todof lo odiamof - se encogió de hombros terminando de marcar el stock y se sacó la capucha de entre los labios -. Si planeas acercarte a él no le cuentes mucho sobre ti porque puede llegar a oídos de superiores.
El hombre se apartó de la pared y cerró la puerta del almacén con llave mientras Asier volvía a buscar al albino con la mirada. Antes de que el otro hubiera terminado con su tarea de inspección, se acercó a Asier apegándose a su espalda para hablarle en susurro.
- Si quieres pruebas, comprueba las duchas, nunca está con los demás, y tampoco duerme en los pabellones comunes a pesar de pasar la mayor parte del tiempo con todos nosotros. Además, lleva uniforme de sentencia menor desde hace casi cinco años y aún no lo han puesto en libertad.
- ¿Insinúas que tiene algún tipo de privilegios?
- Tiene algunos más que los que se les ofrecen a los trabajadores, eso seguro.
- ¿Cuánto tiempo llevas tú aquí? - preguntó Asier mirando al frente.
- Doce años - se apartó el preso -. Y los que me quedan aun por secuestro e incendio provocado. ¿Y a ti por qué te han metido?
Asier percibió un guardia acercándose a ellos y levantó la carretilla en peso.
- Por algo más que eso - empujó para ganar cierto impulso y decidió que ya iba siendo hora de retomar el camino a su puesto de trabajo -. Gracias por la información.
- Nada, compañero - le agitó el bolígrafo en alto pensando en su incompleta respuesta -. Que te sea leve.
Asier le hizo un ademán de agradecimiento y se apresuró en proporcionar los materiales a su equipo.
Entonces fue el albino quien pasó de mirar a Asier de reojo a girar por completo en su dirección aprovechando que ya estuviera de espaldas.
- Copito - uno de los presos que lo acompañaban le golpeó el hombro amistosamente -. ¿Qué te pasa estos días? ¿Tienes alguna clase de fetiche con los criminales en potencia?
El albino hizo caso omiso al comentario, o al menos eso pareció en un principio. En cuanto su compañero volvió a insinuar algo del tema, el chico no tardó ni un segundo en sacar un cuchillo de cocina con el que amenazarlo. Clavó sus intensos ojos incoloros en los del preso y con solo una mirada le hizo ver el final que le esperaba si osaba volver a hablar de ello.
- Puedes...ser más blando conmigo - repuso la víctima con las palmas en alto buscando la paz.
El albino mantuvo la mirada durante algunos segundos más y acabó cediendo. Bajó el arma lentamente y su compañero suspiró aliviado.
- Me alegra que podamos encontrar un lenguaje comú...-
En cuanto intentó volver a ponerle una mano encima, recibió un manotazo por parte del albino, quien seguía mirando a Asier hasta perderlo de vista.
- Lárgate.
Mostraba interés nulo en cualquier contacto físico o relación interpersonal, y eso es algo que todos los integrantes de la cárcel sabían y que usaban en su contra para molestarle. A veces se rendían cuando él no reaccionaba ante las burlas. Otras, intentaban ir mucho más lejos.
El plan funcionaba o acababan todos en la enfermería.
En esta ocasión, el preso se rindió y el albino agradeció ese momento sin supervisión para volver a perderse en sus pensamientos.
- 1'87...no, 1'88 - murmuró mirando a la nada -. 80 kg, 26 años.
"Entregado sin resistencia, cadena perpetua por falta grave y numerosos antecedentes" recalculó el chico. "Coeficiente intelectual 155, 8 años a la sombra del gobierno".
- Tan joven y en menudo berenjenal te has metido...
*****
- Hey, Erik - Asier se acercó a su compañero una vez de vuelta a la celda. Llevaba un comunicado en la mano que mostraba con una orgullosa sonrisa sobre los labios -. Tenemos nuestra primera visita.
Erik estaba tumbado con un brazo sobre los ojos y otro reposando sobre su abdomen.
- Ninguno de los nuestros puede mostrar su rostro en la sede policíaca - contestó con cierto desinterés.
- Ya, pero sé de alguien con el historial impecable - cambió su expresión a una más pícara -. Te doy solo un intento para adivinar quién.
Erik tardó unos segundos en procesar la información y, para cuando cayó en que tenían miembros nuevos en el equipo, abrió los ojos como platos levantándose de golpe.
- No, espera, ¿qué voy a hacer ahora, Asier? Me va a ver detrás de unas rejas. No quiero que se sienta culpable por lo que he hecho.
Asier hizo ademán de intentar calmar a su compañero al verlo tan alterado de repente.
- Tienes el vis a vis una vez al mes, no está todo perdido. Total, os veíais menos fuera de la cárcel.
- No esperes que le hagan feliz una estúpida hora y media de cita - Erik bajó la cabeza cubriéndose el rostro -. Y tampoco podemos tener relaciones íntimas porque... creo que se siente incómodo.
Asier alzó una ceja y se encogió de hombros.
- ¿Y no lo habéis hablado?
- Te podría contar las veces que nos hemos besado con los dedos de una mano. ¿Crees que iría a salir un tema así?
- Parecéis niños de primaria con vergüenza a miraros a los ojos - dijo más serio de lo que le correspondía.
- No quería incordiarle - se defendió Erik -. Siempre había problemas prioritarios a tratar y realmente... no tuvimos ocasión de estar a solas. Además, no quiero que piense que busco contacto físico - Erik desvió la mirada cubriéndose los labios.
Asier miró a su amigo decaído y luego volvió a observar el comunicado. Empezó a sentirse culpable por lo que estaba oyendo. Bueno, en realidad llevaba sintiéndose así durante mucho más tiempo, semanas, o incluso meses. De algún modo, sintió como si Erik le hubiera estado diciendo esto desde hacía tiempo y que nunca fue capaz de escucharlo hasta ahora.
- Siento mucho... haberos limitado - dijo en un tono tenso.
- No, eso no... - Erik pretendió no involucrarlo en sus problemas -. Eso no ha cambiado nada, no te preocupes.
Asier arrugó inconscientemente el papel apretando la mano en un puño.
- No me di cuenta de que había interferido tanto en vuestra relación.
- Ya te he dicho que no fue culpa tuya - respondió Erik.
- Desde que llegamos aquí... - ignoró las intervenciones de su amigo -, me he dado cuenta de que tenía miedo de perderte, sin importar la relación que tengamos. Estoy bien si estás con Greg, si estás enamorado de él y si no besas a nadie más. No pretendo justificarme ante lo que hice pero quiero que sepas que realmente estoy bien así. Eres la persona más importante de mi vida, la familia que he podido elegir, y te juro que mi mayor objetivo siempre fue lograr tu felicidad por encima de la...-
Asier se vio interrumpió cuando sintió un contacto metálico sobre su rostro. No se había percatado del momento en el que Erik se había levantado de la cama y a veces se odiaba por ello porque con él bajaba automáticamente todas las barreras y se sentía tremendamente vulnerable.
- Voy muy en serio, Erik - intentó sonar autoritario mientras su expresión facial denotaba algo completamente opuesto.
- Lo sé - Erik le dio la razón con una sonrisa muy leve. Su rostro aun tenía cicatrices que le dejaron las grapas y Asier no podía evitar ver el atractivo en cada una de ellas sabiendo que su amigo volvió a la vida sobreviviendo a aquel brutal desmembramiento -. Siempre has luchado por mi bien, aunque con lo de Greg ibas por mal camino.
- Ya... - hizo el intento de apartar la mano de Erik con suavidad pero se quedó a medio camino dejando ambas reposando sobre el rostro de Asier -. Y no tengo ni idea de cómo arreglarlo.
- No tienes porqué hacer nada.
Asier bajó la mirada intentando devolverle una sonrisa que no necesariamente denotara felicidad.
- Prométeme... que aprovecharás las visitas al máximo.
- ¿Tengo otra opción?
Erik se veía más relajado respecto a la visita y eso era un gran alivio a ojos de Asier.
El pelirrojo se apartó ligeramente de Erik y se dejó apoyar sobre la pared de la celda.
- Cambiando de tema... - ocultó su aún bajo estado de ánimo cruzándose de brazos -. Lo que quería decir con todo esto es que yo tengo la primera visita y la tuya va justo detrás. Son de 40 minutos así que ve preparando lo que quieras decir y sintetiza.
Erik le devolvió un saludo militar aún sin borrar la sonrisa.
- Sí, capitán.
Y no solo ellos dos estaban sumamente preocupados por la situación entre Erik y Greg, sino que el mismo Greg no había hecho otra cosa que pensar en ello durante los días que esperó para conseguir una visita. Iba a ver a los dos, pero Benny le dio una guía sobre los temas a tratar para aprovechar la quedada en el último momento. Su visita, al menos con Asier, se redució a ser estrictamente laboral.
Greg había estado reteniendo las lágrimas desde hacía dos días, forzándose a pensar en frío, a mostrarse capaz de aceptar las decisiones que Asier y Erik consideraron correctas. Quería confiar en ellos, ¿pero cómo podía ignorar el hecho de que hubieran sacrificado toda su vida para salvar la de sus compañeros? A Greg le bastó con ver la figura de Asier cruzando la puerta a la sala de visitas para que las lágrimas comenzasen a brotar por voluntad propia.
- Asier...
Verlo con un aspecto tan demacrado, como si se hubiera enfrentado a una estampida de rinocerontes, no le ayudó a sentirse mejor.
Asier tardó unos segundos en sentarse. Su expresión tampoco denotaba fuerza ni determinación. Asier también había estado conteniendo sus verdaderos sentimientos detrás de esas paredes, incluso frente a Erik.
- Voy...a sacarlo de aquí - fue lo primero que dijo al tomar asiento -. Te lo prometo.
*****
Hugo volvió a darle otra oportunidad a su cuaderno de dibujo, del cual no era capaz ni de reconocer el trazo como suyo. Se colocó algunas almohadas tras la espalda, se acostó cómodamente y volvió a abrir la primera página. Siempre le había gustado dibujar, pero no simples dibujos aleatorios, sino unos que reflejaban su día a día a través de la persona que más marcaba la etapa correspondiente. Era una especie de diario encriptado que solo él podría leer y recordar lo ocurrido aquel día. Cuando llevaba el cuaderno de Brad se podía ver la clara evolución del joven con el paso del tiempo, pero Hugo veía mucho más que eso. Una pose, una expresión, una marca, gotas. Pequeños detalles como aquellos simbolizaban diferentes sucesos. Por eso, cuando Hugo reconoció su estrategia en el nuevo cuaderno, decidió que nadie más a parte de él mismo podría relatarle mayor verdad.
Horas. Hugo no durmió en lo que quedaba de noche. Se había sentido tan absorto por unos dibujos que no recordaba haber hecho que le pareció leer una historia ajena y sumamente cautivante. Averiguó la inmensa cantidad de sentimientos que reprimió hacia Elmer durante años, los cuales parecían ser correspondidos después de un largo tiempo y una gran evolución en su relación.
- Elmer...y yo - murmuró observando la figura del castaño, con su ropa deshecha, el cabello revuelto, marcas ficticias de besos sobre su delicado cuello. Sin darse cuenta pasó la mano con suavidad por encima del dibujo.
Estaba tan ensimismado que ni siquiera oyó cómo alguien entró sigilosamente en la habitación.
- Hugo, ¿estás despierto?
El moreno se sobresaltó por la repentina visita y, al reconocer a Elmer, se colocó una mano en el pecho intentando estabilizar su respiración.
- Podrías...haber llamado a la puerta o algo.
- Lo siento, no pretendía asustarte.
Elmer no parecía tener intenciones de dar un solo paso más en dirección a Hugo. Cerró la puerta desde dentro y permaneció a la entrada.
- Quería hablar contigo.
Hugo asintió en silencio, gesto que Elmer obviamente no fue capaz de ver pero que dio por hecho al no percibir ninguna respuesta.
- He estado pensando sobre lo que pasó hace cuatro años para entender hasta dónde llegan tus recuerdos, y quería disculparme por cualquier cosa que haya hecho y que no haya sido de tu agrado. Lo último que quiero es que vuelvas con Wayne sin saber nada de lo que ocurrió estos años, ni que me odies por mi pasado.
Hugo aun tenía el cuaderno de dibujo entre las manos y bajó la mirada hasta la página que tenía abierta.
- Tienes derecho a saber que habíamos llegado a tener una relación pero tampoco voy a forzar unos sentimientos que ya no existen por tu parte. Estoy bien si decides que no habrá nada entre nosotros.
En el dibujo que Hugo tenía en frente se vio plasmado a sí mismo por primera vez en conjunto con dos personajes más. Salía junto a Elmer y un niño de no más de 6 años, los tres sonrientes como si se tratara del final feliz de un cuento.
- Estoy dispuesto a empezar de cero - reafirmó Elmer -. Quiero contarte sobre estos años con todo el detalle que mi memoria me permita y sin esconderte nada. Te contaré incluso lo que me habría avergonzado contarte tan solo hace unos días, si así lo deseas. Quiero recuperar la confianza que no tuve hace cuatro años y estoy a tu plena disposición para demostrártelo.
Hugo pasó a la siguiente página. Por un momento sintió que faltaban hojas o que alguien las había arrancado. Estaban en blanco, pero había un salto muy grande en el tiempo entre el último dibujo y el presente.
- Hace un mes... pasó algo serio, ¿verdad? - preguntó repasando las hojas con las yemas de los dedos por si quedara alguna marca de lápiz que indicara que se perdieron dibujos intermedios.
Elmer se sintió parcialmente ignorado pero hizo el esfuerzo de reflexionar sobre la respuesta a esa pregunta. Recordaba perfectamente el acontecimiento más relevante de esa fecha: fue a ver a Wayne y acabó en una persecución ficticia hasta ser acorralado junto a Hugo en un polígono industrial sin salida. Cuando le prometió a Hugo que le contaría con todo detalle lo que quisiera saber, no se refería a aquel último mes.
- Lo siento, pero es lo único a lo que no te podré responder, por tu bien.
Hugo volvió varias páginas en el cuaderno con aparente indiferencia ante la falta de información. Llegó otra vez hasta donde Elmer aun aparecía solo, las últimas dos en las que él fue protagonista. Luego volvió a observar al Elmer que se encontraba aun al fondo de su habitación esperando alguna reacción o respuesta, la cual nunca llegó.
Elmer le gustaba. Hacía cuatro años ya recordaba florecer sus sentimientos hacia él pero era incapaz de decírselo esta vez. Estaba viviendo una línea temporal y un contexto diferentes, con lo cual no tenía garantía alguna de que el final volviera a ser el mismo.
Y la mejor solución que encontró ante la duda era la ignorancia.
- Cuéntame sobre Wayne - solicitó evadiendo por completo el tema de la relación -. Y lo que sepas de Ramón, por favor.
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