35. "Cojan palomitas, la película va a empezar"
- Lo has hecho bien, princesa - comentó uno de los clientes mientras terminaba de sacudirse el miembro sobre el rostro de Hugo.
El segundo que lo acompañaba lo agarró de la mandíbula inmediatamente después y lo fue mirando como si se tratara de un cuadro mientras Hugo se relamía sin dejar de lucir aquella seria y seductora mirada.
- Realmente eres producto de lujo - dijo el otro -. Vales cada céntimo que hemos pagado por ti.
- Totalmente de acuerdo, Fernán.
- Buen servicio, felicidades.
Hugo asintió levemente en respuesta y solo le quedó esperar a que sus dos clientes abandonaran la sala para poder dirigirse rápidamente al aseo y escupir lo que le quedara de viscosidad sobre la lengua. Se lavó la boca una vez y luego otra. Se la volvió a lavar incontables veces, al igual que el rostro, y se metió a la ducha.
Con el agua ardiente, empezó a notar cómo se le quemaba la espalda. En momentos así habría deseado que el agua le arrancara la piel y poder ser irreconocible. Quería que lo tragara la tierra hasta tal profundidad que su esencia desapareciera de la historia de la humanidad.
¿Cómo había acabado pisando por tercera vez el mismo rastrillo? ¿Por qué no podía ni intentar llevar una vida normal?
Odiaba el pensamiento de que el destino realmente estuviera escrito y luchaba diariamente por hacerse cambiar de opinión.
Se agachó de cuclillas sobre la placa de la ducha apoyándose contra los fríos azulejos y bajó la cabeza.
No sabía si lo que caía era agua resbalando por su rostro o lágrimas. Contuvo todos sus sentimientos frunciendo con fuerza los labios y cerró los ojos. Golpeó la pared con el puño.
- Señorito Hugo, le traigo su cambio de ropa, toallas y cremas - dijo una voz femenina al otro lado de las cortinas -. Ramón le informa que no se demore mucho porque tiene solo una hora para descansar y debe aprovecharla. También puntualiza en que no suba tanto la temperatura del agua, que puede quemarse la piel.
- Sí, gracias... - respondió aún desde el suelo -. La bajaré.
La mujer salió continuando su trabajo como mano derecha de Ramón mientras Hugo no se molestó en hacer ni el menor caso a las palabras que transmitió. Subió al máximo la temperatura y no intentó contener un grito de dolor. Dolor no tanto físico como emocional. Expulsó todo el aire que le quedaba en el cuerpo y se encogió.
- Elmer... - murmuró.
Alzó el rostro recibiendo ese ardor directamente sobre la piel, los párpados, los labios. Sintió cómo le ardía el cuerpo, cómo le quemaban los ojos y se le desgarraban los labios. Sentía unas tremendas ganas de evaporarse de una vez por todas.
Cerró el grifo. Se levantó y caminó con desgana hasta el espejo mirando la imagen empañada que tanto odiaba otra vez. Cada una de las marcas que tenía sobre el cuerpo, los chupetones y arañazos, las rojeces. Cada una de las huellas dactilares ajenas que había sobre la superficie le daban asco. No consiguió sacarse la piel con el agua ardiente y sabía que Ramón jamás se lo habría permitido igualmente. Hugo acabó cediendo y se echó las cremas para hidratar y tranquilizar la piel. Terminó con aceites que lo hacían parecer un deslumbrante postre y vistió las prendas limpias.
Ya estaba listo para ir a ver a su jefe para una revisión.
Con tan solo salir de la habitación se encontró con uno de los guardias enmascarados de Ramón cuya única identificación era la placa de rango colocada sobre la solapa izquierda de su uniforme. Hugo pretendió ignorarlo conociendo ya el camino de memoria y demostrando que podía caminar solo incluso después de haber recibido a dos clientes. El guardia ignoró del mismo modo las intenciones de Hugo abarcando el diámetro de su brazo con una sola mano. El tacto se sintió extrañamente doloroso, como si se le clavaran trozos de hierro en lugar de dedos, y no fue capaz de soltarse tras aquel agarre.
- Como me dejes marcas Ramón no te lo perdonará - vaciló desviando la mirada al máximo de aquella marioneta a sueldo.
Los guardias no tenían permitido hablar con él y cumplían la orden con obediencia, sin excepción alguna. Hugo se frustraba al no obtener respuesta porque realmente sentía que no había ni un solo alma en las propiedades de Ramón.
Al llegar frente al despacho del superior, Hugo se deshizo del guardia y se ajustó la ropa a regañadientes antes de abrir la enorme puerta.
No iba vestido igual que cuando iba a trabajar pero tampoco se alejaba mucho el atuendo. Se le exigía presentarse relativamente elegante frente al jefe priorizando su máximo confort así que llevaba un cómodo kimono de satén brillante. Era importante poder quitárselo con facilidad frente a Ramón, al fin y al cabo.
Cómo era usual, el mayor lo recibía con una cálida sonrisa, la más hipócrita que Hugo pudo llegar a ver jamás.
- Adelante - invitó al chico a desvestirse.
Hugo tardó un poco en reaccionar pero acabó mostrándose sumiso hacia el que tenía más de un rehén de su parte como símbolo de amenaza. Dejó el kimono colgado adecuadamente sobre el perchero y volvió a situarse frente al mayor.
- ¿Cuándo podré ver a Jake? - preguntó incapaz de evitar el entrecejo fruncido mientras giraba lentamente siendo observado con detalle.
- El ángel está bien - Ramón pasó un dedo por una de las heridas de Hugo haciéndole gemir del escozor -. Controla a tus clientes para que no se pasen de este modo.
- Quiero verlo - se mantuvo firme a su petición.
- No estás en posición de pedir nada - recalcó su autoridad mirándolo directamente a los ojos -. ¿Quieres que volvamos a tener esa conversación?
- Me importan tanto Elmer como Jake, no puedo renunciar a ninguno de ellos - le devolvió la mirada decidida.
Definitivamente Hugo no sería capaz de hacerle la pelota para conseguir nada.
- No te he dado más opciones - volvió a enfatizar Ramón apretando una de las zonas rojizas de su piel. Hugo se contuvo para no retorcerse y continuó erguido mirando al frente.
Ramón terminó de examinarlo y volvió a su sitio apuntando los datos en una hoja suelta que no se molestó en guardar después.
- ¿Y qué hay de mi madre? - Hugo intervino con una segunda petición mientras se volvía a colocar el kimono -. Prometiste que la conocería. Sé que está aquí.
- Lo está - respondió sin despegar la mirada de su escritorio -. La conocerás sin duda, no te preocupes por eso.
Hugo se planteó varias veces si intentar pedirle un aumento de horas con Elmer o no. Con el rumbo que estaba tomando esa conversación, no tenía pinta de obtener una respuesta positiva.
- Por cierto - Ramón interrumpió sus pensamientos antes de que se hubiera decidido por una de las opciones -, durante los próximos dos días prohibiré que los clientes dejen ningún tipo de marca sobre tu cuerpo. También quiero que te limites a pura tentación. No permitas que se acerquen demasiado. Evita el contacto físico de su parte. Quiero que sean tus manos las que trabajen estos dos días.
- Elmer no duerme y ha perdido su capacidad auditiva - Hugo cambió de tema radicalmente dando a entender que Ramón no estaba cumpliendo su parte del trato.
La expresión de Ramón cambió de repente y no interrumpió a Hugo cuando volvió a hablar.
- Quiero más horas con él y que vivan juntos con Jake.
- Imposible - respondió al instante tras escuchar la petición.
- ¡A este paso Elmer va a morir! - Hugo perdió la compostura y subió el tono indignado.
- Solucionaré su problema entonces - lo enfrentó el mayor -. ¿Algo más?
Era lo menos que podía hacer si quería que Hugo continuara trabajando para él.
- No quiero que le des calmantes ni ningún otro tipo de veneno.
- Elmer estará bien - confirmó sin dar más detalles -. El método es lo de menos.
- ¿Y la sordera?
- Ya veremos.
- Quiero ver a Jake - insistió Hugo.
Ramón levantó la palma de la mano pidiendo silencio y se levantó lentamente de su escritorio.
- Hagamos una cosa - rodeó la mesa y se apoyó ligeramente sobre ella desde la parte de delante quedando más cerca de Hugo -. El evento es en dos días.
- ¿Qué evento? - preguntó Hugo curioso. Se habría sentido atemorizado también pero sabía que ya no le soprendería cual fuera la respuesta de Ramón después de todo lo que había pasado.
- Una simple reunión de gente adinerada - explicó -. Por eso quiero que durante estos dos días te recuperes al máximo y luzcas mejor que nunca para ese día. Es mi única petición, y a cambio te dejaré ver a Jake y a tu madre.
- Hecho - aceptó sin dudarlo un solo segundo.
Podría haberlo negociado un poco más, sin embargo, esa opción se le ocurrió demasiado tarde.
- Perfecto - Ramón unió las manos y se levantó para acercarse a Hugo en un par de pasos -. Veo que hemos encontrado una solución. Si no tienes nada más que comentar puedes ir a descansar. Te deben de quedar unos 40 minutos aún.
Hugo no dijo nada más. Asintió en respuesta con la mirada aún cargada de furia y se dirigió a la puerta. El mismo guardia de antes le esperaba para acompañarlo de nuevo al cuarto. Y de ahí volvería a la rutina.
*****
- ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¡¿Qué hago?!
Greg daba vueltas por la habitación con las manos tirando de sus rizos como si intentara arrancar hierba seca. Su respiración estaba descompasada y sentía como si sus pulmones no hubieran trabajado tanto en toda su vida.
- Van a morir por mi culpa - se repetía mirando al suelo -. Tengo que avisarles antes de que vengan. Tengo que hacer algo... Tengo que pararlos.
Empezó a dar saltitos como si aquello hiciera funcionar sus neuronas con mayor eficacia.
- ¡Ahh! - exclamó cubriéndose la cara con ambas manos -. ¿Qué hago?
Si tan solo tuviera el móvil a mano podría escribirle a Erik aunque fuera interceptado por la tecnología de Ramón. Todos los aparatos electrónicos estaban sincronizados en un amplio radio y tal vez no habría sido capaz ni de intentar escribir nada.
Se sentó en el suelo y empezó a mecerse de delante hacia atrás agarrado fuertemente a sus rodillas.
Salir no era una opción porque había guardias en cada esquina de la residencia. Aunque derribara al primero, bastaría con que cualquier otro pulsara un botón para activar la alarma. No había forma de salir sin levantar el caos.
- Solo tengo que pensar fuera de la caja...
Miró a los lados. Algo tenía que haber que le ayudara. Algo, cualquier cosa.
Entonces vio un bolígrafo sobre la mesilla y lo primero que se le ocurrió fue cavar un agujero en la pared para salir por otra sala.
Hundió la cabeza todo lo que pudo entre sus piernas y volvió a agarrase el pelo.
- ¡Las estrategias son cosa de Asier! - se frustró sonrojado por haber pensado en algo tan estúpido, obviamente sacado de películas.
A esas alturas solo podía optar a salir por la fuerza de la habitación si realmente quería salvar a decenas de personas. Tenía que intentarlo por mínimo que fuera el porcentaje de éxito.
Se levantó y buscó un imperdible o cualquier objeto parecido que pudiera hacer el mismo efecto. Se acercó y lo primero que hizo fue asegurarse de que la puerta estuviera cerrada.
- Oh...
Para su sorpresa estaba abierta. Y para sorpresa doble el guardia ni se molestó en intentar detenerlo. Pulsó el botón antes de que Greg pudiera abrir la boca para inventarse una excusa siquiera.
Tal vez las posibilidades de salir sí que resultaran ser nulas.
*****
5 horas antes del evento
- Vale, chicos, seguimos el plan al pie de la letra - Asier se situó en un punto visible para todos sus compañeros -. Tal y como hemos acordado, cada uno a su posición y esperad la señal. Vamos a entrar.
Mientras tanto Greg permanecía encerrado en una cámara, atado de pies y manos, la boca tapada con cinta americana, y explosivos adheridos a su cuerpo que se activarían en cuanto alguien intentara irrumpir en el lugar.
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